
Mensajes y una Navidad con los Tonks
El eco de los pasos retumbaba en los pasillos. Luna y Anthony se habían ido hace minutos, pero el tiempo se había vuelto algo abstracto, una cosa inútil que no tenía sentido contar cuando la sangre aún empapaba mis manos. Las gotas caían pesadas, una tras otra, manchando mi túnica, pegajosas y cálidas como si intentaran aferrarse a mí. El peso del cuerpo de Helio seguía allí, temblando bajo mis manos. Su respiración era un sonido roto, un hilo fino, frágil.
No te vas a morir.
No te puedes morir.
El mensaje en la pared ardía en mi visión como una maldición, como una condena escrita en rojo sobre piedra fría.
Por y pars tí, Draco Malfoy.
El significado exacto se enredaba en mi cabeza. Mi propio nombre, ¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Qué tenía de especial o diferente como para hacer... eso?
Mi estómago se revuelve, la presión en mi pecho aumenta como si me estuvieran aplastando contra el suelo. No puedo procesar lo que significa porque Helio sigue aquí, sigue sangrando, sigue muriéndose entre mis manos, y si me distraigo un solo segundo…
Un ruido.
No el crujido de antes, esto es distinto. Pasos apresurados, voces que resuenan como un trueno en la inmensidad del pasillo. Luces de varitas iluminan la escena, sombras que se alargan y se retuercen en las paredes.
Los profesores.
Finalmente.
Severus llega primero.
Nunca lo había visto con esa expresión antes. Su rostro siempre fue una máscara impenetrable, indiferente. Y sin embargo ahora, por una fracción de segundo, hay algo más. Algo que rara vez aparece en él: pánico. Lo veo en sus ojos oscuros, en la tensión de su mandíbula, en la forma en que su varita se alza de inmediato para conjurar algo que yo ya no puedo hacer.
Sangre retrocede. Heridas se cierran, era el mismo hechizo que utilizo conmigo en sexto año.
Pero Helio sigue sin responder.
Alguien me aparta. No sé quién, solo sé que mi cuerpo no quiere moverse, no quiere separarse de él, no cuando mis manos aún sienten su calor desvaneciéndose.
—Draco.
La voz de Severus.
No es una orden. Es más un ancla, un sonido que me jala a la superficie cuando siento que me hundo demasiado profundo. Theo se aferra a mi brazo, los dedos apretando mi túnica con tanta fuerza que casi duele. Luna está a su lado, con la mirada clavada en la sangre, en la pared, en todo, ¿cuando había vuelto? Sus ojos se agrandan, aterrorizados, como si ella también entendiera algo que yo aún no alcanzo a ver.
Mis labios se mueven antes de poder detenerlos.
—Esto no tenía que pasar... —no tenía porqué pasar.
Luna parpadea, alzando la vista hacia mí. Y en ese momento, sé que ella lo entiende.
Ella siempre entiende.
...
No tenía que pasar.
No así.
Pero pasó.
Y ahora todo lo que queda es sangre, ecos de pasos alejándose, y el peso de algo que no alcanzo a entender presionándome el pecho.
¿Por qué?
¿Por qué mi nombre?
¿Por qué ahora?
¿Por qué Helio?
Las preguntas se enredan en mi cabeza, giran como una espiral infinita sin llegar a ninguna parte. No hay respuestas. Solo más preguntas, más incertidumbre, más sangre en mis manos.
¿Hice lo suficiente?
No.
No.
No.
Severus fue el que lo estabilizó. Yo solo... solo retrasé lo inevitable. Solo alargué el momento entre el ahora y lo que sea que esté por venir. Podría haber hecho más. Debería haber hecho más. Soy un maldito mago experimentado. He lanzado hechizos en combate, he detenido sangrados antes, he estado en situaciones peores. Entonces, ¿por qué me congelé? ¿Por qué no supe qué hacer? ¿Por qué no pude salvarlo como debía?
Apreté los ojos, sintiendo cómo mi propia respiración se volvía irregular, pesada, atrapada en mi garganta como si fuera a ahogarme con ella.
El mensaje.
Por y para tí, Draco Malfoy.
¿Qué significa?
¿Es una advertencia?
¿Una amenaza?
¿Un solo un maldito juego enfermizo?
El peso en mi pecho no se va. El eco de las voces de los profesores ya es un murmullo lejano. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me dejaron en la habitación, ni siquiera recuerdo si me dijeron algo antes de irse.
Todo da vueltas.
Pero entonces...
Un movimiento.
Algo cálido.
No me doy cuenta de que alguien se ha acostado a mi lado hasta que siento el peso de un cuerpo junto a mí.
Anthony.
No dice nada al principio. Solo está ahí, con su brazo rodeándome, su respiración tranquila, como si intentara estabilizar la mía. Luego, un susurro.
—No te vayas —m is dedos se aferran a las sábanas, pero él no se mueve—. No me dejes... —cierro los ojos —...nadie te hará daño —no sé si está intentando convencerme a mí o a él mismo.
Y aún así, por primera vez en toda la noche, dejo que alguien me sostenga.
~~~❤︎~~~
Lo primero que noto es que la silla es muy incómoda. Ya saben, de esas que parecen diseñadas específicamente para que nunca encuentres una buena posición. Me hundo en el respaldo de madera dura y cruzo los brazos, proyectando la imagen de alguien que no tiene nada que temer.
Porque no tenia nada que temer.
Excepto, bueno… que alguien intentó asesinar a un estudiante y dejó mi nombre escrito con su sangre. Pequeño detalle totalmente insignificante.
El auror sentado frente a mí tiene la expresión de alguien que se ha tragado un litro de poción para la acidez y todavía tiene reflujo. Serio, de mandíbula tensa, con un uniforme negro impecable y esa mirada analítica que lo examina todo. Lo típico.
—Nombre.
Levanto una ceja, porque, ¿en serio?
—¿En serio? —el hombre ni siquiera se inmuta, buu—. Draco Lucius Malfoy Black.
—Edad —mmm, déjame pensar, veinticinco, si. Vengo del futuro, ¡yeei! Y estoy confundido porqué esto no tenía que estar pasando. Obviamente no respondí eso.
—Doce.
—Casa.
—Ravenclaw —suelto un bufido cansado, ya habia hecho este mismo cuestionadio antes, y muchas veces —. Lo juro por Merlín, este no es un formulario de inscripción, así que vaya al grano, por favor.
Él me ignora y sigue escribiendo en su pergamino. —Relata lo que viste.
Me obligo a respirar hondo y cuento lo mismo que ya dije tres veces. Cómo encontré junto a los chicos a Helio luego de salir de un aula (nunca la Sala de los Menesteres, aún no queria que muchos más supieran del lugad), el estado en el que estaba, cómo intenté ayudarlo. Doy todo con detalles, no omito nada.
Excepto el leve detalle de que todavía tengo las manos frías desde esa maldita noche, y que no puedo sacarme la sangre seca de bajo mis uñas por más que lo intente.
El auror finalmente levanta la vista cuando menciono el mensaje en la pared.
—Por y para tí, Draco Malfoy—repite, estudiándome con atención—. ¿Alguna idea de lo que significa? —como si no me hubiera matado preguntando eso la noche anterior.
—Bueno, no es mi cumpleaños, así que descarto que sea un regalo.
Silencio.
Suelto un suspiro. —No tengo idea de lo que significa. Y si la tuviera, no estaría aquí sentado hablando con usted, ¿no cree?
Él anota algo. Probablemente: "sarcasmo como mecanismo de defensa", cosa que no era muy original. Todos mis psicólogos luego de la Guerra habían dicho lo mismo, una y otra vez...
—¿Tienes enemigos en Hogwarts?
Me río, porque vamos. —Es Hogwarts. Si alguien no te odia, probablemente estás muerto.
El auror no parece impresionado con mi humor.
—¿Alguien que quisiera incriminarte?
Frunzo el ceño, pensando en ello. Oh, claro que tengo enemigos, sin emabrgo ninguno de este tipo. Mis problemas con la gente suelen ser más… verbales. Miradas, comentarios, rivalidades. No intento asesinar a nadie en pasillos oscuros.
—No lo sé. Tal vez —había gente muy loca en estos días.
El auror entrecierra los ojos. —¿Sabes usar magia oscura?
Ah, ahí vamos, ¡por favor! ¿Lo preguntaba en serio? ¿Yo? ¿Practicar magia oscura? ¡Jamás! Apoyo los codos en la mesa y sonrío con toda la paciencia del mundo.
—Soy un Malfoy, soy un Black ¿usted qué cree?
Él no reacciona. Qué decepción. —¿Eso es un sí?
—Eso es un "pregunta estúpida".
Otro silencio. Más escritura en su estúpido pergamino, algo seguramente como "problemas de control de emociones, se desquita con los demás de manera pasivo agresiva, seguramente escalando a agresiva agresiva si no tengo cuidado" o eso creo.
Y entonces, cambia el tono.
—Helio Kirraman fue atacado con magia oscura.
Mi piel se eriza. —¿Qué tipo de magia? —preguntó sin humor esta vez.
—Eso es información confidencial.
—Oh, claro. Pero no para mí, ¿verdad? Por favor, comparta los detalles, me muero de curiosidad.
Él cierra el pergamino con calma exagerada. —Si descubres algo más —dice con la voz controlada—, informalo de inmediato, por favor.
Sonrío, aunque es la sonrisa más falsa que había hecho nunca.
—Por supuesto —mentiroso de mierda me dice mi conciencia.
Me levanto antes de que pueda seguir con su jueguito de preguntas inútiles. Porque la verdad es que, aunque no lo admita, hay algo que se retuerce en mi pecho.
Y no es por las preguntas.
Es porque, por primera vez desde que volví aquí, no tenía ni idea de lo que está pasando.
..
Salí de la sala de interrogatorios con la cabeza dándome vueltas y el estómago revuelto. No porque me haya sentido culpable (porque no lo estoy) sino porque esa entrevista fue una completa pérdida de tiempo.
No sé qué esperaban que dijera.
"Oh, sí, claro, fui yo. Me encanta empapar pasillos con sangre y dejar mi nombre en la escena del crimen como un completo idiota".
Por favor.
Me estaba frotándo las sienes cuando escucho su voz.
—Ey, rubio.
Al levantar la cabeza veo que ahí está ella, apoyada contra la pared con los brazos cruzados y una expresión que no sabía bien cómo leer.
Tonks.
Bueno, técnicamente Nymphadora, aunque si la llamo así, probablemente me maldiga por el resto de mi vida.
Parpadeo confundido. —¿Qué haces aquí?
Ella suelta un suspiro y se endereza. —Trabajo aquí, genio.
—Sí, pero específicamente aquí —señalo el pasillo con un gesto vago—. ¿Vienes a interrogarme también? Porque no sé si pueda soportar otro auror con complejo de detective barato.
Ella no se ríe por mi comentario.
Oh.
Eso es raro.
—Escuché lo que pasó —dice, y su tono es… diferente. Más suave, como si estuviera midiendo sus palabras, Tonks nunca media sus palabras—. También vi lo que… bueno, lo que hicieron con el chico.
No sé por qué, sin embargo algo en su expresión me hace querer mirar a otro lado. La broma que tenía en la punta de la lengua se disuelve antes de salir. Ella se acerca un poco, lo suficiente para que vea el cansancio en sus ojos.
—Sé que esto no es justo para ti, Draco. No después de todo lo que ya pasaste.
Mi cuerpo se tensa por reflejo. No quiere decirlo en voz alta, pero ambos sabemos de qué está hablando.
Lucius, mi padre.
El apellido Malfoy arrastrado por el lodo una y otra vez, había salido en El Profeta y en todo noticiero mágico la pequeña pelea que tuvimos en Floots & Boots.
—Estoy bien —afirmo sin mirarla fijamente.
Ella me estudia.
No me cree.
Yo tampoco siendo sinceros.
—Mira, no estoy aquí como auror. Ni como alguien que quiera respuestas —su voz baja un poco—. Solo como tú familia.
Familia.
La palabra por si sola se siente extraña en mi cabeza.
—Si alguna vez necesitas… lo que sea, puedes venir con nosotros. Conmigo y mi madre, no hay problema por papá, a él le encantaría conocerte por fin.
Guardo silencio, de repente el pasillo se siente más pequeño de lo que realmente es.
—No tienes que hacer esto —no quiero tu compasión, no quiero tu pena, ni mucho menos tú lastima.
—No lo hago porque tenga que hacerlo, Draco. Lo hago porque quiero.
Mi garganta se aprieta.
Es estúpido.
Es ridículo.
Es solo una oferta, son solo unas miserables palabras.
Y sin embargo, antes de darme cuenta, ya estoy moviéndome.
Cierro los ojos y me lanzo hacia ella, mis brazos rodeándola con fuerza, mi frente contra su hombro.
No sollozo.
No hay gritos ni lágrimas escandalosas.
Solo silencio.
Solo respiro y dejo que el peso de todo lo que no he dicho se hunda en mí.
Tonks no dice nada.
Solo me sostuvo, y eso era todo lo que necesitaba en ese momento.
...
—¿De qué están hablando? —Mi voz suena más cansada de lo que quisiera, pero ¿pueden culparme? He pasado horas encerrado en ese cuartucho siendo interrogado por un auror con cara de piedra y cero sentido del humor. Ahora que al fin puedo respirar, lo primero que hacen mis amigos es lanzarme otra bomba.
—Hubo un mensaje para ti en el primer ataque —dice Anthony, cruzado de brazos.
Parpadeo varias veces. —…¿Qué?
Blaise asiente con expresión seria. —No sabemos exactamente qué, los aurores nos lo dijeron, pensamos que a tí igual.
Mi estómago da un vuelco.
—¿Y recién me dicen esto ahora?
Theo suelta un suspiro y se pasa una mano por el cabello. —No sabíamos nada sobre esto Dray, sabes que si lo hiciera te lo diria —susurro con voz lastimer —. Al parecer nadie lo sabía hasta ahora, ni los profesores, ni el director…
—Pero Potter sí lo sabía —interrumpe Luna, con esa mirada distante suya que, honestamente, me pone más nervioso que cualquier expresión de terror. Mi cabeza se sacude hacia ella.
—¿Cómo que Potter lo sabía?
—Sí, me dijeron que fue él quién mencionó lo del mensaje —dice Anthony—. Preguntó si tú sabías algo.
Mi corazón empieza a latir con fuerza.
Potter lo sabía.
Potter, al cual le fui a preguntar yo mismo si sabía algo.
Potter se quedó callado.
—Ese hijo de… —No termine la frase, ya que no tenía tiempo.
Porque mis piernas ya se estában moviendo, porque mi pecho ya está ardiendo. Porque lo único en mi cabeza es la imagen de Potter mirándome a la cara y mintiendo.
Y antes de darme cuenta, ya estoy corriendo por el pasillo, directo hacia él.
—¡Potter! —grito con todas mis fuerzas, corriendo hacia él como un maldito loco.
El chico se gira, con cara de confusión. Sus amigos lo rodean, sin embargo en cuanto me ven, abren paso. Supongo que debo parecer un huracán de túnica negra y furia incontrolada.
—¿Qué es lo que pasa, Draco? —pues tu maldito funeral, Potty.
—¿Qué me pasa? —me río, aunque no había rastro humor en el sonido—. ¿Qué te pasa a ti? ¿Desde cuándo eres tan bueno guardando secretos, Potter?
Sus cejas se fruncen. —No sé de qué hablas.
—No te hagas el idiota —suelto, dando un paso más—. Sabías del primer mensaje, seguramente igual sabes lo que dice, y decidiste ocultarmelo. Cuando te pregunte —Potter se tensa. Duda. Es sutil, pero lo veo.
—No era relevante.
—¡¿No era relevante?! —Mi risa es un ladrido, cortante, histérico—. Claro, porque encontrar un mensaje para mi al lado de un ataque así no es nada preocupante. ¡Podría ser el maldito Club de Fans de Draco Malfoy dejando sus dedicatorias!
—No lo sabes —responde él y su voz es más baja ahora. No me gusta. Es la voz que usa cuando intenta parecer razonable.
—¡Claro que lo sé! —mi mano se alza antes de poder detenerme, señalándolo con tanta fuerza que siento el músculo de mi brazo quejarse—. Lo que no sé es por qué no me dijiste nada.
Potter aprieta la mandíbula. —No quería preocuparte.
Suelto una carcajada. —¡Qué noble! ¡El Niño Que Vivió cuidando de mis sentimientos!
—¡No seas ridículo, Draco!
—¡Entonces dime la verdad!
Potter me mira y no dice nada. Su silencio me lo dice todo.
No quiero escucharlo.
Me doy la vuelta, dispuesto a largarme de ahí antes de hacer algo que me meta en un problema real.
Y entonces, escucho el ruido.
Un desliz.
Un golpe.
Un grito.
Me giro justo a tiempo para ver a Potter caer.
No un tropiezo cualquiera.
No un resbalón inofensivo.
Una caída real.
Las escaleras son altas, y Potter no se detiene. Su cuerpo se estrella contra los bordes de piedra en un descenso brutal, caótico. Un brazo se tuerce en un ángulo extraño, un chasquido seco, demasiado seco.
Y cuando llega al suelo, todo queda en silencio.
Solo se escucha mi respiración entrecortada. Y mi corazón latiendo como un tambor de guerra.
Mis pies no se mueven.
No hice nada.
No lo toqué.
Y a pesar de eso, la culpa cae sobre mí como una maldición.
..
El camino a la enfermería fue un suplicio. No porque fuera largo, ni porque me dolieran los pies, sino porque tenía la maldita sensación de que con cada paso me hundía más en algo que no entendía del todo.Sabía que Potter estaba bien. Lo había visto moverse, lo había oído hablar con esa voz lastimera suya, esa que parecía hecha para conseguir lo que quería de los demás. Pero eso no quitaba el nudo en mi estómago. No cambiaba el hecho de que cayó. Y que fui yo el último en hablar con él antes de que ocurriera.
—Draco, deja de torturarte —me dijo Blaise, cruzado de brazos mientras caminaba a mi lado—. No lo empujaste, no lo lanzaste por arte de magia, y tampoco tienes un campo gravitatorio propio. Potter es un desastre andante, tarde o temprano iba a caerse solo.
—No me estoy torturando —respondí de inmediato. Porque no lo hacia...
—Sí, sí lo haces —intervino Luna con su tono acusatorio—. Se te nota en los hombros.
Genial. Ahora hasta mi postura me delataba.
Theo, por otro lado, no decía nada. Caminaba con las manos en los bolsillos, con el ceño fruncido y los labios presionados en una línea tan delgada que apenas se veían. Su expresión era de puro desagrado.
—¿Qué? —le solté, irritado por su silencio, no era bueno.
—Nada —bufó él.
Mentira. Theo nunca guardaba silencio sin razón, lo conocía demasiado bien como pars no saberlo.
—Dilo ya.
—Solo me parece ridículo que estemos yendo a ver a Potter como si se estuviera muriendo. No le pasó nada. Dramático de mierda.
—Theo… —murmó Anthony en advertencia y diversión.
—¿Qué? ¿Voy a fingir que me importa? No es mi culpa que sea un imbécil que no sabe usar las escaleras.
Blaise soltó una carcajada, y yo sentí una punzada de culpa más fuerte. Porque aunque Theo tenía razón en que Potter era un dramático, yo no podía quitarme de la cabeza la imagen de su cuerpo cayendo, y cayendo, y cayendo...
Cuando llegamos a la enfermería, Madame Pomfrey nos fulminó con la mirada. —No quiero ruidos ni quejas —hablo en cuanto nos vio—. Y si molestan a mis pacientes, los echo a todos a patadas —la enfermera era todo un amor.
No le di tiempo de decir más y avancé hasta la cama donde Potter estaba acostado, con vendas alrededor de la cabeza y un brazo en cabestrillo. Parecía terriblemente cómodo en su desgracia, como si estuviera disfrutando cada segundo de la atención.
—Oh, Draco —saludo en cuanto me vio, con una sonrisa que casi parecía satisfecha—. Viniste a verme.
—No. Vine a asegurarme de que sigues vivo, porque al parecer me toca cargar con la culpa de que no puedas caminar bien.
Potter parpadeó un par de veces, y luego su sonrisa se ensanchó. —¿Estás preocupado por mí?
—Estoy preocupado por mi cordura, que es diferente.
Podía sentir la tensión de Theo a mi lado. Casi podía oír su mirada fulminando a Potter como un Avada Kedavra no verbal.
—¿Qué decía el mensaje? —pregunté antes de que Theo pudiera abrir la boca y convertir esto en una escena de telenovela innecesaria (aunque, que me gustaría ver)
Potter dejó de sonreír. —¿Cómo sabes…?
—Solo dilo, Potter.
Hubo una pausa. Una pequeña, apenas perceptible, aunque lo suficiente como para que me pusiera nervioso.
—"Te estaré observando, Draco" —murmuró finalmente.
El mundo pareció reducirse en un segundo.
La enfermería. Las camas. Los murmullos de mis amigos. Todo se volvió ruido de fondo.
Porque si el primer mensaje iba dirigido a mí… Y el segundo también…
¿Quién me estaba observando? ¿Por qué? ¿Por qué yo?
Y lo más importante.
¿Qué pasaría después?
Ni siquiera eso.
¿Quién era el que hacía todo esto?
~~~❤︎~~~
El Gran Comedor había sido transformado para la ocasión. Todas las mesas estaban contra las paredes, dejando un enorme espacio libre en el centro, donde una plataforma alargada servía de escenario. La iluminación era diferente, con velas flotando más bajas de lo habitual, proyectando sombras más dramáticas en las caras de los presentes.
Había mucha gente. No solo estudiantes de diferentes casas, sino también algunos profesores. McGonagall estaba con los brazos cruzados, observando con el ceño fruncido, Flitwick parecía emocionado por la oportunidad de ver magia en acción, y Sprout sonreía con amabilidad. Pero el centro de mi atención, y de la mayoría, era Lockhart.
Habíamos venido para confirmar si Severus lo había envenenado.
Y el hombre parecía estar... mal, muy mal.
No era solo su atuendo ridículamente brillante, o la manera en que intentaba mantener su sonrisa habitual. No. Había algo en su postura, en la forma en que se llevaba una mano al estómago cada tanto, como si sintiera náuseas.
—Lo envenenó de veras —susurró Theo a mi lado, con los ojos entrecerrados.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó Anthony.
—Porque cada vez que Snape se acerca, parece que va a vomitar.
Era cierto. Severus estaba a unos pasos de Lockhart, vestido completamente de negro como siempre, con su expresión de eterno desdén. Y cada vez que hablaba o se movía, Lockhart palidecía un poco más.
—Bienvenidos al Club de Duelo —dijo este, extendiendo los brazos con una energía exagerada. A su lado, mi padrino se limitó a asentir, con el mismo entusiasmo que una lechuza muerta—. Nuestro objetivo hoy es enseñarles cómo defenderse en un duelo sin hacerle daño permanente a su oponente —continuó Lockhart—. Y para ello, ¡el profesor Snape y yo haremos una demostración!
Había un murmullo entre los estudiantes. No porque nadie creyera que Lockhart pudiera ganarle a Snape (porque no podía), sino porque querían ver cuánto tardaría en ser humillado.
Los dos subieron a la plataforma y tomaron posición.
—¿Cuánto a qué Sev lo desarma a la primera? —le susurré a Blaise.
—Eso no cuenta cuando ya todos sabemos que lo hará.
—A la cuenta de tres —grito Lockhart—. Uno… dos…
Snape ni siquiera esperó el tres. —Expelliarmus —dijo con voz fría.
Lockhart salió volando como si lo hubieran catapultado. Su varita giró en el aire antes de aterrizar en algún lugar entre los estudiantes, y él cayó de espaldas con un golpe seco.
Un silencio expectante. El hombre se quedó tirado en el suelo por unos segundos, respirando pesadamente, antes de incorporarse con una sonrisa débil.
—¡Ja! Exactamente lo que esperaba que pasara.
—Claro que sí —murmuró Theo con una sonrisa burlona.
Lockhart se limpió el sudor de la frente y miró al grupo con una expresión que intentaba ser profesional, pero parecía más la de alguien que estaba a punto de desmayarse.
—Ahora que hemos visto un ejemplo… dividámonos en parejas para intentarlo.
Hubo un revuelo inmediato. Yo ni siquiera tuve que moverme, porque Theo ya estaban a mi lado.
—Draco conmigo —afirmo él.
—Por supuesto que sí—dije, lanzándole una sonrisa desafiante. Él sonrió de vuelta. Nos subimos a la plataforma y tomamos nuestras posiciones, varitas en alto.
—Tres… dos… uno…
—Expelliarmus —solté en el mismo segundo en que Theo conjuró un Protego. Mi hechizo impactó contra su barrera, pero no me detuve—. Flipendo —ataqué de inmediato.
La fuerza del hechizo hizo que Theo trastabillara hacia atrás. Me miró con una mezcla de sorpresa y orgullo, antes de recomponerse.
—Nada mal.
—No he terminado —respondí.
Él apenas había levantado la varita cuando ya estaba lanzando otro hechizo.—Stupefy —Theo reaccionó rápido y esquivó, pero la luz roja pasó lo suficientemente cerca como para hacerle perder el equilibrio.
—Vaya, vaya —murmuró Blaise, entretenido—. Draco va con todo.
No era mi culpa que esto fuera fácil.
Para cuando me tocó enfrentarme a otros estudiantes, ya era evidente que tenía más experiencia que la mayoría. Mientras algunos apenas lograban conjurar hechizos con rapidez, yo me movía con precisión, bloqueando ataques antes de que pudieran alcanzarme y respondiendo con hechizos que siempre daban en el blanco.
Fue casi aburrido.
Casi.
Hasta que subió Potter.
No tenía su brazo dominante, lo que hacía que sus movimientos fueran torpes. Intentó lanzar un Expelliarmus, pero la fuerza era menor de lo normal.
—Oh, vamos, Potter —dije con una sonrisa—. No me digas que me llamaste corriendo a la enfermería solo para darme un espectáculo patético aquí.
Sus ojos verdes brillaron con furia.
Este era el Potter que conocía.
—Flipendo —lanzó con más fuerza esta vez. Lo bloqueé sin esfuerzo.
—Vas a tener que hacer más que eso —Potter frunció el ceño y levantó su varita otra vez, pero en cuanto intentó conjurar otro hechizo, me adelanté. —Expelliarmus.
Su varita salió disparada de su mano y aterrizó en el suelo.
Se hizo un silencio.
Podía sentir los ojos de todos sobre mí, y no pude evitar sonreír con autosuficiencia.
—Supongo que esto es un empate —hablé con fingida modestia.
Potter no dijo nada. Solo me miró con una intensidad que no supe interpretar.
Desde donde estaba, Theo chasqueó la lengua y murmuró para sí mismo:
—Que alguien le quite esa cara de idiota enamorado.
Sin embargo él no parecía haber escuchado. Solo me observaba, con una expresión que me hizo sentir… extraño. Como si yo fuera el centro de algo más grande de lo que entendía.
Y, por alguna razón, eso no me tranquilizaba en absoluto.
La emoción del duelo se estaba disipando cuando sentí una mirada fija en mí. No una cualquiera, sino una intensa, una que estudiada. Me giré hacia la entrada del Gran Comedor y apoyado en la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa de interés, estaba Cedric Diggory.
—Vaya, Draco —saludo con un tono relajado—. No sabía que también dabas espectáculos en el Club de Duelo.
—No doy espectáculos, Cedric. Solo clases gratuitas.
Él rió suavemente y caminó hacia nosotros con esa absurda facilidad que tenía para hacer que cada movimiento pareciera tranquilo y natural. —No nos hemos visto en un tiempo —comentó, inclinando un poco la cabeza—. ¿Me has estado evitando?
Theo, a mi lado, bufó audiblemente.
—Por favor. Si alguien evita a alguien, no es Draco, no tiene tiempo para tonterías.
Cedric lo miró con una ceja arqueada y luego me dirigió una mirada divertida.
—Oh. Ya veo.
—No, no ves nada —interrumpió Theo con rapidez—. Absolutamente nada.
Blaise sonrió con malicia. —Interesante reacción, Theo.
—No, no lo es.
Anthony, disfrutando la situación demasiado, se giró hacia Luna.
—¿Tú qué opinas?
Ella inclinó la cabeza y miró a Cedric y Theo con la expresión serena de quien ya había resuelto el misterio.
—Creo que Theodore no está celoso en absoluto —dijo con su sonrisita nada disimulada—. Y que Cedric tampoco ha venido aquí solo para ver a Draco.
Cedric no negó nada. Theo tampoco.
Blaise casi se ahoga de la risa.
Yo, en cambio, decidí que era el momento perfecto para distraer a todos con algo más útil. —No es que no disfrute dd esta charla, pero... tenemos cosas que hacer.
Cedric me miró con algo parecido a curiosidad. —¿Algo interesante?
—Nada que le incumba a Diggory —murmuró Theo.
—Nada que necesites saber —repliqué con un tono más neutro. Él no parecía muy convencido, aunque tampoco insistió. En cambio, sonrió de lado y me sostuvo la mirada.
—Nos vemos pronto, Draco.
—Nos vemos pronto, Cedric —esperé a que se alejara antes de dar la orden—. Nos reunimos en la Sala de Menesteres en una hora.
Anthony silbó. —¿Reunión clandestina?
—Reunión clandestina.
Luna sonrió, sin embargo luego miró a Theo y su expresión se volvió pensativa.
—Es curioso cómo cuando Cedric se acerca, Theo reacciona igual que cuando Potter está cerca de ti.
Hubo un silencio.
Blaise bajó la cabeza, temblando un poco. ¿Estaba… riéndose? Anthony se aclaró la garganta y miró al techo con demasiado interés.
Theo se tensó de inmediato. —¿Qué estás insinuando, Luna?
—Que la energía que emites es intensa —dijo tranquilamente—. Muy intensa.
Theo entrecerró los ojos. —Yo no emito energía.
Ella asintió con una sabiduría absoluta.—Sí, lo haces. Especialmente cuando alguien que tú sabes quién está cerca de tú sabes quién.
Puse los ojos en blanco. —Si vas a decir algo, di lo que es, Luna —nunca entendía del todo cuando hacía comentarios así. Ella ladeó la cabeza con una sonrisa enigmática.
—Lo hice.
Negué con la cabeza. —No hiciste nada. Solo hablaste en acertijos.
Luna solo me miró como si yo fuera el que no entendía nada. Lo cual, claramente, no era el caso.
—En fin, eso no importa —continué—. Theo, relájate. Diggory no estará en las reuniones.
Él dejó de parecer un gato erizado al instante.
—Bien.
Blaise murmuró algo sobre "hipocresía" que ignoré por completo.
—¿Y si no queremos? —preguntó Anthony divertido.
—Querrán.
—¿Por qué? —sonreí con arrogancia.
—Porque soy Draco Malfoy.
Blaise suspiró.
—Bueno, eso lo explica todo.
...
Había cosas que nunca cambiaban.
Como la forma en la que Potter arruinaba mi vida incluso cuando no estaba presente.
Me pasé una mano por el cabello, exhalando lentamente. No podía evitarlo, mi mente seguía regresando a él. A su expresión confundida cuando lo enfrenté después del interrogatorio, a cómo se había lanzado por las escaleras como un lunático (aunque sabia que habia sido solo un accidente) y a cómo me había obligado a sentarme en la enfermería con un nudo de culpa en el estómago mientras rogaba por mi atención. Y lo peor de todo, lo que realmente me carcomía, era que Potter tenía razón. No en lo de las escaleras, claro (sigo sintiendo algo de culpa, la muy maldita no se va) sino en lo otro. En lo que hizo por mí, antes.
Yo sabía lanzar un Patronus gracias a él.
Era una realidad que prefería no admitir en voz alta, sin embargo que ahora era imposible ignorarla cuando estaba a punto de enseñarles a mis amigos un hechizo que, sin la intervención de Potter, probablemente me hubiera costado años dominar.
No es que él fuera la única razón, claro. Potter tuvo su ventaja con el Patronus porque tenía un recuerdo lo suficientemente poderoso, algo que lo impulsaba. Pero yo… yo también lo tenía. Solo que en otro tiempo, en otra vida.
En la línea del tiempo original, jamás me hubiera permitido pensar en Potter como algo más que un rival en segundo año, y mucho menos como alguien a quien debía agradecerle. Pero las cosas habían cambiado. Yo había cambiado.
Y aunque a veces me costara aceptarlo, quizás esta vez no debería ser tan malo con él.
—¿Dray? —La voz de Theo me sacó de mi ensimismamiento—. ¿Vas a quedarte parado ahí? ¿Estás bien? —preguntó preocupado.
—Cálla y presta atención —respondí, recuperando la compostura.
Todos me miraban con expectación. Luna, sentada en una mesa, con su típica sonrisa de quien entiende más de lo que deja ver. Anthony y Blaise, con los brazos cruzados y expresión de "esto será interesante". Y Theo… bueno, Theo tenía esa mirada intensa que a veces me incomodaba sin razón aparente.
—Vamos a trabajar en el Patronus —anuncié, paseándome frente a ellos—. Un hechizo de defensa avanzado, probablemente el más avanzado que intentarán aprender en toda su vida —y uno que necesitáremos si lográramos salir de este año con vida.
Blaise resopló.
—¿Y se supone que debemos lograrlo en una noche?
—Oh, no —respondí con una sonrisa maliciosa—. Se supone que deben intentarlo y fracasar miserablemente para que yo pueda burlarme de ustedes.
Anthony rodó los ojos divertido. —Encantador como siempre, Draco.
—Observen y aprendan —dije ignorándolos. Saqué la varita y cerré los ojos por un momento, buscando el recuerdo adecuado.
Podría haber usado el más obvio: el día que mis padres quedaron libres, la imagen de ellos saliendo de Azkaban con la cabeza en alto, orgullosos, intactos. Y como habían estado orgullosos al ver cómo había reconstruido mi vida.
Pero esta vez, otro recuerdo se impuso.
La sensación de estar en un mundo nuevo, diferente. La primera vez que no tomé el Expreso de Hogwarts juntos a ellos cuatro, el desastre que fue, y cómo terminó siendo una de las mejores experiencias de mi vida. No porque fuera caótica, sino porque estuve con mis amigos. Porque no me sentí solo ni como un intruso.
La calidez de esa sensación recorrió mi cuerpo.
—Expecto Patronum.
Y entonces, el dragón surgió otra vez.
Majestuoso, brillante, con sus alas extendidas y la mirada afilada, rodeándome con un movimiento elegante. ¿Hace cuanto que no lo veía, hace cuanto no recordaba?
El silencio que siguió fue tan absoluto que incluso Luna tardó unos segundos en reaccionar.
—Oh —susurró, con una sonrisa soñadora—. Eso es realmente hermoso.
Blaise exhaló, incrédulo. —Vale. Esto sí es impresionante.
Anthony silbó bajo. —Pensé que diría esto, pero no tan rápido... eres asombroso Principe.
Theo no dijo nada. Solo me miró con una intensidad que no supe descifrar del todo.
—Bien —hablé apagando el Patronus con un movimiento de muñeca—. Ahora es su turno.
La parte divertida fue verlos intentarlo.
Anthony logró un débil destello plateado por solo un segundo, aunque se desvaneció antes de tomar forma. Blaise murmuró algo sobre lo innecesariamente sentimental que era todo esto. Luna parecía disfrutar más el proceso que el resultado, aunque su varita apenas emitió una chispa luminosa.
Y Theo…
Theo estaba frustrado.
—Esto es ridículo —gruñó, con los dientes apretados—. No entiendo cómo puede ser tan difícil.
—Porque lo es —respondí, acercándome a él—. Necesitas un recuerdo lo suficientemente fuerte. Algo que te haga sentir completamente seguro.
Theo tensó la mandíbula. —No sé si tengo uno.
—Lo tienes —insistí—. Solo necesitas encontrarlo.
Respiró hondo, cerró los ojos y lo intentó una vez más. Su varita chispeó con una luz plateada, apenas un destello, sin embargo era algo.
—Eso es —lo felicite con una sonrisa genuina—. Solo necesitas hacerlo más fuerte.
Theo me miró, y por una fracción de segundo, sus ojos brillaron de una manera extraña.
Y entonces, Luna soltó un suspiro dramático.
—Ay, Theo… si sigues mirándolo así, un día Draco va a darse cuenta.
Los chicos rieron, Theo se puso rígido y yo…
—¿Darme cuenta de qué?
Luna sonrió con misterio. —Oh, nada. Solo cosas obvias.
Y, por alguna razón que no entendí del todo, Blaise, Anthony y hasta Theo evitaron mi mirada.
...
El mapa del castillo seguía extendido sobre la mesa, pero ahora el centro de atención no era la lista de sospechoso, ni nuestras improbables habilidades detectivescas, sino los mensajes.
"Te estaré observando, Draco".
"Por y para ti, Draco Malfoy"
Eran pocas palabras, aunque cada una de ellas me ponía la piel de gallina.
—Bueno… esto es perturbador —murmuró Anthony, pasando un dedo por el borde del pergamino como si esperara descubrir algo oculto.
—Más que perturbador, raro —corrigió Theo inclinándose sobre la mesa—. ¿Qué clase de lunático manda mensajes así?
—Un lunático con demasiado tiempo libre —resopló Blaise, cruzándose de brazos—. Por y para ti, Draco, ¿qué se supone que signifique eso?
No respondí. Porque tenía demasiadas teorías en la cabeza y ninguna me gustaba.
—Podría ser alguien enamorado de ti —sugirió Luna con su tono más bajo de lo normal—. Aunque si ese fuera el caso, debería haber usado un lenguaje menos… ominoso.
—Sí, algo como "te amo, Draco", y no "te estoy acechando, Draco" —murmuró Blaise con sarcasmo.
—Tal vez es un mensaje doble —propuso Anthony—. Como si estuviera diciendo que lo que está haciendo es para ti, de alguna forma.
—Eso es lo que me preocupa —confesé entrecerrando los ojos—. Porque es la misma persona que está atacando a otros estudiantes, entonces…
—Entonces no está atacando al azar —terminó Theo, su expresión volviéndose sombría—. Lo hace por ti. Ella o él mismo lo dijo.
Silencio.
La idea dejó un sabor amargo en mi boca.
—Quizás quiere impresionarte —hablo Luna de repente, como si estuviera comentando sobre el clima.
Todos la miramos. —¿Impresionarme? —repetí atónito.
—Bueno, sí —dijo con total tranquilidad—. Piénsalo. Es alguien que quiere que sepas que está ahís que sus acciones están relacionadas contigo, eso significa que quiere llamar tu atención.
—A ver, espera —Blaise levantó una mano—. ¿Estás diciendo que este tipo está atacando estudiantes como si fueran algún tipo de… sacrificio para Draco?
—Tal vez no sacrificio —respondió ella inclinando la cabeza—. Aunque sí… un tipo de demostración.
—¿Ya dije que esto es lo más enfermo que he escuchado en mi vida —dijo Anthony frunciendo el ceño.
No lo dije en voz alta, sin embargo no podía evitar que algo dentro de mí se revolviera con incomodidad.
Porque, en el fondo, tenía la sensación de que Luna no estaba tan equivocada, y al mismo tiempo, como que tenía que haber algo más.
—Esto no nos lleva a ninguna parte —dije finalmente masajeándome las sienes—. No sabemos quién lo está haciendo, no sabemos qué quiere realmente, y lo único que tenemos son dos pergaminos con frases que parecen sacadas de una mala novela de misterio.
—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Theo.
Me quedé en silencio un momento.
—Seguimos investigando —respondí al final—. Pero con más cuidado.
Porque si el responsable estaba realmente obsesionado conmigo… entonces esto estaba lejos de terminar.
~~~❤︎~~~
El último día antes de las vacaciones de Navidad, la Sala Común de Ravenclaw estaba más animada de lo habitual. La mayoría de los estudiantes ya estaban haciendo sus maletas o terminando de escribir cartas apresuradas a sus familias. Entre risas y despedidas, mis amigos y yo nos habíamos reunido cerca del fuego, disfrutando los últimos momentos antes de separarnos por unas semanas.
—Es oficial —dijo Blaise con una sonrisa satisfecha—. Este es el primer año en el que todos tenemos un plan decente para las vacaciones —aunque apenas era nuestro segundo año.
—Y en el que Draco no se queda solo en el castillo —añadió Anthony, con una sonrisa que intentaba ser ligera, aunque que dejaba ver su preocupación.
Rodé los ojos.
—No es como si me molestara estar aquí, sin embargo admito que me alegra salir un poco —Sabía que lo decían por lo que había pasado con mi padre. Desde que Lucius había hecho lo que habia hecho, las conversaciones sobre mi familia habían sido un tema delicado. Y ahora... —Mi prima es genial —dije cruzándome de brazos—. Pasaremos las fiestas juntos, y después me reuniré con Severus. Así que sí, estaré bien.
Hubo un momento de silencio antes de que Luna sonriera ampliamente.
—Estoy feliz por ti, Draco. De verdad.
—Nosotros también —agregó Anthony, y Blaise asintió.
Theo, que había estado callado hasta ahora, de repente me envolvió en un fuerte abrazo. No fue un simple gesto amistoso. No fue un golpe en la espalda o un saludo casual. Fue fuerte, lo suficiente para hacerme tambalear un poco.
—Disfruta las vacaciones —murmuró contra mi hombro—. Pero si haces algo estúpido, me aseguraré de que pagues por ello cuando volvamos.
—¿Cuando vuelvas? —me burlé—. ¿Por qué suena como una amenaza?
Él solo resopló, pero no me soltó de inmediato. Cuando finalmente lo hizo, su expresión era seria, como si quisiera decir algo más, pero decidió no hacerlo.
—Bueno —dijo Blaise, sacudiéndose la túnica—. Creo que nosotros nos vamos antes de que los carruajes nos dejen atrás.
...
Me dirigí hacia las mazmorras, donde sabía que encontraría a mi padrino. Cuando entré en su despacho, Severus estaba organizando unos frascos en su estante, con la misma expresión de cansancio perpetuo que solía llevar en esta época del año.
—Draco —saludo sin volverse—. Supuse que vendrías antes de irte.
Me crucé de brazos, apoyándome contra el escritorio. —No podía irme sin despedirme —Severus asintió, sin embargo no dijo nada. Era su manera de demostrar que le importaba, supongo —. No puedes venir conmigo, ¿verdad? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta.
—No —respondió con su característico tono bajo—. Alguien tiene que quedarse a vigilar a los estudiantes que permanecen aquí.
Suspiré. No me gustaba la idea de dejarlo solo en el castillo, pero sabía que no tenía elección.
—Entonces… —metí la mano en mi túnica y saqué una pequeña caja envuelta en un papel oscuro con detalles plateados—. Te traje esto.
Severus me miró con sospecha antes de tomar la caja y desenvolverla con la precisión de alguien que no confía en las sorpresas. Cuando abrió la tapa, se quedó en silencio.
Era un collar de plata, simple pero elegante. Y si lo abría, dentro encontraría una pequeña foto de nosotros dos. Una de las pocas fotos que tenía de los momentos en los que realmente me había sentido a salvo, cuando él me cuidó después de que Lucius me echara de casa. Era muy parecido al relicario que mi madre me había dado la Navidad pasada.
Severus no era un hombre de muchas palabras, vi cómo apretó la mandíbula, como si estuviera conteniendo algo.
—Es un detalle innecesario —dijo finalmente aunque su tono era más suave de lo habitual.
—Por favor —bufé—. Claro que es necesario.
Dudé un momento, a pesar de eso luego me acerqué y lo abracé. No fue un abrazo largo, ni dramático, ni de los que harían llorar a alguien más sentimental. Pero fue sincero.
—Gracias por todo, Severus —murmuré.
Sentí cómo su mano se apoyaba en mi hombro durante un breve segundo antes de apartarse.
—No hagas tonterías mientras estés fuera, Draco —dijo recomponiéndose—. Y cuida de ti.
Sonreí levemente.
—Siempre lo hago.
Y con eso, me despedí.
...
El aire helado me golpeó en cuanto salí del carruaje. La nieve crujía bajo mis zapatos mientras me quedaba inmóvil frente a la puerta de la casa Tonks, mirando la entrada con una mezcla de nervios y expectativa. No era la primera vez que veía la casa, pero esta vez era distinto. Esta vez estaba aquí para quedarme, al menos por las fiestas.
No podía evitar sentirme fuera de lugar. Después de todo, era la casa de la tía Andy, la hermana de mi madre, a quien apenas conocía. Una mujer que había sido expulsada de la familia antes de que yo naciera. Una familia que yo también había perdido.
—Vamos, Draco —escuché la voz de Tonks a mi lado. Mi prima me dedicó una sonrisa alentadora mientras recogía su maleta del suelo. Llevaba el cabello en un tono rojo oscuro, probablemente porque quería combinar con la Navidad o simplemente porque sí—. No muerde, ¿sabes? —bromeó, empujándome suavemente hacia la puerta.
Tragué saliva, aún sin moverme.
—Lo sé —respondí, aunque en realidad no estaba tan seguro.
Ella rodó los ojos y tocó la puerta por mí antes de que pudiera detenerla. —Mi madre es más amable de lo que piensas —dijo en voz baja, mirándome de reojo—. Sé que esto es raro para ti, pero no estás solo, ¿vale?
No respondí, sin embargo agradecí su apoyo.
La puerta se abrió y, en el umbral, apareció una mujer alta de cabello oscuro y mirada firme. Se parecía mucho a mi madre, pero había algo más cálido en sus rasgos. Andrómeda Tonks me observó en silencio por un momento. Yo hice lo mismo, sintiendo que el peso de los años de separación entre nuestras familias se materializaba en el aire.
Y entonces, sonrió.
—Draco, bienvenido a casa.
Y de pronto, respirar se volvió un poco más fácil.
...
Los primeros días en la casa Tonks fueron... extraños. Y no el tipo de "extraño" que te hace mirar sobre tu hombro esperando que algo explote (aunque, con mi prima en la ecuación, tampoco era descartable). Era más bien el tipo de extraño que te hace sentir como si hubieras aterrizado en una dimensión paralela. Para empezar, esta gente hablaba. Como, de verdad hablaba. Y no en susurros calculados ni con sonrisas tensas llenas de dobles intenciones, sino de verdad. En voz alta. Con risas y bromas y, lo peor de todo, sin ningún tipo de filtro.
La primera vez que Edward Tonks (¿mi tío?) me palmeó el hombro como si fuera cualquier otro niño, estuve a punto de sacar la varita por puro reflejo. Y no porque fuera desagradable, solo porque nunca lo había recibido un trato tan... ¿tranquilo? ¿amable? De un adulto.
—Así que tú eres el famoso Draco Malfoy —hablo con una sonrisa tan relajada que me dieron ganas de interrogarlo solo para averiguar cuál era su verdadero plan.
—Depende de quién lo diga —respondí arqueando una ceja. Él soltó una carcajada, como si lo que había dicho fuera lo más gracioso del mundo.
—Me gusta este chico, Andy, Tiene buen sentido del humor.
Mientras intentaba procesar semejante blasfemia, Tonks me dio un codazo.
—No lo asustes, papá —rió—. Draco todavía no se ha acostumbrado a lo caótica que es esta casa.
Eso era la subestimación del siglo.
Aquí, el desayuno era ruidoso, las conversaciones eran francas, y nadie parecía haber oído hablar de la discreción o la compostura. Ted se paseaba en pijama con un café en la mano, la tía Andy hacía comentarios sarcásticos sobre la familia Black con la misma elegancia con la que bebía su té, y mi prima… bueno, ella seguía existiendo.
Y lo peor o mejor de todo: no me sentía fuera de lugar.
El tercer día, después de la cena, hubo un intercambio de miradas sospechoso entre los adultos. Había visto suficientes conspiraciones en Hogwarts como para reconocer una cuando la tenía delante.
—Draco, tenemos algo para ti —dijo Andy con una sonrisa enigmática.
La miré con el nivel de sospecha que la situación merecía.
—¿"Algo"? —repetí, entrecerrando los ojos.
—Sí —añadió Ted con una expresión que no me gustaba nada—. Una pequeña sorpresa.
Tonks estaba a punto de explotar de emoción, lo cual era señal suficiente de que debía huir mientras aún podía. —Y te va a encantar —anunció con una sonrisa traviesa.
Oh, no.
—¿Me va a encantar de verdad o es ese tipo de "te va a encantar" que la gente dice antes de hacerte pasar una humillación pública? —pregunté cruzándome de brazos.
—Confiemos en el proceso, querido primo —respondió dándome una palmadita en la cabeza como si fuera un niño de cinco años. La miré con el desprecio que se merecía.
Sin embargo, aunque intenté aparentar que no me importaba, había algo dentro de mí (una parte ridículamente optimista que pensé que ya estaba muerta) que sintió un pequeño cosquilleo de anticipación.
.
Estoy acostumbrado a recibir sorpresas. Algunas buenas, como cuando Severus deja ingredientes raros en mi mesa de trabajo sin decir nada. Algunas malas, como cuando Potter decide que respirar no es suficiente y abre la boca.
Pero esto… esto es otra cosa.
Porque ahí, en la entrada de la casa, estaba mi madre.
Por un segundo, pense que estaba alucinando, que tal vez algún idiota decidió jugar conmigo usando un hechizo de ilusión, o mi cerebro finalmente ha colapsado por el estrés y me está dando una visión reconfortante antes de apagarse por completo. Todo era posible en este mundo.
Pero entonces ella da un paso adelante, y su voz rompe la distancia.
—Draco...
Oh.
Oh, mierda.
No sé en qué momento me moví, aunque de repente la estoy abrazando con tanta fuerza que casi la tiro al suelo. Huele igual que siempre. A rosas frescas y un toque de jazmín. Sus manos temblaron cuando se aferran a mi túnica, y eso es lo que me mata. Nunca la había visto temblar antes.
—Mi niño… —susurra contra mi cabello.
Mi garganta se cierra.
¿Qué se supone que diga?
¿"Hola, madre, ¿cómo estás? ¿Recuersas que tu querido esposo me echó de casa como si fuera basura? Pero no te preocupes, sobreviví. Aprendí a hacer chistes para no llorar y descubrí que Severus es mejor figura paterna de lo que Lucius jamás fue"?
Sí, no. No es el momento.
Así que solo cierro los ojos y me aferro a ella.
—Lo siento.
Frunzo el ceño y me aparto un poco. —¿Qué?
—Por no haber estado contigo cuando más me necesitabas. Por no haberte protegido mejor de tu padre.
Y genial. Ahora sí iba a llorar.
Sacudo la cabeza, ignorando el nudo en mi garganta.
—No, madre. Tú no hiciste nada malo. Si no fuera por ti, él me habría echado mucho antes.
Aprieta los labios, como si quisiera decir algo más, y en su lugar, sus dedos recorren mi cabello con una suavidad que no recordaba haber necesitado tanto hasta ahora. Siento algo frío contra mi pecho y bajo la mirada.
El relicario.
El mismo relicario que he mantenido conmigo desde aquella noche.
Y ella… ella lleva el suyo también.
Mi garganta se cierra aún más.
—Supongo que al menos hicimos algo bien —murmuro señalando las dos joyas idénticas.
Mi madre deja escapar una suave risa, y algo extraño se instala en mi pecho. Algo cálido. Algo que no quiero nombrar.
Es entonces cuando recuerdo que no estamos solos.
Giro la cabeza lentamente y encuentro a los Tonks mirándonos con expresiones que van desde la emoción hasta el completo descaro.
Ted se está limpiando una lágrima que claramente no existe.
—Bueno, eso fue hermoso —declara con dramatismo innecesario.
La tía Andy sonríe como si fuera la tía favorita de todo el mundo (y, considerando a la otra que me queda... pues si lo es).
Y Tonks…
—Merlín, qué dramáticos —bufa, pero su nariz roja y sus ojos brillantes la traicionan.
Ruedo los ojos.
—Tú eres la última persona que debería hablar de drama, Tonks.
Ella me saca la lengua.
Y, extrañamente, todo se siente un poco más ligero.
...
Si me hubieran dicho hace un año que pasaría la Navidad con los Tonks, probablemente habría preguntado si me había golpeado la cabeza o si alguien me había lanzado un confundus. Pero aquí estaba. Y no está mal.
La tia Andy cocina demasiado bien como para ser cierto, Ted Tonks era insoportablemente simpático, y Tonks… sigue siendo Tonks. Tropieza con todo, cambia su nariz para burlarse de mí y, por algún motivo, ha decidido que me llamará "mini-cis" porque, según ella, me parezco a mi madre en joven.
Pero lo más importante: mi madre está aquí.
No todo el tiempo, claro. Aún vive en la Mansión Malfoy, sin embargo ha encontrado la manera de escaparse sin que mu padre sospeche. Tomamos juntos el té, me acomoda la bufanda cuando salimos y me mira con una ternura que me hace sentir que todo esto vale la pena.
Solo hay un problema.
Las cartas.
—¿Estás segura de que no las han interceptado? —pregunto dejando la pluma mientras releo la respuesta de mis amigos.
Blaise ha escrito que su Navidad fue "una tortura de etiqueta" ya que volvió a conocer a otro de los esposos de su madre, y le dije que no se preocupará, seguramente moriría rápido esta vez. Anthony habia divagado sobre constelaciones de invierno y me habia preguntado por mis vacaiones. Luna ha añadido un dibujo de un Thestral que probablemente significa algo profundo que probablemente no entenderia en algún tiempo y Theo…
Theo ha escrito:
.
Querido Dray,
Espero que estés bien y que te estén consintiendo lo suficiente. Me niego a creer que tu madre no esté mimándote cada cinco minutos, y si no lo está haciendo, dímelo para que le escriba personalmente. Sé que estás con tu familia y que eso es bueno, pero igual no puedo evitar preocuparme. Prométeme que te estás cuidando y que si algo pasa, me lo dirás. No me mientas, porque te conozco demasiado bien.
Te extraño. No voy a fingir que no. Sin embargo me alegra saber que estás mejor que aquí. Mi padre ha estado insoportable, aunque no quiero hablar de eso. Prefiero saber de ti. ¿Cómo han sido estos días? ¿Tu prima te ha sacado de quicio ya? ¿Qué tal tu madre? No me dejes con la intriga, Dray.
Recuerda que si en algún momento necesitas un escape, siempre tienes un lugar conmigo. Siempre, principe.
Tu gran caballero con brillante armadura, Theo.
.
Rodé los ojos con cariño.
—Draco, ya te lo dije —interviene mi madre desde su sillón—. Tu padre no ha prestado atención.
—Pero si lo hace…
—Tengo una excusa preparada.
Eso me hace levantar la cabeza. —¿Qué excusa?
Ella sonríe con calma.
—Le dije que habías insistido en quedarte con Severus para mejorar en pociones.
La mentira es perfecta.
Lucius jamás cuestionaría que su hijo (un prodigio en pociones y, aunque no lo admita en voz alta, en muchas otras cosas) prefiera pasar las vacaciones estudiando con el mejor pocionista de su generación.
Me acomodo en el sillón, más tranquilo.—Eso fue inteligente.
Mi madre inclina la cabeza con diversión.
—Querido, soy una Black y he sobrevivió a esta familia por años. Por supuesto que lo soy.
Hago una mueca mientras vuelvo a mirar la carta de Theo. Después de un momento, tomo la pluma y escribo:
.
Querido Theo, mi gran caballero con brillante armadura.
No te preocupes, mi madre está compensando todos los días en los que no pudo consentirme como quería. No puedo dar dos pasos sin que intente darme algo de comer, y si me ve sin un suéter puesto, me lo lanza a la cara. Tonks y mi tío lo encuentran divertidísimo. Yo no tanto después de despeinarme por octava vez en el día.
Por cierto, tu paranoia es adorable, pero no tienes que preocuparte tanto. Estoy bien, en serio. No tienes que imaginarme sufriendo en una esquina como en una tragedia griega. Estoy con mi familia, con personas que me quieren y que (créelo o no) no me presionan para que sea algo que no quiero ser. No estoy acostumbrado a eso.
Por cierto, tú también me debes contar más cosas. Me dices que tu padre está insoportable y luego lo dejas ahí. ¿Qué ha hecho esta vez? Sabes que te escucho y puedes contar conmigo para lo que sea que necesites ¿verdad?
Y si me dices que me escape contigo, al menos dime a dónde. Porque si es a la Mansión Nott, paso. Perdón.
Tu Principe, Draco.
.
Cuando me giro, mi madre sigue mirándome con una expresión que no sé cómo descifrar.
—¿Qué sucede? —pregunto sospechando lo peor.
—Nada —responde, con una sonrisa que no me da confianza—. Solo… ¿te has dado cuenta de que Theodore está bastante apegado a ti?
La pluma casi se me cae de la mano.
—¿Qué?
—Nada, nada —dice con demasiada inocencia, como si no acabara de lanzar una bomba y estuviera esperando mi reacción.
Parpadeo, confundido.
¿Theo? No, imposible. Siempre ha sido así conmigo. Su humor, su sarcasmo, su insistencia en sentarse a mi lado, en tocarme el cabello, en invadir mi espacio personal...
…Oh.
No.
Eso no significa nada.
La observo con los ojos entrecerrados.
—¿Estás insinuando algo?
Ella se encoge de hombros con una elegancia impecable.
—Solo observo.
Dejo la carta a un lado con más fuerza de la necesaria.
—Observar es molesto.
Su sonrisa se ensancha.
—No cuando tienes razón.
Resoplo y me levanto del sillón. —Voy a buscar más pergamino —antes de que salga de la habitación, la escucho reír suavemente.
Lo peor es que no tengo idea de por qué.
...
La Navidad en casa de los Tonks fue… caótica.
No en el sentido elegante de una fiesta Malfoy con candelabros flotantes y vino caro, sino en el sentido de que en algún momento, Tonks se tropezó con el árbol, derribó la mitad de los adornos y la tía Andy casi la asesinó con una espátula.
Ted intentó amenizar la situación contando chistes pésimos, mi madre fingió no conocer a nadie durante aproximadamente cinco minutos, y yo me limité a beber chocolate caliente con la dignidad de alguien que no se asocia con el desastre.
(Aunque, para ser sinceros, la comida compensó todo el espectáculo. Si la cocina de Andrómeda es el precio a pagar por la locura de la familia, podría considerarlo un trato justo).
Los regalos fueron otro tema.
Mi tan amada prima en su infinita creatividad, me regaló un gorro de lana de color azul chillón con alas de águila.
—Para que combines con tu casa, mini-cis —hablo con una sonrisa malvada.
—Me niego a aceptar esto —respondí, con mi mejor mirada de desdén aristocrático.
—No puedes rechazarlo. Es magia navideña.
—Es un atentado contra el buen gusto.
Mi madre, por supuesto, lo encontró "adorable". Lo que significa que probablemente me obligará a usarlo en algún momento.
(Blaise, Anthony, o Luna y mucho menos Theo nunca deben enterarse de esto jamás, bajo ninguna circunstancia).
Después de la cena, nos quedamos junto a la chimenea, con el crepitar del fuego llenando los silencios. Por un momento, todo estuvo… tranquilo.
Mi madre me miró desde su lugar en el sillón y, sin decir nada, me pasó una taza caliente de té.
No fue necesario nada más.
En ese instante, entendí que esta Navidad no tenía que ser perfecta para ser la mejor que había tenido en mucho tiempo.
Quizá la única que de verdad se sintió como Navidad.
Y aunque nunca lo admitiría en voz alta, había algo extrañamente cómodo en el desastre de los Tonks.
Tal vez, solo tal vez… podría acostumbrarme a esto.