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Harry Potter - J. K. Rowling
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Where's my lion?

-Te prometo que volveré por ti, Reggie- fue lo último que Regulus Black escuchó de su león.

Regulus tenía 15 años el día en que su hermano mayor se fue de casa, prometiendo que volvería por él en cuanto pudiera, que probablemente ni siquiera tendría que volver a pasar otras vacaciones ahí.

El año en Hogwarts comenzó y Regulus resintió el sentimiento del primer año tras la graduación de su hermano. Regulus pasó tanto tiempo como pudo con sus amigos, intentando disfrutar aún si la preocupación por no saber nada de Sirius crecía con cada día.

Las vacaciones de invierno llegaron y las festividades por Yule fueron horrorosas sin Sirius ahí para animarlo, se preguntó si donde sea que estuviese, Sirius estaría bien, si estaba pasándola tan horrible como él y lo pensaba tanto como él. La respuesta llegó en el periódico y no lo hizo feliz.

La foto de su hermano riendo de compras con la familia Potter como si perteneciera a esta, abrazando a James Potter de manera juguetona lo destrozó tanto como lo consoló. Sirius estaba bien y estaba feliz, con aquellos a quienes consideraba su verdadera familia.

Al inicio había pensado que el silencio de Sirius se debía a que estaba demasiado ocupado buscando una forma de sostenerse a sí mismo y un hogar, pero según las afirmaciones de El profeta, él había sido acogido por la familia desde el momento en que puso un pie fuera de la infernal casa en que se criaron, lo que significaba que la falta de comunicación era enteramente una elección. Seguramente era un error, ¿No? Su león no le abandonaría de esa forma, después de todo, Regulus era su corazón.

Tras saber de su ubicación actual, Regulus decidió mandar un regalo para su hermano mayor la mañana de Yule, su lechuza regresó completamente sola, sin siquiera una carta de vuelta, pero ya llegaría, ahora que Sirius sabía que Regulus lo pensaba a diario, pronto estarían intercambiando tantas cartas que se tendría que conseguir otra lechuza para no agotar a la pobre, era lo único que podía suceder. Las vacaciones de invierno llegaron a su fin, y las interminables cartas de Sirius jamás llegaron.

Ese invierno su corazón se rompió un poco.

El año escolar llegó a su fin y en cuanto bajó del tren en la estación se encontró con un rostro que conocía muy bien, con un cabello negro como la noche y una mirada severa. Regulus Black no volvió a casa ese verano, y gracias a todos los recuerdos de las torturas de sus padres durante tantos años, pudo obligarlos a dejar de intentar que volviera, amenazánndolos.

-Sé que no es lo mejor ni a lo qué estás acostumbrado- habló el mayor.

-Tranquilo Sev, estoy feliz de salir de esa horrible casa- Regulus le sonrió suavemente.

Regulus Black, al igual que Sirius, había abandonado su vida llena de dolor, y se encontraba ahora en lo que sería su nuevo hogar junto a su hermano del alma. Severus Snape había ofrecido su hogar en cuanto su padre murió, sabiendo que el menor y él compartían un mismo dolor.

Regulus no volvió a mandarle cartas a Sirius, ni supo de él hasta el final de su último año en Hogwarts.

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