
Reflecciones en casa
James despertó lentamente, estirándose con pereza entre las sábanas. La luz del sol que se filtraba por las cortinas lo golpeaba sin piedad, pero su cuerpo seguía agotado tras la noche anterior. Sentía la garganta reseca y una pesadez en los músculos, resultado de las pocas horas de sueño y el caos de las últimas horas. Una imagen apareció de inmediato en su mente: unos ojos grises.
Se pasó una mano por la cara, intentando despejarse, pero la imagen no se iba. Habían intercambiado solo unas pocas palabras, ni siquiera durante cinco minutos, pero había algo en él que no podía explicar. El hermano menor de los gemelos Rosier, alguien de quien apenas se sabía nada. Tranquilo, serio, casi distante, pero a la vez, había algo en él que parecía atraer la atención sin siquiera intentarlo.
James se incorporó en la cama, sintiendo la necesidad de un vaso de agua. Mientras caminaba hacia la cocina, sus pensamientos seguían girando en torno a esa figura. Conocía a Evan Rosier desde hacía años. Se habían cruzado en premiaciones, eventos, fiestas; Evan era el tipo de persona que sabía cómo brillar en cualquier situación, cómo llenar una habitación con su carisma. Pandora no se quedaba atrás, con un encanto etéreo y casi místico. Hablar con ella había sido fascinante desde la primera vez que coincidieron en ese programa; era simplemente encantadora.
Pero el hermano menor… Era un enigma. James se sirvió un vaso de agua, distraído en sus pensamientos. No lo había visto en fotos, ni oído mencionar en entrevistas o programas. Era como si no existiera en el mundo público. Y de repente, ahí estaba, frente a él, en esa sala de espera.
La primera impresión había sido extraña. Apenas cruzaron miradas, pero James tuvo que hacer un esfuerzo consciente para no quedarse observándolo de manera incómoda. Había sentido algo en su pecho, algo que no podía identificar. Había algo... familiar en él, de alguna manera, pero al mismo tiempo completamente desconocido. Y eso inquietaba a James, lo llenaba de una curiosidad incontrolable. Era como si la atmósfera hubiera cambiado con su sola presencia, aunque no había hecho nada en particular.
Y luego, el apretón de manos. Fue breve, firme, pero dejó un cosquilleo en la piel de James. Se frotó el rostro, tratando de despejar su mente. No podía dejar de darle vueltas a ese breve encuentro. No debería ser algo tan significativo, pero su mente seguía regresando a ello, una y otra vez.
Había algo en esos ojos grises, algo en su presencia. James confiaba en sus instintos. ¿Pero cómo podría volver a encontrarlo?
James suspiró, dejando el vaso vacío sobre la encimera. Aunque el agua le había despejado un poco, su mente seguía dando vueltas. Estaba tan absorto en sus pensamientos que casi no notó los pasos suaves detrás de él.
“¿No podías dormir o el sol te echó de la cama? “Remus apareció en la cocina, con el cabello despeinado y arrastrando ligeramente los pies. Tenía esa expresión algo adormilada que James reconocía en las mañanas perezosas.
“El sol, definitivamente” respondió James, apoyándose en el mostrador. Se pasó una mano por el cabello. “Aunque creo que también necesitaba hidratarme”.
Remus fue directo al armario, sacando un par de tazas con una destreza casi automática. A pesar de su estado somnoliento, parecía saber exactamente dónde encontrar todo.
“Tienes cara de estar pensando demasiado temprano” comentó Remus con una sonrisa ligera.
James soltó una risa suave y se frotó la nuca.
“¿Tan obvio es?”
Remus se encogió de hombros mientras ponía agua a calentar. James, aún con la mente enredada, dudó por un momento antes de hablar. No tenía nada concreto que decir, pero Remus era buen oyente, siempre lo había sido.
“Es una pena que los Rosier no pudieran venir a la fiesta anoche”
Remus levantó una ceja mientras sacaba el café y lo dejaba en la mesa.
“Se veían agradables” respondió, echando un vistazo a James. “Aunque Sirius tenía mala cara después de que se fueran”.
“Todo el mundo sabe que no le cae bien Barty, por extensión a Evan, pero... fue extraño” agregó Remus, como si intentara entenderlo también.
James asintió y se quedó pensativo hasta que Remus vertió el agua caliente en las tazas.
“En fin, hoy tenemos un día libre en mucho tiempo, aprovecharé para terminar el libro que me regalo Lily” agrego Remus mientras le pasaba la taza a James.
James lo tomó con entusiasmo.
“Y yo aprovecharé para hacer algo de ejercicio. Hasta que Sirius despierte”.
Ambos se acomodaron en la mesa “Ah, Peter dijo que llegaría para el almuerzo y traería algo para todos” comentó Remus, revisando su teléfono y siguieron disfrutando del café y de la tranquilidad de su día libre.
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James salió de la ducha, sintiéndose renovado después del ejercicio. Con una toalla todavía en el cabello, entró a la sala y vio a Remus leyendo en el sofá mientras Sirius, completamente relajado, se recostaba sobre su hombro. James no pudo evitar sonreír ante la escena.
La puerta se abrió de golpe, y Peter apareció con un par de cajas en las manos, liberando el irresistible olor a pizza.
“¡Pizza!” dijo Peter con una sonrisa, dejando las cajas sobre la mesa.
Sirius no hizo ni el más mínimo esfuerzo por moverse del sofá.
“Ya era hora” murmuró con voz somnolienta, sin abrir los ojos ni cambiar de posición.
Peter empezó a organizar las porciones mientras James se acercaba a la mesa, tomando un trozo. Observó la escena desde el comedor: Sirius cómodamente acurrucado contra Remus, quien seguía leyendo como si aquello fuera lo más normal del mundo.
Era imposible no notar cómo Sirius parecía más tranquilo cuando estaba cerca de Remus, menos caótico. Y Remus, bueno, claramente no era indiferente. La forma en que dejaba que Sirius se acomodara, el leve movimiento de su cabeza hacia él cuando hablaban... había algo ahí, aunque ninguno de los dos parecía dispuesto a reconocerlo.
Era casi frustrante lo cómodos que estaban juntos, tanto que James no pudo evitar soltar un pequeño resoplido para sí mismo. Había intentado, en varias ocasiones, hacerles entrar en razón, darles un ligero empujón para que se dieran cuenta de lo evidente: que estaban hechos el uno para el otro. Pero no, esos dos eran terriblemente tercos.
En más de una ocasión, cuando James insinuaba lo obvio, Remus solo respondía con una sonrisa tranquila, como si no entendiera de qué hablaba, y Sirius soltaba un bufido, declarando que James debía ocuparse de sus propios asuntos.
“¿No vas a comer?” preguntó Peter, mirando a Sirius.
Sirius soltó un suspiro, pero ni se inmutó.
“No me quiero mover. Estoy cómodo”
Remus, con una leve sonrisa, finalmente cerró su libro “¿Te sirvo algo?”.
Sirius asintió vagamente mientras se hundía aún más en el sofá.
James sacudió la cabeza con una ligera risa, mordiendo su pizza. Algún día esos dos se darían cuenta, solo podía esperar.