Seducción Oscura

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Seducción Oscura
Summary
Bill Weasley llevaba una vida común, hasta que el azar lo puso en el camino de alguien que vio en él mucho más que un rostro atractivo. Lo que comenzó como algo que él creyó una broma se convirtió en un entramado de manipulación y poder, donde cada paso alejará más a Bill de sí mismo, hundiéndolo en una oscuridad que lo consumirá lentamente, convirtiéndolo en una pieza más de un juego cruel y calculado
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Voces Desde La Oscuridad

A principios de otoño, Londres había comenzado a transformarse lentamente. Las hojas de los árboles en Hyde Park y Kensington Gardens ya habían cambiado de color, tiñendo los caminos de tonos dorados y rojizos. Los mercados al aire libre habían ofrecido sus primeras cosechas de calabazas y manzanas, mientras los cafés habían introducido bebidas especiadas en sus menús. Las temperaturas habían bajado lo suficiente como para que la gente empezara a usar bufandas ligeras y abrigos más gruesos por las mañanas. Los días todavía habían sido lo suficientemente largos como para disfrutar de paseos al atardecer, cuando el sol poniente había bañado la ciudad con una luz cálida que contrastaba con el fresco del aire.

En el Támesis, los barcos turísticos habían seguido navegando, aunque con menos pasajeros que en verano. Las luces de la ciudad ya se habían encendido temprano, reflejándose en el agua y creando una atmósfera mágica. En los mercados de flores, los ramos de girasoles y crisantemos habían sustituido a los colores brillantes del verano. El ambiente había empezado a llenarse de una mezcla de nostalgia por el verano que terminaba y la anticipación de los días acogedores que estaban por venir. Londres había abrazado el otoño con su habitual elegancia, mostrando la transición con una belleza discreta pero inconfundible.

Bill avanzaba con pasos inseguros hacia la comisaría, sus botas resonaban ligeramente sobre el pavimento húmedo de Cornualles. El edificio, una estructura modesta de ladrillos grises con ventanas altas y estrechas, se erguía bajo un cielo encapotado que prometía más lluvia. Una farola parpadeante proyectaba sombras inestables sobre la entrada, dándole al lugar un aire aún más desolado.

Al cruzar la puerta, el leve olor a café viejo y papeles húmedos le golpeó la nariz. El mostrador de madera desgastada, con marcas de uso y un brillo apagado, dominaba el espacio. Tras él, un oficial de mediana edad lo miraba con una mezcla de curiosidad y cautela. La luz fluorescente de la sala acentuaba el cansancio en el rostro de Bill, marcando las sombras bajo sus ojos y el rastro de humedad en el borde de su abrigo oscuro.

- Yo... - dijo nervioso

Sus dedos temblaban ligeramente al sacar un papel doblado de su bolsillo. No hacía frío, pero un escalofrío recorría su espalda. Cada movimiento parecía cargado de duda, como si cada paso hacia el interior de la comisaría fuera una lucha consigo mismo. La mirada de los pocos policías presentes se posaba brevemente sobre él, sin reconocimiento, pero con el interés que suele despertar alguien que parece fuera de lugar.

Bill se detuvo frente al mostrador, su voz apenas un susurro al pedir hablar con el inspector. Por un momento, el ruido de teléfonos y tecleos se desvaneció en su mente. Todo parecía girar en torno a ese instante, a volver ser libre

- Buen día - dijo la oficial - ¿en que lo puedo ayudar?

- Quiero denunciar... - empezó a decir - pero su celular sonó de repente - un minuto - era un SMS de Rey Desde La Sombra. No caería. ¡No mas! Canceló la llamada, guardo el celular y respiró hondo.

- Dígame - dijo el oficial pero justo le entró una llamada - parece importante

- No lo es - dijo Bill y sacando su celular para apagarlo

- Mejor conteste - dijo el oficial -, aunque... si lo prefiere lo puede hacer desde el mío - y para sorpresa del pelirrojo el celular del oficial sonó - creo que es para usted... señor Weasley - y con la mirada lo insto a contestar

- Hola - dijo Bill sin dejar de ver al oficial

- ¿Alguien te lastimó cachorrita? - dijo la voz al otro lado del teléfono - dímelo y te demostrare que eres intocable, hermosa, excepto por mí, claro - y Bill se asustó tirando el teléfono inconscientemente

- ¿se siente bien? - pregunto el oficial, pero Bill ya estaba saliendo lo mas deprisa posible del lugar sin importarle cuando choco con un oficial que llevaba una placa con el nombre "Theodore Nott"

Había sido un verano tibio en Cornualles, y la brisa que había acariciado la costa durante semanas traía aún el rastro salino del Atlántico. Los prados habían florecido en una alfombra vibrante de flores silvestres, que se mecían con el ritmo del viento como si hubieran bailado toda la primavera. En las aldeas, los lugareños ya habían pintado sus ventanas con un blanco reluciente, y las calles empedradas, que se habían mojado con las lluvias de junio, relucían bajo el sol tenue de julio. Las gaviotas, que siempre habían planeado sobre los acantilados con sus graznidos, habían encontrado refugio en las grietas más altas, mientras que los pescadores, que hacía días habían lanzado sus redes al mar, ahora descansaban junto a sus barcas, las manos curtidas por el salitre. Los jardines de las antiguas mansiones se habían llenado de geranios y lavandas, cuyas fragancias se mezclaban con el aroma del pan recién horneado que se escapaba de las cocinas.

Bill despertó con suaves caricias sobre su pecho, junto con una cascada de besos que lo hizo sonreír. Unos labios se abrieron paso a través de los suyos. Se abrazó a una cintura delgada mientras giraba para acostarse sobre ella. recorrió sus muslos a medida que sentía las uñas clavándose suavemente en su espalda. Sintió como Fleur abría sus muslos y no dudo en acomodarse entre ellos

- Buenos días - dijo ella sonriendo tomándole el miembro con su mano derecha mientras lo despertaba con suaves masajes - perdón si te desperté - le susurro al oído mientras le mordía el lóbulo de la oreja

- Justo como me gusta despertar - dijo Bill colando su mano entre los muslos de la chica haciéndola lanzar una risa boba

- ¿me lo juras? - susurro Fleur

- Ven acá - dijo Bill y ella lanzó grito en medio de su risa

La mesa del desayuno había sido preparada con una delicadeza que hablaba de una rutina cuidadosamente cultivada. Fleur había colocado un mantel de lino claro, sus bordes suavemente desgastados por el uso, mientras que los platos de cerámica azul se habían dispuesto con una precisión casi artística. La cafetera había dejado escapar su último suspiro de vapor hacía unos minutos, y el aroma robusto del café recién hecho aún flotaba en el aire, mezclándose con la fragancia cálida del pan que Bill había tostado con esmero.

Los rayos del sol, que apenas habían cruzado el horizonte, se habían filtrado por las ventanas, tiñendo de oro las paredes encaladas de Shell Cottage. Un cuenco de fresas, que Fleur había recogido del jardín, reposaba en el centro de la mesa, junto a un tarro de miel que había comprado días atrás en el mercado local. Las tazas de porcelana, que se habían calentado al contacto con el café, permanecían entre sus manos mientras la conversación, pausada y llena de sonrisas, había comenzado a llenar el espacio con la cadencia de la vida compartida.

Desde fuera, el sonido de las gaviotas había llegado en oleadas, como si hubieran estado debatiendo sobre la marea. Mientras tanto, el suave crujido del pan al ser cortado y el tintineo de las cucharas contra los bordes de las tazas habían compuesto una banda sonora sencilla pero perfecta, como si la mañana misma hubiese estado esperando a ser vivida en ese rincón tranquilo del mundo.

Fleur y Bill se sentaron frente a frente, en los extremos opuestos de la mesa, aunque la distancia apenas existía entre ellos. Bill le ofreció una sonrisa tenue mientras untaba la miel en una rebanada de pan con movimientos meticulosos, el cuchillo trazando círculos perfectos. Fleur, por su parte, había estado observándola con una calidez inconfundible en la mirada, como si aquel pequeño gesto cotidiano fuera un milagro que nunca había dejado de maravillarle.

- Habías dicho que ibas a cortar más fresas - le había recordado ella con un tono ligero, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y suave reproche.

- Y lo iba a hacer, pero entonces el café... - Bill se había inclinado hacia atrás en su silla, levantando las manos en un gesto de rendición - bueno, pensé que necesitábamos café antes que más fresas. ¿No crees? - Su sonrisa pícara había iluminado su rostro, y Fleur había exhalado una risa breve, como si aquel tipo de excusa fuera tan predecible como entrañable.

- Siempre encuentras una excusa para hacer menos de lo que prometes - había respondido ella, dejando el cuchillo a un lado para mirarlo con fingida seriedad.

- No es verdad. Habrías hecho lo mismo si hubieras olido ese café. Admítelo, estaba irresistible.

Ella había sacudido la cabeza suavemente, pero sus labios se habían curvado en una sonrisa que no había podido ocultar. Había extendido la mano hacia el cuenco de fresas a medio llenar y, con una lentitud calculada, había tomado una de las más grandes y brillantes.

- Bueno, ya que no las has cortado, te la comerás entera - le había dicho antes de lanzarle la fresa con un gesto juguetón. Bill la había atrapado al vuelo con un movimiento torpe pero efectivo, riéndose mientras hacía una exagerada reverencia con la cabeza.

- Eres implacable, Delacour.

- Y tú encantadoramente inútil, Weasley - había replicado ella, riendo suavemente mientras volvía a concentrarse en su tostada.

Había sido una conversación sencilla, pero llena de las pequeñas bromas y complicidades que solo se construyen con el tiempo, como si cada palabra y cada gesto hubieran reforzado el hilo invisible que los unía. Afuera, el mar había seguido rugiendo en la distancia, pero dentro de Shell Cottage, el mundo entero parecía haberse reducido al sonido de sus voces y las risas que habían compartido.

Cerca de las 7:30 la pareja salió de la casa e iban a subir a su vehículo, cuando el teléfono de Bill

- Buenos días - dijo él cerrando la puerta trasera del auto

- Discúlpate con ella y dile que se lleve la camioneta - dijo una voz áspera, con un tono grave que parecía provenir de lo más profundo de su pecho, como si cada palabra fuera un gruñido apenas contenido.

- No puedo - dijo Bill nervioso en voz baja

- ¿Todo bien amor? - pregunto Fleur

- Revisa tu correo - dijo en voz baja, su tono tenía un arrastre gutural, como si las palabras fueran arrastradas por un eco oscuro y primitivo. Bill lo hizo y su sangre se le heló ¡eran casi veinte fotografías de los diferentes miembros de su familia en sus rutinas diarias!

- Ok, ok, ok - dijo Bill nervioso - ya entendí

- Discúlpate con ella y dile que se lleve la camioneta. Entra a la casa en cuanto se vaya, ve a tu cuarto y desnúdate

- Está bien, no te preocupes - dijo Bill cerrando los ojos y colgó - debo revisar algo de última hora. Llévate la camioneta - y le entregó las llaves

- ¿Está todo bien, amor? - dijo ella

- Si - dijo Bill abrazándola - te amo como no tienes idea

- Te amo - dijo la rubia antes de subir a su movilidad e irse

Bill miro como se alejaba el vehículo antes de mirar hacia todas partes y correr a la cocina para tomar un cuchillo. Apuntó con él en todas direcciones blandiendo al viento, si alguien se acercaba lo mataría. Estaba atento solo se escuchaba el viento que había soplado toda la noche y aún susurraba alrededor de la casa, deslizándose por las rendijas de las ventanas y haciendo vibrar levemente las contraventanas de madera. Desde la cocina, donde la ventana siempre se quedaba ligeramente entreabierta, llegaba el sonido rítmico de las olas rompiendo contra las rocas, un eco profundo que llenaba las habitaciones vacías. El reloj en la pared del salón había marcaba el paso del tiempo con un casi inaudible tic - tac pausado cuando llamada entró a su celular sobresaltados

- Diga - respondió nervioso

- Tranquila mi niña - dijo la voz y casi podía ver su sonrisa macabra - solo quiero que actives los auriculares inalámbricos. Los que guardaste el viernes en el mueble donde están los cargadores. Y suelta ese cuchillo te puedes lastimar

- ¿Qué quiere de mí? - pregunto desesperado - le daré dinero. No tengo mucho, pero...

- Quiero que sueltes el cuchillo antes de que te lastimes - dijo la voz - busques los auriculares y los actives. Hazlo bonita - sin soltar el cuchillo Billy busco los aparatos y se los coloco para después conectarlos a su bluetooh - Ahora sube a tu cuarto quitándote la ropa - ordenó la voz

- ¿Para qué? - dijo Bill encontrando su valor

- Para llevarte al cielo como te prometí - dijo la voz

- No lo haré - dijo desafiante

- Yo creo que sí - dijo la voz y como por arte de magia la televisión se prendió mostrando un video en tiempo real de su madre, lo sabía porque mostraban un periódico en primer plano y era la fecha de ese día

- Por favor no - suplicó Bill - a ella déjela fuera de esto

- Entonces sube a tu cuarto quitándote la ropa, ahora - ordenó la voz

Empezó lentamente mientras cruzaba la estancia hacia las escaleras, se quitó la camisa de lino, tirándola por encima del respaldo de una silla con un gesto casual. Su torso, bronceado por el sol, reflejaba las sombras alargadas de las vigas del techo. Subió nervioso los primeros escalones, y el roce de sus pantalones de algodón contra la madera resonó suave en la quietud de la casa, pero no bastó para ahogar su sollozo.

Al llegar al descansillo, se desabrochó el cinturón y dejó caer los pantalones, que quedaron amontonados junto a la puerta de su habitación. Su paso, ahora solo acompañado por el eco de sus movimientos y el susurro del viento entrando por las rendijas, con sus nervios tropezó y casi cae.

Entró a la recámara mientras se quitaba los bóxer, junto con los zapatos y los calcetines, quedando completamente desnudo

- Acuéstate en mitad de la cama y flexiona las rodillas - dijo la voz y la tele se activó mostrando su habitación y a un hombre con una textura parecida a la suya en la misma posición que se encontraba - lentamente recorre tu cuerpo. Así pequeña. Cierra los ojos. Empieza en tus labios. Baja por tu cuello. Sigue por tus pequeños pechos. Despacio, sin prisa. Llega hasta tu vientre plano. Recórrelos. Ve hasta tu pequeño clítoris. Eres una diosa, disfrutándolo - y aunque Billy lucho contra ello no pudo evitar cuando sus manos siguieron solas hacia más al sur de su cuerpo. Sus dedos buscaban algo, aunque no sabía que. Con una mano sigue acariciando tu clítoris y con la otra señálame el camino a tu paraíso

Algo dentro de la mente de Bill despertó, pero no tenía la fuerza necesaria para detener al resto. Su entrada estaba húmeda. Palpitante. A la espera de ser invadida. Un dedo encontró el camino secreto y se adentró en las profundidades de su cuerpo. Su boca gemía, su vientre se contraía sobre sí mismo. Necesitaba que entrará un poco más. Apretaba más con cada milímetro que entraba, a la par que su otra mano se entretenía paseando entre sus órganos viriles. ¿Pero acaso su cuerpo se estaba comportando con virilidad? Virilidad. Él era un hombre heterosexual haciéndose una exploración anal en la cama donde dormía y le hacia el amor a la mujer de su vida. Iba sacar los dedos lo más deprisa posible cuando una voz ya olvidada cobró vida en su oído

- ¡No se te ocurra detenerte! - dijo la voz demandante - ¡sigue o te juro que en este momento entro en esa habitación y será algo mucho más grande y palpitante lo que entre en ti! ¡Sigue!

- ¡Por favor no! - Bill suplicaba llorando - ¡ya no más!

- ¡sigue! - gritó la voz en medio de un gruñido - ¡obedece cachorrita! ¡Llega al maldito orgasmo!

Con un grito que le desgarró la garganta el mundo de Billy Weasley estalló en millones de colores antes de caer sobre la cama otra vez deshecha. Con el pasar de los minutos su respiración se reguló. Sentía asco de solo ver sus manos llenas de sus fluidos. No supo cuando, pero se había hecho un ovillo sobre la cama. Escucho jadeos desde el televisor, y sin moverse de su posición miro hacia el aparato justo cuando el chico del video que se parecía a él llegaba al orgasmo en la misma posición que él estaba hasta hacía unos minutos antes mientras dentro suyo estaba un hombre alto y corpulento, cubierto de músculos tensos y marcados, como si su fuerza hubiera sido esculpida por años. su cabello largo y desgreñado caía en mechones opacos sobre sus hombros, mezclándose con su barba

- Si tu mano te hizo gritar de esa manera mientras pensabas en mi - dijo la voz mientras en la pantalla el hombre del video sentado en la cama le hacia el sexo oral al que lo acaba de penetrar mientras miraba de manera lasciva a la cámara antes de guiñarle el ojo - ¿te imaginas como vas a disfrutar cuando sea yo el que este así dentro de ti y seamos nosotros los protagonistas del video? ¿Qué personaje te gustaría interpretar ese día? ¿una colegiala? ¿una niña pequeña? ¿una sirvienta? ¿Quizás una bebe? Con su pequeño pañal siendo alimentada por papi. O tal vez una sirvienta muy eficaz - Bill solo podía llorar en silencio - aunque si me lo preguntas eres la perra ideal. Apoyada sobre piernas y rodillas, con una cadena que une la mano de su amo al collar que adorna su cuello, esperando impaciente la autorización para devorar el pedazo de carne que su amo le muestra mientras está parado desnudo delante de ella

- ¡Basta por favor! - suplicaba llorando - ¡no quiero más! - colgaron al otro lado de la línea - ¡ya no más!

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