Draco Malfoy y la Casa de los Nero

Harry Potter - J. K. Rowling
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Draco Malfoy y la Casa de los Nero
Summary
Después se un desastroso primer año en Hogwarts, Draco esta decidido a que este año sea mejor, de que sea normal. Así que destruye el diario de Voldy, venir del futuro lo ayudaba en la tarea.Pero el destino tiene que equilibrar todo de nuevo, si ya no tenemos a Voldemort con nosotros este año... ¿Qué pasará? ¿Y cómo estamos tan seguros de qué él no está ahí en realidad?Además de eso, tiene que buscar sobre la familia Nero (que podría o no ser también su familia). ¿Lo malo? Pareciera que nunca existió, aunque tengan pruebas de que si.Esta es la bienvenida a su segundo año....Hola! Este es el segundo libro de la saga "Draco Malfoy y el diario de Carlise Noir" así que para leer esto te recomiendo antes leerte el anterior, que podrás encontrar en mi perfil.Al final, decidí omitir por completo a Voldemort aquí, ¿o quizá no?Espero que le den una oportunidad a esta segunda parte, y disfrútenla.Nos leemos!M. S. C
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"Por y para tí, Draco Malfoy"

La cena de Halloween había sido un desastre, y no porque la comida estuviera mala (Hogwarts jamás fallaba en eso), sino porque la noticia del ataque había dejado el ambiente completamente enrarecido.

 

Una niña, de primer año, en coma. Sin heridas visibles, pero cubierta de sangre. La habían encontrado Potter y compañía, lo que solo me molestaba más, ya que... ¿Por qué se estaba repitiendo la historia? ¿Por qué lo estaba haciendo mucho peor?.

 

No lo entendía. Esto no debía estar pasando.

 

Había destruido el diario en verano. Me aseguré de que Voldemort no tuviera forma de poseer a nadie. Entonces... ¿por qué estaba ocurriendo esto?

 

Me pasé una mano por la cara mientras Anthony me daba un codazo. -Draco, deja de fruncir el ceño o te van a salir arrugas antes de los diecisiete - intento bromear. No le respondí, solo me puse de pie y lo seguí junto a Luna, que observaba todo con su expresión soñadora habitual, como si el hecho de que una niña estuviera en coma no fuera nada fuera de lo normal.

 

Nos dirigíamos a la salida cuando sentí una mirada fija en mí.

 

No fue difícil encontrar la fuente: Potter.

 

Se estaba acercando, con pasos rápidos y expresión seria, sin embargo cuando estuvo a medio metro de mí, se detuvo en seco. Frunció el ceño, apretó la mandíbula y pareció debatirse internamente, por un momento, creí que iba a decir algo importante. En cambio negó con la cabeza, apartó la vista y se marchó, dejando atrás a Weasley y Granger, que lo miraban igual de confundidos que yo.

 

-Eso fue... extraño -comentó Anthony.

 

-No lo sé -murmuró Luna-. Parecía que quería decirte algo y que al final cambió de opinión.

 

Rodé los ojos con cariño. -Gracias, Luna, jamás lo habría adivinado -Aunque la verdad era que la actitud de Potter me perturbaba más de lo que quería admitir.

 

¿Qué era lo que había querido decirme? ¿Por qué se lo pensó mejor?

 

Fuera lo que fuera, no me gustaba. Y tenía el presentimiento de que tarde o temprano lo averiguaría.

 

.

 

No podía dormir.

 

La habitación de la Torre de Ravenclaw estaba en completo silencio, solo interrumpido por la respiración pausada de mis compañeros. Afuera, la lluvia golpeaba los ventanales con suavidad, como si el castillo entero estuviera conteniendo el aliento. Cerré los ojos, intentando ignorar el peso en mi pecho, y a pesar de todo mi esfuerzo, fue inútil. Mi mente iba demasiado rápido enredándose en cada pequeño detalle de lo que había pasado esta noche.

 

Esto no tenía sentido.

 

No tenía por qué estar pasando.

 

El diario estaba destruido. Sabía cómo funcionaba: Voldemort había estado poseyendo a la niña Weasley a través de ese objeto maldito, obligándola a escribir mensajes en las paredes, a soltar el basilisco. Lo había eliminado, lo había quemado hasta que no quedó nada, así que ¿cómo podía haber ocurrido un ataque en esta ocasión?

 

Alguien estaba detrás de esto.

 

Pero ¿quién?

 

Si descartábamos a Voldemort, las opciones se volvían aún más aterradoras. Porque significaba que había otro peligro en el castillo. Y lo peor de todo era que parecía saber exactamente lo que hacía.

 

Cerré los ojos con fuerza, aunque solo conseguí traer a mi mente la imagen mental sobre el estado de la pobre niña... si alguien no la hubiera encontrado a tiempo, si nadie la hubiera llevado a la enfermería... podría haber muerto.

 

Y entonces, en la soledad de la noche, me golpeó un pensamiento aún más aterrador.

 

Si esto seguía, si había otro ataque... alguien podia morir, alguien iba a hacerlo.

 

Apreté las sábanas entre los dedos, sintiendo el sudor frío en mi nuca. ¿Podría ser alguien del castillo? ¿Un profesor? ¿Un estudiante mayor que había encontrado un hechizo oscuro y lo estaba probando? Tal vez un mortífago que logró colarse en Hogwarts sin ser detectado...

 

O peor.

 

Tal vez esto no era solo alguien jugando con magia oscura, tal vez esto tenía que ver con nosotros. Con lo que hicimos en verano.

 

Mi estómago se revolvió con solo pensarlo. Había tocado con los chicos cosas que no debíamos, leído libros que nadie debería leer, destruido un objeto que contenía un fragmento del alma del mago más peligroso de todos los tiempos. Tal vez pensábamos que habíamos hecho lo correcto, pero ¿y si habíamos cometido un error? ¿Y si habíamos liberado algo que no entendíamos?

 

Tragué saliva, sintiendo el latido en mis sienes.

 

No. No podía ser eso.

 

No podíamos haber sido nosotros.

 

Pero entonces...

 

¿Por qué tenía la sensación de que alguien me estaba observando?

 

~~~❤︎~~~

 

El problema con mi mente era que no sabía cuándo detenerse. Y con cada noche de insomnio, cada hora desperdiciada dándole vueltas a lo que había sucedido, la sensación de inquietud se transformó en una necesidad devoradora: tenía que encontrar respuestas.

 

Si la Cámara de los Secretos ya no debía estar operativa, si habíamos destruido el diario de Voldemort, entonces alguien más estaba detrás de todo esto. Y si algo había aprendido en estos meses era que la información lo era todo.

 

Por eso, cuando al día siguiente la biblioteca abrió sus puertas, yo ya estaba dentro, rodeado de libros que probablemente nunca me hubiera molestado en leer antes. Historias de magia oscura, registros de eventos prohibidos en el mundo mágico, textos sobre la historia de Hogwarts, biografías de magos poderosos que alguna vez fueron considerados amenazas para la sociedad. Mis dedos recorrían las páginas con ansiedad, buscando cualquier indicio, cualquier palabra que pudiera darme una pista de lo que estaba ocurriendo.

 

Y no estaba solo.

 

Theo, Blaise, Luna y Anthony se habían convertido en mis aliados en esta misión. La chica en particular tenía una manera extraña de encontrar información en los lugares menos esperados. Mientras que yo buscaba lógica junto a Theo, Blaise encontraba los textos y Anthony intentaba organizarlo todo en notas y diagramas, ella simplemente tomaba un libro cualquiera, lo hojeaba sin prisa y encontraba conexiones que nosotros jamás habíamos considerado. Como si tuviera una brújula interna que la guiara directamente a lo que importaba.

 

No sabría decir cuanto tiempo pase así, pero estaba completamente seguro de que mucho, ya que los chicos del equipo empezaron a darme descansos para dormir aunque sea un poco, los profesores me ponían menos trabajo (aunque eso lo recompensaba con mis notas en sus clases avanzadas), Lockhart dejo de molestarme y se fue a por fin conseguirse una vida (en realidad, fue a molestar esta vez a Potter) y hasta mi padrino empezó a preocuparse por todas las tazas de café que me tomaba al día solo para leer un poco más de información. 

 

Y los chicos estaban igual, menos Luna por supuesto. Su padre nos mataría si se llegaba a enterar de que cuidabamos mal de su princesa. Así que Theo y yo éramos los encargados de cuidarla, lo cual no me disgustaba en nada.

 

Nuestros esfuerzos por conseguir aunque sea alguna pista u información fueron tantos que llegamos al extremo de ir al despacho del director para ver si tenía algo en todas esas pilas en libros en su oficina, por suerte o desgracia pareció no darse cuenta, y mi obsesión por estos libros aumentó aún más.

 

Entonces así fue como llegamos a este maravilloso momento.

 

—¡Por fin!— exclamó Blaise cuando Theo terminó de traducir la última frase en italiano. Sus ojos oscuros recorrieron la página como si esperara que las letras comenzaran a brillar y le revelaran algún gran secreto prohibido. Spoiler: no lo hicieron.

 

Estábamos en nada más y nada menos que en la Guarida del Cuervo, rodeados de libros, pergaminos, y restos de lo que alguna vez fueron bocadillos de contrabando. No podía precisar la hora, aunque considerando que Anthony tenía la cabeza apoyada en la mesa como si su alma hubiera abandonado su cuerpo, debía ser algo tarde.

 

—¿Y qué dice?— preguntó Luna asomándose por encima de mi hombro con la emoción de quien espera una historia de aventuras, no un relato de un posible mago oscuro con un fetiche por el dramatismo (porque si, Carlise era el rey de estos, lo dice la persona que tiene su diario consigo).

 

Theo se pasó una mano por la cara y leyó en voz alta:

 

"Carlise Noir, mago de origen desconocido, fue considerado un prodigio en las artes mágicas desde una edad temprana. Se le atribuyen múltiples teorías sobre el poder de su varita, la cual estaba compuesta de un núcleo inusual: un entrelazado de fibra de dragón y esencia de Veela. Su capacidad mágica era tal que algunos consideraban que..."

 

Hizo una pausa dramática. Nadie respiró.

 

—¡Sigue!— exigí, porque si este hombre iba a descubrirme que tenía una varita compartida con un tipo sospechoso del pasado, mínimo debía dármelo todo de golpe.

 

—Eso es todo.

 

Hubo un silencio sepulcral. Blaise parpadeó como si no hubiera escuchado bien. Anthony levantó la cabeza como un muerto resucitando. Yo…

 

—¿Qué?

 

—No hay más. Pasamos la página y lo único que hay son runas antiguas.

 

Lo tome entre mis manos y giré el libro con la violencia de quien ya había soportado demasiado en la vida, y sí. Ahí estaban. Runas. Muchas. Con un lenguaje tan arcaico que ni siquiera parecían reales.

 

Blaise soltó un gruñido de frustración. —Merlín, llévame contigo.

 

—Al menos avísame antes, así voy preparando las maletas— murmuré, cerrando el libro con un golpe que hizo saltar a Anthony.

 

Luna, por supuesto, no se veía ni remotamente afectada.

—Bueno, esto es interesante — hablo  sonriendo.

 

Theo dejó caer la cabeza contra la mesa.

—Me niego a aprender runas antiguas por este tipo— murmuró contra la madera.

 

—Podríamos preguntar a la prima del Principe, ella esta en el ministerio, ¿no? — sugirió Anthony, masajeándose las sienes.

 

—Sí, seguro— ironizó Blaise—. "Oye, Tonks, ¿qué opinas de este mago sospechoso que ni el Ministerio quiere recordar? ¿Podrías ayudarnos a descifrar su legado de terror? Ah, y por cierto, todo esto comenzó porque Draco accidentalmente terminó con su varita y diario" —y eso que no sabia oo de la parte del viaje en el tiempo.

 

Todos me miraron.

 

—¡No fue mi culpa!— protesté—. La varita me eligió, ¿okey? ¿Qué se supone que haga? ¿Devolverla con un recibo de compra y pedir un reembolso?

 

Luna ladeó la cabeza. —Tal vez la varita quiere que descubras su historia.

 

—O tal vez solo quiere verme sufrir— respondí apoyando la frente en mis manos—. Porque claramente está funcionando.

 

Suspiré y miré a mis amigos, quienes compartían la misma exasperación, confusión y en el caso de Anthony, una expresión de "por favor, quiero dormir".

 

—Está bien— dije—. Vamos a resolver esto. Pero si descubro que Carlise era un maniático que le hablaba a su varita, la dejo en una caja y la olvido para siempre.

 

—No lo harás— murmuró Theo, sin levantar la cabeza de la mesa.

 

—Probablemente no— admití.

 

La investigación continuaría. Aunque primero, tal vez, lo mejor seria dormir un poco. Solo tal vez...

 

A quién engaño, quería dormir.

 

Así que lo hice, de una forma extraña e incomoda en el sofá cama juntos a los otros cuatro, pero por fin pude dormir.

 

~~~❤︎~~~

 

 

—No quiero jugar.

 

La declaración, dicha con toda la determinación de alguien que ha tomado una decisión firme, fue recibida con la misma credibilidad que si hubiera dicho que me iba a hacer monje en un monasterio muggle. Es decir, ninguna.

 

—Draco—hablo Anthony con una paciencia que no me merecía—, eres nuestro mejor cazador.

 

—Pues ahora soy un cazador retirado.

 

—Claro, y yo soy la nueva profesora de Pociones—intervino Luna con su sonrisa de ensueño.

 

Yo bufé y crucé los brazos, mirando la puerta de los vestidores como si fuera un portal de escape. Pero no, seguía ahí. Seguía atrapado en esta situación absurda.

—Estoy cansado—declaré, esperando que al menos una pizca de lástima surgiera en sus expresiones. No pasó.

 

Anthony me miró con los brazos cruzados, como un padre resignado a la estupidez de su hijo problemático (expresión que conocia bien). Luna en cambio, ladeó la cabeza con su expresión soñadora. Sabía que venía algo raro de su boca, porque siempre venía algo raro de su boca.

 

—Pero si dormiste anoche—dijo finalmente.

 

—Cinco horas no es dormir, es tomar una siesta prolongada.

 

Anthony rodó los ojos. —Vamos, sabemos por qué estás haciendo esto. Es por Lucius, ¿no?

 

Odiaba que me conocieran tan bien. Apreté los labios, negándome a darle la razón en voz alta. Aunque claro que era por eso. Mi querido padre había dejado en claro lo que esperaba de mí: excelencia, triunfo, aplastar a cualquiera que se interpusiera en mi camino y más bla, bla, bla. Y yo, por supuesto, tenía que hacerle la contra después de que me echará de la Mansión. Porque qué diversión había en complacerlo.

 

—No voy a darle el gusto de verme brillar en la escoba—resoplé—. Prefiero dejar que el equipo se hunda antes que darle la satisfacción de ver a su hijo convertido en un jugador estrella.

 

Luna parpadeó, como si acabara de entender la teoría de la relatividad aplicada al Quidditch. Luego sonrió.

—Oh, entonces juega por ti. No por él.

 

Puse los ojos en blanco. —Wow, qué fácil lo haces sonar.

 

—Lo es—respondió con toda la tranquilidad del mundo. —No juegues para ganar. Juega porque quieres, porque te divierte, porque te gusta hacer enojar a los Slytherin, porque volar es lo más cercano a la libertad.

 

Anthony asintió con una sonrisa. —O porque si no sales ahí, vamos a ponerte un uniforme y tirarte al campo a la fuerza.

 

—Y filmarlo—agregó ella con una expresión de lo más inocente.

 

Suspiré, porque en el fondo ya había perdido esta discusión. Si algo había aprendido de estos dos, era que cuando se ponían de acuerdo en algo, era mejor rendirse.

 

—Bien —accedi con dramatismo—. Pero solo porque quiero hacer sufrir a Slytherin.

 

—¡Sabía que entrarías en razón!—Luna me pasó un brazalete con los colores de Ravenclaw y me empujó suavemente hacia los vestidores.

 

—Ahora, vamos a dar un discurso motivador antes de salir —dijo el cerebrito con seriedad.

 

—Que empiece con "ganaremos o moriremos en el intento" o algo así—sugirió mi amiga con emoción.

 

Yo rodé los ojos aunque, contra mi voluntad, sonreí. Tal vez este partido no sería tan malo después de todo.

 

—Bien, señoras y señores —comencé ya con todos poniéndome de pie en el banco de los vestidores y cruzándome de brazos—. En cuestión de minutos, vamos a salir ahí afuera a enfrentarnos a los orgullosos herederos de Salazar Slytherin, también conocidos como 'el equipo que cree que si te lanzan una Bludger directo a la cabeza es parte de la estrategia'.

 

—No están equivocados —comentó Roger, rodando los ojos.

 

—Sí, pero nosotros tenemos algo que ellos jamás tendrán —continué, ignorando la interrupción—. Clase, tacticas limpias, inteligencia, un sentido del estilo impecable. Y, lo más importante, ¡a mí! —Hice una pausa dramática, esperando aplausos. Solo obtuve una pelota de entrenamiento que me lanzaron a la cabeza—Gracias, Gael, tu apoyo significa el mundo para mí —murmuré, lanzándole una mirada de reprobación antes de sacudir la cabeza y volver al tema—. Como sea, escuchen, sé que todos estamos nerviosos, especialmente yo, que fui manipulado por una rubia con ojos saltones para estar aquí...

 

—¡Te oí! —gritó ella desde el fondo, ondeando un par de ligsticks brillantes en cada mano.

 

—Lo sé Moon, lo sé —respondí con un suspiro, volviendo a enfocarme en el equipo—. Sin embargo más allá del pánico existencial que me produce que una Bludger me desfigure esta cara perfecta, lo cierto es que ya estamos aquí. No importa que enfrente tengamos a un grupo de gorilas con varitas, no importa que Slytherin juegue sucio, no importa que, en este mismo momento, mi padre probablemente esté en el palco esperando que falle para tener una excusa para desheredarme nuevamente.

 

—¿Otra vez...? —murmuró Annie.

 

—Otra vez —afirmé con una sonrisa sarcástica—. Porque lo importante es que nosotros somos Ravenclaw, somos más rápidos, más astutos, más letales si se nos provoca. Y, sobre todo, somos un equipo, así que cuando salgamos por esa puerta, vamos a jugar como nunca antes lo hemos hecho. Porque esta vez, no solo vamos a ganar, no solo vamos a humillar a Slytherin. Esta vez, vamos a hacerlos querer meterse todo su oro por donde no les entra el sol.

 

Hubo un murmullo de aprobación. Roger asintió, Gary se tronó los nudillos, Gael sonrió con complicidad y Annie se acomodó los guantes con determinación.

 

—Ahora —dije, bajando del banco y caminando hacia la puerta—, salgamos y demos un espectáculo que Hogwarts no se merece.

 

Y con eso, empujé las puertas del vestidor y nos dirigimos al campo. Era hora de jugar.

 

.

 

El campo de Quidditch de Hogwarts siempre había sido un espectáculo en sí mismo, sin embargo aquel día parecía más una arena de combate que un lugar de deporte. La gente estaba más animada de lo normal, y con razón: Slytherin contra Ravenclaw nunca había sido un partido aburrido. Y como era de esperarse, mis antiguos compañeros de casa iban a hacer una entrada espectacular.

 

Las luces verdes empezaron a iluminar la cancha en cuanto la banda escolar comenzó a tocar un ritmo intenso, casi militar. Oh, claro. Ellos siempre tenían que hacer una escena. A lo lejos, la puerta del vestuario de Slytherin se abrió de golpe y en perfecta formación, los jugadores comenzaron a marchar hacia el centro del campo como si fueran generales entrando a territorio enemigo. Theo y Blaise iban al frente, dirigiendo la coreografía con la precisión de una orquesta bien ensayada.

 

Sobre sus túnicas, los Slytherin llevaban capas negras con el emblema de la serpiente bordado en plateado, y cuando la luz les daba, el tejido parecía brillar como escamas. Incluso habían agregado humo verde saliendo desde los costados del túnel de entrada. Dramáticos, pero unos que habían aprendido bien de sus errores anteriores. Si Lucius estuviera aquí, seguro estaría llorando de orgullo.

 

—Vaya, vaya… —murmuré, recargando un codo en el hombro de Roger—. ¿Desde cuándo Slytherin reclutó a los actores del Royal Shakespeare Company?

 

Este soltó una carcajada mientras observábamos cómo los jugadores caminaban sincronizados con los tambores de fondo. Algunos chicos de las gradas de Slytherin ondeaban banderas con serpientes plateadas y lanzaban chispas verdes al aire, como si el partido fuera una ceremonia de invocación oscura. Me incliné un poco más hacia él.

 

—Si empiezan a cantar "Be Prepared", me voy.

 

—Te juro que me lo estaba preguntando —respondió Gary, con una sonrisa apenas contenida.

 

Pero más allá del teatro, no podía negar que la entrada era impactante. Theo, con su uniforme perfectamente ajustado y esa sonrisa peligrosa, lideraba al equipo como si se tratara de un rey arrogante (papel el cual le iba de maravilla). Lo conocía demasiado bien para no notar que estaba disfrutando cada segundo de la atención. Y Blaise… Blaise parecía una maldita estatua de mármol con ese porte despreocupado aunque letal. Ambos caminaban con la seguridad de quienes ya se sienten vencedores.

 

Los jugadores de Slytherin se detuvieron en medio del campo, alineados con una disciplina casi militar. Las escobas en sus manos brillaban con un lustre intimidante, probablemente untadas con alguna poción para que dieran ese efecto. Ah, sí. La táctica de "te vamos a destrozar con estilo".

 

Hubo un momento de silencio, y entonces, como si hubieran ensayado cada segundo, alzaron sus escobas al cielo, al mismo tiempo que una explosión de chispas plateadas iluminó el aire sobre ellos, formando la palabra Slytherin en llamas esmeraldas. Porque claro, ¿qué es una entrada sin un toque de fuego artificial para recordarnos que tienen dinero y buen gusto para la pirotecnia?

 

La multitud estalló en vítores. Incluso en nuestra grada algunos aplaudieron, impresionados por el espectáculo. Lo entendía. Habían sido astutos. No necesitaban ser los más llamativos, sino los más imponentes. Querían que los viéramos y pensáramos: mierda, estamos en problemas.

 

Pero yo no era tan fácil de impresionar.

 

Me crucé de brazos, con una sonrisa ladina en los labios.

 

—Bien jugado… —dije en voz baja, sin apartar la vista de Theo, que por supuesto, me estaba mirando también.

 

Se inclinó apenas, como si hiciera una reverencia. Ah, qué idiota. Uno lindo. Uno que es mi amigo. Y atractivo. Y mi amigo.

 

—Pero aún no han visto nada.

 

Los jugadores de Ravenclaw nos miramos entre nosotros con sonrisas cómplices. Nuestra entrada iba a hacer que la de Slytherin pareciera un ensayo de teatro infantil.

 

.

 

Desde mi posición privilegiada en las gradas de Slytherin (porque sí, claro que había terminado aquí, porque al parecer mi vida era una tragicomedia de mal gusto) observé cómo los jugadores de Ravenclaw se preparaban para su entrada. No voy a mentir, esto era ridículo. Teníamos un dragón. Hecho de magia. Y no cualquier magia, sino la de los Nero, que junto a Luna y Anthony habíamos planeado con la precisión de un atraco a Gringotts.

 

Justo cuando pensaba que podría relajarme un segundo, las luces del estadio se apagaron. Un murmullo recorrió la multitud. Silencio absoluto. Y entonces, la voz de Anthony resonó en todo el campo: —¿Dónde está nuestro cazador?—

 

Y, oh, claro, en ese momento los reflectores me apuntaron directamente.

 

—Hijo de…

 

No terminé la frase porque ya me había puesto de pie en un salto, como si esto hubiera estado planeado (no lo estaba, lo juro). La música comenzó a sonar, y con un suspiro dramático, extendí los brazos como si fuera la reencarnación de un dios griego bajando del Olimpo.

 

Lo que vos causaste en mí, 

voy a destruir...

 

El rugido del dragón de magia azul y bronce apareció en el cielo, surcando el estadio con un resplandor fantasmal que hizo gritar a la multitud. Porque claro, no podíamos simplemente hacer una entrada normal, ¿verdad? Luna, en su infinita creatividad, había asegurado que esto fuera más que un show: era una maldita obra de arte.

 

Lo que vos causaste en mí 

You're gonna feel the rage

 

Me subí al dragón con un salto acrobático que definitivamente no había ensayado, pero hey, si iba a ser dramático, al menos lo haría con estilo. El estadio estalló en vítores y gritos de sorpresa. Y yo, con una sonrisa socarrona, me aferré a la criatura mágica mientras descendíamos al campo.

 

K4OS, K4OS, K4OS.

 

Desde arriba, vi a mi equipo alineado en el centro del campo, sosteniendo lo que parecían ser varitas luminosas en azul y bronce (gracias, Luna, reina de la teatralidad). La multitud las agitaba frenéticamente, convirtiendo el estadio en un mar de luces vibrantes.

 

It's me against the world 

Busco la luz del Sol Pierdo el autocontrol, 

hold on

 

El dragón rugió con fuerza y se desintegró en miles de chispas que cayeron sobre el equipo de Ravenclaw mientras aterrizaba de un salto en el suelo. Me sacudí el polvo inexistente de la túnica y levanté la mirada con arrogancia.

 

—¿Me extrañaron?— pregunté con una sonrisa ladeada, mientras Roger, Gary, Gael y Annie rodaban los ojos, acostumbrados ya a mis desvaríos.

 

Homicide on my mind The one on my side Vengo a absorber el metanol, come on

 

Ya no confío en nadie

Solo queda vengarme

Junté to' mis pedazos

Y, con los retazos, voy a aquebrantarte (oh)

 

Y justo cuando pensaba que la entrada había terminado, una carcajada estridente resonó en el estadio. Peeves. Claro que Peeves. Porque si había caos, él no podía quedarse fuera.

 

—¡Un dragón! ¡Draco con un dragón! ¡Cuánto dramatismo, cuánto delirio, pero… ¿será digno del partido?!— chilló antes de soltar una lluvia de pergaminos encantados que explotaban en el aire mostrando caricaturas burlescas de los jugadores de ambos equipos.

 

El caos estalló en las gradas. Algunos reían, otros se ofendían, y un par de profesores ya intentaban atrapar a Peeves, que se retorcía en el aire lanzando serpentinas y tinta negra sobre los comentaristas.

 

—¿Digno?— repetí con una ceja arqueada, sin poder evitar una sonrisa competitiva. —Peeves, querido, apenas esta comenzando.

 

Everybody, hear me out

This is what we're saying

El rencor no va a sanar

Déjalo que hierve

No pienso escuchar a quienes no van a entender

Si la ira los controla, déjenla vencer

 

Extendí la mano y chasqueé los dedos. El dragón de magia volvió a aparecer, más grande, más majestuoso, sus alas resplandeciendo en un azul profundo. La multitud contuvo la respiración. Y entonces todos c9menzar9n a gritar.

La música seguía retumbando en el aire mientras el dragón giraba alrededor del campo, dejando una estela de fuego y luces a encendidas brillaban pot todo el campo, habrí los brazos, disfrutando del momento. En las gradas, incluso algunos Slytherin agitaban las varitas luminosas, arrastrados por la energía del espectáculo. Porque, vamos, ¿quién podía resistirse a esto?

 

Nunca escuchas mis ruegos, ni tampoco mi perdón (perdón)

Siempre estoy en mi puesto, esperando al delator (al delator)

El que me dispare va a empezar el batallón

Abran fuego, empieza el juego

Es muy tarde para hablar

Todo lo que soy, del fondo, resurgí

Hoy me vas a escuchar

 

Finalmente, con un último rugido, el dragón se elevó en espiral y estalló en mil luces que formaron el emblema de Ravenclaw en el cielo. Aterricé de nuevo en el suelo con una vuelta exagerada y me incliné con una teatralidad que haría llorar de orgullo a cualquier artista de teatro.

 

Gotta feel the rage

Gotta feel, feel the rage, rage

Gotta feel, feel the rage

Gotta feel, feel, feel the rage

 

.

 

El silbato sonó y el partido comenzó.

 

El aire estaba cargado de tensión cuando las escobas se elevaron en un torbellino de colores azul y verde. Yo ascendí con rapidez, sintiendo la adrenalina recorrerme las venas. No había espectáculo ahora, no luces ni fuegos artificiales. Solo el partido, la estrategia y el marcador.

 

Desde el inicio, Slytherin intentó imponer su presencia. Jugaban duro, agresivo, con el descaro de quienes creen que ya ganaron. Un golpeador envió una bludger directo a Annie pero ella la esquivó con un giro rápido, atrapó la Quaffle y la pasó con destreza, su velocidad convirtiéndola en una pesadilla para la defensa verde.

 

Yo vi mi oportunidad y me lancé en picada, moviéndome como una flecha entre los jugadores.

 

—¡Malfoy tiene la Quaffle! ¡Parece que no piensan dejárselo fácil, pero…! —gritó Lee Jordan.

 

No les iba a dejar la oportunidad. Fingí ir a la derecha y giré a la izquierda en el último segundo, dejando atrás a los cazadores de Slytherin. Uno de los golpeadores intentó lanzar una bludger contra mí, sin embargo ya estaba lejos cuando la bola pasó de largo.

 

Ahí estaba la portería. El guardián de Slytherin se tensó, calculando mis movimientos.

 

Conté los segundos en mi cabeza.

 

Uno. Amagué un lanzamiento directo.

 

Dos. El guardián picó hacia la izquierda.

 

Tres. Solté la Quaffle con un giro de muñeca y el balón atravesó el aro derecho sin que nadie pudiera tocarlo.

 

—¡Y anota para Ravenclaw! ¡Otro gol para Malfoy, que está imparable esta noche! —Los vítores explotaron en las gradas. Escuché la voz del comentarista entre el rugido del público—. ¡Ravenclaw toma la delantera con 90 puntos a 50! ¡Y de esos, 50 son cortesía de Malfoy!

 

Sonreí. Volví a alzar vuelo, sintiendo la emoción recorrerme el cuerpo. Y entonces, entre el bullicio y la celebración, lo vi.

 

Theo.

 

No estaba gritando como los demás, ni saltando en su escoba. Sin embargo, me miraba directo a los ojos. Expectante. Como si estuviera esperando que siguiera dándolo todo, como si confiara en mí más que nadie en ese campo. Mi pecho se apretó con una extraña sensación que no tenía nada que ver con el partido.

 

Sacudí la cabeza. Ahora no.

 

Los Slytherin venían con más fuerza, desesperados por igualar el marcador. No me iban a detener. No ahora, no cuando Theo me miraba de esa manera.

 

Así que apreté el agarre en la escoba, y volví a la caza.

 

.

 

El rugido del estadio era ensordecedor.

 

El partido había llegado a ese punto donde cada movimiento contaba, donde cada respiración parecía sincronizada con los latidos frenéticos de la multitud. El marcador brillaba en el aire como un desafío descarado: Ravenclaw 290 - Slytherin 130.

 

Podía sentir el sudor en mi frente, el ardor en mis brazos por la intensidad del juego, pero nada de eso importaba. Lo que importaba era que la Snitch seguía libre.

 

Y Gary la había visto.

 

Lo supe antes de que hiciera el primer movimiento. Algo en la forma en que su cuerpo se tensó, la forma en que su escoba pareció inclinarse apenas un milímetro antes de que él explotara en velocidad. Lo supe porque yo había sido un buscador, y ese momento era inconfundible.

 

—¡Va por la Snitch!— rugió la voz de Anthony desde las gradas, y el estadio estalló en gritos.

 

El buscador de Slytherin también se dió cuenta. Hubo un segundo de incertidumbre, un instante en que sus cuerpos parecieron congelarse antes de que el instinto los hiciera reaccionar. Pero Gary ya tenía la ventaja.

 

Lo seguí con la mirada, aún maniobrando para mantener la Quaffle en juego. Mi trabajo no había terminado, aún podíamos sumar puntos, sin embargo mi cuerpo entero vibraba con la tensión de ese momento.

 

Gary se inclinó sobre su escoba, su túnica ondeando violentamente mientras esquivaba un Bludger que pasó zumbando a centímetros de su cabeza. El viento silbaba, los latidos del estadio parecían acompasarse con la caza, y entonces la vi. La Snitch brillaba como un maldito destello dorado a pocos metros de él. Parpadeaba entre el caos, tentadora, esquiva.

 

Gary estiró la mano.

 

Pero el buscador de Slytherin estaba demasiado cerca.

 

El aire pareció espesarse. Un instante de duda, de desesperación, él forzó más velocidad, inclinó la escoba casi al punto de descontrolarse. Casi podía tocarla.

 

—¡Vamos, Gary!— rugí sin darme cuenta con la voz rasposa por el esfuerzo del partido.

 

El buscador de Slytherin hizo un movimiento brusco para bloquearlo. Gary tuvo que desviarse apenas, la Snitch parecía alejarse, fue entonces hizo algo que me hizo contener la respiración.

 

En lugar de corregir su rumbo, se dejó caer.

 

El aire lo envolvió mientras descendía en picada, la escoba girando apenas a su voluntad. Un giro controlado, una locura absoluta. El buscador de Slytherin no reaccionó a tiempo, intentó imitar la maniobra, aunque el miedo a chocar contra el suelo lo detuvo.

 

Asi que Gary no dudó, estiró la mano con todo lo que tenía.

 

Sus dedos se cerraron alrededor de la Snitch justo cuando su escoba rozó la hierba del campo. El estadio explotó.

 

Gritos, aplausos, rugidos de emoción. Ravenclaw estalló en un frenesí de júbilo mientras Gary se incorporaba, alzando la Snitch dorada en el aire como un trofeo.

 

—¡RAVENCLAW GANA EL PARTIDO!— gritó Lee Jordan.

 

Mi pecho se expandió con una satisfacción feroz. Habíamos ganado, habíamos destrozado las expectativas.

 

Y lo mejor de todo…

 

La victoria se sentía jodidamente bien en mi piel

 

.

 

El estadio entero estalló.

 

Los gritos de júbilo de Ravenclaw se elevaron como una ola que arrastró todo a su paso. Era ensordecedor, vibrante, eléctrico. En las gradas, los estudiantes se abrazaban, saltaban, agitaban sus bufandas azul y bronce con un frenesí imposible de contener. En el campo, la emoción golpeó con la fuerza de un hechizo explosivo.

 

Habíamos ganado.

 

No solo ganado, habíamos aplastado.

 

Gary todavía sostenía la Snitch en alto, jadeante, con el cabello revuelto y los ojos encendidos por la adrenalina. Roger y Gael llegaron corriendo para levantarlo en el aire, sacudiéndolo con euforia mientras coreaban su nombre. El equipo entero se unió en un torbellino de celebración, choque de manos, gritos de victoria.

 

Y yo, de pie en medio del caos, con el sudor pegándome la túnica al cuerpo y la respiración entrecortada, sonreía como si el mundo entero me perteneciera.

 

—¡Draco! — Anthony llegó corriendo, sus ojos brillando con orgullo. —¡Demonios Principe, jugaste como una maldita estrella!

 

—Lo sé —respondí con una sonrisa ladina, todavía agitado, sintiendo la energía arder en mi piel. Sentirme así, invencible, era intoxicante.

 

Alguien me golpeó la espalda, alguien más me jaló hacia un abrazo breve y eufórico. El aire olía a pasto, a sudor, a magia chisporroteando por el entusiasmo colectivo. En algún punto, mi cabeza cayó hacia atrás, riendo sin aliento mientras el eco de nuestra victoria seguía vibrando en el aire.

 

Y entonces, todo cambió.

 

No lo vi venir.

 

Un instante estaba con los pies bien plantados en el suelo y al siguiente estaba en el aire.

 

Un par de brazos fuertes me rodearon, levantándome con una facilidad insultante, y el mundo giró, giró y giró en una espiral caótica de movimiento y carcajadas.

 

—¡Theo! —solté en un resuello sorprendido, sintiendo mi estómago dar un vuelco absurdo cuando reconocí el aroma de su túnica, la firmeza de sus manos sosteniéndome.

 

Theo.

 

Theo, que había bajado corriendo de las gradas sin importarle nada.

 

Theo, que me levantaba en el aire como si no pesara absolutamente nada, girándome con una energía desbordante.

 

—¡¿Qué estas haciendo, Theo?!— alcancé a decir entre risas entrecortadas, sintiendo mi pulso acelerarse de una manera muy distinta a la de hace unos minutos.

 

—¡Festejando, Draco!— respondió, sin dejar de girar, sin soltarme, con esa risa de felicidad pura que era jodidamente contagiosa.

 

El mundo entero se desdibujó.

 

Solo éramos él y yo en medio del caos.

 

El rugido del estadio, los gritos de nuestros compañeros, el jaleo de la celebración, todo se volvió un murmullo distante ante la intensidad de su agarre, ante la manera en que su risa se entrelazó con la mía en ese instante perfecto y eterno. Cuando finalmente dejó de girar, cuando mi cabeza dejó de dar vueltas, me encontré con su rostro más cerca de lo que debería estar.

 

Muy cerca.

 

Su respiración chocó contra mi piel.

Mi corazón latía demasiado fuerte.

Sus manos seguían firmes en mi cintura.

Demasiado firmes.

 

Y por primera vez en toda la noche, sentí que no tenía el control.

 

El negro de sus ojos se veía más oscuro bajo las luces del estadio. Algo brillaba en ellos, algo que no estaba seguro de querer analizar demasiado, algo que enviaba escalofríos eléctricos por mi columna.

 

Mierda.

 

Mierda.

 

Esto era…

 

—Theo —murmuré, sin reconocer mi propia voz.

 

Su mirada bajó a mis labios por un instante.

 

Un solo instante.

 

Pero fue suficiente.

 

El aire se tensó.

 

Todo se tensó.

 

Y de repente, el mundo entero pareció contener el aliento.

 

Un solo movimiento más.

 

Uno más.

 

Y esto se iría al carajo.

 

Pero entonces alguien gritó —¡A la sala común! ¡FIESTA EN RAVENCLAW!—

 

El hechizo se rompió.

 

Theo me soltó de golpe, como si se diera cuenta demasiado tarde de lo que acababa de hacer, de lo cerca que habíamos estado de... lo que sea que eso fuera.

 

Me tambaleé un poco al tocar el suelo, mi piel aún ardiendo en los lugares donde sus manos me habían sostenido.

 

Él desvió la mirada y yo pasé una mano por mi cabello, respirando hondo.

 

Joder.

 

Esto no había sido solo celebración.

 

Y lo sabíamos.

 

Ambos lo sabíamos.

 

Pero nadie dijo nada.

 

No ahora.

 

No aún.

 

La euforia de la victoria nos envolvió nuevamente, nos arrastró de vuelta al torbellino de Ravenclaw que celebraba su glorioso triunfo.

 

Aunque mientras nos dirigíamos a la Sala Común, con cánticos y carcajadas, con la adrenalina aún vibrando en el aire… No podía dejar de pensar en la manera en que Theo me había mirado. Ni en la forma en que mi cuerpo había respondido. Como si…

 

Como si lo estuviera esperando.

 

...

 

La Sala Común de Ravenclaw era un caos absoluto.

 

Los estudiantes habían entrado como una ola desenfrenada, gritando, coreando y chocando copas llenas de lo que sea que hubieran logrado colar de la cocina. El aire estaba cargado de emoción, de magia chisporroteante, de la adrenalina de la victoria aún palpitando en nuestros cuerpos.

 

—¡A nuestra gloriosa masacre en el campo!— gritó Terry Boot, elevando su copa.

 

—¡Por el equipo de Quidditch!— corearon otros, y un rugido de aprobación se extendió por toda la habitación.

 

Me sentía eufórico.

 

Me dolían los músculos, la túnica aún estaba pegajosa por el sudor, pero nada de eso importaba. No cuando me rodeaban mis compañeros, cuando el equipo me chocaba los hombros con orgullo, cuando sentía el reconocimiento vibrando en cada sonrisa, en cada mirada dirigida hacia mí.

 

Michael Corner pasó un brazo sobre mis hombros, todavía riendo. —¡Malfoy, Malfoy, Malfoy!— empezó a corear, y varios lo imitaron.

 

Rodé los ojos con fingida exasperación, pero no pude evitar la sonrisa arrogante que se dibujó en mi rostro. No todos los días lograbas algo así en tu primer partido, o al menos no fue así en mi anterior primer partido.

 

—Sí, sí, sí, ya basta de mi nombre— dije con dramatismo, quitándome de su agarre—. ¡Me están haciendo sentir más especial de lo que ya soy! —las carcajadas estallaron a mi alrededor.

 

En una esquina, alguien había sacado una radio mágica y una melodía animada comenzó a sonar. Luna bailaba despreocupadamente en medio de la sala, con los brazos extendidos como si sintiera cada nota vibrar en el aire. Algunos se unieron a ella, otros se apresuraron a traer más botanas, y en cuestión de minutos, la fiesta alcanzó su punto máximo.

 

Yo me dejé caer en uno de los sillones, soltando un respiro satisfecho. Sin embargo antes de que pudiera pensar demasiado en ello, la puerta de la Sala Común se abrió de golpe.

 

—¡AH! ¡Ahí están mis campeones!

 

Un murmullo recorrió la habitación.

 

Porque, de todas las personas que podían aparecer en nuestra fiesta, nadie esperaba a Gilderoy Lockhart. El profesor entró con su túnica azul celeste ondeando tras él, su sonrisa más deslumbrante de lo habitual. Y lo supe en ese instante.

 

Venía por mí.

 

—¡Draco Malfoy, mi querido alumno!— exclamó, extendiendo los brazos como si esperara un abrazo.

 

—Merlín, sálvame— murmuré para mí mismo antes de enderezarme en el sillón. Los demás intercambiaron miradas de confusión. Algunos murmuraban entre ellos, otros intentaban no reírse demasiado fuerte—. Profesor —dije con la mejor sonrisa educada que pude fingir—, ¿a qué debemos el honor?

 

—¡Ah, Draco, Draco, Draco!— sacudió la cabeza con admiración—. ¡Qué espectáculo has dado hoy! ¡Un verdadero talento natural! ¡Ese instinto en el campo, ese manejo de la escoba, esa precisión con la quaffle!— Hizo un gesto dramático con las manos—. ¡Todo me recordó a mis días de gloria como Cazador en la liga europea!

 

Silencio.

 

Alguien tosió.

 

—Profesor… usted no jugó en la liga europea— intervino Anthony, alzando una ceja.

 

Este se congeló un microsegundo antes de soltar una carcajada encantadora.—¡Ah Goldstein, siempre tan detallista! ¡Bueno, no en la liga exactamente, pero sí en algunas competencias de renombre!— respondió con una sonrisa demasiado grande—. Pero hoy no estamos aquí para hablar de mí… aunque sé que todos quieren, ¡oh, no se preocupen, pueden pedirme autógrafos después! —algunos se rieron, otros simplemente se miraron con incredulidad—. ¡Estoy aquí para hablar con Draco Malfoy!— continuó él con un brillo en los ojos que no me gustó nada—. Solo un momentito, querido muchacho.

 

Por un segundo, consideré fingir que me desmayaba para evitar esto.

 

Pero entonces, Luna y Anthony se adelantaron rápidamente.

 

—Si va a hablar con Draco, nosotros vamos también— dijo Luna, sonriendo de manera enigmática.

 

—No lo dejamos solo— agregó Anthony, con una mirada firme.

 

¿Podía besarlos a ambos? Porque justo ahora, los amaba.

 

Lockhart pareció sorprendido, pero rápidamente asintió, como si hubiera esperado esa reacción. —¡Por supuesto, por supuesto! — dijo gesticulando con entusiasmo—. ¡Vengan, vengan, no hay problema!

 

Salimos de la Sala Común bajo la mirada curiosa de nuestros compañeros. Caminamos un poco por el pasillo, hasta que Lockhart se giró hacia nosotros con una expresión radiante.

 

—¡Draco, querido, debes estar en la portada de El Profeta!— exclamó—. ¡Tu actuación en el partido fue digna de ser contada en todas partes!

 

—Bueno, no exageremos— respondí con una sonrisa modesta pero encantadl de recibir elogios.

 

—¡No exagero, no exagero!— insistió, poniendo una mano en su pecho—. ¡Verás, querido, estaba pensando en escribir una columna sobre ti en mi próxima publicación! ¡"La promesa de Quidditch que hará historia"!

 

Mis ojos se entrecerraron. —¿Su… próxima publicación?

 

—¡Sí, sí, sí!— exclamó, emocionado—. ¡Un artículo exclusivo de mi autoría sobre tu desempeño hoy! Con algunas anécdotas de mi época como deportista, por supuesto.

 

Por supuesto.

 

—Oh, y claro, una foto juntos, ¿qué dices? ¡Los lectores se emocionarán al vernos lado a lado! —hablo sacando un espejo pequeño para ajustarse el cabello.

 

Anthony frunció el ceño. —¿Usted está escribiendo esto para El Profeta o para usted mismo?

 

Lockhart rió con aire condescendiente.

 

—¡Oh, jovrn Goldstein! ¡Qué preguntas haces!— Hizo un gesto vago—. ¿Acaso importa?

 

Luna inclinó la cabeza. —Si el artículo es sobre Draco, entonces él debería aprobarlo primero.

 

Los ojos del profesor se abrieron un poco antes de soltar otra carcajada exagerada.

—¡Por supuesto, por supuesto!— agitó una mano—. No hay problema. Pero, Draco, querido… ¡deberías aceptar! ¡Tu rostro en una portada, tu talento reconocido por el mundo!

 

Mis labios se curvaron en una sonrisa.

 

—Déjeme pensarlo, profesor.

 

Lockhart pareció a punto de insistir, pero algo en mi tono debió hacerle entender que la conversación había terminado. —¡Ah, bien, bien!— dijo con su típica sonrisa resplandeciente—. ¡Sin embargo, no tardes mucho! ¡Las oportunidades de oro no esperan!

 

Y con eso, se despidió con un ademán exagerado y se alejó por el pasillo, silbando alegremente.

 

Luna y Anthony me miraron.

 

—¿Vas a aceptar?— preguntó Anthony.

 

—No lo sé— respondí—. Aunque si acepto… —sonreí en mis adentros —. Voy a asegurarme de que mi foto sea más grande que la de él. Poco, lo sé, sin embargo sería una total tortura para él.

 

Los tres rompimos en carcajadas y regresamos a la fiesta.

—Por cierto, ¿en cuanto tiempo más tardara en hacer efecto el veneno de Severus? —pregunté.

 

~~~❤︎~~~

 

La fiesta de Ravenclaw seguía en su punto más alto cuando Luna, con su enigmática tranquilidad, decidió que era el momento perfecto para una escapada.

 

—Quiero presentarles a alguien —dijo sujetando mi muñeca como si no aceptara un no por respuesta.

 

Anthony nos siguió sin preguntar, igual que Theo y Blaise, porque a estas alturas ya sabíamos que discutir con Luna era inútil.

 

Cuando llegamos a un pasillo más tranquilo, vi a la persona que nos esperaba: Ginebra Weasley.

 

Era pequeña. Bueno, claro que era pequeña, tenía once años, pero aun así… Se veía aún más diminuta envuelta en ese suéter rojo enorme que seguramente era una herencia de sus hermanos. Su cabello era de un pelirrojo vibrante, sus pecas le cubrían la nariz y tenía esa especie de ternura natural que solo los niños pueden tener sin esforzarse. Era, para resumirlo, una masita.

 

—Ellos son Draco, Anthony, Theo y Blaise —hablo Luna con su tono melodioso, sonriendo como si todo en el mundo tuviera sentido.

 

La niña Weasley se tensó un poco. —Sé quiénes son.

 

—Bueno, ellos aún no te conocen como yo —respondió mi amiga.

 

Anthony levantó una ceja, y Blaise reprimió una risa. Yo decidí terminar esto más rápido.

—Luna dice que escuchaste algo interesante.

 

Los ojos de la chica parpadearon hacia mí, y por un instante pareció debatirse entre responder o no. Luego bajó la mirada, como si se sintiera un poco avergonzada. —No soy chismosa, de verdad —dijo, casi en un murmullo—, solo que ellos no son los más discretos, y... escuché a Rom, Harry y Hermione hablar sobre ti

 

¿Sobre mí?

 

—Qué honor ¿acaso se peleaban por quién me admira más? —8ntente bromear . Ginny frunció el ceño, incómoda, y por un segundo sentí un poco de culpa. Solo un poco.

 

—Decían que encontraron algo —continuó, sin hacer caso a mi comentario—. Algo sobre ti que tenía que ver con... la niña en coma.

 

El pasillo pareció volverse más frío.

 

Theo se enderezó. Anthony dejó de fingir desinterés. Blaise me miró de reojo, esperando mi reacción.

Pero yo solo me concentré en ella.

 

—¿Algo como qué?

 

Esta tragó saliva. —No lo sé. Solo que era importante… y que tenían que decírtelo a ti.

 

Mis pensamientos se detuvieron por un momento. ¿Por qué a mí? Había muchos otros a los que podrían decírselo, a los profesores, por ejemplo, al viejo de Dumbledore, a la profesors McGonagall,  a alguien más.

 

Pero no.

Tenían que decírmelo a mí.

 

—¿Y eso es todo? —preguntó Blaise, con su tono de quien ya ha leído el final del libro antes que los demás.

 

Ginny asintió.

—No hablaban mucho de la niña… en realidad, casi nadie lo hace.

 

No hacía falta que lo dijera. Lo sabía. Sabía que nadie mencionaba su nombre, que su coma era un tema tabú, que los profesores evitaban hablar sobre eso y los alumnos igual, que ni siquiera Gossip Witch había tocado el asunto. Como si decirlo en voz alta hiciera que todo fuera más real.

 

Mi mandíbula se tensó, aunque mantuve mi expresión neutral.

 

Theo me miró, como si tratara de leerme. —¿Vas a averiguar qué es?

 

Claro que iba a averiguarlo.

 

No me gustaban los misterios.

 

Especialmente cuando yo era una de las piezas del rompecabezas.

 

—Espero verte luego Ginny, pareces ser una buena chica. Nos vemos —me despedí rápidamente. Tenía que pensar.

 

..

 

Las escaleras estaban en una de esas raras mañanas en las que no parecían querer moverse demasiado, como si también estuvieran despertando poco a poco. La mayoría de los estudiantes apenas empezaban a llenar los pasillos, algunos bostezando, otros repasando mentalmente lo que fuera que sus profesores les hubieran asignado el día anterior. Yo, en cambio, tenía algo más importante en mente.

 

Potter.

 

Lo vi antes de que él me viera a mí, y por un momento, consideré si realmente valía la pena acercarme. Desde… bueno, desde lo de Quirrell, no habíamos hablado realmente, aunque tampoco es como si hubiéramos charlado mucho antes, al menos. Y si lo pensaba bien, tal vez yo tampoco había hecho mucho esfuerzo por hacerlo. No es como si fuéramos amigos, y en mi lista de objetivos estaba claro y remarcado dos veces alejarme de él. Sin embargo, necesitaba saber que decía ese mensaje y que rayos tenía que ver conmigo. Creo que es el espíritu de Rowena quien me está poseyendo.

 

Asi que lo observé desde la distancia. Al principio, su expresión fue de sorpresa, luego de algo que, si no lo conociera mejor, habría llamado esperanza. Algo en su postura se relajó, como si hubiera estado esperando este momento.

 

Bien. Que no se acostumbrara.

 

Me acerqué con paso seguro, aunque sin prisas, dándole tiempo suficiente para procesarlo. —Potter.

 

Su boca se abrió un poco antes de que pudiera controlarlo.

 

—Draco.

 

Ah. Y ahí estaba otra vez ese tono. Como si esto significara algo para él.

 

Le sostuve la mirada con la cabeza ligeramente inclinada. —¿Tienes un momento? Por favor, quiero hablar contigo —hubo un breve silencio en el que pareció debatirse internamente, pero terminó asintiendo.

 

—Sí, claro.

 

Podría haberme reído de lo rápido que lo dijo, como si temiera que cambiara de opinión. Sin embargo algo en mi mente me dijo "ni lo hagas, eso es cruel, piensa como un Ravenclaw, tonto" ni yo sabía porqué mi conciencia me dijo eso, no cuando si me quería reír.

 

Asentí y bajé un escalón, situándome un nivel más abajo, justo en su campo de visión, pero sin estar cara a cara.

—Entonces dime —hablé con calma—, ¿qué es eso que querías decirme? He estado escuchando ciertos rumores...

 

Ante mis palabras su reacción fue inmediata. Su cuerpo se puso tenso, sus manos se cerraron en puños junto a sus costados y sus labios se apretaron con fuerza.

 

Curioso. Muy curioso.

 

Weasley y Granger, que hasta ahora se habían mantenido en silencio como dos sombras en su espalda, intercambiaron una mirada rápida. La chica le dio un codazo a Weasley, que pareció entender el mensaje y se quedó callado. Bueno, me alegra saber que al menos sigue teniendo su sentido común intacto.

 

Potter, en cambio, se removió en su lugar, como si estuviera luchando contra algo.

—No es gran cosa —dijo al final, pero su tono era demasiado seco.

 

Arqueé una ceja. —¿Ah, no? Qué extraño. Porque si no fuera gran cosa, ya lo habrías dicho.

 

Sus ojos se endurecieron y su mandíbula se tensó.

—Solo… encontramos algo cerca de donde pasó lo de la niña.

 

La niña. Ni siquiera se referían a ella por su nombre, y muchos ni siqueira lo sabian. Ashley Tomson, mestiza de Hufflepuff, primer año.

 

Me crucé de brazos, fingiendo estar pensativo. —Qué conveniente —Él resopló con fastidio.

 

—No es lo que piensas.

 

—Qué interesante —respondí con una ligera sonrisa—. ¿Y qué es lo que tú crees que pienso, Potter?

 

No respondió de inmediato. Sus dedos se crisparon a los lados, y su mirada se volvió más oscura, no de la forma en que solía hacerlo cuando se preparaba para discutir conmigo por cualquier estupidez, sino de otra manera. Como si ya hubiera tomado una decisión sobre algo y yo no le gustara.

 

—Solo… te lo diré cuando sea el momento.

 

Oh.

 

Qué adorable.

 

—Qué generoso de tu parte.

 

No valía la pena seguir con esto. No cuando claramente estaba más preocupado por jugar a los misterios conmigo que por decirme lo que sea que encontró. Di media vuelta sin apresurarme, con la clara intención de irme.

 

—Draco.

 

Su voz me hizo detenerme, aunque solo por un instante.

 

No me di la vuelta.

 

—No te preocupes, Potter —hablé sin mirarlo—, seguro lo descubro antes de que decidas abrir la boca.

 

Y entonces me alejé, sin esperar una respuesta.

 

~~~❤︎~~~

 

La noche envolvía Hogwarts con su manto de sombras cuando finalmente salimos de la Guarida del Cuervo. El aire frío nos golpeó de inmediato, recordándonos cuánto tiempo habíamos pasado investigando. Entre pergaminos, libros viejos y mapas desplegados en el suelo, se nos había escapado el control del reloj. Blaise bostezó mientras se estiraba, Anthony acomodó sus lentes (aunque no use, era un extraño toc de él) y Theo revisó la hora en mi teléfono (que, por cierto, ¿cuando me lo habai quitado?) con una expresión de desagrado.

 

—Es demasiado tarde —murmuró este cerrando su abrigo.

 

—Podríamos quedarnos aquí —sugirió Luna con su característico más apagado, segurr por el sueño—. La energía en esta sala es muy pacífica.

 

No era mala idea. Estar en la Sala de los Menesteres significaba que podíamos desaparecer de la vista de cualquier profesor o prefecto entrometido. Sin embargo quedarnos allí toda la noche tampoco era la opción más viable, así que decidimos volver a nuestras respectivas salas comunes. Al salir al pasillo, la diferencia fue inmediata: los cálidos tonos de la Guarida quedaron atrás, reemplazados por la frialdad de los corredores de piedra.

 

El silencio nocturno de Hogwarts era algo que aprendí a valorar desde el primer año. Era un tipo de calma diferente, rota solo por el crujir de la madera, el ulular del viento a través de los vitrales y, si tenías mala suerte, los susurros de los fantasmas en las esquinas. Pero esta noche el silencio era diferente, más denso, casi asfixiante.

 

No tardé en notar que Luna caminaba más lento de lo normal. La observé de reojo y para mi sorpresa, su rostro estaba pálido, mucho más de lo habitual. Se llevó una mano a la sien, como si tuviera un repentino dolor de cabeza.

 

—¿Luna? —preguntó Anthony deteniéndose a su lado.

 

Ella parpadeó un par de veces y se apoyó ligeramente en la pared. —Hay algo... raro.

 

Eso no era nada nuevo cuando venía de ella, el temblor en su voz me puso alerta. No era la divagación casual con la que solía hablar de criaturas exóticas e invisibles o teorías extrañas. Había una urgencia en sus palabras, una seriedad que no le había visto antes.

 

Theo se cruzó de brazos, mirando alrededor como si tratara de encontrar la fuente de su incomodidad.

—Tal vez sólo estás cansada. No hemos dormido bien en días.

 

Luna negó con la cabeza. —No es eso. Algo se siente... denso.

 

Y justo en ese momento, un sonido cortó el aire. No fue el chasquido de una puerta ni el arrastre de un cuadro moviéndose, sino algo más... violento. Como si algo pesado se hubiera desplomado contra el suelo. Un golpe sordo, seguido de un crujido inquietante.

 

Mi cuerpo reaccionó antes de que mi mente procesara lo que había escuchado. Algo en mis entrañas me gritaba que siguiéramos ese ruido. Y por la expresión de mis amigos, ellos también lo habían sentido.

 

Sin decir una palabra, comenzamos a avanzar por el pasillo. Y con cada paso, la expresión de Luna se torcía más. Como si algo invisible la estuviera estrujando.

 

—No me gusta esto —murmuró Blaise con la varita ya en mano.

 

A mi tampoco. Pero ya no había vuelta atrás.

 

El pasillo estaba en penumbras, solo iluminado por la tenue luz de nuestras varitas. Cada uno de nuestros pasos resonaba como un latido en el silencio sepulcral del castillo. Luna jadeaba a mi lado, sujetándose el estómago con una mano, mientras Anthony la mantenía en pie. Algo iba mal. Muy mal.

 

Fue entonces cuando el sonido se rompió. Un quejido. Un lamento rasgado y quebrado, como si la misma muerte estuviera tratando de hablar. Nos detuvimos en seco. El eco se arrastró hasta nosotros y una luz tenue parpadeó a lo lejos, como un faro guiándonos hacia algo que sabíamos que no queríamos ver.

 

—Díganme que también lo escucharon —susurró Theo, con un tono rasposo y su varita alzada.

 

Blaise asintió con la mandíbula tensa. Yo tragué saliva. Mi pecho se encogió. No quería seguir, no quería saber qué había adelante, pero algo en mi interior me impulsaba, una fuerza irracional, primitiva, de esas que empujan a los idiotas en las películas muggles de terror. Asi que como un idiota más avancé.

 

Cada paso hacía que el aire se volviera más pesado, como si el castillo mismo estuviera conteniendo la respiración. Luna temblaba a mi lado, sus ojos estaban desorbitados. Anthony la abrazaba contra él, como si quisiera protegerla de lo que estaba por venir.

 

Y entonces lo vimos.

 

El cuerpo de Helio Kirraman, un alumno de tercer año mestizo de Slytherin estaba tirado en el suelo de piedra, rodeado de un charco de sangre que parecía expandirse como tinta sobre pergamino. Sus ropas estaban rasgadas, su pecho subía y bajaba débilmente, con cada respiración más errática que la anterior. Su piel, normalmente morena, ahora estaba pálida como la cera.

 

Mi corazón martilleó contra mi pecho.

 

—¡Mierda! —gritó Theo, corriendo hacia él.

 

De repente mis pies se resbalan en el suelo mojado. No es agua. No, tiene que serlo, no puede ser otra cosa...

 

Fui directo hacia él cuando el cuerpo del chico tirado en el suelo se empezó retorcer, cada respiración parecia un eco roto en la inmensidad del pasillo. La sangre empapaba la túnica de Helio, formando un charco oscuro y pegajoso que refleja la luz de las antorchas. Era demasiada. No debería haber tanta.

 

Mis manos buscan instintivamente la fuente del derramamiento, presionando con fuerza sobre su abdomen sin saber si eso realmente estaba ayudando. Mis dedos temblaban al sentir cómo la sangre se filtra entre ellos, caliente, pegajosa, imparable. El corazón late con un ritmo irregular, una mezcla de adrenalina y puro pánico.

 

—¡Respira, Helio! ¡Respira, maldita sea! —mi voz se siente extraña, como si no fuera propia.

 

El chico apenas reacciona. Los labios entreabiertos intentan formar una palabra, pero solo escapa un sonido ahogado. Su rostro está pálido, casi gris. El sudor brilla en su frente, pegándole los mechones oscuros a la piel. Sus ojos, antes llenos de vida y arrogancia, están vidriosos, desenfocados. No eramos amigos antes, ni nunca lo fuimos, y ahora... ahora...

 

Mks músculos se tensaron al ver cómo sus pestañas tiemblan. No, no vas a cerrar los ojos. No puedes hacerlo.

 

—No te atrevas, Kirraman. ¡No te atrevas a desmayarte!

 

Hice más presión sobre la herida. Mucha. Tal vez demasiada. ¿Así se detenía una hemorragia? No habia tiempo para pensarlo. Cada segundo cuenta, cada gota que se pierde era un paso más cerca del final.

 

Anthony y Luna ya no estában, no se que que momento se habían ido a buscar ayuda. Ojalá corran lo suficientemente rápido. Ojalá no sea demasiado tarde.

 

Detrás de mi, Blaise y Theo respiraban con dificultad, podia sentirlos, pero ninguno hablaba. Aunque no hay nada que decir cuando un chico está desangrándose frente mío.

 

Un ruido.

 

Un crujido sutil en la oscuridad del pasillo.

 

Mis músculos se tensaron aún más, y mi cuello se giro con un movimiento brusco. Entre las sombras, una figura se deslizaba, apenas una silueta, como un espectro que se funde con la penumbra. No había tiempo para distinguir detalles, solo un destello, un movimiento, solo la confirmación de que alguien estuvo aquí.

 

No lo perseguimos. No podíamos hacerlo.

 

Helio exhala un quejido lastimero y mis manos regresan a él, como si se hubiera ido por un instante y ahora volviera a la realidad. Aprieto más fuerte pars detener toda su sangre, y aplico hechizos sin varita para curar y cerrar sus heridas, lo hago con los pocos que sé. Por favor, aguanta, solo un poco más, aguanta por favor.

 

Entonces, Blaise susurra un nombre.

—Draco…

 

No era su tono habitual. Habia algo en su voz, algo que me paralizaba el cuerpo antes de siquiera ver lo que estaba señalando.

 

Mis ojos siguen su línea de visión.

 

La pared.

 

Las letras brillan con la luz temblorosa de las antorchas, son gotas de sangre aún frescas, aún goteando.

 

Por y para tí, Draco Malfoy.

 

El aire se corta en mi garganta.

 

Mi corazón deja de latir por un segundo.

 

El frío me recorre la piel como si de repente todo el castillo se hubiera congelado.

 

Y entonces, todo lo que ya era un desastre se convierte en algo mucho peor.

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