El crisantemo bajo la orquídea

魔道祖师 - 墨香铜臭 | Módào Zǔshī - Mòxiāng Tóngxiù
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El crisantemo bajo la orquídea
Summary
Wei Ying, dama de compañía y protectora de su mejor amiga en el harén imperial, se enfrenta a diversos obstáculos que pondrán a prueba los límites de su lealtad al Clan que la crío.A pesar de sus habilidades como guerrera curtida en una familia de herreros, pronto descubre que las intrigas palaciegas requieren astucia más que fuerza. En su camino se cruza Lan Wangji, una princesa imperial rígida y disciplinada, enviada para doblegar su rebeldía. Lo que comienza como un constante choque de voluntades se transforma en un vínculo complejo cuando Wei Ying, inesperadamente, gana el favor del emperador.
Note
Hola, mientras veía mdzs por vigesima vez luego de ver un adorable documental sobre la ciudad prohibida en Pekín, inevitablemente se me cruzó la maravillosa y angustiante idea de wangxian enamorandose en un harén. Con la habitual cantidad de angustia y autosacrificio de wwx.Además, me parece interesante cambiarle el género a todos los personajes posibles.(Mi hiperfoco en leer cantidades insanas sobre la antigua china resultó en que sepa demasiado sobre eso y aún así esto sea historicamente incorrecto)
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Las bellezas no son fáciles de capturar

Sobre el pico de las montañas, un palacio brillaba bajo los escasos rayos solares que escapaban de la prisión de la niebla inherente al invierno de esas alturas. Aún así, dicha construcción lucía majestuosa ante la mayoría de las personas que albergaban el suficiente prestigio en su sangre como para obtener una estadía allí. Los muros en Gusu Lan no eran construidos para competir con la naturaleza, sino para convivir en armonía con ella, esperando que ese pequeño esfuerzo fuera una forma de aliarse con los preceptos divinos.

 

O al menos esa fue la excusa de la familia Lan para erigir su insípido hogar por sobre la ciudad y sus plebeyos. Es una opinión que Wei Ying no debería pensar si aún quería tener su cabello intacto o su cabeza pegada a su cuello. Sin embargo, no podía evitar buscar la razón de vivir tan lejos del suelo normal.


¿La familia imperial se consideraba tan divina que quería estar cerca del cielo? ¿La piel blanca de los príncipes y el emperador no soportaban el sol?

 

Ella no lo sabría, siendo la sirvienta que era. Es posible que las tres mil reglas del palacio imperial escaparan a su pobre comprensión mortal, si es que los gobernantes de la nación eran tan divinos como se rumoreaba.

 

Quizás sí eran descendientes de dragones, predispuestos a soportar el invierno de las montañas. A pesar de que le parece ridículo que existan estaciones a esta altura, siendo que eran un eufemismo para el continuo cielo gris y los vientos fríos cotidianos. Y ella, como una plebeya, demostraba su supuesta inferioridad al temblar como un cervatillo y castañear como si tuviera en frente a un espíritu maligno.

 

Bueno, eso fue lo que le insinuaron los eunucos que la instruyeron sobre el palacio interior a su llegada.

 

Sus reglas venenosas no llegaron muy lejos después de que les sonrío con sorna y los retó a soportar un verano en el Muelle del Loto, orgullosa de haberlos hecho tartamudear por la vergüenza. Es claro decir que su truco le valió una amonestación y un par de gritos de Jiang Cheng, la noble que la trajo al harén.

 

Probó su punto ante los engreídos que eran famosos por meterse con la plebe proveniente del sur, calificandolos como menos civilizados que los del norte por no soportar el clima de las montañas imperiales. Aunque, observando la postura digna de la mujer a la que estaba vistiendo, no pudo evitar pensar que la inmunidad a las temperaturas debía ser parte del entrenamiento de los nobles.

 

Bah, eso no le importaba. Su mejor rasgo como hija de herreros era soportar el calor.

 

Y tener considerable fuerza en sus extremidades.

 

—Si sigues temblando como un perro mojado, no dudes en que voy a convertir este lugar en un sauna —dijo la mujer, cuyo cuello Wei Ying decoraba con joyas plateadas de calidad superior a cualquier baratija que ella hubiera ensamblado para sí misma. Lo que en realidad era de esperar de parte de los regalos del emperador.

 

—Admítelo, quieres atormentar a esos eunucos tanto como yo. —Señaló el diván, para que la mujer ya cubierta por seda y gemas, pudiera sentarse y continuar con el ritual de belleza mañanero—. Creo que ya memoricé lo que las otras damas le hacen a tu pelo. Déjame arreglarlo para tí hoy.

 

—Como quieras, pero no te atrevas a dejar ni un pelo fuera —advirtió Jiang Cheng, suspirando y sin acomodarse en absoluto sobre los cojines que Wei Ying había preparado—. Hoy es ese día del mes y debo estar presentable.

 

—¿Qué día del mes? ¿Alguna festividad? —preguntó Wei Ying, sin el más mínimo indicio de parecer interesada en la respuesta.

 

—Por los cielos, debería lanzarte al lago del que te salvé. Se supone que eres mi dama principal y ni siquiera puedes recordar ese detalle.

 

Aiya, no seas grosera con esta pobre e ignorante sirvienta. Sabes que me sacaste de entre las malezas y no conozco de la etiqueta noble —respondió con falsa humildad, sin hacer el mínimo esfuerzo por recordar la agenda del día mientras desenredaba los pocos nudos de la larga cabellera de su ama con un peine de jade.

 

—Eres más inteligente de lo dejas ver. Usa tu cerebro de una vez y haz tu trabajo.

 

—Mi trabajo es estar encubierta, ser una pobre dama indefensa y sacar la gran espada que tengo si un idiota quiere atacarte. —Para probar su punto, acarició el arma que llevaba escondida bajo sus propias faldas—. Además de probar tu comida y eso. Soy el guardaespaldas que no deberías tener y por eso, la parte aburrida de mantener tu reputación es el trabajo de la pequeña Mei.

 

—Debería degradarte o enviarte en un bote de regreso a casa.

 

—No, de seguro la señora Yu me ahorcaría si te dejo sola en este nido de serpientes.

 

—Deja de hablar sobre las otras consortes. Hay muchas reglas que prohíben eso.

 

—¿Qué asunto no está prohibido aquí? Las damas de Su She usaron esa horrible colonia para avivar tu alergia y tampoco expandieron chismes sobre tu fertilidad. Merecen que las insulte por ti.

 

Ante eso, la mandíbula de Jiang Cheng se tensó, dándole ese aspecto grave que a Wei Ying le recordaba tanto a la madre de la noble. Sabiendo leer sus expresiones, decidió que su lengua se había soltado demasiado y había tocado el tema que se suponía debía evitar.

 

—A-Cheng, estoy segura que tus estudios estarán bien. Los médicos de Yumeng son muy buenos. —Agregó el aceite de flor de loto y acarició las hebras de cabello de su amiga en un consuelo silencioso, esperando no cruzar el límite—. Te prometo que vas a estar tan bonita que la emperatriz viuda va a halagarte durante todo el desayuno.

 

—Entonces sí recuerdas lo que hoy pasaba. Solo quieres hacerte la tonta.

 

—Insisto en que ese es mi trabajo.

 

No dijeron nada más mientras el cabello era trenzado y luego decorado con múltiples horquillas plateadas, extraídas de los baúles celosamente guardados por la consorte bajo muchas llaves. Esas delgadas piezas provenían del tesoro familiar de los Jiang, creadas bajo el objetivo de demostrar el estatus del portador sin llamar la atención demasiado.

 

Perfectos para mostrar prudencia frente a la mujer más poderosa del harén y protagonista de los chismes ilícitos de las criadas al ser pintada como la antítesis de la esencia de la familia Lan, orgullosa, ambiciosa y con un temperamento que no permitía dejar de ser el centro de atención.

 

Wei Ying sabía lo que hacía. Casi la mayoría del tiempo.

 

Con el cabello recogido, finalmente convocó a las demás damas de Jiang Cheng, más competentes que ella en el arte del maquillaje. En general, la sensación de los polvos mezclados con el sudor no era su favorita, y con la mitad de su vida gastada frente a hornos ardientes, no hubo ningún sentido en desarrollar habilidades en ese frente.

 

No hay que olvidar que tampoco nadie había inventado un colorete que sobreviviera al agua de los ríos de su hogar. Por eso, las mujeres del muelle del Loto ,aún si eran parte de la nobleza, no solían ser muy sofisticadas en ese aspecto. Jiang Cheng y Jiang Yanli habían tenido algunos episodios desagradables al ser blanco de burlas por su maquillaje sencillo.

 

Cabe decir que muchos terminaban con sus vestiduras empapadas en el lodo más apestoso de Yun Meng luego de tales episodios, gracias a una bandida anónima del pueblo, cuya risa perseguía a sus víctimas hasta la salida de la provincia o al menos hasta que las guardaespaldas de la furiosa señora Yu arrastraban a la perpetradora hasta el salón del castigo.

 

Era una lástima que ser parte del harén imperial implicaba lucir hermosa durante todo el día, sin la amenaza de tener que cruzar un lago a nado. Y ante la mera sospecha de que el emperador haya escrito su nombre en una burda tablilla que segregaba entre favoritas y no favoritas, había que saltarse la cena y prepararse para el Hijo del Cielo.

 

En esos momentos, mantenía su alegría por jamás haber aceptado la invitación de ser parte del registro familiar Jiang. Ser sirvienta de una noble tenía sus ventajas, siendo feliz con la tela áspera y el peligro de muerte inminente.

 

—Se ve hermosa, señora. Estoy segura que todas las garzas caerían al verla. —Fue el cumplido que le dio Wei Ying, cuidadosa de no mostrar familiaridad con las doncellas presentes, quienes fueron otorgadas por el palacio y no eran leales a la señora del pabellón. Sin embargo, personas que las conocían muy bien, recordaban el episodio en que la sirvienta, trepada en un árbol, había lanzado un nido de insectos sobre la noble y las garzas habían detenido su pacífica vida para lanzarse en picado sobre la cabeza de la mujer.

 

Jiang Cheng solo rodó los ojos y frunció el ceño, su expresión favorita para decirle a Wei Ying que cerrara la boca. Luego, la señaló y la horda de mujeres captó la orden de rodearla y cortarle el paso con múltiples pinceles.

 

—Maquillenla.

 

—No se preocupe, señora.

 

—No es problema —desestimó la noble, y como un verdugo tomando su arma, sacó de su baúl algunas horquillas con una sonrisa burlona—. Que te pongan estas.

 

Ah, esas eran pesadas y picaban la cabeza. Eso era como una pequeña venganza.

 

Con un poco de color en sus párpados y picazón en el cuero cabelludo, sostuvo una sombrilla sobre Jiang Cheng para iniciar su procesión hacia el Salón de la Unión Purificador a traves del laberinto de caminos, que se disponían en un zigzag que rodeaba los jardines y edificios. Diseñados de esa manera para que las mujeres del palacio no sean vistas deambulando por el camino principal.

 

Al llegar a su destino, los primeros rayos solares ya bañaban todo con un tenue tinte dorada, aunque eso era una mera ilusión de calidez en lo alto de las montañas de Lan.

 

Un hecho demostrado por los gruesos abrigos que colgaban de los hombros de las mujeres ya estacionadas al pie de las escaleras del salón.

 

Jiang Cheng avanzó hasta al frente de las formaciones de las cuatro concubinas imperiales, cuyo estatus inferior no permitía que la señora del Pabellón de Loto tuviera que inclinarse ante ellas ni pararse tras ellas.

 

La mirada de la concubina Su She, entrecerrada y casi burlona, las escaneó como si fueran menos que la tierra del jardín, mientras que la amable Qin Su hizo alarde de sus lindos hoyuelos al dirigirles una sonrisa de bienvenida.

 

—Buenos días consorte imperial Jiang Cheng —saludaron todas al unísono, entrenadas para ser coordinadas en asuntos tan triviales como el saludo.

 

Las otras dos concubinas restantes, una del Clan Ouyang y otra de una rama secundaria de los Yao, cuyos nombres Wei Ying no recordaba, se inclinaron más de lo necesario, dejando ver las orquídeas a juego que decoraban sus frentes.

 

Tal vez era una amenaza apenas velada sobre una alianza, aunque Wei Ying no podía decirlo con seguridad por lo poco que esas dos mujeres solían hablar. Apenas las había visto un puñado de veces en celebraciones y ellas nunca intentaron llamar la atención, al dejar que el foco se pose sobre las más llamativas o excéntricas.

 

Ser la favorita radicaba en lo pegajosa que una mujer podía ser en la intimidad, y lo recatada que era en público.

 

Es así que Wei Ying se dio cuenta que faltaba el integrante más excéntrico para terminar de reunir a las mujeres de más alto rango del harén. Y hablando del diablo, el golpeteo de un abanico contra el aire inundó el lugar, dando la bienvenida al sujeto más peculiar del harén.

 

—¡Señoras! Mi saludo para todas estas flores —exclamó una voz desde el pie de las escalera, proveniente de un hombre de rostro fino que era seguido por una procesión de mujeres—, estoy seguro que estamos listos para una agradable comida donde podemos conocer mejor a nuestra nueva compañera de Yun Meng.

 

—Buenos días, concubina Nie —saludó Su She, para el disgusto de todos los presentes, olvidando la jerarquía de quien tenía al frente y de ella misma, emocionada por reprochar algún defecto que haya detectado. Si Wei Ying hubiera cometido una travesura similar, estaba segura de que la habrían echado del palacio—. Creí que no llegaría con lo alto que el sol ya está.

 

—No deberías preocuparte, concubina Su She. Quizás tú deberías dormir un poco más —respondió, con el abanico sobre su mandíbula—, para que no olvides que prefiero pronombres masculinos.

 

La cara de Su She se crespó y su sonrisa se degeneró en un puchero molesto.

 

—Si usted está aquí, es porque los rumores son en gran medida ciertos.

 

—No sé de qué habla, ¡me eligieron porque era un gran compañero de juegos para Su Alteza durante la infancia!

 

La tensión parecía existir sobre todos, excepto para el blanco del ataque, quién parecía eludir la gravedad del asunto y elegía sacudir su abanico ante el inexistente calor.

 

—Tampoco hay que olvidar que Nie Huaisang ostenta el título de consorte imperial —interrumpió Jiang Cheng, severa como siempre—. No olvide su lugar, Su She.

 

—No se preocupe consorte Jiang Cheng, aquí todos estamos como compañeros —desestimó el hombre joven—. Debería contarme sobre los pasteles de loto de su ciudad natal, he escuchado que…

 

Estaba segura que la única persona que iba a considerar al desayuno como una adorable convivencia y no una oportunidad de ascender políticamente era ese hombre, quien era una anomalía por sobre todas las cosas. Con una familia tan entrelazada con el linaje Lan y su obligación de tener hijos imposibilitada, el joven bien podría estar de vacaciones.

 

Wei Ying había escuchado que la ausencia de mujeres en la rama principal del Clan Nie, provocó la aceptación de ese chico en el harén con el objetivo de cumplir la cuota generacional de tener a una consorte Nie. La justificación había sido que él había sido privado de su virilidad desde el nacimiento, por lo cual en realidad no era un hombre real y podía ser incluido con el harén.

 

Estaba segura que al igual que algunos eunucos, el consorte Nie podía tener sus aventuras si él lo deseaba. La castración no era una condena de muerte para la diversión bajo las sábanas.

 

Si tuviera un cuerpo que poseer, sería el de Nie Huaisang. Una vida con los lujos de una mujer del emperador, pero sin las obligaciones de una. ¡Además de poder coquetear con las lindas sirvientas!

 

—¡La madre de la nación llega! ¡Nie Shulan!

 

Un grupo de eunucos, que ostentaban el sello del fénix en sus uniformes, anunciaron la llegada de la emperatriz viuda. Ferozmente leales a ella, pasaban por alto la prohibición del ruido innecesario en el palacio interior. Otras damas, algo mayores que las demás presentes, formaron dos columnas junto a los eunucos para formar un camino que precedía la llegada de la noble.

 

Sin importar si fuera sirviente o consorte, nadie podía presentar sus respetos en nada que no fuera un contacto directo de las rodillas con el suelo. Tampoco nadie debería alzar la vista mientras la delegación subía las escaleras, pero como la bribona que era, Wei Ying alzó la vista, segura de que nadie más lo haría.

 

De hombros anchos y estructura robusta, sacaba a flote la presencia abrumadora que caracterizaba a cualquier Nie -con la excepción de Nie Huaisang-, el tocado ostentaba un fénix que brillaba sin la intervención del sol y coronaba la figura envuelta en la seda azul que únicamente la familia imperial tenía permitido usar. Wei Ying pensó de imprevisto que si ella pudiera reencarnar como una princesa imperial o la diosa del mundo, no se iba a atrever a desafiarla en ninguna de sus siguientes vidas.

 

Al desaparecer por detrás de las enormes puertas del salón, cada séquito se levantó para entrar al lugar. Para desgracia de Wei Ying, era tan poco interesante como todo en ese recinto. Los escasos grabados en la madera le aburrían y las simples pinturas de lo biombos le provocaba el deseo de plasmar la hermosa primavera en los lagos de Yun Meng sobre ellos.

 

De verdad que todo el palacio interior tentaba a su naturaleza juguetona. Si Jiang Cheng no estuviera allí, ya habría saltado los muros y huído de vuelta a la humedad de su hogar.

 

Al acomodarse detrás de su ama, observó que la mujer mayor ocupaba su puesto en la plataforma de mayor altura, mientras que los consortes estaban en la siguiente y las concubinas  compartían el estrato más bajo. Luego, las sirvientas empezaron a llegar con todos los platillos, que eran vegetarianos, como era regla en el palacio interior. Sin embargo, su sazón estaba lejos de la simpleza de la cocina en Gusu, sino que evocaba los sabores salados de Qinghe, la ciudad natal de la emperatriz.

 

Como lo dictaban las reglas de los Lan, nadie dejó escapar ningún ruido durante el desayuno y las palabras solo empezaron a ser intercambiadas cuando los platos fueron retirados.

 

—He sido informada de que el primer príncipe ha dado sus primeros pasos, concubina Qin Su.

 

La mujer pareció saltar en su lugar, antes de calmarse y dejarse llevar por el amor maternal que se sabía que poseía. Wei Ying no vio su regazo por completo, pero podía apostar que se estaba secando el sudor de sus nervios en su ropa, nerviosa y orgullosa a partes iguales.

 

—Sí, el pequeño ya lo ha hecho. Con la fortaleza que ha heredado de Su Alteza Imperial, es natural que lo haga.

 

—Entonces me preguntó porque me ha negado la presencia del niño para hoy.

 

—Deberá perdonarlo, hoy saldría a montar a caballo con Su Alteza y el jefe de eunucos Meng Yao. —la mujer, vestida en oro, no paraba de deslizar su mirada sobre las telas decorativas que colgaban del techo, en lugar de mirar hacia la mesa principal—. Es tan enérgico que ama estar más sobre el animal que sobre su propia madre.

 

—¿Justo hoy? —interrogó la mujer, girando entre sus manos la copa de agua que un sirviente le pasó, jugando con él como si estuviera decepcionada de la respuesta.

 

—Sí, hoy es el único día libre de Meng Yao, podrá entenderlo. El niño se ha encariñado fuertemente de ambos.

 

—Ya veo.

 

Como dama de compañía, se esperaba que Wei Ying recuerde a alguien tan importante como el tal Meng Yao. Sin embargo, el hombre pareció más embargado por los asuntos del exterior que por los del harén, por lo que aún no lo había conocido personalmente. Los pocos datos que guardaban eran de aquellos rumores sobre la inusual cercanía entre el emperador y ese hombre.

 

Ella no era nadie para juzgar, ya que su propia relación con su supuesta señora, se asemejaba más a una hermandad que a la de una sirviente y su empleadora.

 

—Yu Guifei ¿su enfermedad ha persistido?

 

—No, tuve una gran mejora con ciertos remedios que mis hermanas me hicieron llegar del sur. —A pesar de que la emperatriz cambió de objetivo, la concubina Yao parecía tranquila al ser tomada por sorpresa, no tembló ni cambió su postura—. Estoy segura que usted conocerá ciertas orquídeas de la zona.

 

—Si, por supuesto. Qinghe suele tener muchos floristas que las adoran.

 

—Estando en el temas de flores y si me permite el atrevimiento —interrumpió la mujer de Ouyang, sin provocar molestia en las interlocutoras, chasqueando los dedos para que una de sus damas le pase un pequeño macetero con una flor azul en ella—, es posible que desee obtener las orquídeas extremadamente raras que me ha enviado mis hermanas.

 

La emperatriz no respondió, observó detenidamente la ofrenda. Si Wei Ying estuviera un poco más loca, casi habría apostado que la mujer estaba a punto de llorar al ver esa simple planta. Que sí, un color de ese tono era una maravilla, pero no eran tan impresionante como los lotos de su hogar.

 

—Pensé que estaban extintas. Nunca volví a ver una de estas —susurró Nie Shulan, imperceptible si uno no sabía leer los labios, pero Wei Ying, experta en espiar, entendió bien lo que dijo. Poco después, como si saliera de un sueño, la mujer se sacudió y envió a una de sus sirvientas a recibir el regalo—. Me voy a asegurar de aconsejar al emperador sobre la propuesta de su familia de extender su área de pesca.

 

Un favor bien recibido, supuso la sirvienta Wei.

 

Ojala el pabellón de Jade pudiera recibir tales consideraciones. Aunque, conmover a quien tuviera sangre real era una proeza en sí misma. Wei Ying notaba como la cinta sagrada de los Lan, indispensable para demostrar el autocontrol de sus portadores, nunca se movía de la cabeza del emperador, aún si estaba en la privacidad de los pabellones. La suave sorpresa de Nie Shulan por la orquídea fue lo más emocional que vio de ella. Mientras que las voces del palacio hablaban de la belleza fría que emanaba la hermana del emperador y lo bien elogiada que era su temple.

 

En resumidas cuentas, toda la familia imperial tenía demasiada esperanza en que una cinta envuelta en sus cabezas y tres mil reglas talladas sobre las montañas fueran suficientes para mantener sus gestos inexpresivos como una roca.

 

Que grupo tan extraño, la verdad. No estaría mal que todos ellos parezcan un poco felices por todas las comodidades que tenían.

 

¡Ella tenía una burda túnica de lino y una almohada llena de paja y sonreía hasta que le dolía la cara!

 

Wei Ying se rió para sus adentros cuando Su She intentó traer a la conversación los nuevos libros que su familia había redactado en un desesperado intento por tambiénconseguir favores políticos. El tiro le salió por la culata después de que la emperatriz viuda indicó que aquellos textos no habían traído nada diferente a lo que ya se sabía.

 

Casi diciendo que eran un plagio para el conocimiento de los Lan y los Sanren.

 

El pie de Wei Ying golpea el piso sin parar, conteniendose de reírse de la cara humillada de Su She.

 

Su bravuconería menguó cuando ella subió la mirada hacia Jiang Cheng. Se puso firme de inmediato, cuidando que nadie perteneciente al pabellón del Loto rompiera el orgullo de la consorte. Ya sabía que un tema en particular sería tocado luego de tres reuniones mensuales sin noticias de maternidad.

 

—Consorte Jiang Cheng, ¿se ha encontrado saludable durante su estadía?

 

—Su majestad, con los cuidados que se me han demostrado hasta ahora, puedo decir que no podría estar mejor.

 

—Espero que así sea. Me encantaría saber que pronto tendremos pequeños pies corriendo por el palacio.

 

La implicación era clara para Wei Ying y todos los presentes: Nie Shulan esperaba el anuncio de un embarazo por parte de Jiang Cheng.

 

Es cierto que ninguna mujer además de Qin Su había logrado que un príncipe hubiera superado el año de edad, pero todas habían dado a luz alguna vez y todas habían anunciado estar en cinta luego de un par de encuentros con el emperador. Jiang Cheng y su estancia de cuatro meses como consorte imperial eran una rareza.

 

Con esa nota amarga que tensó el ambiente para todas el grupo vestido de violeta, la velada fue finalizada con la salida abrupta de la mujer hacia la mañana nevada, despidiéndose sin ver a nadie en particular. En la entrada, ni siquiera aceptó el abrigo de sus damas, una clara muestra de los años que llevaba viviendo en el palacio imperial y el poder que había forjado durante ese tiempo.

 

Eran pequeñas señales como su vestimenta, la sal en la comida y los favores que podía otorgar, lo que dejaba claro que la comida había sido orquestada como un regaño para la noble Jiang.

 

La situación se complicaba para la consorte si la emperatriz viuda ya exigía resultados. Dentro de estos muros teñidos de sangre femenina, nadie era misericordioso con una mujer que no cumplía su deber.

 

Wei Ying solo atinó a sonreírle a Jiang Cheng con todas sus fuerzas mientras regresaban a su pabellón, a pesar de no recibir respuesta alguna. Entendía su actitud, puesto que ambas sabían lo que estaba en juego si la noble era expulsada del harén por no poder engendrar hijos.

 

Las minas de los Jiang podían ser expropiadas y la reputación de Jiang Cheng bajaría hasta los subsuelos.

 

—Déjenme sola, todas. —ordenó cuando regresaron, sin dejar que nadie afloje ninguna de las horquillas que pesaban en su cabeza. El personal, sin querer enfurecer más a su señora, salió en silencio, conociendo el temperamento volátil de la mujer.

 

Wei Ying, no queriendo sabotear el poder de Jiang Cheng frente al público, mandó a las doncellas a hacer un inventario de todas las flores del jardín, una actividad inútil que evitaría que vuelvan a entrar a la residencia en un buen rato. Ella regresó al edificio, recogió un par de bolsas de semillas de loto de Yumeng que había dejado en la mesa del recibidor y se dirigió hasta los aposentos principales. Allí vio a Jiang Cheng, con todas sus horquillas sobre el tocador, presumiblemente sacadas con furia, si el cabello desordenado era una prueba.

 

—Dije que no necesitaba compañía.

 

—Sabes que las reglas y órdenes no funcionan conmigo. —Se acercó de forma lenta, tanteando el terreno, esperando que la mujer no fuera a sacar sus garras. Al ver que ella no intentó lanzar algo, se sintió confiada para jugar el papel de hermana mayor—. Deja que te ayude con tu cabello, ya que mi pequeña hermana parece no poder quedarse quieta.

 

No dijo nada más, y procedió a buscar el mismo aceite de la mañana, y  el agua tibia que había pedido de antemano. Con esos materiales listos, inició el masaje capilar que sabía que traía paz a Jiang Cheng.

 

—A-Li lo haría mejor —se burló la noble, sin verla a los ojos, cabizbaja y con un cojín atrapado entre sus brazos.

 

—Me hieres, pero tienes razón. Sus manos son más suaves.

 

—Me gustaría que ella estuviera aquí. Ella podría hacerlo mejor que yo. —Wei Ying sabe que ambas extrañaban a la primogénita del Clan Jiang, Jiang Yanli. Al ser parte del palacio interior, era posible que nunca volvieran a verla y eso las había carcomido durante todos los meses que llevaban lejos de casa—. Quiero decir, ella ya quedó embarazada.

 

—Sabes que ella amaba demasiado a ese pavo real como para haber sido feliz si ella venía como representante. Estoy segura que solo necesitas tiempo.

 

—Mi madre engendró a A-Li en su primer mes de casada.

 

—Tiempo, A-Cheng. Nadie aprendió a nadar en un día.

 

—Tú eres la persona con menos derecho de decir eso —resopló, antes de tomar las semillas que había traído como ofrenda y devorarlas sin ningún pudor.

 

Wei Ying, quien se lanzó a un lago de varios metros de profundidad cuando apenas había aprendido a flotar. Wei Ying que robó un sable más grande que ella luego de haber empuñado solo espadas de madera. Wei Ying que había pataleado y exigido que se le deje estudiar sobre números cuando solo era una huérfana. Wei Ying que no pudo aprender a vivir sin las hermanas Jiang y con la perspectiva de casarse con un hombre, por lo que no había dudado en seguir a Jiang Cheng hasta las montañas del invierno eterno.

 

Es así que también podía protegerla y además apoyarla en velar por los intereses del Clan Jiang y sus subsidiados, como el linaje de los herreros Wei.

 

—Las cosas van a mejorar, ya verás. Voy a tener un sobrino imperial que va a heredar tu capacidad vocal para gritarme.

 

Al observar que la mujer volvió a su estado natural de orgullo, con sus hombros menos tensos y su cabello arreglado de nuevo, supuso que ya era prudente excusarse en favor de atender sus supuestas obligaciones.

 

—Me llegaron pinturas de lotos floreciendo sobre el muelle. Me gustaría recibir esas noticias lo antes posible, no importa si me despiertas por la noche —recitó Jiang Cheng, mostrando la pieza de arte recién llegada, uno de las muchas comunicaciones secretas que mantenían con el Clan Jiang. El código de hoy parecía indicar una respuesta de la señora Yu—. Por ahora, haz que me envíen algo de papel y que en el almuerzo agreguen algo de picante a la comida. Luego puedes ir a apuñalar el aire con Suibian, pero no dejes que Jiang Mei lo haga todo.

 

—¡Como ordene la princesa! Nada de vegetales insípidos para el paladar más exigente del muelle del Loto.

 

—Vete de una maldita vez. Quiero meditar en paz.

 

Cabe decir que escapó durante todo el día de sus responsabilidades, tomando solo la orden de practicar con su espada en las esquinas oscuras. Ella sabía que Jiang Mei iba a lograr tener al pabellón funcionando como se debía. Solo regresó para la comida y tomar el lugar de catadora, evitando que alguna jovencita asustadiza tenga la desgracia de tener que reemplazarla.

 

Era irresponsable, pero no tanto.

 

En el ocaso, fingió un teatral desmayo para que Jiang Cheng la despidiera antes. No se perdió los gestos de indignación de algunas doncellas, a los cuales enfrentó con un guiño descarado. Ellas pensaban que solo quería holgazanear, no obstante, la túnica negra y la máscara que la esperaban en su habitación eran la prueba de que la noche que la esperaba no iba a ser pacífica.

 

Ajustó su espada sobre su cintura, irónicamente a la vista, como nunca podía hacerlo con la luz del día. Solo bajo el cobijo de la oscuridad sus habilidades no eran un pecado a esconder.

 

En fin, esos eran los asuntos que traía la condición de ser mujer.

 

Desarmó su peinado elaborado y recogido en favor de una simple cola de caballo, sostenida por una cinta desgastada por el uso múltiple. Era larga y brillaba con cada giro que Wei Ying daba al luchar.

 

No esperaba pelear con nadie, pero uno nunca sabe. Siempre debía estar preparada para el espectáculo.

 

Unas horas más tarde; con su ridícula máscara encajada sobre sus nariz y una carta secreta proveniente de la red de inteligencia del Clan Jiang asegurada entre su ropa, iba saltando sobre las murallas del palacio interior, alegre por ver a antiguos conocidos del exterior y de recibir un jarrón de vino de arroz.

 

No era su favorito, pero sería suficiente para marearse y poder abrazar su melancolía con su mente libre de preocupaciones que no le correspondieron. Nada era tan bueno como el licor y una belleza enfrente.

 

Hoy tomaría al palacio como su belleza acompañante, a falta de una buena compañía.

 

Con la luz de la luna, el lugar dejó de parecer un agujero de depresión y evolucionó a un paisaje etéreo. El astro colgaba de un cielo despejado, lo que dejó que la luz fría estuviera en un balanceo suave contra los tejados y destacaba los letreros hechos de plata, creando pequeñas estrellas que coronaban el horizonte. De alguna forma la luz del día no parecía combinar con este palacio, destinado a ser parte de cuentos sobre naciones cuyos cielos nunca se iluminaban con el sol.

 

Pero antes de alcoholizarse y poetizar en paz, su misión era entregar la información a Jiang Cheng.

 

Contempló la elegancia en lo simple de los Lan antes de saltar hacia el pedazo de tierra que era parte de la zona interior. Al ser la zona de las lavanderas y cocineras, la zona no era vigilada por los eunucos, lo que le daba espacio para planificar los lugares oscuros por los cuales

 

Estirando sus largas extremidades sobre las piedras del edificio, trepó hasta tomar una viga como apoyo para balancearse hasta el techo. Con el panorama, no iba a tener que noquear a nadie. Con un pie a punto de saltar, tuvo que detenerse en el aire cuando una espada cortó el aire frente a ella. De material prístino, la hoja contrastaba con el ligero bronceado que la sirvienta había obtenido de sus días en Yun Meng.

 

Alzó la vista para ver a su atacante, una figura pálida que combinaba con todos los tonos fríos de la noche. Con la seda blanca colgando de hombros estrechos, la persona no parecía destacar en masa muscular, y en su lugar parecía construida como una verdadera princesa de la luna. Si tan solo la persona en cuestión no tuviera una máscara sobre todo su rostro, la tomaría como la belleza con la cual beber. La verdad es que no desearía descubrir a un hombre bajo ese disfraz.

 

—Está prohibido saltarse el toque de queda.

 

Oh.

 

Oh.

 

Esa voz de tonos agudos no podía pertenecer a nadie que no fuera mujer.

 

—No está prohibido para los guardias —contestó Wei Ying, antes de saltar hacia atrás con su propia espada en alto y una sonrisa de oreja a oreja.

 

—Está prohibido beber alcohol —respondió, barriendo cada lugar posible con su arma, buscando alcanzar a Wei Ying, quien felizmente jugaba el papel de un saltamontes, esquivando por completo cada estocada. Era espectadora de los remolinos en que sus túnicas se movían con cada giro de su contrincante, dándole un aspecto de una hermosa orquídea.

 

Los cielos eran bondadosos al enviar a las mujeres al mundo.

 

—Pues, solo estoy sosteniendo un inocente tarro. —Corrió lo más que pudo y alzó su tesoro, girando el frasco entre sus dedos—. Si esta pequeña orquídea quiere acompañarme a beber, podemos hacerlo fuera de aquí y no romperemos ninguna regla.

 

En dos pasos, la mujer más alta introdujo la hoja de su espada entre los cordones que envolvían al licor, giró su muñeca para enredar su espada en ellos y lanzó el frasco hacia el suelo. Wei Ying, aterrada, se agachó para intentar salvar su preciada mercancía.

 

Cabe decir que su tiempo de reacción no fue suficiente y la víctima mortal yacía rota en decenas de pedazos en el césped.

 

—No, ¡eso fue difícil de traer hasta aquí! —Abrazó al aire, con todo su tronco superior inclinado en la posición fallida de salvar su alcohol—. Ahora no me contendré, pequeña orquídea. Acabas de herir mi orgullo y debo retarte a un duelo.

 

Al darse la vuelta, descubrió que la misteriosa mujer ya había abandonado el techo. Lo que tenía sentido, dado que los eunucos estaban por llegar, atraídos por el ruido de la arcilla rota.

 

Ah, esa noche no habría alcohol, bellezas ni eunucos sin noquear.

 

Era la triste vida de una sirvienta con delirios de ser una esgrimista honorable.

 

 

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