Draco Malfoy y los Dioses Mitológicos

Harry Potter - J. K. Rowling Percy Jackson and the Olympians - Rick Riordan
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Draco Malfoy y los Dioses Mitológicos
Summary
Draco estaba jodido en términos generales.Él no sabe el momento exacto en el cuál todo se fue a la mierda. Sólo recuerda que estaba con su Madre en Londres muggle -por favor, no le digan eso a su padre o lo matará, gracias- y apareció esa cosa con una apariencia grotesca con cuerpo delgado y alas de murciélago. Probablemente hubiera estado encantado como el fanboy que era de la Mitologia al ver a una criatura tan parecida a una furia si no fuera porque esa criatura lo estaba persiguiendo para matarlo, literalmente. No entiende porqué ningún muggle lo ayudaba -después de todo, nunca creyó en todos esos prejuicios que su padre pasaba dia y noche intentando que aprendiera- ¡y en definitiva no estaba siendo nada discreto al pedir ayuda!. Al menos que se considere que gritar a todo pulmón como una niña y empujar de todo para que esa cosa no lo encuentre sea muy discreto.Volviendo al caso del porqué estaba jodido, pues cuando intentaban escapar de esa cosa sin éxito, su madre le tiro un traslador, que tal parece estaba mal configurado, porque al final terminó cayendo desde 𝘮𝘶𝘺 alto. ¡Oh! Además puede que haya golpeado a una chica con una piedra antes de desmayarse rodeado de extraños en un campamento del cual no sabe
Note
...𝘼𝙣𝙙 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙖𝙣𝙣𝙖 𝙨𝙘𝙧𝙚𝙖𝙢, 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙘𝙖𝙡𝙡 𝙢𝙚 '𝙠𝙞𝙙', 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙘𝙖𝙡𝙡 𝙢𝙚 '𝙗𝙖𝙗𝙮'.𝙇𝙤𝙤𝙠 𝙖𝙩 𝙩𝙝𝙞𝙨 𝙜𝙤𝙙𝙛𝙤𝙧𝙨𝙖𝙠𝙚𝙣 𝙢𝙚𝙨𝙨 𝙩𝙝𝙖𝙩 𝙮𝙤𝙪 𝙢𝙖𝙙𝙚 𝙢𝙚...
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Bajo la Superficie - Enchanted

El traqueteo del tren y la penumbra de la cabina deberían de haberle ayudado a dormir, sin embargo no fue así. No cuando tenía ciento sesenta y pico centímetros de semidiós enredados en él como si fuera la última almohada de calidad en todo el maldito Olimpo.

Percy ya estaba tirado contra su costado desde hacía rato, ¿pero ahora? Ahora de alguna forma el chico se las había ingeniado para apretarle aún más. Con un brazo sobre su cintura, una pierna sobre las suyas, su cara medio enterrada en su hombro. Y lo peor: la respiración caliente en su cuello.

"Por favor dime que está despierto y lo hace a propósito para torturarme" susurró con una mezcla de horror e indignación.

Annabeth, que había estado en silencio en los asientos de enfrente desde que se despertó, cerró su libro con calma y lo miró con su típica expresión de "sé algo que tú no".
"No está despierto. Pero sí lo hace a propósito."

Bufo exasperado. "Explícate, por favor".

"Estás oficialmente catalogado en la categoría de 'almohada favorita'"dijo con tono sabiondo. "Es un honor, en realidad, Percy solo se aferra así a las cosas que realmente le gustan".

Draco la miró con incredulidad. "¿Me estás diciendo que sesos de alga me usa como su maldita almohada de apego?"

Ella asintió. "Es lo que parece".

Suspiró mirando al sujeto en cuestión. Estaba demasiado dormido para registrar lo que pasaba, y sin embargo cada vez que él intentaba moverse aunque fuera solo un milímetro, su agarre se hacía más fuerte.

"Dioses, qué pesadilla" murmuró intentando zafarse (otra vez) sin éxito (otra vez)

"Podría ser peor" intervino la chica disfrutando demasiado la escena. "Podría babearte encima".

Draco se congeló. "¿Hace eso?"

"A veces"

"Si siento algo húmedo en mi camisa, juro que lo mato." Ella se rió y se acomodó en su asiento. Él por otro lado volvió a intentar despegarse de Percy, solo para recibir un sonido de protesta y que su brazo se enredara aún más en su cintura.

Fantástico. No solo tenía que lidiar con monstruos, misiones suicidas y una cantidad absurda de familiares divinos que no quería, sino que ahora también tenía un pulpo humano como accesorio permanente.

Definitivamente necesitaba reevaluar sus decisiones de vida.

.

El tren seguía su camino en la noche, y la cabina quedó en un silencio incómodo después de que se hayan reído de Percy y su tendencia a aferrarse a Draco como si fuera su salvavidas personal. Annabeth volvió a su libro, aunque no lo estaba leyendo de verdad. Lo sabía porque su mirada no se movía por las líneas. Y pues porque el libro estaba al revés.

Él tampoco tenía ganas de hablar, sin embargo el silencio se estaba volviendo pesado.

"Entonces… Thalia" comenzó más para romper la tensión que por otra cosa. Hasta que se dio cuenta el tema de mierda que eligió. Tonto, tonto, tonto, se repetía una y otra vez en su cabeza.

Annabeth levantó la vista sorprendida. "¿Qué pasa con ella?"

"Nunca la conocí" ya que se había quedado hecha papilla, hecha pino. Se repitió que era un tonto una vez más.

Ella lo estudió un momento, como decidiendo cuánto compartir. "Era increíble" dijo al final con una pequeña sonrisa. "Mandona, ruda, pero increíble".

"¿Mandona?" Arqueo una ceja. Que gran sorpresa.

"Sí, como un Percy más terco y con mejor gusto en la ropa".

Él no pudo evitar reír. "No suena tan mal".

"No lo era" admitió. Bajó la mirada al libro, pasando las páginas sin realmente leerlas. "A veces… a veces desearía que estuviera aquí".

Él no respondío, nunca sabia qué decir cuando la gente hablaba de la muerte. O de extrañar a alguien. O de querer a alguien. O de nada.

"Tú no tienes hermanos, ¿verdad?" preguntó ella de repente.

Negó con la cabeza. "Hijo único" y orgulloso de serlo, por cierto, aunque no era el momento para decirlo.

"¿Y cómo te imaginas que sería? Tener un hermano".

Draco pensé en ello, nunca lo había considerado mucho. "Mmm, depende. ¿Hablamos de un hermano normal o de una versión enloquecida de Percy?"

"No sé si existe una versión normal de Percy Jackson' señaló Annabeth con diversión.

"Exactamente."

Volvieron a quedarse en silencio. Pero esta vez, si cerebro decidió jugarle una broma horrible y cruel y recordar un pequeño detalle que se había le estado olvidando desde que Zeus decidió iluminarlo con su revelación divina.

Hermanos.

Si su padre era Zeus, entonces…

"Oh, por todos los dioses…" murmuró. sintiendo una repulsión inmediata.

Annabeth lo miró con el ceño fruncido. "¿Qué?"

"¿Sabes cuántos hermanos tengo?" Dijo con horror.

"Bueno, si cuentas a Thalia, sería-"

"No. No solo Thalia. Todos."

La vio parpadear confundida, hasta que la idea le cayó encima como a él. "Oh..."

"Exacto."

"Oh, no..."

"Exacto".

Él se pasó una mano por la cara. La lista de dioses olímpicos pasó por su cabeza como una pesadilla en cámara lenta. Todos los hijos de Zeus, godos los hijos de sus hijos, todo el maldito árbol genealógico de escándalos divinos…

"Annabeth, tengo que salir de esta familia, y rápido, muy rápido".

"No puedes hacer eso, no así como así".

"Voy a encontrar la manera."

Ella se rió, aunque él no. Eso era, sin exagerar, lo peor que le había pasado en la vida. Y considerando su vida, eso ya era decir bastante.

....

El sol de la mañana se filtraba por la ventana del tren cuando Annabeth, con esa energía de niña aplicada en un viaje escolar, decidió que lo mejor que podían hacer con sk tiempo libre era ir a ver el Arco de San Luis. "Es un monumento histórico increíble" les decía, con el tono de quien está presentando su proyecto de ciencias frente a la clase. "Tiene 192 metros de altura y representa la expansión hacia el oeste de Estados Unidos".

"Y también representa una fila innecesariamente larga para subir" hablo sin levantar la cabeza de su asiento.

"Oh, vamos, Draco" intervino Percy, apoyándola sin siquiera pestañear. "Estamos en San Luis, ¿qué más vamos a hacer?"

"No ir al Arco de San Luis".

Grover también se sumó. "Dicen que la vista desde arriba es increíble" Dicen que el infierno es horrible, y a pesar de eso vamos allí.

"También dicen que los trenes llegan a tiempo y que el brócoli es delicioso, pero todos sabemos que la gente miente".

Annabeth cruzó los brazos. "No puedo creer que prefieras quedarte aquí sin hacer nada."

"No es 'sin hacer nada'" replicó. "Es evitar hacer algo tedioso, lo que es una actividad completamente válida y debería ser respetada".

Pasaron los siguientes diez minutos tratando de convencerlo. Lo bombardearon con datos, argumentos sentimentales, incluso amenazas leves de violencia. Sin embargo al final, Draco seguía en su asiento igual de decidido.

"Vamos, Draco, no puede ser tan terrible".

Miró a la chics con escepticismo. "¿Subir a una estructura de más de 190 metros de altura, totalmente expuesta, donde probablemente haya un monstruo esperando para comerme? Sí, suena súper seguro" notase el sarcasmo.

Annabeth puso los ojos en blanco. "Eres hijo de Zeus, ¿no se supone que deberías amar las alturas?" Eres hija de Athenea, ¿no se supone que deberías saber cuando algo es un caso perdido?

"Soy un hijo de Zeus con sentido común".

"Cobarde."

"Realista".

"Si me quieren en esa cosa, van a tener que arrastrarme" finalizo cerrando los ojos para enfatizar su punto.

Y al parecer, arrastrarlo les parecía demasiado esfuerzo, porque al final se rindieron.

"¡Como quieras!" Bufó la chica levantándose de golpe. "Pero cuando hablemos de este momento épico en el futuro, no digas que no te invitamos".

"No diré nada porque no me importará".

"Eres increíblemente molesto".

"Es una de mis mejores cualidades".

Los tres se fueron mientras que él se quedó disfrutando la tranquilidad recién ganada, hasta que su mirada se posó en un grupo de chicos jugando voleibol en una cancha cercana. Se quedó observándolos, con la misma expresión con la que alguien ve llover por la ventana un día que olvidó su paraguas.

Había jugado voleibol en el mundo muggle, en el campamento mestizo... le gustaba, y mucho. No era como el Quidditch, que dependía demasiado de quién tenía la escoba más rápida o quién podía hacer trampa sin ser visto. El voleibol era diferente. Era trabajo en equipo, rapidez, estrategia… y además, había algo satisfactorio en saltar para bloquear un tiro o en golpear el balón en el momento perfecto para un remate.

Pero ahora… ahora su vida se había convertido en un torbellino de monstruos, profecías y dioses con problemas de abandono parental. No había tiempo para voleibol.

"Podría haber sido un muy buen jugador profesional…" murmuró para sí mismo, en tono dramático y melancólico.

Un chico de la cancha lo miró raro, como si pensara que estaba hablando con él. Draco se aclaró la garganta y fingió estar muy interesado en un punto fijo en la distancia.

Tal vez si hubieran insistido un poco más, estaría viendo la ciudad desde lo alto del arco con los demás.

Pero no.

Él tenía principios.

.

El sonido del balón rebotando en la cancha de voleibol seguía ocupando su mente cuando, de repente, alguien se dejó caer en el banco a su lado.
"¿También te abandonaron por el turismo?"

Giró la cabeza y vio a una chica pelirroja, pecosa y con ropa salpicada de pintura, como si hubiera pasado la mañana peleando con un lienzo y hubiera perdido. Que lo miraba con una sonrisa amistosa y curiosa.

"No lo llamaría 'abandono'" respondió. "Fue más bien un 'me niego a caminar bajo el sol por algo que se puede ver en postales'".

La chica soltó una risa. "Me gusta cómo piensas" Draco se quedó mirando la cancha, observando cómo los chicos jugaban con energía. "¿Juegas?" preguntó notando su expresión medio nostálgica.

"Solía hacerlo, aunque ahora mi vida es… complicada".

"Uf, te entiendo. Mi vida también es un desastre y medio".

"Oh, sí, lo mío es un desastre completo, sin medio".

"¿Competimos por ver quién la tiene peor?" ¿Acaso la chica estaba loc...? A quien le importa, ¿por qué no hacerlo?

"Claro. Empiezo yo: crecí en una familia rica con expectativas ridículamente altas, escapé de ellas y terminé en un internado donde las cosas solo se complicaron más, en el cual para llegar tuve que ver morir a mi mamá" estaba bien exagerar algunas cosas, ¿okey?

Ella chasqueó la lengua. "Nada mal. Pero yo vivo en una mansión enorme con padres que no me entienden y que creen que el arte es una pérdida de tiempo".

Frunció el ceño. "Esa fue una buena jugada, solo espera, aún no termino. Ahora, mi vida se basa en sobrevivir a… cosas que no puedo explicar en voz alta sin que pienses que estoy loco".

La chica levantó una ceja divertida. "Interesante. Yo tengo visiones raras y a veces veo cosas que no deberían estar ahí".

… Bueno.
Eso fue inesperado.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, analizando sus cartas.

Luego ella se encogió de hombros. "Creo que empatamos".

"Sí, eso suena justo."

Los dos estrecharon la mano, como si fuera un acuerdo oficial.

"Soy Rachel. Rachel Elizabeth Dare."

"Draco. Draco Malfoy."

"Un gusto conocerte, Draco Malfoy" ha lo con una sonrisita.

Él sonrío levemente también. "Igualmente, Rachel Elizabeth Dare".

.

Rachel estaba en medio de contarme una historia sobre cómo había arruinado una cena formal con su familia al volcar accidentalmente (o eso decía) una copa de vino sobre el vestido de una tía insoportable, cuando algo en su interior se tensó.

No era un sonido, no era un olor, era una sensación. Como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto más denso, más pesado. Un instinto primitivo, afilado por la supervivencia, le dijo que algo no estaba bien.
Frunció el ceño, tratando de ignorarlo, pero entonces escucho su nombre.

"Draco".

No con sus oídos, no en el mundo físico. Fue un eco en si mente, una llamada que no debería haber escuchado de la forma en que lo hice. La voz era de Percy, y estaba teñida de algo que rara vez admitía en público: pánico.

Se puso de pie tan rápido que Rachel se sobresaltó. "¿Qué pasa?" preguntó ella viendo su cambio repentino.

No tenía tiempo para una explicación que sonara medianamente cuerda. "Tengo que irme".

"¿A dónde?"

Miró en dirección al Arco de San Luis. "Allá".

Rachel siguió su mirada y frunció los labios.
"Bueno, si planeas meterte en problemas, ese es un excelente lugar para hacerlo".

"Gracias por la validación" sonrió dando un paso atrás. "Y por la charla".

"Si sobrevives, búscame después."

"Si sobrevivo, lo haré".

Y con eso, echo a correr.

No le importó si la gente lo veía raro, no le importó que si corazón ya latiera con fuerza antes de que sus piernas alcanzaran la velocidad máxima. Lo único en su mente era la voz de Percy y la certeza de que algo estaba terriblemente mal. No importaba cuánto tratara de evitarlo, de fingir que podía simplemente existir sin meterse en problemas. La verdad era innegable: el peligro lo encontraba, sin importar dónde estuviera. Y esta vez, parecía que había encontrado a sus amigos primero.

..

El Arco de San Luis se alzaba frente a Draco como una trampa brillante y metálica, una estructura que nunca oe había parecido amenazante hasta ese momento. Cruzó las puertas sin frenar, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda cuando el aire cambió. Era sutil, pero estaba ahí. Un olor ferroso en el ambiente. Algo antiguo y peligroso. Sus pies golpearon las escaleras con fuerza mientras subía, el eco de sus pasos resonando en el túnel angosto. Cada fibra de su ser le gritaba que se apresurara.

Y entonces, llegó.

El mirador estaba hecho un desastre. Había gente desmayada o acurrucada contra las paredes, paralizados por el miedo. Y en el centro de todo, Percy.
Sostenía su espada, con la respiración entrecortada, la camisa rasgada y los ojos llenos de furia. Frente a él, una mujer de apariencia inhumana.

Equidna.

Su piel tenía un tinte grisáceo, como si estuviera hecha de piedra y carne al mismo tiempo. Ojos brillantes, llenos de crueldad, y un cuerpo que se retorcía entre lo humano y lo monstruoso. A sus pies, una bestia escamosa, su mascota: el Quimera.

"Vaya, vaya, otro semidiós entrometido" ronroneó Equidna al verlo entrar. "Y este tiene un aroma interesante… algo más... divino".

Percy lo miró y exhaló con alivio. "Draco".

"No te emociones, todavía no soy tu ángel de la guarda" respondió él desenfundando su katan. "¿Explicación rápida?"

"Intentaron matarme" otra vez.

"¿Y estamos ganando?"

"Más o menos".

La Quimera gruñó y dio un paso hacia él. Sus ojos eran fuego líquido, su hocico echaba humo.
"Cuidado con ese, puede escupir veneno" hablo el chico.

"¿Y me lo dices ahora?"

La bestia se lanzó sobre Draco sin más advertencias. Rodó a un lado, apenas esquivando su ataque, y levanté su katana a tiempo para bloquear un coletazo de su parte trasera. La fuerza lo hizo retroceder varios pasos. Percy aprovechó para atacar a Equidna, sin embargo ella era rápida. Bloqueó con garras afiladas y se deslizó a un lado, lanzando un puñetazo que este apenas esquivó.

"Eres más rápido de lo que pareces, hijo de Poseidón" se burló Equidna. "Aunque no lo suficiente".

Su mano se disparó hacia Percy, y él levantó Contracorriente justo a tiempo para desviar el golpe, aunque la fuerza lo hizo tambalear. Draco, por otro lado, tenía problemas con el dragón de bolsillo. La Quimera lanzaba zarpazos y dentelladas con velocidad brutal. Logró cortar su hombro, aunque en cuanto la espada lo tocó, algo en su mano se entumeció.

"¿Qué demonios...?" El filo estaba cubierto de algo verdoso y viscoso.

Veneno.

"Genial" gruño apartándose mientras sentía la quemazón en su piel.

Percy le lanzó una mirada levemente preocupada. "¿Algún plan?'

"Que no nos maten".

"Buen plan."

Esquivó otro golpe y se giró. Sus ojos se encontraron con los suyos y, por un segundo, entendía lo que quería hacer.

Levantó una mano. "No".

"Sí."

"No, Percy".

"¡Ahora!" Y sin esperar más, el chico dirigió su espada al suelo.
El Arco entero tembló cuando el agua explotó desde el sistema de tuberías del edificio, envolviéndolo en una nube de vapor y humedad. Draco aprovecho la distracción para alzar sus manos, sintiendo la electricidad en el aire. Nunca oo había intentado, así que este era un buen momento para que el guión se ponga de su lado.

El cielo afuera retumbó.

Percy atacó con un chorro de agua a presión, y Draco canalizó  el viento, haciendo que el vapor se volviera una tormenta en miniatura, cegando a la Quimera y a Equidna.

Fue caótico. Ruido, vapor, golpes.

Pero funcionó.

Ni siquiera él sabe cómo, pero funcionó.

Con un rugido, la Quimera cayó, aturdida. Equidna, furiosa, intentó atacarlo, sin embargo Percy la interceptó con una ola de agua que la lanzó contra la pared. Por un segundo, ambos tuvieron la tonta y estupida idea de que habían ganado.

Y luego, el suelo bajo Percy se desmoronó.

Todo pasó en cámara lenta. El chico soltó un ruido de sorpresa. Su pie pisó el aire.

Y cayó.

El cuerpo de Draco reaccionó antes de que su cerebro pudiera procesarlo.

Corrió.

Saltó.

Extendió su brazo y logró agarrarlo de la muñeca. Su pecho se golpeó contra el borde del Arco con fuerza, dejándole sin aliento.

"¡Por todos los dioses, Percy!"

Él lo miró con los ojos abiertos como platos. "¡No fue mi culpa!"

Lo sostenía con una sola mano, y la otra mano aferrada al borde para evitar que ambos cayeran. Asi que intento hacer lo lógico: usar el viento para sostenerlo.

Nada.

Su corazón martillaba. No podía levantarlo. Los brazos le temblaban. El vacío bajo él parecía una boca hambrienta, esperando devorarlo. Y entonces, tomó la decisión más estúpida de su vida (y eso que había tomado decisiones estúpidas, eh).

Soltó el borde.

Percy cayó.

Y Draco se lanzó tras él.

El viento rugió en sus oídos cuando caímos. Era una sensación horrible y eufórica a la vez. Adrenalina pura recorriendole las venas, el estómago encogiéndose mientras la ciudad se volvía un borrón a su alrededor. La gravedad lo jalaba con fuerza, y Percy se retorcía, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

"¡Draco, eres un idiota!" gritó sobre el rugido del aire.

"¡¿Y tú qué?! ¡Tienes agua bajo ti!" Él no podía ver su cara, aunque sentia que ponía los ojos en blanco.

El suelo se acercaba demasiado rápido. No tenía un plan, se había lanzado sin pensarlo. Lo único que sabía era que no iba a soltar a Percy.

El agua los recibió.
Aunque no de la manera que esperaba.

En lugar de estrellarse contra la superficie como dos sacos de papas, el agua pareció abrirse para ellos. El agua los envolvió como un par de manos gigantes, amortiguandoles la caída y frenándolos con una suavidad imposible. Sentía una presión extraña en el pecho, como si la marea los reconociera, como si el océano los hubiera aceptado. El impacto que debería haber quebrado huesos se sintió más como hundirse en una cama suave.

Y luego, silencio.

El mundo se volvió azul y líquido, una calma inesperada tomando su lugar en medio de la locura. Draco miró a su alrededor, la mente funcionando con lentitud. No estaban flotando exactamente, sin embargo tampoco estaban cayendo. Era como si el agua los sostuviera, como si fueran parte de ella.
Sus pulmones no ardían. No sentía la urgencia de subir a la superficie.

Y Percy…

Él estaba en frente suyo, con su cabello flotando como algas en la corriente, la luz del sol filtrándose por el agua y reflejándose en su piel con un brillo casi irreal. Parecía en casa. Su expresión no era de pánico ni de sorpresa. Era algo diferente, algo profundo.

Su mano aún agarraba la suya.
Por alguna razón, Draco no la soltó.

No había nada más en ese momento, no había monstruos, ni misiones, ni profecías. Solo el agua, sosteniéndolos.

Percy lo miró, sus ojos verdes más intensos que nunca, como si el océano mismo los hubiera tallado.
"Estamos vivos" susurró.

No sabía cómo lo escuchó bajo el agua, pero lo hizo. "Sí" respondió aunque su voz sonó más grave, más baja.

Ambos se quedaron así, suspendidos en el azul.

Percy no lo soltó.
Draco tampoco lo hizo.

No sabia cuánto tiempo pasó, si fueron segundos o minutos, pero algo en su interior se removió. Una sensación extraña, como si la calma del agua quisiera instalarse en su pecho y quedarse ahí.
Nunca se había sentido así antes.

El agua los rodeaba con suavidad, como si oos protegiera, como si fueran parte de ella. Percy alzó su otra mano y el océano respondió, pequeñas burbujas danzando a su alrededor.

Él se dio cuenta de que no tenía frío, ni había presión aplastante. Era como si el agua los aceptara como suyos, y el chico tenia la luz del sol ondeaba en su piel, reflejándose en sus mejillas.

"Esto es… increíble" murmuró sin querer admitir lo impresionado que estaba.

Percy sonrió apenas, su agarre en su mano aflojándose.
Y, sin previo aviso, tiró de él.

La corriente los rodeó y se movieron al unísono. Percy los llevó a través del agua con una facilidad insultante, como si fueran peces. Él no hizo nada, solo se dejé arrastrar, sorprendido por la sensación de flotar sin peso, de moverse con el agua en lugar de contra ella.

Subieron lentamente hasta que la superficie estuvo sobre ellos, distorsionada por la luz del sol. Salieron del agua al mismo tiempo, respirando aire fresco. Las minis olas los rodeaban, pero no los golpeaban.

Percy flotaba con facilidad, como si el océano lo sostuviera por completo. Y Draco, bueno... él apenas se mantenía a flote sin sentirse torpe. Al menos no se ahogaba.

"Nos atrapaste" hablo con la voz un poco ronca.

Percy asintió, con una sonrisa cansada. "Supongo que sí". Su cabello estaba empapado, pegado a su frente, y su piel brillaba bajo el sol. Él debía parecer un desastre, aunque en ese momento no le importó.

Ambos se quedaron flotando en el agua un rato, sin hablar. El océano los envolvía con suavidad, como si les permitiera descansar.

Y por primera vez en mucho tiempo, no sentía que tenía que estar en guardia.
No sentía que tenía que demostrar nada.
Solo existía allí, en el azul infinito.

No quería admitirlo, pero sí… Percy Jackson era impresionante. No solo por su poder, sino por la forma en la que el agua respondía a él, como si fuera parte de suya. Como si el océano no pudiera existir sin él.

Draco no tenía nada parecido. Su conexión con el aire y el cielo se sentía torpe en comparación. Tal vez por eso no podía volar, tal vez por eso no podía sostenerlos en el aire cuando cayeron.

El agua lo sostuvo mejor que el cielo.
Y eso lo aterraba un poco.

Percy lo miró, la brisa revolviendo su cabello. "¿Estás bien?"

Asentio lentamente.
"Tú sí que sabes hacer una entrada".

Él rió, y el sonido fue genuino, ligero, como si por un segundo todo el estrés de la misión no existiera.
"Tú saltaste después de mí" le recordó.

"Bueno… alguien tenía que atraparte si fallabas".

Este sonrió de lado. "No iba a fallar."

Hubo un momento de silencio. El agua nos meció con calma, como si les diera un momento de paz. Y siendo sinceros, no quiso que ese momento terminara.

.

El agua los dejó ir con la misma suavidad con la que los había recibido.

Percy salió primero, moviéndose con una facilidad insultante, como si fuera un pez dejando su hábitat natural. El, en cambio, salía tambaleándose, sintiendo el peso de la gravedad de nuevo sobre sus hombros, además su ropa empapada no ayudaba.

"Tienes la gracia de un pato mojado" comentó Percy, sacudiendo el cabello para deshacerse del exceso de agua.

"Cállate" gruñó tratando de no resbalar en las rocas resbaladizas de la orilla.

El sonido de pisadas apresuradas los hizo voltear. Annabeth y Grover corrían hacia ellos, con la preocupación escrita en sus caras. "¡¿Qué demonios pasó?!" exigió Annabeth, deteniéndose justo frente a ambos. Su mirada iba de Percy a Draco, como si no pudiera decidir a cuál de los dos ahorcar primero. Él tenía a una idea de a quien, a Percy.

"Nos caímos" respondió el chico encogiéndose de hombros.

Annabeth lo fulminó con la mirada. "¿Nos caímos? ¿Eso es todo lo que tienes para decir?" Bueno... en realidad lo solté, se cayó, y me tire tras él, pensó Draco en su mente.

"Bueno, también luchamos contra un monstruo gigante antes de eso" murmuró pasándose una mano por el cabello mojado.

Grover soltó un balido nervioso. "¿Qué clase de monstruo?"

Percy y él se miraron.
"Equidna" dijeron al mismo tiempo.

El rostro de Annabeth perdió algo de color. "Dioses, eso es peor de lo que imaginé".

"Fue genial" comentó Percy, una chispa de emoción brillando en sus ojos y las mejillas sonrojadas, seguro por el cansancio.

Lo miró con incredulidad. "¿'Genial'? Casi mueres."

"Y casi me atrapas" ¿nunca lo soltaría, verdad? Le dio un manazo en el brazo, lo suficiente para que se tambaleara un poco.

Annabeth suspiró y se masajeó las sienas. "No puedo dejarlos solos ni cinco minutos".

"Deberías probarlo más seguido" murmuró.

Grover miró alrededor con nerviosismo.
"Chicos… odio interrumpir su discusión, pero creo tenemos un problema".

Todos siguieron su mirada y su estómago se hundió.

Policías.

Varios patrulleros se habían estacionado cerca, y un grupo de agentes se apresuraba hacia la orilla, claramente buscando algo. O a alguien.

"Oh, perfecto" bufó cansado.

"Hora de correr" anunció Percy, dándose la vuelta.

"¡Por aquí!" Los urgió Annabeth, ya echando a andar.

Sin perder un segundo, se lanzaron a la carrera.

Otra vez.

....

Encontraron. un teléfono público en una gasolinera de mala muerte. Tenía la mitad de los números desgastados y olía a papas fritas viejas, sin embargo servía. El teléfono sonó justo cuando terminaro. de escurrirse como ratas mojadas en un callejón. Annabeth, con esa actitud de hermana mayor frustrada, corrió a contestar antes de que alguien pudiera decir algo.
"¿Hola?" su expresión cambió rápidamente a alivio. "¡Luke!"

Draco se sacudía el cabello como un perro al sol mientras que Percy seguía resoplando como si acabara de perder una competencia que ni siquiera sabía que estaba jugando. Annabeth les hizo señas para que se acercaran y puso el teléfono en altavoz. "Vaya, vaya, si no es el equipo más problemático del campamento" la voz de Luke sonó animada y cálida. Casi podía imaginarse su sonrisa del otro lado de la línea. "Me alegra saber que siguen enteros. Aunque... no puedo decir que me sorprenda".

Percy cruzó los brazos, Grover sacudió la cabeza como si ya supiera lo que venía, y él simplemente espero, porque, sinceramente, la llamada lo había tomado por sorpresa.

"Nos subestimaste, Luke" respondío con tono ligero.

"Jamás" su risa fue suave, casi perezosa. "Especialmente a ti, Draco. No hay quien pueda subestimarte".

Percy frunció el ceño, Annabeth alzó una ceja, él parpadeó sin saber muy bien qué decir, así que optó por ignorarlo.
"Nos estamos moviendo" intervino la única chica claramente impaciente. "¿Cómo está el campamento?"

"Mmm, tranquilo... relativamente" Luke suspiró. "Quirón me dijo que les diera un consejo: no confíen en nada de lo que brilla. Especialmente en la ciudad a la que van".

"Interesante" susurró. "Porque justo ahora no estamos brillando mucho, pero definitivamente estamos hechos un desastre".

Luke se rió. Percy chascó la lengua. "Hablando de cosas peligrosas, Draco" el mayor continuó. "Las zapatillas... ¡No! úé... úúsalas, no, espera, mejor no, o tal vez sí..."

"A ver, decide antes de que me exploten los zapatos".

"Es solo que..." hizo una pausa, y de repente su tono fue más bajo, más... pensativo. "Tal vez debí habérselo dado a alguien más".

(En ese momento, Draco no lo entendió, no entendió esa leve duda, ese breve momento de indecisión que tuvo Luke, que el chico no quería que nada le sucediera. Sin embargo, no podía hacer nada, la decisión ya estaba tomada)

El silencio que siguió fue tenso. Annabeth frunció el ceño y Grover miró a otro lado, él estaba demasiado confundido como para tomarlo como algo personal. "Pero lo importante es que tengan cuidado" su voz volvió a ser más animada. "Draco, espero que sigas siendo tú quien le da sentido a este equipo".

"Qué lindo, ¿te preocupa Annabeth?" bromeó.

"Y Grover y Percy, claro" añadió con un tono ligeramente divertido.

El mencionado apretó la boca en una línea dura. Annabeth, Grover y él se miraron rápidamente. Fue suficiente para que la chica soltara un suspiro exasperado. "Sesos de alga, ¿quieres hablar con él un momento?"

"Para nada" soltó rápidamente.

"Nosotros creemos que sí" añadió Grover, y antes de que estw pudiera protestar, los tres retrocedieron dejándolo solo con el teléfono.

Se alejaron lo suficiente para no escuchar lo que decían, aunque podía notar que Percy hablaba rápido y con los hombros tensos. Al otro lado de la línea, Luke sonreía de alguna forma que no podía ver, pero que, de alguna manera, sentía.

Draco solo esperé, sin entender del todo por qué había algo en el ambiente que parecía haber cambiado.

.

Grover se sentó a su lado en la acera con una sonrisa tan grande que Draco se pregunto.si en algún momento se le cansaban los músculos de la cara. Debía ser agotador estar de buen humor tanto tiempo. Él apenas podía con cinco minutos de interacción social antes de querer lanzarme al océano para siempre, y esos eran en los días buenos.

"¿Sabes? Creo que lo estamos haciendo bien" hablo el sátiro moviendo las orejas con entusiasmo.

"¿Lo dices en serio?" Preguntó arqueando una ceja. Miró a su alrededor: un teléfono público colgando de un hilo de vida, Percy hablando con Luke en la cabina con una expresión que parecía una mezcla entre emoción y furia contenida, Annabeth haciéndose la que no los escuchaba mientras revisaba el mapa, y un par de policías al otro lado de la calle que los habían echado miradas sospechosas en al menos tres ocasiones. Sí, seguro que lo estaban haciendo bien.

Grover asintió con energía. "¡Por supuesto! Estamos sobreviviendo, ¿no? Eso es una victoria".

"Sí, bueno, por ahora. Puede que el próximo monstruo decida que nos ve demasiado deliciosos como para dejarnos escapar" comento apoyando los codos en sus rodillas.

Este soltó un resoplido divertido. "Eres más pesimista que un sátiro con alergia al polen".

"O tal vez solo soy realista. No sé si has notado, pero los monstruos parecen tener una preferencia muy marcada por nuestra carne. Esto es básicamente un buffet de 'todo lo que puedas comer' y nosotros somos los platillos principales".

El sátiro le dio un leve codazo. "Pues entonces tenemos que demostrar que somos comida envenenada".

"¿Esa es tu gran táctica motivacional?" lo observó de reojo. "Grover, si alguna vez piensas en dar discursos inspiradores, por favor reconsideralo bien".

"¡Oh, vamos! Prefiero motivarte con cosas felices. ¡Piensa en Pan!" exclamó con su expresión iluminándose como si acabara de hablar de un amor platónico.

Y ahí iban otra vez.

"Pan, Pan, Pan. El dios desaparecido. ¿Y qué harás si un día resulta que Pan no quiere ser encontrado? ¿Que nos está evitando a propósito porque no quiere que lo molesten con nuestras tonterías?" preguntó con un tono de falso dramatismo.

Grover puso cara de escándalo. "¡Eso es imposible! Pan ama la naturaleza, y nosotros la estamos destruyendo. Seguro que solo está esperando el momento adecuado para volver"

Suspiró, sacudiendo la cabeza. "No quiero ser ese tipo, pero a veces las cosas simplemente se acaban, Grover. Algunos dioses desaparecen. Algunas cosas se olvidan. La esperanza no siempre es suficiente para traerlas de vuelta".

Su amigo oo miró por un momento pensativo. Luego sonrió y se encogió de hombros. "Bueno, es una suerte que yo tenga suficiente esperanza por los dos".

"Grandioso. Me aseguraré de recordarlo cuando estemos huyendo de otro monstruo que quiera devorarnos" rodó los ojos, sin embargo no pudo evitar que una ligera sonrisa tironeara de sus labios.

Grover palmeó si espalda con entusiasmo. "¿Ves? Yo sabía que te haría sonreír".

"Pues no te acostumbres, no pasará más de ahora en adelante".

"Oh, lo haré".

Y con eso el sátiro se puso de pie con renovado ánimo, como si acabaran de tener una conversación increíblemente productiva. Draco solo se quedó sentado, preguntándose cómo alguien podía ver el mundo con tanto optimismo cuando todo indicaba que probablemente estarían muertos en un par de días.
Aunque supone que si alguien tenía que morir pronto, le alegraba la idea de que fuera él y no su amigo.

....

El restaurante no estaba mal. No era un lugar de lujo, ni de esos donde te dan una carta sin precios porque asumen que tu cuenta bancaria puede aguantar el golpe. Pero al menos no olía a aceite rancio ni a desesperación, lo cual ya era decir bastante considerando los lugares donde habían estado últimamente. Percy y Annabeth parecían demasiado ocupados discutiendo algo sobre la comida en la carta, y Grover solo miraba todo con su eterno optimismo caprino. Así que Draco se digno a hacer lo que mejor se le da: pagar.

Sacó el dinero que le quedaba de lo que su papá le había enviado (es decir, lo que no habían gastado en sobrevivir, lo cual era ridículamente caro) y lo dejo sobre la mesa sin dudar. Porque si algo tenía claro en esta misión es que no iba a ser el que lavara platos por no poder pagar la cuenta. La dignidad de un Malfoy tenía límites.

Sin embargo entonces, justo cuando pensaba que podrían tener una comida medianamente decente sin eventos traumáticos, la puerta del restaurante se abrió y el ambiente cambió de golpe. Fue un cambio sutil, pero lo sentía. Como cuando sabes que alguien te está mirando fijamente y la piel se te pone de gallina antes de que siquiera puedas girar la cabeza para confirmar que, efectivamente, hay un psicópata en la habitación.

El psicópata en este caso vestía chaqueta de cuero y botas de motociclista, y caminaba con la seguridad de alguien que no solo sabía que era el más fuerte del lugar, sino que estaba absolutamente encantado con el hecho. Se sentó con ellos sin pedir permiso, como si la mesa le perteneciera de toda la vida, y les sonrió con la confianza de un hombre que nunca en su existencia había dudado de su atractivo.

"Hey, renacuajos" su voz era grave, rasposa, como la de alguien que bebía gasolina en vez de agua. Por alguna razón, el sintió que de fondo debería sonar una guitarra eléctrica.

Percy frunció el ceño, Annabeth se tensó, y Grover dejó de masticar la servilleta de papel que tenía en la mano (porque sí, lo hacía). Él en cambio, lo miró con la expresión de alguien que acaba de ver llegar a la encarnación viva del peligro y, al mismo tiempo, de la tentación. Obviamente lo reconocía, ¿quien no lo haría? Era Ares. Dios de la guerra. Sí, ese Ares. El tipo que probablemente disfrutaba de ver explosiones y peleas tanto como otros disfrutaban de un buen libro. Su mera presencia le ponía los pelos de punta, y no precisamente en el buen sentido.

"Ah… hola" saludo optando por la estrategia clásica de fingir que no estaba en una situación potencialmente mortal. La negación era una herramienta válida.

El dios sonrió aún más y apoyó los codos en la mesa, inclinándose hacia ellos como si fueran viejos amigos compartiendo una cerveza después del trabajo. "Así que ustedes son los críos que andan metiéndose en problemas" comenzó dejando que la frase flotara en el aire. Sus ojos, ocultos tras unas gafas de sol ridículamente oscuras, se detuvieron en cada uno de ellos. Y cuando llegó a Draco… bueno, sentía que algo en su alma se encogía.

Porque, y esto era lo peor de todo, el tipo era condenadamente atractivo. En un sentido puramente objetivo, claro. Porque no es como si él fuera a hacer algo al respecto, y no solo porque un dios de la guerra probablemente le arrancaría la cabeza si le daba una mala respuesta. No, el problema real era otro. Técnicamente, eran familia. No en un sentido directo, aunque sí en el enrevesado árbol genealógico del Olimpo. Y no es que a la Antigua Grecia le importara mucho esas cosas, pero a él sí. Porque si algo había aprendido en ese viaje era que la lista de gente con la que no podía coquetear sin caer en un drama mitológico estaba creciendo peligrosamente rápido. Y si les era sincero, eso era absurdamente deprimente.

Sacudió la cabeza, centrándose en el asunto. Lo importante aquí no era que Ares fuera atractivo. Lo importante era que estaba allí, con ellos, y que no creía en las visitas casuales. Algo quería. Y considerando que su trabajo consistía en fomentar la guerra, probablemente no era nada bueno.

Decidió que, por el bien de todos, lo mejor era dejar que alguien más hablara primero.

Annabeth suspiró, cruzó los brazos y preguntó, con el tono de alguien que ya tenía suficiente con la vida:
"¿Qué quieres, Ares?"

Y así, con esa simple pregunta, supo que se habían metido en algo grande.

El tipo se dejó caer en la silla como si estuviera en su casa, y sus ojos brillaron con esa confianza que daba miedo. "Ah, entonces, este es el famoso Draco Malfoy" dijo Ares, ignorando a la chica y mirándolo de arriba abajo con una sonrisa en los labios. "Clarisse habló bien de ti, aunque no significa que confíe en ti".

Draco se estremecio un poco, aunque no lo iba a admitir. Clarisse… Siempre tiene esa forma de hablar de él como si yo fuera su proyecto personal de frustraciones, aunque sabía que últimamente se estaban llevando mejor con su alianza en contra de Percy, que rápidamente paso a sesiones de chismes. Ares no parecía el tipo que se llevara bien con los que tienen algo de duda sobre su lealtad. "¿Ah sí?" respondío con una sonrisa falsa que ni siquiera intentó disimular. "¿Y qué es lo que haria que confíes en un desconocido como yo?" Intento sonar seguro de mí, aunque dentro de él había una mezcla rara de inseguridad y una necesidad de escapar de ahí.

Percy estaba sentado junto a Draco, y aunque parecía relajado, podía sentir cómo su postura se tensaba ligeramente. Y se dio cuenta de que en los momentos en que Ares le hablaba, los ojos de Percy no lo dejaban, como si quisiera lanzarse a morderle la cara a Ares o algo así. Pero, claro, el chico seguía con su cara de 'estoy perfectamente bien'.

"No te preocupes, solo soy… un dios que sabe cuándo tiene que pedir ayuda, ¿verdad?" Ares dijo esto con una sonrisa torcida, y aunque su tono fue amistoso, no lo convenció ni un poco.

Annabeth frunció el ceño, claramente sospechando que algo aquí no estaba bien. "¿Y qué quieres de nosotros exactamente?"

Ares levantó la mano como si fuera un gesto casual, pero en sus ojos había algo que no me gustaba. "Solo necesito que recuperen mi escudo. ¿Es tan difícil para unos chicos como ustedes conseguirlo?"

Era un encargo tan simple que hasta parecía sospechoso. Nadie en su sano juicio pediría ayuda para algo tan trivial si no tuviera una razón oculta. Aunque... bueno, también estaba acostumbrado a esas cosas, ¿no? A recibir encargos que parecían ser tan sencillos y que luego resultaban ser más complicados de lo que pensaba. Y los Dioses estaban acostumbrados a eso también, a dejarle a los demás todos sus problemas para que los resuelvan por ellos.

Percy dio un paso adelante, como si estuviera a punto de decir algo, pero se detuvo, mirando a Ares con desconfianza. No era solo que lo mirara, es que su mirada se clavaba en él.

Es curioso, porque Draco no se dio cuenta de que Percy podría estar protegiéndolo. No que necesitara ser protegido, claro. Sin embargo pareció que había algo en él que se encendía cuando Ares mencionaba el escudo, y en su mirada había algo… protector, sí, aunque también territorial. Algo que no terminaba de entender.

Annabeth dio un pequeño suspiro y luego asintió, aunque claramente no estaba contenta con la situación. "Está bien, lo haremos. Pero si nos estás mandando a una trampa, no digas que no te lo advertimos".

Ares simplemente sonrió, como si nada de esto le importara en realidad. "Eso lo decidirán ustedes. Yo solo quiero mi escudo de vuelta. Y por supuesto…" Se volvió hacia él, sus ojos brillando con algo que no le gustaba, "Estoy seguro de que será un placer ver cómo lo logra".

Habua algo en sus palabras que lo dejó inquieto, como si estuviera lanzando una advertencia sin decirlo directamente. O tal vez solo era él, aunque algo no olía bien.

Percy seguía mirando a Ares, su expresión no cambiaba. No lo vio hablar, pero pudo sentir que estaba masticando cada palabra que le decía a Ares. Él no confiaba en él dios, eso estaba claro, había algo en su postura que lo hizo pensar que no estaba dispuesta a dar todo por hecho tan fácilmente.

"Bien, lo haremos" finalizo Annabeth, cruzando los brazos. "Sin embargo no olvides tu parte del trato, Ares. Este encargo no será gratis".

Este se recostó en su silla relajado. "No te preocupes, niña. Todo tiene su precio. Y este, estoy seguro de que será uno bastante interesante para ustedes".

Así que, próxima misión suicida a la que tampoco quería ir, allá va.

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