Seducción Oscura

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Seducción Oscura
Summary
Bill Weasley llevaba una vida común, hasta que el azar lo puso en el camino de alguien que vio en él mucho más que un rostro atractivo. Lo que comenzó como algo que él creyó una broma se convirtió en un entramado de manipulación y poder, donde cada paso alejará más a Bill de sí mismo, hundiéndolo en una oscuridad que lo consumirá lentamente, convirtiéndolo en una pieza más de un juego cruel y calculado
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Peligrosa Imaginación

La noche caía lentamente sobre Cornualles, extendiendo un manto de sombras que envolvía cada rincón. Las estrellas comenzaron a aparecer una a una, titilando tímidamente en el cielo oscuro. El viento susurraba entre los árboles, moviendo las hojas con un ritmo casi hipnótico, mientras el aire fresco llenaba los pulmones con una calma indescriptible. En la distancia, un búho rompió el silencio con su canto profundo, y las luces de las casas parpadearon , como pequeñas islas de calor en medio de la penumbra. La luna, alta y brillante, iluminó el sendero solitario, mientras todo lo demás parecía detenerse, inmerso en la quietud de la noche.

 

El restaurante El Faro de la Costa se ubicaba en una esquina tranquila de la ciudad, donde los adoquines del suelo crujían bajo los pasos de los comensales. Desde fuera, las luces cálidas que se filtraban por los ventanales prometían un refugio acogedor del bullicio exterior. Al entrar, el aire se llenaba de aromas que mezclaban hierbas frescas, salsas especiadas y pan recién horneado. Las mesas, de madera oscura, mostraban pequeñas imperfecciones que contaban historias de largas cenas y conversaciones. Cada una estaba decorada con un florero diminuto que sostenía una sola flor de temporada, simple pero cuidadosamente elegido. En un rincón, una chimenea de ladrillos crepitaba, lanzando destellos de luz que bailaban en las paredes decoradas con cuadros en tonos cálidos.

 

El personal, vestido con delantales de lino, se movía con agilidad y una sonrisa tranquila, llevando platos que parecían pequeñas obras de arte. La música suave, una mezcla de jazz y guitarras acústicas, llenaba el espacio, envolviendo a los clientes en una atmósfera íntima y relajada. En la cocina abierta, los chefs trabajaban concentrados, mientras el sonido de cuchillos sobre tablas y el chisporroteo de las sartenes acompañaba la velada. El restaurante lograba algo especial: no solo alimentaba, sino que ofrecía un momento para detenerse y disfrutar de la sencillez elevada a algo extraordinario.

 

Hacía unos días Fleur se había encontrado con su amiga Angelina Johnson y habían acordado verse ese viernes para cenar. La morena había llegado del brazo de su novio Lee Jordan. Era una pareja agradable, y a Bill le caía bien Lee, ya que le recordaba a los bromistas de sus hermanos gemelos. Rieron recordando anécdotas divertidas de hacia algún tiempo. Por fin, después de semanas de tensión, Bill se estaba relajando, y Fleur le hizo notar su alegría por ello apretándole suavemente la mano
Después del plato principal, Bill se excusó para ir al baño. Estaba feliz hacía casi dos meses que vivía libre de su acosador. Ya no le llamaba. No mandaba email. Era libre. Había disminuido su dosis contra sus dolores de espalda. Volvía a ser el mismo en el trabajo y en casa. ¡Su vida volvía a ser perfecta! Al entrar noto que solamente había un hombre en el lugar. Era un hombre de figura intimidante y alto. Su rostro, marcado por cicatrices finas que cruzaban una piel pálida, parecía siempre tenso, con ojos oscuros y hundidos que miraban con una mezcla de cálculo y desprecio. Su cabello, negro y ralo, caía desordenado sobre su frente, dándole un aspecto desaliñado que contrastaba con el lugar donde estaban. Se paró en el urinario y desabrocho el pantalón y saco su miembro cuidando de darle la espalda al hombre para que no lo viera

 

- ¡El baño de chicas está al lado! — dijo el hombre con una voz profunda — ¡Pero no me quejo de la vista! — añadió en medio de una sonrisa
- ¿cómo dijo? — preguntó Bill sorprendido girando un poco la cabeza para encarar al hombre
- ¡Creo que me escuchaste perfectamente, preciosa! — contestó el hombre que ya estaba parado tras él. Pasó sus brazos entre los de Bill y tomó su hombría, mientras le besaba el cuello suavemente — ¡Dios, que lindo clítoris! — y eso bastó para que el cuerpo y la mente del pelirrojo asociará algo.
- ¡Suéltame, desgraciado! — empezó a revolverse intentando zafarse del abrazo, pero en el proceso sus glúteos no dejaban de restregarse en el miembro contrario, despertando el propio.
- ¿te gusta cómo se siente? — preguntó el hombre mordiéndole el lóbulo de la oreja — imagínalo dentro tuyo — susurro mientras lo acariciaba en su entrepierna —
- ¡Suéltame! — exigió Bill con menos intensidad
- ¡más grueso! — continuó el hombre — ¡Más palpitante! ¡más dentro tuyo!
- ¡No! — gimió Bill echando la cabeza hacia atrás — ¡No quiero! ¡Ah...!
- ¡Dímelo más alto! — dijo el hombre mientras su otra mano se encargaba de sus testículos! — ¡Apenas te escuchó Cornualles! — ¿Por qué su cuerpo estaba al borde del clímax? — vamos, mi lavita ardiente. Vente para tu dueño — y con esas palabras se liberó en la mano del desconocido que se llevó primero la mano su boca y luego la acercó a la de Bill, quien no se resistió y limpio con su lengua la sustancia blanquecina — ¡hey, amigo! ¿estás bien? — pregunto haciéndolo volver en sí ¡¿cuándo se había girado para mirar fijamente el miembro del hombre?! — si quieres... no me molesta — dijo señalando su entrepierna — se ve que tienes una linda boca, además de otras cosas hermosas — y sonrió como si le estuviese mirando el trasero
- ¡No soy un marica! — dijo Bill nervioso
- Un marica no sé, pero una diosa... — dijo relamiéndose los labios mientras lo miraba de pies a cabeza justo cuando alguien más entraba, por lo que Bill salió lo más aprisa que pudo

 

Volvió a su mesa cuando Fleur y sus amigos se reían. Se sentó y bebió su copa de golpe ¿Qué rayos le había pasado? Disimuladamente miró a su entrepierna y... ¡estaba completamente manchado! ¡Maldición!

 

La luz de las velas parpadeando en las mesas mientras el sonido de las olas lejanas se filtraba por las ventanas abiertas. Bill se mantenía más callado esa noche, apoyando un brazo sobre el respaldo de su silla mientras escuchaba, aunque sus ojos parecían distraídos, perdiéndose ocasionalmente en los reflejos dorados que el fuego proyectaba en el vaso de cerveza frente a él. Fleur, al notar su silencio, puso una mano sobre la suya, pero Bill solo respondió con una sonrisa breve antes de volver a mirar hacia la ventana, esquivando su mano.

 

Los platos, llenos de mariscos frescos, llegaron en grandes fuentes compartidas, decoradas con hierbas y limones que destacaban su frescura. Lee se lanzó de inmediato sobre una langosta, haciendo reír a las mujeres, mientras Angelina bromeaba sobre su habilidad para comer con estilo. Fleur, siempre elegante, cortaba con delicadeza una porción de pescado, aunque parecía más interesada en intentar incluir a Bill en la conversación. La velada continuó con altibajos de risas y silencios incómodos para Bill y Fleur, un aire sutil de distancia permanecía entre ellos. Cuando el camarero trajo el postre, un crumble de manzana con helado, Lee propuso un brindis por la amistad, levantando su copa con entusiasmo. Todos se unieron, pero el brillo en los ojos de Bill no coincidía con la calidez del gesto.
Al salir del local, un par de horas más tarde, la brisa nocturna golpeó suavemente sus rostros, y mientras Lee y Angelina seguían bromeando en voz alta, Fleur se detuvo un momento junto a Bill.

 

- ¿Estás bien? — preguntó en un susurro, pero él solo asintió, guardando sus pensamientos detrás de una sonrisa cansada. No, no estaba nada bien. Acaba de venirse en un baño público, mirando descaradamente orinar a un completo extraño

 

Lee y Angelina se despidieron rato después, dejando a la pareja sola. La brisa marina se colaba entre ellos, trayendo consigo el aroma salado del océano y el eco distante de las olas rompiendo contra los acantilados. Bill caminaba un paso por delante, con las manos hundidas en los bolsillos de su chaqueta, mientras Fleur intentaba mantener el ritmo junto a él, abrazándose a sí misma para combatir el frío. El camino de regreso a casa estaba envuelto en un silencio pesado. Los faroles de la calle iluminaban apenas el sendero de piedra, dejando sombras alargadas que se movían con cada paso. Fleur, con la mirada fija en el suelo, esperaba que Bill rompiera el silencio, pero él permanecía ensimismado. Se negaba a mirarla a los ojos.

 

- Aun no entiendo porque no fuiste al baño a limpiarte el vino del pantalón — dijo ella
- No te preocupes, yo lo lavare — dijo sin mirarla

 

Al llegar a Shell Cottage, Bill sacó las llaves y abrió la puerta sin decir una palabra. Fleur entró detrás de él, dejando caer suavemente su abrigo sobre una silla antes de dirigirse a la cocina. Le preguntó con un murmullo si quería té, Bill negó con la cabeza, murmurando un "no, gracias" antes de sentarse en el sillón frente a la chimenea apagada. Fleur, sintiendo el peso de la distancia entre ellos, se quedó de pie un momento, observando. Su figura, encorvada y quieta, parecía más un reflejo que la persona con la que había compartido tantas risas y aventuras. Suspirando, ella se dirigió al dormitorio, donde se cambió.

 

Se metió en la cama, pero, incapaz de dormir, se levantó de la cama. Sus pies descalzos rozaron el suelo frío mientras descendía las escaleras, guiada por la tenue luz que se filtraba desde la sala. Al llegar, lo vio: Bill, sentado en el sillón, encorvado hacia adelante con la mirada perdida en el suelo, sus pensamientos claramente lejos de allí. Sin decir nada, Fleur se acercó despacio, como temiendo romper ese delicado momento. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, extendió la mano y, con suavidad, acarició su pecho desde atrás. Bill dio un leve respingo, sobresaltado por el contacto inesperado, pero no se movió, permitiéndole continuar.

 

- “Shh… soy yo,” — murmuró Fleur, inclinándose para apoyar su barbilla sobre su hombro, mientras sus dedos dibujaban círculos lentos sobre su pecho.

 

Él giró apenas la cabeza para mirarla, pero no dijo nada, dejando que el calor de su mano calmará la tensión acumulada en su cuerpo. Con movimientos delicados, Fleur rodeó el sillón y, con una sonrisa tenue, se sentó en sus piernas, acomodándose de manera que pudiera mirarlo directamente.

 

- No me gusta verte así — dijo, su voz apenas un susurro. Sus manos, ligeras pero firmes, subieron hasta enmarcar el rostro de Bill, obligándolo a encontrarse con su mirada. Bill suspiró, dejando que sus hombros, antes rígidos, se relajaran un poco bajo el peso del momento.
- Lo siento — murmuró, aunque sus ojos seguían cargados de algo que no podía expresar del todo. Fleur, con la paciencia que había aprendido a cultivar a su lado, rozó su frente con la suya, ofreciéndole un consuelo silencioso en lugar de palabras.

 

La noche, aunque todavía llena de tensiones, se suavizó en ese pequeño instante compartido, donde las distancias que los separaban parecieron achicarse, aunque solo fuera por un momento.

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