
Mensajes de Amor, Mensajes de Advertencia
Desperté con un sonido abismal que, por un aterrador segundo, pensé que provenía de una criatura mítica dispuesta a devorarme. Hasta que abrí los ojos y vi a Tonks boca arriba, roncando como un hipogrifo con sinusitis (tampoco sé que es eso).
Consideré seriamente asfixiarla con la almohada, hasta que recordé que eso técnicamente era un crimen. Y que la tía Andy no me cocinarla nada si lo hacía.
Bufé, apartándome de la desastrosa montaña de cobijas y bajé la mirada. En el suelo, a los pies de la cama, había una pila de regalos envueltos de manera caótica. Un par de ellos incluso tenían huellas de tinta y manchas de lo que esperaba con todo mi ser que fuera chocolate y no otra cosa.
Me estiré, sintiéndome como un perezoso refinado, y tomé el primero. Era de Blaise.
"Draco" empezaba la nota. "Me pareció apropiado darnos a todos algo que simbolizara nuestro pequeño e increíblemente atractivo grupo. Dentro hay otro anillo con nuestras iniciales: ABTDL. Significa 'A Bond That Defies Limits'. Lo sé, lo sé, soy un genio. Ponte el anillo y recuerda que donde sea que estemos, seguimos siendo una familia. Con amor (pero no demasiado, no te emociones), Blaise".
Abrí la cajita y ahí estaba: un anillo elegante con las iniciales grabadas en su interior. Me lo puse junto al otro sin dudarlo, Blaise se hacía el indiferente a pesar era más sentimental que un drama de época.
Tomé el siguiente regalo que era de Anthony.
"Draco, feliz Navidad. Sé que te gusta la música, así que aquí tiene esto: un vinilo con algunas canciones de Lana del Rey que sé que te encanta. Y esto otro es un pequeño mapa estelar con tu constelación resaltada, porque al final del día, sigues brillando, aunque no lo creas. Con aprecio, Anthony".
Sonreí. Él tenía un don para los regalos que daban justo en el ego. Luego estaba el paquete de Luna, envuelto en un papel que podia jurar que había sido pintado a mano con dibujos de criaturas extrañas.
"Draco" decía su carta. "No sé qué regalarle a alguien que ya brilla tanto, pero pensé en algo que te proteja. Dentro hay una piedra lunar, se dice que ayuda a los viajeros a encontrar su camino. No sé si te funcionará realmente, sin embargo al menos es bonita. También te hice una bufanda de colores para cuando estés triste. Espero que te guste. Luna".
Al abrir la cajita vi la piedra, brillante y pulida, junto con una bufanda multicolor que parecía haber sido tejida con la energía caótica de la propia Luna.
Y luego estaba el regalo de Theo.
Para mi sorpresa no era un paquete en sí, eran solo una carta suya junto a un sobre muggle. Tomé primero la carta y empecé a leer con una sonrisa.
.
Draco,
Esta carta me ha quitado más horas de sueño de las que estoy dispuesto a admitir. No sé cuántos borradores he hecho, ni cuántas veces he releído lo que escribo pensando 'esto es una idiotez, lo va a leer y va a reírse de mí hasta el fin de los tiempos'. Y aún así, sigo aquí, intentando encontrar las palabras correctas para algo que, honestamente, nunca he sabido cómo decir.
Así que aquí va, sin más vueltas.
Yo te compré una estrella.
Sí. Literalmente.
Y antes de que me interrumpas con alguna broma sarcástica sobre mi gran gesto dramático (porque te conozco, Dray), déjame explicarte. No es solo cualquier estrella. Sé que ha tienes una en la constelación, sin embargo crei que era mejro darte una y que no este esa que unos ancianos hace siglos atras decidieron ponerle Draco. Esta es solo tuya. Y la elegí yo.
No te imaginas todo lo que tuve que hacer para conseguir esto. Hubo formularios absurdos, burocracia ridícula, y, lo peor de todo, convencer a mi padre de que esto era una 'inversión astronómica con un propósito significativo' sin que me ignorara. Lo cual, sí, fue una mentira descarada. Pero, por alguna razón, lo creí cuando lo dije. Porque si alguien merece tener su propio pedazo del universo, eres tú.
Mira, Draco, sé que el mundo no siempre ha sido justo contigo. Sé que cargas más de lo que dejas ver, que a veces te esfuerzas demasiado por hacer que todo parezca fácil cuando no lo es. Sé que hay días en los que sientes que no encajas en ningún lugar, que lo que eres nunca es suficiente. Y no sé cómo hacer que eso desaparezca. Ojalá pudiera. Aunque lo que sí puedo hacer es esto: asegurarte que, pase lo que pase, cuando levantes la vista al cielo, habrá algo ahí que existe solo porque tú existes. Algo que no depende de expectativas, de linajes, de legados. Algo que brilla, simplemente porque sí.
Porque tú brillas, Draco. A veces creo que ni siquiera te das cuenta de cuánto.
Y quizás este sea un gesto innecesario. Quizás te rías y me digas que he visto demasiadas películas muggles cursis. Quizás pienses que soy un idiota por escribir todo esto cuando perfectamente podría haberte dado un libro o cualquier otra cosa normal. Pero no pude. No quise.
Porque cuando pensé en lo que quería regalarte, no quería algo material. No quería algo que pudieras perder o dejar en un estante acumulando polvo. Quería darte algo que no puedas ignorar. Algo que, cada vez que lo veas, te recuerde que hay alguien en este mundo que te ve. Que cree en ti.
Y que haría lo que fuera para asegurarse de que nunca olvides cuánto vales.
Feliz Navidad, Draco.
(Y no me devuelvas esto. No hay reembolsos. Y que no intentes revender la estrella en el mercado negro. Estás atrapado con esta estrella y conmigo)
Theo
.
Respiré hondo, volvía a releer la carta una y otra vez, vi el otro sobre y efectivamente, estaban todos los papeles junto a las coordenadas. Conté hasta tres y...
-¡¿QUÉ DEMONIOS?!
Mi grito sacudió la habitación como un hechizo explosivo.
Tonks se sobresaltó violentamente, soltó un chillido ahogado y, en su desesperación por levantarse, terminó cayéndose de la cama con un estruendo monumental.
-¡¿Qué pasó?! -balbuceó desde el suelo, su cabello cambiando a un tono naranja fosforescente por el susto.
No la escuché.
Mis ojos seguían pegados a la carta, mi cerebro intentando procesar lo que acababa de leer.
Theo me había comprado una estrella.
Con mi nombre.
Para siempre.
Sentí una corriente de adrenalina recorrer mi cuerpo. Mi mente era un torbellino de pensamientos incoherentes. Esto no podía ser real. No tenía sentido.
El sonido apresurado de pasos resonó en el pasillo y, antes de que pudiera siquiera intentar calmarme, la puerta se abrió de golpe. Mi madre, mi tía Andy y Ted aparecieron en el umbral, claramente alarmados.
"¿Qué está pasando?" preguntó Andrómeda, con la expresión de quien espera encontrarse con un incendio en el medio de la habitación.
Ted frunció el ceño, escaneando la escena como si esperara ver una criatura mágica fuera de control. Mi madre solo cruzó los brazos y esperó, paciente, una explicación.
Yo, por mi parte, estaba demasiado ocupado sufriendo una crisis existencial.
Levanté la carta con ambas manos, sintiendo cómo el aire abandonaba mis pulmones. -¡Theo me compró una maldita estrella!
Hubo un silencio.
Luego, mi tia pestañeó.
Ted inclinó la cabeza.
Mi madre solo me miró.
-¿...Una estrella? -repitió, como si no estuviera segura de haber escuchado bien.
-¡Sí! ¡Una estrella real! ¡Con nombre y coordenadas y todo!
Busqué desesperadamente el pequeño pergamino con los detalles y lo agité en el aire como si acabara de descubrir la prueba de un complot internacional.
-¡¿QUIÉN HACE ESO?! ¡¿QUIÉN, QUÉ CLASE DE PERSONA LE COMPRA UNA MALDITA ESTRELLA A OTRA PERSONA?!
Tonks, que todavía estaba en el suelo, parpadeó varias veces antes de soltar un bufido incrédulo.
-¿Me estás diciendo que mi primo de doce años tiene más vida amorosa que yo?
Ted silbó, impresionado. -El estándar ha sido oficialmente elevado.
-Esto no es un estándar -mascullé sintiendo cómo el calor subía a mi rostro-. Esto es... es... ¡es Theo siendo un maldito exagerado!
Mi madre tomó el pergamino y lo leyó con una expresión inescrutable. Yo me hundí en la cama, sintiendo cómo una idea absurda se deslizaba en mi mente.
Porque la cuestión no era solo qué había hecho Theo.
Era cómo lo había hecho.
Había pensado en cada detalle. Había investigado. Había elegido una estrella en particular porque creía que esa debía ser la mía. Había encontrado una manera de que el nombre quedara grabado para siempre.
Me mordí el labio.
Eso era...
Eso era lo que haría alguien...
No.
No, no, no.
Sacudí la cabeza. No tenía sentido.
Theo no podía...
No.
Era imposible.
Él era demasiado bueno para alguien como yo.
Cualquier sentimiento romántico que pudiera tener estaba reservado para alguien mejor. Alguien más noble, más digno, más heroico. No para mí.
Definitivamente no para mí.
Tomé aire y forcé una sonrisa, intentando disipar esa idea antes de que pudiera enraizarse en mi cabeza.
-Theo está loco.
Mi madre exhaló por la nariz en ese modo que tenía de expresar un juicio sin decir una sola palabra.
Tonks soltó un resoplido. -Sí, claro. Como si regalar cuerpos celestes fuera algo totalmente normal.
-Es Theo -insistí-. Hace cosas raras todo el tiempo.
-Dime algo, una sola cosa que haya hecho más rara que esto.
Abrí la boca y nada salió.
La tía Andy se frotó las sienes. -Draco...- Me miró como si estuviera considerando si debía explicármelo como a un niño de cinco años.
Pero antes de que pudiera decir algo, Ted se cruzó de brazos y negó con la cabeza, claramente entretenido.
-Déjalo, querida. Es un caso perdido.
Tonks asintió con solemnidad. -La ignorancia es su escudo.
-No soy ignorante -repliqué sintiéndome levemente ofendido.
-Cariño -hablo mi madre con una calma devastadora-, tienes una carta que grita sentimientos reprimidos entre tus manos y lo único que ves es "Theo es raro".
Me revolví incómodo en mi sitio.
-Porque lo es.
-Claro que sí -murmuró Andrómeda, dándose por vencida.
Mi prima me palmeó la cabeza con condescendencia.
-No te preocupes. Todos llegamos ahí eventualmente.
-¿A dónde?
-Al momento en que nos damos cuenta de que hemos sido estúpidamente ciegos.
Bufé.
Ellos no entendían.
No era ceguera.
Era lógica.
Theo no podía estar enamorado de mí.
Era solo... un regalo. Un regalo extravagante. Un regalo ridículo.
Eso era todo.
Definitivamente.
Sin duda... ¿verdad?
...
-No. No. No. No.
Retrocedí un paso, mirando a mi madre y a mi tía con los labios apretados. Ellas también tenían ese brillo en los ojos, esa preocupación que me hacía querer quedarme, pero yo no podía. Me ajusté el abrigo y me crucé de brazos.
-Tienen que soltarme -hable mirándolas con severidad falsa.
-No -respondió la tía Andy sin dudarlo.
-Mamá...
-No es seguro, Draco -insistió ella.
Rodé los ojos, aunque sabía que no se trataba solo de Hogwarts. Los ataques eran reales, estaban ocurriendo, sin embargo no podía quedarme en una burbuja de protección toda mi vida.
-Mejor protegido estarás con nosotros -agregó Andy.
-Y con el mejor sentido del humor -dijo Ted, pasando un brazo sobre mis hombros.
-Debo irme.
Mi mamá suspiró, aunque asintió, acariciando mi rostro con ternura. -Si pasa algo...
-Lo sabrás antes que yo -prometí medio en broma, medio en serio.
Andy resopló, y Ted se rió.
-Muy bien niño, es hora de brillar -se despidió él dándome un empujoncito.
Subí al tren, con los ecos de sus despedidas aún resonando en mis oídos. Y entonces, los vi.
Mis idiotas.
Blaise fue el primero en atraparme en un abrazo que casi me dejó sin aire. Anthony me saludó con un golpe en el hombro, y Luna me sonrió con ese aire etéreo que solo ella tenía.
Pero Theo... él estaba ahí, mirándome con esa expresión que nunca sabía cómo interpretar.
Antes de que pudiera decir nada, Blaise me agarró del brazo con fuerza.
-Bien Draco, cuéntanos. Ya, ahora, detalles.
Fruncí el ceño. -¿Sobre qué?
-¡SOBRE LA ESTRELLA, IMBÉCIL! -gritó Anthony desesperado. Luna asintió con entusiasmo.
Yo parpadeé, un poco desorientado.
-Ah. Eso -"eso" fue por lo que no pudiste dormir porque estabas quemandote la cabeza con "eso" Draco. Me encogí de hombros de una firma que tenía falsa indiferencia -. Fue un regalo increíble. Casi parece algo que haría un novio... -upss, palabras equivocadas.
Silencio.
El vagón entero quedó en silencio. Luna se cubrió la boca con las manos, Anthony dejó caer la cabeza entre ellas, Blaise miró al techo como pidiendo paciencia divina. Theo tragó saliva y desvió la mirada.
-¿Qué? -pregunté, confundido.
-¡¿QUÉ?! -gritó Blaise -. ¿En serio? ¿En serio? Salazar debes de estar jodiendo.
-Dray, por favor dime que al menos lo besaste -murmuró Luna.
Fruncí aún más el ceño. -¿Besarlo? ¿Por qué haría eso? - porque es lo que deberías hacer... Cállate conciencia.
El sonido que hicieron fue casi ensayado: AAARGH.
-Eres un caso perdido -suspiró Anthony.
-¿En serio no lo ves? -preguntó Blaise.
Yo ya estaba empezando a perder la paciencia. -¿Ver qué?
Luna me miró con ternura, aunque también con una clara lástima. -Nada, Dray. Absolutamente nada.
Bufé, sintiendo una punzada de frustración. ¿Por qué todos estaban actuando raro?
Y entonces... lo miré.
A Theo.
Que seguía ahí, con esa sonrisa nerviosa y esas manos metidas en los bolsillos. Algo en mi estómago se encogió.
La estrella.
¡Maldito seas Theodore!
Me giré hacia él, con fuego en la mirada.
-¡TÚ!
Theo se sobresaltó. -Oh, no.
-¡ME COMPRASTE UNA MALDITA ESTRELLA!
-Técnicamente, es una estrella preexistente que ahora tiene tu nombre, no la compré de la nada, eso sería científicamente imposible-
-¡NO ME DES CLASES DE ASTRONOMÍA, THEODORE!
Él levantó las manos en señal de rendición con una sonrisa. -Creí que te gustaría... y veo que lo hizo.
-¡TE ODIO!
-No, no lo haces -sonrió mucho más, ¿por qué el tipo tenía que ser tan masoquista y tener esa sonrisa?
-¡¿POR QUÉ HARÍAS ALGO TAN RIDÍCULO, EXCESIVO Y COMPLETAMENTE FUERA DE TODA PROPORCIÓN POR MÍ?!
Theo me miró. Me miró.
-Porque quería.
Lo fulminé con la mirada. ¿Porque quería? ¿Qué clase de respuesta era esa? ¿Qué cagado psicópata le regala una maldita estrella a alguien solo porque quiere?
Lo peor es que mi enojo no era real. Era nerviosismo. Algo me revolvía el estómago, algo que no quería analizar.
Así que lo hice lo único que podía hacer.
Me acerqué y lo abracé.
Pero no demasiado.
Porque si lo hacía demasiado...
Si me permitía más que eso...
Tal vez entendería algo que no estaba listo para entender.
-Gracias.
...
San Valentín en Hogwarts era una prueba de resistencia mental.
No había otra forma de describirlo. Desde el momento en que entré al Gran Comedor, fui recibido por una avalancha de corazones flotantes, duendecillos cantores y un Lockhart resplandeciente en túnicas rosadas que brillaban más que la dignidad perdida de todos los presentes.
Suspiré, hundiéndome en el banco de la mesa de Slytherin. A mi lado, Anthony bebía su jugo de calabaza con la intensidad de alguien que intentaba ignorar la realidad. Luna, con su eterna calma, observaba el caos como si fuera parte de la decoración natural del castillo. Frente a mí, Theo cortaba su tostada con precisión quirúrgica, aparentemente indiferente a la tragedia a nuestro alrededor.
-Sigo sin entender por qué insistimos en sentarnos aquí -murmuró Anthony, empujando un corazón de chocolate lejos de su plato.
-Porque la mesa de Ravenclaw está demasiado cerca del causante de este desastre -expliqué señalando a Lockhart, que en ese momento lanzaba besos al aire.
-Además, en Slytherin nadie nos molesta -añadió Luna cortando su tostada en triángulos perfectos.
-Y porque Blaise es más divertido cuando sufre -agregó Theo sin levantar la vista.
El mencionado eentado unas cuantas personas más allá, nos dirigió una mirada de pura irritación antes de girarse en su asiento.
-¿Qué demonios está pasando?
-Lockhart ha decidido que el mundo no es lo suficientemente miserable sin duendecillos cantores -respondí con absoluta resignación.
-Esto no puede ser peor que el club de duelo.
-Oh, querido Zaza... -suspiró Anthony-. Tan joven y tan ingenuo.
Antes de que pudiera replicar, un querubín aterrizó en la mesa y desenrolló un pergamino dorado con una expresión solemne.
-Anthony Goldstein.
Él palideció. -No.
-Sí -dijimos Theo y yo al mismo tiempo con Luna que solo sonrió.
El querubín aclaró la garganta y empezó a cantar:
"A Anthony, de tu admirador secreto,
Tu inteligencia brilla como el firmamento,
quisiera verte cada día,
pues tu risa es mi tormento"
Hubo una pausa.
-Voy a vomitar -anunció Anthony-. Voy a convertirme en un asesino -agregó después, pero si el poema no estaba mal. Era lindo.
-No está tan mal -comentó Luna.
Theo ladeó la cabeza, claramente analizando las opciones.
-Es una declaración bastante segura. No es abiertamente cursi, aunque tiene suficiente ambigüedad para que puedas fingir que no es romántica.
-Odio que tengas razón -murmuró él.
-¿Quién fue el que te escribió eso? -preguntó Blaise con una sonrisa maliciosa.
-No lo sé. Pero cuando lo descubra, va a sufrir.
-Oh, hay muchas opciones -hablo Luna con su tono más pensativo -. Podría ser Padma, siempre te mira con curiosidad. O Eddie, ya sabes, siempre está preguntando por ti.
-No olvidemos a Terry Boot -agregó Theo moviendo su cuchillo de mantequilla con un gesto igual de pensativo-. Aunque él es más del tipo que te pasaría un ensayo de diez pergaminos antes de escribirte un poema.
-Lo que sea, a mí no me importa -murmuró Anthony, demasiado rojo para ser convincente. Antes de que pudiera burlarme más, otro querubín aterrizó con fuerza en la mesa y me miró con ojos malévolos.
-Draco Malfoy.
-No -dije inmediatamente.
-Oh, definitivamente sí -murmuró Blaise disfrutando demasiado.
El querubín desenrolló su pergamino y comenzó a cantar:
"Cabello de plata, ojos de tormenta,
como un príncipe caído de cuentos de hadas,
tus risas son flechas, tu mirada es llama,
y en mi pecho siempre dejas batalla"
Silencio.
Silencio absoluto.
Luego, Blaise soltó un bufido y se dobló de la risa.
-No puedo con esto. No puedo con esto.
Theo tenía una mano cubriéndose la boca, claramente disfrutando mi sufrimiento.
-Voy a vomitar -susurró Anthony, aún lidiando con su propia humillación.
-¿Quién fu el que escribió eso? -pregunté sintiendo el calor subir a mis mejillas.
-Oh, todos sabemos quién -dijo Blaise con una sonrisa depredadora-. Pero no voy a decirlo porque esto es demasiado divertido.
Theo tamborileó los dedos en la mesa, su mirada fija en mí con diversión apenas contenida. -¿Alguien te escribió un poema, Draco? ¿Un admirador secreto?
-Voy a matarlos a todos.
-Dices eso, y a pesar de eso aquí sigues -murmuró sonriendo levemente.
Tomé un pedazo de su tostada y lo mordí con furia, ignorando su expresión satisfecha.
-En cualquier caso Blaise, deberíamos estar hablando de algo más importante -hable mirándolo fijamente.
-¿Ah, sí?
-¿No crees que Percy Weasley necesita un poco de amor en su vida?
Este casi escupe su café. -¿Qué?
-Un poema. Para él.
-¿Por qué demonios haría algo así?
-Porque te gusta -dijo Anthony recuperando el color.
-Porque necesita una sorpresa en su monótona existencia -añadió Theo.
-Porque haría que su vida fuera un poco más mágica y tú podrias confesarte-finalizó Luna con una sonrisa angelical.
Blaise nos miró con absoluto horror. -Ustedes están locos.
-Y tú eres un cobarde -dije con una sonrisa maliciosa.
Él entrecerró los ojos y nos estudió por un momento. Luego, lentamente, se giró para mirar hacia la mesa de Gryffindor, donde Percy Weasley estaba leyendo El Profeta con la dignidad de un anciano aristócrata.
-... Quizás.
Theo sonrió como un gato satisfecho. -Ese es el espíritu.
Por primera vez en toda la mañana, olvidé todo el estúpido espectáculo de Lockhart.
.
Si alguien me hubiera dicho que San Valentín sería el día en que mi paciencia sufriría un colapso definitivo, lo habría creído.
Pero esto... esto ya era otro nivel.
La mañana empezó con Pociones, lo cual ya era lo suficientemente bueno para alegrarme el día. Lo único que podria arruinarlo eran rubines voladores entrando en la mazmorra.
-Hoy vamos a preparar una poción para contrarrestar los efectos de la Armontus, la versión básica de la amortenia, abran la pagína cincuenta y seis del libro -anunció mi padrino con su típica expresión de desprecio absoluto-. Aunque viendo la cantidad de idiotas enamorados en este castillo, dudo que sea necesario.
Blaise me dio un codazo. -¿Cuántas cartas esta mañana?
-Demasiadas.
Theo que estaba al otro lado de la mesa, rodó los ojos.
-¿Y cómo es que todas son para ti?
-Porque soy irresistible.
Justo cuando íbamos a empezar a triturar ingredientes, se abrió la puerta de golpe. Un querubín entró flotando, sosteniendo un pergamino rosa con brillantina.
-¡Draco Malfoy!
Un murmullo recorrió el aula.
Yo solo me tapé la cara con las manos.
-No.
El querubín ignoró (otra vez) mi sufrimiento y desenrolló su pergamino.
"Oh, Draco, de ojos de tormenta,
tu belleza deja el mundo en pausa,
si pudiera tener tu amor,
viviría en eterna bonanza"
Silencio.
Luego, una voz seca y carente de alma:-Salga de mi aula.
El querubín, que evidentemente no entendía el concepto del miedo, revoloteó más cerca de Severus.
-Pero, profesor, tengo que cumplir mi misión de amor-
Él sacó la varita. -¿Prefiere que le quite las alas, o que lo transforme en un calamar y lo deje caer en el Lago Negro?- El querubín chilló y salió volando, Severus miró directo a los Gryffindors-. Cincuenta puntos menos por atraer estupideces.
-¡No sabe si fuimos alguno de nosotros! -replicó uno, que tenía razón.
-Exactamente. Y aún así, esto pasó -Severus se alejó y yo apoyé la cabeza contra la mesa.
-Voy a morir antes de que termine el día.
Theo sonrió con suficiencia.
-Tranquilo, Draco. Todos sabemos que si alguien va a asesinarte, seré yo -murmuró como si no lo estuviera escuchando.
La clase terminó sin más incidentes (aunque mi dignidad quedó bastante golpeada). Caminaba hacia la siguiente clase con Anthony cuando alguien nos detuvo.
Percy Weasley.
-Malfoy -saludo cruzándose de brazos-. Tenemos un problema.
-Si es otro querubín, yo me retiro de la vida.
-No, peor -hablo y sacó un montón de cartas de su túnica-. Estas son todas para ti.
-¿Cómo las tienes tú?
-Porque tu cantidad ridícula de admiradores está colapsando el sistema de entrega de cartas. Filch casi me obliga a incinerarlas.
Anthony se rio. -Por favor dime que alguna es de Mirttle la Llorona
-Por favor, no digas nada -exclamé. Aunque pensándolo bien tendría que saludarla, ella me había ayudado antes.
-No -confirmó Weasley frunciendo el ceño-. Sin embargo hay una carta bastante insistente de alguien que no firma su nombre.
-¿Cómo es?
Este sacó un pergamino negro con letras plateadas. -No sé si quieras abrirla en público.
Anthony y yo nos miramos.
-Bueno, eso es misterioso.
.
La siguiente clase fue Transformaciones. Lo único bueno del día era que, hasta ahora, no habían aparecido más querubines. Claro que mi tranquilidad duró exactamente cinco minutos.
-Señor Malfoy, quédese un momento después de clase -hablo la profesora McGonagall mientras nos sentábamos.
El cerebrito me miró con interés. -¿Qué hiciste ahora?
-No tengo idea -Cuando la clase terminó, me acerqué a su escritorio-. ¿Profesora?
Ella tenía una pila de cartas en su escritorio. -Draco -dijo con una expresión indescifrable-, creo que es momento de hablar sobre esto.
-¿Sobre qué?
-Sobre el hecho de que esto parece más correspondencia real que simples cartas de admiradores -la miré fijamente desconcertado.
-...¿Perdón?
-Algunas de estas cartas no son de estudiantes.
-¡¿Qué?!
McGonagall suspiró y tomó una en particular. -Por ejemplo, esta tiene un sello de cera. Eso no es algo que los estudiantes usen normalmente.
-¿Quién demonios me está escribiendo con sello de cera? ¿Peeta Mellark?
McGonagall arqueó una ceja, sin entender la referencia.
-No. Aunque si quiere abrirla, le recomiendo que lo haga con precaución.
Salir del aula de McGonagall con una pila de cartas era una humillación que ni siquiera mi sentido del humor podía procesar.
-¿Eso son todas las que te dieron? -preguntó Blaise, mirando con interés los pergaminos que apenas podía sostener.
-No, Blaise, estas son solo las que McGonagall decidió supervisar porque aparentemente algunos de mis admiradores no son estudiantes.
Theo, que caminaba a mi lado, se tensó.-¿Perdón, qué?
-Lo que escuchaste. Al parecer, hay otros enviándome cartas. Y McGonagall tuvo que revisar que no fueran propuestas de matrimonio -intenté bromear, aunque igualmente se quedaron callados.
-Eso es... -Anthony parpadeó-. Draco, creo que necesitas escolta.
-¿Puedo ser yo? -preguntó Blaise con una sonrisa divertida-. Quiero ver cómo le rompes el corazón a un noble francés o algo así.
-Si me mandan una corona, me largo con ellos.
-No lo dudo.
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Los pasillos de Hogwarts estaban llenos de un ajetreo inusual. Entre querubines que seguían aterrorizando a los estudiantes con cartas de admiradores inesperados, los murmullos sobre declaraciones románticas y los estallidos de carcajadas cuando alguien recibía una sorpresa poco deseada, el ambiente de San Valentín era insoportable.
Y ahí estaba yo, avanzando con una pila de cartas en brazos, como si fuera la víctima principal de un complot de los dioses para avergonzarme. ¿Cuántas eran? Ni siquiera había tenido tiempo de contarlas o leerlas todas, y con cada paso, parecía que alguien más encontraba una excusa para deslizarme otra. A mi lado, Theo, Blaise, Luna y Anthony me seguían con expresiones que oscilaban entre la diversión y el desconcierto absoluto.
-Draco, eso ya parece más una tesis de amor que un simple detalle de San Valentín -comentó Blaise, observando el número absurdo de cartas que llevaba.
-¿Cómo planeas responder a todas esas declaraciones? -preguntó Anthony con una sonrisa.
-Ignorarlas hasta que mis admiradores se aburran y me dejen en paz -respondí con toda la dignidad que pude reunir.
Theo, sin embargo, no parecía tan contento con mi respuesta.
-Tal vez podrías al menos leer algunas -obvio que las iba a leer, no era tan mal educado. Solamente que gustaba ser dramático.
-¿Para qué? ¿Para descubrir que la mitad son intentos desesperados por casarse conmigo y la otra mitad son de fans obsesionados con mi cabello? Paso.
Pero antes de que pudiéramos continuar nuestra discusión, la locura de San Valentín decidió alcanzarnos una vez más. Un querubín ridículamente vestido con su atuendo de Cupido apareció flotando, con una sonrisa que solo podía significar problemas.
-¡Draco Malfoy, tengo un mensaje para ti!
-No más... -murmuré, a pesar de que ya era demasiado tarde. El querubín me lanzó una carta antes de desaparecer en un torbellino de brillos rosados. La carta aterrizó directamente sobre la pila que ya tenía en brazos, y antes de que pudiera decidir si arrojarla al suelo y fingir que nunca la había visto, Blaise la tomó con rapidez-. ¿De quién es esta vez? -pregunte con interés inspeccionando el sobre.
-Ni idea, aunque si es otra propuesta de matrimonio, juro que gritaré -susurró Theo.
Blaise, sin perder la oportunidad de generar suspenso, abrió la carta y leyó en voz alta:
"Para Draco Malfoy. Feliz San Valentín".
Nada más.
El silencio se instaló entre nosotros por unos segundos antes de que Anthony hablara.
-Eso es... inusualmente sencillo.
-Eso significa que es de alguien que ya conoce a Draco y no necesita impresionar con florituras -añadió Theo, con los ojos entrecerrados.
-O significa que mi acosador número 278 decidió volverse misterioso -hablé con sarcasmo, quitándole la carta a Blaise para guardarla en mi túnica.
Pero la sorpresa del día no había terminado. Porque justo en ese momento, aparecieron Potter y Ginny la niña Weasley caminando directamente hacia nosotros.
-Oh, genial, más Gryffindors -murmuré.
Potter se detuvo frente a mí, con una expresión que no supe descifrar del todo. Ginny, a su lado, parecía más tranquila, como si lo que estaba a punto de hacer fuera lo más normal del mundo.
-Toma, acepta eso por favor... -dijo Potter, extendiéndome una carta.
-¿Perdón?
-Es para ti.
Blaise, Anthony y Theo prácticamente se inclinaron hacia adelante como si estuvieran presenciando el momento más importante de la historia.
-¿Me estás dando una carta? -pregunté, incrédulo.
-Eso dije -respondió Potter con tono bajo.
Mi cerebro tardó demasiado en procesar la escena. Harry Potter, el chico que me lanzó un Septumsempra en sexto año (aunque en la otra línea del tiempo), el mismo con quien había tenido innumerables discusiones, ahora estaba parado frente a mí, entregándome una carta de San Valentín.
-No la quiero, lo lamento -dije automáticamente.
Potter suspiró con frustración. -No te estoy proponiendo matrimonio, Draco. Solo ábrela cuando quieras, es... es mi forma de disculparme.
Y sin esperar respuesta, me dejó la carta en las manos antes de girarse y largarse sin decir nada más. Ginny, en cambio, se quedó un momento más, mirándome con una pequeña sonrisa antes de volverse hacia Luna.
-Tú también tienes algo -hablo extendiéndole otra carta a mi Lunita.
-Qué amable, Ginny -respondió ella con su habitual tono aún más chillón mientras aceptaba la carta sin ninguna sorpresa.
Yo, en cambio, estaba en shock.
-¡¿Qué significa esto?! -exclamé, mirando a la chica como si hubiera traicionado toda la lógica del universo.
-Significa que quise enviársela - fu su única encogiéndose de hombros.
-¡Pero tú deberías estar enviándole cartas a Potter, no a mi Lunita!
-Bueno, no lo hice.
-¡Pues deberías!
-¿Por qué?
-¡Porque él es el héroe de Gryffindor y tú eres la chica Weasley y todo el mundo espera que acaben juntos!
Ginny me miró con diversión. -Draco, ¿me estás diciendo a quién debo gustar?
-No. ¡Aunque tampoco pueden quitármela!
-No eres su dueño, ni su padre, o hermano -hablo con diversión.
-¡Es mi Lunita, mi chiquita!
Luna, que había estado leyendo tranquilamente su carta, levantó la vista con una sonrisa.
-No te preocupes, Draco. Siempre seré tu Lunita.
Me crucé de brazos y resoplé. -Eso espero.
Niña Weasley se rió suavemente antes de despedirse con un asentimiento.
-Nos vemos luego.
Y así, mientras ella se alejaba con la misma calma con la que había llegado, yo seguía intentando comprender cómo el mundo se había vuelto tan caótico.
Theo me miró con expresión evaluadora.
-No sé qué es más interesante: que Potter te haya dado una carta o que estés teniendo una crisis de celos por Luna.
-Calla, Theo.
Blaise se cruzó de brazos, mirando la carta que Potter me había dado. -¿La vas a abrir o seguimos haciendo apuestas sobre su contenido?
-No la abriré -si, si lo haré.
-Dámela.
-¡Tampoco!
-Vas a hacerlo eventualmente.
-No lo haré.
-Bueno, eso fue raro -comentó Anthony.
-Pero entretenido -añadió Blaise.
Me encogí de hombros, pero de repente recordé algo. -Theo, ¿por qué aceptaste la carta de Pansy?
Él se tensó. -No seas ridículo, solo fue por cortesía.
-¿Desde cuándo eres cortés con Pansy?
-Desde que tú pareces estar acumulando todas las cartas de la escuela y no te importa en lo más mínimo quién te las envía -soltó con un tono seco.
Blaise y Anthony intercambiaron una mirada que no me gustó nada.
-Eso sonó a celos -murmuró Luna con su tono soñador.
-No es celos -replicó él rápidamente.
Lo ignoré. Theo puede ser raro a veces. Anthony suspiró, decidiendo que ya era suficiente con este drama y cambiando de tema.
-Dejando de lado el momento romántico de Draco y su batalla por Luna, tenemos un asunto pendiente.
Blaise asintió, ahora con una sonrisa traviesa y algo avergonzada -Exacto. ¿Cómo empiezo mi carta para Percy Weasley?
-"Querido Prefecto Perfecto" -sugerí de inmediato.
-"El hombre más responsable de Hogwarts" -añadió Anthony.
-"Mi amor por tu organización de horarios no tiene límites" -dijo Theo con sorna.
Él nos miró con paciencia. -Son lo peor.
-Lo sabemos.
Y con eso, seguimos caminando hacia el Gran Comedor, listos para afrontar más desastres antes del almuerzo.
.
Bins hablaba con su usual tono monótono mientras revolvía su capa como si eso lo hiciera más interesante y a mi lado Anthony parecía más interesado en la puerta que en la clase que estaba dando frente a nosotros. Aunque no lo culpo, era Historia de la Magia.
Sin embargo no pude evitar notar cómo cada pocos minutos desviaba la mirada hacia la entrada.
-¿Esperas a alguien? -susurré con curiosidad.
Él pestañeo como si apenas se diera cuenta de que lo estaba observando. -¿Qué? No.
Ni le creí ni por un segundo, pero Bins nos lanzó una mirada de advertencia y preferí no tentar a la suerte.
Cuando por fin terminó la clase y salimos del aula, Luna apareció casi de la nada con su usual expresión serena.
-Draco, tienes que ir a tu cuarto.
Me detuve en seco. -¿Por qué?
-Alguien me dijo que te dijera.
La miré con sospecha. -¿Alguien quién?
-Simplemente alguien.
Suspiré. Luna y sus misterios. Apesar de eso la curiosidad me ganó, así que dejé a los demás y me dirigí a la Torre de Ravenclaw. Al llegar, me encontré con Roger que parecía estar a punto de salir.
-¿Has visto a alguien por aquí o en mi habitación? -pregunté más por instinto que por otra cosa.
Este frunció el ceño. -No, aunque creo escuché ruidos raros hace rato. Como si alguien estuviera gritando.
Eso era... intrigante.
Antes de que pudiera preguntar más él se volvio hacia a mi. -¡Draco! Recuerda que tenemos práctica de Quidditch, no puedes faltar.
-Yo nunca falto -mmm, mentira -. Y ni te preocupes, si iré. Algún día... -respondí distraídamente.
Abrí la puerta de mi habitación y lo primero que sentí fue un aroma embriagador.
Flores.
Muchas flores.
Di un paso dentro y mis ojos se abrieron de par en par.
La habitación estaba completamente transformada. Había flores de todo tipo y color decorando cada rincón. Un dragón de peluche gigante descansaba en una esquina, rodeado de chocolates franceses y pequeñas cajas envueltas con cintas elegantes. En el escritorio perfectamente ordenadas había varias cosas de Lana del Rey: discos, una ilustración preciosa y hasta un perfume.
Pero lo mejor estaba en el centro de mi cama. Sobre las sábanas, cuidadosamente colocado, había un pergamino.
Me acerqué con el corazón latiéndome más rápido de lo normal. Lo tomé con cuidado y lo desenrollé.
Era un poema, una especie de carta.
Uno largo, hermoso, escrito con una caligrafía elegante. Me senté en la cama, leyendo cada línea con una mezcla de incredulidad y fascinación.
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Para el caos más hermoso que he conocido.
No sé en qué momento empezó esto. Tal vez fue cuando entraste en mi vida como si siempre hubieras estado ahí, con esa forma tuya de llenar cada espacio sin pedir permiso. Tal vez fue cuando te vi reírte con la cabeza echada hacia atrás, sin preocuparte de quién miraba. O cuando descubrí que, a pesar de tu sarcasmo y tus aires de grandeza, te brillaban los ojos con las cosas más simples.
No lo sé. Y aquí estoy.
No puedo evitar buscarte en cada habitación, escuchar tu voz incluso cuando no estás hablando, fijarme en la forma en que frunces el ceño cuando piensas demasiado en algo (aunque no por mucho tiempo, porque sabemos que la paciencia no es tu fuerte). Es molesto. Exasperante. Absolutamente inevitable.
Podría decir muchas cosas, aunque al final, todo se reduce a esto: me gustas. Me gustas de una manera que no tiene sentido, de una forma que no puedo ignorar aunque lo intente. Y créeme, lo he intentado.
Así que aquí tienes esto. Un montón de palabras y un desastre de sentimientos. No espero que lo entiendas. Ni siquiera espero que respondas. Solo quiero que sepas que, en algún lugar de este castillo, hay alguien que no puede dejar de mirarte.
Tuyo, aunque aún no te des cuenta.
.
Alguien había hecho todo esto por mí.
Y lo había hecho en secreto.
Apoyé la cabeza contra los cojines, mirando todo a mi alrededor con una sonrisa pequeña y genuina. Definitivamente, este era el mejor regalo de San Valentín. Aunque no tuviera idea de quién lo había dejado.
.
Me dejé caer en el sillón, aún con el olor de las flores impregnado en mi ropa.
-Fue impresionante.
Anthony alzó una ceja desde su rincón, Blaise sonrió con autosuficiencia, Luna jugaba con su cabello y Theo... bueno, él mantenía la vista fija en su taza de té.
-¿Y qué fue lo que tanto te gustó? -preguntó Blaise con falsa inocencia.
Lo miré como si hubiera perdido la cabeza. -Todo. Las flores, los chocolates, el dragón de peluche... Rowena hasta el perfume era el indicado. Y el poema, fue lindo, había una parte que casi me hace sonrojar.
-¿Sonrojado, tú? -Anthony soltó una risa breve-. Eso sí es un milagro.
Le lancé un cojín, aunque estaba demasiado distraído para molestarlo realmente.
-Lo digo en serio. Fue el mejor regalo que he recibido. Quien sea que lo haya hecho, se tomó el tiempo de pensar en lo que realmente me gusta. Y eso es...
No terminé la frase. Sentía una emoción genuina en el pecho, algo cálido, algo que no esperaba.
-¿Y no tienes idea de quién fue? -preguntó Luna con su tono conspirativo.
Negué con la cabeza. -Si lo supiera, le agradecería ahora mismo.
Los chicos intercambiaron miradas. Anthony sonrió detrás de su libro, Blaise apoyó el mentón en la mano con expresión divertida, Luna parecía encantada... y Theo, bueno, él seguía concentrado en su taza de té, sin embargo sus orejas estaban rojas.
Ni idea de por qué.
...
Caminábamos por el pasillo sin apuro. Después del caos del día, de las cartas, las sorpresas y la absoluta locura que había sido este San Valentín, lo único que quería era relajarme. Blaise y Anthony hablaban de cualquier tontería, Luna caminaba con esa tranquilidad de siempre, y Theo... bueno, estaba más callado de lo normal. Aunque no le di demasiada importancia, él siempre tenía momentos así.
-Vamos a ver si Carlisle escribió algo nuevo -dije intentando animar un poco el ambiente.
-Si es algo más como "la luz se apaga con un suspiro", honestamente, empiezo a pensar que este tipo solo era un dramático con problemas de autoestima -bufó Blaise.
-Tal vez, aunque no deja de ser interesante -respondió Anthony que como buen Ravenclaw, adoraba cualquier misterio-. Además, todavía no sabemos qué significa el último mensaje que nos dio.
-El que debería preocuparnos es el siguiente -hablo Theo en voz baja, casi como si no quisiera decirlo en voz alta.
No lo supe en ese momento, pero tenía razón. Doblé una esquina sin pensarlo demasiado... y me detuve de golpe.
La pared. Las palabras.
"La estrella más bella siempre cae al último, Draco"
Y un corazón. Con sangre.
Otra vez.
¿Acaso ya s ele acabo la originalidad? Mis pensamientos se volvieron un torbellino de imágenes, sensaciones, recuerdos. Los mensajes anteriores. Las advertencias. El miedo. La incertidumbre. Mis amigos reaccionaron antes que yo.
-No... no, esto ya no es una simple amenaza -murmuró el cerebrito con su tono ya sin rastro de su usual despreocupación.
-¿Por qué en sangre? -preguntó Blaise aunque su expresión indicaba que ya conocía la respuesta.
-No es amor. No es un juego -Luna con su voz tranquila y su mirada seria, observó el mensaje como si estuviera viendo algo que nosotros no podíamos entender-. No sé si quieren matarte o mantenerte con vida hasta el final.
Tragué saliva.
No podía moverme.
No podía apartar la mirada del mensaje.
Algo en mi estómago se retorció, algo frío y helado, algo que me decía que no importaba cuánto quisiera ignorarlo... esto no iba a terminar bien.
-Draco -la voz de Theo sonó tensa y preocupada.
Sin embargo antes de que pudiera responderle, antes de que pudiera siquiera procesar lo que estaba ocurriendo, un sonido de pasos apresurados llenó el pasillo. Y entonces, una mano firme se cerró alrededor de mi brazo.
-Malfoy.
Giré la cabeza, aturdido.
Era un auror. No uno cualquiera, el mismo que había estado investigando los mensajes anteriores. Su expresión era tensa, severa y estaba preocupado, oh no. Demasiado preocupado.
-Tienes que venir conmigo. Ahora.
Mis amigos dieron un paso adelante, listos para protestar. Theo directamente intentó apartarme de su agarre.
-¿Qué está pasando? -exigió Blaise.
-No lo sabemos aún, pero no podemos esperar más -respondió el auror sin soltarme-. Esto ya no es solo un mensaje. Esto es un patrón.
Silencio.
No quería moverme. No quería admitirlo. Pero lo hice.
Porque aunque no quisiera aceptar la realidad...
Esto ya no tenía nada de romántico como el dark romance, esto ya daba miedo.
.
El despacho de Dumbledore tenía un aire solemne, iluminado solo por la tenue luz de las velas y el resplandor de los objetos encantados que reposaban en sus estanterías. Sin embargo, la tensión en el ambiente era palpable. Nadie hablaba.
A un lado, McGonagall se mantenía erguida con los labios apretados, como si contuviera una tormenta de palabras. Flitwick observaba con gravedad, algo poco común en él. Lockhart parecía completamente fuera de lugar, como si esperara que en cualquier momento le pidieran firmar autógrafos. El auror, un hombre alto y de aspecto imponente, estaba de pie cerca de la chimenea. No era alguien con quien jugar. Tenía la expresión de alguien que había visto demasiadas cosas en su vida y ninguna le había gustado.
Pero Severus...
Severus estaba furioso.
-Esto no puede seguir así -su voz era grave, gélida, pero contenida-. Tres ataques, tres mensajes con sangre, niños en coma. Y ahora, Draco es un objetivo claro por si tenían dudas, ¿cuánto más piensa permitir esto, director?
Dumbledore con su típica calma exasperante, entrelazó los dedos sobre el escritorio. -Estoy al tanto de la situación, Severus.
-¿Al tanto? -repitió mi padrino peligrosamente bajo-. ¿Es eso todo lo que tiene que decir?
El auror intervino antes de que la conversación se tornara en una confrontación abierta.
-Director, con todo respeto, este ya no es un simple caso de vandalismo. Un alumno ha sido señalado directamente más de una vez -se giró hacia mí-. Draco, necesito que me respondas con sinceridad. ¿Has notado algo extraño en las últimas semanas? ¿Alguien te ha seguido, enviado mensajes de otro tipo?
Negué con la cabeza. -Nada hasta que apareció la primera frase en la pared.
El auror asintió, como si hubiera esperado esa respuesta. -Los mensajes han ido escalando. Primero "Te estaré observando, Draco". Luego, "Por y para ti, Draco Malfoy". Y ahora esto, "La estrella más bella siempre cae al último, Draco".
Las palabras resonaron en mi cabeza como un eco siniestro.
-Eso es una amenaza clara -McGonagall habló con firmeza-. No podemos permitir que siga ocurriendo.
-Ya es el tercer mensaje con sangre -Flitwick cruzó los brazos-. Y el tercero con alumnos en coma, ¿cuánto más tenemos que esperar? - ¡eso! Quejense. Lo único bueno de la situación era ver a los profesores contra el viejo director.
Severus se giró hacia mí.
-Draco, ¿has sentido que alguien te sigue? ¿Has notado miradas en los pasillos? -repitió las preguntas.
-No lo sé -admití incómodo-. No le había dado importancia.
El auror volvió a intervenir. -¿Has recibido regalos anónimos además de los del Día de San Valentín? ¿Algo que te haya parecido... extraño?
-No. Solo lo de San Valentín.
-Pero los regalos en tu habitación fueron anónimos, ¿correcto?
Me tensé. -Sí, aunque eso es diferente. Eso no tenía malas intenciones.
-No podemos descartar ninguna posibilidad -respondió este con seriedad-. Es un patrón muy específico. Alguien quiere que Draco sepa que está en peligro y también quiere que sienta que todo esto es para él.
Mi estómago se revolvió. -¿Qué está diciendo? -entendía bien lo que estaba diciendo.
El auror me miró directo a los ojos. -Todos sabemos lo que significa.
Dumbledore suspiró, como si esta conversación le resultara un inconveniente menor.
-No hay necesidad de alarmarnos aún.
Mi padrino se giró hacia él tan rápido que pensé que iba a lanzar una maldición, me hubiera gustado. -¿No hay necesidad? -su tono era puro veneno-. ¿De verdad, Albus?
-Hasta ahora, Draco no ha sido atacado físicamente.
-Oh, qué alivio - sonrió de una manera que no presagiaba nada bueno-. Solo estamos esperando que el próximo mensaje incluya su cadáver.
El auror habló antes de que Severus pudiera seguir escalando la discusión. -Lo cierto es que no podemos subestimar esto. Alguien lo está acechando, alguien con acceso suficiente para escribir con sangre en las paredes de Hogwarts sin ser visto.
McGonagall frunció el ceño. -Y eso, Albus, es lo que me preocupa.
Dumbledore guardó silencio por un momento antes de responder.
-¿Sugieres que esto lo está haciendo alguien dentro del castillo? -pues obvio.
-¿Cómo podría ser de otra forma? Esa posibilidad estaba ua antes en la mesa-dijo Flitwick-. No estamos hablando de una entidad desconocida. Estamos hablando de alguien que conoce a Draco, que quiere que él lo sepa.
El auror asintió. -Y alguien que ha logrado moverse sin ser detectado tres veces.
-¿Entonces qué hacemos? -pregunté. Mucha charla y poca acción.
El mayor me miró con seriedad.
-Lo primero es reforzar tu seguridad.
Uy, eso no. Eso sí que no, ¿saben cuantas veces me cuelo a la sección prohibida por semana? ¿Cuántas veces vamos a la Guarida del Cuervo para evitar a las personas?
Severus intervino de inmediato. -Draco no debe estar solo ni un segundo.
McGonagall asintió. -Estableceremos turnos para supervisar los pasillos.
-Y restringiremos su acceso a ciertos lugares -añadió Flitwick.
Lockhart, que hasta ahora solo había escuchado con expresión soñadora, finalmente habló.
-Yo podría ayudar a protegerlo. Soy muy bueno en situaciones de peligro, ¿saben?
Todos lo ignoramos.
El auror me observó una vez más.
-Si notas algo inusual, cualquier cosa, avísanos de inmediato. No te guardes información.
Asentí, aunque la sensación de inquietud no desapareció.
Esto ya no era un juego como esos yandere, y eso no me gustaba nada.
.
-Draco, ven conmigo -me pidió Severus.
Lo miré sorprendido. -¿A dónde?
-A las mazmorras.
McGonagall frunció el ceño.
-Severus ¿crees que es prudente?
-Draco es mi ahijado. Y no hay lugar más seguro para él en este castillo que bajo mi supervisión.
El auror (¿Cuál sería su nombre? No podía llamarlo auror por toda la vida) pareció dudar, luego asintió. -Si el profesor Snape cree que puede garantizar su seguridad, no tengo objeciones -Dumbledore, como siempre, no dijo nada.
Salimos de la oficina sin que nadie más discutiera. Mientras descendíamos por los pasillos, noté que mi padrino caminaba con la espalda más rígida de lo normal. Sus dedos crispados indicaban que estaba de pésimo humor.
No me habló en todo el trayecto. No fue hasta que llegamos a las mazmorras y entramos en su despacho que finalmente rompió el silencio.
-Siéntate.
Obedecí sin discutir. Y para mi sorpresa, no estaba solo. Anthony, Blaise, Luna y Theo ya estaban ahí esperándonos.
-¡Draco! -Luna se levantó enseguida y se acercó a mí con una sonrisa de alivio-. Estás bien.
-Sí, sí, estoy bien -murmuré un poco desconcertado-. ¿Qué hacen aquí?
-Yo los llamé -él cerró la puerta con un chasquido seco-. Quiero asegurarme de que no hagas estupideces.
-¿Yo? - ¿en serio estaba diciendo eso?
-Sí, tú -me atravesó con la mirada-. Sé cómo eres, Draco. Vas a querer resolver esto por tu cuenta, y no lo permitiré -cruzó los brazos y miró a mis amigos con atención -. Ustedes estarán con él todo el tiempo. No lo dejarán solo ¿entendido?
Todos asintieron de inmediato.
Mi padrino evaluó a cada uno con su habitual expresión inescrutable, sin embargo noté que su mirada sobre Anthony y Blaise era... menos severa. Con Luna, incluso, había algo parecido a la indulgencia. Pero cuando sus ojos se posaron en Theo, la tensión en el aire cambió.
No dijo nada.
Solo lo observó, como si estuviera evaluando algo.
Theo sostuvo su mirada con la mandíbula apretada, pero yo noté cómo sus dedos se cerraban en un puño sobre su túnica.
-¿Algo que decir, Nott? -preguntó él finalmente.
-Nada, profesor.
-Bien.
Y aunque su tono era neutral, la sensación de que había un mensaje oculto no desapareció.
Fue Blaise quien rompió la tensión. -Entonces, ¿qué hacemos? Porque este asunto ya pasó de lo perturbador a lo peligroso.
Suspiró con fastidio y se masajeó el puente de la nariz. -Lo primero es asegurarnos de que Draco no haga tonterías.
-¿Otra vez con eso?
-Sí -respondió sin dudar-. Y lo segundo es encontrar a quien está detrás de esto antes de que sea demasiado tarde.
Hubo un silencio. Theo fue el primero en hablar.
-¿Y si es alguien dentro del castillo?
Severos le dirigió una mirada que me pareció... demasiado intensa para ser casual. -Eso es lo más probable.
Anthony se pasó una mano por el cabello claramente incómodo. -¿Y cómo lo detenemos?
Mi padrino esbozó una sonrisa sin humor.
-Dejando de ser idiotas.
-¡Oye!
Él ignoró mi protesta y se volvió hacia mí con seriedad. -A partir de ahora Draco, si te alejas de este grupo, juro que te envenenaré yo mismo.
-Qué amable.
-No es broma.
Suspiré y miré a mis amigos. -Entonces... ¿estamos atrapados juntos hasta nuevo aviso?
Luna sonrió. -Sí.
Theo no dijo nada, aunque pude notar la tensión en sus hombros. Y aunque no entendía el motivo exacto... había algo en todo esto que me hacía sentir que yo estaba viendo solo la mitad de la historia.
...
El día siguiente comenzó con la misma energía tensa que había dejado la noche anterior. Desde el momento en que puse un pie fuera de mi habitación, sentí el peso de las miradas sobre mí. Anthony, Blaise, Luna y Theo ya estaban afuera, como si hubieran montado guardia durante toda la noche.
-Buenos días, supongo -murmuré frotándome los ojos.
-Caminamos contigo -hablo Blaise sin rodeos.
-¿Eh?
-No vas a ningún lado solo -aclaró Anthony cruzándose de brazos.
-Eso es ridículo.
-No, lo ridículo es que haya mensajes escritos con sangre para ti y que aún pienses que puedes hacer lo que quieras -espetó Theo con una dureza poco común en él.
Abrí la boca para discutir, sin embargo la forma en la que me miró me hizo cerrarla de inmediato.
-Bien -murmuré, resignado-. Pero si alguno de ustedes intenta darme la mano para cruzar los pasillos, los mataré.
-No prometemos nada -dijo Luna con una sonrisa.
El camino hacia el Gran Comedor fue... incómodo. No solo porque mis amigos actuaban como una barrera humana a mi alrededor, sino porque todos nos miraban. Susurraban.
No los culpaba.
La noticia se había esparcido.
Tercer ataque, tercer mensaje. Y ahora, Hogwarts tenía un objetivo claro: yo.
No fue sorpresa que cuando llegamos al comedor la conversación girara en torno a una única noticia: el torneo de Quidditch había sido cancelado hasta nuevo aviso.
-¡Esto es ridículo! -rugió Oliver Wood-. ¡No podemos dejar que unos ataques misteriosos interfieran con el deporte! - aveces me preguntaba si a ese sujeto le importaba algo más que el Quidditch.
-Claro, porque eso es lo más importante en este momento -soltó Anthony con sarcasmo.
-Hufflepuff iba a aplastarlos de todos modos -intervino Cedric, aunque ni su tono divertido logró aligerar la tensión.
Intenté ignorar el tema y centrarme en el desayuno, pero no fue fácil. Principalmente porque además de mis amigos que no se despegaban de mí, tenía un nuevo acompañante indeseado.
El auror Johnson.
Un hombre alto moreno, de rostro aburrido y expresión de fastidio permanente. Llevaba siguiéndome como una sombra desde que llegué al comedor, como si esperara que me lanzara a los brazos de mi agresor en cualquier momento.
-¿No tiene nada mejor que hacer? -le pregunté finalmente mirándolo con una ceja en alto.
-Mi trabajo es asegurarme de que estés protegido.
-¿Protegido de qué? ¿De mi desayuno? ¿O teme que un croissant intente cortarme el cuello?
Johnson no respondió.
Theo me miró con advertencia, pero no pareció dispuesto a defender al hombre.
Después de un rato, me di por vencido. No tenía sentido discutir.
De igual forma, la incomodidad no desapareció.
Pasé el día entero siendo escoltado a todas partes, con mis amigos pisándome los talones y el auror siguiéndome de cerca. No hubo momento en el que pudiera estar solo.
Hasta que finalmente, cuando llegó la tarde, subí a mi habitación. Anthony se había ido al baño, Luna tenia clases como Theo y Blaise y Johnson seguramente estaba teniendo sexo con la auror de turno.
Al cerrar la puerta detrás de mí, exhalé con alivio.
Silencio, por fin.
Me dejé caer en la cama, agotado. Y como si la vida estuviera dispuesta a hacerme aún más miserable, lo tuvo que ver.
El diario de mi muerto favorito mejor conocido como Carlisle Noir, el mismo que había estado investigando con mis amigos, estaba sobre mi escritorio. Pero no estaba como lo había dejado.
Brillaba.
Me acerqué con el corazón latiendo con fuerza. La tinta en sus páginas parecía fresca, como si alguien hubiera escrito en él hace apenas segundos.
Y el mensaje que apareció ante mis ojos hizo que todo mi cuerpo se congelara.
Feliz San Valentín, mi amore.
Lo estas haciendo bien, solo... mantente alejado de la investigación sobre los ataques, por favor.
Te quiero.
Me aparté del diario como si me hubiera quemado.
Esto no tenía sentido.
Carlisle Noir debería de estar muerto.
Entonces, ¿cómo demonios sabía lo que estába sucediendo?