
Ayuda Inesperada
Disclaimer: la franquicia de Harry Potter no me pertenece. Todo crédito es para su creadora, J. K. Rowling.
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Capítulo 1: Ayuda Inesperada.
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Alrededor de las cuatro de la tarde, el sol de verano se filtraba perezosamente a través de las viejas cortinas de la habitación de Iris Selene Potter, iluminando levemente la pequeña habitación de la joven bruja. Dicha joven yacía en su cama, mirando fijamente el descolorido techo, mientras su mente se perdía en oscuros pensamientos sobre sus miserables vacaciones y el regreso de Voldemort. Las cartas de sus amigos, llenas de trivialidades y evasivas, se amontonaban en su escritorio, un recordatorio constante de su aislamiento por parte de todos aquellos en los que había confiado y que actualmente solo la iban decepcionando más y más con las desalentadoras y poco informativas respuestas plasmadas en cada una de ellas.
La joven azabache se había sentido muy infeliz desde el comienzo de ese verano. Voldemort había recuperado un cuerpo y andaba por ahí, tal vez causando caos o asesinando a muggles discretamente para divertirse con sus Mortífagos, mientras reunía sus fuerzas.
Temía el día en el que éste llegara a la casa de los Dursley para terminar lo que empezó el 31 de octubre de 1981. Hasta el momento, nadie le había informado nada de lo que estaba sucediendo, absolutamente nadie y eso la angustiaba y molestaba a partes iguales.
Habían días en que sus cartas eran ignoradas y cuando al fin se dignaban a responderlas, únicamente decían mensajes cortos con palabras de ánimo totalmente vacías para ella, o le advertían que éstas podrían estar siendo interceptadas.
—¿Por qué me hacen esto? —murmuró para sí misma, sintiendo una mezcla de ira y desesperación. Se sentía tan abandonada, sola y derrotada. Sus ojos picaban a causa de las lágrimas que una a una, empezaban a caer por sus mejillas.
De repente, un leve *pop* rompió el silencio de la habitación. Iris se incorporó de un salto con varita en mano y vio a Dobby, su amigo el elfo doméstico, parado junto a su cama con una expresión seria.
—Dobby, ¿qué haces aquí? —preguntó Iris, sorprendida, secándose las lágrimas, a la vez que se sentaba en su cama al ver que no había ningún peligro.
—Dobby viene a ayudar a la gran Iris Potter —dijo el elfo con determinación—. Dobby ha estado escuchando muchas cosas malas dichas por el Ministerio de Magia contra Iris Potter y Dobby no puede permitir que se manche el nombre de la gran Iris Potter —declaró éste.
—¿A qué te refieres con eso, Dobby? —inquirió ésta, teniendo un mal presentimiento.
Con una mueca de tristeza, el pequeño elfo chasqueó sus dedos y levitando frente a la ojiesmeralda apareció una copia del Profeta. Ansiosa por saber que diría, la chica comenzó a leer su contenido, y entre más leía, el shock, la incredulidad, ira e impotencia se hacían cargo de su ser.
Cuando terminó de leer el horrible periódico, lo arrojó al suelo temblando de ira. —Esto… ¡esto! —ni siquiera podía hablar de la furia que la embargaba en aquellos momentos. “¡La estaban difamando, llamándola una mocosa que solo quería llamar la atención, una chica delirante, mentirosa, perturbada y muchas horribles cosas más! ¡Cómo podían!”
—¿Lo ve, señorita Iris Potter? —le dijo con suavidad el elfo.
—¿Y qué puedo hacer al respecto, Dobby? —preguntó angustiada la joven bruja. No quería volver a pasar por lo de su primer, segundo y cuarto año. Las frías miradas, los crueles susurros, los insultos velados... ella ya se imaginaba que su quinto año sería un total infierno por culpa de Fudge y, aún más, por las ovejas del mundo mágico que no podían pensar por sí mismas.
—Dobby ya pensó en ello —dijo animado el elfo—. Iris Potter necesita llamar a Maddy, la elfina de la familia Potter. Ella tiene respuestas para Iris Potter.
—¿La elfina de mi familia? —cuestionó atónita la ojiesmeralda. “¡Nadie le había dicho nada sobre ella! ¡Ni siquiera se la habían mencionado!”
—Así es —confirmó éste—. La señorita Potter necesita saber quién es, necesita conocer lo importante que es su familia. Debe reclamar su herencia —dijo Dobby, con una mirada seria.
—¿M-mi herencia? —la última Potter sentía que la cabeza le empezaba a dar vueltas por toda esta información.
—La señorita Iris Potter no lo sabe, pero la señorita Iris Potter es la heredera de una de las familias más antiguas y nobles del mundo mágico, la Casa de Potter —le explicó Dobby, con claro orgullo—. La Casa de Potter tiene una larga e ilustre historia, llena de magos y brujas poderosos, valientes e influyentes, que han hecho grandes cosas por la magia y por el mundo. También la casa Potter posee una gran fortuna y tiene un papel en la defensa de la magia misma. Esto es de conocimiento general entre las casas nobles y la mayoría del mundo mágico, señorita Iris Potter.
—¿C-cómo? —la ojiesmeralda tenía tantas ganas de gritar de rabia. Tanto… tanto que apenas estaba escuchando de su familia… y todos sabían sobre ello, menos ella… Pero Dobby le estaba brindando la información necesaria para cambiar esto. Iris sintió una chispa de esperanza. ¡Aquí estaba la oportunidad de alejarse de sus horribles parientes para siempre sin importar lo que ordenara Dumbledore! —¿Cómo la llamo? —preguntó la joven Potter.
—Solo tiene que decir su nombre y pedirle que venga, Iris Potter —explicó Dobby.
Sumamente ansiosa y emocionada, siguiendo las instrucciones de Dobby, Iris llamó a Maddy. Con un *pop* casi inaudible, apareció una elfina con ojos brillantes de color miel y una sonrisa cálida, vestida con una bonita túnica color azul rey con bordados dorados y el escudo de la familia en el pecho.
—¡Maddy está muy feliz de ver de nuevo a su querida ama! —exclamó la pequeña elfina. En segundos ésta recobró la compostura—. Maddy está aquí para servir a la joven ama, Iris Potter —dijo, inclinándose profundamente.
—Es un gusto verte de nuevo, Maddy —le dijo la chica, con una sonrisa. Al ver a la pequeña elfina, le estaban llegando vagos recuerdos de cuando era una bebé y la elfina cuidaba de ella en la guardería. Le estaban dando ganas de llorar nuevamente, debido a aquellos lindos recuerdos y el cariño y ternura que Maddy mostraba hacia ella en éstos. “¡Dios, realmente había perdido tanto por culpa de Voldemort y Dumbledore!”
—¿Entonces eres la elfina doméstica que sirve a mi familia? —preguntó Iris, con cierto tono de sorpresa apenas asimilando que provenía de una casa noble.
—Así es, joven ama Iris. En realidad soy la elfina principal entre ochenta elfos que le sirven a su familia —le informó Maddy, haciendo que la chica abriera sus ojos como platos por la incredulidad.
—¡Ochenta elfos! ¿Por qué hay tantos? —cuestionó aún sin salir de su estado de incredulidad la ojiesmeralda.
—Esto se debe al tamaño de las tres propiedades que posee la familia Potter, joven ama —le dio a saber la elfina—. Si no, se nos haría muy difícil cuidar de ellas, ya que se requiere de mucho trabajo para mantenerlas funcionando y en buenas condiciones.
—Ya veo —dijo la joven bruja, asintiendo lentamente con la cabeza.
—Bueno, ¿lista para irnos, ama Iris? —le preguntó la emocionada elfina a la azabache, mirándola espectante—. Joven ama, usted no debería estar viviendo en estas condiciones, ¡sus padres estarían horrorizados!
Iris sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Maddy. Ella estaba de acuerdo en que a sus padres, por lo poco que había escuchado de ellos, no les gustaría como la tenían viviendo los Dursley, en especial su madre, al ser la tía Petunia su hermana. —Por supuesto, solo dame un minuto —Le dijo la ojiesmeralda. Se levantó y, con determinación, salió de su habitación, bajó las escaleras y se dirigió a la sala de estar donde los Dursley veían la televisión ese día de domingo, antes de salir a cenar a algún restaurante en donde como siempre, no tenían planeado llevar a su sobrina.
No vio a Dudley, de seguro estaba con sus amigos, molestando a los niños y haciendo vandalismo como solía hacerlo en estos días. La joven bruja se aclaró la garganta para llamar la atención de sus tíos y de mala gana estos centraron su mirada en ella. —¿Qué quieres, chica? —gruñó el tío Vernon, con clara molestia.
—Tío Vernon, tía Petunia, solo venía a informarles que me voy. Y si todo sale bien, no nos volveremos a ver nunca. —anunció la joven Potter.
Los Dursley se sorprendieron, y de mejor ánimo, Vernon le preguntó a Iris: —¿Uno de tus... amigos va a venir por ti?
—Sí, tío Vernon. Saldré de la casa con la Capa de Invisibilidad que me dejó mi padre, por si alguien está vigilando la casa y me encontraré con mi amigo a unas calles de aquí y nos apareceremos lejos —le explicó.
—Excelente —asintió Vernon con la cabeza, sonriendo.
—Si no quieren ser molestados más por los magos, podrían mudarse lejos de aquí —les dijo Iris.
—Oh, por supuesto que lo haremos. Finalmente puedo aceptar el ascenso que viene con el traslado a Australia que me ofrecieron, Pet —dijo el corpulento hombre.
—¡Maravilloso, Vernon! —celebró contenta la mujer—. Debemos comenzar apreparar todo.
—Así es, Pet —le dijo feliz éste.
Ella sintió una leve punsada de dolor por ver que realmente sus tíos no se preocupaban en lo absoluto por ella. Sabía que no debía dolerle, pero aún lo hacía, más porque eran sus únicos parientes vivos. —Tía Petunia, tío Vernon, una cosa más. Mientras vivan en el Número 4, deben fingir que todavía estoy residiendo aquí, pero que estoy castigada y que por eso no salgo afuera, para que no sospeche nadie —les indicó.
—Muy bien, chica —fue lo único que le dijo Vernon, con su tía inclinando en afirmación levemente la cabeza.
—Bien. —Y con aquello hecho, Iris regresó a su habitación, empacó sus pertenencias más preciadas, habló con su amada Hedwig, la cual comprendió la situación y se fue volando de una vez con el fin de encontrar la mansión Potter lo más pronto posible y alcanzar a Iris en su nuevo hogar y, a continuación, la joven bruja se despidió por el momento de Dobby, quien se quedaría unos minutos, ya que el fiel elfo le haría creer a los Dursley la parte donde ella saldría con su Capa de Invisibilidad a la calle.
Maddy, tomando a Iris de la mano, se apareció con ella dentro de un amplio vestíbulo con un suelo de mármol pulido en el que se reflejaba la luz de un fino candelabro de cristal. Las paredes azul cielo estaban cubiertas de algunos cuadros de encantadores paisajes naturales. A un lado se encontraba un cómodo y elegante sofá blanco y frente a él, una mesa de centro de cristal y un jarrón con flores. Al fondo del lugar, había una puerta de madera oscura.
La ojiesmeralda se sobresaltó al sentir como las barreras de la mansión le daban la bienvenida. Se sentían cálidas y reconfortantes, como un dulce abrazo. No pudo evitar que una lágrima se le escapara de los ojos al sentirse verdaderamente en casa.
Maddy le dio una sonrisa conocedora que Iris le devolvió más brillante y alegre que nunca. —Joven ama, la llevaré a su habitación para que se instale y descanse un poco mientras está la cena —le dijo ésta.
—Claro, Maddy, gracias —dijo Iris.
La elfina luego guio a Iris fuera del vestíbulo a través de la puerta de madera hacia un corto pasillo que se bifurcaba en dos direcciones, izquierda y derecha. Tomaron el camino de la derecha y la joven bruja pudo saludar a algunos retratos de parientes que estaban distribuídos por éste y estaban emocionados por su llegada. Tomaron otro camino hacia la izquierda y pasaron por algunas puertas, otro pasillo que giraba a la izquierda con más puertas que se conectaba con el pasillo en el que iban, sin embargo no se detuvieron y continuaron su camino hasta que llegaron a una gran escalera de caracol hecha con madera maciza, cuyos barandales tenían enredaderas con rosas talladas en su superficie. Después de dos tramos de escaleras, caminaron por un largo pasillo con ventanales que mostraban los jardines traceros hasta que llegaron a una habitación, esta también con puertas dobles de roble.
—Esta es su habitación, joven ama —le dijo Maddy. Las puertas dobles se abrieron a una elegante sala adjunta que hubiese puesto verde de la envidia a la tía Petunia.
Las paredes estaban pintadas de un suave tono beige, y estaban adornadas con cuadros al óleo de paisajes bucólicos. El suelo de madera oscura se encontraba cubierto por una alfombra persa de colores suaves y patrones intrincados. Grandes ventanales con cortinas de seda dorada permitían que la luz natural inundara la habitación.
Un sofá de terciopelo color crema con cojines bordados en hilos dorados se hallaba frente a una chimenea de mármol blanco. Junto a la ventana, había una chaise longue tapizada en terciopelo rojo. Una mesa de centro de madera tallada sostenía un jarrón con flores. Un candelabro de cristal colgaba del techo, reflejando destellos de luz por toda la habitación.
—Este es el dormitorio, ama Iris —Maddy abrió otras puertas dobles talladas con intrincados motivos florales.
Iris pensó que era hermoso y que se veía un poco Griffindor debido a los colores. al centro de éste, había una enorme cama con dosel que tenía columnas de madera tallada y cortinas de encaje. Sábanas de lino blanco y una colcha de seda con bordados de flores la cubrían. Cojines de terciopelo en tonos dorados y rojos se amontonaban en la cabecera. Junto a la cama, sobre una mesita de noche de cerezo había una lámpara de cerámica con una pantalla de tul roja.
El balcón se extendía desde el dormitorio. Las puertas de cristal corredizas se encontraban parcialmente abiertas, permitiendo que entrara la suave brisa de la tarde, que mecía perezosamente las largas cortinas rojas con bordados dorados a cada lado de dichas puertas.
Desde ahí la azabache notó que se podían contemplar los jardines y el lago. Un pequeño bistró con sillas de mimbre y una mesa de hierro fundido invitaban a tomar el té mientras se disfrutaba del paisaje al aire libre, y el barandal de hierro forjado estaba parcialmente cubierto de enredaderas de jazmín y macetas de flores.
El vestidor era una extensión del dormitorio, separado por una puerta de arco con cortinas de brocado color marfil. Al fondo del vestidor había un gran espejo de cuerpo entero rodeado de un marco dorado.
A la derecha se podía ver un enorme armario de madera de cerezo con puertas de cristal biselado dividido en secciones. Por dentro, los estantes estaban forrados con terciopelo rosa pálido. Algunos vestidos y otras prendas de ropa ya colgaban dentro y en los estantes de los zapatos seis bonitos pares de zapatos, tres para salir, dos para andar en la mansión y un par de botas estaban colocados ordenadamente sobre estos.
En la pared frente al armario se encontraba un tocador con cuatro filas de cajones y a un costado había un taburete tapizado en terciopelo rojo. Sobre el suelo se extendía una alfombra de felpa y una pequeña lámpara de araña servía para iluminar el lugar.
La habitación contaba con baño propio. Las baldosas de mármol de un tono crema cubrían el suelo y las paredes. Ubicado cerca de la entrada se topó con un tocador de mármol con un lavabo de porcelana con grifos dorados. Toallas suaves y esponjas naturales estaban colocadas dentro de una cesta de mimbre.
En medio se hallaba una bañera exquisita como para cinco personas con patas de garra y, justo a un lado, velas perfumadas y sales de baño estaban dispuestas en una bandeja de plata antigua. A la derecha la ojiesmeralda vio una ducha de esquina con mampara de cristal y cabezal de lluvia. Por último, de lado contrario, el WC se encontraba discretamente colocado detrás de una partición decorativa con una puerta, asegurando privacidad.
—E-esto es demasiado, Maddy —Iris se sentía abrumada en medio de tanto lujo.
—Para nada, ama Iris. Así son todas las habitaciones que les pertenecen a los miembros de la familia. Solo la habitación principal que en un futuro deberá ocupar como cabeza de familia en cuanto se acostumbre a su papel como Lady Potter, es más grande y elegante que esta —le informó la elfina, tranquilamente.
—Oh... —dijo. “Es verdad, debo hacerme a la idea de que soy una noble, no una simple huérfana que depende de la bondad (nótese el sarcasmo) de sus parientes, se dijo mentalmente.
—Bien, descanse un poco. Vendré por usted dentro de una hora —le dijo la elfina—. Puede usar la ropa que está dentro de los armarios, joven ama. Taffy estaría muy feliz de que usara uno de los atuendos que hizo rápidamente para usted.
—Um. Sí, gracias Maddy, también dale las gracias a Taffy por la ropa, es bastante encantadora —dijo, inspecccionando un bonito vestido sin mangas color melocotón con cintura ceñida y falda circular que había llamado su atención y un par de sandalias café claro con pequeños diamantes.
—No tenía idea de que ustedes igual pudieran hacer ropa —reflexionó la chica.
—Oh, lo hacemos, joven ama. No todos. Hay elfos que por pedido de nuestros amos nos especializamos en jardinería, sastrería,gastronomía, entre otras especialidades. —le explicó.
—Ah, ya veo —le dijo pensativa—. No lo sabía, gracias por explicarme, Maddy. No te entretengo más, ya puedes retirarte.
—Sí, ama Iris. —Y con ello, Maddy se fue con un suave *pop*. Tras quedarse sola, Iris se dejó caer sobre la suave cama y se quedó reflexionando del giro que había dado su vida gracias a su pequeño amigo. Cuando Dumbledore se diese cuenta de que ya no seguía viviendo con sus tíos, la buscaría desesperadamente. Tenía que actuar rápido y adelantarse a él. Mañana temprano debía ir a Gringotts, a fin de investigar si había algo que pudiese hacer para librarse del control obsesivo del director. Costase lo que costase, tomaría el control de su vida desde ahora.
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Fin del Capítulo.