Un Verano Diferente

Harry Potter - J. K. Rowling
F/M
G
Un Verano Diferente
Summary
UA: Historia situada en el verano del quinto año. Cansada de ser dejada siempre en la oscuridad y de que todos controlen o tengan algo que decir en su vida menos ella, Iris Selene Potter (Fem Harry) finalmente opta por tomar el control de su vida gracias a un viejo amigo, decisión que la ayudará en el camino para ganar la guerra y librarse de todos aquellos que quieren mantenerla bajo su control.Disclaimer: la franquicia de Harry Potter no me pertenece. Todo crédito es para su creadora, J. K. Rowling.
All Chapters

Emotivos Encuentros

Disclaimer: la franquicia de Harry Potter no me pertenece. Todo crédito es para su creadora, J. K. Rowling.

OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Capítulo 2: Emotivos Encuentros.

OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

—Ama Iris, despierte. La cena ya está lista –la llamó Maddy, su pequeña mano moviendo suavemente el hombro de la azabache.

 

La chica estiró los brazos, desperezándose con un bostezo antes de sonreírle a la elfina.

 

—Gracias, Maddy —dijo la joven bruja, mientras se incorporaba de la cama.

 

La elfina inclinó levemente la cabeza con una sonrisa y le indicó a Iris que la siguiera. Ambas salieron de la habitación y Maddy llevó a la ojiesmeralda por un amplio pasillo que llevaba a unas escaleras de mármol utilizadas solo por los miembros de la familia, que conducían directamente a la planta baja, un camino más corto para evitar el laberinto de pasillos y escaleras de la mansión.

 

Durante el trayecto, Iris no pudo evitar sentirse abrumada al ver los muebles hechos de ricas maderas, obras de arte y figuras de cristal, así como de porcelana de aspecto fino, éstas últimas colocadas sobre pedestales de mármol que vio en el camino. Se notaba que todo era bastante costoso.

 

—La mansión es más grande de lo que imaginaba —comentó la última Potter, mientras veía de reojo una amplia sala de baile por la que pasaron.

 

—Es una mansión con mucha historia, ama Iris. Aquí vivieron muchos de sus ancestros —le contó Maddy, con orgullo.

 

Finalmente llegaron frente a una enorme puerta doble con intrincados grabados de oro y al abrirla la joven bruja pudo ver con todo detalle el comedor familiar en el cual dominaban los colores cálidos. Las paredes estaban pintadas en un suave tono beige cálido con matices dorados que capturaban y reflejaban la luz natural, creando una atmósfera acogedora. El acabado era mate, pero con un ligero toque de lustre que resaltaba en aquel momento por la luz del sol de la tarde. En la parte superior, un elegante friso de madera tallada en color crema adornado con detalles dorados recorría el perímetro de la habitación.

 

En el centro de la habitación se encontraba una gran mesa de comedor de caoba, con capacidad para ocho personas. La mesa estaba cubierta con un mantel de lino blanco con un bordado de encaje en los bordes, acompañado de servilletas a juego. En el centro de la mesa había un candelabro de plata con velas y un centro de mesa con un jarrón de cristal con rosas frescas.

 

Las sillas alrededor de la mesa eran de estilo Chippendale, con respaldos altos y tapicería de terciopelo en un suave tono terracota. Cada silla tenía un cojín a juego.

 

Justo sobre la mesa colgaba una lámpara de araña de cristal con intrincados patrones dorados. De ella colgaban pequeños cristales que soltaban encantadores destellos brillantes que se reflejaban por toda la habitación. Una amplia ventana que daba a los terrenos circundantes en la que colgaban largas cortinas de lino en un tono crema cálido, con los bordes en terracota y dorado recogidas con cordones de seda dorada, que se movían con la suave brisa del exterior dejaban pasar la luz de la tarde.

 

En la pared opuesta a la ventana, había un aparador de caoba y tiradores dorados donde se guardaban la vajilla y los cubiertos. Sobre el aparador, había una serie de fotografías familiares enmarcadas que al instante llamaron la atención de Iris, al notar fotos de sus padres entre ellas.

 

El suelo era de madera de roble oscuro, que añadía calidez al espacio y se complementaba con una alfombra de lana de oveja que le aportaba una sensación acogedora al comedor. En una esquina de la habitación, se hallaba un pequeño bar con una selección de licores y vinos perfectamente ordenados.

 

—Por favor, joven ama, siéntese —dijo Maddy, con un gesto hacia la silla de la cabecera. Iris asintió y tomó asiento en dicho lugar como le correspondía.

 

—Gracias, Maddy —respondió, sintiéndose un poco incómoda por la atención, pero no lo suficiente como para rechazarla. Ya era hora de que fuera cambiando su mentalidad, esa mentalidad que los Dursley le metieron en la cabeza casi a golpes, en la que le recalcaban día a día que los monstruos como ella no merecían nada, pero ella no era un monstruo y merecía un trato digno así como una vida digna igual que los demás.

 

De repente, la mesa se llenó de platillos: una selección de carnes asadas, guarniciones de verduras y ensaladas, un cuenco de puré de patatas tan cremoso que parecía fundirse en la boca, panes recién horneados, y, como toque final, un pastel de manzana humeante. Iris no pudo evitar que se le hiciera agua la boca y su estómago gruñera. Todo se veía y olía delicioso.

 

—Les agradezco  por esta deliciosa comida, Maddy —dijo sincera la joven Potter—. Todo se ve increíble.

 

—Gracias, ama Iris. Es un placer para nosotros servirle —respondió Maddy con una reverencia—. Si necesita algo , puede llamarme a mí, a Nancy, Lotty o a Mina, los otros elfos en servicio.

 

—Muy bien —asintió la chica.

 

—Me retiro —dijo la elfina, desapareciendo después con un suave *pop*.

 

La joven bruja se sirvió generosas porciones de los exquisitos platillos y saboreó cada bocado. La comida era deliciosa, y se notaba el esmero con el que había sido preparada. Mientras comía, Iris se sentía más relajada y satisfecha de lo que había estado en semanas, sin Dursley, sin agobiarse constantemente la mente pensando en lo que estaría haciendo Voldemort y la falta de correo importante por parte de sus supuestos amigos, al no haber tenido más que hacer en Durscaban.

 

Una vez que la cena terminó y los platos fueron retirados, Iris se recostó en su silla, sintiéndose completamente llena. Miró por la ventana y pensó que sería un buen momento para volar un poco en su escoba y, a su vez, tomar un poco de aire fresco para variar, luego de tanto encierro.

 

—¡Lotty! —llamó ésta.

 

—¿Sí, Ama Iris? —dijo el joven elfo que apareció frente a ella.

 

—Lotty, ¿podrías traerme mi Saeta de Fuego, por favor? Me gustaría volar un rato por los jardines —le pidió la ojiesmeralda, amablemente—. Mi escoba se encuentra en mi baúl dentro de mi dormitorio.

 

—Por supuesto, joven Ama —Lotty asintió con gusto y desapareció por un momento antes de reaparecer con la escoba en mano. La ojiesmeralda se levantó de la mesa, agradecida, tomando la escoba de manos del pequeño elfo y tras despedirlo, caminó con ella hacia el patio exterior de la mansión. El aire fresco de la tarde la envolvió al cruzar la gran puerta de cristal que daba a los jardines. El inmenso jardín que colindaba con un bosque se extendió ante ella, con la cristalina agua del lago brillando bajo los últimos rayos de sol a un costado.

 

La brisa fresca acariciaba su rostro mientras miraba el vasto cielo que poco a poco se iba llenando de estrellas. Montó su escoba y, con un impulso firme, se elevó en el aire. Sentir el viento en su cabello y la libertad de volar era una sensación incomparable.

 

El jardín de la mansión Potter era enorme, con árboles frondosos, arbustos bien cuidados, fuentes, estatuas de mármol, caminos de piedra pulida, tres grandes invernaderos y diversas flores de colores vibrantes que formaban un paisaje casi mágico. Iris voló sobre los terrenos con habilidad, haciendo piruetas y giros que la llenaban de alegría. La luna iluminaba el campo de Quidditch que descubrió mientras exploraba, y la visión de los altos aros en la distancia la emocionó aún más.

 

“¡Un campo de Quidditch en la propia mansión!”, pensó la azabache, maravillada.

 

Se tomó su tiempo para disfrutar del vuelo, sintiendo cómo cada preocupación se desvanecía mientras planeaba por el aire. Pasó varias horas volando, explorando cada rincón de los jardines y admirando la belleza de la propiedad bajo la luz de la luna.

 

Cuando la noche cayó por completo, Iris decidió regresar al interior de la mansión. Aterrizó suavemente en el césped y caminó de vuelta a la casa, llevando su escoba con ella. El calor acogedor de la mansión la recibió mientras cruzaba el umbral.

 

Subió las escaleras llegando al tercer piso y se dirigió a una elegante sala de estar que había visto de reojo cuando Maddy la condujo al comedor. Estaba decorada con sofás de terciopelo azul oscuro, mullidos cogines con bordados dorados, unas cuantas estanterías de libros, una chimenea de piedra ubicada frente a los sofás y grandes ventanales que ofrecían vistas al lago.

 

Sin embargo, lo que más atrajo la atención de la ojiesmeralda, fueron los retratos en elegantes marcos dorados que estaban colgados en la pared, en especial, dos de ellos que tenían plasmadas a dos personas muy importantes para ella.

 

—Oh, querido, ¡mírala, nuestra preciosa niña! —dijo una hermosa mujer pelirroja que se encontraba sentada en un fino sofá junto a un atractivo hombre de cabello negro desordenado, que llevaba gafas de marco plateado, la pareja perfectamente representada en el gran retrato con todo detalle.

 

—La veo, Lils, la veo… —dijo el hombre, con clara emoción en su voz, mirándola con inmenso amor, al igual que la hermosa pelirroja.

 

—¿-mMamá? ¿P-papá? —dijo Iris, su voz entrecortada ante el fuerte nudo que se le había formado en la garganta al ver a sus padres en aquel retrato y, sobre todo, emocionada al saber que dicho retrato era como los de Hogwarts. Al fin podría hablar con sus padres y, aunque no fueran del todo ellos, tendría la oportunidad de hablar con una parte de ellos. Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho por la gama de emociones que la embargaban en ese momento.

 

Ambos asintieron, esbozando cálidas sonrisas, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.

 

En un instante Iris estuvo frente al gran retrato, rosando la superficie de este delicadamente con sus dedos, su mirada llena de añoransa, mirada que tocó profundamente a la pareja, la cual finalmente derramó las lágrimas que se acumulaban en los ojos de ambos.

 

—Mi hermosa princesita —dijo James, suavemente—. Mírate, ya estás tan grande. Después de tantos años al fin estás aquí, ante nosotros, mi niña.

 

La ojiesmeralda sintió que la garganta se le cerraba. Sabía que era un momento que solo en su sueños se pudo haber imaginado. Con un esfuerzo, comenzó a hablar, aunque su voz temblaba ligeramente.

 

—M-me siento t-tan feliz… —se le quebró la voz por el sollozo que quedó atrapado en su garganta. Tomó una profunda respiración y finalmente dijo—: Tan feliz de verlos.

 

—Nosotros igual, cariño. Pero cuéntanos, ¿qué ha pasado? ¿Por qué nunca nadie te trajo a la mansión Potter? —le preguntó claramente preocupado su padre.

 

Iris se mordió el labio, dudando por un momento. Finalmente, tomó asiento en uno de los lujosos sillones de terciopelo, dejando escapar un suspiro profundo.

 

—Después de que ustedes fallecieron, alguien me dejó en casa de los Dursley —empezó a explicar, su voz cargada de tristeza y un toque de resentimiento.

 

Lily y James intercambiaron miradas horrorizadas. Lily, especialmente, parecía devastada, sus manos temblando ligeramente sobre su regazo.

 

—¿L-los D-Dursley? —repitió la mujer, su voz quebrándose. La pelirroja bien sabía que su hermana, Petunia despreciaba la magia, y ella era consciente de que su marido Vernon era aún peor con sus prejuicios—. ¿Por qué fuiste a parar ahí, si dejamos una lista de posibles tutores en nuestro testamento?

 

Iris abrió los ojos con sorpresa y confusión. —¿Un testamento? —preguntó con incredulidad—. No tenía idea de que habían dejado un testamento.

 

James frunció el ceño, pasmado en silencio. La preocupación se reflejaba en sus ojos.

 

—Sí, querida —dijo Lily con un suspiro—. Lo dejamos porque estábamos siendo perseguidos por Voldemort y también porque eran tiempos de guerra. Queríamos asegurarnos de que estuvieras protegida en caso de que algo nos sucediera.

 

Su padre se inclinó hacia adelante, su expresión grave y preocupada.

 

—¿Y Sirius? ¿Por qué él no cuidó de ti?

 

La adolescente bajó la mirada, afligida, sintiendo un peso en su corazón.

 

—Para que entiendan mejor todo el panorama, les contaré todo desde el principio, sin embargo, es desde mi punto de vista —alegó, tomando una profunda respiración—. Mis primeros diez años de vida con los Dursley fueron miserables. Fueron... fueron diez años llenos de desprecios, insultos, maltratos y siendo su criada personal –les dijo.

 

Su madre suspiró temblorosamente, un gesto de evidente angustia en su bello rostro. Su padre se veía furioso, su puño apretado como si quisiera saltar del cuadro para ir a enfrentarse a los Dursley.

 

Lily inclinó ligeramente la cabeza y habló en voz baja. —Lo sentimos mucho, cariño… Jamás habríamos querido que te criaran de esa forma.

 

—Lo sé, mamá —murmuró la joven ojiesmeralda, mirando su regazo—. Mi habitación esos primeros diez años… fue el armario bajo las escaleras —ignoró la fuerte inhalación por parte de ambos adultos—. Cuando cumplí once años, comenzaron a llegar cartas de Hogwarts. Hagrid fue quien me llevó a comprar mis útiles escolares.

 

James frunció el ceño aún más, una arruga de preocupación surcando su frente.

 

—Eso es extraño. Aunque Hagrid me agrada, hubiera preferido que un profesor fuera quien te introdujera al mundo mágico, no Hagrid.

 

Iris se encogió de hombros, sin saber qué decir. Los dos adultos fruncieron el ceño pensativos, no gustándoles las conclusiones a las que sus mentes los estaban llevando.

 

—Hagrid me llevó a Gringotts y me dio la llave de mi bóveda, la cual estuvo al cuidado de Dumbledore para que pudiera sacar dinero —continuó Iris.

 

James apretó los labios, su expresión severa y reflexiva.

 

—¿Por qué Dumbledore tenía la llave de tu bóveda? —preguntó, más para sí mismo que para Iris, sintiendo una punzada de desconfianza.

 

La joven azabache continuó su relato, decidida a contarles todo.

 

—Después de comprar mis útiles, Hagrid me llevó a comprar una mascota, y él me regaló a Hedwig, mi lechuza nival, como regalo de cumpleaños —dijo con una pequeña sonrisa, sus ojos brillando al recordar a su fiel compañera.

 

Lily y James sonrieron también, aunque sus rostros mostraban aún preocupación, sus posturas tensas.

 

—Luego viajé en el Expreso de Hogwarts, donde conocí a mis amigos, Ron y Hermione. Fui seleccionada para Gryffindor, y todos los eventos locos comenzaron a suceder —prosiguió Iris, sintiendo una mezcla de nostalgia y emoción.

 

James y Lily la felicitaron con entusiasmo, sus sonrisas iluminando la sala.

 

—¡Gryffindor! ¡Sabíamos que tenías el coraje de toda una leona! —dijo James con una risita, sus ojos brillando de orgullo—. De bebé no le tenías miedo a nada, razón por la que casi le sacaste más de un infarto a tu mamá, en especial cuando jugabas con tu escoba de juguete.

 

Lily se rió negando con la cabeza. —Eras muy traviesa —comentó.

 

—Oh, vaya —Iris se rascó la nuca sonriendo al escuchar pequeñas anécdotas como esa de su infancia. Ella continuó, narrando todavía sonriente cómo se había convertido en la buscadora más joven en un siglo en Hogwarts y su ingreso al equipo de Quidditch de Gryffindor, lo que provocó que su padre sonriera de oreja a oreja henchido de orgullo, por poco llevándolo a las lágrimas de la felicidad, para exasperación de su divertida madre. Pero poco les duró la felicidad, ya que el estado de ánimo se ensombreció nuevamente cuando les contó sobre el trol que había entrado al colegio el 31 de octubre, y la cuestión de la Piedra Filosofal que Voldemort, poseyendo a Quirrel, su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras ese año, había intentado robar.

 

—Tuve que enfrentarlo al final de mi primer año. Fue aterrador, pero no podía dejar que Voldemort se saliera con la suya y regresara al poder —dijo la joven azabache, su voz temblando ligeramente, sus manos apretando los brazos del sillón.

 

—Mi pobre niña. Sola de nuevo frente a ese… ese monstruo —se lamentó Lily suavemente, sus ojos llenos de lágrimas.

 

James solo cerró los ojos, como intentando sacar fuerzas para mantenerse tranquilo y no echarse a despotricar maldiciendo a todo y a todos por lo que le estaban haciendo a su adorada hija. “¿Qué diablos estaban haciendo los profesores?” se preguntaba, sintiendo una gran impotencia. “¿Por qué tanta negligencia de su parte? ¿Y dónde, por el amor de Merlín, estaban Sirius y Remus para detener esto?”

 

Deseando terminar cuanto antes, Iris continuó relatando los eventos de su segundo año, la cámara de los secretos y el basilisco, y el diario poseído por Voldemort.

 

—Cada año escolar parece volverse más peligroso —admitió la joven ojiesmeralda, mordiéndose el labio nerviosa, cayendo en cuenta de ello al contar todo lo ocurrido en voz alta.

 

Les explicó nerviosamente el escape de Sirius de Azkaban en el verano antes de su tercer año, lo cual dejó a James en estado de shock.

 

—¿Sirius… en Azcaban…? ¿Y él intentó ingresar al colegio? —preguntó James, dolido por el destino cruel de su mejor amigo, su voz llena de incredulidad y dolor.

 

Iris asintió, explicando cómo los Dementores habían sido enviados a vigilar el colegio.

 

—Creían que Sirius era la mano derecha de Voldemort, responsable de traicionarlos y de asesinar a Peter Pettigrew y a doce muggles —dijo Iris, con pesar en su voz, sus ojos llenos de lágrimas no derramadas.

 

Sus padres se mantuvieron en silencio. Estaban demasiado conmocionados para hablar, sus rostros reflejando una mezcla de ira y desesperación.

 

Iris prosiguió su narrativa, detallando cómo Sirius arrastró a su amigo Ron en su forma de perro a la Casa de los Gritos, la llegada del profesor Remus Lupin, y la revelación de que Pettigrew era el verdadero traidor y había estado vivo, viviendo como la rata mascota de Ron.

 

—Todo esto culminó en una noche en la que mi amiga Hermione y yo, utilizando un Giratiempo, logramos librar a Sirius del Beso del Dementor y lo ayudamos a darse a la fuga —explicó la adolescente, seria.

 

Luego pasó a los eventos de su cuarto año, su participación obligatoria en el Torneo de los Tres Magos, y cómo fue llevada, en la última prueba a un cementerio con Cedric Diggory, donde Pettigrew asesinó a Cedric usando la maldición asesina y realizó un ritual oscuro utilizando su sangre trayendo de vuelta a Voldemort.

 

—Fue la experiencia más horrible de mi vida. Apenas escapé con vida —dijo Iris, con lágrimas en los ojos, su voz quebrándose.

 

Les contó sobre el intento de Alastor  Moody de asesinarla, quien se reveló que en realidad era Barty Crouch Jr. usando Poción Multijugos para hacerse pasar por el ex-auror, y su fallido intento de informarle al Ministro Fudge sobre el regreso de Voldemort, el cual ni siquiera se molestó en interrogar al Mortífago, ordenando que se le diera el Beso en ese momento.

 

—Actualmente, los que dirigen el Ministerio y el Diario el Profeta le llevan diciendo lo que lleva del verano a todo el mundo mágico británico que no soy más que una chica loca que busca llamar la atención, y que Dumbledore es un viejo senil —dijo Iris, pasándose la mano por el cabello, en señal de frustración, profiriendo un suspiro. Ella se reclinó en el sofá, agotada por revivir todos esos eventos.

 

—Y eso es todo, mamá, papá —dijo con tristeza, su voz apenas un susurro.

 

Lily cerró los ojos por un momento, como si la emoción la invadiera por completo. Al abrirlos, se acercó al borde del retrato, como si estuviera a punto de salir, alcanzarla.

 

—Iris... hija mía, has soportado más de lo que cualquier joven de tu edad debería. Y aún así, sigues de pie. Sigues luchando por lo que es correcto y estamos muy orgullosos de ti, mi amor —le dijo la pelirroja, dulcemente y, a la vez, con dolor en sus ojos—, Aunque nos molesta mucho que tuvieras que luchar tú, en lugar de los adultos que se supone deberían estar al pendiente de ti y los demás niños del colegio —masculló, casi gruñendo de rabia porque tres niños tuvieran que ponerse en constante peligro, entre ellos su preciosa niña, por la absoluta negligencia de los que deberían saber mejor.

 

—Realmente, princesa, no me alcanzan las palabras para expresar lo sumamente orgulloso que estoy de ti —su padre la miró, dicha emoción en su mirada era evidente—. No obstante, estoy de acuerdo con tu madre. Tú y tus amigos no tenían necesidad de poner sus vidas en riesgo así. Si tan solo los profesores hubiesen actuado como adultos responsables mucho de lo ocurrido se habría podido manejar de forma más prudente y sin riesgos para ningún menor.

 

—No digo que tú y tus amigos estuviesen mal al querer ayudar —dijo rápidamente al ver que su hija intentó protestar—, pero se supone que hay departamentos y magos cualificados para hacerse cargo de estos asuntos. Pongamos como ejemplo todo el problema con el basilisco. En ese caso Dumbledore debió contactar directamente al Departamento de Aurores y al Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas desde la primera petrificación. Probablemente se hubiese realizado una profunda investigación sorpresa sobre todos los estudiantes para dar con quien era el llamado heredero de Slitherin y, el diario, posiblemente hubiese sido descubierto antes. A base también de las investigaciones, la ubicación de la Cámara habría sido descubierta y el basilisco hubiese sido tratado por el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, después de enviar a todos los niños a casa, evitando la pérdida de vidas inocentes en la confrontación con la bestia.

 

Un silencio contemplativo cayó en la habitación. Iris reflexionó sobre todo lo dicho por su padre y suspirando concluyó que él tenía razón. Si tan solo los adultos hubiesen actuado de forma sensata muchas cosas se pudieron haber evitado y ella se pudo haber ahorrado varios traumas. Se estremeció levemente al recordar al basilisco y sus demás encuentros con todas las terribles criaturas con las que tuvo que lidiar durante estos últimos cuatro años. Rayos, ni siquiera creía que la mayoría de los magos hubiesen visto en persona a muchas de ellas a lo largo de sus vidas.

 

Iris se puso de pie y  se inclinó hacia el retrato de sus padres, aunque sabía que no podía abrazarlos, que nunca podría sentir su calor otra vez. Pero aún así, no importaba. Al menos ahora sabía que ellos seguían allí, siempre, de alguna manera, con ella. —Tienen toda la razón. Gracias, mamá, papá —les dijo pasando suavemente su mano por el marco del gran retrato.

 

—Siempre, mi princesita —respondió James cálidamente, con Lily asintiendo con una expresión de ternura.

 

Esa tediosa conversación finalizó allí, con ambas partes teniendo mucho que pensar. La azabache se enfocó en lo que tenía planeado hacer antes de tener la larga conversación con sus padres. Llamó a Lotty y le pidió que le trajera su bolso con sus cosas del colegio. El pequeño elfo lo hizo y se retiró.

 

Ella sacó sus pergaminos y libros de su bolso, lista para trabajar en sus deberes. Sus padres se apuntaron para ayudarla con la tarea y juntos, comenzaron a trabajar en su ensayo de transfiguración, su ensayo de encantamientos y una pequeña investigación de herbología. Sus abuelos, Charlus y Dorea, quienes aparecieron en otros retratos vacíos, le ofrecieron consejos y conocimientos valiosos, haciendo que el trabajo pareciera menos aburrido y más interesante.

 

Cuando la noche avanzó y el cansancio comenzó a pesar en sus hombros, Iris guardó sus libros y se despidió de sus padres y abuelos. Se dirigió a su habitación, donde se sumergió en una ducha larga, dejando que el agua caliente le relajara los músculos tensos. Cuando salió, se envolvió en una bata de seda color crema con delicados bordados en encaje blanco y se acomodó frente al tocador para peinar su cabello, haciendo tiempo para que este terminara de secarse.

 

Justo en ese momento, el suave aleteo de un ave la hizo girar. Su lechuza blanca, que había estado con ella en todos los momentos más difíciles, entró por el balcón y se posó sobre su percha. Iris inmediatamente dejó lo que estaba haciendo y fue a recibirla con una sonrisa posada en sus labios. Ella tomó el paquete de golosinas para búhos y le sirvió un poco junto con agua fresca.

 

—Mi hermosa niña, me alegro que finalmente llegaras —dijo Iris, acariciando a la bella lechuza mientras esta comía felizmente—. Mañana iré a Gringotts para revisar las cuentas de la familia. Quiero asegurarme de que todo esté en orden.

 

Hedwig, complacida con las atenciones, picoteó ligeramente la mano de Iris antes de acomodarse en su percha y dormir. La joven bruja sonrió, siguiendo su ejemplo. Se metió en la cama y apagó la luz. En pocos minutos, cayó profundamente dormida, por primera vez en mucho tiempo sin pesadillas del cementerio atormentando sus sueños. La tranquilidad que le transmitía la mansión Potter al estar dentro de sus firmes muros la envolvía como un cálido abrazo, y por fin se sentía en paz.

OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Fin del Capítulo.

Sign in to leave a review.