Draco Malfoy y los Dioses Mitológicos

Harry Potter - J. K. Rowling Percy Jackson and the Olympians - Rick Riordan
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Draco Malfoy y los Dioses Mitológicos
Summary
Draco estaba jodido en términos generales.Él no sabe el momento exacto en el cuál todo se fue a la mierda. Sólo recuerda que estaba con su Madre en Londres muggle -por favor, no le digan eso a su padre o lo matará, gracias- y apareció esa cosa con una apariencia grotesca con cuerpo delgado y alas de murciélago. Probablemente hubiera estado encantado como el fanboy que era de la Mitologia al ver a una criatura tan parecida a una furia si no fuera porque esa criatura lo estaba persiguiendo para matarlo, literalmente. No entiende porqué ningún muggle lo ayudaba -después de todo, nunca creyó en todos esos prejuicios que su padre pasaba dia y noche intentando que aprendiera- ¡y en definitiva no estaba siendo nada discreto al pedir ayuda!. Al menos que se considere que gritar a todo pulmón como una niña y empujar de todo para que esa cosa no lo encuentre sea muy discreto.Volviendo al caso del porqué estaba jodido, pues cuando intentaban escapar de esa cosa sin éxito, su madre le tiro un traslador, que tal parece estaba mal configurado, porque al final terminó cayendo desde 𝘮𝘶𝘺 alto. ¡Oh! Además puede que haya golpeado a una chica con una piedra antes de desmayarse rodeado de extraños en un campamento del cual no sabe
Note
...𝘼𝙣𝙙 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙖𝙣𝙣𝙖 𝙨𝙘𝙧𝙚𝙖𝙢, 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙘𝙖𝙡𝙡 𝙢𝙚 '𝙠𝙞𝙙', 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙘𝙖𝙡𝙡 𝙢𝙚 '𝙗𝙖𝙗𝙮'.𝙇𝙤𝙤𝙠 𝙖𝙩 𝙩𝙝𝙞𝙨 𝙜𝙤𝙙𝙛𝙤𝙧𝙨𝙖𝙠𝙚𝙣 𝙢𝙚𝙨𝙨 𝙩𝙝𝙖𝙩 𝙮𝙤𝙪 𝙢𝙖𝙙𝙚 𝙢𝙚...
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Confusión y un Casino con Cachetadas - State of Grace

Llegaron al parque de atracciones abandonado como si estuvieran entrando a un episodio perdido de Scooby-Doo, solo que sin perro que hable y con Percy actuando como si estuviera viendo su fantasma en lugar de a él. El lugar era un desastre pintoresco: óxido, chatarra, olor a olvido y esa atmósfera tan mágica que te hacía pensar "qué lindo lugar para morir por una maldición". Casi romántico.

La entrada tenía un cartel que colgaba de una sola cadena y decía 'Bienvenidos', como si alguien esperara recibirlos con palomitas, monstruos y un ataúd decorado con serpentinas. Una rueda de la fortuna chirriaba en la distancia como si alguien (o algo) la estuviera usando, aunque estaban completamente solos. Clásico escenario para que una criatura mitológica se les aparezca y les pida amablemente que le devuelvan su escudo, su alma o su membresía de gimnasio.

Draco caminaba a paso tranquilo, con las manos en los bolsillos, disfrutando del paisaje tétrico, cuando notó que Percy estaba raro. Y no su habitual raro de 'ay, soy el elegido, tengo el peso del mundo sobre los hombros y me duele la espalda emocionalmente', sino raro de verdad. Le miraba mucho, como... mucho. Lo fulminaba con esa carita de pez angustiado y tragaba saliva cada vez que abría la boca y no decía nada. Por un momento Draco llego a pensar que tenía algo en la cara, asi que se pasó la mano por el pelo. No, seguía perfecto.

"¿Qué te pasa?" preguntó al fin, ya harto de tanto silencio dramático. Parecía un extra de Rebelde Way.

Él se sobresaltó como si lo hubiera despertado de un trance. "¿Eh? Nada. Estoy... estoy bien". Ajá. Mentira nivel dios menor. Lo miró de reojo, caminaron unos pasos más y se cruzo de brazos.

"¿Seguro? Porque llevás como media hora actuando como si me hubieras visto besar a tu perro. ¿Fui yo? ¿Te hice algo? ¿Te molesta cómo camino? ¿O es mi cara otra vez? Porque si es mi cara... lo siento, así nací. No todos podemos tener la perfección natural de un hijo de Zeus" lo dijo con sarcasmo, claro. Aunque igual lo era, pero no venía al caso.

Percy apretó los labios. Sus orejas se pusieron rojas, ¿qué le pasaba? "No es nada. Solo... pensé en algo. Ya se me va a pasar".

Y otra vez con el misterio. Suspiró exageradamente.

"¿Es por lo que dije de los dioses?" preguntó medio en broma, medio por curiosidad. Porque sí, admite que hace unos minutos lanzo un comentario casual sobre que, si Ares no fuera un psicópata, estaría bastante bien para una cita. Técnicamente es familia, sí, pero vamos, era hijo de Zeus, ¿con cuántos dioses no esta relacionado de alguna forma? Si se pusiera quisquilloso con eso, terminaría saliendo con un mortal aburrido que colecciona estampillas. Y con su suerte, seguro sería Percy.

Este lo miró como si acabara de decirle que iba a besar a su mamá. "No es eso" murmuró, y claramente era eso. Sin embargo como buen hijo de Poseidón con un trauma no resuelto, desvió la conversación y empezó a hablar del parque, como si no acabara de clavarle una mirada cargada de... ¿culpa? ¿tristeza? ¿celos?

Draco frunció el ceño. No entendía nada. Solo sabía que Percy estaba raro, que él no había hecho nada (esta vez), y que si alguien lo iba a matar hoy, prefería que fuera un monstruo griego antes que una tensión emocional que no sabía de dónde salía.

Avanzaron entre escombros, fierros retorcidos y carritos oxidados que probablemente tenían más plomo que una cañería del siglo XIX, hasta que de pronto lo vio. Un letrero colgaba de dos columnas que apenas se mantenían en pie. 'Tunnel of Love', decía, con letras rosas descascaradas y un dibujito medio borrado de un cupido disparando flechas. O vomitando. No estaba del todo claro.

"Miren" comenzó Annabeth, deteniéndose frente a la entrada. "Está conectado al sistema del parque. Podríamos usarlo para acceder a las instalaciones internas".

Grover asintió con entusiasmo y Percy solo... lo miró. Otra vez. ¿Qué le pasaba ahora?

"Podríamos ir tú y yo" dijo este, así como quien no quiere la cosa, señalando con la cabeza el túnel.

Él parpadeó. "¿Qué?"

"Al Túnel del Amor. Para explorar. Por estrategia, digo" aclaró tragando saliva. "Sería lo más efectivo si vamos en parejas. Tú y yo podríamos cubrir más terreno".

Lo miró, luego miró a Grover, y luego a Annabeth. Ambos estaban evitando su mirada con un nivel de discreción digno de un reality show. "¿Y por qué tendría que ir yo contigo?" pregunto en serio confundido. "Tengo las zapatillas de Luke, asi que di algo se complica, puedo volar hasta ustedes o pedir refuerzos. ¿No sería mejor que mejor tu vayas con Annabeth?"

Percy pareció recibir una puñalada al corazón. Literalmente hizo un pequeño movimiento hacia atrás, como si lo hubiera abofeteado con una sandalia. Annabeth, por su parte, lo fulminó con la mirada. ¿Y ahora que habia dicho?

"No tiene sentido que dos personas sin habilidades aéreas se metan solas" insistí, muy lógico y muy correcto. "Pero si pasa algo, no podrán salir, aunque ella es perfectamente capaz, entonnces Percy, vas con Annabeth".

Grover soltó una risita muy baja. Fue tan leve que casi no la escucho, pero ahí estaba. Miró de reojo y él trató de disimular tosiendo.

Percy se acercó a Annabeth a regañadientes. Y por 'acercarse', se refiere a que se arrastró como si estuviera yendo a su ejecución. Annabeth cruzó los brazos, visiblemente incómoda. Genial, ahora los dos estaban raros.

"¿Está todo bien?" pregunto levantando una ceja.

"Perfecto" respondieron los dos al mismo tiempo, con la misma energía que alguien que dice 'me encanta el brócoli hervido sin sal'.

"Bueno, diviértanse en su romántica expedición por el túnel del moho y la humedad. Yo me quedo con Grover."

"¡Yupi!" Festejó el sátiro con un entusiasmo forzadamente patético. Draco le dio una palmada en la espalda.

Y así fue como Percy terminó subido a un barquito lento con forma de cisne, junto a una Annabeth que tenía cara de querer lanzarse al agua radioactiva, mientras él se preguntaba por qué diablos todos actuaban como si acabara de anunciar que se iba a casar con un monstruo. Se sentó en el borde de una fuente sin agua, pateando una piedrita oxidada con la punta del zapato. Grover se acomodó a su lado, con esa energía de cabra cansada que lo hacía parecer más viejo de lo que era. Desde ahí, podían ver el pequeño bote de cisne avanzar por el canal del túnel, moviéndose con una lentitud tan dolorosa que parecía parte de una tortura psicológica.

Grover soltó un suspiro dramático que Draco tuvo que respetar. "Esto va a terminar en caos" murmuró.

"¿Annabeth y Percy? Sí, lo vi venir" respondio para luego dudar. "Bueno, más o menos, ¿no crees que hacen buena pareja?"

El sátiro lo observó como si hubiera dicho que el cielo era rojo.
"¿Qué? ¿Ellos? ¿Annabeth y Percy?"

"Sí" ¿quienes más serían?

Y entonces, su amigo soltó una carcajada. Una de verdad, de esas con tripas. Hasta se le movieron los cuernitos.

"¿Qué?" preguntó frunciendo el ceño. "Sí. ¿No? Digo, se conocen desde hace bueno, no sé desde cuando, pero se conocen, están juntos en esta misión, y... no lo sé, ella siempre lo mira como si quisiera decirle algo. Aunque probablemente es 'ponte derecho'".

Grover se tapó la boca para no reírse fuerte. "Draco, no. Annabeth no... no está interesada en Percy. Ni en ningún chico, para el caso".

Lo miró confundido. "¿Qué?"

"Draco, Annabeth es lesbiana".

"¿Qué?" No, en serio, ¡¿Qué?!

El sátiro soltó una carcajada.
"Sí. Desde que tengo memoria. Cuando conoció a Thalia, antes de que... ya sabes, se volviera un pino, Annabeth se quedó mirándola con los ojos más grandes del mundo. Y no de heroína admirando a otra heroína o de niña perdida mirando a otra niña perdida, te hablo de mirada de 'si esta chica me sonríe, me muero aquí mismo' ".

Él parpadeó, asimilando la imagen.
"¿Annabeth? ¿Annabeth Annabeth?"

"La misma. Aunque deja que todos piensen que le gusta Luke, dice que esmás fácil. Sin embargo te lo juro, lo de Luke es puro teatro" se recosto contra el respaldo del banco. Esto... no lo veía venir. "Aunque con Percy... no tiene nada que ver. Él ya tiene a alguien especial".

"¿Qué? ¿Quién?"

Grover solo le sonrió con complicidad, como si acabara de contarle un secreto que yo debería entender automáticamente. Pero no entendí nada. No había visto a Percy con nadie, no le había dicho nada. ¿Estaba saliendo con alguien del campamento? ¿Una ninfa? ¿Una dríade? ¿alguna chica de la cabaña once?

"¿Quién es?" repitió ahora genuinamente curioso.

"Alguien... cercano. Muy cercano" contestó éste estirándose como si no acabara de dejarle con más dudas que certezas.

Lo miró fijamente.
"¿Qué tan cercano?"

"Demasiado para que tú no lo notes".

Lo miró en plan '¿te estás burlando de mí?', sin embargo Grover solo silbó como si nada. ¿Qué tan 'cercano' podía ser alguien para Percy? ¿Una ninfa del lago? ¿Una diosa del delivery celestial?

"¿Una empusa?" aventuro, tratándose de el chico se permitía ser algo exótico en sus opciones.

El sátiro se rió tanto que casi se cae del banco. "Ay, Draco..." Y justo en ese momento se escuchó un grito desde dentro del túnel. Se puso de pie de un salto, aunque antes de correr, le lanzó una última mirada a Grover.

"Aunque sigo creyendo que Percy y Annabeth harían linda pareja" dijo solo para molestar.

"Y yo aún creo que los sátiros deberían tener derecho a más vacaciones" bufó mientras corríamos.

El grito vino desde lo profundo del Túnel del Amor. Nada romántico, todo tragedia en estéreo. Los dos salieron corriendo, cruzando los rieles oxidados con la elegancia de cabras desbocadas. Bueno, su amigo literalmente era una cabra, así que en realidad iba bastante bien. Él tropezó con una flor de plástico en forma de corazón.
"¡Percy! ¡Annabeth!" Gritó,y por alguna razón sentía un nudo raro en el pecho.

Se metieron al túnel a toda velocidad. Por suerte, gracias a la brillante idea de no subirse al barquito (gracias, cerebro funcional), él aún llevaba las zapatillas de Luke. Un doble salto y se impulso sobre los raíles como un acróbata de circo, dejando atrás a Grover, que jadeaba.

La escena era un desastre.
Annabeth colgaba de un panel medio caído, el agua artificial subiendo peligrosamente cerca de sus pies. Percy estaba al otro lado, peleando con una cosa mecánica que parecía una mezcla entre un cisne oxidado y un payaso homicida. Todo era luces rojas parpadeando, música de feria distorsionada, y el sonido de sus latidos en los oídos.

Sin pensar (como un maldito Gryffindor frustrado, no, sino como un Slytherin demasiado ambicioso), se impulso y cayó justo entre los dos. Con un corte rápido, liberó a Annabeth de la trampa del panel con la katana mágica chica de repuesto, con cara de 'regalo de mamá que sí me quiere, apesar de estar muerta', y luego lanzo una descarga mágica disimulada que hizo que el cisne diabólico chillara y se apagara con un quejido metálico. Grover llegó justo a tiempo para ayudarle a sostener a Percy, que había perdido el equilibrio por completo. Lo arrastraron fuera del túnel como héroes recién salidos de una telenovela.

Respirando como si se hubiera tragado medio parque, Draco se dejó caer en el suelo. "¿Están bien?" pregunto aún con la adrenalina vibrando en las uñas.

Annabeth se sentó con los brazos cruzados, empapada y furiosa. "Podrías haber venido tú con Percy. ¡Pero no! 'Yo tengo las zapatillas', dijo el genio residente. 'Yo puedo rescatar a todos', dijo el semidiós brillante".

Él la miró confundido por su hostilidad. "¿Qué? ¡Los salvé!"

"¡Eres un idiota!" espetó.

"¿Y ahora qué hice? Además, este idiota te salvo la vida".

Percy, por su parte, no dijo nada. Solo se puso de pie, apartó la mirada y se alejó unos pasos, con los hombros tensos como si cargara el peso del Tártaro en la espalda. Literalmente no podía mirarlo a los ojos. "¿Percy?" Intentó, sin embargo él solo negó con la cabeza, sin responder.

Suspiró pasándose la mano por el pelo mojado. Esto era... raro. Todo el día había sido raro. Desde que habían llegado a este parque fantasma con estética de asesino serial romántico, hasta ahora, cada cosa había sido una mezcla de locura y tensión hormonal sin sentido. ¿Era la quinta vez que pensaba 'están rarísimos'? Porque lo estaban, los dos. Como si compartieran un secreto del cual él era el único excluido. O como si... él hubiera hecho algo mal. Pero no recordaba nada. Salvo salvarlos, ¿eso no me ganaba ni un gracias?

Se puso de pie con un suspiro dramático.
"Perfecto. Me mojo, me rayo, me lanzo al rescate como héroe griego de película, y ni una sonrisita. ¡Nada! ¿Dónde está el reconocimiento? ¿El aplauso? ¿El ramo de flores?"

El sátiro le palmeó la espalda. "Por si te consuela, yo te aplaudiría si no me dolieran tanto las patas".

"Gracias, Grover. Eres el único que me entiende".

Percy seguía sin mirarlo, annabeth chasqueó la lengua y se fue a buscar su espada, murmurando algo sobre 'chicos estúpidos y sus emociones'..Él se quedó allí, con el corazón latiéndome en las costillas, mirando a Percy de reojo. Algo pasaba, algo que no estaba viendo, algo que de estaba perdiendo por completo.

Y maldita sea, ojalá pudiera entenderlo.

.

Apenas salieron del parque, lo vieron. Ares.
Ahí estaba, con sus botas militares pisando un neumático quemado, el sol brillando justo detrás de él como si estuviera posando para una película de acción barata. La chaqueta de cuero ondeando con el viento que él mismo probablemente provocó, y una sonrisa que le daban ganas de estamparle un frisbee en la cara. Guapo, sí. Alto, sí. Amenazante, sí. Asqueroso en actitud, el triple.

"Vaya, vaya..." hablo con voz de tráiler de cine. "Los tortolitos lo lograron. Y con sus extremidades intactas. Increíble".

Percy dio un paso al frente con esa energía de 'estoy a punto de decir algo que arruinará todo'. Draco lo agarró del brazo, más por reflejo que por táctica. Le latía un párpado, mo por estrés... sino porque Ares se atrevía a guiñarle un ojo. Un. Maldito. Ojo.

"¿Qué quieres?" Espetó con el tono más civilizado que pudo reunir desde lo más profundo de su alma.

El Dios alzó la mochila negra como si fuera una pizza que acababa de recoger del delivery. "Lo prometido es deuda. Su equipaje... con un par de regalitos dentro. A lo mejor les sirven, oa lo mejor explotan. ¿Quién sabe?",

Percy estaba rojo. De furia, claro. Aunque, bueno, también llevaba mucho corriendo y estaba mojado. Pero esa mirada solo podía significar una cosa: lo quería golpear. Mucho. Y honestamente, él también. "¿Y ahora qué? ¿Nos vas a seguir? ¿Darnos otra misión suicida? ¿Tirar una bomba y reírte mientras explota?"

"Percy" murmuró Annabeth, bajando la voz ", es un dios."

Ares se rió, agitando las llaves de su Harley como si fueran castañuelas. "¿Y tú?" se volvió hacia Draco como si él no estuviera justo detrás del escudo de sarcasmo. "¿No vas a decir nada, rubiecito?"

Se tragó todos los insultos que tenía listos, se lo imagino volando de una patada directa al Olimpo, tipo anime, con rayitos y todo. Lástima que no tuviera poderes ofensivos decentes. Ay Zeus, ¿no podías darme algo más útil que problemas familiares y una profecía? Pensó.
"No necesito decir nada. Ya nos estamos yendo. Gracias por la... mochila" hablo con una mueca. "Y por la experiencia traumática, también. Muy educativo".

"Eso pensé" concordó el Dios con una risa que hizo que el pavimento se agrietara. Literalmente. Montó su moto, rugió el motor como si intentara compensar algo y desapareció dejando olor a aceite y testosterona flotando en el aire.

Percy pateó una roca con tanta fuerza que fue a parar al otro lado del camino. Annabeth resopló y se cruzó de brazos.
"No deberían provocarlo".

"¿Yo? ¡Él me provocó a mí!" refunfuñó el chico.

"Tranquilo, sesos de alga" murmuró. "Ya se fue. Nos queda solo procesar el olor y la furia".

Grover, que había llegado justo a tiempo para el show, olfateó el aire y se estremeció. "Apesta a guerra".

"Sí" dijo poniéndose la mochila al hombro. "Pero con perfume barato y ego inflado".,

Y así, con los ánimos por el piso y el aire cargado de testosterona divina, siguieron avanzando. Porque claro, nada dice épica misión como que un dios psicópata los mire como si fueran insectos entretenidos.

Y apenas eran las cuatro de la tarde.

~~~❤︎~~~

No pensó que su vida llegaría al punto en que estaría encerrado en la parte trasera de un camión con animales, sudando, y deseando tener una nariz menos funcional. Pero allí estaba: rodeado de jaulas, heno, y un aroma que era una mezcla entre zoológico, calcetines mojados y tragedia.

"¿Esto es legal?" preguntó mientras ee tapaba la nariz con la camiseta. "¿O estamos oficialmente dentro de un crimen ambiental?" Una cebra lo miró con lástima. Él también se compadece de dí mismo cariño, tranquila. "Dioses" bufo revolviendo la mochila hasta encontrar su salvación. "Si el universo se va a reír de mí, al menos que huela bien".

Sacó una botellita de perfume y la rocio en el aire como si fuera un exorcismo. Vainilla y sándalo, edición limitada. El contraste fue instantáneo: ahora todo olía a zoológico... con clase.

"¿Eso ayuda?" preguntó Percy, con una sonrisa ladeada, aunque sus ojos estaban en otra parte.

"No" respondío sin dudar. "Aunque si voy a sufrir, al menos que sufra con buen olor".

Se sentaron en un rincón libre de popó (relativamente). Annabeth estaba contando algo sobre rutas, Grover dormía hecho un ovillo como un cabrito bebé, y él... bueno, él no pude evitar notarlo: Percy estaba raro. Otra vez. Raro nivel 'se me perdió el tridente'.

"¿Esta todo bien?" pregunto alzando una ceja.

Él dudó un segundo. Solo uno. Luego murmuró:
"Es que... Luke.",

Draco se tensó, solo un poco. Ese nombre siempre venía con cosas, como recuerdos de cuando estaba tan bueno que no lo podía ni mirar a los ojos sin ruborizarse. "¿Qué pasa con él?" preguntó intentando sonar neutral.

"Cuando estabamos hablando y ustede se fueron, me dijo algo... raro" Percy bajó la mirada a sus manos. "Pero no importa".

"¿Raro tipo 'soy un traidor'? ¿O raro tipo 'tengo una colonia secreta de gatos'? Porque uno de esos es más perdonable que el otro".

Él solo rió un poco, sin humor. "No sé. A veces siento que la gente me dice cosas esperando que las entienda, y yo solo... no las entiendo".

Lo miró. Algo en su voz era distinto, como si estuviera cargando algo más pesado que una mochila con ropa sucia y ambrosía. "Bueno, si quieres que te ayude a descifrar mensajes misteriosos de chicos que te lanzan palabras confusas, solo dime" dijo intentando aligerar el ambiente.

Percy lo miró, por un segundo nada más, con esos ojos verdes que parecían saber demasiado... o querer saber demasiado.
"Gracias, Draco".

Y eso fue raro. Raro nivel "me agradeció sin sarcasmo'. Se revolvió en el lugar incómodo. ¡Dioses, qué le pasaba a todo el mundo hoy! "Vale, este lugar sigue oliendo horrible" murmuró tirando más perfume al aire como si eso resolviera el clima emocional. "¿Cuánto falta para llegar?"

Annabeth no respondió, dolo clavó la vista al frente, Grover roncó suavecito. Y Percy... bueno, él seguía en su rincón, mirándolo como si él tuviera las respuestas.

Spoiler: no las tenía.

Solo tenía perfume, y mucha confusión.

"¿Tú qué harías si estalla la guerra?" preguntó Grover de repente, de la reverenda nada con tono más serio.

"Me uniría al bando que esté en contra de Zeus" respondió sin pensar.

Annabeth alzó una ceja. "¿No es él tu padre?"

"Justamente por eso" hablo con una sonrisa agria. "Quiero que se arrepienta de cada rayo que lanzó".

Grover suspiró. "Yo solo espero que Pan aparezca".

"¿El dios de la naturaleza?" preguntó recuerdando sus anteriores conversaciones. Él asintió, mirando al techo oxidado del camión como si allí hubiera estrellas.

"Sigo creyendo. Todavía hay esperanza".

Hubo un momento en el que quería reírwe, hacer un chiste tipo 'buena suerte con eso', pero... lo vio. Lo vio de verdad. A Grover, con su corazón expuesto, a Annabeth, tratando de no parecer vulnerable, y a Percy, que lo miraba, lo miraba como si hubiera hecho algo bien. Como si por una vez... no fuera solo sarcasmo y desodorante caro. "Tal vez tengas razón, eh" hablo mirando sus propias manos. "Tal vez todavía podamos creer en algo".

Grover sonrió. Grande, genuino.
"¿Estás siendo positivo?"

"Me estoy esforzando" respondió. "¡Mírenme! Un milagro sobre ruedas".

Percy lo seguía mirando. No dijo nada, solo bajó la vista y sonrió para sí.

Raro.
Otra vez raro.
¿Cuántas veces van hoy?

El chico está loco. De verdad.

.

Amanecer.
Qué palabra tan cursi.
A veces piensa que si la gente la usara menos en canciones y más en explicaciones meteorológicas, el mundo sería un lugar mejor. Pero no. La palabra se siente como algo que diría un poeta romántico antes de desmayarse en una flor.

Y sin embargo, ahí estaba. Amanecer. El mundo despertando como si no tuviera idea de que tres semidioses y un sátiro acababan de pasar la noche atrapados en un camión de transporte de animales con olor a tragedia zoológica..Abrió los ojos con esa sensación pegajosa de no saber si estás vivo o si simplemente cambiaste de plano existencial. Su espalda crujió como si se hubiera graduado en arquitectura de ruinas griegas, y el frío de la mañana lo saludó con su aliento a 'deberías haberte traído otra capa, imbécil'.
Y entonces lo notó.

Percy.
Parado frente a la jaula de la cebra. Hablando.

Pero no 'hablando' como quien dice "hola, cebra, qué bonita eres, lástima que hueles como si hubieras peleado con una mofeta y perdido". No. Estaba hablando hablando, con gestos, con tono, como quien tiene una conversación real.

Entrecerró los ojos, más por confusión que por sueño, y se incorporó sin hacer ruido. Se sentó entre dos cajas y observó.
"¿En serio estás hablando con la cebra?" dijo finalmente, con la voz aún rasposa.

Percy se sobresaltó como si lo hubiera pillado en algo ilegal. "¡Ah! Eh... buenos días".

"No me mientas. Estabas hablando con ella" se puso de pie y caminó hasta él, frotándose los ojos. "¿Era una charla casual o estaban discutiendo política internacional?"

El chico se rascó la nuca, con esa expresión que ya le conocía: 'me descubrieron pero no sé cómo salir sin sonar más sospechoso'.
"Parece que... me entiende. O yo la entiendo. No sé".

Draco lo miró por unos segundos, luego miró a la cebra, ella lo miró de vuelta, con ese juicio silencioso que solo los herbívoros pueden lanzar. "Ajá" levantó una ceja. "Y dime, ¿ella te dice cosas como 'gracias, liberador mío' o más bien 'cuida tu espalda, humano, las estrellas se están organizando contra tí'"

Percy se rio, incómodo.
"Dice que los dioses son injustos. Que la trajeron desde África para encerrarla en un zoológico en Nueva York".

Se detuve.
Lo miró bien.
Recordó lo que había dicho Annabeth, lo que sabían

"Tú..." apunto con un dedo, no dramáticamente, más como quien acusa con una mueca de incredulidad. "Tú eres hijo de Poseidón" bueno, recién se da cuenta de lo idiota que eso sonó, porque era algo obvio.

El silencio se sentó entre ellos como un gato gordo que no piensa moverse. Percy se quedó quieto. Y luego, muy despacio, asintió.

"Sí..."

"Y ahora entiendes a los animales porque son parte de... ¿la naturaleza? ¿el mar? ¿el Discovery Channel?"

"No sé cómo funciona, Draco. Solo... pasa".

Se echo hacia atrás, casi tropezando con una caja. "Claro, perfecto. ¡Maravilloso! Yo con mis relámpagos incontrolables y tú hablando con cebras. Esta misión cada vez se siente más como una serie de televisión sin guion".

En ese momento, Grover se despertó. Se incorporó con los pelos alborotados, el rostro iluminado por la primera luz del día y la mirada puesta directamente en Percy. "¿Ya es hora?" preguntó mientras se levantaba como si la energía le brotara de las pezuñas.

"Más que hora" respondió este señalando la jaula. "Vamos a liberarlos".

Grover se transformó. No literalmente (aunque eso tampoco me sorprendería a estas alturas), sino emocionalmente. Su rostro se volvió puro entusiasmo. Como si fuera Navidad y los renos acabaran de pedir su ayuda. Con una rapidez que le dejó atónito, empezó a abrir jaulas, murmurando palabras que sonaban a viejo idioma, como si hablara directamente al alma de los animales. Un ciervo salió primero, luego una cabra montesa, una avestruz. Y sí, también la cebra, que lanzó un relincho que juraría por Zeus sonó como 'gracias, humano'.

Grover los miraba irse como si fueran fuegos artificiales de esperanza.
"¡Van a encontrar un nuevo hogar! ¡Libre! ¡Sin jaulas!" Él se quedó quieto, mirando la escena. Algo en su interior se removió. No algo dramático como una epifanía ni nada, pero sí... algo.

Esperanza.
Esa cosa tan ridícula como poderosa.

El sátiro se giró hacia ambos con los ojos brillando. "Esto. Esto es por lo que sigo. Pan todavía puede estar allá afuera".

Draco lo miró, luego miró a Percy, Percy lo miraba. Otra vez.
"¿Qué?" preguntó medio molesto.

Él sonrió, como si supiera algo que él no.
Como si su intento de sarcasmo no hubiera ocultado que se conmovió.

Idiota.
Marino y sentimental.
Otra vez raro.

"Nada" respondió el chico, y caminó hacia la luz del amanecer.

Y Draco, contra todo pronóstico, lo siguió.

~~~❤︎~~~

Si le preguntaban qué lugar del mundo se parecía más a una fiesta de cumpleaños con presupuesto ilimitado y cero supervisión adulta, diría Las Vegas. Y lo diría sin ironía. Porque en cuanto cruzaron la frontera de la ciudad, sentía que sus neuronas se pusieron tacones y empezaron a bailar en una coreografía de luces, música electrónica y promesas de cosas que definitivamente no eran aptas para menores de edad. Era como entrar en una máquina tragamonedas y que esta te diera una bofetada con billetes de cien.

"¿Qué es este lugar?" murmuró Percy desde el asiento de al lado, asomado por la ventana del taxi que habían tomado tras liberar a los animales.

"La capital mundial de la decadencia, el pecado y la iluminación LED. ¡Un paraíso!" exclamó con la cara casi pegada al vidrio. "Y con suerte, un sitio con duchas decentes".

Se detuvieron frente a un hotel que parecía diseñado por un arquitecto enloquecido que había visto demasiadas películas de dioses egipcios, hadas del bosque y arquitectura italiana. En resumen: perfecto. Saltó fuera del taxi con el entusiasmo de alguien que acaba de encontrar un buffet libre de drama emocional. Fue entonces cuando la vio: una tienda de souvenirs abierta las veinticuatro horas. Y en una de las estanterías giratorias, como si el destino le dijera 'oye, tú, niño raro', vio cartas de Mitomagía, el mismo juego con el que Neville estaba obsesionado en el verano.

Se acercó con la cautela de un ladrón en una vitrina de diamantes. "No puede ser..." susurró mientras sus dedos rozaban una carta holográfica de Atenea y otra de Apolo edición limitada.

"¿Son... cartas de batalla?" preguntó Percy asomándose por encima de su hombro.

"No son cartas de batalla, son cartas de Mitomagía Nivel maestro. Esta de Hermes tiene un error de impresión. Vale como mil dracmas en los foros".

"¿Estás robándolas?" preguntó Annabeth cruzándose de brazos.

"Estoy coleccionándolas proactivamente. Muy distinto".

Las guardó en el bolsillo de su chaqueta (o la chaqueta de Neville, en realidad, necesitaba algo de Michel) antes de que alguno se pusiera demasiado moralista. Luego caminó hacia el vestíbulo del casino, donde un señor con peinado de Elvis y traje dorado los miró como si fueran demasiado jóvenes para no estar acompañados por una niñera legalmente autorizada.

"Déjenme a mí" hablo enderezándose el cuello de la camisa y activando su modo 'niño rico de papá que juega al póker con ministros'. Se acercó al mostrador con su sonrisa más encantadora. "Buenas tardes. Tengo una reserva a nombre de... eh... Zeus Jr".

El recepcionista lo observó con una mezcla de sospecha y fascinación.
"¿Zeus Jr.?"

"Sí. No quiero problemas si llega el original".

Él parpadeó. Luego rió. Y, por alguna razón mística que no se va a cuestionar demasiado, funcionó. Les entregó una llave dorada que parecía sacada de una película de espías y los guió hasta un ascensor cubierto de espejos. "Disfruten de su estancia, señoritos. Todo está incluido: comida, entretenimiento, y... sorpresas".

Grover tragó saliva.
Annabeth frunció el ceño.
Percy no dijo nada, aunque notó cómo se pegaba a él más de lo usual.

"¿Qué tan legal crees que es esto?" murmuró Annabeth mientras subían.

"Legalidad es un concepto relativo en Las Vegas" respondío, admirando si reflejo en el espejo. "Lo importante es que nos dieron una suite y no preguntaron por los carnets".

Cuando llegaron al piso veintitrés, las puertas se abrieron con un susurro. El pasillo parecía cubierto de terciopelo, oro, y un poco de hechicería.

Sí. Estaba en su elemento.
Sí. Esto iba a salir mal.
Y sí. Se lo iba a disfrutar como si fuera el cumpleaños de Dionisio.

.

La habitación tenía un baño más grande que todo el departamento de... bueno, de... de Potter (por que él? Porque sí). Luces cálidas, mármol brillante, una tina con jets de hidromasaje... y un espejo tan grande que casi se atreve a saludarle. "Por los dioses" susurró viéndose de cuerpo entero. "Parezco un semidiós influencer con contrato en Olympus Fashion Week".

Se quitó la ropa sucia, esa misma que había soportado sudor, batallas, humo, monstruos, arañas y el perfume natural de Percy 'tengo un océano encima pero huelo a pantano' Jackson. En cuanto la camiseta cayó al suelo, el olor se liberó como una maldición de nivel uno. Literalmente, vio flotar una nube invisible de tragedia.

"Adiós, hedor. No me extrañes demasiado, porqué te aseguro que yo no lo haré" murmuró empujándola con el pie hacia un rincón como si eso ayudara.

Se acercó al espejo, se veía bien, mejor de lo que recordaba. El sol lo había bronceado justo lo suficiente, tenía los hombros marcados, las ojeras hacían juego con su expresión irónica de siempre, y su cabello... su cabello estaba más claro. Más dorado. Más como el de ella.

Sintió el golpe antes de poder detenerlo. Como si el vapor aún no encendido de la tina le nublara también el pecho. "Mamá..." murmuró llevándose los dedos al cabello húmedo. Suave. Lacio. Tan Narcissa.

Cerró los ojos. Se vio en el comedor, con ella cantando y él jugando con su katana mientras habia un vaso de jugo que levitaba sobre la mesa y ella riendo.

Y luego, el recuerdo del grito.
De la furia.
De la sangre.

Y de él.
Pequeño.
Inútil.
Corriendo.

"Si todo sale bien..." susurró mientras se metía a la tina. "Si todo esto vale la pena... voy a volver a verte".

Se sumergió hasta quedar completamente bajo el agua. La sensación fue inmediata: calor, presión, silencio absoluto. Como si el mundo dejara de gritar, como si la misión, los dioses, Percy, el olor, las cartas, Ares, el casino... todo desapareciera. Y por un segundo, solo fue eso: paz.

Pero entonces...

¿Y si no funciona?

El pensamiento le cayó como piedra.

¿Y si me equivoco? ¿Si el plan es una estupidez? ¿Y si ella está... simplemente... muerta?

Las burbujas se escapaban de su nariz, se dio cuenta de que no estaba respirando, aunque tampoco quería subir. No quería enfrentar el hecho de que podía fallar, que incluso haciendo todo bien... podría perderla para siempre.

¿Valía la pena esta misión? ¿Valía él algo sin ella?

Su pecho ardía.
Las costillas gritaban.
Y una parte en lo más profundo de él pensó: Quizás está bien así. Quizás debería...

"¡DRACO!" la voz de Grover retumbó detrás de la puerta, sonaba desesperado. "¡DRACO, ¿estás bien?!"

Sus ojos se abrieron.
El mundo volvió.
La realidad entró en sus pulmones como un látigo de agua fría.
Subió a la superficie de golpe, jadeando, aferrándose al borde de la tina como si la cerámica fuera mi madre.

"No ahora..." dijo entre dientes. "No hoy".

Se quedó allí un momento. Luego, se levanté, temblando un poco. Respiró profundo y se obligué a volver a ser él. Draco Malfoy, hijo de Lucius y Narcissa Malfoy, jugador de voley con piernas perfectas, diva funcional con trauma bien disimulado.

"¡Estoy bien, tranquilo!" Le respondió a su amigo sátiro.

Se envolvió en la bata más lujosa que haya tocado su piel, se seco el cabello, lo peinó con dedos firmes. Se puso una camisa negra satinada, ñantalones blancos ajustados, anillos, un collar, perfume cítrico con fondo de musgo y labios hidratados.

Listo.

Al salir del baño, lo vio.

Percy.

Y oh por Zeus Poseidón y toda la familia, ese muchacho sabía cómo usar una camisa azul.

Estaba con el cabello húmedo, algo rebelde, caído sobre la frente. La camiseta azul se pegaba al cuerpo de forma criminal, delineando cada músculo que había ganado entrenando con Annabeth y escapando de la muerte día por medio. Tenía las manos en los bolsillos y los ojos bajos, hasta que lo vio.

Y lo miró.
Lo miró.

¿Fue impresión suya o se mordió el labio?

"Hmm" murmuro arqueando una ceja con desdén falso. "Te ves... pasable. Supongo".

Annabeth hojeaba una revista, Grover rebuscaba snacks. Nadie le prestaba atención. Perfecto.
Se acerco a Percy y le guiñó un ojo sin pensar mucho y dijo:
"No hagan nada divertido sin mí".

Y con la seguridad de alguien que no había casi muerto ahogado por su trauma hace quince minutos, abrío la puerta de la suite y salió al resplandor de Las Vegas.
Dispuesto a distraerse.
A dejar de pensar.
A volver a ser Draco Malfoy, aunque fuera por un rato.

.

Las Vegas era su lugar.
Luces de neón, música vibrante, pantallas gigantes gritando GANASTE, CAMPEÓN, y un aire perpetuo de que el mundo real no existía. Era como caminar por un sueño... o por una película de Scorsese hecha para niños.

Y Draco, el pequeño rubio de sonrisa encantadora y trauma no resuelto, estaba arrasando en todos los juegos del casino. Pero no juegos de apuestas, lastimosamente.
No, en los juegos de matar gente.

Automáticas virtuales, Zombis pixelados, Simuladores de espadas sangrientas, un shooter en tercera persona donde tuvo que rescatar a un dragón y matar a cincuenta millones de humanos para ello (irónicamente terapéutico). Cada vez que terminaba un juego, salían luces y una voz le gritaba '¡VICTORIA TOTAL!'. Lo estaban adorando, literalmente vio a dos adolescentes tomarse una selfie con él.
"La fama es un castigo" murmuró limpiándose una mancha falsa de sangre de la mejilla.

Sin embargo entonces, le rugió el estómago. Como si después de haber aniquilado a todo un ejército digital, necesitara algo más poderoso.

Comida. Una hamburguesa, siendo especifico.

Y ahí estaba, como un faro en la noche: el McDonald's más brillante que había visto en su vida. Pisos dorados, sonido de fritura gloriosa, olor a grasa celestial... la tentación perfecta, asi que entró como quien entra al mismisimo Olimpo.

"Una Cajita Feliz, por favor" dijo con toda la dignidad de un general romano. "Y quiero el juguete de Pegaso, si no es molestia".

La chica del mostrador lo miró como si fuera un meme viviente, él sonrió. Fue a esperar si pedido, cuando vio que alguien lo estaba recogiendo.

"Oye" hablo acercándose. "Esa es mi Cajita Feliz. Lo sé porque el dibujo del minotauro está rasgado justo donde lo doblé".

El chico se dio la vuelta. Tenia el pelo negro y desordenado con ljeras marcadas, la liel pálida y ropa negra con un aura de 'he visto más muerte de la que tú sueñas, rubio'.
"No lo dice tu nombre" contestó, con voz grave. Su mirada era seria, pero tenía... ¿diez? ¿once? ¿doce?

"Tampoco dice el tuyo, Edgar Allan Poe en miniatura".

"Me llamo Nico, Nico di Angelo".

"Bueno... entonces yo soy Draco, Draco Malfoy".

El tal Nico frunció el ceño, él estaba listo para lanzarle una papita a la cara cuando vio algo sobresaliendo de su mochila.

¿Mitomagía?
Cartas de Mitomagía, edición Héroes Oscuros. Una carta dorada asomaba justo entre los libros.

"Eso es... esa carta es de la expansión especial ¿Cuántas tienes?" Se abalancé sin disimular. "¿¡Esa es la de Hades!? Neville la buscó por años, y tú la tienes como si nada..." Su amigo lo mataría, o Michel lo mataría para que Neville no lo mate antes, cualquiera de las dos.

Nico se tensó, apesar de que pareciera emocionado. "¿Conoces Mitomagía?"

Draco se cruzó de brazos indignado. "Claro que sí, solo que mi mejor amigo es más fan que yo. Yo juego porque él se emociona y porque tengo alma competitiva y me encanta humillar a niños de diez años. Pero la de Hades... esa no la tengo".

El niño apretó la Cajita Feliz contra su pecho. "Podemos negociar. Tú quieres la carta. Yo quiero la hamburguesa".

Lo miró como si fuera un duende mafioso. Aunque luego pensó... tenía tantas cartas duplicadas. Y el juguete estaba ahí... podía cambiarlo por unas básicas que no necesitaba... Diez minutos después, estaba devorando su hamburguesa con una sonrisa triunfal y acariciando la carta de Hades.

"¡Neville va a gritar!" Rió. "Esto es lo más emocionante que me pasó desde que Michel me llevó al techo y caímos sin despeinarme".

"No era para tanto" dijo Nico, mordiéndole la cabeza al muñeco de Pegaso que le había cedido por dos pociones duplicadas y una carta falsa que le había vendido como exclusiva.

Fue entonces cuando llegó ella.
Una adolescente, alta, morena, con ojos duros y una expresión que decía 'he vivido más tragedias que tu novela favorita'.

"Nico" hablo con voz autoritaria. "Vámonos".

"Pero Bianca..."

"Ahora".

Él bajó la cabeza, metió sus cartas en la mochila y le lanzó una mirada rápida. "Gracias por la hamburguesa, Draco. Te gané".

"¿¡Qué!? ¡No! ¡Te llevaste a Hades!"

Sin embargo la tal Bianca ya lo arrastraba entre la gente, como si cada segundo en ese lugar le costara la vida. Se desvanecieron entre luces, ruletas y máquinas.

Draco se quedó allí, solo, con una cajita vacía, una papita mordida y la sensación de que algo extraño acababa de pasar.
"¿Quién demonios eran esos dos?" murmuró.

Pero la pantalla del juego de pistolas brilló de nuevo.

¡TIEMPO EXTRA! ¡ZOMBIS AL ATAQUE!

"Luego pienso en eso".

Y corrió de nuevo al caos digital.

.

Draco no recordaba desde cuándo estaba allí.

El casino Loto era una especie de paraíso raro, pero perfecto. Estaba seguro de que se lo merecía. Después de todo, había matado monstruos, casi muere en un camión que olía a orines de cabra y, por si fuera poco, su perfume más caro se había quedado sin spray. Así que sí, tenía todo el derecho del mundo a relajarse. Y si que lo estaba haciendo.

Le habían dado una tarjeta sin límite. Sin. Límite. Había ropa, comida, dulces, un McDonald's mejor que cualquiera del planeta, una piscina privada, y videojuegos. Ah, los videojuegos... Estaba aplastando zombis en uno mientras un niño de doce años lo miraba con respeto y miedo. Como debía ser.

"Neville tendría todas estas cartas" murmuró, sacando de su bolsillo una baraja..Suspiró. Pensar en Neville y Michel le daba un calorcito en el pecho. Casi podía escucharlos. Sus risas, sus gritos. El típico "¡Draco, no toques eso!" de Neville. El "eso es trampa" de Michel.

"Michel... ¿Neville?" Hablo parpadeando, deteniendo su juego por un segundo.

¿Habían dicho su nombre?

La voz se oyó de nuevo. Estaba seguro de que alguien lo llamaba. Las risas. El "¡ven a jugar!" retumbaba como eco en su cabeza. ¿Habían venido a buscarlo? Se levantó y miró a su alrededor, sonriendo.

"¿Dónde están? ¡Vamos chicos, salgan!" gritó buscando entre las luces.

Las luces parpadearon.
Y algo se quebró.
Una figura se acercaba. Cabello rubio, ojos grises como los suyos, aunque llenos de furia. Annabeth. ¿Qué hacía ella ahí?

"Annab..."

¡PUM!

La cachetada fue un relámpago que lo devolvió a la vida.

Su cabeza giró por el golpe. El zumbido de la música se apagó. La risa artificial de los anfitriones desapareció. Todo se volvió demasiado claro, demasiado real. El perfume, los juegos, la comida: asquerosos. Todo olía a mentira.
"¿Qué te pasa, Draco? ¡Te perdimos por días!" gritó la chica.

"¿Qué...?".balbuceó, llevándose la mano a la mejilla. Ardía. Pero más ardía el pánico.

Percy lo agarró de los hombros. Su voz sonaba distinta: firme, preocupada.
"Todos caímos. Este lugar... este lugar nos estaba consumiendo. Pero tú... tú estabas peor que nadie".

Draco se quedó inmóvil. Su mirada fue hacia la entrada. El tipo del casino, ese hombre de sonrisa perfecta, caminaba con otra familia, repitiendo los mismos gestos que usó con ellos. "Estábamos... ¿hechizados?" preguntó con la garganta seca.

Grover asintió, jadeando. "Cuatro días. ¡Cuatro días, Draco! Solo nos quedan cinco para llegar al Olimpo".

El mundo se le vino abajo. Cuatro días... ¿Perdidos? Se sintió un idiota. Se sintió como si el piso desapareciera bajo sus pies.

"Yo... escuché sus voces" susurró. Se sentía como un niño pequeño. Vulnerable. Expuso más de lo que quería.

Percy frunció el ceño. "¿Qué voces?"

"Michel, Neville. Pensé que estaban aquí. Que habían venido por mí..."

Silencio. Solo las luces brillando de nuevo, como burlándose. "Esto no es tu casa, Draco" dijo Annabeth, más suave esta vez. Aún furiosa, pero no cruel.

Draco apretó los labios. Tenía la vista borrosa. Su corazón palpitaba con fuerza. Todo lo que había sentido... la felicidad, la libertad, las risas... era falso. Una mentira hermosa.

Giró hacia Percy, quien todavía no lo soltaba. "¿Cómo saliste tú del hechizo?"

"No podía dejar de mirarte" respondió sin dudar.

Draco se quedó helado. "¿Qué?"

"Estabas riendo de una forma que no era real. Y pensé... pensé que no te vería de verdad otra vez".

Y por un instante, él quiso quedarse ahí. Quiso quedarse en ese momento, en esa frase. Pero no había tiempo.

Annabeth ya sacaba su reloj. Grover preparaba su mochila.
Y él...
Él solo asintió.

"Vamos' dijo con la voz baja, ronca.

Corrieron. Las luces del casino se volvieron frenéticas. Alarmas. Puertas automáticas. Música distorsionada. Todo explotaba detrás de ellos. Pero ellos seguían corriendo. Y Draco no se detuvo hasta que estuvo bajo el cielo real, con las estrellas brillando sobre su cabeza, y la noche tragándose toda la ilusión.

Cinco días.
Cinco días para salvar el mundo.
Y no pensaría más en quedarse.

Al menos no por ahora.

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