Draco Malfoy y la Casa de los Nero

Harry Potter - J. K. Rowling
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Draco Malfoy y la Casa de los Nero
Summary
Después se un desastroso primer año en Hogwarts, Draco esta decidido a que este año sea mejor, de que sea normal. Así que destruye el diario de Voldy, venir del futuro lo ayudaba en la tarea.Pero el destino tiene que equilibrar todo de nuevo, si ya no tenemos a Voldemort con nosotros este año... ¿Qué pasará? ¿Y cómo estamos tan seguros de qué él no está ahí en realidad?Además de eso, tiene que buscar sobre la familia Nero (que podría o no ser también su familia). ¿Lo malo? Pareciera que nunca existió, aunque tengan pruebas de que si.Esta es la bienvenida a su segundo año....Hola! Este es el segundo libro de la saga "Draco Malfoy y el diario de Carlise Noir" así que para leer esto te recomiendo antes leerte el anterior, que podrás encontrar en mi perfil.Al final, decidí omitir por completo a Voldemort aquí, ¿o quizá no?Espero que le den una oportunidad a esta segunda parte, y disfrútenla.Nos leemos!M. S. C
All Chapters Forward

¿Qué sucedió?

Si alguna vez se preguntas cómo se siente ser arrastrado a una oficina como si fueras un criminal de guerra, puedo confirmarte que es exactamente lo que parece: una emboscada cruel, injusta y absolutamente innecesaria.

El camino hasta la oficina del viejo Dumbledore fue silencioso, lo cual me preocupó más de lo que admitiré en voz alta. Normalmente, Severus ya nos habría destripado verbalmente, pero no… Nada.

Theo iba caminando a mi lado con la expresión de alguien que ya estaba escribiendo su testamento mentalmente. Blaise parecía resignado a su destino. Anthony probablemente estaba pensando en todo lo que no haría porque estaría en detención hasta el fin de los tiempos. Y Luna… bueno, Luna miraba el techo como si allí estuviera escrita la respuesta a la inmortalidad.

—¿Creen que nos expulsen? —pregunté, más para romper el silencio que por otra cosa. Si no expulsaron a Potter y Weasley antes, no lo harían con nosotros.

—Si lo hacen, ¿podemos irnos de vacaciones a Grecia? —preguntó Theo.

—¿Por qué Grecia?

—Siempre quise ver a los centauros de allá. Dicen que tienen un restaurante.

Antes de que pudiéramos seguir esa conversación importante, llegamos.

McGonagall nos esperaba con los brazos cruzados, mirándonos como si fuéramos la peor decepción de su vida, y considerando que también tenía que lidiar con Potter y Weasley, eso era decir mucho.

Y hablando de los idiotas en cuestión, estaban parados en el otro lado de la oficina con la misma cara de "no sabemos qué hicimos mal" que llevan puesta el noventa porciento del tiempo.

—Bien —hablo Dumbledore, sentado detrás de su escritorio con una expresión que yo describiría como divertida con un toque de "estoy demasiado viejo para esto".

Severus estaba a su lado con cara de querer prendernos fuego con la mente.

—Antes de que digan nada —intervine, levantando la mano—, quiero que sepan que todo esto tiene una explicación perfectamente lógica.

—Oh, esto será interesante —murmuró McGonagall.

Mi padrino me miró con ojos entrecerrados.
—Por favor iluminanos, Malfoy.

Me aclaré la garganta.

—Bueno, todo empezó porque… bueno, nos quedamos dormidos.

—Por tú culpa —intervino Anthony.

—Detalles.

McGonagall suspiró profundamente. —Continúa.

—Entonces, nos levantamos tarde, pero corrimos. O sea, hicimos un esfuerzo, y en el caos de la mañana, perdimos a Luna.

Todos miraron a Luna, quien simplemente sonrió.

—Me distraje.

—Ajá —continué—. Luego encontramos a Luna, pero esta vez perdimos a Blaise.

Blaise suspiró. —Me distraje.

—Con un maldito té —agregó Theo.

Severus cerró los ojos un momento, como si estuviera rezando por paciencia.

—Para cuando finalmente logramos estar todos juntos, ya era tarde. La plataforma se cerró, y no podíamos llegar al tren.

McGonagall nos miró con seriedad.

—Y en lugar de buscar ayuda, decidieron irse a pasear por Londres.

—No fue un paseo, profesora. Fue un intento desesperado de supervivencia —intenté justificarnos. Mi padrino se cruzó de brazos.

—¿Y cómo, exactamente, lograron llegar a Hogwarts?

Me aclaré la garganta. —Eh… bueno, nos encontramos con un amigo.

—Un amigo —repitió él con una voz que claramente indicaba que no confiaba en mi definición de "amigo".

—Sí, Mark.

Silencio.

Dumbledore arqueó una ceja. —¿Quién es Mark?

—El chico guapo de la tienda de discos.

McGonagall parpadeó confundida. —¿Qué?

—Quiero decir… el mago que nos ayudó. Casualmente guapo —corregi, a ninguno en la habitación pareció calmarlo.

Severus cerró los ojos otra vez. —Merlín, dame fuerzas…

—En fin —continué rápidamente—, resultó que Mark es mago, tenía una forma de llevarnos y llegamos justo a tiempo.

—¿Justo a tiempo? —preguntó McGonagall, con incredulidad.

—Bueno… antes que Potter y Weasley —como dicen, "si no puedes contra el enemigo, únete a él". Y el objetivo en común eran los zoquetes.

Todos los ojos se giraron hacia los otros dos acusados en la sala.

—Eso no es justo —dijo Weasley de inmediato—. Nosotras también encontramos nuestra propia manera de llegar.

—¡Robaron un auto volador! —exclamó McGonagall.

Weasley se encogió de hombros.
—Sí, bueno, también lo hicimos bien.

—Estrellaron el auto —añadí, señalándolos.

Severus por primera vez, pareció tener un mínimo de satisfacción.

Dumbledore suspiró. —Esto es un desastre.

—Entonces, ¿nos expulsan? —preguntó Luna tranquila. Como si no fuera literalmente su primer día.

McGonagall nos miró a todos antes de responder.

—No. Pero serán castigados severamente.

Mi padrino asintió, mirándonos a todos con la misma expresión de un gato observando ratones atrapados.

—Tendrán detención. Pérdida de puntos. Y yo, personalmente, me aseguraré de que no vuelvan a repetir esta demostración de incompetencia suprema.

—¿Cuántos puntos? —preguntó Theo con una voz de resignación.

—Cincuenta por cabeza.

Silencio.

—Ay.

McGonagall se giró hacia Potter y Weasley.

—Y ustedes. Cien puntos cada uno.

Potter y Weasley parecieron querer protestar, aunque una mirada de McGonagall los hizo callar.

Dumbledore finalmente se levantó.
—Espero que todos aprendan algo de esto. Ahora pueden retirarse.

Nos giramos para salir lo más rápido posible antes de que cambiaran de opinión, pero antes de cruzar la puerta, Severus me llamó.

—Malfoy.

Me congelé. —¿Sí, señor?

Él me miró durante un largo momento.

—Tú y yo hablaremos más tarde.

Genial.

Salimos de la oficina en completo silencio y solo cuando estuvimos a una distancia segura, Theo suspiró.

—Bueno, pudo haber sido peor.

—Les quitaron cien puntos en total —respondió Anthony —. Y a nosotros ciento cincuenta Theo, y ni siquiera empezamos las clases aun —

—Sí, y sin embargo no estamos muertos. Eso ya es un logro.

Luna sonrió. —Fue divertido.

—Nos castigaron —dije.

—Sí, pero nos castigaron juntos —respondió Luna alegremente.

A veces me pregunto si Luna realmente entiende lo que pasa a su alrededor… o si nosotros somos los que no entendemos.

Y con esa reflexión profunda, nos fuimos a la Sala Común, listos para el siguiente desastre.

Luna me lanzó una última mirada, y supe que teníamos que hablar.

...

La torre de Ravenclaw tenía algo extraño por la noche. Como si el aire estuviera más pesado de conocimiento, como si cada piedra estuviera llena de pensamientos antiguos. Luna estaba sentada en el alféizar de una ventana, con la luz de la luna iluminando su cabello plateado.

—¿Te siguieron? —preguntó sin mirarme.

Fruncí el ceño. —No. ¿Esperabas que lo hicieran?

—No. Solo me gusta preguntar —Suspiré y me apoyé en la pared junto a ella.

—¿Cómo lo supiste?

Ella inclinó la cabeza, como si estuviera escuchando algo que yo no podía oír.

—Lo vi —No le respondí y se giró hacia mí con una expresión seria, una que nunca había visto en ella—. Mi madre tenía visiones. Yo no, sin embargo a veces veo recuerdos, o almas.

Algo en mi pecho se tensó. —¿Y qué viste en mí?

Luna parpadeó lentamente.
—Dos vidas.

Un escalofrío me recorrió la espalda, ¿acaso... acaso ella en verdad...?
—Eso no tiene sentido —insistí.

—No tiene que tenerlo —dijo con naturalidad—. Pero es la verdad.

Respiré hondo. No tenía sentido disimular con Luna. —Volví en el tiempo —admití —. Es por eso que estoy buscando a Carlise, los chicos no lo saben.

Luna asintió, sin sorpresa. —Lo sé.

—¿Cómo?

—Porque cuando te vi por primera vez… sentí que ya te conocía. Y ahora lo hago lo suficiente como para saber que no les dirías —afirmo.

Cerré los ojos un momento. —No puedes saber eso.

—Claro que sí —respondió suavemente—. Porque en otra vida, tú me diste pan.

Abrí los ojos de golpe. —¿Qué?

Luna me miró con una sonrisa leve, no era una de sus sonrisas distraídas, era una sonrisa de alguien que recordaba, de alguien qué sabía.

—Cuando te vi, recordé como alguien me daba pan, en un calabozo creo. Y ese alguien eras tú —explicó.

El mundo pareció tambalearse a mi alrededor. Recordaba eso. Yo era un adolescente. No podia ir directamente a los calabozos d ela Mansion ni mucho menos darles algo a los pricioners, pero había una niña tan... tan delgada, con los ojos grandes y el cabello despeinado. Que se veía tan perdida. No pregunté. Solo le di un pedazo de pan, y algunos más los días siguientes, otros días si tenía suerte le llegaba a traer algo de sopa.

—¿Cómo lo recuerdas? —volví a preguntar. Todo parecía tan... místico.

Luna ladeó la cabeza.

—Algunas cosas trascienden el tiempo.

No supe qué decir y el silencio se alargó entre nosotros. Finalmente, respiré hondo. —Luna… si sabes esto, si sabes que volví en el tiempo… ¿qué crees que debería hacer? —era una duda que llevaba siempre conmigo, ¿estaba haciendo bien en cambiar tanto? ¿Debería dejar que todo vuelva a su curso?

Ella me sonrió, y esta vez su expresión era completamente lúcida. —Hagas lo que hagas, Draco… asegúrate de ser quien quieres ser esta vez.

No respondí de inmediato.

Miré la luna, sintiendo el peso de todo lo que había pasado, todo lo que había cambiado.

No podía arreglar todo. Pero esta vez, iba a hacer las cosas bien.

—¿Y qué más sabes del futuro? —preguntó, con la cabeza ladeada y una expresión de absoluta fascinación, como si le hubiera dicho que los tejones de Hufflepuff eran en realidad alienígenas con doble vida.

Me la quedé mirando. Era tentador. Muy tentador.

—Podría decirte cosas —dije con un tono misterioso—. Pero eso podría alterar el curso del tiempo, causar paradojas, y hacer que el universo implosione.

—Oh —asintió con gravedad—. Pero un dato pequeñito no haría tanto daño, y seguro que ya cambiaste alguna que otra cosa ¿verdad?

—Supongo que no. Y si, lo he hecho.

Era una excusa. La verdad era que nunca había podido hablar de esto con nadie. Y por primera vez… podía hacerlo. Así que me incliné un poco hacia ella y, con la voz más seria y dramática que pude, le solté:

—En el futuro, la gente usa crocs.

Luna parpadeó. —¿Crocs?

—Son zapatos —expliqué con amargura—. Horribles, de goma y con agujeros. La gente los usa en público.

Ella pareció considerar esto por un momento y luego asintió con sabiduría.

—Suena… cómodo.

—¡Son un atentado contra la moda y la dignidad humana! —repliqué.

—Bueno, Draco, la moda es solo una ilusión colectiva de lo que es aceptable.

Rodé los ojos. —Sí, pero esto es llevar la ilusión al extremo —Luna sonrió como si acabara de recibir la mejor noticia del mundo.

—Me alegra saber que en el futuro la gente tiene los pies felices.

Me llevé las manos al rostro. —Estás perdiendo el punto.

—No lo creo —hablo, pensativa—. Si en el futuro la gente se siente lo suficientemente cómoda como para usar zapatos feos, eso significa que el mundo es un lugar más relajado.

Fruncí el ceño. —O un lugar sin estándares.

—Tal vez. Aunque dime, ¿qué otra cosa cambia en el futuro?

—Bueno… —Me lo pensé un segundo y decidí soltar algo verdaderamente impactante—. Existe una saga de libros sobre un vampiro brillante que juega al béisbol con su familia.

Luna abrió mucho los ojos.

—Eso suena… interesante.

—No lo es. Es un desastre —suspiré—. Y lo peor es que se hace popular. Las chicas se pelean por si prefieren al vampiro o al hombre lobo sin camiseta.

—¿Y tú de qué lado estabas?

La miré con seriedad.

—Del lado del sentido común —en realidad, si tenia un lado total y completamente elegido.

Ella rió con suavidad, y me sorprendí al darme cuenta de que yo también sonreía.

Había pasado tanto tiempo guardándome las cosas, con miedo de decir lo incorrecto y cambiar demasiado (ejem, demasiado de lo que no queria cambiar)… pero con Luna, podía soltar pequeños detalles sin que importara.

Me estiré y suspiré, sintiéndome más liviano.

—Gracias por esto, Luna.

Ella ladeó la cabeza. —¿Por los zapatos feos o por los vampiros brillantes?

Rodé los ojos y sonreí.

—Por dejarme hablar de todo esto sin pensar que estoy completamente loco.

Ella me miró como si estuviera viendo algo mucho más allá de mi piel y mi alma.

—Draco, si hay algo que he aprendido, es que las cosas más locas suelen ser las más reales.

Me quedé en silencio por un momento.

Tal vez tenía razón. Tal vez esta segunda oportunidad, con todas sus diferencias y cambios, no era algo tan malo después de todo.

—Y bueno... ¿nosotros eramos amigos? —preguntó ella de repente —. Solo puedo ver pequeños fragmentos aveces, no lo sé todo.

—No, yo era un completo idiota —admiti.

—Pues un "completo idiota" no me hubiera dado pan cuando estaba en los calabozos, Draco.

Me pasé una mano por el cabello, sin saber bien qué hacer con mis propias emociones. Era un completo idiota, no lo podía negar. Aunque el hecho de que Luna me recordara por eso… por un simple pedazo de pan… hacía que algo en mi pecho se sintiera extrañamente cálido y pesado al mismo tiempo.

—Bueno, tal vez era un idiota con estándares —dije al final—. Solo me permitía ser cruel con la gente que lo merecía —mentiroso me dijo mi mente. Gracias conciencia.

Luna ladeó la cabeza.
—¿Y quiénes merecían tu crueldad?

Fruncí el ceño. —Bueno, Potter, Weasley… Longbottom —y cada una de las personas en la Casa Gryffindor, agregue mentalmente.

Luna me miró con ojos inocentes.

—¿Y qué te hicieron ellos?

Abrí la boca. La cerré. Volví a abrirla. —Eso no es relevante.

Ella sonrió con dulzura.

—Entonces, ¿no merecían tu crueldad?

—Maldita sea, Luna —ella rió suavemente y volvió a mirar la luna. Yo me crucé de brazos, sintiéndome… un poco menos enojado de lo normal. Solo un poco.

—Entonces —dijo de repente, con su tono usualmente soñador—, ¿de qué team eras?

Parpadeé. —¿Perdón?

—En el futuro. Dijiste que las chicas se peleaban por el vampiro o el hombre lobo sin camiseta. ¿Tú de qué team eras?

La miré con el ceño fruncido. —Esa es una pregunta trampa.

—No lo es —respondió con su tono de "sí, sí lo es". Suspiré dramáticamente.

—Mira, Luna, esto es información confidencial, pero ya que eres la única persona en esta línea del tiempo que sabe la verdad, te lo diré —Ella asintió con entusiasmo, claramente interesada.

No podía creer que le iba a decir eso.

—Team Jacob.

Luna parpadeó lentamente.

—Ese era... ¿el hombre lobo sin camiseta? —adivino.

—Exactamente.

—Sabía que tenías un fetiche con los hombres altos y musculosos —se rió. Me atraganté con mi propia saliva.

—¿Qué? —¡No lo tenia!

—Es evidente —dijo con naturalidad, como si estuviera comentando el clima—. Por cómo miras a ciertos chicos.

—¡Yo no… no miro…!

Luna me miró con paciencia infinita. —Draco.

Me tapé la cara con una mano.

—Voy a fingir que esta conversación nunca ocurrió.

—Pero ocurrió.

—No, no ocurrió.

—Sí, y seguramente en más de una linea del tiempo, además.

—Luna, te amo, pero te juro por Morgana…

Ella sonrió y dejó que el silencio se instalara de nuevo. Apreté los labios. No podía negar que la idea de Jacob Black había tenido cierto impacto en mi… estética personal. No es que fuera algo obvio. No es que me gustaran los hombres altos y fornidos con cara de cachorro y un problemático sentido del honor.

No. Para nada.

Bueno, tal vez solo un poco.

Suspire pesadamente. —Si alguna vez revelas esto, diré que estabas bajo los efectos de una maldición confundus.

—No lo haré —afirmo con una sonrisa—. Me gusta ser la única que sabe tus secretos.

Me quedé mirándola un segundo.

Tal vez eso no era tan malo.

—Bueno, si tú guardas mi secreto… yo guardaré el tuyo.

—¿Cuál de todos?

Me encogí de hombros. —El de que te gustaría usar crocs.

Luna rió y se inclinó un poco hacia adelante, como si estuviera conspirando conmigo.

—Draco, no es que quiera usarlas… es que sé que lo haré.

No supe si sentirme aterrorizado o impresionado.

Tal vez ambas cosas.

~~~❤︎~~~

¿Qué carajos querían de mi un puto Lunes a las siete de la mañana?

—Buen dia, ¿qué necesita, profesora? —salude al entrar en el despacho de McGonagall con la mejor sonrisa que mi cara adormilada podía ofrecer.

Por dentro, sin embargo, mis pensamientos eran un desfile de: ¿por qué me tuve que levantar de mi comoda y amada cama? ¿No hay normas contra la tortura en este castillo? McGonagall, por favor, ten piedad de mi alma, todavía ni he desayunado.

La profesora McGonagall me miró con su habitual expresión severa, aunque con un leve destello de evaluación en sus ojos.

—Señor Malfoy, el año pasado completó con éxito varios cursos avanzados, por lo que tenemos la opción de que continúe con ese ritmo o pase directamente a una materia adelantada.

¿QUE?

Mis neuronas, que ya estaban en huelga por la hora infernal, simplemente se apagaron.

—Eso suena… interesante —respondí con una sonrisa angelical, mientras por dentro mi cerebro gritaba NO, NO SUENA INTERESANTE, SUENA COMO TRABAJO EXTRA, AUXILIO POR FAVOR, no quiero estar aquí.

McGonagall alzó una ceja, claramente no comprando ni un segundo de mi actuación.
—Por supuesto, no es obligatorio. Puede continuar con la currícula estándar si lo prefiere —gracias a Rowena.

Sí. Sí, por favor. Déjeme ser un alumno normal, quiero dormir, quiero comer, quiero tener una vida, profesora, se lo suplico.

—Me encantaría el desafío, profesora —afirme con una sonrisa.

¿Por qué? ¿Por qué acababa de decir eso? ¿Por qué mi boca y mi cerebro nunca estaban en sincronía?

La profesora McGonagall asintió con aprobación.

—Bien. Tiene varias opciones: encantamientos avanzados, estudios de transfiguración de nivel superior igual que el de pociones o investigación independiente con un profesor mentor, también el... —de ahí en adelante mi mente estaba en blanco, solo sabía que había dicho muchas cosas más.

—Todas suenan fascinantes —respondí con la mejor voz de estudiante aplicado, mientras mi alma flotaba fuera de mi cuerpo y se arrojaba a un lago.

—¿Cuál prefiere, joven Malfoy?

¿Puedo elegir la opción de "nada" y volver a dormir?

—Me interesan los estudios en encantamientos, pociones, transfiguración y la investigación independiente —dije, sin saber de dónde había sacado la energía para siquiera formar palabras coherentes.

McGonagall me miró con algo parecido al respeto.

—Unas elecciones ambiciosas. Hablaré con los profesores para ver quién puede fungir como su mentor y le avisaré a Severus y Flitwicht, eran los más ansiosos por su compromiso. Yo misma estoy muy encantada con su desempeño en mi materia —asintió.

¡NO! No, no lo haga. Era solo un chiste. No quiero-

—Muchas gracias, profesora —dije.

—Puede retirarse.

Me levanté con elegancia, di una leve inclinación de cabeza y salí del despacho como un caballero educado y formal.

Cinco segundos después, apenas giré la esquina, me apoyé contra la pared y exhalé todo el sufrimiento de mi alma.

—¿Por qué soy así? —murmuré, mientras mi destino me miraba y se reía en mi cara.

—Espere, Malfoy —me llamó la profesora detrás mio —. Casi olvido que tienes que hablar con Snape, te está esperando en las mazmorras.

Genial.

—Sí profesora —asentí cambiando mi rumbo.

Mierda.

Mi cuerpo ya estaba en modo "supervivencia", pero mi alma, mi pobre y desnutrida alma, gritaba "¡¿por qué todo me pasa a mi?! ¡Yo solo quiero dormir, maldita sea?".

Me dirigí a las mazmorras con pasos firmes, aunque por dentro iba arrastrando los pies y lloriqueando como un niño de cinco años al que acaban de decirle que no puede desayunar helado.

Cuando llegué, empujé la puerta con delicadeza, porque el menor ruido podía significar la muerte.

—Buen día, profesor —salude con una sonrisa perfecta, la imagen de un alumno ejemplar.

Severus ni siquiera levantó la mirada de su escritorio. —Siéntate, Draco.

Sentí que me desintegraba en ese instante, pero obedecí, enderezando la espalda y fingiendo que no estaba considerando lanzarme por la ventana en ese preciso instante.

Él cerró el pergamino que estaba leyendo con demasiada calma, lo cual significaba peligro inminente.

—Yo te lo dije fuerte y claro, Draco —su voz era tan fría que la temperatura de la mazmorra pareció bajar diez grados—, "Tú y tus amiguitos irán en el tren de una manera tranquila y normal" y tú dijiste que lo harian — Ah, mierda—. Y ustedes —continuó— hicieron todo lo contrario.

Por favor, que se refiera a otro grupo de estudiantes problemáticos y encantadores.

—Profesor, no es que quiera contradecirlo, pero creo que la palabra "todo" es un poco exagerada —dije con mi tono más educado—. Hubo momentos de tranquilidad...

Mi padrino me miró con tal intensidad que mi alma salió de mi cuerpo, le dio la mano a la Parca y se fue de vacaciones.

—Explícame entonces, Draco —sus dedos tamborileaban sobre el escritorio—, en qué parte de "tranquilo y normal" encaja que Anthony Goldstein... en realidad creo que el único error de él fue seguir a un cabeza de chorlito como tú, que Luna Lovegood estuviera perdida en mi propia casa porque estaba hablando con una roca, que Theodore Nott casi mate a ese tal Mark, que Blaise Zabini también se perdiera por unas malditas bolsas de té y que tú estuvieras coqueteando con ese chico que los trajo de forma ilegal al colegio —¿Cómo se habai enterado de...? —. No me mires así, niño problemático. Yo lo sé todo.

Abrí la boca, pero ¿qué carajos se suponía que debía decir ante eso?

—Ehm... bueno, en nuestra defensa… —Draco, por amor a Merlin, por favor cállate — …nunca dijimos que sería aburrido.

Severus cerró los ojos como si estuviera contando hasta diez para no asesinarme.

Mierda, lo arruiné.

—Draco —su tono era bajo, controlado, peligroso—. No estoy enojado.

¿No?

—Estoy decepcionado.

¡Nooo! ¡El combo maldito!

—No puedo creer que, después de todo el tiempo que llevo enseñándote, aún no seas capaz de medir las consecuencias de tus acciones. ¿Cuántas veces hemos hablado de esto? ¿Cuántas veces he dejado claro que tu inteligencia debería ser usada para evitar problemas, no para causarlos?

Bajé la mirada con la expresión más arrepentida que pude reunir.
—Lo siento, profesor. De verdad. No fue mi intención que las cosas se salieran de control...

Él me observó un segundo más y luego, muy lentamente, resopló.

Y ahí supe que me había salvado.

Se pasó una mano por la cara, exhalando con la pesadez de un hombre que simplemente ya no tenía fuerzas para lidiar con mi existencia.

—No eres un ser funcional ahora mismo, ¿cierto? —afirmo más que preguntar.

—Eh… ¿cómo dice, profesor?

—Draco, si te pusiera a escribir una redacción de dos pergaminos completos ahora mismo, ¿crees que podrías hacerlo?

Mi cara angelical permaneció intacta.

—Por supuesto, profesor. Nada me haría más feliz que-

—Vete a dormir.

...¿Qué? ¿Acaso habai dicho lo que yo creía que había dicho?

—¿Disculpe?

—Vete. A. Dormir. —Me hizo un gesto de despedida con la mano, como si ya no tuviera energías para seguir con esto—. No quiero verte hasta después del almuerzo.

¿Me está dando permiso oficial para saltarme clases?

Sonreí, poniéndome de pie con rapidez.

—Señor, es un verdadero honor ser su alumno y aún más su ahijado.

—Solo sal de mi vista, Draco.

Salí de la mazmorra con la dignidad de un hombre que acaba de escapar de la muerte.

Y luego, mientras caminaba rumbo a la sala común, una sonrisa malévola se formó en mi rostro.

Podía dormir.

Podía. Dormir.

Severus era el mejor profesor y padrino de la historia. Tal vez hasta le haga una tarjetita.

...

Me senté en mi escritorio con la sensación de que estaba a punto de perder minutos valiosos de mi vida (porque, seguramente lo haria, que no recordara no signifiacaba que no lo presentia). Anthony estaba sentado a mi derecha, parecía resignado a su destino, mientras que Blaise a mi izquierda ya tenía su cara de "voy a hacer comentarios sarcásticos hasta que me echen". Al otro lado de la mesa, Theodore ya estaba en modo "cualquier cosa que Draco necesite, yo me encargo" porque al parecer, en algún punto de nuestra amistad, decidió que su misión en la vida era evitar que yo sufriera demasiadas estupideces en un mismo día.

Y entonces, la puerta se abrió.

—¡Queridos alumnos!

Mierda, necesitaba más tiempo para prepararme mentalmente pars esto.

Lockhart entró con una sonrisa que era más brillante que la luz de los mil soles y con un conjunto de túnicas en un tono de azul tan ofensivo que hasta el retrato de la pared pareció hacer una mueca de dolor.

—¡Bienvenidos a mi clase de Defensa Contra las Artes Oscuras!

Hubo silencio.

Luego, murmullos.

Y finalmente, una risita de Pansy en la fila de atrás porque, al parecer, alguien sí encontraba atractivo a este sujeto. Aún tenía el eco de su voz de lo "atractivo y gentil que era".

—Supongo que todos ya han leído mis libros… —dijo caminando por el aula con la seguridad de un hombre que cree firmemente que el mundo gira a su alrededor—. Después de todo, ¡son material obligatorio!

Mi mirada se deslizó al enorme retrato de sí mismo que estaba colgado en la pared y tuve que morderme la lengua para no decir "¿en serio?".

—¡Pero no quiero que piensen en mí como solo un autor! —continuó, deteniéndose justo al lado de mi mesa—. ¡Soy su profesor! Un mentor, una guía… ¡un amigo!

Y entonces, su mano cayó sobre mi hombro, que se dirigió rápidamente a mi nuca para hacercarme a él.

Un silencio muy, muy incómodo llenó el aula.

Sentí a Theodore endurecerse a mi lado, sentí a Blaise dejar de respirar por un momento, sentí a Anthony parpadear como si estuviera evaluando si esto era algo normal o si tenía que reportarlo al Consejo de Estudiantes.

Yo, por mi parte, entré en crisis.

¿Que mierda le esta pasando? ¿Un derrame cerebral? Que deje de tocarme, y se aleje de mi

—¡Y qué alegría tener alumnos tan guapos en mi clase! —continuó Lockhart con un tono tan relajado que casi me vomito encima —. ¿Sabes, Malfoy? Tu cabello es muy lindo y... —siguió parlotenado de "como junto a él podía explotar todo mi potencial".

Theo movió su silla con tanta fuerza que hizo un ruido chirriante contra el suelo.

—Profesor. —Su voz sonó neutral, pero conocía ese tono. Era el mismo que usaba cuando alguien le debía dinero y fingía que no iba a romperle las piernas si no pagaba—. ¿Podría empezar con la lección?

Lockhart sonrió, sin mover su mano de mi . —¡Por supuesto, querido muchacho! ¡Vamos a comenzar con algo divertido!

Finalmente, me soltó.

Y si alguien me hubiera dicho que mi vida dependía de quedarme quieto y no sacudirme como si hubiera sido corrompido, me habría muerto en ese instante.

—¡Un pequeño examen para ver cuánto saben sobre mí! —anunció, sacando un montón de pergaminos.

Blaise dejó caer la cabeza sobre la mesa.
Anthony hizo una mueca de sufrimiento.
Yo solo... acepté mi cruel destino.

—Pueden comenzar. — sonrió.

Bajé la mirada al pergamino y mi cerebro tardó exactamente tres segundos en decidir que esto era una broma.

"¿Cuál es el color favorito de Gylderoy Lockhart?"

"¿Cuantos premios a la Sonrisa más Encantadora ha gandado?"

"Si pudiera elegir su animal como animago, ¿cuál sería?"

Solté el pergamino con la delicadeza de un hombre que acababa de tocar algo radioactivo.

—Esto no es real. —Anthony susurró con horror.

Blaise se inclinó hacia nosotros, mirándome con absoluta seriedad. —Voy a poner 'azul feo' en la primera pregunta.

—Voy a escribir 'ninguno' en la de los premios. —susurré de vuelta.

—Voy a poner 'un pavo real egocéntrico' en la del animago. —añadió Theo, con un tono que indicaba que realmente pensaba hacer eso.

Nos miramos los tres.

Y entonces, Anthony suspiró.
—¿Qué tan jodidos estamos si no respondemos bien?

Theo giró la cabeza lentamente hacia Lockhart, que estaba sonriendo con orgullo mientras revisaba su reflejo en un espejo de bolsillo.

—Anthony, creo que podemos escribir cualquier cosa y este hombre ni se va a dar cuenta.

Me llevé una mano a la cara.

Definitivamente, no iba a aprender nada en esta clase.

.

Como dije antes, ya había aceptado mi destino.

Había aceptado que estaba en una clase donde mi profesor no tenía la capacidad intelectual necesaria para hacer un hechizo básico. Había aceptado que mi examen consistía en recordar cuántos premios de belleza tenía este imbécil.

Lo que no había aceptado, sin embargo, era que Lockhart volviera a acercarse a mi mesa.

—¿Cómo van, muchachos? —preguntó con esa voz de tipo que se cree demasiado encantador.

Mal, muy mal. Estamos sufriendo.

Pero como siempre, lo que dije fue muy diferente a lo que pensé. —Maravilloso, profesor —solté con la mejor sonrisa que pude fingir—. Estoy aprendiendo tanto.

A mi derecha, Blaise se atragantó con su propia saliva, Theo apretó su pluma con tanta fuerza que pensé que iba a partirla en dos.

Lockhart me sonrió como si realmente creyera que lo decía en serio.
—¡Sabía que eras un joven inteligente, Malfoy! ¡Desde que entraste, supe que había algo especial en ti!

Miré a Theo de reojo.

Dios mío, lo va a matar.

La vena en su sien latía con fuerza, sus puños estaban apretados, y solo faltaba que le saliera espuma por la boca. Y eso no me disgustaba para nada.

—Bueno, bueno, continúen, continúen —dijo él con un gesto de su mano, alejándose con una sonrisita.

Theo esperó a que estuviera fuera del rango de audición y luego giró lentamente la cabeza hacia mí.

—Draco.

Tragué saliva. —Sí, querido amigo y compañero de confianza.

—¿Por qué le dijiste que estabas aprendiendo?

—Porque si le digo la verdad, puede decidir hacer algo peor.

—¿Peor que esto?

—Sí, ¿te imaginas si decide hacernos actuar sus libros?

Hubo un silencio.

Los ojos de Blaise se abrieron en terror y Anthony dejó caer su pluma.

—Salazar —susurró Theo, pálido—. No le demos ideas.

Blaise cerró los ojos. —Si algún día me ven matando a alguien, hagan como que no vieron nada.

Le di unas palmaditas en el hombro.

—Zaza, lo haríamos sin que nos lo pidieras.

En ese momento, Lockhart aplaudió con entusiasmo.
—¡Tiempo! ¡Entreguen sus exámenes!

Tomé mi pergamino y lo miré con resignación.

"Nombre completo de Gylderoy Lockhart"

Había escrito: "Gylderoy 'Egomaniatico' Lockhart".

"Hechizo favorito de Lockhart"

Mi respuesta: "El reflejo de su propio espejo"

Suspiré.

Me iba a reprobar.

Pero al menos iba a hacerlo con dignidad.

.

Ya había visto muchas cosas en esta vida. Había luchado contra personas, había peleado contra un hipogrifo (bueno, ahí si perdi), había sobrevivido a maldiciones, había viajado en el tiempo.

Pero lo que no estaba preparado para ver era a Lockhart creyendo que tenía el más mínimo control sobre su aula.

—¡Ahora, jóvenes! —grito con su eterna sonrisa—. ¡Pondremos a prueba su valentía!

Miré a mis amigos.

Oh, no.

Esto va a salir terriblemente mal.

Antes de que pudiera sugerir una retirada estratégica, este quitó la tapa de una jaula.

Y fue entonces cuando el caos empezó.

Docenas de duendecillos azules salieron disparados como balas, riendo histéricamente mientras se lanzaban sobre los estudiantes.

—¡Ahhh! —gritó Anthony cuando uno se le colgó del cabello.

—¡Mi corbata! —exclamó Blaise, intentando zafarse de una criatura que se la estaba robando.

—¡¿POR QUÉ TIENEN TANTA FUERZA?! —rugió Theo mientras un duendecillo intentaba arrancarle la pluma de las manos.

Y yo.

Yo simplemente me quedé mirando la escena, completamente cansado de la vida.

Porque mientras mis compañeros entraban en pánico, Lockhart solo se quedó de pie, riendo. —¡Vaya energía! —exclamó como si esto fuera una maldita fiesta.

Lo voy a matar.

Un duendecillo se lanzó hacia mí, intentando agarrar mi varita.

Le di una mirada seca.

—No.

Con un simple movimiento de mi mano, conjuré Impedimenta. La criatura se quedó flotando en el aire, congelada, y luego cayó al suelo como una roca.

Lockhart todavía estaba sonriendo, sin darse cuenta de que su aula era un campo de batalla.
—Bueno, jóvenes, ¿qué haremos ahora?

Silencio.

Luego, lentamente, todos los ojos se giraron hacia mí.

Resoplé.

Por supuesto que me tocaba a mí.

—Bien. —Suspiré, apuntando con la varita—. Vamos a terminar con esto.

Con un solo movimiento, conjuré Petrificus Totalus sobre tres duendecillos que intentaban robarse la mochila de Theo.

—¡Locomotor Mortis! —solté, y otros cuatro se cayeron como sacos de patatas—. ¡Incarcerous! —Cuerdas mágicas aparecieron, atrapando a los últimos duendecillos y dejándolos colgando del techo como adornos de Halloween.

Silencio.

Los estudiantes me miraban con asombro.

Blaise, todavía con su corbata a medio poner, fue el primero en hablar:

—Voy a fingir que no vi lo fácil que fue para ti, para no sentirme como un completo incompetente.

Theo asintió. —Estoy de acuerdo.

Anthony se pasó una mano por el cabello despeinado.
—¿Podemos contratarte como nuestro protector personal?

Ignoré a los tres y me giré hacia Lockhart que me miraba con una sonrisa tensa.

—Ah… bueno, Malfoy, eso fue… una gran muestra de iniciativa —lo miré en silencio—... pero la próxima vez, deja que los demás también participen.

Volví a mirarlo. —¿Usted está diciendo que debería haber dejado que los duendecillos nos asesinaran lentamente?

Lockhart carraspeó. —Bueno… no lo llamaría así —me froté los ojos con cansancio.

Por Merlín, no voy a sobrevivir este año.

Y como no podíamos dejar a los pobres duendes así como así... bueno, tirarselos al profesor fue lo mejor que se me pudo ocurrir.

...

Nos arrastramos fuera del aula como si hubiéramos sobrevivido a una guerra. Theo tenía el cabello hecho un desastre, Blaise todavía intentaba acomodarse la corbata, y Anthony miraba su mochila con resignación porque los duendecillos se habían robado sus galletas.

Yo solo quería una poción para el dolor de cabeza y tal vez una licencia médica de por vida.

—Bueno, ¿qué aprendimos hoy? —pregunté con sarcasmo mientras bajábamos las escaleras.

Blaise levantó la mano. —Que Lockhart es una maldita broma.

—Correcto.

Anthony levantó la suya. —Que este hombre podría matarnos a todos y sonreír mientras lo hace.

—Exactamente.

Theo levantó ambas manos. —Que Draco debería ser nuestro nuevo profesor de Defensa.

Me detuve.

—No, gracias. Nunca jamás.

Los tres me miraron.

—Vamos, Principe —dijo Blaise—, admítelo, eres mejor que ese fraude con dientes demasiado blancos.

—No quiero ser mejor que él. Quiero que me paguen para dormir y vivir tranquilo.

—Mucha ambición para un Ravenclaw —comentó Anthony.

—Cállate, cerebrito.

Llegamos al Gran Comedor y nos tiramos en la mesa de Ravenclaw' porque en ese momento, necesitábamos la energía intelectual de nuestro compañeros para procesar la estupidez que acabábamos de vivir. Y fue entonces cuando Luna apareció, como una aparición angelical de la nada.

—Hola —saludo sentándose justo frente a nosotros.

—Luna —saludé con cansancio—, dime, por favor, que no tienes una teoría sobre cómo los duendecillos de Cornualles son en realidad heraldos de la paz o algo así.

Ella me miró fijamente. —Por supuesto que no —suspiré aliviado—. Solo son agentes del caos enviados por los wrackspurts para probar tu paciencia.

Theo se atragantó con su jugo' Blaise dejó caer su tenedor, Anthony apoyó la frente en la mesa. Yo, sin fuerzas para argumentar, asentí.

—Exacto, Luna. Eso es exactamente lo que pasó.

Ella sonrió como si acabara de enseñarnos algo importante.

—¿Qué sucedi —preguntó, tomando un pedazo de pan.

—Lockhart —resumió Blaise con una expresión de pura miseria.

Luna inclinó la cabeza. —¿El profesor que brilla mucho?

Anthony gimió.
—Luna, por favor, dime que no estás enamorada de Lockhart.

—No —respondió ella, tranquila—, pero tiene un hechizo de embellecimiento en la cara.

Los cuatro la miramos.

—¿Qué? —preguntó con inocencia.

Theo la señaló con su cuchara. —¿Estás diciendo que esa sonrisa de portada de revista es falsa?

—Estoy diciendo que si le lanzas un Finite Incantatem en la cara, es probable que su cabello se vuelva gris y sus dientes sean menos… reflectantes.

Silencio absoluto.

Blaise entrecerró los ojos.
—¿Eso significa que podríamos arruinar su reputación con un solo hechizo?

—Podría ser… —respondió Luna, cortando su pan en pedacitos.

Yo la miré con asombro y un poco de miedo.

—Luna ¿acabas de sugerir que le hagamos un ataque mágico al profesor más vanidoso del castillo?

—Yo no sugerí nada —respondió con calma, llevándose un pedazo de pan a la boca—. Solo mencioné una posibilidad.

Nos miramos entre nosotros.

—Luna —susurró Anthony—, eres peligrosa.

—Gracias —respondió ella con una sonrisa.

.

Esta bien, creo que es como la tercera vez que lo digo, pero en verdad había soportado muchas cosas en mi vida.

1- Que me dijeran que los Malfoy eran crueles (me la creí y yo mismo lo fui)
2- Que me sacaran de mi mundo y me lanzaran a un colegio de magia con niños que no sabían vestirse y mucho menos comportarse.
3- Que me enviaran cientos y cientos de tareas.
4- Que me pusieran en Ravenclaw.
5- Viajar en el tiempo.

Pero Lockhart haciendo... lo que sea que quiso hacer conmigo en plena clase de Defensa Contra las Artes Oscuras superaba cualquier tortura psicológica que la vida me había lanzado.

Por eso, cuando terminó la clase, los chicos y yo nos dirigimos directamente a las mazmorras. Y esta vez, arrastramos a Luna con nosotros.

Ella no se quejó. De hecho, parecía hasta contenta de unirse.

—¿Severus es tu padrino, no? —preguntó en el camino. Asentí—. Entonces probablemente ya odia a Lockhart —concluyó ella.

—Probablemente odia a todo el mundo —murmuró Anthony.

—Excepto a Draco —añadió Blaise.

—Y a mí —dijo Luna.

Nos detuvimos.
—¿A ti? —preguntó Theo con incredulidad.

Ella asintió con tranquilidad..—Una vez le llevé galletas.

Nos miramos entre nosotros.

—Bueno, eso explica muchas cosas —murmuré.

Finalmente, llegamos a la oficina de Severus y ni nos molestamos en tocar.

—¡PROFESOR! —exclamé con el tono dramático de alguien que había vivido una tragedia personal. Él levantó la vista de sus pergaminos con el cansancio de un hombre que ha visto a demasiados idiotas en su vida.

—Draco —saludó. Luego miró a los demás—, Nott, Zabini, Goldstein, Luna.

—Severus —respondió Luna con una sonrisa.

—Ya le dijimos que no lo llame así —murmuré entre dientes.

—Pero me gusta su nombre —dijo con tranquilidad.

Mi padrinl cerró los ojos por un segundo. Luego suspiró. —¿Qué quieren?

Me crucé de brazos.

—Lockhart.

Fruunció el ceño.
—¿Qué hizo ahora?

Blaise fue el primero en hablar. —Nos dio un examen sobre su vida personal.

—Y no era sobre Defensa Contra las Artes Oscuras —intervino Anthony—, era sobre sus libros, su color favorito y su comida preferida.

—Eso es ridículo —rodó los ojos—. ¿Algo más?

Theo entrecerró los ojos.

—Intentó hacer... no se qué, con Draco.

Silencio.

Él se tensó. —Explica eso.

Respiré hondo.

—Primero, hizo un comentario sobre que mi cabello se veia estupedno y más palabreria. Luego, cuando trató de demostrarlo, me puso una mano en la nuca, o eso fue antes... no recuerdo bien, solo que fue incómodo —respondí.

El ambiente se volvió frío. —Yo lo aparté —dijo Theo con un tono oscuro.

—Y luego Draco lanzó a los duendecillos contra él —añadió Blaise.

—¿De verdad? —preguntó incrédulo. Levanté la barbilla con orgullo.

—Tenía que hacer algo útil con ellos.

Severus apoyó los codos en el escritorio y entrelazó los dedos. Su rostro no mostraba expresión alguna, pero el aire a nuestro alrededor se volvió pesado. —Así que… Lockhart, ese incompetente, tocó a mi ahijado.

Nos quedamos en silencio. —Sí —hable finalmente.

Él cerró los ojos.

Inspiró.

Exhaló.

Inspiró de nuevo.

Exhaló de nuevo.

Finalmente, se levantó con calma… y se dirigió hacia la puerta.

—Profesor… —comenzó Anthony.

—Regresen a sus habitaciones —dijo con voz letal.

—Pero…

—Ahora.

Nos quedamos quietos.

Luna fue la única que habló.
—Severus —dijo con tono dulce—, no haga nada ilegal.

Él le dirigió una mirada. —Luna. Hoy no.

Dicho eso, salió de la oficina y nos quedamos en silencio.

—Creo que lo matará —murmuró Anthony.

—Creo que lo torturará primero —corrigió Blaise.

—¿Quién apuesta a que no vuelve a dar clases esta semana? —preguntó Theo.

—Yo digo que no sobrevive el mes —añadí.

Luna sonrió.

—Espero que Lockhart haya disfrutado su última clase.

Y con eso, nos fuimos con la satisfacción de haber hecho lo correcto… y con la certeza de que Lockhart había cavado su propia tumba.

.

—¿Por qué ese inepto sigue aquí? —preguntó Theo en la cena al ver a Lockhart sonriendo como si no tuviera a Snape respirándole en la nuca.

Yo también lo miré, esperando verlo, no sé, levemente traumatizado después de su charla con mi padrino. Pero ahí estaba, vivo, sonriente y sin signos visibles de tortura.

—No lo sé —respondí, entrecerrando los ojos—. Sev estaba en modo "te voy a matar lentamente y me lo voy a disfrutar", así que asumo que hubo una conversación... intensa.

—Tal vez sobrevivió porque nadie puede tomar en serio a un hombre con túnicas color lavanda —añadió Blaise.

—O porque Snape no quiere ir a Azkaban todavía —sugirió Anthony.

—Yo creo que lo envenenó —hablo Luna con su tono tranquilo mientras se servía más puré de calabaza.

Nos giramos hacia ella.

—¿Qué? —parpadeé.

—Es el maestro de pociones —explicó como si fuera lo más obvio del mundo—. Si quisiera deshacerse de alguien, lo haría con veneno. Pero uno lento. Así que tal vez Lockhart sigue aquí, pero… ¿por cuánto tiempo?

Nos miramos entre nosotros, considerando la posibilidad.

—¿Ustedes creen que…? —Theo me miró.

—Definitivamente posible —asentí.

—Yo digo que lo mantengamos vigilado —Blaise se llevó una uva a la boca—. Si en unas semanas empieza a actuar extraño, ya sabemos qué pasó.

En ese momento, Lockhart levantó su copa y bebió con entusiasmo. Nos quedamos observando.

—¿Cuánto tardaría en hacer efecto un veneno lento? —preguntó Anthony en voz baja.

—Depende —respondí recordando—. Días, semanas… a veces meses.

—¿Y si se lo puso en la copa ahora? —Theo frunció el ceño.

Lockhart volvió a beber, completamente ajeno a nuestra mirada colectiva.

—Bueno —murmuré—, si mañana no se despierta, ya sabemos qué pasó.

Y así, en la mesa de Slytherin comenzamos una vigilia silenciosa sobre el destino incierto de nuestro profesor favorito (notese el sarcasmo)

Hasta que me llegó un vociferador.

Ah, los pequeños placeres de la vida. Como disfrutar de una comida tranquila sin que una carta mágica decida gritarte enfrente de todo el comedor.

El sobre rojo cayó sobre mi plato, chisporroteando como si tuviera vida propia. Alrededor, algunos estudiantes se giraron con la expresión de hienas oliendo el drama. Genial.

El sobre se abrió de golpe.

—¡DRACO LUCIUS MALFOY! —El comedor entero se congeló, ¿en serio? —. ¡NO SÉ EN QUÉ MOMENTO TE CONVENCISTE DE QUE PODÍAS IGNORARME, PERO AL PARECER TENGO QUE RECORDÁRTELO FRENTE A TODO EL MUNDO!

Sentí el dolor físico de la vergüenza mientras la voz amplificada de mi padre retumbaba en cada rincón del castillo.

—¡A PESAR DE QUE DECIDISTE TENER UNA CRISIS DE IDENTIDAD Y… EHEM, DESVIARTE DEL CAMINO QUE SE ESPERABA DE TI — oh, genial, ahora ni siquiera podía decir ‘Ravenclaw’ en voz alta—, ¡SIGUES SIENDO MI HIJO! Y TENEMOS UN ACUERDO!

"Acuerdo".

Lo llamó "acuerdo".

Y aunque lo fuera, lo hicimos antes de que me hechara de casa.

—¡ASÍ QUE MÁS TE VALE ESTAR EN ESA MALDITA PRUEBA DE QUIDDITCH DRACO, O TE JURO QUE VOLVERÉ A MANDARTE OTRO VOCIFERADOR CADA DÍA HASTA QUE LO HAGAS! —El vociferador explotó en llamas, quemando parte de mi desayuno.

Silencio absoluto.

Respiré hondo, muy dignamente, y le di un sorbo a mi jugo de calabaza.

—Bueno —dije con mi mejor voz indiferente—, creo que eso significa que voy a hacer la prueba.

Garry, Gale, Roger y Annie, miembros del equipo de Quidditch de Ravenclaw, me miraron como si acabaran de ganar la lotería.

—¡Sí! —Garry casi saltó del asiento—. ¡Sabía que jugarías!

—Por fin, alguien con cerebro en el equipo —añadió Gale con una sonrisa satisfecha—. Y con reflejos.

—Los Ravenclaw vamos a destrozar a todos este año —Roger asintió con orgullo.

—Oh, definitivamente —Annie me miró con ojos brillantes—. Si sobrevives a la prueba, claro.

—...¿Perdón? —fruncí el ceño.

Gale sonrió. Demasiado —¿Sabes cómo son las pruebas de Ravenclaw, Malfoy?

—Ehh… ¿normales? —nunca había hecho una prueba.

—No —dijo Roger, muy serio—, son un ritual de iniciación.

—Una prueba intelectual y física —explicó Annie, con una expresión misteriosa—. Solo los dignos pueden entrar.

—Nosotros no seleccionamos jugadores. Seleccionamos estrategas, visionarios… sobrevivientes.

Los cuatro intercambiaron miradas cómplices, como si hubieran visto cosas. Horribles cosas.

De repente, hacer la prueba no sonaba tan terrible. Sonaba como una emboscada planeada por genios psicópatas.

Mis amigos me miraban con distintas expresiones de diversión, horror y pura burla descarada.

—Bueno, bueno, bueno… —canturreó Theo con una sonrisa malvada—. Parece que el niño genio no puede escapar del destino.

—Dime que puedo ir a ver la prueba —pidió Blaise, con una expresión que solo podía describirse como pura malicia—. Por favor.

—No solo iremos —intervino Anthony, negando con la cabeza como si fuera una tragedia griega—. Vamos a apostar.

—¡Yo apuesto a que Draco sobrevive, pero de alguna manera se lesiona de una forma ridículamente improbable! —exclamó Theo.

—¡Yo apuesto a que pierde el control de la escoba y queda atrapado en un árbol! —añadió Blaise.

—Muy considerados todos ustedes —bufé—. No he dicho que sí todavía.

—Oh, pero lo harás —sonrió Anthony, con la seguridad de alguien que ya había leído el guion de mi vida.

Suspiré, pasándome una mano por la cara.

—Luna, ¿tú qué opinas? —pregunté, esperando al menos una pizca de sensatez.

Ella me miró con su habitual expresión soñadora, luego ladeó la cabeza.

—Creo que deberías hacerlo —dijo con total serenidad—. En otra vida, tú ya jugabas Quidditch.

Se hizo un silencio.

Todos giramos lentamente hacia ella.

—…¿Perdón? —preguntó Theo, con los ojos entrecerrados.

Luna sonrió con dulzura.

—Oh, nada —murmuró, cogiendo un muffin de arándanos como si no acabara de soltar una bomba existencial.

Anthony me miró.

—¿Qué significa eso?

—Nada —dije rápidamente.

Blaise arqueó una ceja.

—¿Draco?

—¡Nada!

—Mmmm… —Theo me observó como si intentara leerme la mente—. Algo me dice que hay una historia detrás de eso.

—Sí, la historia de que deben dejarme en paz —refunfuñé—. Ya tengo suficientes problemas sin que mi propio grupo de amigos apueste en mi contra.

—No estamos en tu contra —me corrigió Blaise, sonriendo—. Estamos a favor del espectáculo.

—Idiotas —murmuré, bebiendo mi jugo como si eso pudiera devolverme la dignidad.

Luna me miró con una sonrisa pequeña, y supe que esto era solo el comienzo.

~~~❤︎~~~

 

El campo de Quidditch estaba iluminado por la luz de la mañana, y el aire tenía ese olor fresco de césped cortado mezclado con la adrenalina de la competencia. Desde la grada, los jugadores actuales del equipo de Ravenclaw observaban con atención. Algunos parecían emocionados, otros expectantes, y unos cuantos francamente aburridos. Yo pertenecía a este último grupo.

Podía sentir la mirada de mis amigos desde las gradas. Theo, Blaise, Anthony y Luna se habían sentado juntos, con Theo en especial mirándome como si estuviera esperando que de repente declarara que todo esto había sido un error y me fuera.

Me hubiera gustado hacerlo.

Pero el vociferador de mi padre aún resonaba en mi cabeza.

No era algo que amara, pero lo disfrutaba lo suficiente. Más aún, me gustaban los aplausos, el reconocimiento. Era el tipo de cosa que se me daba de manera natural. Y si tenía que estar en el equipo, entonces lo haría mejor que nadie.

—Bien, bien, bien. Vamos a comenzar —dijo Roger, ahora capitán del equipo, su tono animado mientras miraba la lista de nombres—. Veamos… tenemos varios puestos abiertos. Buscamos golpeadores, un cazador y un suplente para el guardián.

Sus ojos pasaron por la multitud hasta posarse en mí. —Draco, ¿listo, verdad?

—Sí.

—Asumo que te postulas para buscador —dijo, con una expresión casi satisfecha.

Desde las gradas, alguien (seguramente Blaise) soltó una carcajada.

—No —respondí con calma.

Roger parpadeó. —¿No?

—No. Quiero ser cazador.

Hubo un silencio breve. La mayoría de los jugadores del equipo me miraron con sorpresa, sin embargo no dije nada más. No me interesaba justificar mi decisión, solo dejé que asimilaran la información.

—Bueno, está bien —murmuro finalmente Roger, sacudiendo los hombros—. Veamos qué puedes hacer.

Me entregaron una escoba y un uniforme temporal. Monté la escoba con facilidad, sintiendo el viejo instinto despertar en mis manos. Hacía mucho que no jugaba seriamente, pero esto era como respirar. No había nada que aprender, solo recordar.

Cuando todos los postulantes estuvieron listos, Roger liberó la quaffle.

El juego comenzó de inmediato.

Los otros aspirantes a cazadores eran buenos. Algunos incluso tenían experiencia en el equipo de sus casas antes de llegar a Hogwarts. Pero no eran yo.

Desde el primer pase, me moví con una precisión que ninguno de ellos tenía. No hacía movimientos innecesarios, no me apresuraba, aunque tampoco desperdiciaba un solo segundo. Atrapé la quaffle con facilidad, girando en el aire y lanzándosela a uno de los jugadores actuales del equipo con tanta fuerza y precisión que la atrapó con una expresión sorprendida.

Después de unos minutos de calentamiento, Roger decidió que era hora de probar nuestra capacidad ofensiva.

—Bien, vamos a hacer una simulación de partido. Los cazadores en prueba, intenten marcar contra nuestro guardián titular.

Cada uno tuvo su turno.

Algunos lo hicieron bien, otros no tanto. Un chico particularmente confiado falló todas sus oportunidades, lo que me hizo reconsiderar si en verdad tenía ojos funcionales.

Cuando llegó mi turno, tomé la quaffle sin apuro.

Respiré hondo y avancé con la escoba, moviéndome con calma. El guardián me observó con concentración, esperando que intentara un lanzamiento predecible.

No lo hice.

Aceleré en el último segundo, inclinándome sobre la escoba y lanzando la quaffle con una maniobra de revés. El guardián ni siquiera alcanzó a reaccionar antes de que la pelota pasara zumbando a su lado y atravesara el aro con precisión.

Hubo un murmullo en el equipo.

Desde las gradas, escuché un silbido bajo.

—Está jugando con todos ellos —murmuró Anthony.

—Está jodidamente caliente —escuche decir a Theo, sin ninguna vergüenza. Me sonroje inmediatamente y mi corazón empezó a latir, haciendo que casi no le de al tiro.

Luna simplemente sonrió.

Roger me observó con atención. —¿Cuánto tiempo llevas sin jugar?

—Unos años —respondí con sinceridad.

Su expresión dejó en claro que no me creía. —Veamos si puedes repetirlo.

Oh, por favor no, tenia hambre.

Los siguientes intentos fueron igual de fluidos. No importaba desde qué ángulo intentara el lanzamiento, el guardián nunca lograba bloquearlos. La única diferencia fue que empecé a jugar más con el público.

Cada vez que anotaba, hacía que pareciera un poco más sencillo. Giraba la escoba con gracia innecesaria, lanzaba la quaffle con una sonrisa casi perezosa, actuaba como si todo fuera natural.

Porque lo era.

Después de unos minutos, Roger simplemente agitó la mano.

—Ya es suficiente.

Aterrizamos en el suelo, y los otros aspirantes parecían listos para escupirme en el desayuno del día siguiente. Me quité los guantes y esperé.

Roger miró a sus compañeros del equipo. Todos asintieron, aunque el guardián lo hizo con cara de pocos amigos.

—Bienvenido al equipo, Draco.

Hubo un estallido de aplausos desde las gradas.

Theo sonreía como si acabara de recibir un regalo de Navidad. Blaise tenía una expresión que decía claramente "Te lo dije". Anthony solo parecía resignado a tener que escuchar más sobre esto en los siguientes meses. Luna, en cambio, solo me observaba con una leve sonrisa, como si hubiera esperado este resultado desde el inicio.

Roger me estrechó la mano y luego se giró hacia el resto del equipo.

—Bueno, creo que todos vimos lo que pasó aquí. Este chico va a ser nuestra mejor arma ofensiva este año.

Los demás asintieron, algunos con entusiasmo, otros no. Yo solo sonreí levemente.

No importaba si amaba el Quidditch o no. Lo que importaba es que, en el campo, nadie podía tocarme.

—Esperen, yo no voy a abandonar mi puesto como animador —dije. Eso era de lo que más disfrutaba.

—Tranquilo Draco, nadie quiere que lo hagas —hablo Garry (que ya me veía a los ojos, por cierto) —. Eres el mejor en eso.

Roger se rió entre dientes, sacudiendo la cabeza. —No creo que haya una regla que diga que un jugador no puede ser también animador —comentó, cruzándose de brazos—. Mientras sigas jugando así de bien, puedes hacer lo que quieras.

—Excepto faltar a los entrenamientos —intervino Annie, apuntándome con el dedo—. Te quiero en la cancha cuando se te necesite, Malfoy.

Rodé los ojos con fingida indiferencia, aunque por dentro me sentía más que satisfecho.

—Tranquila, no pienso desaparecer —respondí con una media sonrisa.

—¿Por qué siento que eso es mentira? —murmuró Gale, lo que provocó risas entre los presentes.

Desde las gradas, Theo me observaba con una mezcla de diversión y orgullo.

—Vamos, Dray —dijo Blaise, poniéndose de pie y extendiéndome una mano—. Hay que celebrar tu glorioso ascenso al estrellato de Quidditch.

—Sí, y también podemos empezar a planear la coreografía de los animadores para el primer partido —añadió Anthony con tono seco, aunque no podía ocultar su sonrisa.

Luna se inclinó levemente hacia mí, sus ojos brillando con diversión.

—Vas a tener que mejorar tus saltos, Draco.

—Mis saltos están perfectamente bien, gracias —respondí con dignidad.

—Claro, claro —rió Theo—. Vamos, antes de que Davies decida ponerte a hacer flexiones como castigo por tu actitud.

Me sacudí un poco el polvo del uniforme temporal, alisé mi cabello con un gesto automático y los seguí fuera del campo, con los aplausos y murmullos aún resonando a mis espaldas.

El Quidditch podía no ser mi gran pasión, pero estaba bien.

~~~❤︎~~~

Esta bien...

La vida me odia. No hay otra explicación lógica.

Me quedé mirando el pergamino en mis manos, parpadeando lentamente, mientras la voz de Lockhart seguía retumbando en mis oídos.

—¡Felicidades a… Draco Malfoy! ¡Cien sobre cien puntos!

Silencio. Un silencio tan denso que hasta el aire parecía haberse detenido en el aula.

Yo… ¿qué?

Volví a ver mi examen, revisando la calificación como si esperara que desapareciera. Pero ahí estaba, con una gran sonrisa dibujada con tinta dorada al lado del "100/100".

—¿Qué? —soltó Anthony a mi lado, casi en un susurro, pero con suficiente incredulidad como para que me diera ganas de reír.

—No. No, no, no. Algo está mal —murmuré, hojeando mis respuestas.

Yo no había respondido nada con seriedad. Nada. El examen había sido un desfile de tonterías.

"¿Cuál es el color favorito de Gilderoy Lockhart?"
—Dorado, porque es un ególatra con complejo de estrella fugaz.

"¿Cómo se llama su traslador favorito?"
—Seguramente tiene uno con su cara impresa.

"¿Cuántos premios a la sonrisa más encantadora ha ganado?"
—No los suficientes como para cerrarle la boca.

Y aún así… 100/100.

—¿Pero qué demonios…? —susurré, más para mí que para los demás.

A mi alrededor, el escándalo se desataba.

—¿Cómo es posible? — Granger tenía su examen en la mano, con un “98/100” que parecía dolerle físicamente—. ¡Yo leí cada libro con detenimiento!

—¡Draco no estudió nada! —soltó Anthony, apuntándome con una mezcla de indignación y diversión—. ¡Nos reímos juntos mientras escribía ese examen! ¡Ni siquiera lo tomó en serio!

—Tienes razón Goldstein y por eso es aún más impresionante —intervino Lockhart, dándome una palmada en el hombro—. Malfoy aquí comprendió algo esencial: el corazón de mis libros. ¡No se trata solo de memorizar hechos! ¡Se trata de sentirlos!

—¿Sentirlos? —murmuré, sintiendo que mi alma dejaba mi cuerpo.

—¡Exacto! —Lockhart sonrió aún más, lo que parecía físicamente imposible—. Y por eso creo que sería perfecto como mi aprendiz.

—No.

—¡Oh, no seas modesto! Puedo enseñarte todos mis trucos. ¡Imagínalo, Draco! "Magia a la Malfoy: Una guía de grandeza y gloria"… ¡co-escrito por mí, por supuesto!

Casi pude escuchar cómo Potter rechinaba los dientes desde su asiento.

—¿Malfoy, aprendiz de Lockhart? —dijo en voz alta, como si necesitara repetirlo para convencerse de que esto no era una pesadilla.

—Tal vez hasta podríamos hacer firmas de libros juntos —continuó Lockhart, ignorando todo a su alrededor—. Oh, ya me lo imagino, los dos con capas idénticas…

—Profesor, realmente… aprecio la oferta, pero… —me aclaré la garganta, intentando no parecer tan desesperado como me sentía—. No creo que pueda comprometerme con ese nivel de… eh… dedicación.

—¡Oh, no te preocupes! Yo haré la mayor parte del trabajo. Solo necesitas sonreír y seguir mi ejemplo.

Ahí fue cuando supe que tenía que salir de ahí ya mismo.

—Profesor, de verdad, esto es un honor, pero… pero tengo demasiadas responsabilidades —dije, tratando de sonar humilde—. Prefecto, quidditch, estudios avanzados… simplemente no puedo.

Lockhart chasqueó la lengua.

—Oh, qué lástima. Pero bueno, al menos todos sabemos que tu potencial es extraordinario. ¡Sigue así, muchacho!

El maldito me guiñó el ojo antes de irse a repartir más exámenes.

Me hundí en mi asiento, sintiendo cómo todas las miradas aún estaban sobre mí.

—Draco… —Anthony me miró con diversión contenida—. ¿Acaso eres el elegido de Lockhart?

—Cállate.

—No puedo creerlo —Granger murmuró, fulminando su examen con la mirada—. No tiene sentido.

—Nada de esto tiene sentido —dije, aún viendo mi 100—. Absolutamente nada.

Frente a mí, Potter aún me miraba fijamente, claramente intentando procesar todo esto.

Yo solo suspiré, cerrando los ojos por un momento.

Definitivamente, algo estaba mal en el universo.

.

Me apoyé contra la pared, cruzando los brazos mientras los gemelos seguían con su sonrisa de siempre. Ya los conocía lo suficiente como para saber que, si tenían esa expresión, algo estaban tramando. Pero, a diferencia de la mayoría, no me desagradaba.

—Así que… ¿solo querían hablar? —pregunté, arqueando una ceja.

—Exactamente —dijo Fred.

—Una simple charla entre amigos —añadió George.

—¿Somos amigos? —pregunté, divertido.

—No lo sé, Malfoy, ¿tú qué opinas? —Fred inclinó la cabeza.

Me encogí de hombros. La verdad, me caían bien. Había pasado suficiente tiempo con ellos en la tienda durante el año pasado como para saber que, a pesar de su reputación, no eran tan insoportables como el resto de los Gryffindors. De hecho, eran bastante entretenidos.

—Bueno, prefiero que me acosen ustedes y no Potter —dije con una sonrisa perezosa.

Los gemelos se miraron y asintieron.

—Un buen punto —comentó George.

—Nosotros, al menos, somos guapos —añadió Fred.

Rodé los ojos con diversión.

—Y modestos.

—Siempre.

Nos quedamos en silencio por un momento, pero, por primera vez en toda la conversación, no era incómodo.

—Por cierto —dijo Fred—, vimos tus pruebas de Quidditch.

—Estuviste increíble —completó George.

—Gracias, supongo —respondí, con un tono que intentaba ser indiferente, pero no pude evitar que mi orgullo se reflejara un poco.

—Oh, ¿eso fue un atisbo de humildad? —bromeó Fred.

—No te acostumbres —respondí con una sonrisa.

Los gemelos rieron y, por alguna razón, el sonido fue… agradable.

—Nos vemos luego, Malfoy —dijo George, dándome una palmada en el hombro.

—Sí, cuídate —añadió Fred.

—No me metan en sus apuestas raras.

—¡Nunca lo haríamos!

Los vi alejarse y no pude evitar sonreír un poco.

Definitivamente, me agradaban más de lo que debería.

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En serio, si sobrevivir a una semana normal en este castillo era un reto, agregarle clases extra y entrenamientos de Quidditch lo hacía una misión digna de Hércules. No es que me quejara (demasiado), pero entre Encantamientos Avanzados, Duelos y el entrenamiento con el equipo, mis días parecían una cadena interminable de actividades que exigían esfuerzo físico y mental.

Y lo peor de todo: ni siquiera podía hacerme el mártir, porque en el fondo disfrutaba cada maldito momento.

Las clases avanzadas me daban la satisfacción de ver a los demás luchar con hechizos que yo ya dominaba (no es mi culpa ser talentoso), y el Quidditch... bueno, no era mi pasión, pero tenía su encanto. Especialmente cuando terminaba con los aplausos de mis compañeros y la cara de asombro de algunos profesores que no esperaban que un Malfoy destacara en algo que no fuera hacerle la vida imposible a los demás.

Pero ahora, en este momento específico, estaba disfrutando de algo aún mejor que las clases o el entrenamiento: ver la cara de Luna cuando entró por primera vez en la Guarida del Cuervo.

—Oh, es hermosa —susurró, girando sobre sí misma mientras observaba la enorme sala iluminada con una suave luz dorada.

La Guarida del Cuervo, como habíamos bautizado este lugar, era nuestra pequeña joya oculta en Hogwarts. Un refugio dentro de la Sala de los Menesteres que habíamos acondicionado para nuestras reuniones clandestinas, charlas filosóficas y, ocasionalmente, complots contra profesores incompetentes (sí, estamos hablando de Lockhart).

Tenía todo lo que necesitábamos: una chimenea cálida, cómodos sillones, estanterías repletas de libros interesantes (y algunos no tan interesantes que estaban ahí solo para decoración), y un par de mesas para cuando decidíamos que estudiar era más importante que quejarnos de nuestras vidas.

—¿Cómo no me habían traído antes? —preguntó Luna, acercándose a una de las ventanas encantadas que mostraban un cielo nocturno estrellado.

—Porque necesitábamos asegurarnos de que no le contarías a nadie —respondió Theo, tirándose en un sillón con la gracia de un gato perezoso.

—Pero yo nunca revelaría un secreto —dijo ella con toda la seriedad del mundo.

—Lo sabemos, pero igual nos gusta hacer drama —respondí, dejándome caer en otro sillón.

Anthony, que estaba hojeando un libro sin mucho interés, levantó la vista y dijo con un tono casual:

—Por cierto, Blaise, todavía no nos has contado cómo va tu cruzada por el corazón de Percy Weasley.

Y así, la paz de nuestro santuario fue destruida.

Blaise, que estaba a medio camino de servirse un té, se detuvo en seco. Su expresión pasó de relajada a una mezcla de resignación y molestia.

—Ya lo hemos hablado —dijo, suspirando—. No es una cruzada.

—Claro que sí —dije con una sonrisa maliciosa—. Y lo peor es que todos sabíamos que te gustaba desde antes que tú mismo lo aceptaras.

—No es mi culpa que tengan demasiado tiempo libre para analizar mi vida amorosa —se quejó, sentándose con nosotros.

—No, pero sí es tu culpa haberte quedado mirando a Percy en la biblioteca como si estuvieras viendo un cuadro de arte renacentista —respondió Theo con una sonrisa burlona.

Luna, que hasta ese momento había estado absorta en la decoración, se giró hacia nosotros con una expresión pensativa

—¿Por qué no hacemos un plan para que lo conquistes?

Y ahí estaba.

Blaise, que hasta ese momento estaba en paz con su taza de té, se atragantó como si Luna acabara de sugerir que se casara con Percy al amanecer. Theo se quedó congelado con una galleta a medio camino de su boca, Anthony cerró el libro que estaba hojeando con un suspiro y yo… bueno, yo estaba demasiado entretenido viendo la crisis existencial de Blaise como para intervenir de inmediato.

—¿Disculpa? —logró decir, después de recuperarse del colapso respiratorio.

Luna lo miró con total calma, como si hubiera sugerido que el cielo era azul.

—Digo, si te gusta Percy Weasley, podríamos hacer un plan para que te note.

—Yo… no… o sea… ¡NO! —Blaise miró alrededor, buscando apoyo, pero todos lo observábamos con cara de ‘nos acabas de dar material para meses de entretenimiento’.

—Blaise, cariño, lo has dicho tú mismo —dije con una sonrisa de suficiencia—. Te gusta.

—No dije eso exactamente.

—No con esas palabras, pero tu cara cada vez que lo ves dice ‘por favor, dame una oportunidad para hacerte feliz, oh gran dios de las prefecturas’ —agregó Theo, apoyando los pies en la mesa como si esto fuera una reunión estratégica del Ministerio.

Blaise se hundió en su sillón, completamente derrotado.

—Genial. Ahora van a acosarme con esto hasta que me gradúe.

—No hasta que te gradúes —dijo Anthony, muy serio—. Hasta que Percy te haga caso.

Blaise nos miró como si quisiera prendernos fuego a todos. Luna, completamente ajena al caos emocional que había desatado, empezó a hacer una lista en una libreta que sacó de la nada.

—Bueno, para que Percy se fije en ti, primero necesitamos saber qué le gusta.

—Normas, prefectos, normas, más normas, los libros de normas, probablemente la sección de normas de la biblioteca y castigar a la gente que no sigue las normas —dije, contando con los dedos.

—Básicamente lo contrario a Blaise —remató Theo.

—¡Oye! Yo soy un ciudadano ejemplar —se defendió Blaise, indignado.

—Tienes tres notificaciones de McGonagall esta semana por "rxceso de actitud".

—Eso no es mi culpa.

—Blaise, literalmente le dijiste a Lockhart que sería más útil como florero que como profesor.

—¿Y acaso no tengo razón?

—En eso estamos de acuerdo —asintió Anthony—. Pero no ayuda a tu imagen de "soy un niño bueno, quiéreme Percy".

Luna ya estaba escribiendo cosas con una concentración que me preocupaba.

—Bien, entonces el primer paso es cambiar tu imagen.

—¿Qué?

—Si Percy cree que eres un problema andante, no te verá como una opción romántica. Necesitas ser un rebelde con causa.

—No entiendo nada de lo que acabas de decir.

—Te lo traduzco —intervine—. Necesitas hacer que Percy vea que, aunque eres caótico, también tienes un lado responsable y…

—Eres lo suficientemente interesante como para que quiera corregirte —terminó Theo.

—Exacto —asintió Luna—. Prefectos como Percy aman sentir que están guiando a alguien. Si se siente responsable por ti, te tendrá en su mente todo el tiempo.

Blaise parpadeó.

—¿Me estás diciendo que tengo que… manipularlo?

—¡No! —Luna sonrió—. Solo darle material para que piense en ti constantemente.

—Exacto, lo vamos a Weasley-ficar —dije, satisfecho.

—Eso ni siquiera es una palabra.

—Lo es ahora.

Blaise suspiró, derrotado.

—¿Y cómo se supone que haga eso?

Luna sonrió como si acabara de resolver el sentido de la vida.

—Fácil. Primero, te acercas a él con una pregunta seria sobre las reglas.

—¿Cuál regla?

—Cualquiera. Hazte el confundido, pídele que te explique.

—No sé si pueda actuar como un estudiante confundido.

—Blaise, cariño, no estamos diciendo que actúes. Solo que hagas preguntas estratégicas.

—No sé si debería sentirme halagado o insultado.

—El punto es que, cuando Percy vea que te interesa lo que él ama, empezará a verte de otra forma —continuó Luna—. Paso dos: haz algo que llame su atención.

—Como?

—No sé… ¿has considerado ganar un premio de responsabilidad?

—Draco, si abres la boca otra vez, juro que voy a—

—Relájate —lo interrumpió Anthony—. Algo más simple. Por ejemplo, podrías hacer que te vea castigado por una razón noble.

—¿Cómo qué?

Theo se encogió de hombros.

—Defender a alguien, ayudar a un estudiante más joven, ese tipo de cosas.

—O sea, ser un héroe trágico —dije con una sonrisa—. Que Percy vea que, aunque eres rebelde, tienes un corazón de oro.

—¿Y si simplemente le hablo y ya?

Silencio.

—…

—…

Todos nos empezamos a reír en su cara y Blaise nos vio con más odio que nunca mientras nos doblábamos de risa.

—¡Dejen de reírse, maldita sea!

—¡Ay, Merlin, Blaise, qué inocente eres! —Theo se secó una lágrima de risa—. ¿Crees que con solo ‘hablarle’ Percy va a notar que existes?

—Esa no es la forma en que funcionan los crushes imposibles, cariño —dije, dándole una palmada en el hombro.

—No es imposible —masculló.

—Exacto —dijo Luna con una sonrisa radiante—. Por eso tenemos un plan.

Blaise miró a todos, luego al techo, luego suspiró pesadamente.

—Voy a lamentar esto, ¿verdad?

—Probablemente —asintió Anthony.

—Pero valdrá la pena —añadí—. Porque si funciona…

—No voy a decirlo.

—Dilo.

—No.

—¡Dilo!

Blaise rodó los ojos y murmuró:

—Voy a Weasley-ficarme.

Todos aplaudimos.

...

Dos días después, el plan de Weasley-ficación de Blaise estaba en marcha… y, si soy sincero, no estaba funcionando nada bien.

El intento número uno: "Hazle preguntas sobre las normas".

Resultado: Percy le dio un pergamino de 10 metros con todas las regulaciones de la biblioteca, junto con una cita para discutirlas en detalle. Blaise huyó como si lo persiguiera un dementor.

Intento número dos: "Llama su atención con un acto noble".

Resultado: Blaise ayudó a un primer año de Hufflepuff a cargar sus libros y terminó con el pequeño siguiéndolo por todo el castillo, llamándolo "hermano mayor". Percy solo le dio una palmada en el hombro y dijo: "Buen trabajo, Zabini. Siempre es bueno ver a los mayores guiando a los más jóvenes".

Intento número tres: "Hacer que Percy te vea castigado por una razón noble".

Resultado: Blaise discutió con Filch porque atrapó a un Ravenclaw saliendo tarde de la biblioteca. Filch lo castigó, pero Percy no estaba cerca para verlo. Cuando finalmente se enteró, solo comentó: "Bien hecho, Zabini. Es bueno ver que algunos alumnos respetan el reglamento".

—Si esto sigue así, voy a convertirme en la segunda persona más responsable de Hogwarts —gruñó Blaise, con la cabeza apoyada en la mesa del banquete de Halloween.

—¿Y el primero sería Percy? —preguntó Anthony, sirviéndose más jugo de calabaza.

—Obviamente.

—Tal vez ese sea el truco —dijo Luna, pensativa—. Percy no busca a alguien responsable como él. Necesita a alguien que lo haga dudar de su responsabilidad.

Blaise alzó la cabeza con un destello de esperanza.

—O sea que debo ser más… peligroso.

—No.

—Un rebelde misterioso.

—No.

—¡Seductor y oscuro!

—No.

—Blaise, si te tiñes el cabello y empiezas a citar poesía trágica, juro que te lanzamos al lago —dije, quitándole su copa de jugo.

—Bueno, al menos dime que no estoy haciendo el ridículo.

Theo le dio una palmadita en la espalda.

—No podemos decirte eso.

—Gracias por el apoyo, amigos.

Halloween en Hogwarts siempre era un espectáculo. Fantasmas, comida increíble, decoraciones que harían llorar de felicidad a cualquier diseñador de interiores. Yo, en lo personal, estaba disfrutando todo, confiado de que este año no tendríamos un desastre, porque ya nos habíamos encargado del maldito diario de Voldemort en verano. Así que sí, estaba relajado, comiendo mi calabaza confitada con la paz de alguien que no tenía que preocuparse por nada.

Sin diarios malditos, sin visiones perturbadoras, sin la sombra de un enemigo acechando en la oscuridad. Este año iba a ser diferente.

—Entonces, Blaise —dije con una sonrisa burlona—, ¿qué tal va tu conquista del prefecto más tieso de Hogwarts? —era hora de oír el desastre del día.

Blaise soltó un gruñido bajo, removiendo su puré de calabaza con un desdén exagerado.

—Para tu información, hoy dejé caer un libro frente a Percy.

Anthony arqueó una ceja.

—¿Y...?

—Me ayudó a recogerlo y luego me dio una charla de cinco minutos sobre organización y eficiencia.

Hubo un silencio breve antes de que Theo soltara:

—Eso es… patético.

Me reí, apoyando un codo sobre la mesa.

—Blaise, si sigues así, lo único que conseguirás es que Weasley te adopte como su próximo caso de estudio sobre el comportamiento estudiantil ejemplar.

—Debo mejorar mi estrategia —murmuró él, cruzado de brazos.

Luna, que estaba pelando meticulosamente una manzana con su varita, levantó la vista con esa expresión serena que me ponía nervioso.

—Tal vez deberías mostrarle un lado diferente de ti. Algo que le intrigue.

—Como qué, ¿mi habilidad para perder toda dignidad en cuestión de segundos?

Anthony rió por lo bajo, pero la conversación se interrumpió cuando vi algo por el rabillo del ojo.

Los profesores.

Primero Flitwick. Deslizándose fuera del Gran Comedor con una rapidez inusual.

Luego McGonagall.

Luego Sprout.

Y luego Snape, que pasó tan rápido que por un momento creí haberlo imaginado.

El aire cambió. No sabría explicarlo de otra manera. Era como si el castillo mismo hubiese contenido la respiración.

—¿Draco? —susurró Theo, notando mi rigidez.

No respondí. Solo miré hacia la mesa de los profesores. Dumbledore seguía allí, con Lockhart a su lado, pero la ausencia del resto era imposible de ignorar.

Y entonces, Luna habló.

—Algo terrible ha ocurrido.

Su tono no tenía dramatismo, ni exageración. Era simple. Un hecho.

Blaise se tensó.

—¿Qué quieres decir?

Ella dejó la manzana sobre la mesa y nos miró a cada uno con esos ojos enormes y etéreos.

—El castillo está… diferente. Como si una sombra lo cubriera. Como si algo que no debía suceder… hubiera sucedido.

—Luna, eso no tiene sentido —murmuró Anthony, pero su voz carecía de convicción.

—¿Por qué los profesores se han ido? —preguntó Theo en voz baja.

—Porque no quieren que lo sepamos —respondí.

Y justo en ese momento, la puerta del Gran Comedor se abrió con un golpe seco.

McGonagall entró, pálida, con una expresión que jamás le había visto. Un silencio se extendió como una ola, sofocando cualquier conversación.

Dumbledore se puso de pie.

—Espero que todos hayan disfrutado la celebración de esta noche —dijo, su voz profunda resonando en el enorme salón—. Sin embargo, por razones de seguridad, los prefectos guiarán a sus respectivas casas de regreso a sus salas comunes inmediatamente.

Un murmullo inquieto recorrió a los estudiantes.

—¿Seguridad? —susurró Anthony.

—Eso no suena nada bien —murmuró Theo.

Blaise se veía serio.

—No dijo qué pasó.

—Lo que significa que no quieren que lo sepamos —dije en voz baja.

Nos pusimos de pie junto con el resto de Ravenclaw. Por el rabillo del ojo, vi a los Gryffindor agrupándose, y por un segundo, capté la mirada de Potter.

Él sabía lo que había pasado.

Y su rostro estaba pálido como un cadáver.

El aire se sentía más denso cuando nos dirigimos a la salida, como si el castillo mismo nos estuviera empujando lejos de la verdad. Pero justo cuando cruzábamos las enormes puertas del Gran Comedor, escuché algo.

Un susurro entre los profesores. Apenas un fragmento de frase.

—…cubierta de sangre…

Me detuve en seco.

Los chicos me miraron.

—Draco, ¿qué pasa? —preguntó Theo.

No respondí.

Blaise se tensó.

—¿Escuchaste algo?

Mi mirada se deslizó hasta los profesores, que hablaban en voz baja, sus rostros tensos. Un par de palabras más flotaron en el aire, fugaces.

Niña. Muerte. Sangre.

El suelo pareció desvanecerse bajo mis pies.

Sentí un escalofrío recorrerme la espalda, y de repente, el Gran Comedor me pareció demasiado brillante, demasiado ruidoso, demasiado vivo en contraste con lo que acababa de escuchar.

Luna me observó con esos ojos enormes y parpadeó lentamente.

—La sombra ha crecido —susurró.

El peso de esas palabras cayó sobre mí como una losa de piedra.

Y supe, con un escalofrío que me recorrió la espalda, que la sombra que Luna había sentido… solo estaba comenzando.

¿Pero que ha pasado?

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