Draco Malfoy y los Dioses Mitológicos

Harry Potter - J. K. Rowling Percy Jackson and the Olympians - Rick Riordan
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Draco Malfoy y los Dioses Mitológicos
Summary
Draco estaba jodido en términos generales.Él no sabe el momento exacto en el cuál todo se fue a la mierda. Sólo recuerda que estaba con su Madre en Londres muggle -por favor, no le digan eso a su padre o lo matará, gracias- y apareció esa cosa con una apariencia grotesca con cuerpo delgado y alas de murciélago. Probablemente hubiera estado encantado como el fanboy que era de la Mitologia al ver a una criatura tan parecida a una furia si no fuera porque esa criatura lo estaba persiguiendo para matarlo, literalmente. No entiende porqué ningún muggle lo ayudaba -después de todo, nunca creyó en todos esos prejuicios que su padre pasaba dia y noche intentando que aprendiera- ¡y en definitiva no estaba siendo nada discreto al pedir ayuda!. Al menos que se considere que gritar a todo pulmón como una niña y empujar de todo para que esa cosa no lo encuentre sea muy discreto.Volviendo al caso del porqué estaba jodido, pues cuando intentaban escapar de esa cosa sin éxito, su madre le tiro un traslador, que tal parece estaba mal configurado, porque al final terminó cayendo desde 𝘮𝘶𝘺 alto. ¡Oh! Además puede que haya golpeado a una chica con una piedra antes de desmayarse rodeado de extraños en un campamento del cual no sabe
Note
...𝘼𝙣𝙙 𝙮𝙤𝙪 𝙬𝙖𝙣𝙣𝙖 𝙨𝙘𝙧𝙚𝙖𝙢, 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙘𝙖𝙡𝙡 𝙢𝙚 '𝙠𝙞𝙙', 𝙙𝙤𝙣'𝙩 𝙘𝙖𝙡𝙡 𝙢𝙚 '𝙗𝙖𝙗𝙮'.𝙇𝙤𝙤𝙠 𝙖𝙩 𝙩𝙝𝙞𝙨 𝙜𝙤𝙙𝙛𝙤𝙧𝙨𝙖𝙠𝙚𝙣 𝙢𝙚𝙨𝙨 𝙩𝙝𝙖𝙩 𝙮𝙤𝙪 𝙢𝙖𝙙𝙚 𝙢𝙚...
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Bienvenido al Club de los Mestizos con Daddy Issues - Call It What You Want

El ambiente en la Casa Grande era tenso. El señor D jugueteaba con una copa de vino vacía, claramente molesto por su contenido inexistente, mientras que Quirón mantenía su habitual semblante sereno, aunque sus ojos delataban preocupación. Jackson y Draco estaban sentados frente a ellos, intentando asimilar lo que acababa de ocurrir en el campo de batalla.

"Bueno, muchachos" comenzó el centauro con su tono calmado "me parece que hoy ha sido un día de revelaciones inesperadas. Tanto Poseidón como Zeus han decidido reclamar a sus hijos en el mismo momento..."

Jackson que se sento a su lado, parecía perdido, tal como si alguien le hubiera golpeado en la cabeza con una pala una y otta vez... ese parecia ser una gran posibilidad si lo pensaba bien. Él por otro lado intentaba mantener la compostura, sin embargo por dentro quería gritar, gritar, y gritar aún más, para llamar a su papá después (a Lucius, no a Zeus).

"¿Y eso qué significa para nosotros?" pregunto tratando de sonar indiferente aunque fallando en el intento.

El señor D soltó una risita sarcástica. "Eso significa niño, que ahora tienen habitaciones nuevas. Johnson, te mudas a la cabaña de Poseidón. Malfuego, la cabaña de Zeus te espera".

Jackson levantó la mano tímidamente, como si estuviera en clase.
"Pero... ¿no están vacías esas cabañas?" No, sabes, eh. Están llenas de gente.

"Exactamente" respondió el señor D, disfrutando visiblemente de su clara incomodidad. "Asi que entonces disfruten de su soledad".

Quirón carraspeó, posiblemente intentando suavizar la situación. "Entendemos que esto es un gran cambio para ambos, tómense el tiempo necesario para adaptarse. Estamos aquí para apoyarlos en lo que necesiten" Tal vez sea un pensamiento inmaduro de su parte, pero... necesita a su padre.

Se digno a asentir a pesar de que por dentro solo tenía muchas preguntas. ¿Por qué ahora? ¿Por qué Zeus decidió reclamarlo en ese preciso momento? ¿Por qué no lo hizo antes? ¿Fue solo fue para molestar a Poseidón?

Al salir de la Casa Grande, ambos chicos caminaron en silencio. Draco podía sentir la mirada de reojo de Jackson, sin embargo evitaba el contacto visual todo lo que podía. Finalmente, este fue quien rompió el silencio.

"Esto es... bastante loco, ¿no?" No. Es solo una maldita, puta, desgraciada, condenada, infeliz, jodida y molesta broma.

Se encogió de hombros, intentando parecer despreocupado. "Supongo que esta es nuestra bienvenida al club de los hijos no deseados de los dioses del Olimpo".

Él soltó una risa nerviosa. "Supongo que ahora somos compañeros de destino o algo así" eso no le gustaba mucho si se guiaba por lo que le había dicho Firenze en Hogwarts.

"O víctimas de una broma cósmica."

Se detuvieron frente a las cabañas. La de Poseidón y la de Zeus estaban una al lado de la otra, imponentes y solitarias. "Bueno, creo esta es mi parada" dijo señalando la cabaña de... ¿Su... progenitor? Seguía sin saber cómo tomarse todo esto. Y no quería ser malo con Jackson, no ahora cuando estaban en la misma situación.

"Sí... nos vemos mañana, Draco" se despidió con una sonrisa apenas visible, él ni siquiera tenía fuerzas para discutir en qué momento lo había dejado llamarlo por su primer nombre.

Le dio una última mirada pars luego dirigirse a su nueva ¿'casa'? Necesitaba a Michel y Neville... a Silena y Will tambien. Al cerrar la puerta detrás suto, se apoyó en contra de esta y dejó escapar un suspiro. La habitación estaba impecable, pero era desolada, vacía, fria. Igual que la relación con su... ¿'padre'?

"Genial. Simplemente genial..." susurró para dejarse caer en la cama, mirando directo al techo. Las sombras danzaban con la luz de la luna que se filtraba por la ventana. Sus pensamientos eran un torbellino de preguntas sin respuesta, de sarcasmos que no podía expresar en voz alta.

"¿Por qué ahora, por qué?" murmuré a nadie realmente, al vacío. "¿Por qué después de todo este tiempo decides reclamarme?" ¿Qué había cambiado? ¿O solo fue cuestión de ego y superioridad?

El silencio fue la única respuesta que obtuvo.

"Perfecto."

Cerró los ojos, esperando que el sueño lo llevara lejos de aquella realidad absurda. Sin embargo en el fondo sabía que, al despertar, todo seguiría igual de complicado.

.

Draco se despertó de golpe, sobresaltado por un sonido que no debería estar ahí. Su mente tardó un momento en ubicarse en la oscura y fría cabaña de Zeus, en recordar por qué estaba aquí y no en la cabaña de Hermes con Michel o en la Deméter junto a Neville, entre el calor de la multitud y el eco constante de voces ajenas de las respectivas cabañas. En un claro contraste, todo ese lugar era demasiado silencioso, demasido vacío, demasiado frío, demasiado muerto.

Se sentó en la cama, entornando los ojos hacia la puerta, la única entrada posible.

Otro ruido.

Un roce sutil, algo que no pertenecía a el espacio... y luego, un susurro frenético:

"Por favor, por favor, por favor, que no me fulmine con un rayo..."

Él fruncio el ceño al reconocer y a la vez no por la distancia esa voz, la confusión reemplazando su instinto de alerta. Se desliso fuera de la cama con el sigilo de alguien acostumbrado a moverse sin ser detectado (gracias, Hogwarts) y camino hasta la puerta, giró la manija y logró conseguir abrirla lo suficiente para ver una figura encogida afuera, respirando con dificultad.

"¿Neville?"

¿Neville? ¿Qué hacía allí? El aludido se estremeció y lo miró con ojos como platos.
"¡Draco!" susurró en un tono que no era ni discreto y mucho menos silencioso. "¡Abre la puerta antes de que tu papá se dé cuenta y me haga tostada humana o semidiós frito!"

A Draco le tomó un segundo procesar la imagen: su amigo Neville, en pijama, con su cabello desordenado y la expresión de alguien que había tomado la peor decisión de su vida, parado frente a la cabaña del Dios del Trueno en plena madrugada.

No pueden culparlo, ¡no pudo evitarlo! Se sintió absurdamente orgulloso de él.

"¿De verdad intentaste colarte hasta aquí?" pregunto con una gran sonrisa y abriendo la puerta por completo para dejarlo pasar. Ah, crecían tan rápido.

"Sí, bueno… ¡Tú debías dormir en la cabaña de Deméter! " se quejó este entrando con la misma cautela con la que uno se mete a la jaula de un león dormido. "Se suponía que ibas a estar ahí."

Cerró la puerta y volvió a apoyarse en ella, cruzándose de brazos. "Neville, ¿eres consciente de que acabas de desafiar a Zeus para colarte aquí en plena madrugada?" ¡Qué genial!

"Sí."

"¿Y qué te podría caer un rayo en cualquier momento por esto?"

"Sí".

"¿Además de que tenias la opción de haberte quedado en la cama como una persona cuerda y normal?"

"¡Sí, Draco, lo sé!" soltó frotándose el rostro. "Pero no podía dormir, escuché murmullos en la cabaña y en las otras, y…" exhaló bajando la voz. "Me importas".

Lo miró por exactamente dos segundos procesando eso.
"Así que decidiste que, en lugar de dormir tranquilo en tu muy cómoda cama, ibas a desafiar a los cielos y venir a verme en medio de la noche" eso era lo más romántico que habían hecho por él alguna vez.

Neville le sostuvo la mirada con esa testarudez suya que había aprendido a reconocer en el poco tiempo que lo conocía.

"Sí."

No supo qué responder por un momento. En cambio, mejor observo su expresión determinada, el ligero temblor en sus manos, la forma en que su mandíbula se tensaba como si esperara que me burlara de él.

(En momentos como esos, recordaba que a pesar de todo Neville era un Gryffindor, uno que no tenía miedo de decir que te quiere, que le importas, uno que siempre estará. Alguien que tiene la valentía que a muchos le falta para hablar sobre lo que siente con confianza).

Sin embargo Draco no podía burlarse ahora. Porque la verdad era que… él lo apreciaba.

Así que suspiro y en cambio se acercó palmeándole el hombro para luego darle un abrazo.
"Eres un idiota, Neville. Un buen idiota, uno con buen corazón, uno al que quiero y no cambiaría por nada, pero un idiota al final".

"Lo sé. Yo digo que esa fue una consecuencia de hacerme su amigo".

Rodó los ojos con diversión y lo guió hacia su cama. "Bueno, ya que arriesgaste tu vida para asegurarte de que no me haya convertido en estatua de mármol o algo así, quédate".

Él le miró sorprendido. "¿En serio?"

"No te voy a mandar de vuelta a la cabaña de Deméter en plena madrugada, no después de que desafiaras -¿a quién, a Zeus? ¿Al destino?- para venir aquí".

Se sentó al borde de la cama con torpeza y su expresión aún algo insegura. "¿Cómo te sientes?"

Podría haber soltado una broma, podría haber dicho algo sarcástico, como que se sentía 'bendecidamente maldito' por la gracia de Zeus o que ahora podría tener una responsabilidad épica sobre una profecía de la que no quería formar parte. Pero luego de todo lo que habia pasado en apenas unos minutos, estaba demasiado cansado para fingir frente a su amigo.

Draco se dejo caer de espaldas en la cama, mirando el techo el cual parecía ser lo más importante para él últimamente.

"No lo sé. Quiero a mamá, quiero a papá, quiero dormir, quiero gritar, quiero demasiado, no quiero nada"

Neville se acomodó a su costado sin tocarlo, aunque lo suficientemente cerca para que su presencia fuera reconfortante.
"Si quieres hablar de eso…"

"Yo... creo qud no quiero, no ahora al menos" respondió con lo que le quedaba de fuerzas.

"Está bien" respondió para comenzar a acariciarle el cabello. Ambos se quedaron en silencio. Afuera, había una tormenta que se agitaba en el cielo con nubes pesadas cubriendo las estrellas.

"No debiste venir" hablo después de un rato, con voz baja. "Esto pudo salir muy mal, fue peligroso. Sé que eres un Gryffindor, pero tú debes tener más instinto de supervivencia que los Mosqueteros de Oro, no quiero que te suceda algo".

"Lo sé."

"Pero me alegra que lo hicieras."

Neville sonrió un poco, girando la cabeza hacia abajo para mirarlo fijamente a los ojos.

"Eso pensé."

Soltó un resoplido y terminó por volver a cerrar los ojos junto a la compañía de su amigo.

Y aunque no había pasado mucho tiempo ahí, por primera vez desde que entró, Draco podía decir que el vacío de la cabaña no se sentía tan pesado.

.

Si había algo que realmente detestaba en esta vida, además del café descafeinado y la gente que cree que Taylro Swift está sobrevalorada, era que lo ignoraran. Y, al parecer, el Campamento Mestizo entero había decidido ponerse de acuerdo en un nuevo y emocionante reto: "¿Qué pasaría si ignoramos al hijo de Zeus como si no existiera?"

Aparentemente, la respuesta era que no pasaba nada.

Al principio no lo notó. Estaba demasiado ocupado lidiando con el hecho de que, después de doce años de feliz anonimato, Zeus había decidido reclamarlo de la manera más ridículamente dramática posible. Lo de los truenos y la luz cegadora, muy original, de verdad. Para un dios con milenios de existencia, parecía tener la creatividad de un niño de cinco años con luces LED. (Sí, decidió que tomaría todo esto de una forma más pasivo-agresiva, gracias por notarlo).

Pero después de los primeros días, empezó a notar el patrón.

Primero, la cabaña de Afrodita. Antes, cada vez que entraba ahí -porque, oh sorpresa, seguía sintiendose parte de esa cabaña, ya que toda su vida había sido hijo de Narcissa Malfoy y era amigo de Silena además de que se llevaba bien con las chicas, y punto-, recibía miradas, suspiros y de vez en cuando uno que otro intento descarado de tocarle el cabello (sí, se peina solo, gracias). ¿Sin embargo ahora? Ahora cada vez que iba, era como si de repente se hubiera activado un hechizo de detección de basiliscos y todos le evitaban la mirada como si temieran que fuera a petrificarlos, a pesar de que no supieran lo que era un basilisco. Excepto Silena, claro. Aunque incluso con ella, las cosas se habían complicado. En lugar de encontrarse en la cabaña, tenían que verse en los establos o en algún rincón apartado, como si fuera parte de una mafia mítica y su nuevo estatus divino fuera un asunto delicado que debía manejarse en secreto.

Segundo, los del club de voleibol. Ah, eso sí le dolió. Antes de su 'maravillosa y espontánea ascensión al Olimpo' de los problemas parentales, podía contar con ellos para un partido decente, algo de competencia sana y la ocasional charla sobre lo absurdo que era el campamento. Y ahora... nada. Cero. Como si de repente lo hubieran degradado de armador estrella a espectador indeseado, y a Michel igual, así que con una pelota jugaban solamente ellos dos. Eso lo dejo con un bajón por un tiempo, el deporte había sido un escape antes, y ya no le tenía... simplemente dolió.

Tercero, Luke.

Luke estaba… raro. Y no raro en el sentido de "oh, este chico tiene demasiados sentimientos en contra de medio campamento y no sabe qué hacer con ellos y por eso lo esconde con una sonrisa", que era su estado natural. No, esto era un raro diferente. Algunas veces lo ignoraba por completo, como si Draco fuera un simple extra en el Gran Drama de Perseus Jackson, y otras pasaba cada maldito segundo a su lado como si fuera una garrapata rubia. Por supuesto, no podía preguntarle qué demonios le pasaba sin sonar como una novia despechada, así que se limitaba a seguirle el juego y fingir que no le molestaba.

Y finalmente, Jackson.

El niño de Poseidón parecía estar atrapado en una especie de dilema existencial cada vez que lo veía. Había momentos en los que parecía querer hablar con él, como si estuviera acumulando el coraje para decirle algo, pero justo cuando abría la boca, algo lo detenía. Como si hubiera una fuerza mística impidiéndole formar palabras en su dirección. Lo cual era francamente exasperante.

Así que ahí estaba él, aparentemente una anomalía social, con la única excepción de Michel, Neville y Will, que al menos seguía tratándolo como un ser humano cuando le curaba las heridas. Gracias, Will, al menos alguien aquí tiene un mínimo de decencia.

Aun así, todo esto dejaba una pregunta en el aire: ¿qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Esperar a que se les pasara el hechizo de invisibilidad selectiva? ¿Patear la puerta de la Casa Grande y exigir respuestas? ¿Hacer una entrada dramática en la fogata con música de fondo solo para ver quién lo miraba primero?

Porque, honestamente, el silencio empezaba a ser más irritante que cualquier enfrentamiento directo.

Y Draco odiaba ser ignorado.

.

El filo de la katana cantó al chocar contra la lanza de Clarisse. El sonido del metal resonó con un eco agudo en la arena de entrenamiento, ahogando cualquier otro ruido a su alrededor. No había gritos de espectadores, no había aplausos, solo el silbido del viento y el estruendo de sus armas al encontrarse una y otra vez en un duelo que ninguno de los dos estaba dispuesto a perder.

Ella se movió rápido, con la brutalidad eficiente que siempre la caracterizaba. No tenía paciencia para juegos o fintas innecesarias. Su lanza se lanzó hacia su costado izquierdo, buscando una apertura. Él giró sobre su eje, desviando la estocada con un golpe seco de su katana. El impacto le vibró en los brazos, sin embargo lo ignoró.

Porque ya no estaba peleando solo contra ella.

Estaba peleando contra el vacío que había dejado la indiferencia de los demás. Contra la forma en que la que todo el maldito campamento lo miraba de arriba abajo, como si fuera un extraño, como si su piel ya no encajara en su mundo de perfección. Contra el silencio del club de voleibol, el dolor sordo de perder algo tan simple como una rutina, un espacio donde se sentía seguro, el cual disfrutaba, uno en donda podía ser Draco Malfoy sin necesidad de títulos divinos o profecías estúpidas.

Estaba peleando contra Luke, contra su presencia intermitente, contra la manera en que a veces lo ignoraba y otras veces lo trataba como si fueran las únicas dos personas en el campamento. Contra Percy Jackson y su maldito dilema existencial, su actitud de "quiero hablarte, pero no sé si debo".

Estaba peleando contra Zeus.

"¡Concéntrate, Malfoy!" gruñó Clarisse, lanzando un golpe ascendente que apenas y logró esquivar.

Bajo la katana en un arco feroz, obligándola a retroceder. Su lanza bloqueó el ataque, pero la fuerza del golpe la hizo trastabillar. "¡Estoy concentrado!" escupio más para convencerae a sí mismo que a ella.

Su respiración era pesada, su pecho subía y bajaba con cada inhalación. Pero no se detuvo. No podía detenerse.

Avanzo con una serie de cortes rápidos, cada uno con la intención de aplastar, de romper, de desgarrar. Clarisse gruñó y se defendió con la misma fiereza, aunque por primera vez en mucho tiempo, vio un destello de duda en sus ojos.
"¿Qué demonios te pasa hoy?" preguntó, sin embargo él no le respondió.

En su lugar, apretó aún más los dientes y arremetió de nuevo, con sus movimientos volviéndose más salvajes, más letales. Porque esto no era un simple entrenamiento.

Era un grito de guerra.

Cada choque de sus armas era una protesta contra los dioses, contra el destino que le habían impuesto, contra el peso de una profecía que ni siquiera sabía si le pertenecía, pero que aún así le presionaba los hombros.

Su katana descendió con un tajo devastador, arrancando astillas del mango de su lanza. Clarisse retrocedió y dejó escapar una carcajada áspera.

"Así que así es como quieres jugar, ¿eh?"

Y entonces, contra toda lógica, Draco sonrió.

Porque en ese momento, ella no lo estaba ignorando.

Lo estaba viendo, lo estaba sintiendo. No como "el hijo de Zeus", no como "el maldito profetizado", sino como Draco Malfoy, el que era antes, el que fue siempre. El que seguía siendo.

Y eso, eso era suficiente para seguir peleando.

...

Dormir ya no era un refugio.

Desde que su vida se había convertido en un juego de voluntades entre mortales, monstruos y dioses, descansar se sentía más como una obligación biológica que como un placer. Sin embargo el cansancio pesa incluso sobre los huesos de un semidiós, y esa noche, después de otro día de miradas esquivas y silencios incómodos, su cuerpo cedió al agotamiento.

El sueño lo atrapó sin aviso. No en un remanso de tranquilidad -por supuesto que no, eso hubiera sido demasido bueno-, sino en una caída libre hacia lo desconocido. El suelo bajo sus pies no era la madera de su cama, ni la hierba del campamento. Era mármol, frío y brillante, como si lo hubieran pulido hasta borrar cualquier rastro de impureza. El aire olía a tormenta, a electricidad estática en el borde de un relámpago que aún no caía. Y ahí, parado frente suyo con la solemnidad de una estatua viviente, estaba él.

Zeus.

Por un momento, Draco se quedó en silencio. No porque estuviera impresionado (los dioses siempre encontraban formas dramáticas de presentarse) en cambio fue más bien porque no entendía. ¿Por qué ahora? ¿Por qué después de todo este tiempo, después de haberlo dejado vagar entre dos mundos sin guía ni palabra alguna, decidía aparecer?

Intento buscar respuestas en su rostro, pero Zeus no era un dios que dejara traslucir sus pensamientos. Su mirada lo recorrió de arriba a abajo con la misma expresión impasible con la que un escultor evaluaría un bloque de mármol antes de tallarlo. Había algo en sus ojos que no supo descifrar al instante. No era enojo, ni orgullo. Era algo más... calculador.

"Así que finalmente nos encontramos" su voz no era un estruendo, ni un rugido divino, era algo peor. Seria. Serena. Como un trueno contenido en la garganta de la tormenta, esperando el momento exacto para estallar.

"¿Finalmente?" repitió cruzándome de brazos con lentitud. "Disculpa si no salto de la emoción, ya que esperaba que, no sé, tal vez una carta de presentación hubiera sido un buen comienzo".

Nada. Ni una mueca de molestia ante su sarcasmo.

"Eres fuerte" dijo, con la misma neutralidad con la que uno declararía que el cielo es azul o que el fuego quema.

"Gracias, supongo" aunque no específicamente por tí, respondio alzando una ceja. "Aunque algo me dice que no bajaste desde tu divino pedestal solo para elogiar mis habilidades con la katana" a él no lo engañaba. No era un ingenuo Hufflepuff para sus jueguitos.

Fue entonces que la escena cambió.

La brisa cargada de electricidad se disipó, el mármol desapareció de bajo sus pies y de pronto se encontró en un lugar más alto, más vasto. El Olimpo. No el de los cuentos y mitos, no el de las historias grandiosas donde los dioses festejan en banquetes eternos. No. Este Olimpo estaba vacío. Sus columnas se alzaban como guardianes mudos de un imperio sin vida. No había risas, ni música, ni huellas de grandeza. Solo un trono colosal de oro y bronce en el centro, y un eco de algo que no debería sentirse en el reino de los inmortales.

Ausencia.

Hasta que hubo algo.

Un pino.

Ese fue el preciso momento en el que lo entendió.

Entendio el porqué de su mirada, entendió lo que el Dios realmente veía cuando lo observaba.

No era su hijo lo que miraba.

Era un reemplazo.

De Thalia.

(Él ya  la conocía, Luke le había hablado alguna que otra vez de ella. Draco mismo había ido a ver el pino el día luego de su reclamación, intentando encontrara algo de consuelo en ella)

No había retratos de ella en ese Olimpo vacío, y sin embargo su sombra estaba en todas partes junto a ese árbol. En la forma en que Zeus le escudriñaba, en la forma en que sus palabras sonaban más como una evaluación que como un reconocimiento.

No lo veía como Draco Malfoy, no lo veía como alguien con voluntad propia, con ambiciones, con identidad. Él lo veía como una posibilidad.

Como todo lo que ella pudo haber sido.

Zeus avanzó un paso, la distancia entre ambos disminuyendo como una amenaza sutil. Su presencia era imponente, no porque irradiara ira o poder en bruto, fue porque era absoluta.

"Has demostrado ser digno. Eres fuerte, más de lo que esperaba, de lo que nunca espere de alguien como tú. Más de lo que muchos aquí quisieran aceptar" su voz se hundió en un tono más bajo, más introspectivo. "Más de lo que ella llegó a ser." Y eso lo dijo con la certeza de alguien que no dudaba de sus palabras.

No "más de lo que ella fue".

Más de lo que ella llegó a ser.

Como si hubiera sido una promesa inacabada. Como si Draco fuera la corrección de un error.

Algo dentro suyo se torció.

Porque por más que él mismo había hecho bromas sobre lo inconveniente y no a la vez que era tener a un Dios tan poderoso como Zeus como progenitor, por más que fingiera que no le importaba la constante necesidad de demostrar que no era solo un hijo prohibido con una profecia, por más que repitiera que los dioses nunca habían sido figuras paternales para nadie...

Sus palabras le dolieron.

Porque no hablaba de amor, no hablaba de orgullo paternal, no hablaba de redescubrimiento o de algún tipo de vínculo que nunca se formó.

Hablaba de poder.

Del poder que veía en él. Del poder que le recordaba a Narcissa Malfoy, su madre, la mujer que nunca pudo poseer por completo. Del poder que quería reclamar para sí, porque al final del día, eso era todo lo que le importaba.

No él.

No su hijo.

Solo el poder.

Sintió el peso de su mirada como una sombra envolviéndolo, como un destino sellado en mármol. Pero lo que Zeus no entendía, lo que nunca entendería, era que él no era un molde a su medida. No era la pieza faltante de su tablero de ajedrez.

Era Draco Malfoy.

Y no sería el hijo de nadie más que de Lucius Malfoy, el único hombre que lo había amado sin exigencias, sin cálculos, sin la necesidad de convertirlo en algo más de lo que ya era. El único hombre que estuvo dispuesto a cambiar para aceptarlo, para quedarse junto a él. Al único que tenía derecho a llamarlo su hijo.

Respiró hondo, sintiendo la furia burbujear dentro del pecho como una tormenta contenida. "Si crees que puedes moldearme en lo que tú quieres" su voz no tembló, no cedió " entonces déjame decirte algo, Zeus" la palabra salió con la misma frialdad con la que él lo había mirado. "No soy un maldito repuesto, no soy una maldita ficha en tus juegos".

Zeus no dijo nada. No hizo ningún gesto, ni de aprobación ni de enojo. Solo lo miró.

Y el sueño terminó.

Cuando Draco despertó  la cabaña estaba en completo silencio. Solo su respiración agitada rompía la quietud de la noche.

Había algo en su pecho, un peso que no era físico pero que sentía como si le hubiera golpeado un rayo en el alma. Porque por más que supiera la verdad, por más que se dijera a mí mismo que tenía amigos que lo querían, que tenía un verdadero padre que siempre había estado ahí para él…

Las palabras de Zeus seguían quemando en su mente.

.

La mañana no le trajo paz.

No esperaba que lo hiciera, sin embargo tenía la absurda y muy estúpida esperanza de que al menos le diera un respiro. Un maldito respiro. Pero no. El peso del sueño seguía prensado contra su interior, como una sombra que se negaba a disiparse. Se sentía entumecido, no solo por el cansancio, también por la certeza de que lo que fuera que Zeus le había querido decir no terminaba ahí.

Lo sentía en el aire.

Algo se avecinaba.

Y por alguna razón, tenía la desagradable sensación de que no le gustaría mucho descubrir qué era.

"Draco..." lo llamo su amigo. "Tenes que ir a la Casa Grande". Michel lo miraba con los brazos cruzados, el ceño fruncido en algo entre preocupación y más preocupación. Neville estaba detrás de él, con la cara de quien acaba de ver su vida pasar frente a sus ojos. Draco se tomó un segundo para darse cuenta de que él era la causa de esa expresión.

"... ¿Perdón, qué?" pregunto porque claramente había escuchado mal.

"Quirón quiere verte. Grover y Jackson están ahí también" repitió este con la paciencia de quien ya se olía que se iba a negar -y si, lo iba a hacer, no quería ir directo a su muerte-.

"Bueno, eso es genial. Me alegra que Quirón quiera verme, pero ¿y si mejor le mandamos una carta? O un mensaje de humo, considerando que ahora soy el hijo favorito de Zeus" bromeó con su mejor sonrisa.

Neville soltó un ruidito que sonó demasiado a "por favor no hagas enojar a los dioses más de lo necesario". Michel, en cambio, lo miró como si pudiera leerle la mente.

"Draco".

"Michel".

"Tienes que ir."

"¿Y si no quiero?"

"Pues te jodes" como lo amaba, eh.

Suspiro de forma dramática dejándose caer en el tronco de un árbol. El cielo estaba gris, y el aire tenía ese olor a tormenta que últimamente lo seguía a todas partes. Genial.
"No me gusta esto" hablo más para él que para ellos.

"A nadie le gusta esto" Michel rodó los ojos. "Y a pesa de eso no puedes huir para siempre" buu, aveces olvidada que su amigo era un Ravenclaw. Y esas veces le decía las cosas que no quería, pero necesitaba escuchar. Eso tampoco significaba que le gustara.

"¿Qué tal si lo intento?" probo porque nunca está de más explorar opciones.

"Entonces probablemente termines electrocutado antes de salir del campamento" explico con la voz más tensa de lo normal. "Y luego yo tendré que explicarle a mi madre y a tu papá adoptivo por qué su hijo terminó frito como un maldito pollo rostizado".

Draco se quedó en silencio, porque lo peor era que tenía razón.

Por alguna razón de la que no sabe, Zeus ya estaba de mal humor con él, y estaban encontrándose con aires de tormenta cada vez que respiraba. Si intentaba escaparse, probablemente terminaría como la versión mágica de un pararrayos.

"Ugh. Está bien. Pero si muero, quiero que mi epitafio diga 'Aquí yace Draco Malfoy, víctima de un donante de experma con exceso de ego'."

"Lo consideraremos" hablo Neville con una sonrisa ladeada.

Él se puso de pie, sacudiéndose la ropa con dramatismo innecesario. "Está bien, ustedes ganan. Iré, aunque solo porque me gusta molestar a Jackson, no porque crea que esta reunión es una buena idea" porque no era buena idea.

Michel le palmeó el hombro. "Ese es el espíritu. Ahora ve".

"Sí, sí. Nos vemos después, creo. Si sobrevivo".

Draco se dio la vuelta, caminando en dirección a la Casa Grande con toda la energía de un condenado a muerte.

Porque si algo había aprendido en este campamento, era que cuando los dioses empezaban a meterse en tu vida, las cosas solo podían ir cuesta abajo.

.

¿Podemos hablar de lo incómodo que es cuando un dios amenaza con asesinarte en la primera reunión formal?

"Bueno, bueno" hablo el señor D sin siquiera levantar la cabeza. "Nuestras pequeñas celebridades". Espero. Porque, por supuesto, siempre hay más veneno en sus palabras. "Acérquense" ordenó Dionisio, con la misma energía de alguien a quien le obligaron a ir a trabajar un lunes por la mañana. "Y no esperen que me arrodille ante ustedes mortale, sólo por ser el hijo del viejo Barba-percebe y del viejo de los rayitos enojon". Un relámpago iluminó la habitación, seguido de un trueno que hizo temblar las ventanas. "Bla, bla, bla" bufó este, con el nivel exacto de respeto que esperaba.

Quirón fingió estar más interesado en sus cartas que en la amenaza de muerte casual que acababa de flotar en el aire. Grover, en cambio, decidió que su mejor estrategia de supervivencia era convertirse en un mueble. Lo veía parapetado tras la balaustrada, sus pezuñas inquietas golpeando el suelo. El señor D suspiró como si estuviera perdiendo su valioso tiempo (sí, porque obviamente el dios del vino tiene una agenda ocupadísima.)

"Si de mí dependiera, haría que sus moléculas se desintegraran en llamas" anunció, con la naturalidad de quien está discutiendo qué ordenar para cenar. "Luego barreríamos las cenizas y nos evitaríamos un montón de problemas."

Aww, que encantador.

"La combustión espontánea es una forma de daño, señor D" señaló Quirón con paciencia.

"Tonterías. Ninguno de ellos no sentiría nada".

"Oh, qué consuelo" murmuró.

El señor D le ignoró, porque, claro, es un simple mortal y él es un dios con prioridades. Como deshacerse de él.

"He accedido a contenerme" continuó, como si eso le doliera en el alma. "Estoy pensando en convertirte en delfín y devolverte a tu padre" señaló a Percy. "Y a tí en un águila o una paloma, pero creo que tú me atormentadas y te harías popo en mi cada que pudieras" tenía razón en algo al menos.

"Señor D…" el centauro intervino con ese tono de voz que los adultos usan cuando un niño está a punto de hacer algo estúpido.

"Bueno, vale" este agitó la mano con desgana. "Sólo hay otra opción, aunque es mortalmente insensata".

Porque claramente la opción "ser transformado en delfín y en un águila o una paloma" es la alternativa razonable.

El señor D se puso en pie. Las cartas invisibles de la mesa cayeron al suelo, como si un jugador fantasma acabara de perder su apuesta. Se sacó una carta de la manga, la transformó en un pase de seguridad y luego chasqueó los dedos. Y, con eso, el dios del vino se evaporó en una brisa con olor a uvas recién pisadas.

"Bien, eso fue educativo" hablo cruzándose de brazos. "¿Alguien me explica qué demonios fue eso?"

Quirón le dirigió una mirada cansada. "Siéntense Percy, Grover, Draco. Por favor"  Grover y Jackson se sentaron. Él también, aunque más por la confusión que por la cortesía. El centauro dejó sus cartas sobre la mesa con un suspiro. "Dime, Percy, ¿qué pasó con el perro del infierno?"

Frunció el ceño, ¿perro del infierno? ¿En qué momento se había perdido eso?

Jackson en cambio se removió en su asiento. "Me dio miedo" admitió. "Si usted no le hubiera disparado, yo estaría muerto" no entendía lo que estaba pasando, sin embargo parecía interesante.

"Vas a encontrarte cosas peores, Percy, mucho peores, antes de que terminen" ¿terminen? ¿En plural? "Draco y tú".

¿Saben algo? Esta difícil ignorar a alguien cuando la vida los pone una, y otra, y otra, y otra vez juntos a pesar de todo.

"Terminen… ¿qué?" preguntó Jackson, aunque él ya tenía un mal presentimiento.

"Su misión, por supuesto. ¿La aceptarán?"

La expresión de Draco pasó de ligeramente confundido a totalmente indignado. "Perdón… ¿misión?"

"Señor, aún no me ha dicho en qué consiste" intervino el chico lo cual, sorprendentemente, era una muy buena pregunta.

Quirón hizo una mueca. "Bueno, ésa es la parte difícil… los detalles."

"Claro que sí" bufo. "Porque mandar a adolescentes con problemas emocionales en una misión suicida sin información es lo más lógico".

Él lo ignoró, como si su sarcasmo fuera un ruido blanco en el fondo de la conversación. Lo cual, para ser honesto, era un poco insultante si se lo preguntaban.

Afuera, el cielo se oscurecía. El aire se sentía denso, pesado, con esa energía eléctrica que precede una tormenta.
"Poseidón y Zeus están luchando por algo valioso…" murmuró Jackson. "Algo que han robado, ¿no es así?"

Sus manos se tensaron sobre la mesa. Quirón y Grover intercambiaron miradas incómodas. "¿Cómo sabes eso?" preguntó el centauro.

Jackson se removió en su asiento una vez más. "El tiempo ha estado muy raro desde Navidad, como si el mar y el cielo libraran un combate. Después hablé con Annabeth, y ella había oído algo de un robo. Y… también he tenido unos sueños" ¿qué acababa de decir?

Se reclino en la silla, sintiendo un peso en el pecho. Oh, no, no, no, no. Eso no es buena señal...

"Oh, mierda".

"¡Lo sabía!" exclamó Grover al final.

"Cállate, sátiro" ordenó Quirón, con la paciencia de quien ha lidiado con demasiados adolescentes en crisis.

Él apenas los estaba escuchando. Su cerebro seguía repitiendo las palabras de Jackson tratando de encontrar alguna lógica en todo esto.

Zeus y Poseidón. Un robo. Una guerra.

Y Zeus… queriéndolo en la misión.

La incomodidad le recorrió la espalda como una corriente eléctrica. "Okay, retrocedamos un momento" dijo levantando una mano. "Primero: qué carajo. Segundo: ¿qué carajo? Y tercero, por si no quedó claro… ¡¿qué carajo?!"

"Si me dejas explicar…" comenzó Quirón.

"Oh, por favor, adelante, no puedo esperar para escuchar cómo esto tiene sentido." Él no quiere ir a una misión, su destino en la vida es ser el personaje lindo de fondo del que todos hablan, no el compañero del héroe que puede morir, gracias.

"El Rayo Maestro de Zeus ha sido robado" anunció Quirón, como si eso fuera una información casual, del tipo "la cena está lista".

Se llevo una mano a la cara. "Por supuesto. Porque si vamos a robar algo, que sea un arma de destrucción masiva" conociendolo de solamente un sueño, Draco sabia lo que este Dios pensaria.

"Esto es serio" insistió el centauro.

"Sí, ¿sabes qué más es serio? Mi alergia a la muerte prematura".

"Espera" interrumpió Jackson, frunciendo el ceño. "¿Por qué nos están diciendo esto a nosotros?" Porque están locos.

"¡Buena pregunta!" exclamó señalándolo. "Primera vez que estoy de acuerdo contigo, Jackson. En definitiva nada tiene sentido".

Quirón suspiró, como si deseara estar en cualquier otro lugar. "Porque Zeus cree que ustedes dos tienen algo que ver".

Jackson y Draco se congelaron a la vez. Una cosa es saberlo, otra que te lo digan.

Ambos se miraron.

Sus ojos se encontraron.

La tensión en el aire era ridícula.

No la clase de tensión "voy a golpearte en la cara".

La otra.

La peor.

Jackson fue el primero en reaccionar. "Espera, espera, ¿qué? ¿Yo? ¿Él?" No reconocía el tono de su voz.

"Sí, no. No, gracias" hablo al mismo tiempo. "Paso" iba a tener un picnic con Neville y Will en la tarde, además de que se tenia que ver con Silena.

"Draco…" comenzó Quirón.

"No, en serio, paso. Lo cual es una opción, ¿cierto? Porque no recuerdo haber firmado un contrato de 'morir por los dioses al segundo verano en el campamento'."

"Si no encontramos el rayo antes del solsticio de verano, habrá una guerra entre los dioses" explicó Quirón. Y qué se jodan los Dioses entonces. Draco sabía que no podía decir eso. Era tonto, no suicida.

"Entonces que busquen a un adulto responsable".

"Los dioses creen que tú y Percy son los indicados para esta misión."

"¿Y si los dioses saltan de un puente, yo también debo hacerlo?"

Jackson por primera vez lo fulminó con la mirada, no lo miró con esa carita de cachorro o indecisión. No. Fue algo totalmente diferente. "¿No se supone que eres hijo de Zeus? ¿No es tu padre el que está lanzando relámpagos histéricos porque perdió su arma?"

"Sí, y créeme, eso solo hace que quiera menos meterme en esto."

"Eres increíblemente egoísta" hablo como si no se lo pudiera creer. Ah, descubrió América el nene.

"¡Oh, lo siento! ¿Se supone que debo estar emocionado porque mi padre ausente y emocionalmente inepto me quiere en una misión suicida?"

Los ojos de Jackson chispearon con furia, sin rastro alguna de sus miradas anteriores.

Por alguna razón, eso lo hizo sentir…

… demasiado caliente.

De todos modos se inclinl sobre la mesa, acercándose sin pensar.
"Si estás tan emocionado por ir" murmuró ", ¿por qué no lo haces solo?"

Jackson no se apartó.
Sus rostros estaban a centímetros.
La tormenta afuera rugió con más fuerza.

Quirón carraspeó.

Se separaron al instante.

Grover se removió en su asiento, mirándolos con nerviosismo. "Ehm, chicos…"

Draco ignoró el ardor en sus mejillas mientras que Quirón se aclaró la garganta.

"El Oráculo tomará la decisión final."

Se hundio aún más en la silla.

Porque, con su suerte, eso significaba que estaba jodido.

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