Draco Malfoy no es solo una cara bonita

Harry Potter - J. K. Rowling Percy Jackson and the Olympians - Rick Riordan
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Draco Malfoy no es solo una cara bonita
Summary
¿Qué pasaría si Lucius sin darse cuenta se enamora de una Diosa? ¿Y si tienen un hijo?¿Qué pasaría si esa Diosa fuera Afrodita? Los Panteones no pueden cruzarse, porqué hay una profecía en su nombre.Una Profecía sobre el hijo de un Mago y una Diosa. Una Profecía que podría cambiarlo todo....O solo como Draco Malfoy es el hijo de Afrodita... y cambia muchas cosas con su intervención. ○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●○●Hola! Esta va a ser una historia diferente a la otra con temática similar que tengo en mi perfil, ¿por qué? Simple, no quiero hacer de Luke un villano ni antagonista.Así que alguien tiene que ocupar su lugar.Es una historia con inicio lento, como siempre, pero igual espero que les guste.M. S. C
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Bad

HUFFLEPUFF!"

El Gran Comedor se quedó en silencio. No de esos silencios cómodos, no de esos tipo 'ah, qué lindo, qué paz', sino de esos que te dan escalofríos y te hacen sentir como si hubieras dicho algo terriblemente vergonzoso en voz alta. Como cuando preguntas por el abuelo en una reunión familiar y resulta que murió hace tres años.

El Sombrero Seleccionador ni siquiera había dudado. Solo gritó su destino con una convicción impresionante, como si estuviera anunciando el final de una guerra. Y ahí estaba Draco, sentado en la banqueta, con la cabeza inclinada hacia adelante, esperando a que su alma abandonara mi cuerpo.

Silencio. Miradas. Más silencio.

¿Un Malfoy en Hufflepuff?

A decir verdad, no le importaba, ¿por qué habría de hacerlo? Él no había crecido en Hogwarts u en el mundo mágico con todas esas ideas de "mi familia ha estado en X casa por generaciones". En el Campamento Mestizo no te ponían en una cabaña según el historial de tu apellido, sino según quién te había engendrado en una muy posible borrachera divina. Así que, en teoría, esto no debería de afectarle.

El problema era que sí iba a afectar a otros.

Ejemplo número uno: la profesora McGonagall.

Podía sentir su mirada taladrándole el cráneo, como si estuviera intentando ver todo su árbol genealógico en busca de alguna explicación para lo que acababa de pasar. A Draco no le sorprendería que en este momento estuviera reconsiderando toda su vida, deteniéndose en el mismo lugar hace unos años con la Selección de su tío Sirius.

Ejemplo número dos: los estudiantes.

De reojo, vio cómo los de Slytherin tenían expresiones de puro asco y horror, como si acabaran de ver a alguien echarle leche a un vaso de jugo de naranja. En Gryffindor, en cambio, había gente que lo miraba como si acabara de confesar que le gustaban los abrazos y los cachorritos -cosa que sí le gustaban, aunque ellos no lo supieran-.

Se levantó con toda la dignidad que le quedaba y se sacudió la túnica, listo para dirigirse a la mesa de Hufflepuff. Pero no había dado ni tres pasos cuando una voz que conocía demasiado bien lo detuvo.

"¡¿A donde crees que vas?!" Lavender se puso de pie en la mesa de Gryffindor, señalándolo con un dedo acusador. "Ven aquí ahora mismo".

Oh, no. "Lav..."

"¡Ahora!" insistió sin darle espacio para negociar.

¿Saben qué? Mejor ni lo intentaba.

Suspiro. Paso uno, paso dos, y ya estaba en la mesa de Gryffindor. Lavender ml hizo sentarse al lado de ella con la precisión de alguien que había organizado toda esta escena en su cabeza semanas antes. Se cruzó de brazos y lo miró fijamente, con el ceño fruncido.
Él solo quería ir a mi mesa y comer en paz ¿era mucho pedir?

"¿Explicación?" exigió, sin rodeos.

"¿Sobre qué?" Miente, miente y miente. Oculta, oculta, oculta hasta que te descubran y... bueno, ya no recordaba más de ese refrán.

"No te hagas el tonto. Primero, ¡Hufflepuff! Ambos perdimos la apuesta, y segundo, ¿dónde demonios estabas, Dracl?" Su amiga golpeó la mesa con las manos con una fuerza que lo hizo saltar. "Me abandonaste. ¡Desapareciste del mapa como si te hubieras evaporado!" Bueno... si Hades no fuera el mejor de sus hermanos pudo haberlo evaporado en el Inframundo, aunque pensándolo bien decirle eso no sería muy inteligente de su parte.

"Fui a Estados Unidos... y me quede allí, siempre lo estuve, ya sabes" empezo a decir tratando de encontrar una excusa decente.

"Sí, sí, eso ya lo sé" lo interrumpió rodando los ojos. "Lo que quiero saber es qué hiciste allá. Porque resulta que vi noticias de ti.

Demonios. "¿Qué noticias?"

"Sí, querido. Noticias. Imágenes de ti con Annabeth y dos chicos raros en cosas nada normales. A menos que incendiar un autobús y escapar de la policía sea considerado algo normal".

Oh, por el amor de todos los dioses, había olvidado ese pequeño e insignificante detalle.
Lavender lo miraba con la intensidad de alguien que estaba a punto de lanzar una investigación criminal.

"Puedo explicarlo" mintio sin tener la menor idea de cómo.

"Más te vale".

Ambos se quedaron en un breve enfrentamiento visual. Era como un duelo de miradas sin varitas. Solo sus pupilas contra las suyas, en un intento desesperado por no sucumbir ante su poder de "amiga de la infancia que sabe tus puntos débiles que te matará por ignorarla".

Draco ya estaba buscando mentalmente una salida de emergencia cuando, como si el universo supiera que necesitaba ayuda, una chica morena con una gran melena oscura decidió hacer su entrada.

"Amiga cálmate, lo estás asustando" hablo con una risa, sentándose junto a ella.

"No estoy asustado" se apresuró a decir.

"Sí lo estás" replicó Lav, sin siquiera mirarlo. "Draco, te presento a mi amiga, ya te he hablado de ella antes, Parvati Patil".

"Oh, si que me has hablado de ella" dijo porque sí, su amiga le habia platicado tanto que básicamente ya se conocian. O, bueno, él la conocía de todas las cartas de Lavender que tenían como tema principal a la chica. "Parvati esto, Parvati aquello, ¿ya te he dicho como el cabello de Parvati estaba hermoso hoy?".

"¡Yo no escribí eso!" Se excuso. "Ni al menos de esa forma" hizo un puchero.

"Ajá, y yo soy hijo de Zeus" bufo cruzándose de brazos.

Parvati soltó una risita y le dio un codazo a la chica que fingió indignación.
"Cállate Dray. Tenemos cosas más importantes de qué hablar".

"¿Más importantes que tus cientos de cartas sobre Parvati?"

"Sí, querido, mucho más importantes".

Sin embargo antes de que pudiera seguir torturándolo, un estruendo sacudió el Gran Comedor. Draco giró la cabeza en dirección al sonido y ahí estaban.

Pecas y Gafitas.

También conocidos como los dos niños que intentaron secuestrarlo en el cielo hace unas horas.

"Oh, por el amor de Afrodita..."

El mismo auto azul volador que recordaba estaba chocado contra un árbol gigante que debería ser el Sauce Boxeador y la mitad de Hogwarts gritaba como si nunca hubieran visto un intento de homicidio vehicular.

La profesora McGonagall parecía estar reconsiderando su vida por segunda vez en la noche.
"¡Todos a sus habitaciones!" ordenó con su voz cortando el aire.

"No creas que te libras de mí, Draco" le susurró Lavender señalándol con el dedo. "Hablaremos, mucho. Y me contarás todo... ¡buenas noches!"

"Sí, sí, lo que digas, Lav" murmuró en respuesta sintiendo la energía abandonarlo.

Y así, después de una noche de revelaciones, miradas inquisitivas y ser salvado, Draco se dirigio a la mesa de Hufflepuff, donde sus nuevos compañeros lo observaban con la misma expresión con la que miras a un unicornio rosa haciendo trucos extraños.

Genial.

Al parecer esta era su bienvenida a Hogwarts.

.

La vida es cruel.

No solo lo habían metido en una casa que, según las miradas de los demás, parecía incompatible con su ADN Malfoy, sino que también ahora tenía que caminar por los pasillos de Hogwarts bajo el escrutinio de todo el mundo.

Y no era paranoia.

Cada tres segundos sentía miradas sobre él. Algunas disimuladas, como si la gente intentara ser sutil, y otras completamente descaradas, con los estudiantes girando la cabeza como lechuzas para seguir viéndolo mientras pasába.

Los de Slytherin lo miraban como si hubieran descubierto que utilizaba un tenedor en lugar de varita para hacer magia. Los de Gryffindor parecían debatirse entre "¿deberíamos reclutarlo?" y "¿nos va a morder?". Los de Ravenclaw analizaban su existencia como si fueran a escribir una tesis sobre él. Y los de su nueva Casa... bueno. Los de Hufflepuff parecían listos para adoptarlo. No sabía si era su espíritu de "todos son bienvenidos" o si simplemente estaban emocionados de tener un Malfoy en su equipo, pero algunos le sonreían con una calidez desconcertante, otros le daban palmaditas en la espalda y una chica incluso le guiñó un ojo. Aunque no es como si no estuviera acostumbrado, siendo sinceros.

"¿Siempre es así?" Le susurró a un chico rubio que caminaba a su costado, unos cuantos años mayor.

"Nah, solo cuando te ven como un espécimen raro" respondió con una sonrisa fácil. "Soy Cedric, por cierto. Cedric Diggory".

Draco levanto una ceja, evaluándolo rápidamente. Alto, guapo, con esa vibra de chico deportista que seguro tenía un ejército de admiradores. Sonreía con una confianza que solo los mayores parecen tener.

Ah.

Sí. Le agradaba.

Pero, siendo sincero, él tenía el problema de encapricharse con todos los chicos mayores guapos que parecían mínimamente agradables. Así que le sonrio un poco, inclinando la cabeza.
"Draco Malfoy. Creo que estoy en tu casa".

"Eso parece" dijo divertido. "No te preocupes, nos aseguraremos de que sobrevivas".

"Qué alivio" respondío con sarcasmo. "Porque honestamente creí que me iban a sacrificar a Helga Hufflepuff en cuanto entrara". Cedric rió y Dioses, qué risa bonita tenía. Siguieron caminando hasta que llegaron a un pasillo que no parecía nada especial. Sin retratos elegantes, sin puertas doradas ni estatuas misteriosas. Solo un montón de barriles de madera apilados contra la pared. Se detuvo en seco. "Esto es una broma, ¿verdad?" No estaba acostumbrado a... eso. No cuando paso de Casa Malfoy - Cabaña de Afrodita - Mansión Malfoy.

"Nope" hablo este palmeándole el hombro. "Aquí está la entrada."

Miro los barriles. Miro a Cedric.
"¿Se supone que debo nadar en hidromiel para entrar?"

"Casi. Tienes que tocar el barril correcto con el ritmo de 'Helga Hufflepuff'. Si lo haces mal, te baña en vinagre" wow... que... interesante forma de entrar.

"sto es un ritual de iniciación, ¿verdad?"

Él sonrió como si se estuviera divirtiendo mucho con su sufrimiento. "Solo hazlo bien y no tendrás que averiguarlo".

Por un segundo, Draco considero mis opciones. Sin embargo luego recordó que, además de mago y semidiós, era un músico. Y si algo sabía hacer bien, era seguir ritmos.
Así que levantó la mano y dio cuatro golpes en el barril correcto, marcando el compás con precisión.

Un segundo de suspenso... y la pared se abrió sin problemas.

Algunos Hufflepuffs lo observaron con una mezcla de sorpresa y admiración.
"Músico' dijo simplemente, encogiéndome de hombros. El murmullo general aumentó un poco

Entro en la sala común y se volvió a detener, observando a su alrededor.

No estaba nada mal. La habitación era cálida y acogedora, con colores dorados y tonos tierra que hacían que todo se sintiera... seguro. No había grandes candelabros ni muebles ostentosos, solo sillones cómodos, alfombras suaves y una vibra de "aquí puedes relajarte sin que te lancen una maldición". Había plantas colgando del techo, algunas en macetas, otras moviéndose levemente como si fueran conscientes. La luz era suave, filtrándose a través de pequeñas ventanas redondas. Definitivamente no lo que esperaba, sin embargo era agradable.

Se giro hacia Cedric, que le observaba con curiosidad. "No está mal" admitió.

"Sabía que te gustaría."

Le lanzo una mirada divertida. "¿Desde cuándo me conoces tanto? Hemos hablado apenas cinco minutos"

Este solo sonrió, y había algo en su expresión que le gustaria decifrsr. "Desde que entraste y vi cómo todos te miraban como si fueras un ángel caído del cielo".

Antes de que él pudiera decir algo coquetamente devastador, un prefecto llamó la atención de todos.
"Las habitaciones son de dos personas" anunció. "Si aún no tienen compañero, se les asignará uno".

No tuvo tiempo de escoger antes de que alguien apareciera a su lado.
"Draco, ¿verdad?"

Dio media vuelta y se encontro con un chico de cabello claro y expresión nerviosa.

"Sí."

"Soy Justin Finch-Fletchley. Creo que seremos compañeros"

Ah. "Genial" hablo  intentando sonar sociable y fallando estrepitosamente en el intento, bueno, que su apellido fuera tan dificil no le ayudaba mucho tampoco. "Espero que no ronques" oooh, ¿saben quien si ronca? Drew, y lo hace como camionero borracho. Debería de decir eso en el campamento cuando quiera pasarse de lista.

Finche- Flouth, (nah ni siquiera lo intentara, sera solo Justin) solo se rió con algo de timidez.

Se dirigieron a la que sería su habitación, y al llegar lo primero que hizo fue sacar su varita para devolver sus cosas a su tamaño normal (de algún modo tuvo que transportarlas en la escoba). No era que no pudiera hacerlo con las manos (bueno, no podía con la escoba), pero cargar un baúl del tamaño de un armario después de un día interminable no estaba en sus planes.

"Reducio reverso" murmuro recordando lo poco que Hécate le había dicho con un ligero movimiento de muñeca.

Sus cosas recuperaron su tamaño original de inmediato, encajando perfectamente en su lugar. Un hechizo sencillo, aunque Justin lo miró como si acabara de hacer levitar el castillo entero.
"¡Eso fue increíble!"

Parpadeó confundido "¿Qué, eh?"

"Sí. Hiciste el movimiento tan preciso, como si fuera lo más natural del mundo. ¿A qué escuela fuiste antes?" Bueno... no fui a una escuela, pero la Diosa de la magia me dio algunos tips. Lástima que no podía decir eso.

Bueno, sí. Para Draco usar la varita era tan intuitivo como respirar. Tal vez porque, aunque era hijo de Afrodita, Hécate había decidido que su varita sería una obra de arte. Elegante, flexible y poderosa. Bellísima.
Y como todo lo bello y poderoso, era peligrosa. Eso o por alguna razón la Diosa no le habi dicho el núcleo, solo fue un 'regalo'.

"Oh" hablo restándole importancia mientras guardaba la varita. "Solo... se me salio" Justin asintió.

Draco decidió ignorarlo y sacar su pijama para cambiarme. Pasl una mano por su cabello húmedo y lanzó un hechizo de secado rápido. El aire caliente se deslizó entre sus ondas dejándolas en su punto exacto entre "despeinado con estilo" y "parece que vivo en un videoclip de los años noventa".

Se quito la túnica de un solo movimiento, revelando su camisa blanca y los músculos que el Campamento Mestizo había generosamente esculpido en él. Aveces podría quejarse sobre lo agotador del entrenamiento, pero si que veia sus resultados. Mientras la doblaba, empezó a sentir la mirada de Justin.

No fue descarada, más bien como cuando alguien mira sin querer, y luego no puede dejar de mirar.

Lo dejo pasar, estaba demasiado acostumbrado a eso y mejor comenzo a cambiarse, se bajo la manga derecha, revelando de forma accidental el tatuaje del Narciso en su brazo.

Justin parpadeó. "¿Eso es...?" Oh no.

Draco levantó la cabeza y en un reflejo automático, cubrio el tatuaje con la manga otra vez.
"Nada importante" respondío con una sonrisa casual. Este frunció el ceño con curiosidad, aunque no insistió mucho más. Ajusto su pijama y se metio en la cama, estirándose y cerrando los ojos con un suspiro.

Mañana sería otro día.

Otro día para lidiar con miradas, rumores, preguntas y, con suerte, un Cedric Diggory que le sonriera otra vez y una Lavender Brown que lo dejaría vivir un día más.

Sí.

Definitivamente no sería aburrido.

...

El Gran Comedor estaba lleno de vida, con el murmullo de cientos de voces entremezclándose con el tintineo de cubiertos y platos flotando de un lado a otro. Aún era temprano, pero el bullicio matutino ya era un recordatorio de que Hogwarts nunca dormía del todo.

Draco entró con la túnica perfectamente acomodada y el cabello aún húmedo por la ducha. No hizo gran esfuerzo en peinarlo -el efecto 'recién levantado pero impecable' funcionaba solo-. Se dirigió con calma a la mesa de Hufflepuff, consciente de las miradas que lo seguían. No era su imaginación; lo estaban observando.
Normal. Era nuevo, un Malfoy en Hufflepuff y, por supuesto, absolutamente deslumbrante.

"¿Hola?"

Él se giró levemente, encontrándose con una chica de cabello corto y sonrisa nerviosa tal vez de su misma edad. No la conocía, aunque claramente ella sí a él.

"Buenos días" respondió con su tono más educado, ¿quién es ella?

La chica parecía querer decir algo más, sin embargo antes de que pudiera continuar, otra voz se metió en la conversación.

"¡Draco!"

Giró la cabeza y ahí estaba Lavender, al otro lado del Gran Comedor, en la mesa de Gryffindor, haciéndole gestos exagerados. Primero señaló sus propios ojos, luego su nariz y, finalmente, la mesa vacía a su lado.

Draco rodó los ojos. "Siéntate conmigo", claro.
Levantó una ceja, como si estuviera considerando ignorarla, pero luego suspiró y asintió. Solo porque era su mejor amiga. No porque ella lo arrastraría por todo el castillo si no lo hacía.

Y cuando estaba a punto de levantarse, sintió una presencia extraña. "Eres Draco Malfoy, ¿verdad?"

Volvió a girarse por cuarta vez y se encontró con una chica de cabello rosa brillante, sonriendo con un aire de absoluta confianza.

"Depende, ¿quién lo pregunta?"

"Nymphadora Tonks. Aunque si me llamas Nymphadora, te haré tropezar con tus propios pies".

Draco frunció el ceño. Tonks. Había escuchado el apellido antes.

Y entonces la vio bien. No era solo el cabello rosado o la actitud despreocupada. Había algo en su rostro, en la estructura de sus pómulos, en la forma en que sus ojos brillaban con astucia. Como un eco.

Un eco de su propia madre.

El mundo pareció detenerse por un segundo.

El Gran Comedor, las miradas, las voces, todo se volvió ruido de fondo. Porque ahí, frente a él, estaba una sombra de Narcissa Malfoy en una chica con el pelo rosa y una sonrisa burlona.

El aire en su pecho se sintió pesado, como si hubiera olvidado cómo respirar por un instante.
"¿Eres mi prima?" su voz no sonó como esperaba. No firme, no arrogante. Solo… sorprendida.

"Sip. Bueno, técnicamente mi madre esta desheredara y fuera de la línea de los Black, pero eso es un detalle aburrido".

Él  no respondió de inmediato.

Ella no se parecía a la versión perfecta y simple de su madre que adoraba. No era la imagen de elegancia y amor que su madre desplegaba. Pero ahí estaba.

Un pedazo de Narcissa que todavía existía en el mundo.

Y por alguna razón, eso dolía.

...

El castillo de Hogwarts era enorme, sin embargo eso no significaba que uno pudiera caminar tranquilo por sus pasillos sin sentir que lo estaban escaneando de pies a cabeza.

"Deja de caminar como si estuvieras en una pasarela' bufó Lav ajustando su túnica mientras avanzaban hacia el aula de Transformaciones.

"No es mi culpa que la luz en ese ángulo me favorezca" respondío con una sonrisa, aunque la verdad es que sí estaba sintiendo todas las miradas.

No era difícil adivinar por qué. Un Malfoy en Hufflepuff. Un Malfoy caminando con una Gryffindor. Lavender Brown y Draco Malfoy juntos en un pasillo. Era como si alguien hubiera decidido jugar Bingo con las 'cosas más imposibles que pudieran pasar' de Hogwarts y estuviera marcando casillas a lo loco.

"¿Me vas a contar qué demonios hiciste en Estados Unidos o tengo que sacarte la información con Veritaserum?"

Hizo una falsa mueca. "Definitivamente, prefiero el Veritaserum."

Lavender resopló, pero no dejó el tema.
"Vi fotos y hay videos Dray. Tú, Annabeth y esos dos tipos raros en un autobús que no parecía estar en sus mejores condiciones".

Oh, el autobús.
"Técnicamente, lo hicimos explotar por accidente".

Ella parpadeó. "… ¿Cómo?"

"Ya sabes, caos, mala suerte, ¿qué más da?"

Su amiga le lanzó una mirada fulminante. "Te odio tanto."

"Nah, si lo hicieras, no me habrías escrito tantas cartas obsesionada con Pavarti".

Lavender se detuvo en seco y le dio un empujón en el brazo. "¡Cállate!"

" 'Pavarti hoy ha estado muy hermosa, la sonrisa de Pavarti es aún más brillante, ¿sabias que el sabor de helado favorito de Pavarti es la menta granizada?' " imitó su tono con una expresión soñadora. "Eso no fue lo más heterosexual de tu parte, si quieres mi opinión Lav".

Su cara se puso roja como un tomate.
"Voy a asesinarte y esconder tu cadáver en el Bosque Prohibido".

"Ya estoy muerto, cariño" hablo dramáticamente. "Pero bueno, volviendo a cosas más importantes: Annabeth.

"¿Qué con Ann?"

"¿A ella no le dirás nada por desaparecer?" Eso no sonaba justo.

"Ella si me envió una carta explicando las cosas" uuh, buen punto.

Llegaron al aula de Transformaciones y por supuesto ya había estudiantes dentro. Gryffindors y Hufflepuffs mezclados, aunque todas las cabezas giraron hacia ellos apenas cruzamos la puerta.

Ya lo diji anges. Gryffindor, Hufflepuff; Brown, Malfoy.

Lo entendía.

Rodó los ojos y avanzó con confianza, porque si algo me enseñó la vida es que, si la gente te va a mirar, al menos que tengan un buen espectáculo.

Se sentó junto a su amiga como si no fuera la primera vez que ponía un pie en un aula de Hogwarts. Con total seguridad y naturalidad. No porque estuviera cómodo, sino porque así evitaba que los demás supieran que él en realidad no tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo.
"Ok, dime la verdad" susurró ella mientras sacaba sus cosas. "¿Cómo es que explotaron un autobús?"

Bueno, este era el momento en donde sacaba su plan de emergencia de supervivencia.
Primera regla de supervivencia: si te van a atrapar, pon cara de ángel.
Segunda regla de supervivencia: si te atrapan de todas formas, asegúrate de que crean que fue un accidente.

"Draco. Sabes que me enteraré de una u otra forma, tengo poderes en el más allá..."

Suspiró mientras también sacaba sus cosas de la mochila.

"Fue un accidente controlado" murmuró en respuesta.

Lav entrecerró los ojos. "Eso no tiene sentido."

"Claro que sí. Ann tenía un plan, y yo confié en el plan" que terminó en una explosión, si.

"…Y explotó un autobús".

"Exactamente."

"¿Y cómo se supone que eso era parte del plan?"

"Técnicamente, la explosión no era el objetivo principal, aunque sí nos resolvió un problema logístico, un efecto colateral".

Su amiga se llevó una mano a la cara.
"A veces me pregunto cómo sigues vivo".

"Con carisma y un poco de suerte" respondío con una sonrisa encantadora.

"Suerte, sí, claro. ¿Y qué pasó después?"

"Corrimos. Mucho. Pero Ann dice que lo importante es que 'la victoria se mide en sobrevivir' lo cual me parece muy inteligente".

"Por Merlín…"

Sonrió. "Oye, hablando de cosas importantes, ¿cómo va la banda?" Lo último que recuerda es que tenían un contrato.... mierda.

Lavender chasqueó la lengua.
"Oh si, la banda. La deje en pausa mientras Annie y tú se dignaban a aparecer. Joey está histérico, dice que si no terminamos las canciones pronto, el productor nos va a demandar" Eso era un problema, suerte que tenia mucho dinero para pagar abogados.

"Típico de Joey, exagerar todo" por eso fueron con él.

"Dray, prometimos entregar las canciones el mes pasado" se había olvidado de eso.

"… bueno, pero en mi defensa, tuve un viaje inesperado" además uno que no pidió.

"Te metiste en un maldito internado en el mundo mágico y solo Hecate sabrá donde más antes" ¿como le dice que en realidad Hécate existe y también lo sabe?

"Sí, eso."

La chica negó con la cabeza. "Vamos a tener que hacer milagros para que todo salga bien".

"Lav, somos músicos. Vivimos haciendo milagros."

Ella rodó los ojos.
"Espero que sepas lo mucho que me va a costar explicarle a Joey que no desapareciste de la faz de la tierra, Ann podría ayudarme en eso".

"Dile que lo quiero mucho y que confíe en mi visión artística".

"Draco, si le digo eso, nos mata a los tres".

Iba a responder cuando un carraspeo los hizo levantar la vista. McGonagall los observaba con los brazos cruzados y una expresión que, sinceramente, no aseguraba nada bueno.

"Señor Malfoy, señorita Brown" hablo con ese tono de profesora que hacía que cualquiera se sintiera de cinco años. "¿Hay algo que quieran compartir con la clase?"

Lavender me miró. Él la miré.

Plan de emergencia: cara de niño bueno e inocente que no mataría a una mosca.

Draco se enderezó en su asiento, abriendo los ojos con inocencia cuidadosamente practicada.
"Solo estábamos repasando la teoría, profesora" dijo con su mejor tono de 'yo jamás haría nada malo'.

McGonagall le estudió con la mirada y él mantuvo la sonrisa perfecta. "Muy bien" acepto al final. "Espero que en esta clase, demuestren su conocimiento con resultados y no con palabras."

"Por supuesto, profesora" respondío con la voz de alguien que jamás en la vida causaría problemas.

Apenas se dio la vuelta, Lavender le dio una patada bajo la mesa.

"¡Auch! ¿Qué fue eso?"

"Por manipulador" Gracias, esa manipulación te salvo de perder cinco puntos.

"No es manipulación si simplemente soy encantador" no era su culpa que no se le notase que juro por el Río Estigia hacer arder el Olimpo y le grito infeliz a Zeus.

"Draco, tienes alma de estafador".

"Y justo por eso todos me creen".

Su amiga rodó los ojos, aunque sonrió. Y Draco sonrió también.

Draco 1, el mundo 0.

.

No era la peor clase del mundo.

Pero definitivamente no era la mejor.

McGonagall hablaba sobre teoría de Transformaciones con una paciencia admirable, explicando la complejidad de cambiar un objeto en otro. Él intentaba prestar atención, lo jura, sin embargo había un pequeño problema: le estaba aburriendo como una mierda. Con todas las letras.

Eso no era como en casa, donde su padre había contratado a un instructor para enseñarle magia antes de venir aquí. Ese tipo era intenso. Ni un descanso, ni una pausa, y cada vez que fallaba en algo, lo miraba como si fuera una gran decepción para la humanidad. Lo odiaba si, pero...

En comparación, Hogwarts se sentía como un retiro vacacional. Además él podía ser un poco masoquista solo en el aprendizaje.

Además tal vez lo había sobrevalorado un poco.

Se removió en su asiento apoyando la cabeza en una mano. Necesitaba moverse, hacer algo, no solo quedarse sentado como estatua. Lavender lo miró de reojo.

"¿Qué te pasa?" murmuró.

"Me aburro."

"Draco, estamos en nuestra primera clase, tú primera clase".

"Exacto, y ya me aburro".

"No puedes ser real".

Intento prestarle atención a McGonagall de nuevo, sin embargo la chica se giró levemente, mirándolo con una sonrisa sospechosa.

"Espera… ¿tú te moviste hasta aquí en escoba, cierto?"

"Ajá" no sabía por dónde iba eso.

"Pero… ¿cómo demonios llegaste exactamente?" Abrió la boca, pero lo interrumpió una voz al otro lado de la mesa.

"¿Tú eres el loco que vimos en el cielo?"

Giró la cabeza y se encontró con Pecas y Gafitas mirándolo con intensidad, junto a una niña de pelo alborotado.

Oh, genial.

"Ah… ¿ustedes eran los locos del auto volador?" preguntó en respuesta. Ellos ni eran precisamente los indicados para llamarlo así cuando robaron un auto. Tú robaste una escoba. La tomó prestada.

Los dos asintieron. Su amigs lo miró como si acabara de decir que la Tierra era plana.
"Espera, espera, espera… ¿qué?"

Suspiro cansado  "Mira fue así: yo estaba en la escoba todo tranquilo y cuando en un momento de la nada vi a este par en un auto flotando en el aire. Y pues…"

"¿Y pues qué?"

"Pensé que intentaban secuestrarme" en su defensa, la situación le daba alas a su imaginación.

Los tres lo miraron como si se hubiera vuelto loco. "¿Que intentábamos qué?" preguntó el pelirrojo (Pecas).

"¡Tenía sentido en mi cabeza!" ¡y ellos sonaban muy sospechosos!

Lavender se tapó la boca con la mano, aunque igual se le escapó una carcajada. "Oh, por Merlín, no puedo creerlo"

"No es mi culpa. No sabía que en este mundo es normal que los autos vuelen y que niños los conduzcan".

"Eso no es normal" dijo la niña de pelo alborotado. "Ellos tampoco deberían haber estado volando un auto".

"¡Oye!" protestó Harry (gafitas).

"Bueno, al menos ya entendemos el misterio del chico en escoba" hablo Pecas. "No fue una alucinación."

"No, fue real, y casi me da un infarto" y casi me mata Zeus también agrego mentalmente.

Lavender se dobló de risa sobre la mesa. "¿Entonces por qué no me dijiste nada antes?"

"No sabía que eran estudiantes" se encogio de hombros. "También, honestamente, no era mi prioridad. Además saun tengo que devolver la escoba"

"¿Todavía no lo hiciste?" preguntó la otra niña.

"No. Ni siquiera se cuando se supone que debía de hacerlo"

Ella se llevó las manos a la cara. "Eres un caso perdido".

Pero antes de que pudiera responder, un carraspeo igual de severo que el anterior los congeló a todos en su lugar.

"Señor Malfoy, señorita Brown, otra vez" susurró a gritos McGonagall con los brazos cruzados.

Oh, por todo el amor de los dioses.

Volvió a sonreír con inocencia. "¿Sí, profesora?"

"Si sus conversaciones son tan interesantes, quizá quieran compartirlas con el resto de la clase" Le aseguro, me prestarian más atención a mí que a usted. Draco tenía mucha suerte de que pudiera controlar sus pensamientos intrusivos.

Lavender lo fulminó con la mirada (otra vez). Él se aclaró la garganta.
"Solo discutíamos la importancia de la percepción mágica en los ambientes inusuales".

La ceja de McGonagall se arqueó. "¿De verdad?" ¿Y qué cree usted?

"Por supuesto, profesora."

Ella lo estudió por un momento y por su expresión teniendo un leve deja vu. Draco se aseguró de parecer la persona más honesta del universo.

Finalmente, McGonagall suspiró.
"Cinco puntos menos para Hufflepuff y Gryffindor. Y si vuelvo a verlos distraídos, lo siguiente será una detención" auch.

Espero a que se alejara antes de murmurar:
"Oye, cinco puntos no es tan malo."

Lavender le golpeó el brazo.

"Draco, cállate. O yo te haré perder más que cinco puntos" aunque intento sonar amenazante, la gran sonrisa en su rostro decía todo lo contrario.

Esta bien mundo, podías ganar esta.

...

Lavender tenía clase.
Y Draco no.

Así que allí estaba, vagando por los pasillos de Hogwarts con la misión de encontrar el lugar que Hécate le había mencionado antes.

No iba a mentir: había algo emocionante en caminar sin rumbo por ese castillo, aunque la emoción se veía opacada por la cantidad absurda de miradas que recibía. Ni siquera intentaban disimular, lo notaba en serio. Estudiantes de diferentes casas susurraban entre ellos cuando pasaba y aunque intentaba ignorarlos, era un poco molesto -nah, le encantaba-.

Lo peor es que entendía por qué me miraban.

Primero: era un Malfoy en Hufflepuff, lo cual aparentemente era tan inesperado como ver a un pie grande rapado bailando salsa.

Segundo: su cara. Lo dice con toda la objetividad posible. Es bonito, es un hecho innegable, culpa de Afrodita, su madre divina. Y la gente ahí no sabía manejarlo.

Tercero: los chismes. Oh, los chismes.

Había estado en una sola fiesta y ya todos parecían haber decidido que era un personaje misterioso e interesante. No era su intención llamar la atención (mmm, mentira), pero tampoco podía hacer mucho para evitarlo (mmm, verdad).

Lo bueno es que no tenía amigos allí, y siendo sinceros, tampoco quería hacer más. Ya tenía a Lav, Annie con él y en el campamento estaban Clarisse y Luke. Eran más que suficientes.

Y justo cuando pensaba que su paseo iba a ser tranquilo, la vida decidió recordarle que no podía tener paz.

"¡Mira quién está aquí!" Ah, por favor, no podia ser.
Miró hacia el pasillo de la derecha y ahí estaban: Altair, Callum y Adrien.

Los tres chicos que conocio en la fiesta.
Los tres chicos con los que había coqueteado en la fiesta.
Los tres chicos con los que pensaba que nunca volvería a cruzarse.

Estupendo.

Decidio pasar de largo, asumiendo que ahora que sabían que estaba en Hufflepuff lo ignorarían. Un Malfoy en Hufflepuff no debía ser tan interesante como alguien en Slytherin, ¿cierto?

Ja, Ja, ja, ja.

Porque en lugar de ignorarlo, los tres se acercaron como si fueran tiburones que acaban de oler sangre en el agua.
"Draco" saludo Altair con una sonrisa felina. "¿Nos estabas evitando?"

"No" respondío con la misma sonrisa encantadora. "Solo pensaba que ya no les interesaría hablar conmigo".

"¿Por qué pensaríamos eso?" Callum apoyó un brazo en la pared, bloqueando su camino con una pose descaradamente casual.

Adrien, por su parte, lo miró con un interés que no intentó disimular. "Pensé que eras de Slytherin" comentó con su voz profunda y curiosa. "Aunque… Hufflepuff, ¿eh? No lo habría adivinado jamás".

Se encogió de hombros.
"Aparentemente, sorprendo a muchos".

"Nos encanta alguien que rompe expectativas" murmuró Altair acercándose un poco.

Ah, los coqueteos. Podría acostumbrarse.

"¿Y qué haces por aquí tan solo?" preguntó Callum inclinándose apenas para mirarlo mejor.

"Explorando" dijo con ligereza. "Hogwarts es grande, ¿saben?"

"Podríamos acompañarte" ofreció Adrien con una media sonrisa. "Siempre es más divertido con compañía."

Honestamente, tentador.

Pero justo cuando Draco estaba considerando aceptar la oferta (puramente por diversión, por supuesto), una voz interrumpió el momento:
"Draco".

Todos giraron.

Y ahí estaba Cedric Diggory.

Oh.
Bien.
Eso sí que era una distracción peligrosa.

"Cedric" saludo fingiendo estar completamente despreocupado. Él lo miró con la intensidad tranquila que tenía desde la primera vez que hablaron.

"Te estaba buscando".

Altair, Callum y Adrien intercambiaron miradas.
"Bueno, bueno… parece que tienes planes" dijo el primero con una sonrisa ladeada.

"Nos vemos luego, Malfoy" añadió Callum, guiñándole un ojo antes de alejarse con los otros dos.

Genial. Ahora iba a tener más chismes encima.

Suspiró y se giró hacia Cedric. "¿Para qué me buscabas?"

Este no respondió de inmediato. Era una de las cosas que le desesperaban y le intrigaban de él a partes iguales: se tomaba su tiempo.
"Quería ver cómo estabas" dijo finalmente. Ajustarse a Hogwarts puede ser complicado.

"¿Me estás cuidando?"

"Tal vez."

Sonrio con diversión. :Qué tierno."

Eo mayro se rió entre dientes, aunqie antes de que pudiera responder, algo cambió en el ambiente. Sintió un cosquilleo en la piel, una vibración en el aire.
Una luz particularmente familiar apareció brillando en un pasillo cercano.

Hécate.

Y aunque le doliera en el alma, no era momento para chicos guapos. "Tengo que irme" dijo rápidamente.

"¿A dónde?"

"A… resolver algo"

Cedric frunció el ceño, pero no lo detuvo cuando se dio la vuelta y comenzo a caminar a paso apresurado hacia la luz.

Eso era más importante. Y si Hécate lo estaba llamando… significaba que su entrenamiento especial estaba a punto de empezar.

.

Había muchas cosas en la vida que podía ignorar.

Las miradas constantes en los pasillos.
Los chismes que se esparcían más rápido que un incendio en el bosque.
El hecho de que Hogwarts tenía un serio problema de escaleras traicioneras.

Pero si había una cosa que no podía ignorar, era la magia de Hécate llamándolo directamente.

Esa luz brillante y pulsante era su señal, un eco de su poder, una invitación. Y a pesar de la creencia popular él no era lo suficientemente estúpido como para rechazar una invitación de la diosa de la magia.

Así que hizo lo más lógico.

Corrió.

No camino, no más, corrió.

Ignoró completamente a los estudiantes que se giraban al verlo pasar.
Ignoró a los profesores que gritaban algo sobre no correr en los pasillos.
Ignoró el hecho de que probablemente se estaba ganando otra tanda de rumores innecesarios.

Porque nada de eso importaba.

Lo único que importaba era llegar a la fuente de esa luz antes de que desapareciera.

Su corazón latía con fuerza, sus piernas se movían sin esfuerzo -gracias Campamento-, y por un momento se sentía de vuelta en el campamento Mestizo esquivando proyectiles y espadas en una sesión de combate o captura a la bandera.

El cosquilleo en la piel se hacía más intenso, el aire vibraba a su alrededor. La luz lo guiaba, llevándolo por pasillos que nunca había visto antes, subiendo escaleras que juraría que no estaban ahí hace un segundo.

Y entonces llego.

Al séptimo piso.

La luz se detuvo frente a una pared vacía.

Fruncio el ceño. "¿Me estás tomando el pelo?" Susurró, sin embargo la vibración en el aire le dijo que no. Draco, idiota, usa la cabeza. Tomo aire. Si Hécate lo había guiado hasta aquí, había una razón. Recordó las historias. Una habitación oculta, una puerta que solo se abría para quienes la necesitaban de verdad. "Vamos, vamos, vamos…" murmuro cerrando los ojos y enfocándose.

Necesito entrar.
Necesito encontrar el lugar de mi entrenamiento.
Hécate, abre la maldita puerta.

Y entonces…

La pared cambió.

Una puerta apareció de la nada, sólida y antigua, con símbolos mágicos que reconocía de sus estudios.

Oh sí, nena. Eso estaba buscando.

Y sin dudarlo, cruzó el umbral.

Al entrar, la habitación era… impresionante.

Lo primero que noto fue su tamaño. Amplia, vasta, con techos altos y paredes cubiertas de runas que brillaban suavemente con una luz azul. Estanterías llenas de libros se alineaban a un costado, pergaminos apilados con un orden caótico, como si alguien los hubiese dejado ahí con prisa. En el centro, un círculo mágico tallado en el suelo emitía un brillo tenue, pulsante, como si la magia misma respirara en él. Y a un lado, porque claro que tenía que haber algo que le hiciera cuestionar su cordura, había una serie de armas colgadas en la pared. Espadas, dagas, un arco con flechas negras y una lanza de aspecto ligeramente mortal.
"¿Qué clase de biblioteca encantada viene con un arsenal completo?" murmuro entre fascinado y confundido.

"Oh, vamos, querido, creí que ya me conocías mejor".

Su piel se erizó antes de que pudiera girarse.
Allí estaba ella. Parada detrás de él con esa expresión que solo podía describirse como "la sonrisa de alguien que sabe algo que tú no y le divierte demasiado". La querida tía Hécate, vestida con túnicas oscuras que parecían hechas de la propia noche, su cabello flotando como si el aire a su alrededor estuviera cargado de energía. Sus ojos, brillando con una mezcla de travesura y poder absoluto.

"¿Sabes? Aún no decido si es impresionante o aterrador que puedas aparecer de la nada sin hacer ruido" Le gustaría aprender eso.

"Ambos niño, ambos" respondió inclinando la cabeza con una sonrisa burlona. "Pero no te preocupes, aún no vamos a empezar con el entrenamiento".

"¿Aún no?" ¿así que dejo solo a Diggory para nada?

"Por supuesto. Primero, la charla" Se cruzó de brazos y lo miró como si estuvieraevaluándolo, oh no, no le gustaba por donde iba eso. "Afrodita fue quien pidió que no solo te entrenara en magia, sino también en combate" Fiu, pensaba que era la otra charla.

De igual forma su ceja se arqueó tan alto que casi salió volando de su cara.
"¿En serio?"

"Lo que oíste" dijo sacudiendo una mano con desinterés. "Me dijo, y cito: 'Asegúrate de que mi bebé no solo sea hermoso y poderoso, sino que también pueda partirle la cara a cualquiera que lo subestime' ".

Soltó un resoplido a gusto. "Eso suena… sí, suena como algo que diría mi madre".

"Por supuesto" la sonrisa de la Diosa se atenuo. "Sin embargo hay algo más, sin entero de la cosita ilegal que tienes en el brazo" ¿no diría tatuaje, verdad?

Draco fruncí el ceño. "Espera, ¿cómo se enteró?"

Hécate le sostuvo la mirada por un momento antes de suspirar dramáticamente. "Ah, Draco, esa es la verdadera pregunta, ¿no? Yo tampoco tengo idea. Pero cuando la diosa del amor decide saber algo, lo sabe."

Un escalofrío le recorrió la espalda.
"Mi madre ni siquiera me mencionó nada sobre esto..." no que recordara.

"Y eso" hablo chasqueando los dedos y apuntándolo con una sonrisa que no auguraba nada bueno "es lo que me preocupa".

"¿Afrodita sabiendo cosas que no debería?"

"No. Afrodita sabiendo cosas que tú no sabes que ella sabe y sin decírtelo"

"…"

"Exactamente." Un silencio incómodo se instaló entre ellos. "Pero bueno" continuó Hécate, encogiéndose de hombros ", no es mi problema. Yo solo cumplo con lo que me pidieron y estaba en desacuerdo total con eso. Así que prepárate, sobrino, porque no solo aprenderás magia aquí, sino también cómo defenderte".

Draco observo de nuevo la pared llena de armas. "Genial…"

"Oh, sí, nene, esto será divertidísimo".

Y su sonrisa no auguraba nada bueno.

Hécate chasqueó los dedos y en un instante, todo a su alrededor cambió. Las paredes se desvanecieron, reemplazadas por un paisaje de piedra negra y cielo tormentoso. Sentía un cosquilleo en la piel, como si el aire estuviera cargado de electricidad.

"¿Dónde estamos?" pregunto dando un paso atrás.

"En un campo de entrenamiento ilusorio" respondió con una sonrisa traviesa. "Lo creé solo para ti. Puedes agradecerme después."

"Oh, sí, gracias por transportarme a este escenario de mi posible muerte. Muy considerado de tu parte."

Ella rió. "Empezaremos con lo básico".

"Oh, genial. ¿Levitación? ¿Un Lumos mejorado?"

"Ay si como no".

"…"

"¿Qué? No me mires así, querido. Pensaste que te haría conjurar mariposas al principio, ¿verdad?"  Déjenlo pensar... ya lo hizo, y si.

"Bueno… sí".

"Error."

Chasqueó los dedos y de repente algo lo empujaba hacia atrás. No con fuerza, aunque si lo suficiente para hacerlo tambalear.
"¡Hey!"

"Vamos, reacciona" hablo con una ceja arqueada. "Un hechizo ofensivo básico, Draco. Apunta, lanza, boom, magia" Qué gran explicación, eh.

"¿Qué tipo de ataque?"

"Uno con impacto. Algo que puedas usar para repeler a un enemigo, lanzarlo contra la pared si es necesario. Esencial para un semidiós y un mago".

Draco trago saliva al ver cómo la Diosa se ponía en guardia.
"Oye, espera, aún no-"

"¡Depulso!'

La onda de choque lo golpeó directo en el pecho y lo lanzó al suelo de espaldas.

"¡Por el Olimpo!"

Su varita cayó a un lado y Hécate se acercó con los brazos cruzados.
"Regla número uno: siempre espera que te ataquen primero."

Él se frotó las costillas gruñendo. "Eso hubiera sido útil saberlo antes de que me mandaras volando".

Ella sonrió. "Vamos, intenta devolverme el favor".

Respiro hondo y se puso de pie, sintiendo cómo la adrenalina se le acumulaba en el pecho. Levanto la varita, fijándose en el núcleo dorado que brillaba en su interior. Ella no había querido decirle el núcleo, y él no preguntó mucho más.

Apunto a Hécate. "Bien. Depulso" La onda salió disparada… y ella la bloqueó con un movimiento perezoso de la mano.

"Más fuerza."

"Depulso" repetio con más firmeza. Esta vez, la energía salió en un destello más brillante, y aún así ella ni se movió.

"Draco, no es un Lumos. Ponle intención".

"¡Estoy intentando no volarte la cabeza!"

"Ay, qué ternura"

Arrugo la nariz y apretó la varita con más fuerza. Recordó cómo Hécate lo había lanzado al suelo sin dudarlo, cómo su madre había pedido este entrenamiento porque sabía que lo necesitaba. Bueno, y porque no puede insultar al Rey de los Dioses y estar jugando al tuti fruti de vago.

"Otra vez" murmuró.

"Eso es" Hécate sonrió expectante. "Ahora, con ganas".

Respiro hondo.
Apunto.
Sintió la magia recorrerle el brazo, como fuego líquido.
Y entonces, con todo el peso de su voluntad, soltó el hechizo.

"¡DEPULSO!"

La explosión de energía salió disparada con tanta fuerza que Hécate apenas tuvo tiempo de bloquearla. Se deslizó hacia atrás, sus ojos brillando con aprobación. "Eso está mejor".

Desco se quedó quieto, sintiendo la adrenalina bombearle en las venas.

"¿Qué sigue?"

La Diosa sonrió con ese brillo peligroso en los ojos. "Sostén bien tu varita, niño. Apenas estamos empezando".

.

Su brazo temblaba un poco, pero no era por el esfuerzo. Era la adrenalina. La emoción que se acumulaba justo debajo de su piel como una descarga eléctrica. Eso era lo que quería desde que descubrió que la magia era más que lanzar hechizos inofensivos con movimientos de muñeca perfectos. Eso era poder en su forma más pura, cruda.

"Otra vez" hablo Hécate con su sonrisa lobuna.

"¿Quieres que te vuelva a lanzar contra la pared?" espeto todavía con el pecho agitado. "No sabía que eras de esas, tía" remarcó lo último.

"Oh, por favor, sobrino, como si pudieras hacerlo dos veces seguidas".

La odiaba. La adoraba.

Tomo aire, volvio a levantar la varita y dejo que la magia se deslizara por su brazo. Esta vez, no lanzó el hechizo de inmediato. Cerro los ojos, sintiéndola, Hécate no se lo había dicho con palabras, sin embargo él lo entendía. La magia respondía mejor si la sentías primero, si la hacías tuya antes de soltarla como una bala.

"Así se hace" murmuró la diosa. "Ahora piensa. No solo en lanzarme lejos, sino en lo que quieres que la magia haga. El hechizo es solo la palabra. La intención es lo que la vuelve peligroso".

Abrio los ojos y dijo: "Depulso."

La onda de choque salió disparada etsa vez más rápida, más precisa. Hécate la bloqueó con un leve gesto, pero sus ojos se iluminaron.

"Mejor."

Bajé la varita, exhalando lentamente.

—¿Qué más?

"Hechizos de control" dijo finalmente. "La mayoría de los magos solo aprenden lo que sus profesores les enseñan. Protecciones, transformaciones, alguna que otra maldición leve…" se detuvo y lo miró. "Pero la verdadera magia no tiene etiquetas, Draco. No es blanca ni negra. Solo es magia".

"¿Entonces me vas a enseñar hechizos oscuros?" Le gustaba esa idea, le encantaba esa idea.

Hécate se rió con suavidad, una risa que le puso los pelos de punta.
"Te voy a enseñar todo. Empezaremos con algo sencillo, un hechizo de contención, Vinctura."

"¿Vinctura?" repitió, probando la palabra en la boca.

"Atrae y ata al enemigo con hilos mágicos. Grises, si quieres ponerle un color. Ni buenos ni malos, solo útiles".

Alzo la varita. "¿Y si fallo?"

"Entonces acabarás atado tú".

Oh, genial.

Cerro los ojos de nuevo, dejando que la magia fluyera desde rl pecho hasta la punta de la varita. "Vinctura."

Nada.

Hécate chasqueó la lengua. "Intención, Draco. No lances la palabra. Ordena".

Apretó los dientes, concentrándose en la imagen en su cabeza.

Ata.

Detén.

"¡Vinctura!"

Las cuerdas mágicas se dispararon desde la punta de su varita, finas y doradas, enredándose alrededor de un banco cercano hasta dejarlo inmóvil. Bajo la varita lentamente, sintiendo cómo la magia vibraba en el brazo.

"¿Y qué sigue después de eso?"

"Primero dominas la varita, luego la magia sin palabras, después…" se inclinó sus ojos brillando con esa maldita sonrisa de diosa ", la magia sin varita".

"¿Y si alguien descubre que sé todo esto?" ¿Aprender eso no sería ilegal realmente?

"Entonces los dejas temblando" susurró ellas. "Que los dioses te protejan… o que Zeus se cuide las espaldas".

Draco no supo si estaba bromeando o no. Y lo peor era que tampoco le importaba. Quería más.

.

Sus brazos temblaban, las piernas también. Estaba cubierto de sudor, con la respiración entrecortada y el cabello pegado a la frente.
"Bien" jadeo ", ya practicamos hechizos de contención, ataque y defensa. ¿Eso es todo?"

Hécate lo miró como si hubiera dicho la estupidez más grande del mundo. Últimamente muchas personas lo estaban mirando así en realidad.

"Draco, por si no te acuerdas, aún falta la mitad del entrenamiento.".

Sus ojos se abrieron de golpe. "¿La mitad?" Ya habían pasado un buen de tiempo ahí dentro.

Ella sonrió con esa maldita expresión de diosa que significaba que lo iba a hacer sufrir.
"Por supuesto. Falta la parte de lucha".

Draco siguió mirandola un rato esperando que se riera y le dijera que era una broma. No lo hizo.

"No eres Ares. No eres Atenea" soltó  incrédulo, aunque dandose cuenta de lo idiota que sono, en su defensa, no piensa cuando esta cansado, ¿tú alguna vez piensas?. "¿Desde cuándo enseñas combate?"

Hécate se cruzó de brazos exasperada.
"Oh, por favor, ¿crees que la magia solo se usa para lanzar hechizos bonitos? La magia es poder. Y el poder se impone. Si un enemigo te acorrala y no puedes usar hechizos, necesitas saber pelear".

"Pero yo…"

"No me digas que no sabes, porque tus entrenamientos con Clarisse La Rue me han informado de lo contrario" Hizo una mueca, sin embargo tenía razón. Clarisse era buena enseñando, o al menos enseñándole a él.

"Maldita sea, ¿me espías en el campamento?"

"Maldito tú si no sacas esa arma en este momento."

Soltó un suspiro resignado a si destino. Estaba cansado, pero cuando Hécate ordenaba algo, lo mejor era hacerle caso. Se llevo una mano a su muleca y desenrollo el látigo. Con un giro de muñeca, la cuerda se tensó y se transformó en una espada reluciente, negra y dorada, con la empuñadura decorada con símbolos de Afrodita.

Hécate silbó con admiración. "Así que es cierto… Hefesto la forjó por petición de Afrodita".

"Sí. Yo tampoco sé cómo lo convencio, esa sería una buena charla en las próximas reuniones familiares".

"Pues ya veremos si eres digno de ella. Y estaré esperando esas reuniones".

"¿Qué significa eso?"

Hécate extendió una mano, y de la nada una lanza negra apareció en su agarre. "Significa que vas a defenderte".

Oh, por todos los dioses.

No tuvo tiempo de protestar ya que ella se movió en un parpadeo y lanzó un golpe con el asta de su lanza. Apenas levantó la espada a tiempo para bloquearlo, pero la fuerza del impacto lo hizo tambalear.

"Lento" hablo con burla.

Gruñio y se giro sobre sus talones, usando el impulso para lanzar un tajo hacia su costado. Hécate lo bloqueó con facilidad y contraatacó, obligándolo a esquivar con un salto hacia atrás.

"Más rápido, Draco. Piensa. No solo es fuerza, es estrategia."

Movio el látigo, cambiándolo de nuevo a su forma flexible y lanzándolo en su dirección. Las puntas doradas brillaron en el aire, sin embargo ella las atrapó con una barrera de energía púrpura antes de que pudieran tocarla.

"Mejor" murmuró. "Pero todavía te falta".

Estaba exhausto, sin embargo la adrenalina le corría por las venas, le dolían los músculos, sin embargo algo dentro de él que ardía con la emoción del combate.
No quería detenerse. Quería ganar.

Apreté los dientes y se lanzo de nuevo al ataque.

.

Los músculos le dolían, su respiración estaba entrecortada, pero no podía detenerse. No con Hécate frente suyo, con su lanza negra brillando con un aura púrpura amenazante.

La Diosa no tenía piedad.
Draco no la quería tampoco.

Movió el látigo en un arco amplio, las puntas doradas cortando el aire con un silbido agudo. Apunto directo a sus piernas buscando hacerla tropezar, aunque en un destello de magia ella desapareció y apareció detrás de a él

"Muy predecible" se burló.

Giro sobre los talones y levantó la espada justo a tiempo para bloquear el golpe de su lanza. La vibración le recorrió el brazo y casi solté el arma. Hécate no lo dejó recuperar el aliento. Atacó de nuevo.

Draco esquivo por puro instinto, rodando a un lado y cortando hacia arriba con la espada. No acertó, pero logro hacerla moverse, asi que aprovecho la apertura.

Sujeto el mango de la espada y cambio su forma. El látigo silbó en el aire cuando lo lanzo hacia su muñeca, enredándolo en un intento de desarmarla. Por un segundo, pensó que lo había logrado. Luego, la magia de Hécate explotó alrededor de su brazo, rompiendo el agarre del látigo con facilidad.

"Bien jugado" dijo ", pero no lo suficiente".

No le dio tiempo de responder. Atacó con una velocidad sobrehumana, obligándolo a bloquear y esquivar con desesperación. Su lanza era un borrón negro y púrpura, cada golpe acompañado de un destello de energía mágica. Draco se movía por instinto. Cada tajo, cada giro, cada bloqueo eran reacciones automáticas, impulsadas por horas de entrenamiento con Clarisse y el maldito captura a la bandera y a los hijos a Athenea contra él. Pero Hécate era un nivel completamente diferente. Cada vez que pensaba que había encontrado una apertura, ella se desvanecía en una nube de sombras y aparecía en otro lado. Empezaba a cansarse, y ella lo sabía.

"Vamos, hijo de Afrodita" hablo con una sonrisa depredadora. "¿Esto es todo lo que tienes?"

"Dame un segundo para escribir mi testamento" jadeo esquivando por poco un golpe dirigido a sus costillas. Ella rió.

No era justo. Él estaba hecho polvo y ella se veía divertida.
Bueno, aunque si recordamos la parte en la que ella era una Diosa con miles de años y él un puberto de doce años la cosa le disgustaba menos.

"Basta de juegos" dijo de repente.

Antes de que pudiera reaccionar, movió la mano y un muro de magia lo golpeó en el pecho, lanzándoli contra el suelo con violencia. La espada-látigo se le resbaló de los dedos, tosió intentando recuperar el aire. Y cuando abrio los ojos, vio la punta de su lanza flotando a centímetros de su garganta.

"Muerto'anunció.

"Genial" gruñó. "Es justo lo que quería."

Ella sonrió y retiró el arma. Draco se sento con un gemido y se pasó una mano por el rostro cubierto de sudor. "Bien, no está mal" admitió. "No eres un total desastre".

"Qué cumplido."

"Pero…" le miró con seriedad ", aún te falta mucho. Tu técnica es buena, sin embargo confías demasiado en instintos y reflejos. No piensas lo suficiente".

"Eso me lo han dicho muchas veces" intento bromear.

"Deberías escucharlo entonces". Rodo los ojos, Hécate se cruzó de brazos y lo estudió por un momento. "La espada-látigo… es un arma difícil de dominar, aunque tiene potencial".

"Sí. Afrodita quería que tuviera algo útil en combate".

"Hefesto hizo un buen trabajo."

Tomo el látigo del suelo y lo observé. Su madre no había dicho por qué insistió en que tuviera un arma. Ahora lo entendía.

"Bien" dijo la Diosa. "Eso es todo por hoy".

"Por fin."

Se lanzó de espaldas al suelo, sintiendo el frío de la piedra en su piel ardiente.

Había sobrevivido. Apenas.

Cuando salí de la habitación, el pasillo estaba sumido en sombras. Fruncio el ceño confundido. Cuando había entrado en aquel extraño lugar del séptimo piso, el almuerzo apenas había terminado. Pero ahora, la luz de la luna bañaba los corredores de Hogwarts, proyectando siluetas alargadas sobre las paredes de piedra.

No.

No, no, no.

Miro hacia atrás, sin embargo la puerta por la que había entrado ya no estaba.

"Perfecto" murmuró

Había pasado toda la tarde con Hécate.

Toda.

No le sorprendía en realidad, aunque tampoco le gustaba. No es que no le interesara aprender de la diosa de la magia, pero perder la noción del tiempo de esa manera lo hacía sentir incómodo. Suspiró y pasó una mano por su cabello aún húmedo de sudor. Lo único que quería era llegar a la sala común, ducharse y meterse en la cama.

Aunque, claro, con su suerte, no sería tan fácil.

Dracl se aseguré de que no hubiera profesores cerca y empezó a moverse con sigilo. Hogwarts de noche tenía un aura completamente diferente, más mística, más inquietante. Las sombras parecían moverse, y los cuadros susurraban entre ellos mientras pasaba.

"¿Ese no es el nuevo?"
"El de Hufflepuff, sí."
"¡El bonito!"
"¿Por qué parece que ha estado peleando con un troll?"

Ignoró a los cuadros y acelero aún más el paso. No tenía energía para chismes en este momento.

Finalmente, llego al pasillo donde estaban los barriles que conducían a la sala común de Hufflepuff. Tocó el ritmo adecuado (gracias, música) y la entrada se abrió.

Y ahí estaba ella.

Su mejro amiga de pie con los brazos cruzados, apoyada contra la pared con la expresión de una madre esperando a su hijo descarriado.

"Hasta que te dignas en llegar, Dray"

Parpadeo sorprendido, ella no estaba gritando, lo cual era aterrador. Entró sin hacer contacto visual y la escucho cerrar la entrada detrás de él.

"¿Dónde estabas?" preguntó con calma. Demasiado calma.

Draco se encogió de hombros, evitando su mirada mientras se dirigía hacia los dormitorios. "Dando un paseo."

Ella lo atrapó del brazo antes de que pudiera escapar. "No te vi desde el almuerzo".

Mierda. Trago saliva y la miro con su mejor expresión de "no pasa nada, todo está bien".

"¿Ah, sí? Qué raro".

"Draco".

Suspiró. "Te lo contaré mañana".

"No. Ahora."

Cerró los ojos y conto hasta cinco. Lavender era persistente, Lavender lo conocía demasiado bien, y Lavender no se iría hasta que le dijera algo.

Se pasó una mano por la cara.
"Está bien, pero déjame ducharme primero."

Ella entrecerró los ojos, sospechosa, aunque finalmente asintió.
"Te espero en los sillones. No te atrevas a dormirte".

Rodó los ojos divertido y se fue directo a los dormitorios.

Había sobrevivido a un entrenamiento infernal con una diosa. Pero Lavender Brown era otro nivel.

Al entrar al dormitorio lo hizo con la delicadeza de un ladrón profesional. Justin dormía, o eso creía Draco.

Avanzo despacio, evitando hacer ruido con sus zapatos contra el suelo. Apenas llegué a su baúl, se deshizo de la túnica y saco ropa limpia. Solo necesitaba una ducha rápida antes de enfrentar a Lav.

Pero cuando se giró hacia el baño…

"¿Dónde estabas?"

Lo jura, Draco casi grita.

Se volteo de golpe y vio a Justin asomando la cabeza desde su cama.

"¡Merlín, Justin! ¿Quieres matarme?"

"No" bostezó ", solo saber dónde estabas.

"Dando un paseo."

Este parpadeó, medio dormido. "¿A estas horas?"

"Es que tengo mucha vida nocturna" soltó  con una sonrisa.

Él frunció el ceño pero volvió a acomodarse en la cama.
"Eres raro" si, gracias, se lo decían a menudo.

"Lo sé."

Antes de que pudiera hacer más preguntas, se metió al baño y cerró la puerta.
Tenía que mejorar su estrategia para escabullirme.

.

La ducha fue rápida. El agua caliente relajó sus músculos, aunque su mente seguía dándole vueltas a todo. Hécate, el entrenamiento, Lavender esperándolo en la sala común… y ahora también Justin, aparentemente. Cuando termino, se seco el cabello con la toalla y se puso la ropa limpia. No tenía ganas de ponerse la túnica otra vez, así que solo uso una camiseta negra y pantalones cómodos.

Al salir del baño, se encontró con Justin mirándolo. "¿Qué?"

"Nada" dijo rápido y se giró en la cama. "Buenas noches."

Lo ignoró y salío del dormitorio.

.

Lavender seguía en los sillones, como había prometido. "Tomaste tu tiempo".

"El agua caliente me secuestró.'

Ella le dejó espacio para sentarse y antes de que pudiera empezar con sus interrogatorios, lanzó un pequeño Muffliato alrededor.

"¿Desde cuándo eres tan paranoico?"

"Desde siempre."

Ella cruzó los brazos. "¿Dónde estabas?"

"Dando un paseo".

"Draco."

"Explorando" se corrigió.

"¿Qué hiciste en el verano?"

"Cosas".

Lavender entrecerró los ojos. "¿Dónde está Cissy?"

Sus labios se apretaron. Su amiga le miró en silencio, esperando. Y de repente, Draco se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

Estaba esquivando.
Cada maldita pregunta.

Su mejor amiga estaba tratando de acercarse y él la estaba alejando.

No podía contarle todo, pero podía contarle algo. Así que respiro hondo y por primera vez en la noche, le respondió.

"Está bien, te contaré todo lo que pueda".

"Eso es suficiente para mi"

.

"Mamá murió en un accidente automovilístico".

Lavender se cubrió la boca con la mano. "No…" Sus ojos se llenaron de lágrimas y sin pensarlo se inclinó hacia él y lo abrazó. Draco se quedo quieto. No estaba acostumbrado a eso. Ella lo rodeó con sus brazos como si pudiera juntar los pedazos rotos de su alma con solo sostenerlo fuerte. "Lo siento tanto, Draco…" murmuró.

Tragó saliva y cerré los ojos.
Había aprendido a hablar de la muerte de su madre sin que se le notara en la voz, sin que su rostro cambiara, sin que las emociones se le salieran de control. Pero con Lavender era difícil.

Ella la había querido.

No como Estados Unidos y toda su extravagancia, que había amado la idea de Narcissa Malfoy. No como los dioses, que no la recordaban más que como un nombre entre muchos. Lavender la había querido porque ella la trató con dulzura y le sonrió como si fuera importante.

Se obligó a si mismo a respirar hondo y a apartarse del abrazo.
"Estoy bien" dijo aunque no era del todo cierto.

Su amig lo miró con los ojos rojos. "¿Por qué no me lo dijiste antes?"

"Porque me cuesta decirlo en voz alta." No mintio del todo en eso. Si le costaba, solo… omitio detalles. Lavender asintió, aunque no parecía convencida. Por suerte, tenía un as bajo la manga para cambiar de tema. "Mira esto" hablo subiendo la manga de su camiseta.

La chica parpadeó y luego se inclinó hacia adelante con los ojos abiertos como platos.
"¿Tienes un tatuaje?"

"Sí."

Lo agarró del brazo y lo examinó como si intentara absorber cada línea y cada trazo.
"Es precioso".

"Lo sé."

Lavender le dio un golpe en el hombro. "¡Eres un idiota!"

"¿Qué?"

"Tienes doce, Draco. ¡Tendrías que haber esperado hasta los quince por lo menos!"

Soltó una carcajada. "¿Y eso qué diferencia hace?"

"¡Mucha!" Ella se cruzó los brazos, todavía examinando el tatuaje. "Te queda bien".

"Gracias."

"Sigo pensando que eres un idiota".

"Lo sé."

Se quedó mirando el diseño con el ceño fruncido. "Pero… ¿por qué?"

"Porque quería" otra vez, no mintio. Sin embargo no le dijo que era más que tinta en la piel. Que el tatuaje no solo era un diseño, sino un símbolo de algo más grande, que tenía poder. Pero ella no necesitaba saber eso, no podía saber de los Dioses...

Lavender suspiró y dejó caer la cabeza contra el respaldo del sillón. "Bien. ¿Me dirás ahora dónde estuviste toda la tarde?" Por fin una pregunta fácil.

"Entrenando"

Ella levantó una ceja. "¿Entrenando qué?"

"Combate".

Su amifa parpadeó sorprendida y luego entrecerró los ojos como si intentara encontrar alguna mentira oculta en sus palabras.
"¿Desde cuándo te interesa el combate?"

Se encogió de hombros. "Desde que me di cuenta de que puede ser útil" desde que me vi obligado a ser un semidiós. No parecía satisfecha con la respuesta.

"¿Dónde?" Mmm pregunta difícil.

Se paso una mano por el cabello (otra vez, hacer eso le tranquilizaba) fingiendo cansancio.
"En un lugar donde pasé el verano" era la verdad. O una versión de la verdad.

Lavender se inclinó hacia adelante. "¿Qué más hiciste en ese lugar?"

Reprimió una sonrisa. Era persistente, lo admitía. "Hice amigos".

Ella abrió la boca sorprendida. "¿Tú? ¿Haciendo amigos? No me mal entiendas, solamente que... ¿eres el mismo que me dijo en el desayuno que quería estar siempre conmigo para que las personas no le hablen?" Okey, esta bien, él la entendía, era verdad. Draco está igual de sorprendido.

"No soy tan insoportable".

"Debatible" concuerda. Ella se acomodó mejor en el sofá, claramente interesada. "¿Cómo se llaman?"

"Luke y Clarisse".

"Clarisse suena como el tipo de persona que podría matarte en cualquier momento".

Se rió entre dientes. "Sí, ella muy probablemente podría".

"Genial. Y… ¿cómo está Annie?"

El cambio de tema lo tomó por sorpresa. "Bien, supongo".

"Supongo"  Lavender rodó los ojos. "No la veo mucho, ya sabes. Ustedes dos parecen inseparables, pero a mí me dejan fuera de la ecuación".

"Eso no es cierto"

—Un poco sí.

Se cruzó de brazos. "No es mi culpa que Hogwarts nos haya separado en casas distintas distintas" Sabía que eso no venía al caso.

"Podrías esforzarte más" Lavender bajó la mirada por un segundo antes de suspirar. "Mira, sé que ustedes dos tienen su conexión especial porque se conocieron antes que yo, y porque viven juntos y todo eso, pero… yo también soy su, tú amiga, ¿sabes?"

Algo en su tono lo hizo sentir culpable. Más que nada porque era verdad. A veces pasaba tanto tiempo con Ann que no se daba cuenta de que Lav también necesitaba sentirse incluida.

"Lo sé" dijo con sinceridad. "Y no quiero que pienses que no me importas".

Ella levantó la mirada y sonrió levemente. "Bien." Hubo un momento de silencio antes de que su expresión cambiara, volviéndose más curiosa. "Por cierto, Draco…"

"¿Sí?" Oh, no, eso gritaba 'problemas'.

"Enséñame".

La miró sin entender. "¿Enseñarte qué?"

"Combate. Magia. Lo que sea que estás aprendiendo".

Draco se inclino hacia atrás recordando todo lo que hizo y las veces que ser un semidiós lo ayudo de forma considerable. "No sé si sea buena idea".

"¿Por qué no?" Se cruzó de brazos, con esa expresión desafiante que siempre significaba que no se rendiría de manera fácil. "Vamos, me conoces. No me voy a quedar de brazos cruzados mientras tú te haces más fuerte".

Sonrio. "¿Eso es una competencia, Lav?"

"Si lo necesitas para aceptar, entonces sí".

Rio y asintio lentamente. "Está bien. Pero no te quejes cuando termines adolorida".

"Lo mismo te digo."

Ambos quedaron en silencio por un momento, aunque esta vez fue cómodo. Lavender apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos, y él se quedó ahí, observando el fuego en la chimenea, sintiendo el peso de todo lo que había pasado ese día.

Mentiras.

Verdades a medias.

Amistad.

Y, sobre todo, la sensación de que el mundo se estaba volviendo más complicado.

Sin embargo al menos no estaba solo en esto.

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