
Entre Risas y Susurros
El diario seguía ahí, cerrando y abriendo su tapa con un leve crujido, como si esperara que le respondiera. Pero yo no tenía nada que decir. O más bien, tenía demasiadas cosas que preguntar y ninguna certeza de que me gustarían las respuestas.
Me pasé una mano por la cara, tratando de aclarar mis pensamientos. Carlisle Noir estaba muerto, eso era un hecho. Y sin embargo, su diario me escribía mensajes, sabía cosas que no debería saber. ¿Quién demonios podía estar detrás de esto? ¿Y por qué me pedía que dejara de investigar los ataques?
Me giré hacia la ventana, apoyando la frente contra el frío cristal. Desde allí podía ver la lechucería a lo lejos, la torre de Astronomía y más allá, el bosque prohibido, con su negrura infinita. Por un segundo, la idea absurda de que Carlisle me observaba desde algún lugar se coló en mi cabeza. Me estremecí. No, tenía que haber una explicación lógica. Alguien estaba manipulando esto, y tenía que averiguar quién.
Me di la vuelta, listo para tomar una pluma y escribir en el diario, aunque me detuve a medio camino.
No.
Si esa cosa quería que hablara, entonces yo haría lo contrario, no iba a darle el gusto. En cambio, me aparté y me dejé caer en la cama de nuevo, mirando el techo.
Pensar en esto solo me llevaba en círculos. Si Carlise estaba muerto y sin embargo su diario aún funcionaba, ¿cómo podía saber lo de los ataques? No era como si hubiéramos ido gritando nuestra investigación por los pasillos. Incluso entre mis amigos, hablábamos de ello en privado.
A menos que…
Una absurda idea me golpeó de repente.
¿Y si el diario no estaba solo dándome información? ¿Y si también me estaba espiando?
Me incorporé de golpe, mirando el libro con renovada desconfianza. ¿Podía ver lo que hacía? ¿Escuchar lo que decía? ¿Era consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor? El pensamiento me revolvió el estómago. No, tenía que calmarme, no tenía pruebas de nada aún, a pesar de eso tenia una cosa era segura: no podía seguir investigando esto solo.
Esperé hasta que las clases terminaran y en cuanto vi a mis amigos saliendo del Gran Comedor, me apresuré a interceptarlos.
—Tenemos que hablar —dije sin rodeos.
Theo frunció el ceño, alerta de inmediato, Blaise levantó una ceja con curiosidad y Anthony cruzó los brazos, esperando.
Luna, por supuesto, simplemente sonrió. —¿Es sobre Carlise, no? —preguntó con calma, como si ya supiera la respuesta.
Asentí y los guié fuera del pasillo principal. No era un tema para discutir donde cualquiera pudiera escucharnos. Cuando finalmente estuvimos en un lugar más apartado, les conté lo que había pasado la noche anterior. La expresión de Theo se endureció, Anthony se quedó inmóvil y Blaise silbó bajo.
—Espera, espera… —interrumpió Blaise frotándose la sien—. ¿Me estás diciendo que un muerto te mandó un mensaje por San Valentín y te dijo que dejes de investigar?
—Exactamente eso.
—Pues vaya manera de declarar su amor —murmuró.
Ignoré su comentario y miré a los demás. —Lo más preocupante es que Carlise sabe de los ataques. Y nosotros nunca lo mencionamos en el diario.
—Eso significa que de alguna manera está obteniendo información —concluyó Anthony con su tono grave.
—Pero… él está muerto —dijo Theo, aunque no sonaba convencido ni él mismo.
—Lo sabemos —respondí pasándome una mano por el cabello—. Y aún así está pasando.
Hubo un silencio, todos estaban procesando lo mismo. Si Carlise realmente estaba muerto, entonces había otra persona detrás de los mensajes.
O peor aún…
—¿Y si Carlise nunca murió? —soltó Luna de repente. Todos la miramos. —Quiero decir —continuó encogiéndose de hombros—, si ya estamos considerando que un diario puede escribir mensajes por sí solo, ¿por qué no considerar que su dueño sigue con vida?
Nadie respondió, aunque la idea se instaló en mi cabeza como una semilla venenosa.
Si Carlisle Noir estaba vivo… entonces eso significaba que alguien había mentido sobre su muerte.
Y que él estaba siguiéndome de alguna manera.
Un escalofrío recorrió mi espalda. —Sea como sea, tenemos que seguir investigando —dije finalmente—. Necesitamos encontrar más información sobre los Noir, Nero y los Black.
—¿A la sala de menesteres, entonces? —sugirió Anthony.
—A la sala de menesteres —confirmé.
Theo no parecía feliz con la idea, pero no dijo nada. Simplemente se mantuvo cerca de mí cuando comenzamos a caminar.
Y por alguna razón, eso me hizo sentir más seguro.
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Si hay algo que he aprendido en mis años en Hogwarts es que la información nunca está donde debería estar. Puedes buscar en la biblioteca, revisar documentos históricos, preguntarle a un fantasma chismoso… y aun así, habrá huecos, vacíos, momentos en los que pareciera que alguien, en algún punto de la historia, decidió arrancar una página y prenderle fuego.
Eso era exactamente lo que estaba pasando con la familia Nero.
—No tiene sentido —dije cerrando un libro con un golpe seco—. Hay información sobre los Black, sobre los Malfoy, incluso sobre familias que ni siquiera importan, como los Abernathy. ¿Pero los Nero? Nada, absolutamente nada.
—Es como si alguien se hubiera asegurado de que fueran olvidados —añadió Anthony frunciendo el ceño.
—O peor aún —intervino Blaise—, como si ellos mismos hubieran querido ser olvidados.
Eso nos dejó en silencio por un momento. La idea de que una familia tan poderosa pudiera simplemente borrar su propio rastro no era tan descabellada. Aunque… ¿por qué hacerlo?
—Tal vez tenían algo que ocultar —hablo Luna con su tono habitual, como si estuviera hablando del clima.
Theo bufó, claramente frustrado. —¿Y qué es exactamente lo que ocultaban? Porque hasta ahora solo sabemos que están conectados con Noir y que, de alguna manera, también con Draco.
Todos me miraron.
—No me miren a mí —respondí alzando las manos—. Yo tampoco sabía que tenía parientes ocultos hasta hace poco.
—¿No te suena el apellido Nero de ningún lado? —preguntó Anthony afilando la mirada.
Pensé en ello por un momento. Sonaba vagamente familiar, aunque no porque alguien me lo hubiera mencionado directamente. Más bien, era como una sombra en el fondo de mi memoria, algo que había visto en algún documento o escuchado de pasada cuando era niño. Negué con la cabeza.
—Si lo conocía, no lo recuerdo.
—Entonces tenemos un problema —murmuró Blaise, echándose hacia atrás en su asiento—. Porque si ni siquiera los Malfoy los mencionaban, significa que esta familia en serio no quería ser encontrada.
Eso nos dejó con un nuevo dilema. ¿Cómo investigas algo que, por todas partes, parece no existir?
—Y otra cosa —continuó Blaise—, Carlise estaba escribiéndote mensajes constantemente cuando empezó todo esto. Luego, de repente, nada. Desapareció. Y ahora de la completa nada, vuelve para decirte que no investigues.
—Como si se hubiera dado cuenta de que nos acercamos a algo —murmuró Theo.
La idea no me gustaba. En lo absoluto.
Porque si Carlise sabía lo que estábamos haciendo… significaba que nos estaba observando.
Miré el diario, cerrado y aparentemente inofensivo sobre la mesa.
¿Nos estaba espiando ahora mismo?
Sacudí la cabeza y volví la mirada a Luna, quien nos observaba con una media sonrisa, como si esperara algo.
—¿Qué? —pregunté.
—Nada —respondió con inocencia—. Solo que hay algo que podrías decirnos que quizás nos ayude.
Mi estómago se hundió.
Luna podía ser muchas cosas, sin embargo sutil no era una de ellas.
Y claramente estaba insinuando algo. Algo que yo no quería contar.
—No sé de qué hablas —respondí adoptando la mejor cara de póker que tenía.
Ella ladeó la cabeza. —¿No?
—No.
—¿Seguro?
—Completamente.
—Oh, qué alivio —hablo sonriendo—. Por un momento pensé que ibas a decirnos que has viajado en el tiempo y que eso podría estar conectado con todo este misterio.
Los otros se quedaron en silencio. Yo cerré los ojos y conté hasta diez. Cuando los abrí, todos me estaban mirando.
—Tal vez hay algo que no estamos viendo —cambio de tema con su típica sonrisa de quien sabe más de lo que dice.
Y de inmediato sentí el peso de su mirada aún más pesada sobre mí. Ignoré la punzada de incomodidad y desvié la vista al diario de Carlisle Noir. Ahí estaba, perfectamente cerrado sobre la mesa, y con un aura de maldita expectación. Como si supiera que estábamos hablando de él. Como si supiera que yo estaba evadiendo algo.
—¿Qué es lo que no estamos viendo? —preguntó Blaise cruzándose de brazos.
—Sí, Draco —añadió Theo inclinándose un poco hacia mí—. ¿Algo que deberíamos saber?
Me obligué a mantener la cara neutra. —¿Por qué me miran a mí?
Anthony alzó una ceja. —Porque siempre sabes cosas que nosotros no.
—Eso no es cierto —me defendí con la mejor voz de inocencia que pude lograr.
Theo bufó.
—Por favor, Dray. Te conozco demasiado bien.
—No es mi culpa que sea más inteligente que ustedes.
Blaise resopló. —Vas a cambiar de tema, ¿verdad?
—No sé de que estas hablando.
Pero Luna me miraba. No con sospecha, no con enojo, sino con esa paciencia infinita suya.
Ella sabe me recordé. No cómo, ni cuánto, pero lo sabía. Y lo peor era que no me estaba presionando. Solo esperaba. Lo cual era infinitamente peor.
—Miren, lo que tenemos es esto —hable rápidamente apoyando las manos sobre la mesa—. Noir, Nero y Black tienen que estar conectados. Los Nero fueron una familia oscura poderosa, y por algún motivo, no hay información sobre ellos. Carlise dejó de escribir y de repente volvió con un mensaje vago y demasiado oportuno. Y yo, honestamente, estoy empezando a preguntarme si este diario está más vivo de lo que debería.
El cambio de tema funcionó. Por el momento.
Los otros asintieron y volvieron a discutir las pistas que teníamos, mientras Luna me dedicaba una última mirada de "No me engañas, pero te dejaré en paz… por ahora"
Y eso, francamente, me preocupaba más que cualquier otra cosa.
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—Bien, esto es deprimente.
La voz de Anthony cortó nuestra discusión como un cuchillo.
—Gracias por tu contribución, cerebrito —dije con sarcasmo—. Nos ha sido de gran ayuda.
—¡Es en serio! —exclamó apoyando los codos sobre la mesa—. Solo hablamos de amenazas, ataques, familias perdidas y diarios malditos ¿cuándo fue la última vez que nos divertimos? —los demás nos quedamos en silencio—. ¿Ves? Ni siquiera pueden responder —hablo señalándonos con un dedo acusador—. Estamos tan ocupados con esta investigación que olvidamos algo importante: necesitamos una Noche de Juegos.
Hubo una pausa.
Luego, Blaise chasqueó los dedos. —Estoy dentro.
Theo se cruzó de brazos y asintió con aprobación. —Sí, me gusta esa idea.
Luna aplaudió, emocionada. —¡Sí! ¡Yo nunca he estado en una de sus Noches de Juegos!
Anthony sonrió. —Entonces es oficial. Necesitamos un plan para escabullirnos sin que nos atrapen los aurores.
—¿Así que pasamos de ser víctimas de un acosador peligroso a fugitivos de la ley? —pregunté con diversión.
—¡Exacto! —exclamó él ignorando mi tono.
—Esto solo demuestra que Anthony nos va a meter en problemas algún día —murmuré.
—Lo tomo como un cumplido —respondió con una sonrisa satisfecha.
Y así, nació el plan: "Los 4 pasos para llegar a la Guarida del Cuervo 2.0".
Blaise hizo un boceto en un pergamino, Theo sugirió los puntos de distracción, Anthony propuso señales clave, y Luna… Luna decidió que nuestra contraseña de entrada sería "El gnomo brillante de las coles" porque por supuesto que lo hizo.
—Voy a fingir que no escuché eso —susurré con horror, aunque en el fondo, no podía evitar sonreír.
Por primera vez en semanas, algo se sentía normal otra vez.
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Paso 1: "Defensa Contra los Detectores del Crimen" (o Cómo Hacerle Creer a los Aurores que Estás en tu Cama y no Violando el Reglamento Escolar)
Aunque logramos hacer un plan infalible contra todo lo que se pudiera creer, todavía había un problema más grande: Los aurores.
O más específicamente, el auror que el Ministerio había asignado para vigilarme a mí.
—¿Cómo planeamos burlar a un auror profesional? —pregunté cruzado de brazos.
Blaise sonrió con confianza. —Con el clásico método "Convencer a los demás de que Draco está dormido y no es un rebelde peligroso".
—Oh, claro —dije con sarcasmo—. Porque eso siempre funciona.
Anthony chasqueó los dedos.
—¡Lo tengo! Podemos usar la vieja técnica de la almohada bajo las mantas.
Hubo un silencio incómodo.
Theo lo miró. —¿Eres un niño de cinco años escapando de su casa para ir a jugar con los vecinos?
—¡Funciona!
—Sí, claro, hasta que el auror use un Homenum Revelio y vea que no hay nadie ahí —resoplé.
Luna inclinó la cabeza pensativa. —Podríamos crear un hechizo de distracción. Algo que lo haga creer que Draco sigue en la torre, aunque no sea verdad.
—¡Exacto! —hablo Blaise—. Usaremos una combinación de encantamientos básicos para hacer una ilusión.
—O podríamos usar una poción multijugos para que alguien se haga pasar por mí —sugirió Theo.
Yo negué con la cabeza. —No tenemos tiempo para hacerla.
—Además, nadie quiere ser Draci por más de dos horas —añadió Blaise.
—Te odio.
Finalmente, combinamos varios hechizos:
1. Un Encantamiento de Sonido para hacer que pareciera que estaba roncando en mi cama.
2. Un Hechizo de Sombras para que mi silueta se viera desde afuera.
3. Un Mecanismo de Autodestrucción si alguien intentaba tocar la cama, haciendo que explotara en confeti de serpientes de papel (idea cortesía de Blaise).
—Listo —hable admirando nuestro trabajo—. Esto es tan elaborado que hasta me siento orgulloso de nuestra criminalidad.
—Si algo de esto sale mal, fingimos que nunca existimos —dijo Anthony.
—Trato hecho.
Paso 2: El Cebo Dorado.
Habíamos pasado media hora planeando cada detalle con la precisión de un atraco de película. Todos teníamos nuestros roles, nuestras frases ensayadas, y una fe ciega en que podíamos vencer al destino.
Claramente, éramos unos idiotas.
Blaise se quedó atrás, listo para ejecutar su parte del plan: distraer al auror con una actuación digna de un premio Oscar. Anthony, Theo, Luna y yo nos escondimos tras una estatua, observando. Blaise tosió, enderezó su túnica, y caminó con toda la sutileza de un hipogrifo en una tienda de porcelana.
—Oh, qué noche tan tranquila para no estar haciendo absolutamente nada ilegal —murmuró en voz alta. El auror levantó la cabeza inmediatamente—. Ajá… sí, solo un chico normal, deambulando de manera nada sospechosa…—Blaise exageró un bostezo—. Espero que nadie me descubra… con lo que sea que tengo en mis bolsillos…
—Por Merlín… —susurró Anthony frotándose la cara.
El auror se puso de pie y se acercó. —Señor Zabini. ¿Qué tiene en los bolsillos?
Blaise abrió los ojos con fingido pánico.
—¡Oh, no! ¿Mis objetos ilegales? ¿Cómo supo?
El auror entrecerró los ojos. —Muéstremelos.
Ahí fue cuando supe que la brillante idea de Blaise tenía un pequeño defecto: no llevaba absolutamente nada en los bolsillos.
El silencio fue brutal. Nosotros, escondidos, nos miramos con horror mientras que él tragó saliva.
—Oh… eh… verá, es que…
El auror cruzó los brazos. —¿Nada?
Blaise suspiró derrotado. —Nada.
—¿Me está diciendo que estaba actuando sospechoso por ningún motivo?
Él asintió lentamente. —Correcto.
El auror se frotó las sienes, evidentemente harto de nuestra existencia.
—Regrese a su sala común.
—Por supuesto, señor auror. De inmediato. Sin más dilación, parto en este instante, me voy volando, míreme desaparecer —este empezó a alejarse aunque luego se giró—. Pero si lo piensa bien… ¿no sería más sospechoso que alguien realmente culpable intentara parecer no sospechoso?
—¡Que te vayas, Zabini!
Blaise salió corriendo.
—¡Valió la pena intentarlo!
Nosotros aprovechamos la distracción para salir de nuestro escondite.
—Ese fue el peor cebo de la historia —murmuré mientras caminábamos en dirección opuesta.
—Funcionó, ¿no? —replicó Anthony.
—No —dijimos Theo y yo al mismo tiempo.
Luna, por otro lado, parecía encantada.
—Creo que deberíamos considerar una carrera como maestros del engaño —hablo alegremente—. O tal vez en el futuro un plan que involucre un disfraz de gnomo gigante.
—Luna, por favor —le pidió Theo.
La batalla había sido desastrosa, pero el plan seguía en pie. Ahora venía la parte difícil: los prefectos.
Paso 3: "Los Cuervos Nocturnos" (Edición más incómoda aún)
La Sala Común de Ravenclaw es famosa por muchas cosas: su brillante cúpula estrellada, sus estanterías con libros que probablemente podrían resolver los misterios del universo, y su ridícula y poco práctica entrada que requiere resolver acertijos a la una de la mañana cuando solo quieres irte a dormir.
Pero lo que realmente la hace infame es su sistema de seguridad: los prefectos de Ravenclaw.
—Los llamo los "Cuervos Nocturnos" —murmuré mientras nos asomábamos discretamente en el pasillo—. Son despiadados, no duermen y pueden oler la indecisión.
—¿Por qué no simplemente salimos por la ventana y escalamos hasta la torre? —sugirió Luna con total naturalidad.
—Porque no quiero morir, Luna —respondí sin pensarlo.
Anthony asintió.
—Agradezco la idea, pero mi sentido arácnido es inexistente.
—Aunque si nos caemos y sobrevivimos, habremos aprendido una lección —insistió ella.
—La lección sería "los huesos rotos duelen" —murmuró Blaise.
Como no estábamos listos para el suicidio por torre, pasamos al Plan Alternativo: salir en pequeños grupos, mezclarnos con los pasillos, y evitar la mirada asesina de los prefectos.
—Saldremos de dos en dos —ordené—. Theo y yo primero, luego Anthony y Luna.
—¿Por qué tú y Theo primero? —preguntó el cerebrito cruzándose de brazos.
—Porque si algo sale mal, puedo usar a Theo como distracción.
Él me miró con completa decepción. —Eres de lo peor.
—Lo sé, ahora sigamos adelante.
Nos deslizarnos por la entrada de la Sala Común y… de inmediato casi chocamos con uno de los prefectos.
—¡¿A dónde creen que van?! —nos interceptó una chica de séptimo año con cara de sabelotodo y una mirada que perforaba almas, era Rachel, quien seguramente era más inteligente que toda nuestra generación junta.
Pensé rápido. —A… la biblioteca.
Ella miró su reloj. —A las diez de la noche.
—Sí.
—¿La biblioteca que cerró hace media hora?
Theo y yo nos miramos. —Sí.
La chica cruzó los brazos. —¿Y qué piensan hacer en una biblioteca cerrada?
—Leer.
Hubo un silencio.
—...¿Cómo? —preguntó confundida.
—Con… imaginación —solté sin esperanza alguna.
La prefecta nos miró con escepticismo. Luego, su mirada pasó de Theo a mí. —Ajá. "Leer". Claro.
Fruncí el ceño. —Sí. ¿Qué otra cosa podríamos hacer?
Ella arqueó una ceja, mirándonos como si fuéramos unos idiotas.
—Draco, cariño, todo el mundo sabe que se gustan.
Silencio.
Maldito. Silencio.
Theo no dijo nada.
Nada.
¡No lo negó!
Yo, en cambio, ahogué un grito. —¿Qué? ¿De qué demonios hablas?
—No te hagas el tonto —dijo la chica sonriendo con suficiencia—. Son obvios.
Miré a Theo con ojos de pánico. —¡Dile algo!
Él se encogió de hombros con una sonrisita que me dieron ganas de borrar con un hechizo explosivo.
—No lo sé, Draco. A veces es mejor aceptar la verdad.
¿CÓMO QUE "ACEPTAR LA VERDAD"?!
La prefecta soltó una risa baja.
—Bueno, como están rompiendo las reglas y claramente quieren privacidad, los dejaré ir con una advertencia. Pero no hagan ruido, ¿entendido?
Me puse rojo de... ni siquiera sabia de qué.
—¡No vamos a-!
—Que les vaya bien en su "sesión de lectura" —dijo ella haciéndonos un gesto para que nos fuéramos.
Theo me agarró del brazo y me jaló antes de que dijera algo más. Cuando doblamos la esquina, me solté bruscamente y lo miré con furia.
—¿Por qué no dijiste nada?
Theo sonrió con inocencia. —Porque estaba disfrutando el espectáculo.
Quise gritarle. En su lugar, inhalé profundamente. —Eres de lo peor.
—Lo sé, ahora sigamos adelante.
Y con eso, pasamos al siguiente paso de la misión. Sin embargo no sin que Theo se riera por lo bajo durante todo el camino.
Paso 4: "Serpientes en el Pasillo" (o Cómo Casi nos Expulsan en 3 Minutos)
Después de sobrevivir a la humillación pública más grande de mi vida, Theo y yo logramos llegar al punto de encuentro. Anthony y Luna llegaron poco después, sin problemas. Porque claro, ellos no fueron acusados de tener encuentros secretos en la biblioteca cerrada.
—¿Por qué te ves tan traumatizado? —preguntó Blaise viendo mi cara.
—Porque aparentemente, según la prefecta de mi propia casa, Theo y yo estamos destinados a estar juntos y todo el mundo lo sabe menos yo.
Blaise nos miró. Luego miró a Theo.
—Oh. ¿No lo sabías?
—¡No tu también!
—Draco, todos lo sabemos —hablo Anthony con total naturalidad.
—¡Yo no lo sabía!
Luna asintió con una sonrisa soñadora. —A veces, el amor es tan obvio que la persona enamorada es la última en darse cuenta.
Theo sonrió de lado y me lanzó una mirada que no me gustó para nada.
—Quizás deberíamos discutir esto en la biblioteca cerrada, Draco.
—¡Cierra la maldita boca!
Blaise se rió, aunque luego miró alrededor y se puso serio.
—Vale, cambiando de tema, la siguiente parte del plan es evitar a los prefectos de Slytherin.
Suspiré. —Oh, genial. Esos psicópatas.
—Se creen dueños del castillo —dijo Anthony—. Y tienen el mismo nivel de paranoia que una mamá hipogrifo.
—Es decir, asumen que todo es sospechoso —añadió Blaise—. Y si nos descubren fuera de la cama a esta hora, nos interrogarán hasta que confesemos todos nuestros pecados.
—Entonces, ¿qué hacemos? —pregunté.
Theo sonrió. —Nosotros nos encargamos.
—¿Nosotros?
—Los Slytherin tenemos un método especial para lidiar con otros Slytherin.
Me preocupé.
—Theo, no vamos a asesinarlos.
—No, claro que no —interrumpio Blaise. Luego sacó una bolsita con polvo negro—. Solo los vamos a humillar psicológicamente hasta que decidan ignorarnos.
—Eso es peor.
Él ignoró mi comentario y se puso en marcha.
Nos dividimos: Anthony, Luna y yo nos quedamos en las sombras mientras Theo y Blaise avanzaban. El plan era sencillo: si un prefecto los detenía, actuarían como si tuvieran una misión ultra secreta del mismísimo Severus Snape.
Y funcionó.
Un prefecto de Slytherin los interceptó casi de inmediato.
—¿Qué están haciendo fuera de la cama?
Blaise suspiró con fastidio, como si la pregunta fuera la más estúpida del universo. —No tenemos tiempo para esto.
El prefecto frunció el ceño. —¿Perdón?
Theo puso cara de impaciencia. —Nos mandó el Profesor Snape. ¿O acaso quieres ser el responsable de arruinar su trabajo?
El prefecto palideció un poco. —¿Snape?
—¿Ves a alguien más que nos daría permiso para estar aquí? —dijo Blaise, arqueando una ceja.
El prefecto pareció dudar. —¿Y qué les pidió que hicieran?
Theo se acercó un poco más, bajando la voz a un susurro dramático.
—Si te lo dijéramos, tendríamos que matarte.
Silencio.
El prefecto los miró. Ellos lo miraron.
Y el chico se fue corriendo.
Me tapé la boca para no soltar una carcajada. Anthony asintió con respeto.
—Tienen mi admiración.
—Eso fue brillante —dijo Luna.
Blaise sonrió con orgullo. —Por supuesto.
Theo se giró hacia mí. —Tú también me admiras, ¿cierto?
—No —mentí.
—Qué cruel —murmuró con fingida tristeza.
Sacudí la cabeza y seguimos adelante. Pero claro, como la Ley de Murphy dicta, algo tenía que salir mal.
—¡Hey! —una voz sonó detrás de nosotros.
Nos congelamos. Otro prefecto de Slytherin. Y este no parecía tan fácil de engañar.
—Ustedes no tienen permiso para estar aquí. Voy a reportarlos con Snape.
Nos miramos. Nos entendimos sin hablar. Hora de correr.
—¡DIVÍDANSE! —grité.
Salimos disparados en diferentes direcciones, como si la vida dependiera de ello. Theo y yo nos metimos en un pasillo oscuro.
—¿Tienes un plan? —preguntó él.
—Sí —asentí.
Hubo un silencio incómodo. —… ¿y cuál es?
—Correr hasta que nos dejen de seguir.
Rodo los ojos, sin embargo corrio más rápido. Después de un rato, el prefecto se rindió y desapareció. Nos encontramos con los demás en la entrada de la Guarida del Cuervo 2.0.
—¡Eso fue caótico! —dijo Anthony recuperando el aliento.
—Es decir, podríamos haber muerto —comentó Luna alegremente.
—Pero no lo hicimos —añadió Blaise—. Lo que significa que la misión fue un éxito.
—Sigues sin entender cómo funciona el peligro —suspiré.
Sin embargo, lo habíamos logrado.
El siguiente paso era la mejor parte: la Noche de Juegos. Y conociéndonos, nada iba a salir como estaba planeado.
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La idea era empezar la Noche de Juegos con algo "tranquilo".
—¿Por qué siento que esto va a ser una trampa mortal? —preguntó Blaise mirando las cartas del UNO con desconfianza.
—Porque lo es —respondió Anthony con la mirada oscura de alguien que ha visto cosas. Repartimos las cartas, y antes de empezar tuvimos que explicarle las reglas a Blaise y Theo—. Escuchen, esto no es solo un juego de cartas. Es una religión, una guerra psicológica y un manual de supervivencia.
—¿Por qué siento que las reglas no son las mismas que en la caja? —preguntó Theo.
—Porque no lo son. Acá seguimos las reglas de la calle, Theo. Las reales.
Luna asintió con sabiduría. —En el UNO hay cosas que son sagradas. Si te olvidás de decir "UNO" cuando te queda una sola carta, robás dos cartas de castigo.
—Hasta ahí todo bien… —murmuró Blaise.
—Si tirás un cero, todos intercambiamos manos en el sentido del juego.
Él parpadeó. —¿Qué?
—Si tirás un cinco, todos ponemos la mano en el mazo, y el último en hacerlo roba dos cartas.
—Eso suena violento.
—Sí, lo es.
—Si tirás un siete, podés cambiar de mano con el jugador que quieras.
Theo se cruzó de brazos. —Eso es ilegal.
—Nada en el UNO es legal.
Anthony rió como un loco. —Y lo mejor de todo…
—No se puede hablar cuando se juega un siete.
Silencio.
—¿Cómo que no se puede hablar? —preguntó Blaise.
—Si hablás después de que se juegue un siete, robás dos cartas.
—Pero… pero eso no tiene sentido.
—No tiene que tener sentido, Blaise.
Ambos chicos compartieron una mirada de absoluto terror.
—Bien. No estamos listos para esto.
—Tarde. Ya estamos en el infierno.
Anthony empezó con una carta 9 rojo. —Blaise, tu turno —Él puso un 3 rojo. Theo jugó un 0 rojo—. ¡Intercambio de mano!
El caos explotó. Blaise se quedó con mis cartas, yo con las de Luna, Anthony con las de Theo, y Theo con las de Blaise.
—¿Qué es esta tremenda basura? —grité viendo mi nueva mano llena de cartas inútiles.
—Bienvenido al UNO Draco —hablo Luna con una sonrisa malvada.
El juego siguió. Todo parecía ir relativamente bien… hasta que Blaise tiró un 7. Nos miramos fijamente, el ambiente se puso tenso, el aire pesaba, nadie podía decir nada. Luna sonreía como si disfrutara del sufrimiento, Anthony tragó saliva, Blaise tamborileaba los dedos contra la mesa incómodo, Theo se rascó la barbilla, mirando su mano. Y entonces pasó.
—Bueno, me toca a mí-
Blaise había hablado. El grito de Anthony fue de pura venganza.
—¡Alza carta Blaise, alza!
—¡¡Nooo!! —este agarró sus dos cartas con el mismo odio con el que se firma una sentencia de muerte.
El juego continuó. Sin embargo el karma llegó rápido.
Luna, con la calma de un villano de película, tiró otro siete. Silencio. El universo volvió a estar en pausa, los ojos de todos se movían de un lado al otro, la tensión era tal que podía cortarse con un cuchillo. Y entonces… Anthony sintió la necesidad de hablar.
—Esto es una porquería, odio este jue-
Antes de que terminara la frase, Blaise le agarró del pelo y lo sacudió como un perro con un juguete.
—¡Ahora vos alza, eh!
Este se retorció gritando. —¡SOLTAME, BLAISS!
—¡ALZA, VAMOS, ALZA CARTA!
Fue un caos. Cartas volando. Gritos. Risas demoníacas de Luna. Y ahí me di cuenta de algo: Este juego iba a terminar con nosotros.
Después del desastre de los sietes, la partida continuó con más violencia que una película de acción. Y entonces, Theo tiró un cinco.
—¡Mano en el mazo!
Se escucharon golpes y quejas mientras todos se abalanzaban para tocar el mazo lo más rápido posible. Yo, como siempre, fui el más rápido, Blaise y Anthony llegaron al mismo tiempo, Luna de alguna manera ya estaba con su mano ahí antes que todos.
¿El último? Theo.
El mismo que había tirado el cinco.
Miró su mano sobre la mesa, sin haber tocado el mazo, y luego nos miró a todos.
—… Esto es una injusticia.
—Toma dos cartas.
—… Nunca en mi vida me he sentido más traicionado.
Y con eso, el juego continuó.
Luego de casi cuarenta minutos de guerra psicológica, todos estabamos en el límite. Blaise tenía tantas cartas que parecía que estaba sosteniendo una novela de quinientas páginas, Theo estaba en un estado de derrota absoluta, Anthony me miraba con odio porque todavía no había perdido ni un turno, y Luna, bueno… Luna solo quería ver el mundo arder.
—Bien, última carta, uno... —dije tirando un cambio de color a azul.
Anthony gruñó. —No puede ser.
Blaise me miró con pura rabia, Theo suspiró. Y entonces, Luna me miró.
—Draco.
—¿Sí?
Ella sonrió. —Te quiero mucho.
Y puso un +4.
Silencio. Me levanté de un golpe.
—¡ESTÁS LOCA, LOVEGOOD!
Esta se encogió de hombros. —Me crié en este sistema —todos rieron. Todos menos yo, que terminé con cinco cartas otra vez.
El UNO no se gana.
El UNO te gana a vos.
—Eres el mal encarnado, ¿lo sabes?
—Gracias.
Tenía cinco cartas en la mano otra vez. Y como si el universo disfrutara verme sufrir, Blaise también decidió contribuir a mi miseria.
—Me sumo.
Tiró otro +4.
Silencio. —No.
—Sí.
—NO.
—Sí.
—¡Eso es ilegal!
Anthony se inclinó sobre la mesa con una expresión de puro goce.
—Ah, pero en el UNO…
—¡No! ¡No digas esa maldita frase!
—En el UNO, se pueden apilar los +4.
Mi alma abandonó mi cuerpo.
Theo también puso un +4.
Luna también puso un +4.
Mi existencia se rompió.
16 cartas.
Tenía que tomar 16 benditas cartas.
Miré a mi alrededor, tratando de encontrar una pizca de humanidad en sus ojos. No había nada.
—Son los peores…
Y ahí terminó.
Levante mis 16 cartas con el mismo dolor con el que se paga una deuda impagable.
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Cuando alguien en el UNO sufre, ese sufrimiento debe ser devuelto. Yo no iba a ser la excepción.
Respiré hondo. Observé mis cartas. Y sonreí.
—Luna.
—¿Sí?
—Te quiero mucho.
+4 para Luna.
La chica abrió la boca indignada. —¡Esto es traición!
—Esto es a lo que yo le llamo justicia.
Luna tomo una carta con rabia divertida, aunque la cosa no terminó ahí.
Blaise. +4.
Theo. +4.
Anthony. +4.
TODOS ME HABÍAN HECHO SUFRIR. TODOS IBAN A SUFRIR.
Gritos. Golpes en la mesa. Insultos en varios idiomas.
—¡DRACO MALFOY, TENÉS UN LUGAR EN EL INFIERNO!
—¡ALLÁ NOS VEMOS, ZABINI!
La partida de UNO se volvió personal. Cartas volaban. Almas se rompían. Vidas se destruían.
.
Cuando alguien menciona Monopoly, la mayoría de las personas piensan en un juego de estrategia, inversiones y un poco de suerte. Nosotros no. Para nosotros, Monopoly era un campo de batalla, un campo minado de traiciones, corrupción y ambición desmedida. Y, para mi desgracia, Blaise era el banco.
—Bueno, vamos a empezar con lo básico —empezo este con una sonrisita de villano de película barata—. Yo soy el banco, así que yo manejo el dinero.
—¿Y qué garantía tenemos de que no vas a robar? —preguntó Anthony con los ojos entrecerrados.
Puso cara de ofendido.
—¡Anthony! ¿En serio? ¡Yo soy el banco! Yo soy las reglas.
Ronda 1: Todo parecía normal, Theo compró una estación de tren, Anthony cayó en impuestos y empezó a maldecir a la Hacienda británica, yo compré Mayfair porque soy un genio de los negocios, y Luna compró una propiedad random que nadie quería.
Ronda 2: El primer desastre.
—¡No puede ser! —gritó Luna—. Caí en la cárcel.
—No te preocupes, Luna, podés pagar para salir.
—¿Pagar? Jamás.
—¿Entonces vas a tirar el dado hasta sacar doble?
—Prefiero morir aquí.
Y así, Luna decidió pasar la mitad de la partida en la cárcel mientras el resto de nosotros nos matábamos afuera.
Ronda 4:
—¡ESTO ES UNA ESTAFA! —gritó Anthony cuando cayó en Park Lane, donde yo había puesto dos casas.
—Cerebrito, simplemente pagá el alquiler.
—¡No pienso pagarte!
—Entonces hipotecá una propiedad.
—¡NO PIENSO HIPOTECAR MI PROPIEDAD, ESTO ES UNA CONSPIRACIÓN!
—¡Solo pagá!
—¡ME NIEGO!
—¡ESTÁS ROMPIENDO LAS REGLAS!
—¡EL CAPITALISMO ES UN JUEGO AMAÑADO PARA QUE LOS RICOS SEAN MÁS RICOS Y LOS POBRES MÁS POBRES, ME NIEGO A PARTICIPAR EN ESTA ESTAFA!
Mientras tanto Blaise seguía robándonos a plena vista.
—Chicos, me temo que Anthony no puede pagar, así que le confiscaré sus propiedades.
—¡NO TE METAS, BANCO CORRUPTO!
—Reglas son reglas, amigo.
Ronda 6: Theo estaba en la ruina.
—No me queda nada —hablo con una expresión de derrota absoluta.
—Te queda dignidad.
—No, Draco. Me la quitaste en la ronda pasada cuando me hiciste pagar cinco veces seguidas.
—Cierto, eso fue gracioso.
—Para tí.
Ronda 8: Luna salió de la cárcel y destruyó el tablero.
—Bien, ¿en qué me quedé?
—Te perdiste el colapso económico de Anthony, la traición de Blaise y mi brillante estrategia.
—Genial.
Tiró los dados. Cayó en una propiedad barata. La compró.
Dos turnos después, tenía hoteles.
—¡¿CÓMO PASÓ ESTO?! —gritó Anthony.
—Inversiones inteligentes —respondió Luna con una sonrisa demente.
Ronda 10:
—Theo, pagame.
—Luna… no tengo dinero.
—Bueno, entonces hipotecá tu propiedad.
—¡No me queda ninguna!
—Entonces me pertenecés.
—¿Qué?
—Esclavitud moderna, Theo.
—¡ESO NO ESTÁ EN LAS REGLAS!
—Como dijo Blaise... —murmuro de forma inocente —. ¡YO SOY LAS REGLAS!
Ronda 12:
—¡Blaise, ESTÁS ROBANDO! —grité cuando me di cuenta de que tenía más dinero del que debía.
—Yo no robo, redistribuyo la riqueza.
—¡ESO NO ES REDISTRIBUIR LA RIQUEZA, ESO ES UN ROBO DESCARADO!
—Draco, son detalles.
Ronda 14:
—Bueno, me rindo —dijo Theo, empujando sus pocas fichas hacia Blaise—. Estoy en bancarrota.
—Bienvenido al club —concordó Anthony, que ya había sido destruido hace cinco rondas.
—Lo siento, muchachos —respondió Luna con una voz de falsa compasión mientras recogía su montaña de billetes—. Así es el mundo de los negocios.
Yo apreté los dientes. —No pienso perder.
Ronda 16:
—Perdí.
Luna ganó. La persona que pasó media partida en la cárcel ganó.
—¿Cómo? —susurró Anthony en estado de shock.
Ella se encogió de hombros. —Paciencia.
Nunca más íbamos a jugar Monopoly.
.
Y como los testarudos que somos, nos dimos cuenta tarde que jugar una vez al Monopoly ya era una pésima idea. Jugar dos veces era directamente suicidio.
—Damas, caballeros y Anthony —anunció Blaise, barajando los billetes con la misma sonrisa de banquero corrupto de la partida anterior—. Bienvenidos de nuevo a la guerra.
—Esta vez yo seré el banco —declaró Anthony quitándole el puesto a Blaise con una violencia que asustó a todos.
—¿Pero qué?
—Me cansé de la corrupción descarada.
—Tú literalmente hiciste una huelga contra el capitalismo hace una hora.
—Sí, y ahora soy el capital.
—Esto no puede salir bien.
Ronda 1: Todo parecía normal otra vez. Luna compró una propiedad barata, Theo una estación de tren, Blaise apostó todo en una avenida, yo fui inteligente y diversifiqué mis inversiones… y Anthony ya estaba robando.
—Espera, espera, espera, ¿desde cuándo el banco tiene ese fajo de billetes? —preguntó Blaise con el ceño fruncido.
—El banco siempre tuvo este dinero.
—No.
—¿Pruebas?
—…
—Eso pensé.
Ronda 3: Me di cuenta de un grave problema. Nadie caía en mis propiedades. NADIE.
Tenía la mitad del maldito tablero, y a pesar de eso por algún error cósmico de la suerte, todos caían en las casillas vacías o en las propiedades de Theo.
—No puede ser —murmuré, viendo cómo Theo sumaba más y más billetes billetes.
—Es hermoso —dijo él disfrutando del dinero por primera vez en su vida.
Ronda 5:
—Blaise, quiero hacer un trato.
—Esta bien, ¿qué tienes?
—Quiero tu Park Lane.
—Bien, te la doy por Mayfair, las dos estaciones de tren y tus hoteles.
Lo miré en silencio. —Blaise, ese es el peor trato de la historia.
—Es lo que hay.
—¡Ni en un millón de años te daría eso!
—Ok, racista.
—¿Qué?
—Estoy perdiendo porque soy negro —murmuró triste.
—¡NO PERDES PORQUÉ SOS MALO JUGANDO, Y A PESAR DE ESO TIENES MÁS DINERO QUE YO!
—Pero me estás negando la propiedad porque soy negro.
—TE LA ESTOY NEGANDO PORQUE ES UN MAL TRATO.
—Racista.
Ronda 7:
—Theo, si caigo en tu propiedad, ¿me hacés descuento? —le pregunté con mi mejor sonrisa coqueta al ver mi posible futuro en banca rota.
Él me miró de arriba a bajo. —¿Qué es lo que ofreces?
—No lo sé, un favorcito.
—…
—Un favorcito.
—…
—Una cena, unas caricias, una de esas noches en las que… ya sabés.
Theo solamente miro para otro lado y asintió.
Ronda 8:
—Caíste en mi propiedad, Dray —hablo el chico con una sonrisa maliciosa.
—Sí, sí, ¿cuánto descuento me hacés?
—Ninguno.
—…
—Pagá.
—¡¿Qué paso con nuestro trato?!
—No hubo trato.
—¡Me diste a entender que sí!
—Fuiste ingenuo.
Blaise silbó.
—¿Así que tuvimos toda una escena para nada?
Anthony suspiró con tristeza. —Al menos nos ilusionamos.
Ronda 10:
—Ganaste, Theo —hable en shock cuando se llevó su último hotel.
—Soy imparable.
—Nunca más vamos a jugar a esto.
Luna asintió. —Nunca más.
Anthony se encogió de hombros.
—Hasta la próxima partida.
Y así, la noche de juegos continuó… pero el Monopoly fue prohibido (o al menos hasta que lo juguemos otra vez).
.
Si algo había aprendido en mi vida, era que si Luna Lovegood sonreía como si supiera algo que los demás no, nada bueno estaba por venir. Y justo ahora sonreía de esa forma.
—Bien —dijo Blaise, con esa maldita sonrisa de suficiencia—. Theo, verdad o reto.
Él, que estaba medio tumbado sobre la alfombra, con el cabello despeinado y cara de estar evaluando sus malísimas decisiones de vida, entrecerró los ojos.
—Verdad.
—¿Qué tan fuerte te gusta Draco?
Silencio.
Una pausa tan larga que pude oír perfectamente el sonido de Anthony tragando saliva y el de Luna conteniendo una risita.
—… ¿Perdón? —pregunté frunciendo el ceño.
Blaise se encogió de hombros con absoluta tranquilidad.
—La amistad Draco, ¿qué tan fuerte te gusta la amistad?
Luna tuvo que taparse la boca para no soltar una carcajada. Theo, por su parte, parecía haber perdido la capacidad de respirar.
—No sé de qué hablas, Zabini —respondí con dignidad—. Pero Theo y yo tenemos una amistad perfectamente normal, gracias por preguntar.
Este me miró con diversión. —Ajá.
—Sí. Dos amigos normales, sin absolutamente nada extraño en su relación.
—Por supuesto.
—Sin ninguna tensión rara ni situaciones incómodas.
—Desde luego.
—Exactamente lo que dije.
Theo me miró como si acabara de decir que la Tierra era plana. —… ¿Draco?
—Sí, ¿Theo?
—Nada. Olvídalo.
—¿Ves? No hay nada raro aquí —declaré con orgullo.
Blaise soltó una risa y se encogió de hombros. —Lo que tú digas.
Y justo cuando pensé que el tema estaba cerrado, Luna susurró algo que claramente no estaba dirigido a mí, aunque que escuché de todos modos.
—Es increíble cuán ciego puede ser alguien —Decidí ignorarlo. No porque tuviera razón, claro, sino porque no tenía ningún sentido. Yo siempre tenía razón.
Luna movió su varita y las velas alrededor de la sala chisporrotearon, dándole al ambiente un aire misterioso que claramente era innecesario.
—Anthony —hablo con solemnidad—, verdad o reto.
Este suspiró y pasó una mano por su cabello, como si supiera que esto no iba a terminar bien. —Verdad.
Luna sonrió con diversión. —¿Te gusta alguien?
Un silencio expectante se apoderó del grupo. Anthony ni siquiera tardó en responder. —Padma.
Hubo un ohhhh colectivo. Yo solo alcé una ceja. No es que fuera sorprendente, pero había algo en su tono… algo raro. No sonaba como alguien que estuviera emocionado por admitirlo. Sonaba como alguien que estaba… no sé, declarando sus impuestos.
Blaise y Luna empezaron a hacer preguntas. Theo en cambio no dijo nada. Solo se cruzó de brazos y me lanzó una mirada rápida.
Lo miré de vuelta confundido. —¿Qué?
Él negó con la cabeza y desvió la vista. Extraño.
—¿Y desde cuándo te gusta? —preguntó Luna sin perder la emoción.
Anthony se removió en su lugar. —Desde hace un tiempo.
—Eso no es una respuesta —canturreó Blaise.
Él rodó los ojos.
—No sé. Desde inicios de semestre, supongo.
Mmm.
No sé por qué, pero no me convencía.
Me incliné hacia Theo, que aún tenía los brazos cruzados y miraba a Anthony con una expresión que no lograba descifrar.
—¿Está mintiendo?
Él parpadeó sorprendido. —¿Qué?
—Anthony, ¿está mintiendo?
—¿Por qué lo preguntas?
—Porque suena como si estuviera diciendo cualquier cosa para salir del paso.
Theo bajó la mirada y apretó los labios. —No creo que sea mentira —dijo despacio—. Aunque…
—¿Aunque qué?
—Nada. Olvídalo.
Lo fulminé con la mirada. —Theo.
—Draco.
—Dímelo.
—No.
—Theo.
—No.
—Theo.
—No.
Rodé los ojos. Definitivamente sabía algo. Y por la forma en que evitaba mirarme, probablemente tenía que ver conmigo. No me gustaba nada esto. Nada en absoluto.
Sin embargo el juego tenia que continuar, y Anthony.aún con una expresión indescifrable, sonrió con una pizca de malicia.
—Blaise. Verdad o reto.
Él le devolvió la sonrisa como si nada en el mundo pudiera afectarlo. —Reto.
—Declárate a Percy.
Silencio absoluto. Luego, una carcajada.
—¿Eso es todo? Ya lo hice la vez pasada —canturreo este encogiéndose de hombros—. Fácil.
—Fácil ahora que de verdad te gusta —murmuró Theo con una sonrisita.
Blaise ignoró el comentario y se levantó como si fuera la cosa más natural del mundo. —Bueno, señores, señoritas, y Draco —hablo inclinando la cabeza hacia mí—, deséenme suerte.
—Suerte.
—Suerte.
—Suerte.
—No te mueras.
—Gracias, Draco.
Con una reverencia dramática, él salió de la Sala de los Menesteres. Instantáneamente, nos levantamos también.
—Lo seguimos, ¿no? —pregunté.
—Obviamente —respondieron todos al unísono.
Así que, como el grupo de niños inmaduros y problemáticos que éramos, nos escabullimos detrás de Blaise. Lo encontramos rápido. Percy estaba en uno de los pasillos, probablemente patrullando o haciendo cosas de prefecto. Blaise, con la confianza de alguien que nunca ha perdido en su vida, se le acercó con una sonrisa deslumbrante que tambaleó por un momento.
Desde nuestra posición (pegados a la pared como criminales de tercera) podíamos escucharlo todo.
—Percy, amor mío, tormento de mis noches, inspiración de mis días… —comenzó Blaise con dramatismo.
Percy ya parecía exasperado. —Zabini.
—Déjame terminar, cariño.
El Weasley mayor suspiró y se cruzó de brazos. —Está bien.
—Eres el sol en mi amanecer, la luna en mi noche oscura, el Excel en mis trámites administrativos.
Me tapé la boca para no reír.
—Oh, Merlín —murmuró Anthony.
—Es un genio —susurró Luna fascinada.
—Un psicópata —corrigió Theo, aunque no sonaba despectivo.
—Percy, he venido a decirte, con todo el amor de mi corazón, que me gustas.
Percy se quedó en silencio. ¿Nosotros? No podíamos respirar. Blaise se mantuvo firme, mirándolo con seriedad. Finalmente, el mayor suspiró y se pasó una mano por la cara.
—Zabini, esto ya ha pasado dos veces seguidas...
—¿Sí? No lo había notado.
—Si dejo de hacer mi ronda cinco minutos para hablar contigo, ¿vas a dejar de hacer esto en público?
Blaise sonrió como un ganador. —Considero tu oferta.
Percy lo fulminó con la mirada, pero luego, para nuestra absoluta sorpresa, le hizo un gesto para que lo siguiera.
—¿Eso es un "sí"? —susurró Anthony igual de sorprendido.
—Eso es un "Blaise, eres un maldito genio" —corrigió Luna. Theo solo sacudió la cabeza.
Percy Weasley y Blaise Zabini.
Quién lo diría. Pero, ¿saben qué? No me sorprendería si Blaise terminaba saliéndose con la suya.
El chico regresó a la Sala de los Menesteres con una sonrisa de satisfacción absoluta. Se dejó caer en su asiento con exagerada despreocupación y nos miró a todos con superioridad.
—Bueno, ya está hecho —anunció, como si hubiera logrado una hazaña legendaria.
Anthony se inclinó hacia adelante, expectante. —¿Y? ¿Qué pasó?
—Oh, ¿de verdad esperas que te lo diga? — se llevó una mano al pecho, fingiendo indignación—. No soy tan fácil.
—¡Blaise! —protesté mirándolo con incredulidad—. ¡Te vimos ir tras él!
—Sí, pero no me vieron volver.
Anthony se llevó las manos a la cabeza.—Maldito tramposo…
—Mmm tal vez —respondió Blaise con la tranquilidad de quien sabe que tiene la ventaja.
Luna que había permanecido en silencio hasta ahora, entrecerró los ojos con su típica mirada de saberlo todo.
—Le dijiste que te gustaba.
—Sí, ustede sll vieron.
—Percy te besó.
Blaise se limitó a sonreír, aunque nego con la cabeza. La sala estalló en protestas.
—¡Eso es trampa!
—¡El comite exige detalles!
—¡Habla!
—De ninguna manera, mis queridos amigos. Lo que pasó entre Percy y yo se queda entre percy y yl—se acomodó en su asiento con aire de suficiencia—. Además, no es mi turno.
Theo, que había estado observando la escena con la paciencia de un santo (o un demonio esperando el momento perfecto para atacar), sonrió con calma y me miró directamente.
—Draco, verdad o reto.
No dudé ni un segundo. —Reto —Theo sonrió, mala señal.
—Tienes que decir tres cosas bonitas sobre mí.
—Es un reto sencillo, ¿no? —Luna ladeó la cabeza con su eterna expresión de saber más de lo que dice.
—Sí Draco, solo tres cositas lindas —Anthony sonrió con diversión—. Seguro tienes miles en mente.
Y el problema era que sí.
Porque, si me lo preguntaban, Theo tenía demasiadas cosas buenas. Era increíblemente inteligente, tenía un humor seco que encajaba perfectamente con el mío, era de los pocos que podían seguirme el ritmo en debates, siempre tenía una respuesta ingeniosa, y encima tenía esa voz que sonaba calmada incluso cuando estaba a punto de estallar. Sin mencionar que tenía una de las sonrisas más arrogantes y atractivas de Hogwarts.
No es que pensara mucho en eso.
—Vamos, Dray —Theo apoyó un codo en su rodilla y me miró con desafío—. Sorpréndeme.
Lo fulminé con la mirada. —Está bien. Tres cosas lindas. Eh… Bueno, eres…
Brillante
Divertido.
Malditamente guapo.
… No.
—Eres mejor en ajedrez que Anthony —hable al fin.
—¡Eso no es tan verdad! —el mencionado protestó de inmediato—. Solo me gano dos veces.
—Cuatro —corrigió Theo con una sonrisa satisfecha.
—Lo que sea —bufé cruzándome de brazos—. Segunda… Eh…
Me encanta cuando sonríes de lado como si supieras algo que yo no.
Me gusta cuando me miras con esa intensidad, aunque no sé qué significa.
Cuando me llamas Dray, mi cerebro se apaga.
… No.
—Eres… menos fastidioso que Blaise.
—¡Oye! —este puso cara de indignación—. Eso es discriminación, Príncipe.
—Aguántate, banco corrupto —repliqué—. Y tercera…
Tus ojos son increíbles.
Tu voz me da escalofríos.
Cada vez que estamos cerca siento que-
… ¡NO!
Solté un suspiro de derrota. —Tienes buena letra.
—¿Buena letra? —repitió Anthony, mirando a los demás—. ¿Esto es en serio?
—¡Es importante! —defendí—. ¿Alguna vez han visto los garabatos que hace Weasley menor?
—De acuerdo, ahí tienes razón —admitió Luna.
Pero el que no dejaba de sonreír era Theo.
—Buena letra —repitió con una ceja alzada—. Qué romántico, Dray.
—Cállate —gruñí sintiendo el calor en mi cara.
Blaise se echó a reír. —De todas las cosas que podrías haber dicho, elegiste "buena letra".
—¡Oh, ya sigamos el juego! —solté tomando la botella de mantequilla de cerveza para distraerme—. Luna, te toca.
Luna sonrió como si supiera exactamente lo que pasaba. Y Theo seguía sonriendo como si acabara de ganar algo.
.
Nadie sabe en qué momento exacto decidimos que cantaríamos, pero lo que sí sé es que ahora estaba atrapado en medio de mis amigos mientras la Sala de los Menesteres nos proporcionaba un escenario improvisado con luces de neón parpadeantes y un micrófono con brillitos. Sí, brillitos.
Blaise, que tenía la confianza de un artista consolidado en Las Vegas, agarró el micrófono primero y se puso las gafas de sol ridículas que la sala le había generado. Se acomodó la túnica como si fuera un traje de gala y empezó con un tono exageradamente dramático:
"I wanna hold 'em like they do in Texas, please~"
—¡ESO! —gritó Luna saltando de la emoción.
Anthony empezó a marcar el ritmo con las manos, Theo negó con la cabeza como un padre decepcionado, y yo solo me tapé la cara porque esto era demasiado.
"Fold 'em, let 'em hit me, raise it, baby, stay with me!"
Cuando Blaise me pasó el micrófono con un movimiento digno de un cantante de pop en su mejor gira mundial, yo suspiré profundamente y acepté mi destino.
—Si vamos a hacer esto, lo haremos bien.
Y, como la estrella que evidentemente no era, tomé aire y solté:
"Can't read my, can't read my, no, he can't read my poker face~"
En ese preciso momento, Theo, Blaise y Luna se unieron con un "mmm mm mmm" perfectamente sincronizado, moviendo los hombros como si esto fuera una coreografía planeada de antemano.
—¡Vamos! —gritó Theo, señalándome como si yo fuera la maldita Lady Gaga.
—¡Tú sigues! —dije sin pensarlo pasándole el micrófono.
Él se quedó congelado un segundo, pero luego, como si le hubieran inyectado confianza líquida, se puso de pie en el "escenario" y le guiñó un ojo a todo el mundo antes de cantar con una voz sorprendentemente decente:
"I wanna roll with him, a hard pair we will be~"
—¡TEO NOOTTTTTT, TODOS! —gritó Blaise como presentador de premios.
Pero Theo no había terminado, y con un movimiento dramático se inclinó hacia mi para cantarme directo a la cara:
"A little gambling is fun when you’re with meee~"
Luna, que había estado esperando su turno con emoción, se robó el micrófono y empezó a dar vueltas sobre sí misma mientras cantaba su parte:
"Russian Roulette is not the same without a gun~"
—¡ESTÁ DEMASIADO METIDA EN EL PAPEL! —Anthony gritó con los ojos bien abiertos.
—¡Luna, no hace falta que dramatices tanto! —dije aunque ella ya estaba girando como una bailarina poseída.
Cuando Anthony agarró el micrófono, todos nos callamos porque él siempre decía que tenía dignidad. Sin embargo nos sorprendió a todos cuando puso su mejor cara de estrella pop y entonó con demasiada seriedad:
"And baby, when it’s love, if it’s not rough, it isn’t fun!"
Nos quedamos en silencio.
—…
—…
—Anthony, ¿acabas de cantar eso en serio? —preguntó Theo tratando de no reírse.
Anthony, dándose cuenta de la letra, se tapó la cara con ambas manos. —¡NO ME JUZGUEN, ESTABA EN EL FLUJO!
Nosotros no podíamos respirar de la risa. Pero el coro estaba por llegar otra vez, y como si fuéramos un grupo profesional de karaoke (o sea, no), los cinco nos agrupamos, agarramos el micrófono y gritamos al unísono:
"CAN’T READ MY, CAN’T READ MY, NO, HE CAN’T READ MY POKER FACE~"
Y luego, como era obligación, todos hicimos el "mmm mm mmm" con bailes ridículos, moviendo los hombros, chasqueando los dedos y Luna girando como un tornado.
El caos era absoluto. Blaise se arrodilló dramáticamente en el suelo, Theo levantó los brazos como si hubiera ganado la Copa de Quidditch, Anthony se tapó la cara de la vergüenza y yo… yo me reía tanto que casi no podía sostenerme en pie.
La canción terminó, la bola disco desapareció y nosotros nos desplomamos en el suelo, agotados, sin aire, pero con sonrisas gigantes en la cara.
—Esto fue lo mejor que hemos hecho jamás —hablo Theo aún riendo.
—Nadie debe saberlo jamás —dije—. Si esto sale a la luz, nos destierran de Hogwarts.
—¿Por qué crees que me aseguré de que nadie más estuviera aquí? —respondió Luna con una sonrisa de genio malvada.
Nos quedamos en silencio un momento. —Luna, ¿nos estabas manipulando para que esto pasara? —preguntó Blaise con los ojos entrecerrados.
Ella solo sonrió, cruzando las piernas con elegancia.
—¿Qué creen ustedes?
~~~❤︎~~~
GOSSIP WITCH
Si hay secretos, hay mentiras. Y Hogwarts está lleno de ambos.
Los ataques continúan. Nadie habla de ello en los pasillos, pero el miedo se siente en el aire. Estudiantes que aseguran haber visto sombras moviéndose en la noche, susurros en las escaleras que desaparecen antes de poder encontrar a quién los dijo, y el hecho más preocupante: las víctimas. Hasta ahora, no ha habido un patrón claro entre ellos.
Es fácil fingir que nada sucede cuando los profesores aseguran que están investigando, cuando el día a día de Hogwarts sigue con clases, tareas y castigos. Sin embargo, hay quienes no han dejado de buscar respuestas. Hay quienes creen que pueden resolver esto antes que los adultos.
Y es a ellos a quienes va dirigida esta advertencia.
No es casualidad que el estudiante más insistente en esta investigación haya recibido más de un mensaje anónimo. No es casualidad que la tinta de cierto diario haya cambiado.
Las historias de Hogwarts siempre han hablado de magia antigua, de cosas que deberían permanecer en el pasado y de quienes intentaron traerlas de vuelta. Así que, a todos los cuervos y serpientes con ansias de respuestas, tal vez sea momento de preguntarse si realmente quieren saberlas.
Algunos secretos deberían quedarse enterrados.
Y algunos nombres, olvidados.
(Edición especial pedida por Anónimo)
.
El pasillo estaba sorprendentemente vacío para ser media mañana. El frío del castillo se sentía más fuerte en esa parte, como si las piedras conservaran el eco de los susurros de generaciones pasadas. Tal vez por eso no me sorprendió cuando escuché su voz antes de verla.
—Te ves horrible, Malfoy.
Giré la cabeza y ahí estaba, con los brazos cruzados y la barbilla levantada como si quisiera demostrar que no le importaba estar ahí. Como si la conversación no significara nada para ella, aunque la tensión en sus hombros la delataba.
—Tú también, Parkinson. ¿Siempre es así o hoy te esforzaste más?
Ella bufó, sin embargo no con el mismo desprecio de siempre. No con la certeza de que su opinión me importaba menos que la decoración de la Sala Común de Hufflepuff. Era algo más contenido, menos hiriente.
No hablábamos desde hacía meses.
—¿Tienes idea de lo que dicen de ti?
—¿De cuál de todas las cosas? ¿O es algo nuevo? Porque honestamente, Gossip Witch me mantiene bastante al tanto.
Pansy apretó los labios y me miró con esos ojos oscuros que nunca habían dudado de nada en la vida. Hasta ahora.
—Malfoy… —me tensé. No porque dijera mi apellido, sino por la forma en que lo hizo, como si realmente estuviera considerando usar mi nombre y no se atreviera—. No sé qué estás haciendo, sin embargo lo que sea que es, para.
Solté una risa incrédula.
—Oh, claro. Déjame adivinar, ¿lo dices porque de repente te preocupas por mí o porque te preocupa lo que eso diga sobre los de tu casa?
Pansy frunció el ceño. —Sabes que no es eso.
—¿Lo sé? Porque últimamente parece que no sé nada de tí.
Ella apartó la mirada por un segundo. Casi imperceptible, pero lo vi. Vi la forma en que su máscara se resquebrajó por un instante antes de recomponerse.
—Estás metiéndote en cosas que no te corresponden. Hay rumores. Sobre tí, sobre los ataques.
—Sí, y también dicen que Filch es un vampiro, que McGonagall tiene un romance secreto con Flitwick y que Hagrid cría acromántulas en su tiempo libre. Ah, espera…
Pansy no sonrió.
—No es un chiste, Draco.
Y ahí estaba.
Mi nombre, de su boca, después de tanto tiempo.
Tragué saliva, sintiendo una presión en el pecho que no supe definir.
—No tiene que ser como antes —murmuré más para mí que para ella—. Sin embargo tal vez podríamos hablar más seguido.
La miré, esperando su respuesta.
Pansy me sostuvo la mirada, con algo parecido a la duda, aunque al final suspiró y negó con la cabeza.
—Eres imposible.
Y se fue.
No con el mismo desdén de antes. No con el desprecio con el que solía marcharse.
Pero tampoco se quedó.
.
Cuando Severus nos llamó a su despacho, supe que estábamos jodidos. No era la primera vez que nos metíamos en problemas, aunque esta vez había algo en la forma en que su mensaje llegó (escueto, directo, sin margen para ignorarlo) que me puso en alerta.
Caminamos en silencio por los pasillos fríos, las antorchas arrojando sombras largas a nuestro paso. A mi lado, Blaise caminaba con su expresión impasible habitual, pero noté cómo jugaba con el anillo en su dedo, un tic nervioso que solo mostraba cuando sabía que lo iban a joder. Theo iba con las manos en los bolsillos, la cabeza ligeramente baja, pero no engañaba a nadie. Él siempre tenía una maldita estrategia, incluso cuando parecía estar resignado a su destino. Anthony… bueno, Anthony ya tenía cara de "me voy a pelear con alguien" desde que recibimos la nota, así que al menos no iba a sorprenderse si nos caía una buena reprimenda. Y Luna, Luna iba tranquila, casi flotando con su forma ligera de caminar, como si en lugar de estar a punto de enfrentar a Severus Snape, se dirigiera a tomar el té con los nargles. No tenía miedo. Tal vez porque sabía que Severus nunca era demasiado duro con ella.
Yo, en cambio, tenía razones para preocuparme.
Cuando entramos al despacho, mi padrino estaba de espaldas a la puerta, mirando por la ventana con los brazos cruzados detrás de su túnica negra. Un gesto teatral, uno que significaba que no estaba de humor para nuestras idioteces.
—Cierren la puerta.
Anthony obedeció, empujándola hasta que se cerró con un clic seco. Nadie se atrevió a hablar.
Él se giró lentamente, su mirada oscura recorriéndonos uno por uno, deteniéndose por un segundo más en mí.
—Ilústrenme —hablo con su tono más gélido—, ¿qué parte de "no se metan en problemas" fue demasiado complicada para sus diminutas mentes?
Silencio. ¿Cómo se había enterado...?
Severus avanzó un paso con su túnica agitándose con el movimiento.
—¿Y bien? ¿Alguien tiene una brillante explicación de por qué decidieron que era una excelente idea ignorar todas las advertencias, burlar la seguridad del castillo y exponerse como unos completos idiotas cuando hay un atacante suelto?
Nos miramos entre nosotros. Blaise ni siquiera intentó defenderse. Anthony abrió la boca, sin embargo Theo lo codazo sutilmente antes de que pudiera decir algo que nos hundiera aún más.
Así que fui yo quien habló.
—No hicimos nada malo —malas palabras, ya que mi amado padrino levantó una ceja como si estuviera decidiendo si reírse en mi cara o descontarme cincuenta puntos en ese mismo instante.
—¿No hicieron nada malo? Ah, claro. Porque romper las reglas, andar deambulando de madrugada y poner en peligro su seguridad es completamente aceptable en sus retorcidas cabezas.
—Fue solo una noche de juegos —intervino Luna con su tono tranquilo.
Él la miró, y por un instante su expresión se suavizó apenas perceptiblemente. —Una noche de juegos —repitió con incredulidad—. Estuvieron jugando mientras un atacante sigue suelto, mientras el castillo está en alerta máxima, mientras uno de ustedes —su mirada fija en mí— tiene un auror asignado para protegerlo.
Bueno, dicho así sonaba peor de lo que realmente.
—No burlamos a nadie —intenté.
—¿Ah, no? —Severus inclinó la cabeza—. Entonces, ¿por qué Percy Weasley informó esta mañana que cinco alumnos fueron vistos fuera de sus camas a altas horas de la madrugada?
¿Percy...? ¿El mismo qué habíamos hecho a Blaise volver a declararse...?
Puto Percy Weasley.
Sabía que era un metido, pero esto era otro nivel de soplón profesional.
Anthony pareció tener mi mismo pensamiento si me guiaba por la forma que su cara tomo en ese instante. Theo suspiró resignado.
—¿Podemos al menos saber qué castigo nos espera?
Severus se giró hacia él con la mirada entrecerrada.
—No me hagas pensar que un castigo es suficiente, Nott. Porque si dependiera de mí, los cinco estarían limpiando calderos con los Gryffindor hasta el final del curso.
El horror en el rostro de Blaise fue real.
Mi padrino volvió a mirarme. —Y tú — ahí estaba. El vos que indicaba que él no me estaba hablando como profesor, sino como alguien que me conocía demasiado bien—. Sabes que no puedes darte el lujo de ser descuidado en esta situación.
Tragué saliva. —Lo sé.
—Entonces compórtate como si lo supieras.
Hubo un silencio denso, en el que supe que eso no era solo una advertencia. Era algo más. Algo que no estaba diciendo frente a los demás.
—Quiero que esto no se repita —hablo finalmente recorriéndonos con la mirada—. No voy a descontar puntos. No aún. Sin embargo, si alguno de ustedes vuelve a ser visto fuera de su cama en horario indebido, la próxima vez no me molestaré en llamarlos aquí. Irán directamente con el Director —esta vez fue mi turno de poner una cara de horror. Todos nos quedamos callados. Él suspiró, pasándose una mano por el puente de la nariz como si todo esto le diera un dolor de cabeza monumental —. Pueden irse.
Fuimos saliendo en fila, casi en automático, hasta que solo quedamos yo y él.
—Draco.
Me detuve en la puerta y lo miré.
—No seas un idiota.
Asentí una vez.
Y me fui con una sonrisa.
...
Las semanas pasaron en una mezcla agotadora de clases avanzadas, trabajos interminables y un estrés que parecía no dar tregua. Hogwarts, en esta época del año, siempre tenía esa extraña sensación de encierro: los pasillos llenos de alumnos murmurando sobre exámenes, las aulas saturadas de pergaminos y tinta, y el tiempo que parecía escaparse como arena entre los dedos.
Ser un viajero en el tiempo no me daba ninguna ventaja en este caso. Sí, tenia el conocimiento y la prácticasuficiente para repasar teorías y realizar ensayos que ya me sabia hasta que el cansancio me hiciera temblar las manos, pero al final del día, el agotamiento era el mismo. Y lo peor era que ni siquiera eso podía resolver lo que realmente importaba: la investigación de los Nero, la identidad del atacante.
Nada. Ni una sola pista nueva.
Y eso me estaba volviendo loco.
Así que cuando Luna apareció a mi lado en medio del jardín, con su andar ligero y su expresión tranquila, supe que algo traía en mente.
—Has estado muy tenso últimamente —comentó sirviéndose una taza de té sin siquiera mirarme (en realidad, ¿de dónde habia sacado la taza y el té?)
—Es la temporada de exámenes —respondí restándole importancia—. Y si no quiero reprobar historia de la Magia y ser humillado por Granger en público, tengo que seguir estudiando.
Ella tomó un sorbo de su té y ladeó la cabeza. —No me refería a eso.
Suspiré. —Por supuesto que no.
Luna tenía la manía de ver a través de mí como si fuera de vidrio. Ni siquiera Anthony, Theo o Blaise lograban desmantelar mis excusas con tanta facilidad.
—Creo que deberías decirles.
Dejé la cuchara con la que estaba jugando y la miré con el ceño fruncido.
—¿Decirles qué?
—La verdad. Sobre el diario. Sobre el viaje en el tiempo.
No respondí de inmediato. En su lugar, aparté la bandeja de comida y me incliné ligeramente hacia ella.
—No es tan simple, Luna.
—Creo que sí lo es.
Me reí sin humor.
—¿Y qué se supone que haga? ¿Llegar un día y decir "Oh, por cierto, chicos, resulta que no solo viajo en el tiempo, sino que, además, el mismo diario misterioso que investigamos decidió enviarme a mi al pasado porque tiene algo importante que decir, pero no sé qué es"?
—Sí —respondió con total naturalidad.
Rodé los ojos y me dejé caer contra el respaldo del asiento. —Son mis amigos, Luna. Sin embargo esto es… complicado.
—¿Y si el diario volvió por algo? —insistió—. ¿Y si el hecho de que lo hayas encontrado no fue una coincidencia?
—No creo en las coincidencias —admití.
—Yo tampoco.
Luna dejó su taza sobre la mesa y me miró fijamente. —Tal vez los necesitas. Y tal vez ellos necesitan saberlo. No puedes hacerlo solo, Draco. No puedes seguir formando una amistad a base de mentiras, mentiras que crecerán mientras más avance el tiempo.
El problema era que sí podía.
Ese era el problema.
Había pasado toda mi vida dependiendo solo de mí mismo, confiando únicamente en mi propio juicio. Compartir esto con los demás significaba abrir una puerta que tal vez no podría cerrar después. Pero también tenía razón. No estábamos avanzando. Todo seguía siendo un rompecabezas a medio armar, con piezas dispersas que no encajaban. Si realmente quería respuestas, tal vez era hora de dejar de jugar solo.
Suspiré y pasé una mano por mi cabello.
—Lo pensaré.
Luna sonrió, como si supiera que eso significaba "eventualmente lo haré".
—Eso es suficiente por ahora.
Y volvió a su té como si no acabara de tirar una bomba sobre mi ya complicada vida.
.
El sonido de mis pasos resonaba suavemente en la torre de la lechucería mientras subía los escalones de piedra, cada uno desgastado por el tiempo y los miles de alumnos que habían pasado por allí antes que yo. Hacía semanas (no, meses) que no venía a ver a Arabella, y aunque sabía que ella podía arreglárselas sola, eso no quitaba el hecho de que me sintiera como el peor amigo del mundo.
Era ridículo. Me la pasaba diciendo que la gente me importaba, que mis amigos eran importantes, y apenas tenía tiempo para mi propia águila.
Cuando llegué a la parte superior de la torre, un aleteo impaciente me recibió. Arabella, mi majestuosa águila negra, me miraba desde su percha con esos ojos dorados que parecían taladrarme el alma.
—Ya sé, ya sé, no empieces —murmuré levantando las manos en señal de rendición.
Arabella sacudió las plumas con una dignidad ofendida y extendió una de sus alas, como si estuviera a punto de abofetearme con ella.
—Vale, lo merezco. Sin embargo he estado ocupado, ¿sabes?
Ella ladeó la cabeza, juzgándome en absoluto silencio.
—No me mires así, pareces Severus.
Un par de parpadeos lentos y la ligera inclinación de su cabeza me dejaron claro que no estaba convencida. Solté un suspiro y me apoyé en la pared de piedra, dejando que el aire fresco de la noche despejara un poco mi mente.
—Es una locura, Arabella. Todo lo que está pasando… —pasé una mano por mi cabello, frustrado—. Los ataques siguen y no sabemos nada. Los Nero son un enigma, Gossip Witch sigue jodiéndome la existencia, y para colmo, tengo un diario que viaja en el tiempo y no sé si confiar en él o no.
Arabella inclinó su cabeza, como si estuviera procesando la información.
—Sí, sí, ya sé que suena absurdo. Pero es real. Y lo peor es que Luna tiene razón… tal vez debería decirles la verdad a los chicos.
Ella me miró fijamente.
—No pongas esa cara. No es tan fácil.
Arabella infló el pecho y agitó las alas con un bufido, claramente indignada por mi indecisión.
Rodé los ojos. —No necesito que me regañes también, gracias.
Por un momento, solo se escuchó el viento entre las columnas y el lejano ulular de otras lechuzas.
—Y luego está Theo…
Arabella dejó de moverse.
—No me mires así. No es lo que piensas.
Ella ladeó la cabeza.
—¡No lo es! Solo que… está raro. Y yo… no lo entiendo.
Arabella parpadeó lentamente, como si me estuviera diciendo "No seas idiota, idiota".
Suspiré, pasándome una mano por la cara. —Estoy perdiendo la cabeza. Me estoy volviendo paranoico con los ataques, el tiempo y los Nero, y ahora también con Theo. Y para colmo, lo único que hago es venir a contártelo a ti en lugar de hacer algo al respecto.
Arabella bufó otra vez, casi como si dijera "Exacto".
Negué con la cabeza, riendo sin ganas.
—Bueno, alguien tiene que ser mi psicóloga en esta maldita escuela. Y claramente, tú eres la más calificada.
Ella infló las plumas orgullosa.
—Debería bajar antes de que piensen que me escapé a otro siglo o algo así —me separé de la pared y le acaricié suavemente la cabeza—. Intentaré venir más seguido, lo prometo.
Arabella me picoteó suavemente la manga, lo cual podía significar "Más te vale" o "Eres un caso perdido".
Probablemente ambas.
.
Bajé las escaleras de la lechucería con calma, aunque la piedra fría y la brisa nocturna me hicieron darme cuenta de lo tarde que se había hecho. El Lumus que conjuré apenas alumbraba el suelo frente a mí, y cada paso resonaba demasiado fuerte en el silencio del castillo.
No era la primera vez que me quedaba fuera de la Sala Común después del toque de queda. Normalmente, no me preocupaba demasiado; Hogwarts podía ser un castillo enorme, pero había vivido aquí lo suficiente para conocer sus recovecos y atajos. Aun así, mientras avanzaba por los pasillos vacíos, algo en el aire se sentía… distinto.
Respiré hondo. No pasaba nada. Todo estaba bien.
Aunque mis dedos se cerraron con más fuerza alrededor de mi varita.
La tenue luz de mi hechizo titiló por un momento cuando giré por el corredor que llevaba a la torre de Ravenclaw. Mi propia sombra se alargó contra la pared, deformada por la piedra rugosa. Era solo eso, mi sombra. Y sin embargo un escalofrío recorrió mi espalda.
Seguí avanzando. No aceleré el paso. No quería que mi propio cuerpo interpretara aquello como miedo, porque no había razón para temer. No había razón para sentir cómo la piel se erizaba en la nuca.
Pero lo sentía.
El pasillo estaba demasiado silencioso. No había ni el más mínimo sonido, ni el crujir de la madera de algún retrato moviéndose, ni el aleteo de una lechuza nocturna en el techo. Solo mis propios pasos.
O eso creía.
Porque entonces juré que había algo más. Algo leve. Un roce, un susurro que no podía distinguir.
Me detuve y el silencio se hizo insoportable. Me giré lentamente, escaneando el pasillo.
Nada.
Las sombras de los candelabros apagados y las armaduras parecían más densas en la penumbra. Sacudí la cabeza y reanudé mi camino, fingiendo que mi respiración no se había vuelto más corta, más rápida.
No había nadie.
Sin embargo... la sensación seguía ahí.
Como si algo o alguien me estuviera observando. Como si algo en la oscuridad supiera exactamente dónde estaba.
Mis dedos temblaron ligeramente al sostener mi varita.
Seguí caminando. El aire en el pasillo parecía más denso, como si la piedra misma contuviera la respiración. Mi pulso latía con fuerza en mis oídos. No podía ver nada, aunque el peso de aquella presencia era innegable.
Me obligué a avanzar.
Solo un poco más. Solo tenía que doblar la última esquina y...
Algo rozó mi espalda.
Me congelé.
Cada músculo de mi cuerpo se tensó.
Y entonces, una mano se posó en mi hombro.
El aliento cálido de alguien se deslizó contra mi oído cuando una voz susurró:
—Draco...
Mi corazón se detuvo.