Leyendo Harry Potter con Muggles

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Leyendo Harry Potter con Muggles
Summary
La idea de muggles involucrándose en el mundo mágico es extraña, incómoda, y curiosa. La idea de alguien leyendo la historia del niño que vivió era de locos. Pero la idea de muggles leyendo la historia del niño que vivió era casi desquiciada. Y es exactamente lo que pasó.
Note
Esta historia ya había sido publicada en Wattpad y Fanfiction.net, pero desde hace tiempo que quería publicarla aquí, espero les guste.
All Chapters Forward

El vidrio que se desvaneció

—¿Ya están todos acomodados? —preguntó Teddy mirando a su alrededor.  

Los muggles de la escuela se habían sentado todos juntos en una esquina de la habitación, mientras que los magos se habían mezclado (con la leve interferencia de Molly y James II), de modo que James I, Lily I y Harry estaban en un sofá, a su derecha Harry estaba sentado entre Ron y Hermione, Ron estaba con Ginny y Percy a la izquierda de los Potter, seguidos por los Weasley y Hermione y sus padres junto a estos.  

McGonagall y Dumbledore estaban junto al trío, por lo que Harry y Ron estaban muy quietos con sonrisas inocentes (su jefa de casa les dedicaba constantes miradas de advertencia) mientras Hermione muy nerviosa le susurraba sus dudas al director, que contestaba en el mismo tono. 

—Según yo sí—dijo James II desde su posición entre Fred y Victorie —. Comienza a leer, tengo sueño. 

Teddy rodó los ojos abriendo el libro de nuevo, pues lo había cerrado por un momento. El libro estaba notablemente más delgado que antes, notaron varios. 

—Tal vez no tendrías sueño si Al y tú no se quedaran viendo películas y series hasta las cuatro de la mañana —dijo con cierto retintín. 

James II alzó las cejas impresionado. 

—Sonaste igual que mamá —se burló cruzándose de brazos en una pose muy Harry (según Ron y Hermione) —. Sobre todo, considerando que siempre te unes cuando llegas del trabajo. 

—¡Eso no es verdad! —exclamó Teddy antes de que Victorie lo interrumpiera. 

—¡Sí lo es! Siempre llegas a casa hablando de lo último que vieron y como el tío Harry te llamó loco de diez maneras diferentes por tus gritos de emoción. 

—¡JA! —gritó James II riendo. Teddy no era Teddy si no estaba gritando de frustración porque su pareja favorita no admitía lo que sentían. 

—Déjame leer, James —masculló Teddy enfurruñado —. ¡Y el tío Harry no me llama loco! 

—Tienes razón —dijo Molly II con seriedad —. Te llama su pequeño ensayo desastroso de crianza. 

James II estalló en carcajadas por la cara de estupefacción de Teddy. ¡Amaba molestar a su hermano! 

—Voy a leer —decidió Teddy muy digno, aunque su pelo rojo y sus mejillas sonrojadas lo delataban —. Y ustedes me dejaran en paz. 

Su familia rio. Teddy molesto era lo mejor. 

Nadie había notado que Dumbledore miraba con entusiasmo el intercambio. Finalmente, Harry tendría la familia que merecía. 

El vidrio que se desvaneció —comenzó Teddy luego de aclararse la garganta —. Ese es el título del capítulo. 

—¿Por qué ese nombre? —preguntó Ron confundido —. ¿Son como presagios? 

—Creo que sé por qué es —dijo Harry, deseando de todo corazón estar equivocado —. Mi magia accidental. 

—¿Magia accidental? ¿qué clase de magia…? —Ron comprendió medio segundo después —. El zoológico ese ¿verdad? 

Harry asintió, aun deseando estar en un error. 

—¿Qué es la magia accidental? —preguntó la señora Miller muy atenta a lo que pasaba. 

—Cuando los magos son jóvenes, no suelen tener control de sus poderes —explicó la profesora McGonagall acomodando sus gafas —. Esta falta de control provoca que su magia dé pequeñas demostraciones cuando el mago en cuestión siente toda clase de emociones fuertes. 

—¿Cómo hacer levitar libros? —preguntó Richard Granger mirando a su hija de reojo.  

Hermione asintió con una gran sonrisa. 

—También sirve de ejemplo el atraer mis lápices —dijo divertida. Su padre había hecho la misma pregunta cuando la profesora McGonagall fue a su casa seis años atrás para explicar la existencia de la magia. 

Los maestros muggles intercambiaban miradas. Todos pensando en distintos episodios extraños que habían ocurrido alrededor de Harry. Aparecer en el tejado, volver azul la peluca del señor Jones (maestro de ciencias que negaba firmemente usar una peluca), hacer aparecer lápices en sus manos o atarse las agujetas de los zapatos en medio segundo sin dar indicios de haberse agachado, por nombrar algunos.  

—Yo volaba de los columpios —dijo Lily I con una sonrisa nostálgica. Petunia miró al suelo con el ceño fruncido ante los amargos recuerdos que la asaltaron. 

James II miró a Lily I con una gran sonrisa. 

—¡Yo también lo hacía! —exclamó contento de tener algo en común con su abuela —. ¡A mamá y papá casi le daba un infarto cada vez que me veían hacerlo!  

—A tu madre casi le da un infarto cada vez que sales de tu habitación —dijo Teddy divertido —. Al y tú siempre crean desastres en la casa.  

—Esa actitud tuya de hacer como que tú y papá no ayudan es molesta —afirmó James II acomodándose en el sofá —. Y en el fondo a mamá le encanta. 

—Sí, le encantaría que dejaran de meter gnomos en la casa para que el gato los persiga. 

Teddy siguió leyendo para que no dijera nada más. Harry tenía derecho a vivir un poco más. 

Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada 

Harry cerró brevemente los ojos. No iba a partir contando desde el tren. 

—¿Diez años? —preguntó James I curioso —. Eso significa que será pronto ¿verdad? Al menos en 1990. ¿Cuál es nuestra fecha de muerte? 

Harry se estremeció levemente ante su tono tranquilo, igual que varios, pero contestó con la voz más normal que pudo hacer. 

—El 31 de octubre del 81 —dijo mirando a Ron y Hermione, que se veían bastante satisfechos ante la idea de saber la verdad sobre su vida con los Dursley, aunque apenados de que tuviera que ser frente a tanta gente. 

Harry cerró sus manos en puños y miró fijamente sus rodillas. Halloween. Sus padres habían muerto en Halloween. Al instante sintió que su padre ponía una mano en su hombro. 

—Difícil de asimilar ¿no? —susurró dándole una sonrisa triste, a su lado, Lily I se veía muy concentrada sacando cuentas con sus dedos —. No pienses tanto en lo que te dicen. Conócenos, y luego pregunta y averigua a tu ritmo. Será más fácil así. 

Harry asintió y tomó un respiro para calmarse. Conocería a sus padres, luego se enteraría de lo que pasó después de que murieran. Un paso a la vez.  

Teddy siguió leyendo para romper el incómodo silencio que se había formado entre los demás luego de las palabras de Harry. 

pero Privet Drive no había cambiado en absoluto.  

—Nunca cambia —señaló Harry encogiéndose de hombros. Dudley lo corroboró. 

El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas, una noche de hacía diez años.  

—¿Casi exactamente? —preguntó Teddy releyendo la línea, evidentemente confuso —. ¿Por qué no cambian la decoración? ¡Pasaron diez años! 

—Quince —dijo Harry, estaba tan acostumbrado que se le hacían divertidas las reacciones —. No han cambiado nada del salón en quince años. No, espera. Hicieron un arreglo en la chimenea el año pasado. 

A Ron le entró la risa loca mientras Dudley palidecía. 

—Suena como que hay una historia detrás de eso —dijo James I interesado —. ¿Saldrá en los libros? 

—Creo que sí —respondió Teddy pensativo —. ¿Pidieron eliminarlo? 

Hermione negó, pues Harry y Ron estaban muy ocupados riéndose. 

—Pensábamos que la narración comenzaría en el andén, ya que se cuentan nuestro tiempo en Hogwarts y eso. 

—Oh —dijo Teddy levemente preocupado —. Tendremos que ver eso luego. 

Estaba seguro de que Harry querría borrar algunas cosas más ahora que sabía de dónde partían en realidad los libros. Tal vez debieron avisar cuando Hermione del 2021 vino a explicarle todo a Dumbledore (con la tapadera de que había enviado una carta para evitar muchas preguntas).  

Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores 

Mientras todos se veían confundidos por la oración, Harry ahogó su risa con una débil tos al igual que su versión pasada. Estaban seguros de que no se trataba de una “pelota”. Dudley, su versión pasada y sus padres por su parte se veían bastante molestos, a sabiendas de que no tenían fotos de pelotas. Dudley no era gordo, era de complexión recia, eso era todo. ¿Qué iba a saber esa enfermera de la escuela? 

pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño 

Los Dursley fruncieron el ceño con enojo mientras muchos trataban de no reírse abiertamente (Ron claramente, no estaba entre estos). 

y en aquel momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado por su madre... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otro niño. 

James I sujetó la mano de Harry cerrando los ojos para calmarse. Merlín se apiadase de los Dursley si se habían atrevido a hacerle algo a Harry. Lily I se inclinó para pasar su brazo tras James I y acariciar en hombro de Harry, que trataba de no mostrarse incómodo ante la abierta muestra de afecto dentro de su emoción por estar recibiéndola.  

Sin embargo, Harry Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día. 

—Es terrible —asintió Lily I con comprensión. Harry le sonrió mientras Harry se veía aún más divertido.  

Teddy se aclaró la garganta de pronto y leyó la frase que seguía con la voz más aguda que pudo hacer, imitando casi a la perfección el tono de Petunia. 

—¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora! 

—Bruta —susurró James I con el ceño fruncido. Su madre a veces lo despertaba a los gritos, pero al menos entendía que no podía despertar y estar de pie fuera de la cama al segundo después. 

Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta. 

—¡Arriba! —chilló de nuevo. Harry oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón.  

Ron frunció el ceño mientras Harry mascullaba una maldición para sus adentros. 

—Espera —dijo el pelirrojo, pues Teddy estaba comenzando la siguiente palabra —. Harry, ¿cómo puedes oír lo que pasa en la cocina? Tu habitación está en el segundo piso. 

—¿Lo está? —dijo Harry sorprendido (y un poco emocionado). Harry le dio una clara mirada de “calla si no quieres que me maten”. 

—Harry... —insistió Hermione, preocupada. ¿Dónde estaba durmiendo su amigo? 

—Lo explica más adelante —dijo Teddy, leyendo los siguientes párrafos por encima en su mente hasta llegar a la línea que buscaba. Oh, iba a disfrutar el espectáculo. 

James I mientras tanto, estaba mirando a los Dursley fijamente, nervioso por su repentino cohibimiento. Y Lily I trataba de sonsacar algo de Harry sin sonar entrometida.  

Por su parte, los muggles también comenzaban a preocuparse bastante. ¿Qué estaba mal para que Harry se viera tan asustado de que dijeran lo que pasaba?  

Incluso Dumbledore se veía un poco incómodo, él no sabía los detalles del trato hacia Harry. No había querido saberlo, con estar seguro de que no sería feliz era suficiente como para tener un buen sentimiento de culpa. Ahora, sin embargo, comenzaba a asustarse. ¿Y si había sido un error? ¿Y si la certeza de Harry al decir que sus tíos no lo querían tenían un fundamento que iba más allá de la falta de ropa de su talla y carentes demostraciones de afecto? ¿Y si había cometido un error al no aceptar la petición de Molly de llevarse permanentemente a Harry y hacerse cargo de su custodia luego de que Voldemort volviera? ¿y si había cometido una gran equivocación al no ceder a las peticiones de Sirius para llevárselo a vivir con él? ¿Y si había condenado a su pupilo a una vida más que miserable y posiblemente físicamente abusiva? ¡Harry podría haber terminado como Ariana! Esa idea fue suficiente para que comenzara a temer de verdad. 

Miró a Harry con preocupación, y él debió de sentir su mirada, porque volteó a verlo. Y había un terror en sus ojos que alertó a Dumbledore. Harry no quería que se supiera la verdad. Y lo que era peor: había una verdad. 

El niño se dio la vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que volaba. 

James I ni siquiera se pudo obligar a reaccionar ante la mención de la moto de su buen amigo, pero Harry sí. Él sonrió, ignorando el sordo dolor que trajo el recordatorio. Siempre era bueno saber que, aún dentro de todo, nunca había olvidado completamente el mundo mágico. 

Tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente. Su tía volvió a la puerta. 

—¿Ya estás levantado? —quiso saber. 

—¡No han pasado ni dos minutos, señora impaciente! —se quejó Ron casi molesto. No le agradaba esa tía que tenía Harry Potter. Miró a Harry sorprendido cuando lo escuchó reír —. ¿Qué pasa? 

—Es solo que para ella dos minutos es demasiado tiempo —explicó en un susurro —. Debería levantarme en menos que eso para que esté contenta. 

Ron lo miró con horror. 

—Esos muggles son raros, no sé cómo los soportas —decidió sacudiendo la cabeza. Harry sonrió, parecía que Ron lo encontraba tan interesante como Harry lo encontraba a él. 

—Casi —respondió Harry. 

—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. 

—¿Beicon? —preguntó Lily I sacudiendo su pelo para apartarlo de su hombro y mirando a su hermana con incredulidad —. ¡No hablas en serio, Petunia! ¡tiene diez años! ¡¿Cómo lo pones a vigilar aceite caliente?! 

—¡¿Y si se hubiera quemado?! —la señora Weasley estaba horrorizada. Sus hijos tenían terminantemente prohibido acercarse al fogón cuando cocinaba. Eran tan inquietos que le aterraba la idea de que se hicieran daño. ¿Por qué esa tal Petunia era tan liberal con algo tan delicado? ¿Y por qué mandaba a Harry a hacerlo? ¿qué acaso no le podía pedir a su marido que lo vigilara? 

—No hay nada malo —se apresuró Harry cuando James I hizo amago de sacar su varita (no sabía qué iba a hacer, pero no iba a dejar pasar esa frase como si nada) —. En serio. Nunca me he quemado gravemente ni nada más allá. 

—¿Y qué hay de las quemaduras leves? —le discutió James I en un susurro. Petunia estaba diciéndole a Lily I que ella no era quién para cuestionar lo que pasaba en su casa, por lo que la pelirroja no había escuchado lo que Harry dijo. Y el mismo Harry se encontraba en una conversación con McGonagall y Hermione, tratando de apaciguarlas para que no se lanzaran sobre los Dursley. Ron estaba echándole porras a su amiga para que se lanzara sobre los Dursley —. Harry, sé que no lo sientes como tal, pero eres un niño. Tú no deberías acercarte al aceite hirviendo ni siquiera para vigilarlo. ¡Esa cosa salta mucho y causa mucho daño! ¡Y ahora prácticamente admitiste que te quemaste al menos una vez! 

—Yo no dije… —pero Harry se calló, la mirada de James I era un obvio “ni lo intentes, ya lo admitiste y no hay vuelta atrás” —. Fue solo un par de veces. Al principio. 

—¿Cuándo?  

A este punto, ya varios podían oír su conversación, entre ellos Ron y Percy, que intercambiaban miradas mitad incómodas, mitad escandalizadas. Incluso los gemelos Weasley (que estaban siendo estrechamente vigilados por su madre para que no dijeran nada fuera de lugar) estaban preocupados. 

—¿Cuándo qué? —preguntó Harry para no responder directamente. 

—¿Cuándo fue esa “única vez”? —dijo James I con una paciencia que en realidad no sentía. 

—Eh, no lo sé, fue hace mucho —evadió Harry encogiéndose de hombros. 

James I se pasó una mano por el pelo con frustración antes de mirar a Teddy y alzar la voz por sobre todas las conversaciones. 

—¿Puedes leer, Ted? Solo así sabré qué hechizo debo usar con este mini zoológico. 

Vernon enrojeció de furia, pero James II fue más rápido y lo silenció, de modo que despotricó con fuerza por un momento antes de darse cuenta de que no tenía voz.  

Teddy releyó el párrafo anterior para retomar el hilo. 

Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy. 

Todo el enojo por el descaro de Lily I se borró de la mente de Petunia mientras abrazaba a su pequeño hijo. ¡El cumpleaños once de su Diddy! 

Dudley miraba el suelo, pensando en la escena anterior. ¿Por qué todos parecían tan molestos? Harry cocinaba desde siempre y era bueno, ¿qué tenía de malo que fuera él quien vigilara el beicon? ¿Qué importaba si se quemaba? Sanaría pronto ¿verdad? No podía recordar ninguna vez en la que haya visto a Harry con una quemadura en serio grave, así que no tenía caso que se enojaran tanto. 

Eran todos unos exagerados, decidió. No tenía sentido buscarle una razón. 

Harry gimió. 

—¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la puerta. 

—¡Petunia! —exclamó Lily I cada vez más enojada —. ¡¿Tan mal estás del oído que ya no sabes diferenciar las palabras de los sonidos?! 

—Golpe bajo —murmuró Harry, bastante a gusto con todo lo que pasaba y divertido con la ironía de alguien diciéndole a su tía, la más chismosa de todo Surrey, que estaba mal del oído. Él sabía que se acercaba la parte que más temía, pero no podía evitar disfrutar de cómo reaccionaban todos en contra de los Dursley. Prácticamente podía ver como su extremadamente bien cuidada reputación entre los muggles se iba cayendo a pedazos. Pobrecitos. 

—Nada, nada... 

El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo?  

—Sí, Harry, ¿cómo pudiste olvidar el cumpleaños de tan despreciable ser? —bufó por lo bajo Ron. Se había cruzado de brazos desde que mencionaron lo del beicon, recordando un viejo comentario que Harry había hecho en sus primeras vacaciones en la Madriguera. 

No se preocupe, señora Weasley, mi tía me enseñó a cocinar a los cinco años. Puedo vigilar los huevos. 

Ay, si su madre se había molestado aquella vez (“¡CINCO AÑOS, ARTHUR! ¿qué clase de personas hacen que un niño de cinco años cocine?”), no quería ni imaginar cómo reaccionaría cuando le contara esto. Porque Merlín sabía que se lo iba a contar. Harry no se acercaría a los fogones mientras estuviera en la Madriguera más que para poner la tetera si quería, decidió Ron, ya había cocinado toda su infancia, no iba a ir a su casa a seguir con esa tortura por mucho que quisiera. 

Que pusiera la mesa y recogiera los huevos todos los días si así lo quería, pero a los fogones no se acercaba a ayudar a cocinar nunca más. No, señor. 

Harry se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso.  

—¡HARRY JAMES POTTER! —gritó Ron saliendo de sus pensamientos mientras Ron se estremecía violentamente —. ¡¿Arañas en tus calcetines?! ¡¿Y LO MENCIONAS TAN DE PASADA?! 

Harryse encogió de hombros, reaccionando un poco tarde. 

—Estoy acostumbrado —masculló avergonzado, aunque su mente estaba analizando lo que Ron dijo. ¿Su segundo nombre era James? 

—Era una pequeña —se defendió Harry divertido —. Además, ¿quieres que le tenga asco a una miniatura después de…? 

Se quedó callado al sentir la mirada atenta de McGonagall, por lo que rápidamente Hermione buscó una salida. 

—¡Esa no cuenta! —exclamó, asustando a sus amigos —. ¡Era una cosa gigante! Ahora entiendo por qué no gritaste. 

Ron entendió lo que quería hacer y se unió. 

—Incluso Bill se asustó —recordó estremeciéndose con el recuerdo—. Era horrible. 

—Son unos bebés —se burló Harry, agradecido con la rápida reacción de sus amigos —. Además, no grité porque nadie superó el grito de Fleur. No tenía sentido intentarlo siquiera. 

Ron y Hermione comenzaron a reír. Ciertamente nadie superaría nunca el grito que pegó Fleur al ver una araña gigante entre las cajas que Fred y George habían dejado en la Madriguera cuando le llevó la ropa limpia a Harry (aunque este insistió en que él podía bajar a buscarla). 

Todos los miraban con confusión, sin saber si querían enterarse de qué hablaban. Teddy decidió que no les interesaba, así que siguió leyendo. Se acercaba la muerte de los Dursley. 

Harry estaba acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas 

—¿Qué tiene que ver eso con tu costumbre a las arañas? —preguntó Lily I con voz falsamente dulce. Harry tragó saliva mientras Harry sujetaba los brazos de sus amigos con sutileza. 

—Es difícil de explicar —dijo Harry con mal disimulado nerviosismo. 

—¿Por qué? —preguntó James I, tan falsamente dulce como su prometida —. No eres quien limpia la alacena esa todo el tiempo, ¿o sí? 

Harry entendió de inmediato la sutil trampa en la pregunta. Si decía que no, su padre deduciría que pasaba mucho tiempo dentro de la alacena sin razón (léase que lo encerraban). Y si mentía y decía que sí, que era el encargado, su padre comprobaría que no solo pasaba tiempo limpiando una alacena llena de arañas a los diez años, sino que también estaba acostumbrado a estar ahí tanto que automáticamente pensaba en ese lugar si se encontraba con una araña, lo que lo llevaría a concluir que probablemente se veía obligado a estar encerrado mucho tiempo. El suficiente para no sorprenderse al encontrarse con un arácnido en su ropa. 

Bueno, Harry acababa de descubrir de quién había heredado sus habilidades de manipulación. 

—Estoy seguro de que lo dirá pronto —dijo, decidido a quitarle esa carga a su versión pasada mientras pensaba en cómo evitar que Ron se lanzara sobre Dudley y que Hermione comenzara a sacar a relucir su habilidad con los maleficios.  

Miró de reojo a la profesora McGonagall. Le esperaba una buena charla con ella sobre la sinceridad, porque puede o no que Harry nunca le haya mencionado su mala relación con sus parientes cuando ella le preguntó por los detalles de la negativa de sus tíos a firmar el permiso para visitar Hogsmeade, días después de que le pidiera a ella que lo autorizara. Porque Harry solo le había dicho que sus tíos no querían que tuviera más contacto con el mundo mágico del que era necesario al ir a Hogwarts, en lugar de revelar lo que en verdad pasaba. 

Teddy tenía una sonrisa abiertamente malvada cuando releyó el párrafo, esta vez sin pausa. 

Harry estaba acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde dormía 

Teddy hizo una pausa luego de leer lo último con especial énfasis y claridad, rogó a la Sala por una silla y se sentó junto a James II para disfrutar del espectáculo. 

—Petunia —dijo James I con lentitud, callando todos los murmullos que habían comenzado a rondar en la sala —. Cuñada mía, por el amor de Merlín, Morgana y todos esos viejos magos cuyos nombres no recuerdo ahora, DIME que Teddy leyó mal y NO estás OBLIGANDO a MI hijo a DORMIR en una ALACENA. Y sé sincera, porque mi de por sí escasa paciencia se agotó hace un minuto y no quieres que lo demuestre frente a todos aquí. 

Petunia lo miró ofendida. ¡¿La estaba amenazando?! 

—¡¿Quién te crees que eres?! —chilló molesta —. ¡No tienes derecho a venir a cuestionarme…! 

—¡Es a mi hijo a quien obligas a dormir en una alacena! —gritó James I harto —. ¡Y NO ME DIGAS QUE NO ES ASÍ! ¡Harry no se podía creer que tendría una habitación en tu maldita casa, así que no te atrevas a mentirme! 

—¡Es MI casa! 

—¡Y ES MI HIJO! —explotó Lily I completamente furiosa. Harry estaba teniendo problemas conteniendo a Ron y Hermione, al tiempo que evitaba la mirada de su jefa de casa —. ¡Por el amor de Dios, Petunia! ¡Es tu sobrino! ¡¿Cómo puedes hacerle eso?!  

—Harry —llamó la señora White horrorizada atrayendo la atención de todos y callando a Lily I —. ¿Por qué nunca nos dijiste nada, querido? 

Harry miró sus rodillas y no respondió. ¿Por qué nunca les contó nada? No sabía bien, solo sentía que no podía. No quería miradas de lástima y no quería ver a sus tíos enfadados con él. 

—¿Por qué debería haberles dicho algo? —preguntó Harry incrédulo, su línea de pensamiento muy diferente a la de su versión pasada. A diferencia de Harry, él no tenía ningún deseo de ser aceptado por los Dursley alguna vez, ya tenía una familia sin ellos —. Nunca demostró preocupación por mí, ¿cómo esperaba que confiara en usted con algo tan delicado si solo hablaba de lo buenos que eran mis tíos con mi primo? 

Dudley se hundió en su asiento con vergüenza, mientras los maestros muggles se veían notablemente incómodos. 

—¿Y qué hay de mí, Harry? —cuestionó McGonagall furiosa con los Dursley, presionando sus labios juntos en esa expresión que tanto aterrorizaba a sus alumnos —. ¡Soy tu jefa de casa y creo haber demostrado la suficiente preocupación por ti como para que me aclararas tu situación con tus parientes todas las veces que te lo pregunté! 

—¿Qué caso tendría, profesora? —dijo Harry con un suspiro, Ron y Hermione habían dejado de intentar saltar sobre los Dursley, pero los miraban con odio —. ¿En qué cambiaría que yo le hubiera dicho la verdad? No puedo dejar a mis tíos hasta los diecisiete, y lo sabe tan bien como yo… 

—¡Las protecciones no van por sobre tu bienestar, Potter! —McGonagall le dio una mirada enojada a Dumbledore —. ¡Y usted, Albus! ¡¿no va a decir nada?! 

—La verdad es que estoy tan sorprendido como tú, querida Minerva —dijo Dumbledore completamente serio —. Y tú y yo tendremos que hablar después, Harry. 

Harry soltó a Hermione para pasarse una mano por el pelo. La sala se había llenado de murmullos y gritos, de pronto todos parecían indignados en su favor. Incluso los idiotas amigos de Dudley, que sabían perfectamente cuál era la situación en la que vivía. Hipócritas. 

—Señor… 

—Lo siento, querido muchacho, pero no era una sugerencia —dijo el director antes de mirar a James I y Lily I, que estaban en plena sesión de gritos a una abrumada Petunia y un más que enojado Vernon —. Y creo que debes hablar con ellos. 

Harry miró a sus padres y se apresuró a levantarse y acercarse, soltando a Ron sin pensar.  

Grave error. 

Más rápido de lo que se dice Quidditch, Ron había caminado hasta donde estaba Dudley y le daba un puñetazo que solo gracias a su peso no lo hizo caer del sofá. 

—Te advertí lo que pasaría si le hacías daño a Harry, en la realidad o en el libro —dijo ignorando los gritos escandalizados que soltaban su madre y Petunia, quien se lanzó a abrazar a su hijo con una gran y exagerada desesperación —. ¿Cómo tienes el descaro de venir aquí y estar tan tranquilo después de permitir que mi amigo, tu primo, durmiera en una maldita alacena? 

—Ron, ahora no es el momento —dijo Hermione de pronto, acercándose lo suficiente para susurrarle mientras Dudley ponía una mano sobre su labio roto viéndose un tanto miserable —. Luego hablamos con Harry y armamos un plan, pero él nos necesita. Justo ahora. 

Ambos miraron a Harry, estaba tan concentrado en hundirse en su asiento que ser veía aún más pequeño de lo que era. Lanzaba constantes miradas nerviosas a sus tíos, y parecía más asustado por su reacción que por el hecho de que sus padres estaban gritando. Ron miró a su mejor amiga con horror ante la idea que corrió por su mente. 

—Hermione —susurró con urgencia, viendo a Harry de reojo mientras este se acercaba a hablar con James I y Lily I —. ¿Crees que ellos alguna vez…? 

—No —dijo la chica con firmeza, ocultando con esfuerzo el temor que sentía —. No pienses en eso. Harry es nuestro Harry y no volverá a pisar esa casa más que para vaciar su habitación. Y estaremos ahí obviamente. 

Ron asintió tomando un profundo respiro. Harry primero, venganza después. 

—¡Solo escucha un segundo! —rogaba Harry mientras se estiraba para sujetar el brazo de James I y así llamar su atención. Un sentimiento de calidez lo recorrió, sus instintos reconociendo a su padre al tocarlo. De pronto se sintió confiado y seguro, y parte de él sabía que su cuerpo estaba reviviendo el sentimiento que había sentido de pequeño cuando estaba con James I —. ¡Papá, por favor! 

James I detuvo sus gritos al instante. Y en ese momento Harry se dio cuenta de cómo lo había llamado. El término se había escapado de sus labios sin pensarlo, teniendo la certeza de a quién se refería. Temió por su reacción, pero si le había molestado, su padre no lo mencionó ni demostró. 

—¿Por qué no quieres que les digamos unas cuántas cosas? —preguntó James I, aceptando que se refiriera así a él, aunque le fuera complicado acostumbrarse. Después de todo, él en serio era y quería ser su padre —. ¿Por qué no aceptas que los enfrentemos por ti? 

—Porque no tiene caso —dijo Harry con firmeza. La señora Polkiss lo escuchó, por lo que comenzó a llamar la atención de todos, con su clásico amor a los chismes —. Para mi versión pasada ya es una realidad que soportar y para mí ya solo es un mal recuerdo porque tengo una habitación. 

—¡No lo digas como si fuera un privilegio! —dijo Ron poniéndose de pie a su lado —. ¡Una habitación era lo mínimo que debían darte! Si nos hubieras dicho… 

—¿Lo habrías dicho tú de haber estado en mi lugar? —preguntó Harry a su padre, dando una mirada suplicante a su amigo para que se guardara sus comentarios para cuando hablara a solas con él y Hermione —. Escucha, papá, yo no hablo de estas cosas. No me interesa vivir en mis recuerdos y ahogarme en lamentaciones. No voy a aceptar que se indignen por algo que ya no tiene sentido. 

—¿Y qué pasa contigo a los diez años? —dijo Lily I poniendo sus manos en sus caderas. Y Harry se encontró agradeciendo que la señora Weasley de su tiempo no estuviera ahí —. ¿No podemos indignarnos por la realidad que vive? 

—Si él quiere, tal vez —respondió Harry un poco incómodo con la dinámica. Nunca había pensado que conocer a sus padres implicaría discusiones por su negativa a que se vengaran de los Dursley. Aunque considerando que nunca había pensado en conocer a sus padres, no era tan sorprendente —. Por favor, no hagan esto más difícil. Estoy seguro de que mi versión pasada tendrá suficiente con los muggles criticando mi silencio. Y yo tendré mucho que explicar a estos dos —señaló a sus amigos a su espalda — y toda la familia de Ron, porque sé que se los contará a todos solo para tener ayuda en su venganza. 

—Y no vas a detenerme —dijo Ron encogiéndose de hombros —. Solo espera a que mamá y papá se enteren de los detalles, hermano. Tendrás una charla peor que la que te daremos Hermione y yo.  

Harry se vio asustado. 

—Como sea —dijo tragando saliva —. Por favor, no exageren esto. Y terminemos de leer lo que falta. No quiero tener que revivir todo mientras se quejan. 

Ron y Hermione se miraron con nerviosismo. ¿Revivir qué? 

—¿Teddy? —llamó Harry alzando la voz y callando de nuevo todos los rumores —. ¿Puedes volver a leer? 

—¡Bien! —dijo Teddy un poco decepcionado. ¡Él quería que los Dursley sufrieran! Miró de reojo a James II, y se tranquilizó. Al menos alguien ahí les haría pagar. Y Harry no podría detenerlo (principalmente porque no sabía cómo, esa era una habilidad que tendría años en el futuro, no ahora). 

—Si crees que esto se acabó, estás muy equivocado —susurró James I a Vernon, que de pronto se veía muy ufano —. Solo espera y verás, Vernal.  

Teddy se acercó al podio mientras todos volvían a acomodarse. Esta vez, James I se aseguró de que Harry quedara entre él y su prometida. 

—No hagas caso si te dicen algo —masculló Lily I de modo que solo James I y Harry la escucharan —. Hablaremos después, ¿sí? 

Harry se esforzó por ocultar su mueca, pero asintió. Tendría que acostumbrarse a que quisieran aclarar todo con él. 

Teddy localizó la línea en la que quedó y retomó la lectura.  

Cuando estuvo vestido salió al recibidor y entró en la cocina. La mesa estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras.  

—¿Qué es un ordenador? —preguntó el señor Weasley con emoción. James I se veía igual de curioso. 

—Es una especie de máquina que puede almacenar información y manejarla automáticamente para facilitar la disponibilidad. También se puede jugar algunos juegos y cosas así —explicó Harry con una sonrisa. Acababa de citar la resumida explicación que le había dado años atrás en sus vacaciones antes de su segundo año, solo que esta vez no entró en más detalles. 

—Espera un segundo —pidió Ron frunciendo el ceño con confusión —. Si eso es un ordenador, ¿qué es esa video-no-sé-qué? 

—Es como una mini televisión donde puedes conectar un juego de los que dijo Harry, pero a diferencia de un ordenador, solo funciona para eso —explicó esta vez Hermione, antes de mirar a los sorprendidos muggles —. Los magos son tan ignorantes de la cultura muggle, como ustedes lo son a la cultura mágica. Por eso no saben mucho de aparatos electrónicos. 

—Eso explica todo —masculló el señor Granger, comprendiendo por qué antes el señor Weasley había estado tan curioso con el tema del microondas. 

La razón exacta por la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio para Harry 

—¿Por qué? —preguntó Dudley confundido. Era cierto que no le gustaban las bicis y solo la había pedido por capricho, pero ¿por qué se le hacía misterioso a Harry? 

—Si no lo dice, te lo cuento —dijo Harry encogiéndose de hombros. Harry lo miró de reojo con un poco de sorpresa, ¿de verdad le diría las cosas sin temer que lo golpeara? 

ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto.  

—Sí, es por eso —asintió Harry mientras varios padres miraban mal a Dudley (ambos). ¿Pegar a alguien? ¿Es en serio? 

El saco de boxeo favorito de Dudley era Harry 

—¡Perfecto! —exclamó Hermione indignada de pronto —. ¡Ahora serás nuestro saco de boxeo favorito! 

Dudley palideció al verla jugar con su varita. 

—Y solo espera a que lleguen mis hermanos —dijo Ron señalando a los Weasley con una sonrisa malvada —. Que insulten a Harry es el punto de ruptura de mi familia. No puedes meterte con el primer Weasley no pelirrojo sin sufrir las consecuencias. Y, además, Harry es el favorito de mi cuñada. No saldrías bien parado si ella se entera que le hiciste daño. 

Los Weasley se miraron sorprendidos, ¿tanto se encariñarían con el mejor amigo de Ron? 

—Ya déjalo, Ron —rio Harry, divertido y conmovido con las palabras de su amigo. 

—Solo espera a que le cuente esto a Ginny —insistió Ron aún más entusiasmado —. ¡Entre ella, Fleur y Hermione le sacaran hasta el más pequeño de sus pecados! 

—Incluso Luna y Neville podrían unirse —asintió Hermione con tranquilidad. La profesora McGonagall tuvo que contener el impulso de decir que contaran con su ayuda. 

James I y Lily I estaba infinitamente agradecidos de que Harry tuviera tan buenos amigos, mientras Harry se veía casi abrumado ante el apoyo que algún día recibiría. 

pero no podía atraparlo muy a menudo. Aunque no lo parecía, Harry era muy rápido. 

—Instinto de buscador Potter espero —dijo James I, enojado aún. Esperaba en serio que Harry fuera rápido por sus instintos y no porque su vida de maltratos lo hubieran obligado a ello.  

—Definitivamente tiene que ver con instinto —dijo Ron con una sonrisa burlona. Harry bufó. Sabía perfectamente qué iba a decir —. Remus nos contó una vez cierta anécdota de mi buen amigo. 

—No fue… 

—Fue exactamente así —dijo McGonagall con una pequeña sonrisa, interrumpiendo a Harry en media frase —. Estaba ahí escuchando, ¿recuerdas? 

—¡Profesora! —exclamó Harry indignado —. ¿Usted también? 

—Por supuesto, Potter. 

—¿Nos van a contar o no? —preguntó Charlie curioso. Hermione rodó los ojos ante las tonterías que estaban haciendo sus dos amigos y comenzó a hablar. 

—El año pasado el padrino de Harry, Sirius, estaba persiguiéndolos a él y a Ron por una estupidez… 

—¡No era una estupidez! —exclamaron ambos, pero se callaron cuando Hermione los miró mal. 

—Así que cuando no vieron escapatoria se escondieron con Remus Lupin, los gemelos y yo —continuó la chica como si nada. Fred y George sonrieron al ser mencionados —. Y cuando Sirius los encontró media hora después empezó a quejarse de que Harry no cambiaba para nada. Después Remus nos contó que cuando Harry era pequeño tenía la tendencia a escaparse de todos en todo momento.  

—Y aparentemente los únicos que podían encontrarme eran ustedes dos —dijo Harry señalando a James I y Lily I con una sonrisa nostálgica. Hace mucho no pensaba en esas anécdotas que le habían contado —. Según dijo Sirius, tenían un sexto sentido para saber dónde estaba o a dónde me iba. Pero los demás obviamente no. Entonces una vez me escapé de Sirius, y él y Remus me buscaron por horas mientras ustedes los dejaban sufrir. 

Evitó cuidadosamente no nombrar a Pettigrew, pues también había estado ahí aquella vez, según dijo Remus de pasada. 

—Remus lo encontró debajo de su cuna con la varita de Sirius en las manos —dijo Hermione riendo —, y cuando Sirius lo vio, gritó, lo asustó y Harry logró escapar de los gateando a… ¿cómo fue que dijo? 

—Velocidad turbo súper bebé —respondió Ron divertido, varios estaban riendo, imaginando a alguien desesperado con un pequeño bebé riendo —. Al final Sirius lo encontró, aún con su varita, y terminó con el pelo amarillo chillón y un corte bastante pasado de moda. 

—¡NO! —gritó James I riendo a carcajadas —. ¡Con lo que adora su pelo! ¡Bien hecho, Harry! 

Lily I también comenzó a reír, y varios la acompañaron. Harry sonreía como si fuera el mejor día de su vida ante la pequeña narración de un fragmento de su tiempo con sus padres. 

Teddy miraba a Fred II con burla mientras este estaba muy rojo. 

—¿No te trae recuerdos, Freddie? —preguntó Victorie con inocencia. A su lado, Rose ahogó a duras penas su carcajada. 

—Cállate —dijo este avergonzado. 

—¡Pero si es un recuerdo maravilloso! —exclamó James II con intención. Lysander y Scorpius se veían un confundidos. 

—Eso suena a anécdota —dijo Harry interesado, habiendo oído lo que su hijo (¡Demonios!) había dicho —. ¿Qué pasó? 

—Nada, tío Harry —negó Fred II rápidamente tragando saliva. 

—Una vez, cuando éramos pequeños, Freddie aquí presente terminó con el pelo de color verde vómito y la piel azul —dijo James II con una enorme sonrisa —. Por molestar a mi hermana. 

—Nadie se mete con la pequeña Potter —comentó Molly riendo ante el recuerdo —. El pobre Freddie no pudo quitarse el color por semanas. 

—¿Quieres leer antes de que me maten de la vergüenza, Teddy? —pidió Fred II, deseoso de evitar que contaran la historia completa. 

—Sabes que siempre es bueno recordar tu época de pituficalvo —bufó Teddy abriendo de nuevo el libro antes de hablar rápidamente —. Solo para aclarar, tuvo que raparse para que el pelo volviera a su color natural. 

—¡TEDDY! —gritó Fred II mientras todos los que tenían sentido del humor reían al imaginarlo calvo. 

—Y su piel estuvo azul por un tiempo, pero después se le pasó cuando lo obligamos a… 

—¡Ted, no digas que no te advierto! ¡Le diré a la tía…! 

—No hay necesidad de involucrar a mamá —dijo James II con terror interrumpiendo a su primo y a su hermano —. En estas cosas solo amenazas con papá, Frederick. Una mirada suya y Teddy no respira… 

—¡Eso no es verdad! —exclamó Teddy indignado. 

—Sí lo es —dijeron todos los chicos del 2021 antes de verse incrédulos por la repentina y perfecta coordinación. Si solo la tuvieran para los Tik-Tok’s de Louis. 

—No, claro que no —se enfurruñó Teddy volviendo a leer antes de que volvieran a rebatirle. En el fondo él sabía que era verdad. 

Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero Harry había sido siempre flaco y muy bajo para su edad. 

—Eh, tal vez no tanto —dijo James I con una leve sonrisa, luchando por el recordatorio de la alacena —. También puedes culpar a mis genes. Siempre fui bastante bajito para mi edad. Hasta hace poco. 

Harry sonrió. Adoraba entender por qué todos decían que se parecía a su padre. Ya sabía que tenían el mismo ritmo de crecimiento, pero oírlo de su boca era diferente. Más real, podría decirse. 

—Pegó el estirón a los dieciséis —asintió Lily I sonriendo —. Y según dijo Flemont, tendrás otro a fines de los veintiuno y principios de los veintidós. 

La sonrisa de Harry vaciló. Su padre no llegaría a los veintidós, eso lo sabía. ¿Habría alcanzado a acercarse a los fines de los veintiuno? Le sorprendió recordar que no tenía idea de las fechas de nacimiento de sus padres. 

—Papá lo tuvo —asintió James II, decidido a que no se encerraran en pensamientos deprimentes —. Y si la tradición genética sigue, también lo tendré yo. Ya tuve el de los dieciséis. 

—Aún recuerdo lo enano que eras… —se burló Rose, que disfrutaba recordándole a su primo mayor que en algún momento ella había sido más alta que él. 

—Tengo muchas anécdotas vergonzosas tuyas, Rose Weasley, no me obligues a contarlas —la amenazó James II antes de sacarle la lengua. 

Harry y Ron sonrieron, parecía que sus primogénitos serían buenos amigos. 

Además, parecía más pequeño y enjuto de lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba eran prendas viejas de Dudley, y su primo era cuatro veces más grande que él. 

James I olvidó su leve momento de tranquilidad y suspiró con irritación. Odiaba confirmar lo que había pensado mientras estaban en la Mansión Potter. 

—¿Ni siquiera ropa? —preguntó Lily I a su hermana, claramente herida. Petunia evadió su mirada. 

—Por eso casi nunca usabas ropa muggle cuando estábamos en Hogwarts en primero y segundo —masculló Hermione indignada. Rara vez se había visto a Harry sin la túnica del colegio, a pesar de no tener el uniforme debajo. Con el paso de los días, Ron había comenzado a usarla también, y cuando Hermione se unió a ellos también lo hizo, pero nunca lo habían analizado realmente por miedo a incomodar a su amigo —. ¿Qué cambió después? 

—Creo que la señora Weasley encogió mi ropa cuando estaba en tu casa y antes de tercer año compré ropa de mi talla en el Callejón Diagon —explicó Harry por lo bajo, de modo que solo ella y Ron escucharan —. Y puede que Dudley en algún momento haya sido de mi talla actual, porque tía Petunia me dio ropa este verano. Al menos un cuarto de lo que dio me queda casi perfecto. Y lo demás me va quedando mejor cada vez que crezco un poco. 

Solo entonces Hermione comprendió por qué este año Harry no había usado tanto su túnica cuando no tenían clases. Y la enojó, al tiempo que analizaba lo que Harry dijo. No había manera de que Dudley Dursley, redondo como una pelota desde bebé con piernas y brazos cortos y estatura promedio, alguna vez haya tenido las mismas medidas que Harry, quien era alto y delgado por naturaleza, con los hombros un poco anchos y una notoria complexión de deportista, o, mejor explicado, de buscador (como Ginny le habría detallado una vez, cuando Hermione le dijo a Harry que tenía cuerpo de nadador). 

Los maestros muggles estaban cada vez más avergonzados, las señales estuvieron ahí, pero ellos las ignoraron a favor de hacer su trabajo más fácil. 

Harry tenía un rostro delgado, rodillas huesudas, pelo negro 

—Todo eso también es por mí —dijo James I sonriendo. Le gustaba que Harry se le pareciera tanto como él mismo se parecía a su padre. 

y ojos de color verde brillante. 

—Y eso es por mí —dijo Lily I sonriendo también. 

—Gracias a Merlín —dijo James I, enamorado de la apariencia de Harry. ¡Tendría los ojos de Lily! 

Llevaba gafas redondas siempre pegadas con cinta adhesiva, consecuencia de todas las veces que Dudley le había pegado en la nariz. 

—Tal vez debí apuntar a tu nariz —se quejó Ron mirando a Dudley con enojo. Su labio aún sangraba, pero Petunia y Vernon eran los únicos preocupados. 

Muchos miraban al matrimonio Dursley con impaciencia. ¿No le dirían nada a Dudley por pegarle a su primo? 

James I, por otro lado, se ahorró comentarios ante la mirada incómoda de Harry y acercó su varita, dando un pequeño golpe a los lentes tan parecidos a los suyos, reparándolos al instante. 

Harry saltó cuando sintió que la cinta adhesiva se deshacía y caía en su pecho, el pegamento restante adhiriéndose a su camiseta. Tocó sus lentes, sorprendido cuando los sintió perfectos. Miró a su padre con incredulidad. 

—¿Qué fue eso? —preguntó quitando la cinta de su pecho y jugando con ella con nerviosismo. 

—Un hechizo simple —dijo James I guiñándole un ojo —. Es de los primeros que nos enseñan. Para reparar cosas y eso. 

—Supongo que ahora comprendo que le pidieras al profesor Flitwick que reparara tus gafas —dijo Ron molesto. Había sido lo primero que hizo Harry luego de su primera clase de encantamientos, donde Flitwick detalló el plan de lecciones y habló del sencillo “reparo”. 

—Es un hechizo muy útil —reconoció Harry encogiéndose de hombros. 

La única cosa que a Harry le gustaba de su apariencia era aquella pequeña cicatriz en la frente, con la forma de un relámpago.  

—No recordaba eso —dijo Harry con una mueca cuando sus amigos lo miraron con incredulidad —. Era tan rara que me hacía sentir especial. 

Y me diferenciaba de los Dursley, prefirió no decir eso en voz alta. Dudaba que alguien apreciara oírlo. 

—Pero ahora no te gusta —señaló Ron algo confundido, antes de comprender —. No sabías cómo te la habías hecho, ¿verdad? 

—Si no sabía de la magia, ¿cómo iba a saber de esto? —inquirió Harry señalando su frente con un gesto de su mano. De pronto, los muggles se preguntaron si era posible que la curiosa cicatriz se hubiera vuelto más notoria con los años. En Harry era una línea blanca, casi imperceptible si no estabas frente a él o sabías donde buscar, pero en Harry se podía ver claramente su forma de rayo, notablemente más oscura e incluso intimidante. 

Harry miraba de reojo a sus padres, deprimido ante la idea de que tenía un eterno recordatorio de su muerte justo en su frente. De pronto no sabía cómo le había podido gustar esa cicatriz alguna vez. Harry lo miró de pronto, y sintió lástima de sí mismo (por muy raro que sonara), la cicatriz era más que un recordatorio para él, era la razón de un interminable sufrimiento. La razón de tantas muertes y tantos problemas. 

La tenía desde que podía acordarse, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía Petunia era cómo se la había hecho. 

Los Dursley y ambos Harry hicieron una mueca. Las preguntas nunca habían sido una opción en el número cuatro de Privet Drive. 

—En el accidente de coche donde tus padres murieron —había dicho—. Y no hagas preguntas. 

Aunque nadie comentó nada, la mayoría esperando algo así, la indignación se sintió en el aire, provocando que varios se sintieran nerviosos, como si estuvieran muy cerca de una bomba a punto de explotar. James I empuñaba su varita con tanta fuerza que en un momento salieron chispas de la punta, y Lily I había pasado un brazo por los hombros de Harry, no dispuesta a que se alejara. El niño parecía no saber cómo reaccionar, por lo que se quedó muy quieto en espera de que lo soltara. Ella no lo hizo. 

«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía observar si se quería vivir una vida tranquila con los Dursley. 

—Suelo fallar en eso —admitió Harry con una sonrisa descarada. Vernon se contuvo a duras penas de gritarle —. Cada año es peor para mis tíos. 

Ron y Hermione lo miraban de forma bastante analítica. Acababan de descubrir por qué Harry rara vez preguntaba algo a los adultos a menos que fuera muy necesario, y a la vez era capaz de preguntar hasta el más mínimo detalle de algún misterio. 

Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al tocino. 

Varios se vieron visiblemente irritados ante el recordatorio. 

—Vigilar es cocinar ahora, vaya sorpresa —masculló Lily I chasqueando la lengua con enojo. 

—¡Péinate! —bramó como saludo matinal. 

Para sorpresa de muchos, los que sabían la imposibilidad de ver a un Potter peinado comenzaron a reír. 

James I sonrió a Harry, quien se veía bastante confundido. 

—Desde hace mucho que los varones Potter no hemos podido domar esta mata de pelo —dijo, revolviendo con cariño el pelo de Harry —. No importa lo que se haga, a lo mágico o a lo muggle, siempre será imposible de peinar. 

—Y de cortar más que esto —afirmó Hermione señalando la cabeza de Harry, quien le dio un leve codazo en las costillas por su sonrisa burlona —. La señora Weasley es la única que puede cortarlo para que se vea un poco decente para los estándares sociales. 

—Y puedo agradecer a Merlín por eso —asintió McGonagall soltando un suspiro resignado —. Molly, sin duda tienes un don. Intenté peinar a James y Harry por años y lo único que conseguí fue huyeran de mi cada vez que se los sugería. 

La señora Weasley se vio halagada, mientras Vernon se veía disgustado. ¡Vaya gusto! ¡El pelo del chico seguía disparado en todas direcciones! 

—Demasiado tiempo en una silla —se quejaron Harry y James I a la vez por lo que dijo su jefa de casa, antes de verse incrédulos por la coincidencia. Tal parecía que los métodos de McGonagall no cambiaban con los años. 

—Conmigo se rindió incluso antes de que llegara a Hogwarts —dijo James II pensativo —. Tuvo una charla con mis padres sobre eso. A mi mamá le gusta el pelo alborotado, pero bien cortado. Siempre lo ha dicho. Aunque en realidad creo que es porque está resignada al pelo Potter. 

—Trató de peinarte para una fiesta de aniversario del tío Bill —recordó Teddy con una sonrisa divertida —. Tenías como un año y algo, pero aun así no lo consiguió y se pasó toda la tarde enfurruñada. 

—El tío Harry solo se rio sin parar por días —dijo Victorie uniéndose a la anécdota —. Y cuando ella le reclamaba que sus genes habían causado ese desastre, él solo decía “¡honestamente no podías esperar que funcionara! ¡Llevamos como una década juntos y nos conocemos desde hace aún más tiempo!”. 

—Y todo fue peor cuando el tío Ron se dio cuenta de que había intentado peinarte —dijo Molly II, que también recordaba esa época, aunque un tanto vagamente —. ¡No la dejó en paz por meses! Y adivinen qué hizo para que se detuviera. 

—Le lanzó un mocomurciélago, es su hechizo de marca —supuso Scorpius sacudiendo la cabeza —. Nadie se mete con la señora Potter. Primera lección que aprendes sobre la familia. 

James I y Teddy comenzaron a reír. Esa era de hecho la segunda. La primera lección era “no provoques a Harry a menos que quieras morir” (lo que se traducía como: no molestes a sus hijos o a su esposa, porque vas a sufrir), pero Scorpius no tenía por qué saber eso aún. 

—Hay tantas historias tras esa lección de mi tía —dijo Rose con nostalgia mientras sus primos reían. 

Harry miró a Hermione con incredulidad desde que Scorpius dijo “hechizo de marca”. Ella sonreía como si acabaran de darle la mejor noticia de todas porque bien sabía que Harry solo conocía a una persona que tenía el mocomurciélago como hechizo de marca y que además se conocieran desde hace mucho tiempo. Agradeció a cada deidad que existiera que Ron no hubiera unido los puntos aún, concentrado en atarse los zapatos mientras esperaba que Teddy continuara. 

Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y gritaba que Harry necesitaba un corte de pelo.  

—¿Una vez por semana? —preguntó la señora Miller con incredulidad —. No es en serio. 

—Lo es —dijo Dudley pensativo sin darse cuenta de la mirada que le dirigían sus padres —. El pelo de Harry nunca crecía bien, y aunque lo cortaran a cero siempre volvía al mismo largo en diez minutos. 

James I borró su sonrisa presumida en medio segundo mientras Harry maldecía la capacidad de Dudley para ignorar las miradas restrictivas de sus padres. 

—¿Lo dice desde una experiencia? —preguntó Lily I cruzándose de brazos mientras miraba a Harry. 

—Algo así —dijo muy incómodo. Miró a Teddy suplicante, por lo que él comenzó a leer otra vez, rogando que James I y Lily I no lo dejaran pasar al final del capítulo, si es que el libro no lo mencionaba. 

A Harry le habían cortado más veces el pelo que al resto de los niños de su clase todos juntos, pero no servía para nada, pues su pelo seguía creciendo de aquella manera, por todos lados.  

—Y no se detendrá —asintió Ron revolviendo el pelo de su amigo. Harry apartó su brazo, fingiendo ofensa. 

—¡Mi pelo es genial! —exclamó alejándose de la represalia de su amigo. 

—¡Eso, hijo! —apoyó James I alzando el puño.  

—¡Díselos, papá! —James II aplaudió las palabras de su padre. 

—Dicen que su pelo es genial, pero no pueden cambiar su color —se burló Teddy haciendo que su pelo tomara varios colores a la vez, como un arcoíris, haciendo que los muggles se sorprendieran y los niños le aplaudieran. Teddy hizo una reverencia. 

—PRESUMIDO —gritó James II señalándolo con ofensa. Teddy le sacó la lengua antes de seguir leyendo. 

Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con su madre. Dudley se parecía mucho a tío Vernon.  

—Pobrecito —murmuró Lily I sacudiendo la cabeza. Vernon no era nada guapo, pero su hermana parecía creer que era un maldito adonis. 

—Morsa papá y jirafa mamá tienen cerdito bebé —susurró Ron pensativo —. Curioso, ¿no lo crees? 

—¿Estás aburrido? —preguntó Harry, riendo cuando su amigo asintió. 

Tenía una cara grande y rosada, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo rubio que cubría su cabeza gorda.  

—Mi pequeño galán —murmuró Petunia abrazando a Dudley y extendiendo el brazo para tomar la mano de Dudley. Vernon parecía creer que su hijo era el siguiente ganador de un campeonato de belleza o algo por la cara de orgullo que tenía. 

Tía Petunia decía a menudo que Dudley parecía un angelito.  

—¡Es que es un angelito! —exclamó Petunia ofendida por la cara que habían puesto todos —. ¡Solo miren esta preciosa carita! ¡Mi Dudders es todo un ángel! 

—Si los ángeles parecieran cerdos con peluca —masculló Harry agitando las manos como si fueran alas y se estuviera dando un impulso trabajoso para emprender el vuelo, haciendo que Ron y Hermione tuvieran un ataque de risa, atrayendo la mirada de todos. 

—¿Todo bien? —preguntó James I divertido por la sonrisa inocente de Harry, quien bajó los brazos rápidamente cuando McGonagall fijó la mirada en él. 

—Por supuesto —dijeron los tres, dos de ellos jadeando para recuperar el aire. 

Harry decía a menudo que Dudley parecía un cerdo con peluca.  

Ron y Hermione volvieron a estallar en carcajadas, solo que esta vez fueron acompañados con todos los que no temían burlarse de Dudley en su cara, aunque claro, mientras Dudley no parecía entender qué pasaba, Dudley recordaba todas las veces que Harry había hecho ese comentario los últimos años. 

Petunia mientras tanto, estaba sencillamente furiosa. 

—¡Mira cómo se burlan de nuestro cachorrito, Vernon! —se quejaba por lo bajo —. ¡Debemos hacer algo! 

—Oh, lo haremos —prometió Vernon con enojo —. Pero debemos ser listos, querida, hagamos nuestra jugada inteligentemente. La mente de estos anormales no funciona como la nuestra, es obvio que no son como tú o como yo. 

Petunia no estaba segura, pero asintió de todas formas. Lo que fuera necesario para no permitir que su Dudley se involucrara con esa gente. 

Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era difícil porque había poco espacio.  

—Vigilar, cocinar y servir, ¡alegría, alegría! —masculló Lily I con amargura. James I la miró de reojo con un poco de miedo, aunque él también estaba enojado. Harry los miró a ambos con curiosidad, ¿su papá le tenía miedo al enojo de su mamá? 

Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su cara se ensombreció. 

—Treinta y seis —dijo, mirando a su madre y a su padre 

—¿Treinta y seis? —preguntó Dudley sorprendido. Muchos muggles se enternecieron pensando que estaba sorprendido por la cantidad, ya que había esperado menos. Vaya chasco se llevaron —. ¡Eso es dos menos que el año pasado! 

Teddy interrumpió la respuesta de Petunia a favor de continuar leyendo, notando que probablemente sería algo parecido. 

Dos menos que el año pasado. 

—Por favor dime que no vas a quejarte por eso en el libro también —rogó Ron con expresión “dilo, por favor, que quiero golpearte”. Dudley se hundió en su asiento mientras todas las miradas se posaban en él. 

—Querido, no has contado el regalo de tía Marge.  

Harry hizo una mueca de desagrado que habría pasado desapercibida de no ser porque James I justo había estado mirando a Ron con diversión por su frase anterior y captó el gesto de Harry por el rabillo del ojo. Una mirada a Harry fue suficiente para confirmar que de verdad no le agradaba esa tal Marge al ver que también había hecho la misma mueca. 

Mira, está debajo de este grande de mamá y papá. 

—Muy bien, treinta y siete entonces —dijo Dudley, poniéndose rojo. 

—¡Hurra! ¡Sabe contar! —masculló Hermione molesta. ¡Dudley estaba siendo en serio un mocoso malcriado! 

—No cuentes tus lechuzas antes de verlas llegar —le susurró Charlie, que era el Weasley más cercano a su asiento. Cuando Hermione lo miró, él señaló a donde Dudley estaba contando con sus dedos muy lentamente. 

—¡Ay, Dios!  

Harry; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley 

—¿Por qué harías un berrinche? —preguntó Bill sacudiendo la cabeza. Nunca entendería a los muggles —. Son treinta y siete regalos. ¡Treinta y siete!  

—Creo, mi querido hermano, que estamos un evidente caso de cierto padecimiento que algunos desafortunados niños tienen —dijo Fred I acomodándose la corbata del uniforme con teatralidad. 

—¿Qué cosa? —cuestionó Bill resignado a que había dado pie a los gemelos. Ya decía él que habían estado muy callados. ¿En qué había estado pensando cuando se sentó con ellos? 

—¿Qué no es obvio? —dijo George sorprendido —. Y yo que te tenía por listo, William. 

—Díganlo ya ¿quieren? —pidió Percy cansado de sus idas y vueltas. ¿Tan difícil era ir al grano cuando tenían algo para decir? 

—Ya que don pomposidad insiste —Percy miró mal a Fred I, al igual que su madre, pero él hizo caso omiso —. Las señales son claras… 

—Y habiendo recopilado toda la información que hasta ahora se nos ha entregado —dijo George, haciendo que los que no les conocían comprendieran que estaba retomando lo dicho por su hermano. 

—Podemos concluir con un margen de cien por ciento de certeza —continuó Fred I —, que estamos ante un grave caso de una horrible enfermedad conocida como… 

—Malcriadez extrema en zoológicos locales —dijeron ambos gemelos al unísono, no con intención de hacer reír, sino que simplemente señalando un hecho. 

—¡Nuestro Dudley no es un malcriado! —exclamó Petunia enojada mientras Lily I rodaba los ojos. ¡Que mujer más teatrera tenía por hermana! —. ¡No sé cómo llegan a esas conclusiones! 

—¿Ah, no? —preguntó James I fingiendo sorpresa —. ¡Pero si es obvio, Pulula! 

—¡PETUNIA! —corrigió Vernon apretando los dientes. Harry se asustó un poco al ver que se comenzaba a poner morado. ¿Y si le hacía algo a su padre? 

—Sí, sí, lo que digas —James I desechó su comentario con un gesto de su mano —. El punto es que Duly… 

—¡DUDLEY! 

—Bien, Dorly —James I suspiró irritado mientras Harry reía por lo bajo, aún un poco preocupado. Tío Vernon se veía realmente enojado —. Dorly es un niño malcriado y las razones las dará el libro, ¿no lo crees, Vernal? 

—¡VERNON! —la vena en la frente apareció, notó Harry con horror —. VER-NON. 

—¡De acuerdo! Relájate, Versol, ya me aprenderé tu nombre algún día —James I sacudió la cabeza poniendo una mano en el hombro de Harry cuando lo notó inquieto—. ¿Continuas, Teddy? 

—A tu señal —asintió el metamorfomago sonriendo. Esto iba a ser muy divertido.  

Harry; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a comerse el beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa.  

—¿Lo hizo alguna vez? —preguntó McGonagall, sus ojos parecían a punto de lanzar llamas por el comportamiento de Dudley. 

—Unas cuantas —asintió Harry encogiéndose de hombros.  

Los profesores muggles se mantenían en silencio, ellos habían presenciado varios berrinches de Dudley, pero nunca habían hecho nada para pararlos al no creerlo su responsabilidad, a pesar de que dañara a sus demás alumnos, en particular Harry. De pronto sentían que habían fracasado en su trabajo. 

Tía Petunia también sintió el peligro, porque dijo rápidamente: 

—Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy.  

—¿Dos más? —Lily I se había mantenido callada, pero eso fue demasiado —. ¿Vas a darle treinta y nueve regalos? 

Dudley asintió con obviedad, molesto por la forma en que nadie lo felicitaba por sus regalos. Incluso sus amigos parecían ignorarlo. 

—¿Y qué si lo hago? —Petunia miró a su hermana con enojo —. ¡Es mi hijo! ¡y yo decido la cantidad de regalos que se le dan! 

—Por favor, tía Petunia, la decisión la toma Dudley, y lo sabes —dijo Harry acomodándose en su asiento, causando sorpresa en Harry. ¿Le estaba respondiendo a su tía? —. Pero allá tú, como dijiste, es tu hijo. Si querías un niño maleducado y consentido, lo has ganado. 

Y señaló a Dudley, que miraba fijamente el suelo, consciente por primera vez en su vida de que ser tan consentido quizá no era lo mejor.  

¿Qué te parece, pichoncito?  

—Pichoncito —se burlaron por lo bajo Fred y George. Su madre les dio la misma mirada que les había dado durante toda la lectura. La famosa mirada de “Guarden silencio”. 

Dos regalos más. ¿Está todo bien? 

Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él.  

—Debe serlo —murmuró Harry sonriendo levemente. James I le dio un leve codazo para llamar su atención, pero Harry se asustó. ¿Iba a regañarlo? 

—¿Crees que se desmaye por el esfuerzo? —preguntó el Potter mayor mirando a Dudley analíticamente, sin ser consciente de cómo Harry se relajaba y volvía a acercarse a él.  

—Tal vez no, pero si lo vuelve a intentar me preocuparía. 

James I rio por lo bajo y asintió. —Bien pensado. 

Los ojos de Harry brillaron ante el tono aprobatorio de su padre. 

Por último, dijo lentamente. 

—Entonces tendré treinta y… treinta y…  

La Sra. White se horrorizó aún más que los demás. 

—¡Dudley! —exclamó —. ¿Cómo es posible que no puedas sumar dos números? 

—Dime algo, Harry —pidió a su vez Hermione, lo bastante alto como para que todos oyeran —. ¿Por qué razón tu desgraciadamente primo no sabría contar o sumar dos en un grado donde los conocimientos matemáticos básicos ya fueron superados? Porque no puede ser solo culpa de la escuela considerando que tus habilidades matemáticas son muy buenas. 

—¿Tú qué crees? —preguntó Harry con una mueca —. No lo sé, Hermione, no lo recuerdo. Tal vez copiaba en los exámenes y golpeaba a alguien para que le diera los deberes hechos. 

Dudley se sonrojó profundamente y de pronto los maestros fueron dolorosamente conscientes de la razón por la que Dudley siempre tenía sus deberes bien hechos, pero no podía responder preguntas en clase. No era porque se sintiera nervioso al hablar frente a sus compañeros, era porque no sabía. 

Teddy se volvió a aclarar la garganta para poder imitar el tono de Petunia. 

—Treinta y nueve, dulzura —dijo tía Petunia. 

Harry sonrió divertido, ciertamente hacía una excelente imitación. 

—Oh —Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y cogió el regalo más cercano—. Entonces está bien. 

Tío Vernon rio entre dientes. 

—El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre.  

—Si fuera por eso, no deberían darle ni un mísero knut —masculló McGonagall, indignada por la forma en que Dudley era criado. 

—¿Qué es tunante? —preguntó Ron frunciendo el ceño. 

—Es alguien que es muy hábil y astuto para velar por su propio bienestar —explicó Hermione sin poder contenerse en un tono que a Ron se le hizo bastante irritante, pero prefirió no decir nada más que un “Oh” para demostrar que la había oído. No podía ser tan mala si en el futuro eran amigos. 

¡Bravo, Dudley! —dijo, y revolvió el pelo de su hijo. En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo, mientras Harry y tío Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para el ordenador y un vídeo.  

Varios niños tenían expresiones de envidia mientras Dudley sonreía cada vez más presumido. 

—¿Qué son esas cosas? —preguntó el señor Weasley con entusiasmo —. ¿Qué hace una filadora? 

—Filmadora —corrigió Hermione con una sonrisa amable —. Harry y yo podemos explicarle después qué es cada cosa, señor Weasley. Y a usted también, señor Potter. 

James I sonrió agradecido cuando Harry asintió de inmediato, haciendo a su vez sonreír también al señor Weasley. ¡Ron tendría unos amigos encantadores! 

—¡Se los agradecería! —dijo muy contento, sacando una pequeña libreta para anotar lo que antes se había mencionado. Teddy tuvo la amabilidad de repetírselos con lentitud para que pudiera escribir bien todo, bajo la mirada desaprobatoria de Molly y la sonrisa divertida de sus hijos. 

Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro 

¿Reloj de oro?, pensó Dudley confundido. No recordaba ese regalo.  

cuando tía Petunia volvió, enfadada y preocupada a la vez. 

—Malas noticias, Vernon —dijo—. La señora Figg se ha fracturado una pierna. No puede cuidarlo. —Volvió la cabeza en dirección a Harry. La boca de Dudley se abrió con horror, pero el corazón de Harry dio un salto.  

Ron y Hermione intercambiaron una mirada curiosa, ¿por qué Harry se emocionaría tanto porque su vecina squib no podía cuidarlo? 

Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o al cine. Cada año, Harry se quedaba con la señora Figg, una anciana que vivía a dos manzanas.  

James I quiso quejarse, pero sabía que no tendría caso, después de todo, que no lo llevaran con ellos en ese punto casi era una bendición. Lily I por su parte, estaba pensando en el apellido y la descripción. ¿Sería posible que la señora Figg fuera la squib de la Orden del Fénix, la amiga de Dumbledore? 

Harry no podía soportar ir allí. Toda la casa olía a repollo y la señora Figg le hacía mirar las fotos de todos los gatos que había tenido. 

—Repollo, gatos, Figg… —pensó en voz alta James I —. ¿Por qué me suena? 

—Porque conoces bien a Arabella, James —respondió Dumbledore con una sonrisa enigmática —. Es una vieja conocida de tus padres. 

—¿La loca amante de los gatos y del chocolate rancio? —preguntó James I sorprendido. 

—¡JAMES! —exclamó Lily I exaltada. McGonagall negaba con la cabeza en señal de resignación. 

—¿Qué? —se asustó su prometido —. Está loca por los gatos y come un chocolate horrible. Y soy amigo de Remus, sé de chocolates. 

Harry asintió de acuerdo mientras Harry no podía creer que su padre conociera a señora Figg. 

—Es la chiflada de los gatos —dijo esquivando el codazo de Hermione —. ¡Es la verdad, Hermione! ¡Tiene álbumes llenos de fotos de sus gatos semi Kneazle! 

—Pero no seas grosero con ella —lo reprendió su amiga —. ¡Y los gatos semi Kneazle son preciosos! 

—Solo dices eso porque Crookshanks es mitad Kneazle —señaló Ron en defensa de su amigo —. Y déjame decirte que no es nada bonito. 

—¡Eso no es cierto! —gritaron al unísono Hermione y Rose, esta última ganándose las miradas del trío. 

—¿Qué? —preguntó a la defensiva pateando a James II para que dejara de reírse de ella y su desliz —. Crookshanks es un gato maravilloso. 

—Hasta que ves su cara —dijo Ron, solo un poco sorprendido de que su aparente hija quisiera a ese gato endemoniado al que negaría eternamente tener algún cariño —. Ya sabes, parece que chocó con una pared o algo de lo feo que está. 

Harry se agachó justo a tiempo para evitar el zape que Hermione amagó a darle a Ron 

—¡Deja a mi gato en paz, Ron! —exclamó indignada. Hermione alzó las cejas con sorpresa, ¿tendría un gato? 

—¡Pero si no he dicho nada malo! —se defendió Ron sobándose la nuca —. Desde que lo compraste te he recordado lo feo que es. 

—¡RONALD! —volvió a gritar Hermione cada vez más enojada. 

—Este es el momento en que te callas o le das la razón —masculló Harry muy sonriente —. Elige una y podrás vivir. 

Ron lo miró con molestia. 

—¡No te pongas de su lado, Harry Potter!  

Harry no lo soportó más y comenzó a reír abiertamente mientras sus dos amigos se cruzaban de brazos intentando ocultar su sonrisa. Les encantaba cuando Harry reía así. Pronto no pudieron ocultarlo y estaban riendo también. 

—Me perdí —admitió el señor Nicol mirando a los tres chicos con confusión. 

—Suele pasar —dijo McGonagall negando con la cabeza otra vez, dándole una fea mirada a un muy divertido Dumbledore —. Deberían verlos en mis clases. Weasley hace enojar a Granger, ella le grita, Potter interviene, lo acusan de ser imparcial y de pronto los tres están riéndose. 

—Es nuestro encanto —afirmó Ron con inocencia —. Teddy, ¿vas a leer o te quedarás mirándonos como idiota? 

—Tú y tu franqueza —masculló Teddy sonriendo. 

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó tía Petunia, mirando con ira a Harry como si él lo hubiera planeado todo. 

—Aunque lo hubiera hecho habría sido un desastre —asintió Ron —. Harry improvisa mejor de lo que planea. 

Harry lo miró con curiosidad, ¿qué había planeado para que él pensara eso? 

—¿Esa es la forma de hablarle a tu capitán? —preguntó Harry fingiendo indignación —. ¡Hago buenos planes! 

—Sí, pero no suelen resultar sobre la marcha —dijo Hermione divertida —. En Quidditch es diferente porque ahí solo le gritas a tu equipo lo que deben hacer… 

Se calló cuando captó la mirada de sus dos amigos. 

—Mi garganta está ofendida —dijo Harry cruzándose de brazos —. No les grito todo lo que deben hacer, les doy las sugerencias y planeo las estrategias y el análisis de juego. Si les gritara lo que deben hacer en cada momento, no estaría hablando ahora, aunque la temporada de juego terminó hace más de un mes. 

—Wood te entrenó bien, no hace falta que grites las órdenes —reconoció Ron, que había notado en su momento que Harry y Angelina tenían un modelo de práctica similar, lo que significaba que ambos que habían aprendido de Oliver. 

—Sí, lo hizo, pero no digas eso cuando él esté en frente o tendrá un ataque de orgullo y llorará una semana… otra vez —pidió Harry recordando a su ex capitán y su emoción luego de que ganaran el torneo en su tercer año.  

Se había echado a llorar cada vez que veía a uno de sus “¡brillantes, increíbles, esforzados y perfectos jugadores!”, y Harry y los gemelos habían tenido que robarle la copa mientras dormía para que McGonagall pudiera poner la placa que los marcaba como los ganadores ese año, llevándose también su escoba para molestarlo. Los había perseguido por todo el castillo por eso, pero había valido la pena. En especial porque convencieron a Percy de tomarle una foto en el momento en que notara la falta de las dos cosas y Ron pudo fotografiar la persecución con ayuda de Colin. 

—Creo que seguiré con esto —rio Teddy, que conocía el ímpetu de los Wood hacia el Quidditch gracias al hijo de Oliver (Harry, George y Angelina aún no podían creer que no se hubiera casado con una escoba y Alicia y Katie aún no creían que no hubiera insistido en que su bebé se llamara Quidditch o Quaffle), a quien conoció en Hogwarts (Teddy iba en cuarto año cuando el pequeño Wood llegó a la escuela) y que era el ex capitán de James II y Al. 

Harry sabía que debería sentir pena por la pierna de la señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un año antes de tener que ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty 

—Que tiempos —suspiró Harry, recordando entonces que no había visto a la señora Figg desde que volvió a Privet Drive después de su quinto año y le agradeció su declaración en la audiencia disciplinaria.  

—Podemos llamar a Marge —sugirió tío Vernon.  

—Por favor, no —murmuró Harry horrorizado. James I y Lily I intercambiaron una mirada preocupada. 

—No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico. 

—Ciertamente el chico no la aguanta a ella —rodó los ojos Harry 

Dudley sonrió a su pesar, mientras Vernon fruncía el ceño profundamente. Más le valía al mocoso no decir nada en contra de su hermana. 

—Aunque debes admitir que sus discusiones eran divertidas —dijo, recordando cuando la tía Marge iba a su casa estando Harry. Lo cual había dejado de ocurrir hace bastante, dado que su primo estaba cada vez menos en Privet Drive. 

—Sobre todo la de hace tres años —bufó Harry sonriendo para ocultar su molestia. ¿Le parecía divertido que Harry peleara con Marge porque ella hablaba mal de sus padres? —. Debe odiarme tanto después de eso. 

Dudley se encogió de hombros, ni cómo negarlo. Aunque la tía Marge había olvidado el incidente con la m-m-magia, había multiplicado a mil su aversión instintiva hacia Harry. 

—¿Quién es Marge? —preguntó Ron intentando ubicar el nombre. 

—La que se infló y voló —dijo Hermione mitad reprobatoria, mitad divertida a su pesar. 

—¿Qué clase de código es ese? —preguntó Lily I curiosa, ya que, ante lo dicho por Hermione, tanto McGonagall como Dumbledore tuvieron una expresión de comprensión. 

—Eso ya lo sabrán —interrumpió Teddy, pues Ron se veía dispuesto a contar la historia con pelos y señales. 

Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si no estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto que no podía entenderlos, algo así como un gusano. 

—Ya me gustará a mi verlos como unos gusanos —murmuró James I mirando analíticamente a los Dursley —. Que suerte que haya sido tan bueno en transformaciones. 

Harry lo miró con curiosidad, ¿qué planeaba? 

—¿Y qué me dices de... tu amiga... cómo se llama... Yvonne? 

—¿Aún son amigas? —preguntó Lily I confundida —. La última vez que lo comprobé, oír su nombre te producía arcadas, hermana. 

—No sé de qué hablas —dijo Petunia en un tono cortante. ¿Qué le importaba a Lily si ella se Yvonne se llevaban bien ahora? 

—Está de vacaciones en Mallorca —respondió enfadada tía Petunia. 

Vernon comenzó a maldecir para sus adentros. ¡Tendrían que llevar al mocoso! El maldito niño iba a arruinar el cumpleaños de su hijo. Lo enfureció aún más ver que Dudley parecía a punto de llorar. 

—Podéis dejarme aquí —sugirió esperanzado Harry.  

Petunia soltó una risa despectiva mientras Harry miraba el libro ilusionado. ¡Podría ver lo que quisiera en la tele y comer las sobras de los dulces de Dudley (para que no notaran que lo había hecho)! ¡Tal vez incluso podría usar el ordenador que le habían dado en el libro! 

—¿Para dejes la casa en ruinas? —resopló su tía indignada. Ni siquiera le importó mucho que sus “amigos padres” la oyeran, de todas formas, el chico ya estaba dejándolos como los malos. 

—¡No va a quemar la casa, tonta! —exclamó James I molesto, interiormente triste por la mirada de decepción que se apoderó de Harry cuando escuchó a Petunia —. ¡Tiene diez años! 

—¡No la llames tonta, rarito! —advirtió Vernon señalándolo con un dedo. Harry alzó la cabeza y miró a su tío con temor de nuevo, cada vez más asustado de que fuera a hacerle algo a su papá. 

—¡Pues que no trate a mi hijo como si fuera un delincuente! —aseveró James I sin inmutarse por la cara de furia de su cuñado. Lily I había pasado un brazo por los hombros de Harry cuando lo notó tan tenso. 

—Realmente te pareces a tu padre —le susurró Hermione a su mejor amigo —. Tienen la misma cara de enojo. 

—Que linda eres —bufó Harry al captar que solo le estaba haciendo una burla. 

Podría ver lo que quisiera en la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugaría con el ordenador de Dudley. 

Dudley dio un jadeo horrorizado mientras Dudley comprendía por qué los récords en sus juegos aumentaban después de que salían de casa.  

—Que rebelde, colega —masculló Ron a Harry, antes de mirar a Dudley con atención —. ¿Cómo se vería si le metiera su televicón por el…? 

—¡RONALD WEASLEY! —gritó McGonagall con expresión indignada mientras Harry y Hermione reían de la cara de miedo de su amigo. 

—Lo siento, profesora —se disculpó con una sonrisa nerviosa, mirando de reojo a su madre, que parecía muy interesada en saber qué había hecho exaltar a la animaga. 

 Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón. 

—¿Y volver y encontrar la casa en ruinas? —rezongó. 

—Esto es un poco repetitivo —se burló James I, solo faltaba que Harry dijera su línea. 

—No voy a quemar la casa —dijo Harry, pero no le escucharon. 

Todos los que recordaban lo que James I había dicho antes sonrieron enternecidos. Claramente Harry tenía mucho en común con sus padres.  

Lily I abrazó a Harry con más fuerza cuando él bajó la cabeza, evidentemente nervioso ante las miradas. 

—Supongo que podemos llevarlo al zoológico —dijo en voz baja tía Petunia—... y dejarlo en el coche... 

—¿Es en serio? —el director Miller miró a los Dursley con horror —. ¡¿Cómo pueden considerar dejarlo solo en el coche?!  

—Hasta donde sé, Miller, lo que haga o no haga no es de su incumbencia —rezongó con indignación Vernon. Apenas se librasen de esos anormales cambiarían a Dudley de escuela, sí, señor —. Y si decido que el muchacho se quede en el auto para el cumpleaños de mi hijo… 

—Tendrás que soportar una lluvia de maleficios —asintió James I con seriedad, interrumpiendo con éxito el escándalo que Vernon pretendía armar —. No sé bien qué es un coche, pero no parece bonito quedarse ahí encerrado. 

Los Weasley estaban muy serios, ellos sí sabían qué era un coche, y vaya que no parecía bonito quedarse encerrado. Ginny no podía creer que Harry Potter viviera esa vida cuando ella lo había idealizado, creyendo que tenía una habitación del porte de la Madriguera. ¡Que equivocada estaba! 

—Es un modo de transporte muggle, señor Potter —explicó Hermione echando chispas por los ojos —. Y hay niños que han muerto por quedarse encerrados ahí sin supervisión por las altas temperaturas y el poco flujo de aire. Y hasta dónde sé, Dudley cumple años en junio, un mes antes que Harry, ¿verdad? 

—A mí no me mires, no diré nada —aseguró Harry alzando las manos. No quería tener que parar otra discusión, estaba cansado y al día siguiente tenían clases. 

De ser posible, James I y Lily I estaban cada vez más furiosos con los Dursley, mientras los muggles no se podían creer la verdadera realidad de quienes ellos creían era una familia bondadosa, educada y amable. 

—El coche es nuevo, no se quedará allí solo... 

—¡Oh! —exclamó Lily I, su rostro sonrojado por el enojo —. ¡De modo que lo único que lo salva es que el coche sea nuevo! ¡Bravo, hermana! 

Ahora fue el turno de Petunia para enrojecer de furia. ¡Pero ¿quién se creía que era para cuestionar lo que hacía o no hacía?!  

Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad, no lloraba, hacía años que no lloraba de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, su madre le daría cualquier cosa que quisiera. 

Petunia dejó de lado su enojo y frunció el entrecejo, muy indignada, su Dudley nunca haría eso. Era un niño sensible, y Harry estaba decidido a arruinar su día. ¿Qué esperaban que hiciera? 

—Baboso —murmuró Hermione. Odiaba a las personas como Dudley. Era una verdadera suerte que Harry fuera tan agradable después de crecer con semejantes personas. 

—Mi pequeñito Dudley, no llores, mamá no dejará que él te estropee tu día especial —exclamó, abrazándolo. 

—Mi pequeñito Harry, no llores, tus mejores amigos no van a dejar que el cerdito vuelva a molestar —exclamó Ron abrazando a Harry con teatralidad. 

—¡Salgan de encima! —rogó el chico riendo cuando Hermione se unió al abrazo y juntos, ella y Ron le estrujaron la vida. 

—¡Yo... no.… quiero... que... él venga! —exclamó Dudley entre fingidos sollozos—. ¡Siempre lo estropea todo! —Le hizo una mueca burlona a Harry, desde los brazos de su madre. 

Varios resoplaron, típico niñito creído y matón. Petunia había vuelto a fruncir el ceño. ¿Qué cosas estaba imaginando el chico? Vernon tenía razón, la mente de los anormales no funcionaba como la de ellos. 

Justo entonces, sonó el timbre de la puerta. 

—¡Oh, ¡Dios, ya están aquí!  —dijo tía Petunia en tono desesperado y, un momento más tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su madre. 

Piers sonrió. 

—¡Soy yo! —exclamó emocionado. Su madre le sonrió levemente, sorprendida de aparecer en la historia, pero bastante halagada. 

—Pareces una rata —dijo Ron inclinando su cabeza para verlo bien —. Odio las ratas. 

James I sonrió divertido, tenía la sensación de que Ron no se llevaría bien con su buen amigo Peter. 

—Creí que te gustaba Scabbers —dijo Percy sorprendido. La rata siempre había sido más apegada a Ron, y él siempre la había tratado bien. ¿Por qué de pronto las odiaba? 

—Oh, Percy, créeme, Scabbers es la primera en mi lista de ratas odiadas —aseguró Ron sin perder su sonrisa —. Se va a decir por qué, no te preocupes. Teddy… 

—Sí, claro. 

Piers era un chico flacucho con cara de rata.  

—Mi punto justamente —asintió Ron extendiendo su mano para que Harry chocara esos cinco. Piers tenía cara de enojado. ¡Él no tenía cara de rata! 

Teddy sonrió con maldad al leer la siguiente oración. La señora Polkiss estaría tan feliz, si es que no se parecía a Petunia. 

Era el que, habitualmente, sujetaba los brazos de los chicos detrás de la espalda mientras Dudley les pegaba.  

Inmediatamente Piers borró su expresión de enojo y miró con miedo a su madre, quien lo miraba como si no pudiera creerlo. 

—¿Es eso verdad, Piers?  

Al fin una reacción decente, pensaron varios. 

—Bueno… Emm, mamá, yo… —Piers no pudo continuar porque su madre lo interrumpió con un evidente tono de decepción. 

—Mejor no digas nada, tú y yo tendremos una larga conversación luego. Y que sepas que estarás castigado un largo tiempo. Al menos hasta que tu padre y yo hayamos decidido que has entendido que no puedes ir por ahí golpeando a las personas, y que también aprendiste lo mal que está hacerlo. Ni antes, ni después, ¿entendido? 

—Sí, mamá —contestó Piers avergonzado mientras los otros amigos de Dudley se veían nerviosos, esperaban y sus padres no se enterarán nunca de su participación. 

Dudley suspendió su fingido llanto de inmediato.  

Vernon sacudía su cabeza. ¡Dudley no fingía! 

Media hora más tarde, Harry, que no podía creer en su suerte, estaba sentado en la parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y Dudley, camino del zoológico por primera vez en su vida.  

—¡¿Por primera vez?! —exclamaron muchos niños con horror. Harry se hundió en el sofá entre sus padres para que dejaran de mirarlo. 

—¿Qué tiene de malo que no haya ido antes? —preguntó Charlie curioso, al igual que sus hermanos, padres y James I. Ellos sabían que existían los zoológicos, pero nunca habían visto la gracia de pagar para ver animales encarcelados, y Charlie siempre había preferido las exhibiciones de dragones, donde ellos volaban libremente en un entorno seguro y resguardado.  

—No es algo malo que no haya ido antes, pero por lo general todos los niños criados por muggles han ido a un zoológico —explicó Hermione un tanto confundida, antes de mirar a Ron —. ¿Nunca has ido a un zoológico?  

—Charlie siempre insistía en que era mejor ir a las exhibiciones de dragones —dijo el pelirrojo encogiéndose de hombros —. Sabemos de los zoológicos y todo, pero ¿por qué ver animales encerrados lejos de su hábitat si puedes ver dragones volando y echando fuego? 

Harry le dio la razón. Ver una exhibición de dragones sonaba muchísimo más interesante que ir al zoológico.  

—Tienes un punto —admitió Hermione. Sus padres estaban intercambiando miradas asustadas, ¡¿habían dicho dragones?! 

A sus tíos no se les había ocurrido una idea mejor, pero antes de salir tío Vernon se llevó aparte a Harry. 

James I olvidó su curiosidad sobre los zoológicos en el momento en que Teddy volvió a leer, atento a cada palabra que pudiera salir de la boca de Verol Dursley en contra de Harry. 

—Te lo advierto  

—¿Advertir qué? —preguntó Lily I mirando mal a Vernon. Él no lo notó. 

—dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Harry—. Te estoy avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedarás en la alacena hasta la Navidad. 

—No lo cumplió ¿verdad? —preguntó Hermione asustada. 

—Nah, predica más de lo que practica —dijo Harry con indiferencia ganándose varias miradas. ¿Era consciente de que decía todo como si estuviera hablando de dar un paseo por el parque? 

No voy a hacer nada —dijo Harry—. De verdad... 

Pero tío Vernon no le creía. Nadie lo hacía. El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de Harry y no conseguía nada con decir a los Dursley que él no las causaba. 

—¡¿Le pides explicaciones?! —exclamó Lily I ya harta —. ¡¿Es en serio, Petunia?! ¡Tú sabes bien lo que pasa con la magia accidental! ¡Yo la tenía todo el tiempo! 

Harry inclinó levemente la cabeza, ¿las cosas extrañas que ocurrían las provocaba con magia accidental? 

En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la peluquería como si no hubiera ido, cogió unas tijeras de la cocina y le cortó el pelo casi al rape,  

James I se sujetó el pelo con horror, mientras los niños muggles y sus maestros pensaban en que nunca habían visto a Harry con ese corte. Dudley estaba riendo ante el recuerdo bajo la atenta mirada de Ron y los gemelos, que no estaban felices con sus burlas.  

Siempre los habían molestado por su pelo rojo, y ellos se habían defendido como podían. Harry no hacía eso y ellos ya lo consideraban una especie de amigo, por lo que se harían cargo de su defensa. Dudley Dursley no sabría qué lo golpeó. 

—El pelo no, el pelo no, el pelo no —exclamaba James I con una expresión de dolor. Harry contuvo a duras penas una sonrisa ante su teatro. 

—Si sirve de algo, me creció realmente rápido. 

—Por supuesto —dijo James I completamente recobrado en un segundo y con una innegable expresión de orgullo —. El pelo Potter es lo máximo. 

—¡Sí que lo es! —apoyó su nieto, que segundos antes había estado molestando a Fred II junto a sus primas y Teddy. 

—¡Pasó hace años, SÚPERENLO! —gritó Fred II a la desesperada cuando Teddy cambió su pelo para imitar el color verde vómito de aquella horrible ocasión que vivía en sus pesadillas. 

—Oh, vamos, primo —rio Molly II —. Solo no quieres recordar que una niña de tres años te arruinó con magia accidental. 

—Dos —corrigió James II muy contento —. Liz tenía dos cuando le tiñó hasta el alma.  

—¡Exacto! —volvió a gritar Fred II con —. ¡Dos! ¡Han pasado doce años! [IN AZKABAN… ok, no, sorry, no me pude contener ASJASJJAS] ¡Ahora tiene catorce! 

—¡¿QUIÉN TIENE CATORCE?! —escucharon que alguien gritaba. Todos voltearon buscando la voz, hasta que notaron que venía desde la puerta a 2021, solo que no había nadie ahí. 

—¡Estamos recordando la época pituficalva de Freddie, Al! —gritó James II, reconociendo la voz de su hermano. 

—¡¿Quieren que busque las fotos?! —preguntó Al, sonando muy emocionado. 

—¡¿HAY FOTOS?! —gritó Fred II con incredulidad y horror mientras sus cuatro primos (más Teddy) exclamaban que sí en respuesta a Al. Lysander y Scorpius solo podía agradecer a Merlín la manía de Audrey Weasley de sacar fotos de todo lo que su cámara pudiera enfocar. 

—Ustedes son raros —aseguró Ron. Todos se habían quedado mirando a los chicos del futuro como si fueran un interesantísimo programa de televisión. 

—Te acostumbras —aseguró Lysander encogiéndose de hombros. 

—Después de un par de años —asintió Scorpius sonriendo. ¡Adoraba a los Potter y a los Weasley! 

—Mientras Al busca las fotos, voy a leer —dijo Teddy, recordando abruptamente que eso era lo que debían hacer. Había olvidado la parte en la que quedó, por lo que tuvo que releer la página —. En una ocasiónbla, bla, bla. Ah, sí, aquí… le cortó el pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la horrible cicatriz».  

—Nunca funciona —dijo Harry intentando aplanar su pelo en la frente, cubriendo solo la mitad de su cicatriz.  

—Ni lo hará —aseguró James II sonriendo. 

—Mi esperanza a la basura —Harry suspiró con resignación, antes de mirar a James II con atención. Podía ver que era un chico genial, pero verlo, y saber que se trataba de su hijo en el futuro, era muy raro. Casi tanto como ver a sus padres vivos. 

Dudley se rio como un tonto, burlándose de Harry, 

Dudley se sintió inexplicablemente avergonzado cuando Ron y Hermione le dieron miradas de odio.  

que pasó la noche sin dormir imaginando lo que pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se reían de su ropa holgada y sus gafas remendadas. 

Los niños muggles bajaron la cabeza avergonzados cuando vieron las miradas de molestia que les dirigían.  

Sin embargo, a la mañana siguiente, descubrió al levantarse que su pelo estaba exactamente igual que antes de que su tía lo cortara. 

—¿A la mañana siguiente? —preguntó el señor Miller muy escéptico. 

—Magia accidental —dijo Rose como toda explicación. 

Como castigo —Teddy chasqueó la lengua, definitivamente odiaba este capítulo —. lo encerraron en la alacena durante una semana  

—¿Una semana? —dijo horrorizado el señor Weasley. 

—Una semana —repitió Lily I tomando su varita con fuerza. Con sorpresa los muggles notaron que James I, Ron y Hermione estaban haciendo lo mismo. ¿Era alguna clase de reflejo entre los magos? 

—¿Vamos a leer o se quejarán cada vez que salga algo así? —preguntó Harry suspirando. Comenzaba a hartarse de que le dieran tanta importancia a algo que para él ya había pasado y para Harry ya era costumbre. 

—Ambas, evidentemente —respondió McGonagall. Ella también se veía muy enojada.  

Teddy pareció notar como la molestia de Harry aumentaba, y pareció preocuparlo porque empezó a leer otra vez, interrumpiendo la conversación que se estaba acercando a ser una discusión. 

aunque intentó decirles que no podía explicar cómo le había crecido tan deprisa el pelo. 

—¡Ni siquiera deberías haberlo explicado! —susurró James I con enojo. Harry lo escuchó, y no supo cómo sentirse. Estaba harto de esas reacciones, pero no podía negar que la idea de su padre defendiéndolo no lo hacía feliz. 

Otra vez, tía Petunia había tratado de meterlo dentro de un repugnante jersey viejo de Dudley (marrón, con manchas anaranjadas). 

—¿Esas cosas se venden? —preguntó Molly II con horror —. El pasado es horrible. 

—No le hagan caso —pidió James II dando golpecitos en la cabeza de su prima como consuelo —. Tiene cierta obsesión con la ropa. 

—Marrón con manchas anaranjadas —susurró con trauma la castaña. Miró a Harry con súplica —. Lo quemaron, ¿verdad? ¡Dime que no lo usaste, tío Harry! 

Harry por un momento se sintió tentado a preguntar cómo era posible que fuera hija de Percy, pero se contuvo y en su lugar le respondió. 

—No, lo usé. Y no, no lo quemaron, pero tuvo un destino igual de malo. 

Molly II se relajó y asintió con alivio. 

Cuanto más intentaba pasárselo por la cabeza, más pequeña se volvía la prenda, hasta que finalmente le habría sentado como un guante a una muñeca, pero no a Harry. 

—¡Genial! —exclamaron Fred y George emocionados, una idea para una broma comenzando a gestarse. 

—Les di una idea, ¿verdad? 

Ron y Hermione asintieron ante lo dicho por Harry. 

Tía Petunia creyó que debía de haberse encogido al lavarlo  

Petunia hizo una mueca de desagrado. ¡Había sido tan ciega! Harry había tenido apenas cuatro años cuando ocurrió ese episodio, y no había notado que el encogimiento había sido progresivo al estar distraída por lo que Dudley estaba balbuceándole. Debió suponer que había sido algo así. 

y, para su gran alivio, Harry no fue castigado.  

—¡Vaya milagro! —masculló Charlie rodando los ojos. Los Dursley eran definitivamente la peor clase de muggles que había conocido nunca. 

Por otra parte, había tenido un problema terrible cuando lo encontraron en el techo de la cocina del colegio.  

Los maestros muggles recordaron aquel incidente y no supieron cómo reaccionar. No sabían cómo había llegado Harry al techo, pero con la magia podía haber alguna explicación al fin. 

—¿En el techo? —preguntó Lily I incrédula.  

James I estalló en carcajadas mientras Harry simulaba inocencia. 

—¿Qué hacías ahí? —preguntó Hermione sin saber si debía estar horrorizada o divertida. 

—Nada —dijo Harry un poco preocupado. ¿Y si sus padres desaprobaban lo que hizo? 

El grupo de Dudley lo perseguía como de costumbre  

—Un segundo —pidió el padre de Gordon, amigo de Dudley, habiendo captado que Teddy había leído esa frase con más lentitud de lo normal —. ¿Grupo? 

Gordon se hundió en su asiento cuando su padre fijó la vista en él. Lo mismo hicieron Dennis, Piers y Malcolm. Ay de ellos las que le iba a caer. 

James I mientras tanto, ya tenía tres niños más en su lista de venganza por el maltrato a su hijo. Al igual que Fred, George y Ron, que no dejarían pasar ese detalle de “como de costumbre”. 

—Tus pajaritos asesinos serán de mucha ayuda —susurró Ron. Hermione sonrió y asintió para mostrar su acuerdo. Al demonio las reglas, esos niñitos pagarían por lo que le hicieron a Harry. 

Harry no sabía si quejarse o unirse a la venganza. 

El grupo de Dudley lo perseguía como de costumbre —volvió a leer Teddy luego de que James II le pidiera una sugerencia —, cuando, tanto para sorpresa de Harry como de los demás, se encontró sentado en la chimenea.  

—¿Qué cosa? —se sorprendió el padre de Hermione —. ¿Cómo puedes “encontrarte sentado”? 

—¿Aparición? —la respuesta de James I sonó más a pregunta —. Espera no, tiene diez años. 

—¿Eso que tiene que ver? —preguntó Hermione curiosa. 

—Legalmente no puedes aparecerte hasta los diecisiete años —respondió su versión futura con una sonrisa. Era tan raro responder a sus propias dudas, literalmente —. Y es imposible que resulte al primer intento. Es magia muy avanzada y muy complicada de lograr.  

Ron hizo una mueca. Estúpida media ceja. 

—Y es horriblemente incómoda la sensación que deja —añadió James I con una mueca —. Por eso prefiero las escobas. 

—También yo —asintió Harry con una sonrisa. Esto de encontrar semejanzas con sus padres le estaba gustando —. No es agradable querer vomitar después de cada viaje. 

James I rio y asintió de acuerdo. 

—Te acostumbras a las ganas de vomitar —aseguró Teddy divertido —. Lo difícil de llevar es eso de que se te quieren salir los ojos. 

Y todos los que se había aparecido alguna vez lo acompañaron en su risa, aunque no era una de diversión, sino que era una risa casi histérica. Dumbledore sonrió, después de tantos años, ya ni sentía los efectos de la aparición. 

—¿Salir los ojos? —preguntó Ron aterrorizado. 

—Es solo la sensación —lo tranquilizó Percy, que alguna vez habría pedido a su padre que le describiera lo que se sentía. 

Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la subdirectora del colegio, —La señora White miró al suelo sintiéndose un poco culpable, tal vez debió dejar que Harry le explicara lo que había pasado. Ella no tenía idea de que su primo lo había estado persiguiendo —. diciéndoles que Harry andaba trepando por los techos del colegio.  

—Debió ser una carta interesante —dijo James II sonriendo divertido —. Mamá y tú nunca han recibido una así. ¿Deberíamos cambiar eso? 

—¡No, claro que no! —se apresuró a decir McGonagall sacando una risa de varios. 

—Era broma, profesora —aseguró James II, aunque su sonrisa gritaba lo contrario. 

—No creo que sea momento de jubilarse, Minerva —dijo Dumbledore cuando su colega volteó a verlo luciendo desesperada. 

Pero lo único que trataba de hacer (como le gritó a tío Vernon a través de la puerta cerrada de la alacena) 

Y el humor fue remplazado por el enojo otra vez. 

fue saltar los grandes cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Harry suponía que el viento lo había levantado en medio de su salto. 

—Ahora te crees pájaro —dijo Ron sacudiendo la cabeza —. Merlín se apiade de Pig y Hedwig, tienen competencia. 

Harry tomó un cojín y lo golpeó con él para que dejara de reírse hasta que Hermione se lo arrebató para que pudieran leer. 

Pero aquel día nada iba a salir mal.  

—Día arruinado —aseguraron Ron y Hermione, el primero intentando acomodar su pelo sin mucho éxito. 

—¿Por qué? —preguntó el señor Miller con curiosidad. 

—Nada sale según planeado jamás —explicó Hermione encogiéndose de hombros —. Siempre es así. 

—Mucha razón, pocas palabras —asintió Teddy — Incluso estaba bien pasar el día con Dudley y Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su alacena, o en el salón de la señora Figg, con su olor a repollo. Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia. Le gustaba quejarse de muchas cosas. Harry, el ayuntamiento, Harry, el banco y Harry eran algunos de sus temas favoritos.  

—Creo que faltó un “Harry” —dijo Dudley con seriedad. 

—Lo peor es que es cierto —murmuró Harry. 

Ningún comentario subió los ánimos. 

Aquella mañana les tocó a los motoristas.  

—¿No le agradan los motoristas? —preguntó Ron curioso —. Ahora veo porque no le agradaba Sirius. 

Harry y Hermione rieron. James I los miró con atención, ¿agradaba? ¿en pasado? 

—... haciendo ruido como locos esos gamberros —dijo, mientras una moto los adelantaba. 

—Tuve un sueño sobre una moto —dijo Harry recordando de pronto—. Estaba volando. 

—Deseo suicida, lo sé —se adelantó Harry ante las miradas que varios le dieron. 

Tío Vernon casi chocó con el coche que iba delante del suyo.  

—Eso es… —Scorpius buscó la palabra para describirlo —, algo peor que exagerado. ¿Casi chocar solo por un sueño con una moto voladora? 

—Ese es Vernon Dursley para nosotros —asintió Ron mirando de forma analítica al rubio. Ciertamente no era nada como Draco. 

Se dio la vuelta en el asiento y gritó a Harry: 

—¡LAS MOTOS NO VUELAN! 

—Hay una que sí —aseguró Harry solo por el placer de hacerlo —. Con magia, ya sabes. 

Vernon estaba enfurecido (y silenciado). ¡¿Quién se creía el chico para sonreír con tanto descaro?! 

Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes.  

—Tu mente funciona de un modo muy extraño —aseguró Lily I sonriendo —. Pero es una buena comparación. 

La furia de los Dursley no paraba de crecer. Y el hechizo silenciador (e inmovilizador para Vernon) era cada vez más fuerte. 

Dudley y Piers se rieron disimuladamente. 

Los mencionados (incluido Dudley) bajaron la cabeza, uno con enojo por no poder hablar, otro avergonzado por la mirada de su madre, y el último en conflicto. Era gracioso cuando regañaban a Harry, ¿por qué estaba tan mal que se burlara? 

—Ya sé que no lo hacen —dijo Harry—. Fue sólo un sueño. 

Pero deseó no haber dicho nada.  

La profesora McGonagall frunció los labios con fuerza. ¡Harry no debería sentirse avergonzado de decir lo que pasaba por su mente si no dañaba a nadie! 

Si había algo que desagradaba a los Dursley aún más que las preguntas que Harry hacía, era que hablara de cualquier cosa que se comportara de forma indebida, no importa que fuera un sueño o un dibujo animado.  

—¿Por qué les desagradaría? —preguntó Bill confundido. 

Parecían pensar que podía llegar a tener ideas peligrosas —leyó Teddy para responder a la pregunta antes que nadie. 

—Oh —Bill frunció el entrecejo. ¡Eso era estúpido! 

—Debería ser de conocimiento universal que un Potter tiene ideas peligrosas con o sin dibujos animados —dijo Lily I divertida. 

James I la miró con burla. 

—Parece que alguien olvida que pronto será legalmente una Potter. 

—Ja-Ja —Lily I le sacó la lengua —. Que gracioso. 

Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias. Los Dursley compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry qué quería antes de que pudieran alejarse, le compraron un polo de limón, que era más barato. 

—Peor es nada —dijo Harry rápidamente, aunque su mente estaba recordando a Florean Fortescue, quien siempre le había dado helados gratis. 

Hermione bufó. 

—Solo quieres evitar que los hechicemos por hacer tal diferencia de trato. 

—¿Funciona? —Harry le dio una mirada intencionada. 

—Cállate. 

Ambos rieron por lo bajo, a sabiendas de que sí había funcionado. 

Aquello tampoco estaba mal, pensó Harry, chupándolo mientras observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y se parecía notablemente a Dudley, salvo que no era rubio. 

—De seguro podemos arreglar eso —le dijo Fred a su gemelo mientras varios reían. 

—Claro que sí —asintió George con la misma sonrisa que su hermano. 

Bill los miraba con atención. ¿Qué planeaban esos dos? 

Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo.  

Nadie se atrevía a decir ni media palabra sobre lo bajas que eran las expectativas de Harry, mientras este mismo a los dieciséis pensaba en que su definición de “mejor mañana” había sido placenteramente cambiada después de tanto tiempo lejos de sus tíos. 

Tuvo cuidado de andar un poco alejado de los Dursley, para que Dudley y Piers, que comenzaban a aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer, no empezaran a practicar su deporte favorito, que era pegarle a él. 

—Hechizar a cerditos y ratas también podría ser considerado un deporte —señaló Ron pensativo —. Tal vez eso podría incluso reemplazar el Quidditch. 

—Tío Ron, no seas iluso —James II rodó los ojos —. Nada puede reemplazar el Quidditch. 

—Sí que es tu hijo, Harry —dijo Hermione sacudiendo la cabeza. 

—Y tiene mucha razón —asintió él sonriendo. 

Comieron en el restaurante del zoológico, y cuando Dudley tuvo una rabieta porque su bocadillo no era lo suficientemente grande 

—Ay, Merlín —James I se pasó una mano por el pelo con frustración. Ese niño le caía cada vez peor. 

tío Vernon le compró otro y Harry tuvo permiso para terminar el primero. 

La señora Weasley prometió a su marido que desde día en adelante se aseguraría de que Harry comiera al menos 3 porciones en cada comida, el dulce niño estaba muy delgado para su gusto.  

—¿Te habrían dado algo si no hubiera tenido ese berrinche? —preguntó Lily I con tristeza. Harry no supo qué responder, y Harry no tuvo corazón para decirle la verdad a su madre. No cuando se veía tan deprimida por las acciones de su hermana. 

—No lo sé, no recuerdo —dijo en su lugar. 

Más tarde, Harry pensó que debía haber sabido que aquello era demasiado bueno para durar. 

—Siempre pasa —dijo Harry encogiéndose ante las miradas de lástima.  

Después de comer fueron a ver los reptiles.  

—Uuh, amo los reptiles —dijo Lysander emocionado —. Son fascinantes. 

—A ti te gustan todo lo relacionado al reino animal —le recordó Fred II. 

—En especial el reino Fungi —asintió James II —. ¿Qué tienen de interesante un montón de hongos mágicos o lo que sea? 

—Depende de a quién le preguntes —señaló Lysander con una sonrisa malvada. 

—¡Aléjate de mi familia, criminal! —exclamó Teddy apuntándolo con un dedo de forma dramática mientras todos los del 2021 reían. 

—Raros —reafirmó Ron sacudiendo la cabeza. Esta vez varios estuvieron de acuerdo. 

Estaba oscuro y hacía frío, y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y los troncos.  

Los ojos de Lysander brillaban como si fuera lo mejor que había oído en su vida. 

—Regalo de cumpleaños para Sander —susurró Rose a su primo pelinegro —. Boletos para un refugio de reptiles. Viaje familiar. 

—Hecho —asintió James II estrechando su mano. 

Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas pitones que estrujaban a los hombres.  

—¡¿Es en serio?! —gritó Lysander con horror —. ¡De todas las maravillosas características de las pitones y de las cobras, ¿solo piensan en que estrujan a los humanos?! 

—Tienen once en el libro, Sander —le recordó Victorie divertida. 

—¡A su edad yo podía nombrar las características de cada reptil con el que me cruzara! —exclamó el rubio con ademán desesperado. 

—Es cierto, es un cerebrito —asintió Fred II con seriedad —. Ravenclaw ganó un grande con él. 

—Se parece a su bisabuelo, sin duda —señaló Dumbledore con una sonrisa —. Newt debe estar muy orgulloso. 

—Cualquiera diría que ya debería estar harto de Lysander —rio James II, un poco cohibido ante la idea de dirigirse a un mago del nivel de Albus Dumbledore. 

—¿Quién dice que no lo está? —dijo Rose curiosa.  

—¡Oye! 

Y la tercera generación volvió a reír, esta vez por la indignación de Lysander. 

Dudley encontró rápidamente la serpiente más grande. Podía haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener ganas.  

—¡Yo puedo arreglar eso! —exclamó James I riendo cuando Lily I trató de cubrir su boca para que dejara de molestar —. ¡Vamos, amor! ¡Era un chiste! 

En realidad, estaba profundamente dormida. Dudley permaneció con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando el brillo de su piel. 

—Haz que se mueva —le exigió a su padre. 

—Niño idiota —masculló Lysander enojado. 

Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió. 

—¡SUÉLTAME, SCORPIUS! —gritó Lysander cuando el joven Malfoy lo tomó de la túnica para evitar que se lanzara sobre Vernon. 

—Voy a hacer como que no pasa nada —dijo Teddy comenzando a leer otra vez, solo que mucho más fuerte que antes, para ahogar las quejas de Lysander y las insistencias de James II a Scorpius para que lo suelte y deje que la naturaleza siga su curso y el humano mate al animal. 

—Hazlo de nuevo —ordenó Dudley. 

Tío Vernon golpeó con los nudillos, pero el animal siguió dormitando. 

—¡¡QUE ME SUELTES!! 

—¡Eso, hazle caso! 

—¡Cállate, James! 

—¡Es la naturaleza, Scorpius! ¡No interrumpas el ciclo de la vida! 

—Esto es aburrido —se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los pies. Harry se movió frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente.  

Lysander se relajó, y volvió a sentarse junto a un agotado Scorpius, sin quitar su mirada de Vernon. 

Si él hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin ninguna compañía, salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el día.  

—Gente estúpida sin duda —dijo Lysander con seriedad. 

—¿No les parece que es una versión agresiva de Luna? —cuestionó Ron muy divertida. 

—Sin duda —dijeron Harry y Hermione. 

—Y eso que no conocen a su mellizo —afirmó Teddy sacudiendo al cabeza —. A Lysander le fascinan los animales, y a Lorcan le apasionan las criaturas mágicas. Él sí que es como Luna. 

—¿Está igual de loco? —preguntó Ron.  

—¡Ronald! —gritó Hermione mientras Harry reía. 

—¿Qué dije? —se quejó Ron indignado. 

—Ustedes tres no cambian nada —aseguró Teddy con una sonrisa. 

Era peor que tener por dormitorio una alacena donde la única visitante era tía Petunia, llamando a la puerta para despertarlo: al menos, él podía recorrer el resto de la casa. 

Las miradas de lástima volvieron a incomodar a Harry y su versión futura. 

De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes como cuentas. Lenta, muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al nivel de los de Harry. 

Harry saltó recordando que sus padres no tenían idea de lo que pasaba con él. 

—Hablo pársel —dijo abruptamente interrumpiendo a Teddy. 

—¿Qué? —preguntó James I, que había captado que se dirigía a él, pero no pudo comprender lo que dijo. 

—Que hablo pársel —repitió Harry con nerviosismo —. Tengo esa habilidad. 

James I lo miró con incredulidad, mientras Lily I fruncía el entrecejo con confusión. [Recuerden que ella es hija de muggles, y aunque conozca el término y lo que es, no sabe más allá porque no se crió en una familia antigua como James, o Ron, para el caso]. 

—¿Qué pasa con eso? —preguntó. Conocía el término, pero no entendía qué tenía de especial. Solo sabía que era una habilidad extraña —. ¿Es malo? 

—No, claro que no —dijo Ron rápidamente, notando que sus hermanos parecían nerviosos —. No es malo. En Harry al menos. 

—¿Qué es el pársel? —preguntó Harry mirando a los magos presentes. Los Weasley parecían nerviosos, su padre se veía un poco extrañado. 

—Es la habilidad de comunicarse con las serpientes —explicó James I sacudiendo la cabeza levemente para aclararse —. Pero no entiendo, según la leyenda, el pársel se hereda y en mi familia no hay nadie que pueda haberla transmitido. Ni siquiera descendemos de Salazar Slytherin, y es el único hablante en el que puedo pensar. 

—Eso es porque Harry no obtuvo la habilidad por herencia —dijo Dumbledore con calma —. Me encantaría explicar más, pero no me cabe duda de que todo será correctamente explicado a medida que leemos estos maravillosos libros. 

Teddy asintió. 

—Si tienen paciencia, todo va a explicarse. 

Guiñó un ojo.  

—No sé si es interesante o de miedo —dijo James I curioso. El pársel tenía mala reputación, pero Harry no era malo y obviamente no tenía planes de ser el siguiente Voldemort, así que, ¿para qué hacer un escándalo de eso? 

—Interesante —dijo Lysander con decisión —. ¿Te molestaría mostrarme después, tío Harry? 

—¿De acuerdo? —respondió Harry, aunque sonaba más como una pregunta —. ¿Por qué quieres que lo enseñe? 

—Porque nunca he escuchado a alguien hablando pársel —Lysander se encogió de hombros —. Y ya dije que amo las serpientes. 

—Solo di que sí y va a callarse —dijo James II con ademán cómplice. Harry sonrió divertido. 

—Después te mostraré —prometió Harry a Lysander. El rubio sonrió agradecido. 

Harry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su alrededor, para ver si alguien lo observaba. Nadie le prestaba atención. Miró de nuevo a la serpiente y también le guiñó un ojo. La serpiente torció la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego levantó los ojos hacia el techo. 

—Un segundo —interrumpió el señor Miller fascinado —. ¿Eso significa que el señor Potter se está comunicando con la serpiente a través de movimientos? 

—No en realidad —trató de explicar Harry —. Hablar pársel es como mantener una conversación. Puedo entender a las serpientes, de la misma manera en que entendería a una persona. Y puedo responderles sin pensarlo. 

—Es escalofriante —aseguró Ron, siendo él y Hermione los únicos de la sala que había oído a Harry hablando pársel —. Es como una mezcla rara de silbidos y siseos. 

—Eso es lo que oirían ustedes —asintió Harry —. Pero para mí son frases perfectamente coherentes. 

—Asombroso —dijo el señor Jones maravillado, preguntándose si podría unirse a la escucha de ese idioma recién descubierto. 

Dirigió a Harry una mirada que decía claramente: 

—Me pasa esto constantemente. 

—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba seguro de que la serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto. 

La serpiente asintió vigorosamente. 

—Pobre serpiente —dijo Lysander apenado. Volvió a clavar su vista en Vernon, por lo que Teddy se apresuró a leer. 

—A propósito, ¿de dónde vienes? —preguntó Harry. 

La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca del vidrio. Harry miró con curiosidad. 

Teddy se detuvo y miró al joven Scamander. 

—¿Prometes no enloquecer? —inquirió. 

Lysander frunció el ceño. 

—¿Es un tipo de serpiente que me gusta? —cuestionó de vuelta. 

Teddy suspiró. 

«Boa Constrictor, Brasil.» 

Lysander gritó de emoción, haciendo saltar a Scorpius y Rose, que estaban a su lado. 

—Creo que sí le gusta —rio Lily I cuando Lysander comenzó a enumerar las características de la boa. 

—Nada tan bien como una anaconda, ¿entiendes eso? —decía el rubio a Rose, que solo lo miraba con incredulidad. 

—RAROS —repitió Ron sacudiendo la cabeza. 

—¿Era bonito aquello? 

La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó: «Este espécimen fue criado en el zoológico». 

Lysander pareció tener una especie de infarto del que Scorpius lo tuvo que salvar con una palmadita en la espalda. 

—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil? 

Mientras la serpiente negaba con la cabeza —insertar quejido de Lysander —. un grito ensordecedor detrás de Harry los hizo saltar. 

—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO! 

—Niño bocón —masculló James I, que había estado muy entretenido con la conversación. 

Dudley se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo. 

—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas.  

—Un por favor no te mataría, ¿sabes? —rodó los ojos Bill. Realmente estaba hartándose de ese niño. 

Cogido por sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento. 

James I hizo un sonido molesto mientras Lily I se recordaba a sí misma que no podía hechizar a nadie aún. 

Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.  

Petunia y la señora Polkiss se vieron muy asustadas mientras Dudley recordaba el episodio con lujo de detalles. 

Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el cubículo de la boa constrictor había desaparecido.  

—El vidrio que se desvaneció —comprendió la profesora McGonagall impresionada —. Un gran despliegue de magia, Potter. Desaparecer objetos es muy difícil y lo sabes. 

—Gracias, profesora —dijo Harry mirando de reojo las reacciones. Y es que los muggles parecían dividirse entre la fascinación, la sorpresa y el miedo. 

La descomunal serpiente se había desenrollado rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo. Las personas que estaban en la casa de los reptiles gritaban y corrían hacia las salidas. 

—Comprensible —dijo Victorie estremeciéndose de solo imaginar que pasara eso cerca de ella. ¡La describían como la serpiente más grande del zoológico, por Merlín! 

Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido jurar que una voz baja y sibilante decía: 

—Brasil, allá voy... Gracias, amigo. 

—Y fue así, como Harry consiguió una nueva amiga —asintió Ron con seriedad. 

—Cállate —rio Harry. 

El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado. 

—Pero... ¿y el vidrio? —repetía—. ¿Adónde ha ido el vidrio? 

—¿A dónde van los objetos desaparecidos? —preguntó retóricamente Lysander. Ante las miradas que recibió, tuvo que responderse con exasperación —. Vamos, chicos, al no ser. 

—También puede ser entendido como el todo —dijo Hermione cuando sus dos amigos voltearon a verla. 

—Cualquiera diría que no aprenden nada conmigo —se quejó la profesora McGonagall. 

El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte y dulce para tía Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley no dejaban de quejarse. Por lo que Harry había visto, la serpiente no había hecho más que darles un golpe juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento trasero del coche de tío Vernon, Dudley les contó que casi lo había mordido en la pierna 

—¿Nadie te ha dicho que con esas cosas no se juega? —preguntó Lily I alarmada. 

—Evidentemente no, querida —le respondió James I cruzándose de brazos. 

mientras Piers juraba que había intentado estrangularlo.  

—Si lo hubiera intentado, no habrías estado contándolo —dijo Lysander con voz falsamente dulce —. Mata por constricción. 

—¿Eso qué significa? —preguntó la señora Polkiss asustada. 

—Que estrangula a sus presas hasta morir —respondió Scamander con tranquilidad —. Boa constrictor, ¿recuerda? 

Eso solo la preocupó más. 

Pero lo peor, para Harry al menos, fue cuando Piers se calmó y pudo decir: 

—Harry le estaba hablando. ¿Verdad, Harry? 

Varios niños muggles se quejaron, sabiendo que eso metería en un lío a Harry. Harry los miró. ¿Por qué les importaba de pronto lo que le pasara?  

Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de enfrentarse con Harry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.  

—Ve... alacena... quédate... no hay comida —pudo decir, antes de desplomarse en una silla. 

—¿Sin comida? —preguntó Lily I furiosa —. ¡Tiene diez años, Vernon, no puedes dejarlo sin comer! 

—Es un niño en pleno desarrollo —la apoyó la señora Weasley, la decisión que había tomado antes fortaleciéndose en cada momento. 

Tía Petunia tuvo que servirle una copa de brandy. Mucho más tarde, Harry estaba acostado en su alacena oscura, deseando tener un reloj. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que los Dursley estuvieran dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir a la cocina a buscar algo de comer.  

Algo se rompió dentro de Hermione cuando se leyó esa frase, y mientras los demás sentían lástima y pena, ella se aferró al brazo de Harry, sintiéndose simplemente horrible. ¡Harry no debería estar planeando robar comida en su propia casa!  

Harry la tomó de la mano para calmarla, sujetando a su vez el codo de Ron cuando este hizo ademán de ponerse de pie para volver a darle un puñetazo a Dudley. La lectura iba a ser una tortura. 

Había vivido con los Dursley casi diez años, diez años desgraciados, hasta donde podía acordarse, desde que era un niño pequeño y sus padres habían muerto en un accidente de coche. No podía recordar haber estado en el coche cuando sus padres murieron. 

—Ni siquiera había un coche —resopló Lily I, sin saber si estar molesta o triste. Sentía una extraña mezcla de ambas. 

Algunas veces, cuando forzaba su memoria durante las largas horas en su alacena, tenía una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y un dolor como el de una quemadura en su frente.  

Harry se estremeció, mientras los demás se veían preocupados. ¿Él podía recordarlo? 

Aquello debía de ser el choque, suponía, aunque no podía imaginar de dónde procedía la luz verde. Y no podía recordar nada de sus padres. Sus tíos nunca hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido hacer preguntas.  

James I tuvo que contenerse un poco ante el recordatorio de que Harry literalmente no tenía ni idea de quienes eran en verdad.  

Tampoco había fotos de ellos en la casa.  

—¿Quién necesita una foto cuando nos tienes en frente? —le susurró Lily Ia Harry al verlo triste. 

Cuando era más pequeño, Harry soñaba una y otra vez que algún pariente desconocido iba a buscarlo para llevárselo, pero eso nunca sucedió: los Dursley eran su única familia. 

—No es cierto —dijo Hermione viéndose ofendida —. Ellos no son tu familia, nosotros sí. 

Harry se vio esperanzado, mientras su versión futura solo le sonreía a su amiga.  

—Y sí que te buscamos para llevarte —le recordó Ron —. Siempre que lo necesites. 

Y ahora le sonrió a su amigo, ambos recordando cuando Ron no dudo en romper leyes, reglas y órdenes solo para que Harry pudiera alejarse de los Dursley. 

Pero a veces pensaba (tal vez era más bien que lo deseaba) que había personas desconocidas que se comportaban como si lo conocieran.  

Harry lo recordó, y no sabía cómo reaccionar ahora que sabía que sí, que había personas desconocidas que sabían bien quién era. Incluso mejor que él mismo. 

Eran desconocidos muy extraños. Un hombrecito con un sombrero violeta lo había saludado, cuando estaba de compras con tía Petunia y Dudley.  

Sin motivo aparente, Harry comenzó a reír. 

—¿Estás bien, colega? —preguntó Ron asustado por la repentina reacción. 

—El hombre del sombrero era Dedalus Diggle —explicó Harry. 

—¿El que se emociona cada que respiras en la misma habitación que él? —preguntó Hermione intentando ubicar el nombre con un rostro. 

—No es tan así. 

La mirada de Ron y Hermione dejaba claro que era exactamente así. 

Después de preguntarle con ira si conocía al hombre, tía Petunia se los había llevado de la tienda, sin comprar nada. Una mujer anciana con aspecto estrafalario, toda vestida de verde, también lo había saludado alegremente en un autobús. Un hombre calvo, con un abrigo largo, color púrpura, le había estrechado la mano en la calle y se había alejado sin decir una palabra. Lo más raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer en el momento en que Harry trataba de acercarse.  

—¡Ay, por Merlín! —se quejó con molestia la profesora McGonagall —. ¡Podrían haber sido más discretos! 

—Sin duda —murmuró Harry, feliz de finalmente tener explicación para esas reacciones. ¡Eran magos los que lo saludaban! 

En el colegio, Harry no tenía amigos.  

—Hasta ahora —dijo rápidamente Harry cuando vio que sus amigos iban a quejarse. 

—Bien dicho —asintió Hermione satisfecha. 

Todos sabían que el grupo de Dudley odiaba a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus gafas rotas, y a nadie le gustaba estar en contra de la banda de Dudley. 

—Niñitos sigue masas —murmuró Hermione, cuidando que sus padres no la oyeran. En la escuela solía pasarle lo mismo, y estaba realmente agradecida de que en el futuro no fuera así. ¡Tendría amigos, muy buenos amigos! 

—Y hemos terminado el primer capítulo —anunció Teddy, recibiendo quejas de quienes consideraban que había sido demasiado corto. 

—Bien, Potter, Weasley, Granger —llamó la profesora McGonagall poniéndose de pie —. A la cama los tres, mañana tiene clases a primera hora. 

—¡¿Qué?! Pero… 

—Pero nada, Weasley —atajó la subdirectora —. Podremos leer el futuro cuando hayan terminado la jornada escolar. No van a perder clases solo por esto, no, señor. Se acercan los exámenes finales y deben estar preparados. 

A muy regañadientes, Harry y Ron tuvieron que darle la razón. Hermione ya estaba haciendo su camino a las habitaciones que Teddy había señalado. 

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