
La Presa y el Cazador
El aire se quedó atrapado en mis pulmones.
Por un instante, todo en mí dejó de moverse, como si el tiempo mismo se hubiera congelado en el momento exacto en que aquella mano se posó sobre mi hombro. No fue un agarre violento, ni un gesto amenazante. Pero no tenía que serlo. La simple sensación de unos dedos apoyándose en mi túnica fue suficiente para hacer que mi sangre se volviera hielo en mis venas.
El susurro de mi nombre aún flotaba en el aire, enredándose en mis pensamientos como un eco maldito que se negaba a desvanecerse. Algo en la forma en que fue pronunciado (bajo, pausado, casi con una dulzura forzada) me revolvió el estómago. No sonaba como una advertencia, ni como un reproche... sonaba como una certeza. Como si quien fuera que estuviera detrás de mí supiera que yo no tenía a dónde huir.
Mi varita seguía aferrada en mi mano, el pequeño brillo de Lumus parpadeando débilmente en la oscuridad. Sin embargo mis dedos estaban rígidos, torpes, incapaces de reaccionar. Quería pensar que era una coincidencia, que no había nada de qué alarmarme, aunque algo en lo más primitivo de mi cerebro me decía que esto no era normal.
Me forcé a respirar, aunque sentía como si una garra invisible me estuviera apretando el pecho.
Uno. Tome aire de mis pulmones spor si acaso.
Dos. Giré la cabeza lentamente
Tres...
Me giré.
Y ahí estaba.
El alivio me golpeó tan rápido como se fue.
Era solo Lockhart.
Mi mente tardó un segundo en procesarlo. Lo reconocí al instante, con su túnica perfectamente arreglada y esa sonrisa que siempre llevaba consigo, como si estuviera posando para un cuadro. Su expresión era afable, casi amistosa, con un toque de esa jovialidad exagerada que tanto le gustaba mostrar en público. Pero algo en sus ojos no encajaba, algo en su postura me hizo sentir como si una fina línea de peligro estuviera cerniéndose sobre mí.
No era la primera vez que lo veía actuar de manera extraña. Lo había notado en los últimos días, esas miradas demasiado prolongadas, las ocasiones en las que se acercaba demasiado, la forma en la que parecía estar esperando algo cuando hablaba conmigo. Sin embargo había sido sutil, penas perceptible. No lo suficiente para generar alarma.
Y ahora... ahora no estábamos en un aula.
No había nadie más aquí.
Y su mano aún no se había apartado de mi hombro.
-Oh, querido muchacho -su voz era melosa, como si me estuviera tranquilizando, sin embargo no había nada tranquilizador en la forma en la que me miraba-. ¿Qué haces fuera de la cama a estas horas?
No respondí. Mi instinto me gritaba que no respondiera.
Lockhart inclinó la cabeza, estudiándome con curiosidad. Su sonrisa no se desvaneció, aunque algo en su mirada se oscureció por un instante. Casi como si estuviera evaluando cuánto tiempo me tomaría darme cuenta de lo que realmente estaba pasando.
Me forcé a tragar saliva.
-Estaba volviendo -mi voz salió más baja de lo que quería, y odié lo evidente que era mi incomodidad.
-Tan tarde... No querrás encontrarte con el atacante, ¿verdad? -Sus palabras eran ligeras, casi juguetonas, y algo en ellas me hizo sentir náuseas.
Intenté dar un paso atrás, sin embargo su mano en mi hombro se apretó un poco más. Demasiado.
No fue un agarre violento. No lo suficiente como para dejar un moretón, aunque si lo justo para hacerme entender que no me estaba dejando opción.
Mi corazón martilleó contra mis costillas.
-No es necesario, profesor, conozco bien el camino.
Hablé con calma, controlado. Como si esto no fuera más que una conversación casual en medio del pasillo. Como si no estuviera sintiendo la presión de su mano anclándome en el lugar.
-Por supuesto que es necesario -respondió él, con una dulzura tan falsa que se me revolvió el estómago-. No me perdonaría si algo te pasara.
Corre
Corre
Corre
Mi cuerpo se tensó, pero no reaccionó.
Lockhart sonrió con más amplitud. Lo sabía. Sabía que no iba a huir. Sabía que ya era demasiado tarde.
No tuve tiempo de levantar mi varita. No tuve tiempo de hacer nada.
Lo último que sentí fue un leve tirón en mi conciencia, una sensación de vértigo que me arrastró al vacío.
Y luego, todo se volvió negro.
.
Mi cabeza dolía.
No como cuando tienes un simple dolor de cabeza por estrés o cansancio. No. Esto era peor. Era un latido constante, punzante, como si alguien estuviera golpeando el interior de mi cráneo con un martillo.
El suelo bajo mi cuerpo era frío. La piedra dura y áspera me raspaba la mejilla. El aire estaba impregnado de un aroma denso como un perfume fuerte y empalagoso, mezclado con algo más rancio..Mi cuerpo se sentía pesado, mis brazos no respondían de inmediato cuando intenté moverlos, y cuando finalmente conseguí hacerlo, algo detuvo mi movimiento.
Cuerdas.
Estaba atado.
Mi respiración se cortó.
Abrí los ojos de golpe, la luz de las velas cegándome momentáneamente. Parpadeé varias veces, luchando por enfocar la vista.
Estaba en una habitación.
No, en una oficina.
Reconocí el escritorio lleno de pergaminos y la estantería con libros de títulos absurdamente largos. Las paredes estaban adornadas con retratos de un solo rostro repetido hasta el cansancio.
La oficina de Lockhart.
El pánico se arrastró por mi pecho con dedos fríos.
Intenté sentarme, pero la presión en mis muñecas se intensificó, impidiéndome moverme más de unos pocos centímetros. Las cuerdas que me ataban a la silla no eran visibles, sin embargo estaban ahí, firmes, invisibles... mágicas.
Un sonido de pasos.
Mi cuerpo se tensó.
-Ah, estás despierto.
Lockhart. Su voz era tranquila, casual, como si estuviera hablando sobre el clima. Pero cuando levanté la mirada y lo vi de pie frente a mí, observándome con una calma aterradora, supe que algo estaba muy mal. Demasiado mal.
No era el Lockhart que todos conocían.
No el profesor torpe y vanidoso que encantaba a las multitudes con su sonrisa brillante y sus historias exageradas.
No.
Este hombre que estaba frente a mí tenía una mirada diferente. Una mirada afilada, expectante, casi hambrienta.
-¿Qué... qué está haciendo? -Mi voz salió más rota de lo que quería.
Él sonrió. -Cuidando de ti, por supuesto.
No sé qué fue peor. Si sus palabras o la forma en la que las dijo. Aunque supe, en ese momento exacto, que tenía que salir de aquí.
Y que, si no lo hacía, nadie volvería a verme.
...
Lockhart no se movió de inmediato.
Se quedó de pie, con las manos cruzadas frente a él, estudiándome con una paciencia que me revolvió el estómago. Como si estuviera disfrutando esto.
El aire en la oficina se sentía espeso, cargado de algo más que solo el perfume exagerado que flotaba en la habitación. Era la presencia de Lockhart. Algo en él había cambiado, algo que no se veía en las aulas ni en sus entrevistas en El Profeta. Algo que nunca había mostrado en público.
Y yo estaba aquí, atrapado con ello.
Tragué saliva, sintiendo mi garganta seca. -Profesor... -mi voz no sonó como quería. Nervios idiotas, no es el momento.
Lockhart sonrió. -No pareces muy cómodo.
Mi mandíbula se apretó. ¿En serio? ¿Eso era lo que tenía que decirme? ¿Después de lo que podría jurar que es secuestrarme y atarme a una maldita silla?
Inspiré hondo, intentando que mi cabeza procesara algo, cualquier cosa que me ayudara a salir de esta situación.
Sin embargo Lockhart ya estaba avanzando.
Lento. Sin prisa.
Y entonces, se inclinó. Su mano se levantó y, con la misma naturalidad con la que se acomodaría el cabello en medio de una entrevista, deslizó sus dedos por mi mejilla.
Un escalofrío me recorrió la espalda.
No fue un gesto agresivo, tampoco fue tierno.
No. Fue calculado.
Este me tocó como si tuviera todo el derecho de hacerlo.
Su pulgar trazó un lento recorrido desde mi pómulo hasta la línea de mi mandíbula. Ligero, apenas un roce. Pero la piel se me erizó al instante, como si su contacto hubiera dejado una marca invisible, un residuo pegajoso que no podría quitarme ni aunque me frotara hasta arrancarme la piel.
Mi respiración se cortó. Intenté apartar el rostro, sin embargo no podía moverme.
Y él notó eso. Oh, sí que lo notó. Porque su sonrisa se amplió apenas un poco. No de manera evidente, no de manera exagerada, solo lo suficiente para que entendiera que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Esto no estaba bien.
Nada de esto estaba bien.
-Siempre me pregunté... -murmuró como si estuviéramos teniendo una conversación casual-, cómo alguien como tú podía existir.
Mi cuerpo se tensó. -¿Qué...?
Sus dedos siguieron su camino, ahora descendiendo por mi cuello. Un roce ligero, apenas perceptible, yo igual lo sentí.
El tacto de Lockhart me quemaba. No porque fuera doloroso, sino porque me hacía sentir sucio, como si con cada roce estuviera dejándome impregnado de algo que jamás podría quitarme.
Mis manos, atrapadas en las cuerdas invisibles temblaron. Pero él no parecía preocupado por eso.
No. Él solo me miraba.
Como si estuviera fascinado. Como si no pudiera creer que me tenía aquí, atrapado, a su merced.
Mi estómago se revolvió. -¿Sabes lo extraordinario que eres, Draco? -su voz era baja, casi un susurro. Sus dedos trazaron una línea descendente, lenta, como si estuviera saboreando cada maldito centímetro de mi piel.
Mi pulso se disparó.
El miedo subió por mi garganta como un grito contenido. Intenté apartarme, aunque sabía que era inútil. Pero necesitaba intentarlo.
No podía quedarme quieto.
No podía dejar que siguiera.
Mi cuerpo se retorció contra las ataduras, jadeando por el esfuerzo.
Lockhart soltó una risa baja. -Ah... qué adorable.
Asco.
Esa fue la única palabra que cruzó mi mente.
Asco.
Asco porque esto no tenía sentido.
Porque Lockhart no era así.
Porque nada en mi maldita vida me había preparado para esto.
Porque por primera vez en mi vida, no sabía qué hacer.
Sus dedos llegaron hasta mi clavícula, dibujando un lento círculo sobre la piel. Yo jadeé, sin poder evitarlo. Y el sólo sonrió aún más.
Esto no era una broma.
Esto no era solo una sensación de incomodidad.
Esto era real.
Mi mente gritó, intentando encontrar algo, cualquier cosa que pudiera hacer para detenerlo.
Pero entonces...
¡PUM!
La puerta se abrió de golpe.
Y la oficina, que hasta ese momento había sido un rincón aislado del mundo, se llenó de un viento frío que arrastró consigo la única salvación que me quedaba.
~~~❤︎~~~
Oh, qué hermoso era.
Incluso así, incluso con el miedo apoderándose de su cuerpo, con el brillo del pánico en sus ojos y la piel pálida reflejando la tenue luz de las velas, seguía siendo perfecto..Tal vez, incluso más que antes.
Porque nunca lo había visto así. Nunca lo había visto tan vulnerable.
Y me pertenecía.
S
iempre me había pertenecido.
Desde el primer momento en que lo vi, desde antes de eso, desde que escuché su nombre resonar en los pasillos del castillo con un respeto que no entendían del todo, desde que supe que ese niño Malfoy pondría un pie en Hogwarts.
Desde que entendí lo que podía ser.
Lo que debía ser..Lo que sería para mí. Porque era diferente. Porque él era especial.
É
l no era como los otros.
Los otros eran solo piezas, eran peones en un tablero que ni siquiera entendían que estaban jugando. Sus rostros se desdibujaban en mi mente como sombras irrelevantes, como nombres escritos en tinta demasiado débil, como carne desechable. Porque eso eran.
Sangre para el Señor Tenebroso.
Nada más.
Pero Draco...
Draco no era solo sangre.
Él no era solo una gota más en el cáliz de sacrificios, no era solo otro nombre en la lista de los que había manipulado y descartado.
Draco era mío.
Y yo lo había visto antes que todos ellos.
Mucho antes de que Nott o Goldstein se atrevieran a posar sus ojos codiciosos sobre él. Antes de que siquiera lo imaginaran. Antes de que sus intenciones patéticas intentaran rozar la grandeza de lo que Draco representaba.
Ellos no lo entendían. No como yo.
Ellos lo miraban y veían un rostro bonito, una sonrisa encantadora, una oportunidad de poder y placer. Ellos querían poseerlo de la forma más vulgar posible, como si fuera un trofeo para exhibir, una joya para presumir.
No.
No era eso.
No era solo eso.
Draco era luz.
Era el tipo de belleza que no debía pertenecer a este mundo sucio, a esta escuela plagada de mediocres, a la oscuridad que se cernía sobre todos nosotros. Era tan, tan hermoso, incluso en este instante, incluso con su respiración acelerada y el temblor contenido en su cuerpo.
Mi cuerpo se estremeció.
Había pasado tanto tiempo esperando este momento, soñando con este momento... Mis ojos recorrieron su piel con el mismo fervor con el que un artista contempla su obra inacabada.
Y lo toqué. Oh, lo toqué.
Solo la yema de mis dedos, apenas rozando su mejilla con la reverencia de un devoto ante su dios.
Y su piel ardió bajo la mía.
Tanto tiempo observándolo desde la distancia, tanto tiempo imaginando lo que sería sentirlo de verdad. Pero ninguna fantasía podría haberme preparado para esto.
Para la calidez, para la suavidad..Para la forma en que su pecho subía y bajaba rápidamente, en pánico. Para la manera en que su mirada, llena de orgullo y desafío, intentaba ocultar el terror que lo devoraba por dentro.
Sí.
Esto era amor.
Esto debía ser amor.
No había otra forma de describirlo, Mo cuando todo en mí clamaba por él, No cuando mi cuerpo entero se estremecía con la certeza de que nadie jamás lo querría como yo lo quería, no cuando el solo pensamiento de que alguien más lo tocara me llenaba de una furia tan ardiente que casi podía saborearla en la lengua.
Potter.
Goldstein.
Nott.
Esos miserables que no lo merecían.
Oh, cuántas veces había imaginado enterrando mi daga en sus pechos arrogantes, viendo la sorpresa en sus ojos cuando se dieran cuenta, cuando comprendieran que nunca lo tendrían.
Que Draco no era para ellos.
Que Draco era mío.
Y
ahora lo era.
Los demás... ellos no importaban. Incluso Voldemort no importaba.
Él me había dado esto, él me había dado este castillo como mi coto de caza, me había dado a los estudiantes, me había dado su sangre.
P
ero ninguno de ellos era como Draco.
Ninguno me hacía sentir esto.
El Señor Oscuro siempre hablaba del poder, de la conquista, de la inmortalidad. Me prometió reconocimiento, un lugar más alto del que jamás hubiera alcanzado con mi patética historia de niño prodigio venido a menos. Me ofreció algo más grande.
Y lo acepté.
Pero esto....Draco era más grande que cualquier poder. Su existencia era más importante que cualquier promesa de gloria. Mi otra mano descendió, deslizándose por su cuello con la fascinación con la que un escultor roza el mármol antes de esculpirlo. Y su piel se estremeció bajo mi toque.
Oh.
Oh, sí.
Mi respiración se entrecortó.
Era real.
Era real.
No como en mis fantasías, no como en mis noches en vela repitiendo su nombre en mi mente, soñando con el día en que él entendería, en que él también vería lo que había entre nosotros.
M
i pulgar se deslizó por su clavícula.
Tan frágil.
Tan vulnerable.
Tan mío.
Oh, lo cuidaría. Lo cuidaría como nadie más podría hacerlo, lo protegería de todos esos imbéciles que creían tener derecho a él, lo alejaría de las garras de los que quisieran usarlo. Porque solo yo podía entenderlo. Solo yo podía amarlo de verdad.
Solo un poco más, solo un poco más y entonces podré...
¡PUM!
La puerta se abrió de golpe.
Un viento frío barrió la habitación, y la tenue luz de las velas parpadeó con violencia..Mi mano se apartó de inmediato, mi rostro se giró, mi mandíbula se apretó en un gruñido silencioso.
¿Quién se atrevía a interrumpirme?.¿Quién osaba arrancarme de este momento sagrado?
Este instante no debía terminar. Este era mi derecho.
Draco era mío.
Y ahora alguien debía pagar por esta interrupción.
~~~❤︎~~~
Estaba inquieto.
No era raro que Draco desapareciera por un rato; tenía su propio ritmo y siempre alguna excusa cuando regresaba tarde. Que si había encontrado un pasadizo nuevo, que si se quedó charlando con alguien interesante, que si una bruja loca le había leído la mano y ahora estaba convencido de que moriría antes de los veinte. Siempre algo. Siempre con esa facilidad suya para hacer que todo pareciera normal, aunque nunca lo fuera.
Pero esta vez... esta vez tenía un mal presentimiento.
La habitación se sentía vacía sin él. Me removí en mi cama, mirando el techo, el reloj, la puerta. Me pasé una mano por el cabello grustrado, me convencí de que no iba a ir a buscarlo. No era su niñera. Draco era perfectamente capaz de cuidar de sí mismo.
Excepto que a veces no lo era.
A veces tenía esa arrogancia tan suya que lo hacía subestimar los peligros. Y Hogwarts estaba lleno de ellos últimamente.
Solté un suspiro y me puse de pie. Solo iba a dar una vuelta rápida. Un vistazo, un par de preguntas, nada obsesivo.
Sin embargo antes de que pudiera siquiera tomar mi varita, la puerta se abrió de golpe.
-¡Anthony! -Luna irrumpió como una ráfaga de viento helado. Sus ojos estaban demasiado grandes, demasiado brillantes, su rostro pálido como un pergamino sin tinta.
-Luna, ¿qué...?
-Draco está en peligro.
Mi cuerpo se tensó de inmediato. -¿Cómo lo sabes?
-Lo vi.
No dudé. No hubo espacio para el escepticismo, no había tiempo para preguntas, Luna no mentía con estas cosas.
-¿Dónde?
-No sé. Estaba oscuro. Velas, muchas velas. Y él... él no estaba bien, Anthony.
No esperé más. Salimos corriendo.
.
Los pasillos estaban más fríos de lo normal. O tal vez era yo. Tal vez era el miedo creciendo en mi pecho con cada segundo que pasaba.
Snape no nos creyó de inmediato, claro. Snape nunca nos creía de inmediato. Pero Luna tenía una forma de hablar que hacía imposible ignorarla.
-Si lo dejamos solo, será demasiado tarde -dijo con la voz temblorosa pero firme.
Snape no hizo preguntas. Simplemente se giró y comenzó a dar órdenes. En cuestión de minutos, los aurores y los profesores ya estaban en movimiento. A mí, por supuesto, no me dejaron participar.
-Regresa a tu habitación, Anthony -me ordenó él con un tono cortante.
-Pero...
-Esto no es un juego, y si algo te llegase a pasar a tí o a Luna, ni yo o Draco me perdonaría jamás.
Y me dejó ahí. La frustración me quemaba la garganta. Me pasé una mano por el cabello, maldiciendo en voz baja.
Draco seguía desaparecido.
Yo no podía hacer nada.
O eso creían ellos.
.
No me fui a la habitación, por supuesto que no iba a hacerlo.
Me quedé en los pasillos, con el corazón latiendo demasiado rápido, la frustración ardiéndome en la piel. Draco seguía desaparecido, y yo estaba aquí, atrapado en la nada, esperando.
Como si fuera a aceptar eso.
-¿Qué haces aquí, Anthony?
Me giré de golpe..Theo y Blaise estaban ahí, mirándome con la misma preocupación con la que yo debía estar mirándolos.
-No puedo quedarme quieto -dije.
-Nosotros tampoco -respondió Theo.
Blaise suspiró, cruzándose de brazos. -Luna tuvo una visión, ¿cierto?
Asentí.
-Sabíamos que algo andaba mal. Draco no responde.
Los tres nos miramos, la tensión creciendo entre nosotros. No era la primera vez que hacíamos algo estúpido juntos por Draco. Y probablemente no sería la última.
-No van a dejarnos buscar con los aurores -hablo Theo.
-Por eso lo haremos por nuestra cuenta -respondí.
Blaise sonrió, aunque no había humor en su expresión. -¿Y por dónde empezamos?
Y así, sin más, echamos a correr.
Esta vez tampoco íbamos a dejarlo solo.
~~~❤︎~~~
Siempre fui bueno metiéndome en problemas.
Desde que entré a Hogwarts, parecía que cada año tenía su propia maldición personal. Primer año: casi muero en el bosque prohibido, casi muero enfrentando a Quirrell y Voldemort en un sótano. Segundo año... bueno, aún no terminaba, aunque ya estaba viendo el patrón.
Lo que nunca supe fue cómo encajar a Draco Malfoy en esa lista de problemas.
Primero fue la atracción inexplicable. No del tipo romántico (creo). No del tipo que te hace escribir poemas ni garabatear iniciales en un pergamino. Era algo más primario, más molesto. Desde el primer día, algo en él me exigía atención. Como si hubiera una línea invisible entre nosotros que, cada vez que intentaba ignorarla, me jalaba de vuelta. Y Draco... Draco parecía tan cómodo con ello, como si siempre hubiera sabido que los ojos de la gente iban a posarse sobre él. Cuando lo vi en la tienda, con su cabello casi blanco y su arrogancia pulida, pensé: este chico tiene que ser especial. No, él lo es. No sabía por qué, pero lo sentía.
Luego vino la ceremonia de selección y se fue a Ravenclaw. Yo ni siquiera sabía cómo se suponía que debía reaccionar a eso.
N
o importaba. Terminamos en caminos distintos, con casas distintas, con amigos distintos. Me volqué en Ron y Hermione, él en su círculo de Slytherins y Ravenclaws. A veces nuestras miradas se cruzaban en los pasillos, a veces se quedaba mirándome como si esperara algo, y luego desviaba la vista como si recordara que no le importaba.
Y entonces llegó la batalla contra Quirrell.
L
a impotencia de ese momento todavía me perseguía.
El espejo, la Piedra, Quirrell. Todo fue tan rápido, tan confuso, y yo apenas tenía tiempo de procesarlo cuando Draco salto delante de Nott, y antes de que pudiera reaccionar, la varita de Quirrell ya estaba girando hacia él.
Vi la luz ante él. Vi a Draco caer.
Me congelé.
No por miedo a la muerte. No por miedo a Quirrell. Sino porque, en ese instante, algo en mi pecho se rompió en mil pedazos y no entendía por qué.
Nott fue él que reaccionó. Nott fue la que gritó mi nombre. Nott fue la que me arrastró de vuelta a la pelea mientras yo seguía allí, viendo a Draco en el suelo, viendo la sangre en sus brazos, sintiendo que mi cuerpo entero se negaba a moverse.
No lo entendí. No lo entendí entonces, no lo entendí después, y todavía no lo entiendo.
Pero Draco se recuperó. Y después de eso, me ignoró. Completamente.
Como si nada hubiera pasado, como si nunca hubiéramos tenido algo mínimo en todo el año, como si no hubiéramos estado allí juntos. Me dolió más de lo que me gustaba admitir.
Y en el segundo año, en mitad de Halloween encontramos a la niña en mal estado y el primer mensaje apareció en la pared, lo vi antes que nadie.
Y no dije nada.
No dije nada a pesar de que sabiq ué tenia qué hacerlo, no dije nada apesar d elas advertencias de Ron y Hermione. Ni a ningún profesor, ni a Draco.
Porque, en el fondo, pensé en él.
Pensé en él leyendo el mensaje, pensé en su rostro cuando viera la sangre en la pared, pensé en su reacción, en cómo la expresión confiada de su rostro podría cambiar por un segundo.
Y cuando él me preguntó... cuando se acercó a mí con esa mirada que casi parecía preocupada y preguntó:
-¿Sabes algo sobre los ataques?
Yo mentí.
Y cuando él quiso irse, cuando se dio la vuelta con esa postura altiva que me volvía loco, con ese maldito "Harry ya no importa, Harry no es relevante", hice lo más estúpido que pude hacer, algo tan estúpido que ni siquiera yo haría.
Me tiré por las escaleras.
No con la intención de hacerme daño. Solo... lo hice, para que se quedara.
Y funcionó.
Draco se giró en el acto, extendió la mano como si fuera a sujetarme, y en sus ojos vi algo que casi parecía preocupación genuina.
Casi.
Porque finalmente de todas formas caí. Ron y Hermione me dieron un gran discurso, que era un cabeza hueca obsesionado, que no haga más idioteces así... sin embargo, Draco vino.
Solo porque se sentía culpable, solo por un momento, solo por unos minutos.
Pero solo eso fue suficiente.
....
Ahora estaba aquí, bajo la capa de invisibilidad, escuchando a McGonagall y a los aurores hablar de su desaparición. Y sin pensarlo dos veces, sin considerar si era prudente o si debía esperar a los adultos, hice lo que siempre hacía.
Corrí.
Corrí por los pasillos con la capa de invisibilidad envolviéndome como un escudo, con el corazón en la garganta, con un solo pensamiento en mi mente:
No voy a quedarme quito otra vez.
.
Mi corazón iba a mil por hora.
Los pasillos estaban oscuros, la luz de mi varita parpadeaba con cada paso. No tenía un plan, no tenía una estrategia. Solo sabía que Draco estaba desaparecido, y que, de alguna manera, Lockhart estaba involucrado.
Cuando llegué a la puerta de su despacho, no lo pensé. Ni siquiera toqué, simplemente la abrí de golpe.
-¿Dónde está? -solté con la varita en alto.
Lockhart se giró con un sobresalto. Por un segundo, su expresión fue de confusión total, como si no entendiera qué hacía yo allí. Luego, su rostro se suavizó en una sonrisa falsa.
-¡Ah, Harry! Qué sorpresa verte aquí tan tarde. ¿Sucede algo?
Lo odié. Lo odié con cada fibra de mi ser por actuar como si nada, por parpadear con esa expresión afable cuando sabía perfectamente lo que estaba haciendo.
-¡Potter!
La voz de Draco.
Venía de la otra esquina del despacho, de una silla en la que estaba atado con cuerdas. Su cabello estaba desordenado, su túnica arrugada, aunque no fue su aspecto lo que me golpeó en el estómago.
Fue su expresión.
Pánico puro.
Nunca había visto a Draco Malfoy con miedo. No de verdad.
Era el tipo de persona que siempre tenía una respuesta rápida, una burla lista, una postura desafiante. Pero ahora... ahora su mirada estaba vidriosa, su pecho subía y bajaba demasiado rápido, y por un segundo, pareció aún más joven de lo que realmente era. Lo estaban quebrando.
-Déjalo ir -Mi propia voz salió más baja de lo que esperaba, tensa, contenida.
Lockhart suspiró dramáticamente. -Harry, Harry, Harry... siempre tan impulsivo. Lo único que intento hacer es salvar este colegio, ¿por qué todos son tan desagradecidos?
No esperé.
L
e lancé un Expelliarmus sin dudar.
Y él lo esquivó. No sé cómo, no sé en qué momento lo hizo, pero se movió rápido, más rápido de lo que jamás lo había visto moverse en una de sus inútiles clases. Su varita salió disparada.
-¡Petrificus Totalus!
Rodé por el suelo, sintiendo la maldición pasar a centímetros de mi hombro. Draco gritó algo, forcejeando contra sus ataduras.
-¡Potter! ¡Haz algo!
Como si no lo estuviera intentando.
Me incorporé, la varita en alto, sin embargo Lockhart ya estaba girando con una expresión impaciente.
-¿Sabes, muchacho? Has sido un verdadero fastidio. Pero no te preocupes, con un pequeño ajuste en tu memoria, olvidarás todo este pequeño incidente... -hablo dirigiéndose a mi.
Draco forcejeó con más fuerza. -¡No te atrevas!
No pensé.
Solo me lancé sobre Lockhart.
No con magia, no con un hechizo, sino con mi propio peso, golpeándolo contra la mesa. No esperaba que funcionara, no esperaba que cayera hacia atrás, derribando pergaminos y libros.
Pero funcionó y eso es lo que contaba.
Su varita rodó fuera de su alcance, y por un momento, solo hubo el sonido de nuestra respiración agitada. Aproveché el momento para girarme hacia Draco.
-¡Aguanta, voy a...!
-¡No me digas que aguante, suéltame de una maldita vez! -espetó con la voz ronca, y por primera vez noté que había estado llorando.
Las cuerdas se deshicieron con un Diffindo, y Draco se derrumbó de inmediato, como si sus piernas ya no quisieran sostenerlo.
No me lo pensé dos veces. Lo abracé.
No porque fuera lo correcto, no porque supiera si él lo quería o no. Sino porque lo necesitaba. Porque su respiración estaba temblando contra mi hombro, porque sus dedos se aferraron a mi túnica como si le aterrara la idea de soltarme. Porque, por una vez, Draco Malfoy no tenía palabras.
Lockhart se movió. Supe que intentaba escabullirse antes de que los profesores llegaran, pero en ese momento no me importó.
Solo me importó Draco.
~~~❤︎~~~
El mundo pareció detenerse en el instante en que lo vi.
Draco estaba allí, encogido, tembloroso, con el rostro pálido y los ojos llenos de terror. Se veía frágil, una versión rota de la persona que conocía. Y estaba en los brazos de Potter.
Sentí algo oscuro y venenoso subir por mi garganta, un rugido que casi escapó de mis labios. ¿Por qué estaba llorando? ¿Por qué demonios se veía tan indefenso? ¿Quién lo había hecho ver así? Mi mirada recorrió la escena frenéticamente, estábamos en los pasillos oscuros de Hogwarts, las antorchas parpadeaban con una luz débil y titilante. A mi lado, sentía la presencia firme de Blaise, el susurro calmado de Luna y la respiración tensa de Anthony. Todos habíamos llegado juntos con los profesores, con Snape al frente, su rostro más severo que nunca, su mirada clavada en Draco con una mezcla de furia contenida y preocupación.
Y yo... yo no podía respirar.
El pánico inicial se convirtió en algo peor. En furia.
Una furia tan ciega, tan absoluta, que apenas podía pensar con claridad. Respiré hondo, tratando de calmarme, pero el sonido entrecortado de la respiración de Draco me perforó los oídos. Mi piel ardía. Mi cuerpo entero pedía venganza.
-Está con nosotros -murmuró Luna suavemente, su voz como un ancla en medio de mi tormenta interna-. Está a salvo ahora.
Yo no podía simplemente quedarme aquí. No cuando el responsable de todo esto seguía caminando impune por el castillo, respirando el mismo aire que nosotros.
Lockhart.
Ese bastardo.
Snape le estaba ladrando órdenes a los aurores, McGonagall intentaba calmar a los todos sin improtar la edad o rango ahi dentro, Dumbledore observaba todo con esos ojos que parecían verlo todo y sin embargo hacer tan poco.
Yo no era un Gryffindor, pero había algo en mi sangre que rugía como un león en ese momento. Algo que me hizo ignorar las advertencias, los protocolos, la lógica.
Sabía cómo funcionaba este mundo.
Sabía que Lockhart no pagaría.
Sabía que si quería justicia, tenía que buscarla con mis propias manos.
Sin pensarlo dos veces, me di la vuelta y corrí.
El frío del castillo mordía mi piel mientras mis pasos resonaban en los pasillos oscuros. Todo lo que podía oír era mi propia respiración, el latido frenético de mi corazón golpeando en mis oídos. No me importó que los profesores gritaran mi nombre. No me importó que probablemente alguien intentara seguirme.
Lo único que importaba era encontrarlo.
Y lo hice.
Gilderoy Lockhart caminaba con paso apresurado, su túnica ondeando detrás de él mientras se dirigía hacia una de las salidas menos transitadas del castillo.
Cobarde.
Sabía que se iría. Sabía que intentaría desaparecer antes de que alguien pudiera hacerle algo.
-¡LOCKHART!
Mi voz cortó el silencio como una maldición..El hombre se detuvo. No se giró inmediatamente. Se tomó su tiempo. Como si todavía tuviera el derecho de actuar como si nada estuviera pasando. Como si todavía pudiera pretender que todo estaba bajo control.
Cuando finalmente se giró, me recibió con una sonrisa vacía..-Theodore, ¿verdad? Qué sorpresa verte aquí.
Mi agarre en la varita se tensó. -¿A dónde crees que vas?
Lockhart suspiró, como si mi presencia fuera una molestia menor. Como si no tuviera nada de qué preocuparse.
-El director me ha permitido retirarme por el momento. Todo este alboroto... ha sido un malentendido, estoy seguro de que lo resolveremos muy pronto.
Un malentendido.
Ese hijo de puta.
Algo dentro de mí se rompió.
Antes de darme cuenta, ya había cerrado la distancia entre nosotros. Me moví rápido, demasiado rápido para que reaccionara. Mi mano libre se cerró en el cuello de su túnica y lo empujé contra la pared de piedra con toda la fuerza que tenía.
-¿Un malentendido? -Mi voz salió baja y peligrosa.
Él parpadeó sorprendido, aunque su expresión no mostraba miedo. Solo molestia.
-Ten cuidado con tu tono, muchacho -hablp intentando sonar amenazante, pero no le salió bien.
-¿Ten cuidado con mi tono? -solté una risa fría-. ¿Así como tú tuviste cuidado con Draco?
Lockhart chasqueó la lengua y trató de apartarme con un movimiento brusco del brazo, pero lo empujé con más fuerza contra la pared.
-
Escúchame bien, niño...
-No. Tú me vas a escuchar. -Le acerqué la varita al rostro, sintiendo la rabia hervir bajo mi piel-. No sé qué crees que va a pasar, pero te juro por todo lo que tengo que si piensas que vas a salir de aquí sin pagar por lo que hiciste, estás jodidamente equivocado.
Este me sostuvo la mirada, y por primera vez, vi algo en sus ojos. No miedo. No arrepentimiento.
Desprecio.
-Qué dramatismo -murmuró, casi con fastidio-. Tú y tus amigos son tan emocionales.
Mi agarre en su túnica se tensó. No está asustado. Ni un poco. Porque sabía que al final, todo se arreglaría a su favor, porque sabía que su fama y sus conexiones lo protegerían, porque sabía que nadie haría nada.
Excepto yo.
Mi respiración se volvió pesada. Mis dedos temblaron.
Y por primera vez en mi vida, no me importó lo que pasara después.
-Vuelve a decirlo -susurré.
Lockhart sonrió. Y en ese momento, supe que estaba a punto de hacer algo de lo que no me arrepentiría.No esperaba que se asustara.
Él suspiró, con esa maldita superioridad que me revolvía el estómago.
-Qué conmovedor. El amigo fiel, el caballero protector, el chico que sueña con ser el héroe... -Se inclinó apenas, sus ojos evaluándome con burla-. Pero dime, Theodore... ¿realmente crees que Draco alguna vez se dará cuenta?
Mis dedos se crisparon alrededor de mi varita. -¿De qué mierda estás hablando?
Este sonrió..-De lo obvio -mi cuerpo se tensó, aunque no dije nada-. Ah... -exhaló con una expresión casi compasiva-. No lo niegas.
No lo hice.
Porque no tenía sentido negarlo.
Porque yo queria a Draco Malfoy. Amaba su arrogancia, su inteligencia, la forma en que desafiaba a todo el mundo sin miedo. Amaba su risa, la forma en que su mirada se iluminaba cuando hablaba de algo que le apasionaba. Lo amaba, aunque él nunca lo viera.
Lockhart lo sabía. Y lo estaba usando en mi contra. -Pobrecito -susurró-. Te pasas la vida a su lado, esperando, esperando... Pero nunca lo hará. Nunca te mirará como quieres que lo haga -mi mandíbula se tensó-. Y lo peor... -continuó, con una sonrisa que me heló la sangre-. Es que yo sí lo marqué. Yo estaré en su mente para siempre -lo dijo con tanta seguridad, con tanta satisfacción, que mi visión se volvió roja-. Por mucho que lo cuides, por mucho que lo protejas, cada vez que cierre los ojos... pensará en mí.
Mi respiración se volvió errática -. Siempre seré suyo -mi varita tembló. Lockhart sonrió más -. Y él siempre será mio.
Y entonces...
-Esto es suficiente.
La voz de Snape me detuvo en seco.
La habitación entera pareció enfriarse..Lockhart se tensó, perdiendo su expresión confiada por primera vez..El profesor avanzó, su capa negra ondeando tras él como la sombra de una tormenta.
-Gilderoy Lockhart, quedas bajo custodia del Ministerio de Magia por crímenes cometidos contra más de un menor.
El silencio era absoluto. Lockhart esbozó una sonrisa nerviosa.
-
Oh, Severus, no exageremos...
Pero no pudo terminar su frase. Snape movió la varita con un chasquido seco. Cuerdas mágicas salieron disparadas, atándolo en su lugar. Lockhart soltó una risa tensa, luchando contra las ataduras, pero no sirvió de nada. El profesor se volvió hacia mí, su mirada oscura analizándome por un instante.
-¿Puedes caminar, Nott?
Tragué saliva y asentí, aunque mis piernas se sentían como si fueran de piedra. Snape no dijo nada más. Solo me hizo un gesto con la cabeza.
Y eso fue todo lo que necesité.
Me giré, dejando atrás a Lockhart, sin mirarlo, sin dedicarle una sola palabra más. No se merecía ni eso.
Mi única prioridad era Draco.
Y mientras Snape arrastraba a Lockhart por los pasillos oscuros, yo solo podía pensar en una cosa.
Necesitaba llegar hasta él.
~~~❤︎~~~
El aire de la noche era espeso, cargado con la electricidad que deja atrás una tormenta. El pasillo parecía interminable, cada piedra iluminada por la tenue luz de las varitas que flotaban entre los profesores y los aurores. Lockhart iba en el centro, con las manos atadas a la espalda, escoltado como el criminal que era.
Pero lo que más me perturbaba no era verlo reducido a un prisionero. Era la expresión en su rostro.
No había miedo. Ni arrepentimiento.
Lockhart sonreía.
Mis dedos se cerraron con tanta fuerza que las uñas se clavaron en mi palma. Lo odiaba. Odiaba su voz, su rostro despreocupado, su actitud como si esto no fuera más que un inconveniente menor en su vida.
Los profesores mantenían una conversación en voz baja, discutiendo los detalles de su traslado, pero yo no escuchaba nada. Solo lo veía a él.
Y entonces, como si sintiera mi mirada, Lockhart giró la cabeza y me encontró entre la multitud.
-Te veré en tus pesadillas, Draco.
Un escalofrío me recorrió la espalda, sin embargo me negué a apartar la mirada. No le daría esa satisfacción.
-No -respondí, con la voz más firme de lo que esperaba-. Porque tú no serás nada en mi vida después de esta noche.
Y por primera vez, su sonrisa titubeó. Solo por un segundo. Los aurores lo empujaron para que siguiera caminando, y esta vez, no volvió a mirarme.
Pero yo sí. Porque no importaba cuánto intentara convencerme... una parte de mí sabía que esa historia no había terminado todavía.
.
El castillo estaba en silencio. No el tipo de silencio tranquilo que precede al sueño, sino uno pesado, denso, como si las piedras mismas contuvieran la respiración.
No quería estar solo.
Lo sabía desde el momento en que los aurores se llevaron a Lockhart, desde que su figura desapareció por los pasillos oscuros, dejando tras de sí un vacío difícil de ignorar. Sabía que me interrogarían, que habría preguntas, que tendría que decirlo todo otra vez. Pero ahora... ahora no.
No podía, tenía tanto que pensar...
Sentí una mano en mi hombro y me tensé antes de darme cuenta de quién era.
-Estás a salvo, Draco -hablo Severus con voz baja.
No respondí. Solo asentí, sin encontrar las palabras adecuadas.
Me habían escoltado de regreso a la Sala Común de Ravenclaw, aunque cuando nos detuvimos frente a la estatua de la águila, supe que no quería entrar. El pensamiento de estar ahí, solo con mis pensamientos, era insoportable.
-No quiero estar solo -murmuré casi sin darme cuenta de que lo decía en voz alta.
Severus no preguntó. No dudó..-Entonces no lo estarás.
Fue todo lo que dijo antes de girarse hacia mis amigos. Anthony, Blaise, Theo y Luna estaban ahí, esperando, con una preocupación palpable en sus rostros.
-Podemos quedarnos contigo -ofreció Anthony y la forma en que lo dijo me dejó claro que no aceptarían un no por respuesta..Luna tomó mi mano, Blaise asintió con una media sonrisa y Theo... Theo no dijo nada, aunque su mirada era intensa, firme, como si desafiara a cualquiera a decirnos que no podíamos estar juntos esta noche.
Severus exhaló lentamente y miró a la estatua.
-
Denme la contraseña.
Anthony la dijo en voz baja y la águila de bronce respondió con su acertijo habitual antes de abrirse cuando lo respondió correctamente. Severus nos escoltó hasta mi habitación, sin decir palabra, sin cuestionar. Solo con su presencia, con su apoyo silencioso..Cuando nos acomodamos en la habitación, nadie habló. No había necesidad.
La habitación estaba oscura, iluminada solo por el resplandor de la luna colándose por la ventana. No había palabras entre nosotros, tampoco hacían falta.
Luna fue la primera en moverse. Se sentó a mi lado en la cama, sin hacer preguntas, sin esperar permiso, y simplemente me abrazó. Su cabello olía a hierba y a algo dulce, como miel. Se acurrucó a mi lado, con esa serenidad que solo ella tenía, y murmuró:
-A veces las sombras parecen más grandes en la noche. Pero no estás solo.
No respondí. Solo apoyé la cabeza en su hombro, cerrando los ojos por un momento. Blaise se acomodó en el otro lado de la cama, como si fuera lo más natural del mundo. Pasó un brazo por mi espalda y se dejó caer contra los cojines con un suspiro teatral.
-Si alguien me dice que debería estar en mi propia cama a estas horas, le recordaré que mi belleza necesita supervisión constante. Y tú, Draco, definitivamente no luces bien.
Rodé los ojos, sin embargo una pequeña sonrisa amenazó con formarse en mis labios. Blaise siempre tenía una manera de hacer que las cosas parecieran más fáciles, incluso cuando no lo eran.
A
nthony se apoyó contra el escritorio, cruzando los brazos. No se unió físicamente al grupo en la cama, pero su presencia era igual de reconfortante.
-No tienes que decirnos nada -hablo con su voz tranquila y firme-. No todavía. Pero cuando estés listo, aquí estaremos.
Sentí un nudo en la garganta. No tenía idea de qué había hecho para merecer amigos así. Amigos que no exigían explicaciones, que no me miraban con lástima, sino con algo mucho más fuerte. Con lealtad.
Nos quedamos así por un largo rato. Sin palabras. Solo el sonido de la respiración tranquila de Luna, el leve tamborileo de los dedos de Blaise contra la colcha, el ritmo pausado de Anthony jugando con la manga de su túnica.
Uno a uno, fueron quedándose dormidos. Luna fue la primera en rendirse, con su cabeza apoyada en mi hombro. Luego Blaise, que murmuró algo sobre lo incómodo que era dormir con tanta ropa antes de acurrucarse más. Anthony duró un poco más, sin embargo finalmente también sucumbió, su respiración volviéndose más pausada.
Al final, solo quedamos Theo y yo.
Él estaba sentado al borde de la cama, con las manos entrelazadas, mirando el suelo con una intensidad que me preocupó.
-Theo... -susurré.
No me miró de inmediato, y cuando lo hizo, supe que algo estaba en su cabeza. Algo que no se atrevía a decir.
-Me asustaste -admitió con su voz más baja de lo usual.
Parpadeé. -¿Yo?
-Sí, tú -tu mandíbula se tensó, como si estuviera peleando consigo mismo-. Cuando entré y te vi ahí... con Potter... No entendía lo que estaba pasando, pero sí entendí que estabas... roto.
Su voz se quebró en la última palabra.
M
i estómago se hundió.
-Theo...
Negó con la cabeza, como si no quisiera que dijera nada. Como si solo necesitara que lo escuchara.
-No voy a preguntarte qué pasó. No aún. Pero quiero que sepas que estoy aquí. Siempre estaré cuando me necesites, y cuando no también.
Su mano se deslizó sobre la mía. Fue un roce, apenas un toque, pero su calidez se sintió como un ancla.
No solté su mano.
No quería.
Porque con él podía volver a respirar.
...
El castillo está inquieto.
A cada paso que daba escuchaba murmullos, miradas que se deslizan hacia mí antes de apartarse rápidamente, como si los demás tuvieran miedo de que les devuelva la mirada. Es un sentimiento extraño. No era ajeno a ser el centro de atención, pero esta vez es diferente. Esta vez, nadie sabe qué hacer conmigo.
-Dicen que intentó atacar a un estudiante -susurra alguien a mi derecha.
-Sí, pero Potter lo detuvo.
-No, fue Malfoy.
-¿Malfoy? No digas tonterías.
-Te lo juro. Oí que él y Snape estuvieron involucrados.
Aprete los puños. Mis amigos caminaban a mi lado en silencio, formando una barrera sutil entre el resto del mundo y yo. Luna avanza con su expresión habitual de calma soñadora, Blaise tiene los brazos cruzados y un aire de aburrimiento forzado, y Theo... Theo sigue con la mandíbula tensa, como si estuviera conteniendo algo que no quiere decir en voz alta. Anthony mantiene la vista al frente, aunque sé que está alerta, registrando cada conversación, cada detalle a su alrededor.
M
e aferro a su presencia como un ancla.
No quiero estar solo.
Los exámenes habían sido cancelados. McGonagall lo anunció después del desayuno, y el Gran Comedor estalló en júbilo. Los estudiantes gritaron, rieron, algunos hasta aplaudieron. Para ellos, todo esto es solo una historia más, un evento emocionante que contar cuando regresen a sus casas. "¿Oíste lo de Hogwarts? ¡Un profesor intentó matar a un estudiante y ataco a otro más antes! Pero al menos nos libramos de los exámenes".
Para mí, era otra cosa. No podía celebrar.
No cuando todo esto es culpa mía.
Lockhart no era así.
No en la línea del tiempo original.
Muerdo el interior de mi mejilla. La sensación metálica de la sangre en mi lengua me ancla a la realidad y me impidió perderme en la espiral de pensamientos que amenaza con consumirlo todo.
Algo cambió. Algo en la línea temporal lo hizo diferente, más peligroso. Y aunque no tenía pruebas, sé que la culpa es mía.
Mía y del maldito diario ese.
El miedo se deslizó en mi pecho como un animal enjaulado. Si Lockhart cambió... ¿qué más? ¿Qué otras cosas han sido alteradas sin que me dé cuenta?
Mis ojos se deslizaron hacia Theo.
Él seguía caminando con los hombros tensos, la mirada oscura y afilada, como si todavía estuviera en ese pasillo persiguiendo a Lockhart. No podía olvidar su rostro anoche, la ira pura que ardía en sus ojos. Nunca lo había visto así. Nunca había sentido que, por primera vez, si no hubiera llegado Snape, habría hecho algo irreversible.
Por mi culpa...
Puedo decírselo.
A
él, a Blaise, a Anthony, a Luna.
Puedo decirles la verdad. Que el Draco Malfoy de esta línea del tiempo no debería haber vivido esto. Que, en otro mundo, Lockhart era solo un fraude patético.
Pero si lo hago, todo cambia.
No puedo permitirme eso.
Así que me obligue a seguir caminando. A mantener la cabeza en alto. A ignorar los murmullos, los susurros, la atención indeseada.
Hogwarts está en caos, pero no puedo dejar que me consuma.
...
-Voy a hacerme una camiseta que diga: Sobreviví a un profesor loco y todo lo que obtuve fue la cancelación de los exámenes.
Blaise resopló, Theo me lanzó una mirada de reojo, Luna sonrio con su expresión etérea, como si realmente estuviera considerando que sería una buena idea.
-No es mala frase -comenta Anthony demasiado serio.
-¿Verdad? -insisti ignorando las expresiones de mis amigos, que parecían debatirse entre la exasperación y la resignación. Me incliné en el asiento del Expreso de Hogwarts, disfrutando la sensación del tren en movimiento. -Podría venderlas. Tal vez una línea de ropa: Moda de supervivencia para magos con vidas trágicas.
-¿No te parece que es demasiado pronto para bromear con esto? -pregunta Blaise aunque no parecía sorprendido.
-Para ustedes, tal vez. Yo sé que en unos años estas bromas serán graciosas, así que me estoy adelantando -Theo negó con la cabeza, aunque sus labios se curvaron apenas, y eso me dio la satisfacción que buscaba.
Afuera, el paisaje pasa como un borrón. Hogwarts se aleja, y con él, el desastre de las últimas semanas.
Tonks está esperando en la estación.
Es fácil verla, con su cabello de un rosa chillón y la energía desbordante que la hace destacar incluso entre la multitud. Apenas me vio, corrió hacia mí, ignorando por completo a mi madre y a mi tía, que caminan con más elegancia pero con expresiones de evidente preocupación.
-¡Dray! -me envuelve en un abrazo que casi me deja sin aire.
-Tonks -digo con fingido dramatismo, devolviéndole el gesto. -¡Por fin! Un adulto con sentido del humor.
-Oh, no. ¿Te rodeaste de amargados otra vez?
-Exacto. No me dejaron imprimir la camiseta.
Ella se separo lo suficiente para mirarme con curiosidad, y cuando le explico mi idea, rompe en carcajadas. Me aferro a ese sonido, a la normalidad que trae consigo.
Pero el alivio dura poco.
Porque cuando me alejo, noto que mi madre y mi tía no están solas.
Y ahí, de pie junto a ellas, con su túnica impecable y su postura rígida, está él.
Mi padre.
Mi sonrisa se congela.
No.
Yo... yo iba a irme con los Tonks. Iba a pasar el verano en su casa, lejos de todo esto, lejos de él.
Entonces sus ojos se posan en mí. Grises, fríos y calculadores, el aire se siente más pesado.
Nadie dice nada. Sin embargo yo lo entiendo.
Voy a casa.
Con él.
La tensión en sus hombros, la manera en que sus dedos se crispan alrededor del bastón con la serpiente enroscada. Lucius Malfoy está inquieto. Y eso es nuevo.
Finalmente, se digna a hablar. -Draco...
Me obligur a mi mismo a mirarlo. -¿Sí?
Su expresión era difícil de leer, incluso para mí. -Quiero que sepas que... -vacila un instante, lo suficiente para que mis ojos se entrecierren con sospecha-, que todo lo que hice fue por tu bien.
Ah. Claro.
S
uelto una risa seca, sin humor.
-¿Por mi bien? -repito, apoyando un codo en la ventana. -¿Echarme a la calle en medio de una tormenta también fue por mi bien?
Su mandíbula se tensa.
-
No debí hacerlo -admitió mirando hacia adelante, sin atreverse a verme a los ojos.
Eso me también me tomo por sorpresa.
Lucius Malfoy no suele admitir errores.
Yo debería aprovecharlo, hacerle sentir la misma culpa que él me hizo cargar durante meses.
Debería.
Pero ya no soy un Slytherin.
Los Slytherin no perdonan. No tan fácilmente, no sin obtener algo a cambio.
Y sin embargo, siento que quiero hacerlo.
No porque él lo merezca, sino porque yo estoy cansado.
Cansado de arrastrar el peso de su rechazo, cansado de querer que se arrepienta, cansado de mirar atrás cuando lo único que debería hacer es avanzar.
Así que lo hago.
Suspiro, desviando la mirada.
-No te preocupes -murmuré como si no fuera importante. Como si ya no me doliera.
Lucius me observaba por el rabillo del ojo, como si intentara descifrar si realmente lo digo en serio.
Y tal vez no es perdón completo, tal vez nunca podré olvidar esa noche.
Pero es un comienzo.
(Maldita sea, por cosas como esta el sombrero de fieltro trucho no me puso en Slytherin).
...
Las despedidas siempre habían sido extrañas para mí. Prefiero fingir que no son un "adiós", sino solo un "nos vemos luego".
Theo, Blaise, Anthony y Luna están frente a mí, mirándome como si quisieran grabar este momento en su memoria. Durante todo el año estuvimos juntos, nos metimos en problemas juntos, nos reímos, peleamos y nos apoyamos en todo momento.
Y ahora, por primera vez en meses, tendría que separarme de ellos.
-Cuidado con los idiotas de la alta sociedad -dice Anthony con una sonrisa.
-Cuidado tú con que no te exploten otra caldera en la cara -respondí alzando una ceja.
-¡Una vez! ¡Me pasa una vez y nunca me lo dejan olvidar!
En cambio, Luna me abrazó sin previo aviso. -Ten sueños agradables, Draco. Y si no los tienes, avísame y te mando unos por lechuza.
No sabía qué responder a eso, así que solo asiento, abrazándola de vuelta. Cuando llega el turno de Blaise, él simplemente me mira con esa expresión calculadora suya antes de reírse por lo bajo y palmearme la espalda.
-Intenta no meterte en problemas.
-¿Desde cuándo sigues dando consejos que tú mismo no tomas?
-Toqué una fibra sensible -bromeó alejándose con una sonrisa.
Finalmente, Theo.
Él no dijo nada al principio, solo me observa como si quisiera asegurarse de que estoy bien.
Y la verdad, no lo sé. Hay tanto que ha cambiado este año, tantas cosas que no estaban en el plan original, tantas decisiones que podrían haber sido diferentes.
Pero una cosa es segura: no habría podido con todo sin ellos.
-Nos vemos pronto, ¿sí? -murmura finalmente.
Y por alguna razón, siento que esas palabras llevan más peso del que deberían.
-Por supuesto -le respondí.
Él asiente una vez, y sin previo aviso, me envuelve en un abrazo. No los breves y casuales que hemos compartido antes, sino uno fuerte, sincero. No sé cuánto dura, sin embargo cuando nos separamos, sus ojos reflejan algo que no alcanzo a entender del todo. Algo que me hace sentir un ligero cosquilleo en el pecho.
Pero no hay tiempo para pensar en eso.
Porque en la distancia, entre la multitud de estudiantes y padres, la veo mejor.
Mamá.
Mi corazón dio un vuelco. Llevaba un vestido elegante, su cabello perfectamente arreglado, y su expresión... su expresión lo decia todo. Camine hacia ella casi sin darme cuenta, y en cuanto estoy lo suficientemente cerca, ella me envuelve en un abrazo tan cálido y protector que casi olvido que estamos en medio de la estación.
-Draco -susurra contra mi cabello, con una emoción contenida que casi la traiciona.
Cierro los ojos y respiro hondo.
Estoy en casa.
Y aunque el año ha sido una montaña rusa de caos, risas y peligros, sé que esto no es un final como me gustaría que fuera.
Asi que Tercer año, allá vamos.