
Aplausse
En este momento, Draco estaba teniendo una crisis de moda.
No una crisis menor, de esas como '¿me veo lo suficientemente bien?'. No, eso ya lo tenía claro. Se veía increíble. El problema era que se veía demasiado increíble.
"Ann, necesito una segunda opinión" dijo girando sobre sus talones para enfrentarse a su mejor amiga. Annie que llevaba ya cinco minutos esperando junto a la puerta, cruzó los brazos con exasperación.
"Draco, ¿te das cuenta de que has tardado más que yo en arreglarte?" Bueno... tenia algo de razón, solo un poquito...
"La belleza lleva tiempo, Ann".
"¿Ya te habia dicho que eres un dramático?"
Le sonrió y volvió a mirarse en el espejo inspeccionando cada detalle de su atuendo. Había elegido una camisa negra, ligeramente holgada aunque con el ajuste perfecto para que no paresca hippie, con bordados dorados en el cuello y los puños. La combinó con unos pantalones oscuros que le quedaban a la medida y unas botas de piel de Dragón (que hizo confirmar a su padre que el Dragón habia muerto por causas naturales y no por una caseria, además de que habia dado un consentimiento) que le daban un aire despreocupado y elegante, parecía salido de una pintura antigua, algo entre lo angelical y lo peligroso. Eso le gustaba.
Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo ligeramente con intención. Sabía que sus ondas rubias caían con la perfección calculada de alguien que nunca tendría un mal día de cabello, pero igual quiso darle un toque más rebelde, por poco y no convence a su padre de no ponerle gel.
Se inclinó un poco hacia el espejo y entornó los ojos. "¿Crees que debería desabrochar un botón más?"
"Creo que deberías dejar de mirarte como si fueras una obra de arte" bromeó ella.
"Annabeth, soy hijo de Afrodita, eso es un hecho". Annie puso los ojos en blanco, aunque él captó la ligera sonrisa que trató de ocultar.
Se giró un poco para mirar su reflejo desde otro ángulo y sus ojos se desviaron a la parte de su brazo donde el tatuaje que apenas se insinuaba bajo la tela. Un narciso, cuidadosamente trazado con magia entrelazado con el nombre de su madre.
"Silena sabría exactamente qué hacer", pensó.
Pero Silena ya no estaba.
Sacudió la cabeza. No era el momento para eso.
¿Y cuando lo será?
"Draco" insistió Ann ", vamos a llegar tarde".
Solto suspiró dramáticamente y le lanzó una mirada con fingido sufrimiento. "Annie, todo el mundo llega tarde a una fiesta".
"Tú llegas tarde hasta cuando no hay fiesta" eso... no era tan cierto.
"Me gusta hacer buenas entradas"
Hubo un golpe en la puerta y su padre entró en la habitación, impecable como siempre, aunque con la expresión de un hombre que llevaba toda su vida lidiando con un hijo que consideraba 'demasiado'. Sus ojos lo recorrieron de arriba abajo y solo por un instante algo parecido a la sorpresa cruzó su rostro.
"Uuuh, te pareces a Sirius" murmuró arrugado la nariz.
Draco parpadeó recordando a su tío preso. "¿En serio?" Este negó con la cabeza, como si estuviera alejando el pensamiento.
"Nada. ¿Están listos?"
"Desde que nací" le respondió con una sonrisa.
Lucius suspiró divertido. "Saben que tienen que comportarse, aquí todo es muy diferente que en Estados Unidos".
Annie y él intercambiaron una mirada idéntica. "¿Comportarse?" repitió ella. "¿Recuerdas con quién está hablando?"
Su padre los ignoró y salió de la habitación. Y él sonrió dándose una última mirada en el espejo.
Sí. Se veía perfecto.
"¿Lista para ir con la banda de viboras?
Annabeth bufó con una sonrisa en el rostro. "Ya sabes la respuesta".
Y con eso, salieron, listos para la fiesta.
.
Draco no caminaba. No. Él desfilaba.
Y si alguien tenía algo que decir al respecto, era solo porque le envidiaban.
El sonido de sus zapatos contra el mármol resonó como si fuera parte de la sinfonía que se tocaba en la sala. Cada paso estaba medido, cada leve movimiento de su cabeza planeado sin esfuerzo aparente. No había necesidad de exagerar. No cuando la propia gravedad de su presencia jalaba todas las miradas hacia él. Podía sentirlo. La pausa en las conversaciones, los ojos siguiéndolo como si fuera un espejismo, algo demasiado perfecto para ser real.
Y lo entendía.
A veces ni él mismo se creía lo hermoso que era.
Pero bueno, la vida tenía que equilibrarse de alguna forma. No era su culpa haber sido bendecido con un rostro que desafiaba la lógica. Su culpa sería no usarlo a su favor. Así que sonrió, porque claro que lo hizo, y más de uno se quedó mirando.
Oh, esto era divertido.
Apenas habían bajado los escalones principales y ya podía notar las reacciones. Las chicas entrecerraban los ojos, como si intentaran descubrir qué era exactamente lo que lo hacía tan... magnético. Los chicos, algunos con curiosidad, otros con algo que Draco reconoció de inmediato como interés. Oh, sí, lo habían notado.
Era demasiado hermoso para ignorarlo.
No de una forma infantil, como lo serían los niños de su edad. No, su rostro tenía una cualidad irreal, algo que incluso la perfección de los Malfoy no explicaba del todo. Era ese brillo en su piel, el dorado leve en su cabello cuando la luz lo alcanzaba, la forma en que sus pestañas proyectaban una sombra oscura sobre sus mejillas cada vez que bajaba la mirada, solo para elevarla de nuevo con precisión quirúrgica. No necesitaba hacer mucho, solo inclinar la cabeza en un ángulo exacto, o rozar su labio inferior con la lengua de forma casi distraída, o jugar con el anillo en su dedo, y ya los tenía.
Fascinados.
Hipnotizados.
Perdidos.
Oh, sí. Draco había llegado.
La atención era suya.
Y eso le encantaba.
Levanto su copa con una elegancia natural, dejando que la luz de las lámparas encantadas destellara sobre sus anillos y la piel de su muñeca. No necesitaba hacer un gran gesto para que todos lo miraran. Bastaba con la forma en que inclinaba la cabeza, con el ritmo pausado de su respiración, con el simple hecho de existir.
En el fondo, sabía que su padre y Annie lo estaban observando con diversión. Claro, podían haber cambiado de continente, podían haber pasado años lejos de la sociedad mágica británica, pero al final del día, había cosas que nunca cambiaban. Y una de ellas era que Draco Malfoy dominaba cualquier habitación en la que entrara.
Digan lo que quieran de la vanidad. Él no la veía como un defecto.
La voz de su padre resonó firme y medida en la mansión al hacer el anuncio oficial. Él lo escuchó a medias, demasiado ocupado escaneando la sala con una sonrisa apenas perceptible. Oh, la gente trataba de disimular su asombro, claro que sí. Un par de madames de sociedad intercambiaban miradas rápidas, susurrándose al oído. Unos chicos de Slytherin -tal vez de su edad, tal vez un poco mayores- intentaban fingir desinterés, aunque sus ojos decían otra cosa.
Y luego llegó el momento.
"Mi hija, Annabeth Chase Malfoy" anunció girándose ligeramente hacia Ann, que estaba a su lado izquierdo.
Y ella con su acostumbrada actitud de guerrera, simplemente inclinó la cabeza con una expresión seria, como si estuviera evaluando a cada persona en la sala. No dijo una palabra. No tenía que hacerlo. Su mirada lo decía todo: No me subestimen, perras (bueno, tal vez no esto último, sin embargo venía a la ocasión).
Los presentes parecieron impresionados. Ya que Annie se presentaba como una Malfoy de pocas palabras, aunque de presencia firme. Y eso era interesante.
Pero su padre no había terminado.
"Y también, mi hijo, Draco Orion Malfoy"
Oh, qué maravilla.
Draco se adelantó con una calma que parecía ensayada, aunque no lo estaba, era natural. Cada paso estaba medido sin que tuviera que pensarlo. Se movía con esa seguridad innata, con el aire de alguien que no solo sabe que es hermoso, sino que sabe cómo usarlo. Alzó la barbilla apenas, sus pestañas descendieron un poco, como si los estuviera evaluando y al mismo tiempo concediéndoles el privilegio de verlo. Sus labios se curvaron en una sonrisa sutil, la clase de sonrisa que dejaba a la gente preguntándose si era un gesto amable o un juego.
Dio su asentimiento de cabeza con una lentitud exquisita.
"Es un placer ver tantas caras distinguidas esta noche".
Silencio.
Y él contuvo una risa. Era increíble lo fácil que era esto.
Los magos británicos, por toda su pureza de sangre y su supuesto porte aristocrático, no estaban preparados para alguien como él. No para alguien que no solo tenía el apellido, sino la actitud, la presencia, el descaro.
Ann que aunque no estaba a su lado, la escucho resoplar muy bajito, como si estuviera reprimiendo la risa. Y no tuvo que mirarla para saber lo que pensaba. Dramático. En cambio su padre le dio un sorbo a su copa con el aire satisfecho de un hombre que sabía exactamente lo que estaba pasando. Su expresión decía algo como: Por supuesto que mi hijo va a dejar a todos en estado de shock, ¿acaso lo dudaban?
Él bajó su copa con calma, jugando con el tallo del cristal entre sus dedos, como si realmente estuviera disfrutando del champán (sin alcohol, por lastima) y no del espectáculo que él mismo estaba haciendo. "Espero que disfruten de la velada tanto como yo" añadió con una inclinación de cabeza milimétricamente medida.
Algunos parpadearon. Un par de brujas mayores parecieron necesitar aire.
Ah. Su madre estaría orgullosa. Ambas.
.
Draco mantenía la sonrisa, el porte relajado, la elegancia natural de alguien que sabe que es hermoso y no tiene miedo de usarlo a su favor. Sin embargo internamente...
¿En qué demonios se había metído?
Él no socializaba.
No, de verdad. No sabía cómo hablar con desconocidos.
Claro, podía acaparar la atención de un lugar con un par de movimientos bien calculados, sin embargo ¿hablar?, ¿interactuar?, ¿mantener una conversación con extraños sin Ann cubriéndole la espalda? Nunca, jamás. Algo irónico si lo piensa bien, ya que le encanta el escenario.
Así que estaba metido en un gran problema, ya que Annabeth no estaba en ninguna parte.
Lo había dejado solo. A la deriva.
Y su padre tampoco era de ayuda. Por qué este estaba demasiado ocupado charlando con unos ancianos de aspecto... dudoso. No en el sentido de "oh, son mortífagos" (Lucius había dejado claro que se mantendría lejos de esas tonterías de ahi en adelante). No, dudoso en el sentido de "probablemente huelen a polvo y humedad y podrían contar historias de hace cinco siglos con demasiados detalles".
Así que se ahogó en su propia desesperación interna, sin perder el porte. Porque no se suponía que esto pasara, no se suponía que él tuviera que manejarlo solo. El plan era claro: Annie sería la sensata y lo arrastraría cuando fuera necesario. Ese era el trato.
Pero no, la muy traidora lo había dejado solo en la maldita mansión Malfoy llena de sangre pura que lo observaban como si fuera algún tipo de espécimen raro. Y justo ahí la vio, la muy ingrata estaba a varios metros, atrapada en conversación con Pansy Parkinson, Millicent Bulstrode y las hermanas Greengrass, intercambiando miradas de "¿me rescatas tú o te rescato yo?" hasta que las dos se dieron cuenta de que ninguno tenía escapatoria.
Draco consideró seriamente fingir un desmayo.
Pero los dioses parecían divertirse con su miseria (esta seguro de que fue Zeus), porque justo cuando pensó en hacer una retirada estratégica, se vio rodeado. Ay, no mamita sálvame donde quiera que estés.
Annabeth volvió a mirarlo con una súplica muda en los ojos.
Un parpadeo. "Haz algo"
Él entrecerró los ojos. "Me dejaste solo" su amiga apretó los labios en una línea tensa, levantó una ceja. "Problema tuyo" La chica le dedicó una mirada de eres lo peor justo cuando un grupo de chicos se acercó a él.
Blaise Zabini, Theodore Nott, Demian Rosier, Vincent Crabbe y Gregory Goyle.
Felicitendlo, había hecho su tares.
Solo los observó sin apartarse ni un milímetro, sabía exactamente lo que estaban haciendo. Los herederos de las familias más antiguas y prestigiosas de la sociedad mágica no preguntaban; evaluaban, medían, analizaban.
Y ahora, sus ojos estaban sobre él.
"Vaya, Malfoy" murmuró Nott con una sonrisa perezosa. "Por fin te dignas a presentarte en sociedad".
Él mantuvo su expresión relajada, aunque la sonrisa que curvó sus labios fue calculada, no podía hacer ver que estaba nervioso. "Bueno, sería de mala educación ignorar una invitación tan exclusiva, ¿no?"
"Así que el acento es real" comentó Zabini, mirándolo con curiosidad. "Te criaste en América".
Draco ladeó la cabeza apenas. "¿Me delata la actitud?"
"Te delata la seguridad" intervino Rosier con una media sonrisa. "Los británicos no suelen entrar a una habitación sabiendo que son la persona más interesante en ella" eso le sonaba a mentira, pero como no se crío aquí lo dejo pasar, le sostuvo la mirada con satisfacción felina.
"Tal vez nunca han tenido algo interesante de verdad".
Zabini soltó una breve risa, Nott apenas curvó los labios. Mientras que Crabbe y Goyle intercambiaron miradas, sin saber bien si debían reír. Rosier inclinó la cabeza con lo que podría haber confundido con respeto, si no conociera mejor a los sangre pura -su padre le había enseñado bien-.
"Tienes razón en algo" hablo con tono ligero. "No eres lo que esperábamos".
Solo sonrió, lanzandole otra mirada disimulada a Annie, que lo ignoró. "Y, ¿qué esperaban?"
Zabini hizo un gesto con la mano. "Un Malfoy más británico, para empezar."
"Uno que no se moviera como si supiera exactamente cómo piensa cada persona en esta habitación" añadió Nott.
"Y uno que no tuviera la sangre sucia impregnada en su estilo de vida" finalizó Crabbe.
El aire se tensó por una fracción de segundo, no lo suficiente como para ser notorio. Sin embargo él lo sintió.
Porque, aunque su sonrisa no se alteró, algo en su interior se enfrió.
Ah, sí, esto.
Esto era lo que lo separaba de ellos.
Porque ahora ellos lo miraban con admiración, con fascinación incluso, porque querían impresionarlo. Pero si se enteraran de la verdad, no lo consideraran un igual.
"La cultura americana es... interesante" dijo Zabini, con el tono de alguien que escoge sus palabras cuidadosamente.
Draco mantuvo su sonrisa perfecta, como si las palabras de Crabbe no hubieran existido nunca. "Claro que lo es, cultura es la palabra clave" ni a él mismo le gustaron sus palabras, y apesar de eso Zabini se rió entre dientes, captando el desaire oculto en su tono.
"Oh, me gusta este Malfoy" comentó con una diversión evidente. Nott lo evaluó con renovado interés y Rosier inclinó la cabeza apenas, los ojos entrecerrados, como si intentara leerlo.
Sabía que, en otro momento, otro lugar, esta conversación hubiera sido distinta. Pero aquí, rodeado de ellos, en la casa que llevaba su apellido, bajo la mirada de todos en la habitación, solo había una opción. Así que sonrió con la confianza de alguien que sabía que lo estaban devorando con los ojos.
Porque a pesar de que él no era uno de ellos.
Ellos lo querían de su lado.
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Draco sintió el cambio en el aire antes de verlo, y eso le gustaba.
Los chicos frente a él seguían intentando impresionarlo, cada uno a su manera. Nott con comentarios mordaces, Zabini con su actitud relajada y a la vez evaluadora, Tosier con sus sonrisas medidas y sus ojos que parecían querer descifrarlo, mientras que Crabbe y Goyle... bueno, estaban ahí comiendo. Mentiría si dijera que no quería hacerlo también.
Y a diferencia de la creencia popular, él no era tonto.
Sabía cuándo alguien realmente importaba. Y los herederos mayores de varias casas sangre pura pasaron cerca con un andar despreocupado, como si no lo estuvieran inspeccionando. Excepto que sí lo estaban haciendo.
Los sintió evaluarlo de arriba abajo, sus miradas arrastrándose por su ropa, su postura, la facilidad con la que se movía en la habitación. Draco sonrió para sí mismo, ya que no necesitaba verlos para saber lo que estaban pensando.
"¿Este es el Malfoy?"
"No es lo que esperábamos. "
"Es mejor".
Se aseguró de pestañear en el momento justo, bajando la mirada con una sonrisa casi distraída. Solo para hacer que uno de ellos tropezara sutilmente con la alfombra. No era su culpa que su encanto fuera un arma que sabía utilizar.
Y como él nunca busca a nadie, ellos lo buscaron.
"Nos lo vamos a llevar un rato".
La voz se deslizó entre la conversación como un cuchillo bien afilado. Él levantó la mirada, ya sabiendo que se trataba de los mayores. Y los chicos de su edad callaron al instante. Demian, sin embargo, no ocultó su molestia cuando su hermano mayor -Altair Rosier, tenía que ser él- le dedicó una mirada casual antes de posar los ojos en Draco. A su lado estaban también Callum Parkinson y Adrien Bulstrode, formando un trío de sonrisas ensayadas y miradas de evaluación. "No creo que quiera ir con ustede" hablo este con voz relajada, aunque su mandíbula se tensó apenas.
Su hermano no le prestó atención. "¿Y si lo dejamos decidir a él?" su voz era suave y divertida.
Draco los miró a ambos, alzando una ceja con fingido desinterés. "Depende" murmuró deslizando la mirada sobre los tres mayores. "¿Es una invitación o una orden?" No puedo decir que no hay una respuesta equivocada ahí.
Callum Parkinson soltó una carcajada, con esa arrogancia fácil de quien está acostumbrado a liderar en su propio círculo. "Si necesitas que sea una orden para venir, puedo arreglarlo".
Nott resopló. "No puedes pasar una noche sin jugar con fuego".
Él sonrió, disfrutando más de lo que debería el cambio en la atmósfera.
Demian cruzó los brazos. "No creo que sea buena idea."
"Tú no crees muchas cosas, hermanito" murmuró Altair. Luego extendió la mano hacia él. "¿Vienes?" Y como dijo antes, no era tan tonto como para pensar que tenía opción.
No era un no.
Era un cuándo.
Así que aceptó la invitación con una media sonrisa y un leve encogimiento de hombros, dejando que su mano apenas rozara la de Altair antes de apartarla, suficiente para hacer que sus ojos se entrecerraran apenas.
No es su culpa que su madre lo haya hecho así.
Y antes de seguirlos, buscó con la mirada a Annabeth. Su amiga tenía la misma mirada de advertencia que le lanzaba cuando hacía algo particularmente estúpido.
"Tu padre está aquí mismo."
Draco le respondió con un leve movimiento de cabeza que decía: "¿Y qué?"
Annie intentó zafarse de las chicas que la retenían, pero Bulstrode le dijo algo al oído y Parkinson la sujetó del brazo con una sonrisa que claramente decia que no iba a soltarla en un rato. Asi que se despidió con un guiño burlón antes de girarse hacia su nuevo grupo.
Los mayores ya avanzaban entre la multitud, las miradas siguiéndolos.
Draco suspiró.
Solo había venido a jugar con sus mentes.
No a socializar.
Y sin embargo, ahí estaba.
.
Él aanzó junto a ellos, consciente de que estaba entrando en un terreno diferente. Si los de su edad intentaban impresionarlo con frases ensayadas y fanfarronería, estos tres lo miraban como si estuvieran estudiándolo. No con la impaciencia de un niño queriendo demostrar su valía, sino con el tipo de atención que se reserva para algo raro y valioso, algo que uno quiere entender antes de decidir qué hacer con ello. Lo cual... era halagador. Y también ligeramente preocupante.
Adrien Bulstrode fue el primero en hablar, con una media sonrisa que denotaba cálculos tras cada palabra. "Draco Malfoy. Finalmente" el tono tenía el peso de alguien que rara vez tenía que esperar algo.
Entorno los ojos con la medida justa de interés y desinterés. "Me siento halagado por la anticipación".
Callum Parkinson sonrió con esa confianza que solo alguien mayor podía tener, esa que no venía de la nobleza del apellido, si no de saber cómo moverse en un mundo donde la imagen lo era todo. "Oh, créeme, la hay".
Inclinó la cabeza de forma leve fingiendo curiosidad. "¿Porque soy un Malfoy?'
Callum sonrió más. "Porque eres tú".
La respuesta no vino de él ni de Adrien. Fue Altair Rosier quien la dio, con su tono más bajo, más especulativo, con la tranquilidad de alguien que sabía que no necesitaba levantar la voz para ser escuchado.
"¿Y qué sabes de mí?" Preguntó con curiosidad mirándolo a los ojos, el chico sostuvo la mirada con una facilidad irritante, la clase de seguridad que podía desarmar a cualquiera.
"No lo suficiente".
Adrien rió por lo bajo, como si encontrara la conversación entretenida en un nivel que los demás no comprendían del todo. "Deberías sentirte halagado. No todos logran captar el interés de Altair tan rápido."
Draco fingió pensarlo por un momento antes de sonreír con un aire de despreocupación. "Oh, créeme que lo hago".
Callum se cruzó de brazos con un aire pensativo, evaluándolo con una intensidad apenas velada. "Se rumorea que eres diferente".
"Eso mismo me dijeron hace unos minutos" si recuerda bien.
Este inclinó la cabeza con una expresión perezosa, como si apenas estuviera entrando en calor. "Nos interesa confirmarlo."
Dejó que una media sonrisa se deslizara en sus labios. "Qué honor" Altair entrecerró los ojos apenas, no en un gesto de desconfianza, sino más en una forma de calibrarlo mejor.
"No pareces muy impresionado".
"Tal vez me impresionan menos lo que creen"
"Tal vez no lo hemos intentado lo suficiente".
Draco dejó escapar una suave risa, disfrutando el cambio sutil en la atmósfera.
"Oh, creo que lo han intentado bastante".
Altair no se inmutó. De hecho, en cambio parecía más divertido. Callum y Adrien intercambiaron miradas antes de que el primero soltara un suave suspiro, como si todo esto fuera un pequeño juego que le encantaba jugar. "Bien, entonces dime, Malfoy, ¿qué te impresiona?" Se hizo el pensativo un momento, dejándose el lujo de una pausa prolongada. Los miró a los tres, sabían moverse en sociedad, sabían jugar con las palabras y con la imagen que proyectaban.
Pero ¡por favor! Draco era hijo de Afrodita.
Y jugar con el encanto estaba en su sangre.
Así que solo sonrió, de forma lenta y concisa, con una sutileza que no dejaba claro si era un reto, una provocación o simplemente una forma de divertirse.
"Tendrán que descubrirlo".
El cambio en la atmósfera fue sutil e innegable. Ya no había solo curiosidad en sus miradas. Ahora había un reto, un interés genuino, un nuevo nivel de atención. Altair dio un paso más cerca. No demasiado, solo lo suficiente para que él sintiera el calor de su presencia, lo suficiente para que si alguien los observaba de lejos, pensara que estaban compartiendo secretos, lo suficiente para que su diferencia de altura sea muy notable, y maldiga lo injusta que era, pero que al mismo tiempo le encantara que sea tan grande.
"Me gustan los desafíos" murmuró.
Él inclinó la cabeza apenas, con esa confianza que no necesitaba palabras para ser evidente.
"Oh, ya lo sé".
Altair esbozó una sonrisa lenta, Callum y Adrien parecían entretenidos, aunque también más atentos. Ya no estaban simplemente conversando, estaban tanteando el terreno, midiendo fuerzas en un juego que él dominaba sin siquiera intentarlo.
Pero entonces.
Una voz.
"Draco."
El cambio fue inmediato. Altair se tensó de forma casi imperceptible, Callum y Adrien enderezaron la postura de manera automática, con la clase de reacción que solo alguien que ha crecido bajo reglas estrictas puede tener. Draco, en cambio, giró la cabeza con toda la calma del mundo, bueno, o al menos fingiendo tenerla, la necesitaría.
"Padre".
Lucius Malfoy estaba allí, elegante, sereno... y con una expresión que no delataba ni un ápice de sus pensamientos. Lo cual era mala señal. Deslizó la mirada sobre los tres mayores con la misma delicadeza con la que alguien podría evaluar algo que no ha decidido si es útil o simplemente un estorbo. "¿No son un poco mayores para estar monopolizando su atención?"
Altair para su crédito, mantuvo la compostura y sonrió con cortesía. "Solo estábamos conociéndolo, señor Malfoy".
Su padre mantuvo la expresión imperturbable. "Por supuesto" su tono fue impecablemente educado. "Y ahora ha terminado".
Sintió las ganas de reír burbujeándole en la garganta. Aguantó, por poco. Los tres asintieron con la educación calculada que se esperaba de ellos. No discutieron, no desafiaron. Sabían que, en ese momento, su padre tenía la última palabra.
Pero no se sintieron derrotados.
Draco lo supo porque cuando se dio media vuelta para alejarse con su padre, sintió la mirada de los tres siguiéndolo. No con resentimiento, no con molestia. Con interés.
Interés renovado.
Interés divertido.
Interés que no se disiparía tan fácilmente.
Y él, aunque no lo demostró en su expresión, lo sabía.
Su papá le colocó una mano en la espalda y lo guió lejos, su toque ligero aunque innegociable. Cuando se alejaron lo suficiente, Lucius inclinó un poco la cabeza y murmuró, con esa calma que solo los padres pueden usar cuando están realmente fastidiados: "Tú madre estaría orgullosa de la atención se estas recibiendo, sin embargo yo no soy tu madre" lo sabía. "Además, eres demasiado joven para eso".
Esta vez lo miró con diversión. "No hice nada".
Este le acomodó un mechón de cabello con toda la ternura del mundo. "Ese es el problema".
.
Draco estaba disfrutando del aire fresco que significaba estar lejos de la intensa mirada de su padre cuando sintió que alguien lo sujetaba del brazo con fuerza.
"¡Eres un maldito traidor!"
Ooh, era Annie. Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que ella lo arrastrara a un rincón más discreto, fuera del flujo principal de la gala. "¡Me abandonaste con ellas!" lo acusó, cruzándose de brazos. "Con las Greengrass, con Bulstrode, con Parkinson. Solas" Bueno, sus hermanos no parecían ser tan malos.
Asi que solo parpadeó con fingida inocencia. "Bueno, al menos no estabas con los Carrow, y tú me abandonaste primero".
Annabeth lo fulminó con la mirada. "No bromees. ¡Sabes cuánto odio estas cosas!"
Se llevó una mano al pecho. "Y sin embargo, te sacrificaste como la heroína que eres. Estoy orgulloso de ti. Además tú también sabes como odio estas cosas" se defendió.
"¡No me habrías dejado ahí si fueras tan orgulloso!" Espetó ella indignada. "Pero claro que sí lo hiciste. Y por qué, dime. Ah, sí, porque te llamaron los chicos guapos y mayores, y no te veias muy triste con ellos". Uuh, touche.
Draco entrecerró los ojos con un aire altivo. "Me llamaron los interesantes."
Ann soltó una carcajada sarcástica. "¡Sí, claro! Y me vas a decir que no notaste cómo te miraban" él es ciego, no ve nada.
Sonrió con suficiencia. "Tal vez solo un poquito"
Su mejor amigs hizo una mueca de asco. "Hombre tenias que ser".
Sonrió más, encantado con su indignación. "Oh, no me mires así. Fue divertido".
"¡Me abandonaste!"
"¡Tú tambien! ¡Y eres la persona más capaz en esta sala!"
"No me importa, ¡estás en deuda conmigo!"
Sabia que la conversacion no llegaria a ninguna parte. "Está bien, está bien, lo compensaré, ¿qué quieres?" Ella lo pensó un momento antes de entrecerrar los ojos con picardía.
"Tus helados el próximo verano en el campamento".
¿Qué narices dijo esa lunática?
"¡Eso es cruel!" ¡y depravado! Él amaba esos helados.
"Y justo".
Puso los ojos en blanco, aunque no discutió, le pediría a Luke los suyos, este siempre se los da.
"Bien. Lo que sea para calmar tu furia"
Annie le dio un codazo. "Ahora vuelve a la fiesta, Romeo". Cuando volvieron, la atmósfera se había encendido aún más. La música sonaba en el fondo, suave aunque lo suficientemente animada como para darle vida al evento. Su padre estaba en una conversación seria con otros miembros de la élite, sin embargo sabía que tenía un ojo en él. Ann también lo notó y sonrió con burla. "Aveces tu padre me da miedo".
"Es su talento especial" murmuró.
La chica negó con la cabeza y antes de que pudiera responder, alguien más se acercó.
"¿Draco?" Él giró la cabeza y se encontró con Callum, Adrien, y Altair de nuevo.
"Ah, miren quién volvió: murmuró Adrien con diversión.
"¿Fue un escape o una misión diplomática?" Preguntó Callum, alzando una ceja.
"Una traición" soltó Annabeth antes de que él pudiera responder.
Altair sonrió con un destello de interés en la mirada. "¿Eso significa que estás libre ahora?"
Le sonrió con una mezcla de arrogancia y travesura. "Depende. ¿Qué tienen en mente?" El chico se inclinó apenas y su mirada atrapándolo en un instante.
"Tal vez quieras descubrirlo".
Draco sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
Oh, sí.
Definitivamente le gustaban mayores.
.
Él ya no estaba seguro de en qué momento exacto la noche pasó de ser una aburrida obligación social a un juego peligroso y entretenido. Quizás fue cuando Altair le dedicó esa sonrisa lenta y calculada, o cuando Callum se inclinó un poco más de la cuenta para hablarle al oído, i tal vez cuando Adrien le sirvió una copa de zumo de calabaza con la confianza de un anfitrión que ya había decidido que Draco le pertenecía a su círculo.
Lo que sí sabía era que Annie lo estaba mirando con una expresión que decía claramente: Te dije que no confiaras en los chicos guapos y mayores.
Él, por supuesto, la ignoró.
"Así que, Draco" hablo Altair, sosteniendo su copa con una elegancia natural. "¿Cuánto tiempo planeas quedarte en Gran Bretaña?"
"Lo suficiente para hacer una impresión duradera" respondió con una sonrisa que no revelaba nada y lo insinuaba todo.
Callum soltó una risa suave. "Oh, creo que ya lo hiciste".
"Eso es discutible" intervino Adrien. "Todavía no hemos visto si tienes lo que se necesita."
"¿Lo que se necesita para qué?"
"Para sobrevivir aquí" dijo Altair encogiéndose de hombros. "Para jugar en nuestra liga".
Ann hizo un sonido ahogado. Draco casi podía oír su: ¡No caigas en el reto! resonando en su mente. Y el por supuesto, cayó.
"¿Y qué liga es esa exactamente?"
Los tres intercambiaron miradas con aire conspirativo antes de que Adrien sonriera. "Pronto lo sabrás."
Draco sintió un escalofrío de anticipación. Oh, definitivamente estaba metiéndose en problemas. Y le encantaba.
Justo cuando la conversación se estaba volviendo demasiado interesante, un frío familiar recorrió la habitación.
Lucius Malfoy había llegado, otra vez. ¿Su padre tenía ojos en la nuca acaso?
Apenas tuvo tiempo de enderezarse antes de que su padre apareciera a su lado con la elegancia de alguien que no interrumpe, sino que hace notar su presencia. "Hijo" hablo con su tono más diplomático, lo que solo significaba una cosa: Estoy fingiendo calma, pero estoy a segundos de arrastrarte lejos de aquí.
Draco sonrió con su mejor expresión inocente. "Padre" repitió teniendo un breve deja vu.
Lucius dirigió una mirada breve pero significativa a los tres chicos. Altair, Callum y Adrien, que habían estado perfectamente relajados momentos antes, parecieron recordar de repente que Lucius Malfoy era alguien a quien no querían irritar.
"Siempre es un placer verlo, Lord Malfoy" comenzó Altair con la inclinación de cabeza justa para ser respetuosa sin parecer sumisa.
"Un honor" añadió Callum.
Adrien simplemente sonrió con una confianza peligrosa. Y su padre los estudió por un momento antes de inclinar la cabeza en reconocimiento. "Espero que se comporten adecuadamente con mi hijo" hablo con su tono perfectamente educado pero con una advertencia implícita. Oh, claro que lo estaban haciendo.
Draco sintió cómo su libertad se desmoronaba en tiempo real.
"Siempre, señor" respondió Altair con una sonrisa perfectamente encantadora.
Su padre no parecía impresionado. "Draco."
Soltó un suspiro. "Sí, sí. Ya voy".
Lucius le lanzó una mirada, la misma que usaba cuando él intentaba discutir sobre su hora de dormir cuando era niño. Asi que sin más opción, se despidió con una mirada final a los tres chicos, que le devolvieron sonrisas cómplices.
"Nos veremos pronto, Draco" dijo Adrien, con una entonación que hizo que su propio padre tensara la mandíbula. Él sintió satisfacción pura.
Y mientras se alejaban, Annie apareció a su lado, claramente disfrutando la escena. "¿Fue divertido?" susurró con una sonrisa burlona.
Suspiró dramática. "No lo suficiente".
Su padre que había oído todo solo le lanzó una mirada de advertencia.
Y así, la fiesta llegó a su fin.
Pero Draco tenía la sensación de que su vida en Gran Bretaña apenas estaba comenzando.
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La mansión Malfoy estaba en completo silencio ahora. Los candelabros aún brillaban, reflejándose en los mármoles pulidos, pero la vibrante energía de la fiesta había desaparecido junto con los invitados. Solo quedaban ellos tres: Annie, Draco y Lucius.
Él se deslizó hasta el gran piano de la sala, pasando los dedos sobre la superficie con una sonrisa melancólica. Annie ya estaba junto a él, como si supiera exactamente lo que iba a hacer. "¿Una última canción antes de Hogwarts?" murmuró, y su amiga asintió, dándole un pequeño empujón en el hombro.
El primer acorde de Boulevard of Broken Dreams resonó en la sala vacía. Draco cerró los ojos al tomar el micrófono, dejando que la melodía se filtrara en su pecho antes de comenzar a cantar.
"I walk a lonely road..."
El sonido de su voz llenó cada rincón de la habitación. Hubo un instante en el que todo desapareció: no estaba en la mansión Malfoy, no era un semidiós, ni un mago, ni nada. Solo existía la música, vibrando dentro de él, escapando en cada palabra.
Annabeth se unió en el coro, sus voces mezclándose de forma perfecta. Draco siempre había pensado que, si el mundo fuera justo, podrían pasar el resto de sus vidas haciendo esto: cantando hasta que sus voces se volvieran eternas, compartiendo un escenario y la adrenalina de cada nota.
El eco de la última frase se disipó lentamente, dejando solo el sonido de su respiración agitada.
Un solo par de aplausos resonó en la sala. Lucius, apoyado contra el umbral de la puerta, los observaba con una mezcla de orgullo y nostalgia. "Mis niños" hablo con su voz suave y cargada de emociones. "Podría escucharlos para siempre, crecieron tan rápido".
Draco bajó el micrófono con una sonrisa. "Bueno, qué lástima que me tengo que ir mañana a Hogwarts."
Mañana, iría a ver a su otra mejor amiga, pensó y eso le hizo sacar una sonrisa.
...
Draco despertó en su sueño con la resignación de quien ya sabe lo que le espera. La neblina espesa, el aire cargado de electricidad, los perros espectrales gruñéndole como si se deleitaran en recordarle que un mal paso y lo morderían en el trasero... Sí, definitivamente, esto era un sueño de Hécate. "¿No podrías, no sé, invitarme a tomar el té en lugar de arrastrarme a este teatro dramático?" bufó cruzándose de brazos mientras observaba a la diosa de la magia, que lo miraba con una mezcla de diversión y exasperación.
Hécate que estaba envuelta en su túnica negra que parecía hecha de sombras líquidas, chasqueó la lengua. "Draco, sabes que no puedo simplemente enviarte un mensaje de texto. Soy una diosa, tengo estándares".
Soltó un suspiro. "Un poco de sutileza no te haría daño."
"Por favor, tu madre es Afrodita. No vengas a hablarme de sutileza" puso los ojos en blanco, aunque no discutió más. Hécate tenía un punto.
La diosa chasqueó los dedos y la neblina a su alrededor se disipó un poco, revelando el lugar donde se encontraban. No era la nada abstracta de otros sueños, sino un espacio real: una gran sala de piedra, iluminada por antorchas flotantes y decorada con estanterías repletas de pergaminos y grimorios. En el centro, un círculo de runas resplandecía suavemente, entrecerró los ojos confundido, nunca había venido a ese lugar.
"¿Dónde estamos?"
"Digamos que... he movido un par de hilos para asegurarte un acceso especial" respondió ella inspeccionando sus uñas con fingida indiferencia. "Encontré un pequeño rincón olvidado en Hogwarts, un lugar donde los magos de antes practicaban magia de verdad".
Draco sintió que su interés aumentaba. "¿Qué tipo de magia?" Ya tenía una idea de por dónde iba eso... y le gustaba.
Hécate sonrió, ese tipo de sonrisa que le decía que estaba a punto de meterse en problemas. "Magia sin varita, magia antigua, magia oscura, magia familiar, magia que a los magos modernos les da miedo enseñar porque, oh no, ¿y si alguien descubre que no necesitan un palito de madera para lanzar hechizos?" se burló, poniendo voz exageradamente aterrorizada. "Básicamente, es un lugar de entrenamiento avanzado, y tú, querido mío, tienes un pase VIP".
Sintió un cosquilleo de emoción, aunque lo disimuló con una expresión neutral. "¿Y qué tengo que hacer?"
"Encontrarla" respondió ella, dándole un pequeño empujón en la frente con su dedo. "Lo he enlazado a tu presencia, así que solo aparecerá cuando sepas que estás listo".
Parpadeó. "¿Qué tipo de respuesta críptica es esa? ¿No puedes simplemente decirme dónde está?"
"Claro que puedo. Pero, ¿y la diversión?" Aveces olvidad que seguía siendo una diosa.
Solo soltó un bufido. "Definitivamente eres la tía rara de la familia" bromeó.
"Y tú eres el sobrino problemático" respondió ella con una sonrisa burlona. "Hablando de eso..." Hécate inclinó la cabeza y antes de que él pudiera reaccionar, su mirada descendió hasta su antebrazo izquierdo. Draco no tuvo ni un segundo de paz. Apenas el tatuaje en su brazo brilló con ese resplandor inquietante, Hécate dejó de lado su actitud burlona. Su rostro se endureció en un pestañeo, y la sala pareció oscurecerse con ella. Podia sentir un escalofrío recorrerle la espalda. "Draco" Su tono no tenía el sarcasmo habitual.
Él, naturalmente, hizo lo que mejor sabía hacer en situaciones de peligro: fingir que no pasaba nada. "¿Sí, tía favorita?" Intentó sonar lo más normal posible, cosa que le salió muy mal, ya que Hécate no mordió el anzuelo.
"Dime que esto no es lo que creo que es Draco" Esta vez, su voz llevaba una nota de advertencia.
"Está bien, está bien, antes de que me lances una maldición, te juro que no vendí mi alma a ningún dios oscuro ni me inscribí en una secta" y si lo pensaba bien, no era para tanto.
La diosa lo fulminó con la mirada y tomó su brazo sin pedir permiso. Él se quedó quieto cuando ella pasó los dedos sobre la marca, murmurando algo en una lengua que él no reconoció. El tatuaje resplandeció con más intensidad, y Hécate se puso pálida.
"Oh, por los infiernos, ¿cuánto tiempo pensabas esconder eso?"
"¿'Eso'?" Hazte el loco, hazte el loco.
Ella alzó una mano pálida y señaló con un movimiento perezoso su antebrazo. Él bajó la mirada y vio el narciso negro marcado en su piel junto al nombre de su madre, su contorno brillando tenuemente con la luz de las velas.
"Oh, ¿eso?" Preguntó como si fuera lo más normal del planeta.
"Sí, eso, genio".
Draco parpadeó un par de veces, encogiéndose de hombros con fingida indiferencia. "Es solo un tatuaje" que hice con magia, aunque eso seguro que ya lo sabes agregó mentalmente.
Hécate chasqueó la lengua y extendió los dedos. De inmediato, una corriente de magia dorada y violeta recorrió el aire entre ellos, envolviendo la marca en su brazo con un resplandor etéreo. Podia sentur la energía recorrerle la piel, provocando un leve cosquilleo. "Mmm. Interesante".
"¿'Interesante' en qué sentido?"
"En el sentido de que puedo quitarlo... pero no lo haré" ¿estaba escuchando bien? ¿No lo hará?
Entrecerró los ojos con sospecha, debía de haber una razón del porqué no hacerlo. "¿Por qué no?"
La diosa sonrió, lenta y deliberadamente.
"Porque quiero ver qué haces con él".
Bueno, eso tenia sentido, termino suspirando pasando una mano por su rostro. "¿Sabes qué más sería interesante? Si me dieras respuestas claras por una vez en la vida".
"Eso arruinaría la diversión."
"Para ti, tal vez". Hécate rió con suavidad y bajó la mano, dejando que la magia se disipara alrededor del tatuaje. "Escúchame bien niño. Este no es solo un tatuaje, no es un simple capricho ni un homenaje sin poder. Es un canal de magia" ¿canal de qué?
"¿Un qué?"
"Un canal. Un enlace que puede amplificar la magia, enfocarla, hacerla más poderosa si aprendes a usarlo bien" le explico ella, él abrió la boca, luego la cerró.
"...¿Y por qué nadie me dijo eso antes?" Había investigado, y nunca leyó ni escucho nada sobre eso.
"Porque nadie lo había visto antes" respondió ella con una sonrisa traviesa. "Excepto yo, obviamente" beneficios de ser la Diosa de la magia, suponía.
Draco pasó los dedos por la piel marcada, notando por primera vez el leve pulso de energía en su interior. "¿Y si decido quitarlo?" Sabes que no lo haras.
Hécate levanto una ceja. "¿Quieres quitarlo?"
Él pensó en su madre, en lo que Afrodita haría cuando descubriera que su hijo tenía un tatuaje mágico. Pensó en su expresión de desaprobación, en su voz melodiosa volviéndose gélida. Pensó en cómo se había grabado en su piel un narciso por su madre muerta, un recordatorio de lo que había perdido y de quién era en realidad, algo de ella que nadie podría quitarle jamás...
Tragó saliva.
"No".
La Diosa sonrió con satisfacción.
"Bien, tienes potencial, Draco. La magia en ti es diferente, es más... antigua. Afrodita no solo era la diosa del amor, también tenía sus propios misterios. Mezclar eso con mi toque... bueno, lo hace interesante."
"¿Me estás diciendo que ahora soy un experimento andante?" Porque como lo dijo asi sonaba, y pues si eso lo ayudaba no diría nada en contra, pero era bueno saberlo.
"Nah. Prefiero llamarlo... un desafío" sonrió un poco. "Afrodita va a matarte cuando se entere"
"¡Va a matarnos a ambos! Tú me enseñaste" replicó. Si él caía, ella lo haría con él.
"No lo creo, espero" ahora si parecía más dudosa ", si ella te dice algo, dile que estaba complementa en contra de esto, ¿si? Solo por si acaso"
Resopló cansado, aunque no pudo evitar sonreír un poco. "Un día de estos, tía, un día te ganaré en este juego de manipulación" dijo remarcando el tía en la oración.
Hécate le dio una palmadita en la cabeza. "Ese día, querido sobrino, será el día en que los dioses tiemblen".
Él levantó la cabeza, con una sonrisa confiada y desafiante.
"Entonces que tiemblen."
.
Draco despertó en su cama con un sobresalto y la sensación de la conversación aún fresca en su mente. Soltó un suspiro y miró su antebrazo. El tatuaje seguía ahí, silencioso y aparentemente inofensivo.
"Genial" murmuró, pasándose una mano por el cabello. "Ahora también tengo una tía bruja supervisando mis movimientos". Y Afrodita va a matarte le recordó su conciencia.
Sin embargo no podía negar que la idea de ese lugar oculto en Hogwarts lo intrigaba. Tal vez ese castillo tenía más secretos para él de lo que pensaba.
...
Lo primero que vio cuando activo la Mensajería Iris fue a Luke con cara de fastidio y a Clarisse con una sonrisa de diversión pura. Claramente, el campamento sigue en su línea de caos habitual. "Si esto es sobre Drew, lo adiviné hace tres días" dijo antes de que abran la boca. "Y he estado ocupado, y es muy temprano aqui" susurró en delirios.
Luke resopla, masajeándose las sienes. "Lo sabemos, pero Drew está perdiendo lo poco que le quedaba de cordura".
Clarisse asintió con los brazos cruzados. "Está obligando a los de su cabaña a alabarla como si fuera una diosa. Literalmente".
"O sea, un martes normal."
"No, idiota, esta vez los está obligando con su encanto" lo corrigió la chica alzando una ceja.
"Oh" eso sí suena más problemático "¿Acaso quieren que hable con ella?" Porque sinceramente él no quería hablar con ella.
"No, tranquilo" le dijo Luke con esa media sonrisa que no significa nada bueno. "Básicamente está volviendo la cabaña en un club elitista."
"¿Y nadie la ha detenido?"
Clarisse se echo hacia atrás riendo con molestia. "Quirón no hace nada si no es una 'emergencua', el señor D es el señor D y así que tampoco, y los de la cabaña de Afrodita... bueno, digamos que no tienen mucho carácter para rebelarse. ¿Sabes que esta clasificando a todos como 'dignos' y 'no dignos'?" Esperen, ¿qué?
"Y según Drew, tú tampoco eres 'suficiente' para representar a la cabaña" añade Luke con un tono neutral, pero sabe lo que estaba haciendo.
Se quedo en silencio por un momento prosesando las palabras que acababa de escuchad. "...Perdón, ¿qué?"
La chica lo miró con gravedad. "Lo dijimos. Según Drew, tú... no eres digno de la cabaña, solo porque quieres pelear. Hizo todo un espectáculoel otro dia por eso".
"Voy a matarla".
Luke suelta un resoplido divertido. "Haz fila."
"No, en serio, voy a matarla".
Clarisse lo observó con consideración. "Podríamos dejar que vuelva a sus sentidos por sí sola, o... podemos hacer un plan".
"Siempre opto por la segunda opción" le gustaba mucho más la segunda opció, ya le había dado demasiadl tiempo.
"Sabía que me agradabas por algo".
"¿Solo por eso?"
Los tres rieron, hasta que noto la mirada de Clarisse. Había algo en la forma en que la que la chica lo miraba que no le gustaba. No era la expresión asesina que ponía cuando alguien intentaba desafiarla en combate, ni la de satisfacción cuando partía una lanza por la mitad con sus propias manos. No. Era una mirada mucho peor. Era la mirada de alguien que estaba por hacer su vida más difícil.
"Entonces, rubio" hablo con una sonrisita de lado. "Pasando a un tema más interesante, ¿cómo estuvo la fiestita tuya anoche?" Ah, sí, se había olvidado que le shabai dicho.
Hizo una pausa, parpadeando mientras su cerebro intentaba recordar en qué momento habían pasado de 'Drew es una pesadilla' a 'su vida privada está en el centro de atención'.
"Uh... bien".
Luke le miró como si esperara algo más. "Bien" repitió.
"Sí, bien" ¿tendría que estar mal?
Clarisse resopló. "¿Eso es todo? Vamos, estuviste en una fiesta llena de magos, seguramente hiciste algo interesante".
"Bueno, bailé, hablé con algunas personas... lo típico" y hable con unos chicos muy lindos, en realidad agrego en su cabeza, aunque eso no era algo que a ellos les interesará.
"¿Qué tipo de personas?" intervino Luke con tono neutral.
No sabe por qué, sin embargo se sentía un poco... incómodo. No en el mal sentido, sino en el sentido de oh, mierda, esto suena peor de lo que es.
"Uh, bueno... algunos chicos" mayores y atractivos, si.
Hubo un silencio, y Clarisse entrecerró los ojos. "¿Chicos como en 'seres humanos de género masculino' o 'chicos con intenciones específicas'?"
"No lo sé, personas, simplemente personas con las que hablé" porque simplemente hablo con ellos.
"Ajá" asintió Luke despacio. "¿Y estas personas solo querían conversación casual o...?"
"Eran simpáticos" se encogio de hombros, sin entender por qué estában hablando de esto. "Simplemente me hablaron, me sonrieron de forma encantadoramente injusta, y... aunque sé que eran mayores, me gustó mucho cuando hacían notar la diferencia de altura entre nosotros m" respondió recordando esos momento.
Clarisse soltó una carcajada. "Rubio, eso es coqueteo".
Fruncio el ceño. "¿Lo es?" Mmmm si no lo creo no lo fue.
"Sí" intervino Luke, su voz más seca de lo habitual. "Lo es."
"Bueno, no fue mi intención. Solo hablé con ellos".
La chica lo miró con algo parecido a la lástima. "Eres hijo de Afrodita. Siempre es tu intención"
Abrío la boca para protestar, pero, ahora que lo pensaba... bueno, tal vez sonrió demasiado, o tal vez fue demasiado amable, sin embargo eso no significaba que estuviera coqueteando.
"Espera, ¿qué edad tenían?" preguntó Luke, de repente.
"No lo sé, ¿catorce? Tal vez quince..." no le prestó mucha atención específicamente a eso.
"Interesante."
"¿Qué?"
"Nada" respondió ella, aunque la forma en que Luke exhaló pesadamente le hizo sentir que sí había algo. "Bueno, lo importante es que no hiciste nada estúpido" continuó Clarisse. "Porque si hubieras hecho algo... ya sabes, realmente estúpido, estarías en problemas".
"...Defíneme 'realmente estúpido'".
"No sé, algo como... besar a alguien" ¿él? ¡no!
"¡No besé a nadie!" Y su padre llegó antes de que siquiera hubiera alguna insinuación.
"Solo preguntaba" se encogió de hombros con una sonrisita malvada. "Aunque ahora me pregunto por qué te pones tan nervioso".
Luke resopló y se levantó de golpe. "Voy a dar una vuelta, y suerte en Hogwarts pretty boy, espero que tengas un buen año".
Clarisse lo miró con una sonrisa aún más grande. "No vayas a golpear árboles".
"No prometo nada".
Y con eso, Luke desapareció de la mensajería. Draco se quedó en silencio, frunciendo el ceño. "¿Acaso me perdí de algo?" Porque debe ser así, ya que no está entendiendo nada de lo que estaba pasando.
"Oh, Draco, completamente. Ahora, si me permites, voy a salvar un árbol" y con eso, cortó la llamada.
¿Saben? No entendió nada en realidad, y sinceramente era demasiado temprano para pensar en ello.
...
La casa estaba en calma, aunque podía sentir la tensión en el aire. No era la primera vez que se iba, pero esta despedida se sentía diferente. Quizá porque no iba a volver en meses, o porque, por más que intentara ignorarlo, había una parte dentro suyo que estaba nerviosa. "Bueno, supongo que este es el momento en el que finjo que no te voy a extrañar" dijo con una media sonrisa, apoyándose contra el marco de la puerta.
Annie lo miró con una ceja arqueada y los brazos cruzados. "Draco, sabes que puedes enviar mensajes Iris cuando quieras, ¿verdad? No te estás yendo al inframundo".
"Sí, aunque presiento hay algo en Hogwarts que va a hacer que mi vida se vuelva un desastre" resoplo. "Es casi como si la magia atrajera el caos, lo sé".
"Tal vez sea porque tú atraes el caos" lo corrigió con una sonrisa burlona.
Su padre apareció entonces en el pasillo, con su porte impecable y esa forma suya de hacer que cualquier habitación pareciera demasiado pequeña para él. Sin embargo sus ojos tenían un brillo cálido cuando se detuvo frente a él.
"Ya tienes todo listo" afirmó, aunque sonó más como una pregunta velada.
"Por supuesto" asintió.
Lucius exhaló con resignación, sin embargo le dio una palmada en el hombro. "Hagas lo que hagas, hazlo con inteligencia, Draco".
"¿Eso incluye hacer travesuras?"
"Si no te atrapan..." respondió con una leve sonrisa, porque lo conocía demasiado bien.
Su garganta se cerró un poco, pero no lo dejo notar. Por más que a veces fuera frustrante, sabía que su padre lo apoyaba. Nunca le había tratado como un error, como un peso, siempre había estado ahí.
"Te escribiré" prometió.
Este asintió, y antes de que pudiera decir otra palabra, lo atrajo hacia él en un abrazo rápido y firme. No era un hombre de muchas muestras de afecto, pero cuando lo hacía, se sentía como una armadura que se cerraba a su alrededor.
"Cuídate, Draco".
Se obliguo a soltar una risa ligera. "¿Desde cuándo soy yo el que necesita que le digan eso?" Él rodó los ojos, aunque había un brillo divertido en su expresión.
"Si pierdes el tren, al menos asegúrate de llegar a Hogwarts entero."
Ann resopló desde la puerta. "No sé por qué presiento que eso no va a pasar" bromeó. "Y sabes que tienes que insultar a Lavender al menos una vez al día, se pone insoportable si no lo haces..." murmuró con una sonrisa risa. "Recuerdalo bien Draco. Tú eres el sol, no dejes que los magos te cambien, ¿si?"
"Nunca lo haría, Ann".
Sonrío de lado. No porque fuera a perder el tren, no porque su padre se diera cuenta. Sino porque, aunque no lo dijera en voz alta, sabía que tenía un hogar al que volver.
Y con eso en mente, desapareció en un torbellino de llamas verdes.
.
Haber, no sabe en qué momento todo comenzó a salir mal, sin embargo... bueno. Sería mejor contarlo en orden.
Todo iba bien. En serio, lo jura. Se había despertado temprano, había desayunado sin prisas, incluso había tenido tiempo de repasar mentalmente la lista de cosas antes de que Annie y su padre lo llevaran hasta la chimenea para usar los polvos flu. Tenía su baúl, su varita, su guitarra (porque no iba a sobrevivir en ese castillo sin ella), y hasta se había asegurado de que sus ropas no tuvieran arrugas. Era un inicio prometedor.
Así que, con toda la confianza del mundo, lanzó el polvo flu y pronunció con claridad: "Estación de King's Cross, lado muggle". Un giro, luces verdes, la sensación incómoda de moverse a toda velocidad sin moverse en realidad, y luego... el suelo. Directo en su cara.
Vale, primer error: nunca aterriza bien con los polvos flu, aunque eso no es nada nuevo. Se levantó rápido, sacudio su ropa y se aseguró de que no había arruinado su cabello -prioridades, claro-, y salío de la chimenea como si todo estuviera bajo control.
Lo segundo en la lista de errores fue asumir que tenía todo el tiempo del mundo.
Verán, estaba tan seguro de que iba temprano, tan convencido de que no tenía que correr esta vez, que decidió darse un mínimo respiro antes de atravesar la barrera al andén 9 ¾. No se demoró demasiado... creia. Reviso el lugar, se aseguró de que nadie estuviera mirándole raro, e incluso aprovecho para comprarse un café porque, vamos, necesitaba un poco de cafeína para soportar el viaje.
Y luego camino con total confianza hacia la barrera.
Solo que, cuando llegó ...
No paso.
No. Se. Movió.
Y termino chocando contra la pared como un completo idiota.
Ahí fue cuando su cerebro hizo clic y finalmente entendió lo que pasaba.
El andén estaba cerrado. El tren ya se había ido.
"Mierda" susurró sintiendo cómo toda la calma con la que había llegado se evaporaba en un segundo.
¿A qué hora había salido el tren? ¿Cómo demonios se le había pasado el tiempo? ¿Había perdido la noción de la realidad en algún momento entre el café y su ego inflado?
Draco dio la vuelta, tratando de no parecer completamente perdido (porque un Malfoy nunca se ve perdido, solo intensamente pensativo) y saco su teléfono. Marqué a Annie de inmediato, porque si había alguien que podía ayudarlo en esta situación, era ella.
Ella contestó al segundo tono. "Ya dime, ¿qué fue lo que hiciste?"
"¡Ni siquiera has dejado que diga hola!"
"Draco, te conosco ¿qué hiciste?"
Suspiro pasándose una mano por el cabello. "Esta bien, lo admito... puede que... tal vez... mínimamente haya perdido el tren".
Silencio.
Y luego: "Eres un desastre."
"Lo sé".
"Un desastre hermoso, pero un desastre al fin". Él se rió aunque la preocupación todavía pesaba en su interior.
"Dime que tienes un plan, por favor" suplico.
Annabeth suspiró del otro lado de la línea. "Dame un minuto... aunque si te sirve de consuelo, estoy segura de que no eres el primer mago en perder el tren".
"Sí, pero me gustaría ser el primero en no ser asesinado por su padre por eso".
Porque ese era el tercer y peor error del día: Lucius Malfoy pensaba que él ya estaba en camino a Hogwarts. Y si se enteraba de que estaba atrapado en Londres con cara de tonto frente a una pared de ladrillos...
Oh, genial.
Iba a morir antes de llegar a su segundo año.
.
Vale, tenia que pensar opciones. No muchas que no impliquen que termine muerto o, peor aún, con su padre enterándose. Sin embargo si algo habia aprendido en su corta y caótica vida es que siempre hay una manera.
Opción 1: Usar un traslador
Parece la más lógica, ¿no? Va a algún lugar del mundo mágico, paga a alguien con influencia para que le consiga un traslador a Hogwarts y pum, problema resuelto. Claro, eso asumiendo que a) no le cobren un riñón por ello, b) pueda encontrar a alguien dispuesto a hacerle el favor sin hacer demasiadas preguntas, y c) no termine en medio del Lago Negro por un cálculo mal hecho.
Pros: Rápido, eficiente, sin necesidad de lidiar con muggles.
Contras: Alto riesgo de perder extremidades, ser estafado o de aparecer en un lugar muy equivocado.
Opción 2: Red Flu desde un negocio en el Callejón Diagon.
Técnicamente, la red flu está conectada a Hogwarts, pero el acceso es muy restringido y casi nadie tiene permiso de usarla sin supervisión. Sin embargo... tal vez si encuentra la chimenea correcta -una tienda con dueños que no hagan muchas preguntas- y es muy convincente, podría colarse por ahí.
Pros: Barato, rápido, sin necesidad de salir del mundo mágico.
Contras: Si alguien le ve, pueden reportarlo. Y además, otra vez la maldita posibilidad de aterrizar de cara.
Opción 3: Robar... digo, pedir prestada una escoba
Un poco más dramático, pero no imposible. Si logra conseguir una escoba decente (porque no piensa volar en una Barredora de dudosa procedencia) podría ir a Hogwarts por su cuenta. ¿El problema? El trayecto. No es como si fuera la esquina de la casa, y volar por tanto tiempo no solo es agotador, sino que también sería un espectáculo interesante para cualquiera con un telescopio.
Pros: Total libertad, sin necesidad de depender de nadie más.
Contras: Riesgo de ser visto por muggles, cansancio extremo, y, bueno, podría caerse y morir.
Opción 4: Unirme a un grupo de magos que vayan en carruaje o coche encantado
Algunas familias mágicas viajan en sus propios transportes, y siempre hay magos que llegan tarde o prefieren no usar el Expreso. Si encuentra a alguno en la estación o en el Callejón Diagon, tal vez pueda unirse a ellos.
Pros: Menos sospechoso, no viaja solo, llega con testigos que pueden respaldarle si alguien pregunta por qué llego tarde.
Contras: Riesgo de terminar con una familia rara que haga demasiadas preguntas o que viaje en algo que vuele a la velocidad de una tortuga.
Opción 5: Pedir ayuda a alguien en el Campamento Mestizo
Aquí es donde la doble vida podría servirle. Tal vez Quirón o algún dios menor que le deba favores a sus amigos semidioses pueda ayudarlo a llegar a Hogwarts sin que nadie note su ausencia.
Pros: Acceso a medios de transporte divinos, posibilidad de viajar con estilo.
Contras: Dioses metiéndose en sus asuntos. Y ya sabemos cómo sale eso.
Todas opciones viables. Todas con diferentes niveles de riesgo.
Ahora, la gran pregunta:
¿Cuál lo matará menos?
Creo que ya tiene la respuesta.
.
Él no iba a morir hoy, no señor. Al menos, no por esto.
Sí, había perdido el tren. Sí, si su padre se enteraba, probablemente lo desheredaba o algo peor, pero Draco tenía algo a su favor: era inteligente, encantador y estaba acostumbrado a meterse en problemas.
Así que, en lugar de entrar en pánico, respiró hondo y puso en marcha su plan. "Ann" hablo con calma ", necesito que cubras mi desaparición. Si alguien pregunta, ya estoy en el tren, durmiendo plácidamente".
"¿Cómo planeas llegar a Hogwarts?"
"Voy a hacer lo que mejor se me da".
"¿Meterte en problemas?"
Draco sonrió. "Encantar a alguien."
Del otro lado de la línea, Annabeth suspiró como si ya pudiera ver el desastre que se avecinaba. "Tienes que darme más información, no te quiero ver muerto... ¿sabes qué? Mejor no me digas nada, no tendré que mentir si no sé lo que tramas. Te llamo si necesito más coartadas. No mueras en el intento, por favor".
Y asi fue como colgó y se pasó una mano por el cabello, asegurándose de que seguía impecable. Iba a necesitar todo su encanto para lo que estaba a punto de hacer.
FASE 1: Ubicar una escoba (si, eligió ese plan)
No podía simplemente robar una Nimbus 1999 de la vitrina de Flourish & Blotts, por mucho que le gustara el drama. Necesitaba algo más sutil. Salió de la estación con calma, como si no tuviera prisa alguna, y tomó un taxi hacia el Callejón Diagon. Ahí, entre las muchas tiendas, estaba Qualité Voladora, una boutique de escobas elegantes y exclusivas para brujas y magos con buen gusto. Justo lo que necesitaba.
Entró con paso seguro, recorriendo el lugar con ojos evaluadores, hasta que encontró su objetivo: una hermosa Nimbus 1999, reluciente y lista para volar.
FASE 2: Identificar al objetivo.
La dueña de la tienda era una mujer de unos treinta años, alta, con el cabello recogido en un moño pulcro y un aire de superioridad que le recordó un poco a Narcissa. Perfecto. Si había algo que Draco entendía, era a la gente con estándares altos. Se acercó con una sonrisa encantadora y apoyó un codo en el mostrador.
"Disculpe, señorita..."
"Madame Lavoisier" respondió ella con un ligero acento francés.
"Madame Lavoisier" repitió con suavidad, poniendo su mejor tono de chico educado. "Qué gusto encontrar una tienda con tan buen gusto en escobas. Es refrescante, en realidad".
La mujer alzó una ceja, sin embargo notó que su expresión se suavizó un poco. "Oh, merci, joven. No todos los clientes aprecian la calidad sobre la popularidad."
"¡Exactamente!" exclamó Draco, como si acabara de encontrar a un alma gemela. "Todo el mundo obsesionado con las Saetas de Fuego cuando, francamente, una Nimbus 1999 bien cuidada puede ser igual de impresionante".
La mujer entrecerró los ojos, evaluándolo. "Tienes buen ojo. ¿Eres jugador de Quidditch?" No, nunca.
Solo sonrió y ladeó un poco la cabeza, fingiendo humildad. "Digamos que tengo un talento natural para el vuelo. Pero, desafortunadamente, me encuentro en una situación complicada" suspiró, bajando la mirada justo lo suficiente para que pareciera que hablaba con honestidad. "Mi padre... ya sabe cómo son algunos con el tema del prestigio" hizo una pausa para ver si mordía el anzuelo, y cuando ella asintió con simpatía, continuó ", me prohibió traer mi propia escoba este año. Quiere que use la del equipo, y usted y yo sabemos que una buena escoba es una extensión de su dueño". La mujer asintió, con aire comprensivo. "Así que pensé... ¿qué mejor lugar para encontrar una solución discreta que en una tienda de verdadera calidad?"
Madame Lavoisier sonrió apenas. "¿Estás pidiendo prestada una escoba, n'est-ce pas?"
Draco puso su mejor expresión de 'niño bueno que jamás rompería las reglas'. "Solo por un par de horas. Le prometo que la devolveré sin un solo rasguño" la mujer cruzó los brazos, pensativa.
"No suelo hacer este tipo de favores, monsieur..."
Inclinó un poco la cabeza, con una sonrisa pícara. "Pero yo no soy un cliente cualquiera, ¿verdad?"
Madame Lavoisier lo miró por un largo segundo... y luego, con una leve risa, sacó una llave de su bolsillo. "No sé si eres un encantador o un descarado, pero me agrada tu estilo". Le hizo un gesto para que la siguiera hacia la parte trasera. Ahí, entre estantes llenos de repuestos y escobas de lujo, tomó una Nimbus 1999 y se la entregó. "Solo por esta vez. Y si me la devuelves con un rasguño, consideraré que me debes un favor".
Él tomó la escoba con cuidado, mirándola como si fuera la cosa más hermosa del mundo.
"Madame Lavoisier, es usted un ángel".
Ella rodó los ojos, divertida. "Allez, allez! Antes de que me arrepienta".
FASE 3: Escape elegante.
Draco salió de la tienda con la Nimbus en mano, conteniendo su impulso de celebrar. No tenía tiempo que perder. Se metió en un callejón apartado, montó la escoba y, con una última mirada a su alrededor, despegó.
El aire frío de Londres lo golpeó de inmediato, pero no le importó. Subió más alto, alejándose de la vista de los muggles, y puso rumbo a Hogwarts.
Era un viaje largo, sin embargo valía la pena.
Asi su padre nunca se enteraría.
Y él podría llegar sano y salvo a Hogwarts.
.
Ejem, se retracta, él iba a morir.
No figurativamente, no en un sentido exagerado. Literalmente.
Porque apenas despegó del suelo, la Nimbus 1999 decidió que era el momento perfecto para demostrarle que no tenía idea de cómo volar.
El viento lo golpeó de lleno en la cara, haciéndole lagrimear, y en cuanto intentó inclinarse hacia adelante para ganar velocidad, la escoba se disparó como un condenado meteoro. "¡MIERDA!" gritó, aferrándose al mango con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos.
El problema no era solo la velocidad; el problema era que la escoba no hacía exactamente lo que él quería. A la izquierda. No, demasiado. A la derecha. ¡No tanto! Arriba. ¡No, no tan arriba!
Se elevó más y más en el cielo londinense, y de repente, la realidad de lo que estaba haciendo le golpeó como un tren de carga.
Estaba en el cielo.
Y si había algo que Draco había aprendido en el Campamento Mestizo, era que Zeus no era fan de que los hijos de otros dioses revolotearan por su territorio, y muchos menos uno que lo había llamado idiota frente a todos.
"Esto fue una pésima idea..." murmuró para sí mismo, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. No ayudaba que el cielo se estuviera nublando sospechosamente rápido.
Ais que apretó los dientes y trató de calmar su respiración. Piensa, Malfoy, piensa. No tenía experiencia con escobas, pero sí con magia.
"Vamos, vamos, conviértete en un Pegaso o algo, haz algo útil, funciona por favor..."
Recordó la spalabras de Hécate, el 'canal' que tenia con su tatuaje, entonces con toda la fe del mundo lo tocó, la Nimbus vibró bajo sus manos y, por un segundo, Draco sintió una chispa de magia recorrer el mango. Fue sutil, casi imperceptible, pero la escoba pareció ajustarse ligeramente a él.
"Oh." probó inclinarse otra vez, esta vez con más confianza.
Y esta vez, la escoba lo escuchó.
No era perfecto. Todavía iba demasiado rápido, todavía sentía que en cualquier momento se iba a dar de cara contra un edificio, aunque al menos ya no parecía que iba a salir disparado hacia el espacio.
Estaba empezando a creer que tenía la situación bajo control, cuando vio luces de coche.
Fruncí el ceño.
"No puede ser..." murmuró.
Sin embargo, si lo era.
Un maldito coche volador venía directo hacia él. Abrió la boca para gritarle al conductor que estaba loco, pero la ventanilla del coche bajó primero.
Y un pelirrojo sacó la cabeza. "¡NO ME JODAS! ¿¡ERES MALFOY!?"
¿Qué?
Desde el asiento del conductor, un chico con gafas le miró con los ojos muy abiertos, como si hubiera visto un fantasma. "¿Qué estás haciendo aquí?"
Draco se tenso. "¿Nos conocemos?" No los recuerda, de nada.
El pelirrojo soltó una carcajada incrédula. "¡JA! ¿Nos conocemos? Malfoy, todo el mundo te conoce".
Parpadeó repetidamente. Él tenía una banda famosa en el mundo muggle y un rostro que había adornado revistas de música, pero la forma en que ellos lo dijeron no tenía nada que ver con eso.
Pusl cara de póker. "Interesante. ¿Por qué?"
El chico de gafas -Harry, según el pelirrojo- lo escaneó con la mirada, como si intentara descifrar algo en él.
"¿Cómo que 'por qué'?"
"Sí ¿Por qué rayos 'todo el mundo me conoce'?"
El pelirrojo se cruzó de brazos.
"Vamos, Malfoy. No me digas que tampoco sabes lo de nuestras familias".
"¿Qué pasa con ellas?"
Este lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión. "¡Nuestras familias son enemigas!"
Draco lo observo en silencio. Porque, sinceramente, ¿y a él qué carajos le importaba eso?
El pelirrojo esperó una reacción, sin embargo cuando vio que no decía nada, se inclinó más por la ventana. "¿Cómo que no sabes?"
Se encogió de hombros. "No me crié en el mundo mágico".
Los dos se quedaron en shock. Harry entrecerró los ojos, todavía evaluándolo. "Si no nos recuerdas, ¿entonces tampoco sabes quién soy?"
"No" respondió con naturalidad, ¿acaso debería?
El pelirrojo soltó un ruido de ahogo, y Harry, en cambio, parpadeó varias veces, como si estuviera procesando lo imposible. "¿No sabes quién soy?"
"No tengo ni la más minima idea" confirmo.
El silencio que siguió fue tan dramático que casi rodo los ojos. "¿Hablas en serio?" susurró el chico, pero no ofendido... sino fascinado.
El pelirrojo, en cambio, parecía a punto de explotar. "¡Es Harry Potter!"
"¿Y quién carajos es Harry Potter?"
Se hizo un silencio mortal. Los dos chicos lo miraron como si acabara de decir que el agua no mojaba.
El pelirrojo parecía a punto de tirarse del coche. "¡¿QUÉ?!"
Harry solo le observó en silencio, aunque su mirada estaba cargada de algo que no podía identificar. Algo que no le gustaba. Era como si estuviera viendo a un fenómeno extraño, una anomalía en su realidad. De pronto, su cara pasó de confusión a... alivio, como si le encantara que alguien no supiera quién era.
"¿No sabes nada de mí?" preguntó, y por la primera vez en la conversación, sonrió.
"No" y tampoco quiere saber, la verdad.
Harry sonrió más.
Genial. Un chico raro y su amigo pelirrojo más raro aún.
Y Draco, en el medio de la nada, en una escoba, hablando con dos niños en un coche volador.
...
Espera.
Dos niños en un coche volador.
Dos desconocidos en un coche volador.
Que lo estaban llamando por mi nombre.
Que insistían en que lo conocían.
El pelirrojo lo miró de arriba abajo. "¿Sabes, Malfoy? Tú no pareces nada de lo que decían de ti".
Okey...
Lavender lo había obligado a ver suficientes películas de suspenso en contra de su voluntad para saber a dónde iba esto.
Primero te hablan, te confunden, te hacen bajar la guardia... y luego te secuestran.
¡¿Acaso lo querían secuestrar?! Dioses, claro que sí, ¿quién en su sano juicio se sube al coche volador de dos niños que no seguramente saben manejar?
Harry lo miró con una especie de asombro. "¿Quieres que te llevemos?"
NO.
NO.
Eso es lo que diría un secuestrador.
"Te llevamos, no te va a pasar nada malo"
Y luego despiertas en un sótano.
"Eh... no, gracias" todos sus órganos se quedaran en su sitio, gracias.
El pelirrojo frunció el ceño. "No seas ridículo, nosotros podemos-".
"¡Que no!" exclamó alejándome un poco en la escoba. Ambos lo miraron confundidos, seguramente preguntándose por qué estaba tan tenso, aunque podían estar fingiendo que no tenían intenciones de secuestralo...
Gafitas pareció notar algo raro. "¿Estás bien?"
"¡Estoy perfectamente bien!" Dijo con una sonrisa tensa. "Sólo... ya saben... prefiero volar solo" aunque no sepa volar muy bien.
"Pero es peligroso-"
No pudo terminae ya que el cielo rugió con fuerza, un relámpago iluminó la tormenta y el aire se volvió pesado.
Oh, no.
Zeus se estaba enojando más.
Definitivamente no era el momento para quedarse a debatir con sus posibles secuestradores. "Fue encantador conocerlos" mintio de forma descarada ", sin embargo tengo que irme ahora".
"¡Espera, podemos-!"
No los dejo terminar, giró bruscamente y salío disparado en la otra dirección con los gritos del pelirrojo y gafitas quedando atrás. Ya que ni de broma iba a quedarse con esos dos.
Si de verdad todo el mundo lo conocía...
Eso solo significaba problemas.
.
Nunca más.
Nunca más en su condenada vida vuelve a subirme a una maldita escoba.
Los truenos rugían demasiado cerca suyo. El aire estaba cargado de electricidad, y cada vez que un rayo caía, sentía un cosquilleo en la piel, como si estuviera a un paso de convertirse en pollo frito celestial.
Y lo peor de todo...
¡Este no era su problema! (Mmm mentira) ¡Draco no tenía absolutamente nada en contra de Zeus! (Mmm, otra mentira, odia al maldito y le volvería a gritar si tuviera la oportunidad, se lo merece). ¡Él ni siquiera creía en ese tipo hasta hace poco! (Mmm, medio verdad - medio mentira, igual antes también le caía mal).
Y sin embargo... allí estaba, jugando al esquiva-relámpagos como si fuera un maldito deporte extremo.
La escoba se sacudió violentamente, y su agarre se tensó hasta que los nudillos se le pusieron blancos. "¡Mierda, mierda, mierda!" El cielo le rugió en respuesta.
Oh, genial. Ahora hasta lo insultaba de vuelta.
¡Él ni siquiera quería estar en su dominio! Es un tonto, tuvo que ir a probablemente ser estafado con un tralador en vez de esto. Si no fuera porque su padre, Hécate y su madre le había obligado a ir a Hogwarts, Draco estaría en el suelo con sus dos pies bien plantados en la tierra y no a punto de ser electrocutado en el aire.
Fue en ese mismo momento entre la tormenta que escucho su nombre.
"¡Draco!"
Un escalofrío le recorrió la espalda. No por el frío, si no porque reconocía esa voz al instante. "¡ANNIE!" Gritó girando la cabeza en todas direcciones. "¿DÓNDE ESTÁS?"
"¡Aquí, idiota! ¡EN EL ESPEJO!" ¿El qué? ¿Qué espejo?
Miró su brazo sin comprender. Y ahí estaba, el tatuaje negro que le recorría la piel... estaba billando con una tenue luz azul. Recordó lo que Hécate le dijo sobre el canal de magia. Y sin pensar, apoyó los dedos sobre el tatuaje e instantáneamente, la imagen de Ann apareció ante a él como un reflejo en el agua.
"¡¿Qué demonios estás haciendo volando en el cielo de Zeus, tarado?!"
Draco estaba demasiado ocupado esquivando otro rayo para responderle. "¡Intentando NO MORIR, GRACIAS POR PREGUNTAR!"
"¡Draco, ¿QUÉ HACES ALLÁ ARRIBA?!"
"¡Y YO QUÉ SÉ! ¡ESCUCHA, SI MUERO, DILE A MI PADRE QUE LO AMO, A LUKE QUE LO QUISE, Y A CLARISSE QUE LE GANÉ EN LO DEL TATUAJE!"
"¡NO VAS A MORIR! ¡MALDITO DRAMÁTICO, ESCÚCHAME BIEN!"
"¡ES DIFÍCIL ESCUCHAR CUANDO ZEUS ME ESTÁ LANZANDO BOMBAS DEL CIELO!"
"¡CÁLLATE Y ESCUCHA! ¡USA TU COSA, ESE CANAL DE MAGIA PARA CONTROLAR LA ESC-"
No la escucho, porque en ese momento, el trueno más fuerte de todos sacudió el cielo, el aire se rompió con un estruendo ensordecedor.
Y entonces...
Vio el rayo.
Viniendo directo hacia él.
Su vida entera pasó ante sus ojos. Fue un pase rápido, como un tráiler de mala calidad.
El jardín de niños con Annie.
Lavender llorando porque alguien le robó su jugo de uva.
El momento en el que prometieron que se harían famosos.
La primera vez que se subió a un escenario.
Los momentos con su madre.
Su llegada al campamento y cuando le dieron esa estúpida profecía.
Como conoció a Luke.
Y ahora, aquí estaba. A punto de ser reducido a cenizas en pleno aire. ¿Es que Zeus no tenía algo mejor que hacer?
"¡NO PUEDES MATARME ASÍ MALDITO COBARDE!" grito con la absurda esperanza de que tal vez, solo tal vez, Zeus tuviera un poco de sentido común, aunque tal vez insultar al Dios no fue la mejor forma de hacerlo.
El rayo ignoró su súplica y siguió viniendo hacia él con toda la furia del Olimpo.
"Usa tu canal de magia" La voz de Annie resonó en su cabeza, pero, ¿cómo se suponía que hiciera eso?
No había un botón de emergencia, no tenía un manual de instrucciones y nunca en su vida había volado en escoba. Sin embargo sí había manejado una guitarra en medio de una tormenta. Los reflejos eran los mismos. No, ni lo eran idiota. El truco estaba en sentir la energía, domarla, convertirla en una parte de si mismo. Ni siquiera lo compares así.
Ignirando su voz interior solto la escoba con una mano y apoyó los dedos sobre el tatuaje negro en su brazo.
Lo sintió.
Magia.
No era la magia estructurada de los magos. Era la magia cruda de los dioses. Y si había algo que Afrodita le había enseñado, era que la belleza no se trataba solo de apariencia, sino de presencia, de magnetismo, de saber cómo moverte en el espacio.
Así que lo hizo.
No pensó en el miedo, no penso en la muerte.
Solo sintio el aire, el viento, la electricidad, la presión atmosférica.
Y entonces, cuando el rayo estuvo a un segundo de impactarlo...
Movio la escoba. Pero no como un mago cualquiera, no con inseguridad, no con la torpeza de antes. Esta vez lo hizo con gracia. Su cuerpo se inclinó con la naturalidad de quien ha bailado toda su vida y la escoba respondió.
El rayo pasó a milímetros de su rostro, iluminando sus ojos con un resplandor blanco cegador. Sin embargo no lo tocó.
Porque Draco ya no estaba ahí.
Se había deslizado fuera de su alcance en el último segundo. Y en ese momento, entendió algo, no necesitaba ser un hijo de Zeus para volar, no necesitaba rogarle que lo dejara tranquilo. Porque él no jugaba bajo sus reglas. Era hijo de Afrodita. Y si la belleza era un arma... él acababa de aprender a usarla en el aire.
"¡VETE BIEN A LA MIERDA, ZEUS!" Eso le pasaba por quitarle a su mami. La tormenta rugió, como si el mismísimo dios hubiera escuchado su insulto, bueno, eso era lo que quería.
Y como si la suerte por fin le estuviera viendo a la cara, vio Hogwarts.
Las torres, el lago, el castillo iluminado como un faro en la noche. Draco casi se pone a llorar ahí mismo de la emoción.
"¡CASI MUERO!" gritó al aire. "¡PERO SIGO SEXY Y CON VIDA!"
Y con una sonrisa salvaje en el rostro, apunto la escoba hacia el castillo.
Hogwarts, allá va.
.
Draco apuntó la escoba hacia el castillo con una sonrisa salvaje aún en el rostro. El viento aullaba a su alrededor, la tormenta rugía como si Zeus todavía intentara matarlo por su atrevimiento, pero ya no le importaba. Porque ahí estaba Hogwarts, iluminado como un faro en la noche, con sus torres imponentes y su lago reflejando la furia de los cielos.
Y él estaba a punto de hacer la entrada más dramática en la historia de ese castillo.
La ventana más grande del Gran Comedor apareció frente a él.
Perfecto.
Él inclinó la escoba, dejó que la gravedad hiciera su trabajo y, justo cuando la estructura de vidrio estuvo a punto de hacerse añicos contra su cuerpo, giró la escoba en el último segundo.
El impacto no llegó.
En su lugar, su silueta oscura cruzó la entrada principal de lo que suponía que era el Gran Comedor con la escoba aún en movimiento, dejando atrás un rastro de agua y electricidad estática.
Las conversaciones cesaron.
El sonido de los cubiertos contra los platos se extinguió.
Cientos de pares de ojos lo siguieron mientras descendía con una gracia casi irreal. Sus botas tocaron el suelo con un ligero eco en el mármol y, con una naturalidad absoluta, sacudió la cabeza para apartar los mechones mojados de su rostro.
Era un maldito espectáculo.
Bueno, no es como si él no lo entendiera.
Tenía el cabello húmedo pegado a su piel, su túnica empapada acentuaba la línea de su cuerpo, y su respiración entrecortada hacía que su pecho subiera y bajara de una manera que parecía sacada de una novela barata. La luz de las velas flotantes titiló sobre él, reflejándose en su piel pálida y en sus labios curvados en una media sonrisa encantadora.
Nadie hablaba.
Nadie se movía.
Pudo reconocer a Altair, Adrien y Callum, sentados en la mesa de Slytherin, lo miraban con incredulidad mal disimulada. Adrien arqueó una ceja con diversión, Callum inclinó la cabeza analizándolo, y Altait tenía la boca entreabierta.
En la mesa de los profesores, una anciana apenas frunció el ceño. Sin embargo Draco notó el brillo de reconocimiento en su mirada, como si algo en él le recordara a alguien más.
Y luego, justo cuando empezaba a preguntarse si todos se habían quedado petrificados, una voz familiar rompió el silencio.
"¡DRACO ORION MALFOY!"
Uy.
Lavender Brown.
Su amada, querida, preciosa mejor amiga.
A la que, tal vez, mínimamente... había olvidado escribirle durante todo el verano.
Uy.
Uy, no.
Ella lo iba a matar.
Se giró lentamente, con la sonrisa aún en su lugar -porque si iba a morir, al menos lo haría con una sonrisa- y la encontró de pie en la mesa de Gryffindor, con las manos en la cintura y una expresión de pura furia.
Su cabello rubio oscilaba como el de una diosa vengativa, sus ojos ardían con la promesa de violencia, y detrás de ella, una chica de rizos castaños -¿Granger? No recuerda mucho, pero Lavender la habia descrito muy parecida a esa chica- la miraba con una mezcla de curiosidad y alarma. Lav saltó de la mesa con una gracia inquietante, abriéndose paso entre los estudiantes que seguían demasiado impactados para hablar.
"¡¿Se puede saber qué carajos te pasó?!" exigió, deteniéndose frente a él con los brazos cruzados. Trató de hablar, pero ella levantó una mano. "¡No, espera! Antes de que abras esa boca de modelo de revista... ¿POR QUÉ NO ME ESCRIBISTE?!"
Oh.
Era eso.
"Lav, escúchame, puedo explic-" Bueno, no podía hacerlo (reglas de Dioses y eso) sin embargo encontraría una buena excusa.
"¡¿NI UNA CARTA, MALFOY?!, ¡¿NI UNA, MALDITO TRAIDOR?!"
Vale, no. No podía explicarlo.
Podía intentarlo, claro, pero a juzgar por el brillo asesino en sus ojos, sus posibilidades de sobrevivir eran... reducidas.
Respiro hondo, se mojé los labios -lo que provocó que algunos alumnos literalmente contuvieran la respiración- y sonrió lo más sencantador que pudo.
"Me extrañaste".
Lavender apretó los puños. "Voy a matarte".
"En mi defensa" se apresuré a decir, levantando las manos ", he tenido un verano complicado."
"¡Pues podrías haberme lo contado, MALFOY!"
"¿Y arruinar la sorpresa?" Intentó dándole su mejor mirada de "sabes que me amas".
"Te odio".
"¿Mucho?"
Ella apretó los labios. "Todavía no lo decido".
Draco rió suavemente y le guiñó un ojo. "Haré que valga la pena"..
El murmullo colectivo volvió de golpe.
¿Ellos se conocen?
¿Desde cuándo?
¿Este no es el primer año de Malfoy?
Y entonces, una voz particularmente irritante cortó el aire como una nota desafinada. "¡Extraordinario! ¡Un joven con una entrada digna de mis mejores hazañas!" Ni siquiera necesitó mirar para saber quién era.
Gilderoy Lockhart. El rubio ególatra de la portada de la mayoría de los libros de defensa. Ya lo había visto de pasada en las librerías muggles y mágicas cuando comparaba revistas de música. No lo conocía, pero ya tenía suficiente información para saber que era un idiota. Aún sin girar hacia él, alzó una mano con un gesto vago.
"Oh, gracias. Pero no doy autógrafos en mi primer día".
Los murmullos se intensificaron, Lav dejó escapar un jadeo ahogado y Lockhart parpadeó. Draco finalmente se giró hacia la vieja -que podía reconocer como McGonagall por lo que le dijo Lavender- con toda la calma del mundo. "Profesora, no me diga que interrumpí algo importante".
McGonagall parpadeó lentamente antes de dejar escapar un suspiro. "Tome asiento, señor Malfoy. Aún falta algo importante."
Ladeó la cabeza con una sonrisa encantadora. "¿Más importante que mi llegada?"
La mujer le lanzó una mirada que decía "no empieces", y él decidió que, por ahora, jugaría bajo sus reglas. Con pasos medidos, se acercó a la banqueta donde lo esperaba el supuestl Sombrero Seleccionador.
"Bien, bien, esto es nuevo..." susurró el Sombrero en su mente en cuanto tocó su cabeza. "No has estado aquí antes, pero qué presencia..."
Levantl una ceja confundido. "¿Eso es un halago?"
"Es una observación... Pero eres interesante. Tienes ambición, tienes astucia, claro que Slytherin te haría brillar, pero... oh... aquí hay algo más". Draco sintió cómo el Sombrero profundizaba en su mente. "Lealtad. No en el sentido tradicional, pero sí en lo que importa. Perseverancia. Y, sobre todo... el deseo de hacer las cosas a tu manera, con tu esfuerzo".
Apretó los dientes.
"No me pongas en Gryffindor" no quería perder su apuesta contra Lavender.
El Sombrero se rió. "No pensaba hacerlo. No, chico. Tú perteneces en..."
El Gran Comedor contuvo el aliento.
"¡HUFFLEPUFF!"