Leyendo Harry Potter con Muggles

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Leyendo Harry Potter con Muggles
Summary
La idea de muggles involucrándose en el mundo mágico es extraña, incómoda, y curiosa. La idea de alguien leyendo la historia del niño que vivió era de locos. Pero la idea de muggles leyendo la historia del niño que vivió era casi desquiciada. Y es exactamente lo que pasó.
Note
Esta historia ya había sido publicada en Wattpad y Fanfiction.net, pero desde hace tiempo que quería publicarla aquí, espero les guste.
All Chapters Forward

Nos conocemos, están aquí

—¿Y dice que funcionan con eclecticidad? —preguntó el señor Weasley con fascinación mientras su esposa e hijos sonreían divertidos.  

El señor Granger asintió, sin saber por qué se veía tan sorprendido ante el funcionamiento de un microondas. La señora Granger y Hermione de once años en tanto miraban a su alrededor con curiosidad mientras hablaban con el profesor Dumbledore, que estaba aclarando amablemente todas sus dudas. Y es que enterarse de la nada que su hija era una bruja, que viajarían en el tiempo y leerían sobre los siguientes siete años en compañía de personas de al menos dos décadas más adelante era bastante para asimilar. 

Los Weasley la habían tenido más fácil ya que había que quitar un factor a su ecuación. Ellos ya sabían de la magia y estaban bastante acostumbrados a ella y sus rarezas. Y es por eso que simplemente se habían sentado en los sofás que estaban en la sala, charlando de todo y nada mientras esperaban, evitando las burlas de los gemelos y riéndose, sin notar como el menor de los varones estaba cada vez más incómodo al ver que la mayoría de las burlas eran hacia él y Percy, que se veía casi enfurruñado mientras leía un libro para su clase de Transformaciones. 

—Disculpen a mi padre —excusó Bill al ver la confusión del señor Granger y decidiendo que podía ayudar —. Le fascina todo lo que tenga que ver con muggles. 

—¡Tranquilízate, Arthur! —lo regañaba la señora Weasley sacudiendo la cabeza. 

—Pero, Molly, querida, ¿oíste lo que dijo el señor Granger? —insistió el señor Weasley —. Calientan la comida sin necesidad de un encantamiento para aumentar la temperatura. 

Pero la discusión no pudo continuar, ya que una puerta había sido abierta y tres personas entraron a través de ella, como si aparecieran de la nada. Y mientras los magos que ya iban o habían salido de Hogwarts contenían el impulso de tomar sus varitas, los más pequeños y los señores Granger veían todo con estupor. 

—¡Hola! —exclamó una joven castaña agitando su mano mientras los dos adultos tras ella se veían claramente abrumados. 

—Buenas tardes, señorita —saludó Dumbledore adelantándose con una sonrisa amable, ni siquiera parecía sorprendido por la repentina aparición —. ¿Debo suponer que son nuestros invitados del futuro? 

—No solo del futuro —aseguró la joven un poco nerviosa cuando el anciano se acercó. No todos los días se estaba de pie ante Albus Dumbledore, el mago más poderoso del último tiempo —. Ellos son profesores en la escuela muggle a la que asistía Harry Potter antes de Hogwarts. 

—¿Harry Potter? —preguntó sorprendida el señor Weasley mientras sus hijos intercambiaban miradas emocionadas —. ¿Y sus profesores muggles? 

—Así es —la joven le dio una sonrisa encantadora al hombre pelirrojo —. Leeremos la vida de Harry Potter en Hogwarts con ellos, como ya deben saber. 

—¡OYE, MOLLY! —se escuchó que alguien llamaba. La señora Weasley saltó, pero fue la joven quien respondió. 

—¡¿QUÉ?! —gritó mirando a la puerta por la que habían llegado. 

—¿Todo bien? —preguntó una voz diferente, más calmada, pero igual de nerviosa. 

—Sí, tío —contestó la joven, que ahora sabían se llamaba Molly —. ¡Ya pueden venir! 

—¡Gracias a Merlín! —y James II cruzó, seguido de Teddy, James I, Lily I y Harry pequeño. 

—¡JAMES Y LILY POTTER! —exclamó el señor Weasley con los ojos abiertos como platos. 

—¡Esos son nuestros nombres! —sonrió James I sonriéndole al hombre pelirrojo —. ¿Usted es...? 

—Es Arthur Weasley —respondió por él Dumbledore, mirando a James I y Lily I con una expresión de incredulidad que sorprendió a quienes conocían al siempre imperturbable director. 

—¡Profesor Dumbledore! —sonrió Lily I acercándose a saludarlo. Su prometido la siguió, mirando a su alrededor con curiosidad luego de saludar a Arthur. 

—Mis queridos James y Lily —Dumbledore estrechó su mano viéndose bastante emocionado —. Pero vaya que sorpresa y honor es tenerlos aquí. 

—Sí, fue sorprendente para nosotros también —asintió James I, decidiendo ignorar que entre líneas Dumbledore decía "que sorpresa y honor es verlos con vida" —. Estábamos en una reunión de la Orden y simplemente nos dijeron que viajaríamos en el tiempo. Loco ¿no? 

—Ciertamente —Dumbledore sonrió, una ligera inquietud haciendo aparición en su mirada ante su nueva pregunta —. ¿Puedo preguntar de qué año vienen? 

—1978 —dijo Lily I mirando a Harry pequeño, que se veía bastante sorprendido por la apariencia de Dumbledore —. Ya nos dijeron lo que pasaría, no se preocupe. Los muggles y Harry vienen de 1990, por cierto. 

Y, mientras los hermanos Weasley miraban a Harry con fascinación, llegó cada vez más gente a través de la puerta de color negro, siendo los Dursley los últimos en cruzar, claramente siendo forzados por algún hechizo a juzgar por la rigidez con la que se movían. Volvían a estar silenciados y tal era la atención con la que miraban a los recién llegados que no notaron que tres personas entraban por la puerta de roble que llevaba al castillo, y que segundos antes había estado ligeramente abierta en espera. 

—Señores Dursley —saludó Dumbledore con una frialdad que sorprendió a quienes lo conocían, para luego pensar en por qué les conocía. 

—¡Pero ¿qué?! —exclamó alguien haciendo que todos saltaran —. ¿Qué hacen esos aquí? 

Todos se voltearon a la puerta de la sala, donde un pelirrojo miraba a los Dursley con furia, siendo él quien había hablado. Los Weasley no tardaron en reconocer que se trataba de Ron. Una castaña, seguramente Hermione, lo tomaba del brazo y alguien muy parecido a James I, presumiblemente Harry, miraba a los muggles con una expresión de extrema confusión. 

—Que bueno que han llegado, jóvenes —Dumbledore se acercó a ellos a paso veloz, lo que sorprendió a los muggles ya que el hombre se veía bastante viejo —. Harry, muchacho, necesito que me hagas un favor. 

Todos miraron al chico pelinegro, que muchos habían adivinado quién era, pero aún era curioso de ver. Después de todo, no siempre veías a alguien siete años en el futuro. 

—Claro, señor —respondió el adolescente quitando la vista de sus tíos, recordando que había visto sus nombres en aquella lista de invitados, pero no había esperado verlos tan pronto. Y mucho menos en silencio. 

—Hay alguien en la entrada a los jardines de Hogwarts que necesitará guía para llegar aquí, tal vez tú y el señor Weasley puedan ir por él y traerlo aquí rápida y discretamente. Sé bien que nadie aquí conoce tantos pasadizos y atajos en este castillo como ustedes dos. Denle esto cuando lleguen al castillo e insistan en que lo use —dijo Dumbledore, en un tono que daba a entender que no era una simple sugerencia mientras le entregaba un collar a Harry, para que luego él y el pelirrojo (que los del futuro entendieron entonces era Ron) asintieran con aún más confusión, y salieran de la sala luego de intercambiar una mirada con la chica que había llegado con ellos. James I mientras tanto, sonreía con mucho orgullo ante cierta parte de lo que dijo el director con Lily I viéndose cada vez más resignada. 

—¿Puedo preguntar de quién se trata, señor? —inquirió Hermione mirando cuidadosamente a la gente reunida hasta llegar a sus padres —. ¿Mamá? ¿papá? 

Los señores Granger sonrieron al ver que se dirigía a ellos. Su niña ya era toda una señorita en ese año. 

—Podrá ver, señorita Granger, que los alcances de la magia nunca dejarán de sorprendernos —dijo Dumbledore haciendo un gesto con su mano izquierda para abarcar toda la sala, sin responder directamente la pregunta de la joven —. Creo haber mencionado que no solo nos acompañarían personas del presente año. 

—Cierto —dijo Hermione [cursiva para los que tienen versión en 1997] asintiendo un poco sonrojada antes de alzar rápidamente el trozo de pergamino que llevaba —. Aquí está la lista que nos pidió. 

—Maravilloso —aseguró el director tomando el pergamino enrollado y mirando a las personas del futuro —. ¿A quién debo entregar esto, señores? 

—A mí —Teddy se adelantó con una sonrisa y fue a coger el pergamino, su pelo volviéndose más azul con cada paso —. Y siendo sincero, señor, dudo que enviar al tío Ron a recoger a su invitado sea una buena idea. Aquí sí que puede hacer magia. 

—¿Tío Ron? —preguntó Hermione casi bruscamente, atrayendo la atención de los hermanos Weasley, que no habían superado aún que el directo confiara en el pequeño Ronnie para ir a quién-sabe-qué con Harry Potter. 

—Larga historia, tía Hermione —dijo Teddy con diversión, dándose la vuelta y caminando hacia la puerta a 2021 —. ¡Oigan! ¡aquí está la cosa esa de lo que quieren borrar! 

—Se llama pergamino de las eliminaciones —respondió alguien, y para sorpresa de todos, una mano salió por la pared para recibir el pergamino —. Respeta el nombre, Edward. 

—Que gracioso eres, tío Ronald —bufó Teddy rodando los ojos. Hermione lo miraba con los ojos entrecerrados, hasta que alguien se movió cerca de los muggles y pudo reconocer una mata de pelo negro y desordenado. 

—¿Harry? —preguntó confundida, el hombre era realmente idéntico a su mejor amigo, pero había algo diferente en él. 

—James —corrigió este con una sonrisa amable —. Tú debes ser Hermione Granger, ¿amiga de Harry? 

—Su mejor amiga —asintió ella antes de abrir los ojos como platos al ver a la pelirroja junto a James I. No se trataba de un hijo de Harry, ¡se trataba del padre de Harry! ¡y Lily Potter estaba ahí también! —. ¿Profesor Dumbledore? 

El director dejó de jugar con su túnica y le dio una sonrisa. 

—¿Sí, señorita Granger? 

—¿Ellos son...? 

—¿Los padres de Harry? —completó por ella, cuando vio que Hermione se trataba en su búsqueda de palabras. Y es que ella sentía que su cabeza iba a explotar —. Así es, James y Lily Potter de 1978, cuando Harry aún no nacía. 

Hermione asintió lentamente, absorbiendo la nueva información e intentado asimilar que esto era probablemente lo menos raro que pasaría en los siguientes días, estaba segura. 

*** 

—¿Quién crees que sea? —preguntó Ron cuando abrieron un retrato que ocultaba un pasadizo que los llevaría directo al quinto piso —. ¿Alguien importante? 

—¿Tal vez el ministro? —sugirió Harry haciendo una mueca de desgana —. Quizá te envió conmigo para evitar que lo hechice si vuelve a intentar convencerme. 

—Nah, Dumbledore sabe que, en lugar de detenerte, te ayudaría —se burló Ron mientras corrían a través del pasadizo iluminado solo por la luz que salía de sus varitas. Ambos rieron y siguieron el camino charlando de todas las posibles cosas que podrían hacerle al ministro si tuvieran la autoridad para hacerlo, desde convertirlo en un cartel publicitario hasta hacer que dijera que era la mascota del zoológico, y para cuando se aburrieron ya salían del castillo, por lo que comenzaron a crear teorías de quien podía ser el que los esperaba, pues ya habían recordado y repasado la lista de gente que Dumbledore dijo que vendría de 1990 (lo que aún no asumían en su totalidad, por lo que evitaban pensar en el hecho). 

Pero nada los preparó para ver a quien esperaba frente a la entrada a los terrenos, un Thestral de pie tras él, señalando que había llegado en uno de los carruajes, pero por alguna razón este no lo dejó frente a las puertas de roble. Miraba el castillo con la boca abierta y una expresión obvia de que no entendía qué estaba pasando. 

—¿Dudley? —preguntó Harry con incredulidad. A su lado, Ron había entrecerrado los ojos y se veía simplemente furioso. 

—¡Tiene que ser una maldita broma! —exclamó el pelirrojo mientras abría la verja de un tirón y apuntaba a Dudley con su varita. El chico salió de su sorpresa, saltó, dio un agudo grito y se pegó al carruaje, sus manos cubriendo el lugar donde Harry sabía alguna vez había habido una cola de cerdo, confirmando con esa actitud que no se trataba de alguien disfrazado de su primo —. ¡¿Qué demonios haces tú aquí?! 

—T-tu d-dir-director —dijo Dudley con voz temblorosa, mirando a Harry con nerviosismo —. Me envió una carta hace un rato. Dijo... dijo que era importante que... 

Y sin necesidad de más, los dos magos comprendieron la razón de su presencia. 

—Por favor —rogó Ron mirando a su amigo suplicante —, por favor, Harry, dime que Dumbledore no perdió la chaveta de verdad y no invitó a este a leer los libros esos con nosotros. 

—Quisiera decírtelo —aseguró Harry despidiendo al Thestral, que se fue arrastrando el carruaje con él. Dudley miró con terror (y cierto deje de fascinación) como su carruaje (y posible escudo) se alejaba sin que nada tirara de él. Harry lo notó y frunció el ceño confundido —. ¿Qué pasa contigo? ¿Cómo llegaste aquí? Ron, baja tu varita. No puedes hechizarlo. 

—¿Quién lo dice? —preguntó el pelirrojo indignado. 

—¡Ron! —insistió Harry, dejando en claro que se lo pedía en serio y que por favor confiara en él y le hiciera caso. Ron le dio una última mirada a Dudley antes de bajar su varita lentamente y guardarla en un bolsillo de su pantalón, ya que habían dejado las túnicas en la Torre de Gryffindor. 

—Un paso en falso o un insulto a Harry, Durlsey, y esta varita será lo último que veas antes de pasar un largo tiempo en San Mungo —le advirtió antes de dar media vuelta y alejarse camino al castillo con paso lento, claramente esperando que lo siguieran. 

—Entra, Dudley —Harry hizo un gesto para que cruzara la verja de entrada. Dudley lo hizo, sin perder de vista a Ron, no sabía que era San Mungo, pero no sonaba bonito —. ¿Cómo llegaste aquí? 

—Tu director envió una cuchara vieja con su carta —explicó su primo, su tono considerablemente menos rudo de lo que Harry acostumbraba a oír. Era obvio que Dudley sabía, dentro de su pequeño y casi inexistente sentido común, que no le convenía meterse con Harry en un lugar donde él tenía la ventaja de poder usar magia y contaba con un amigo mago de su lado (un amigo más alto que Dudley, aunque considerablemente más delgado) —. Estaba camino a casa desde la casa de Piers y llegó esta lechuza con una carta para mí y decía que tenía que venir a tu colegio con urgencia porque íbamos a leer estos libros sobre el futuro. No creí nada por supuesto... 

Harry rodó los ojos y sabía que Ron había hecho lo mismo tres pasos más adelante. Aunque Dudley no lo veía así, Harry sabía que Ron se había adelantado para asegurarse de que no se cruzarían con ningún estudiante preguntón. 

—... Pero luego la cuchara comenzó a brillar y antes de que pudiera soltarla estaba siendo arrastrado —Dudley se calló un segundo, sacudiendo su cabeza como para aclarar su mente —. Bueno, no arrastrado, arrastrado, era como ser arrastrado, pero no... 

—Lo entendemos —dijo Ron, con un tono indudablemente ácido —. Ya hemos usado trasladores antes. 

—¿Trasla-qué? —preguntó Dudley a Harry con confusión. Harry frunció el ceño, ¿de verdad quería saber? 

—Son objetos que sirven para transportar a alguien de un lugar a otro a una hora prevista —explicó con neutralidad, sin saber cómo reaccionar ante un Dudley interesado en saber algo de magia, por muy pequeño que sea —. Pero Hogwarts tiene encantamientos anti-aparición, ¿hiciste todo el camino desde Hogsmeade con los Thestrals sin problemas? 

—¿Eh? —Dudley se veía aún más confundido, y, Harry ya no podía ignorarlo, curioso. 

—Hogsmeade es el pueblo de al lado —Harry señaló el camino por el que había llegado —. Y los Thestrals son las criaturas que tiran de los carruajes. No las puedes ver, porque no has visto a nadie morir. 

—¿Y tú sí? —preguntó Dudley con horror, recordando que Harry había estado mirando algo que él no cuando hizo que el carruaje se fuera. 

—Pensé que lo sabías —Harry le dio una mirada obvia mientras trataba de ocultar su expresión incómoda —. ¿Qué crees que significaba que tuviera todas esas pesadillas hace dos años? ¿y lo que hablaba en sueños? 

Dudley palideció hasta el punto de parecer enfermo. Harry tuvo el recuerdo de la noche en que los atacaron los dementores, porque de pronto Dudley se veía tan mal como aquella noche. 

—¿El... el nombre que decías todas las noches llorando...? —no pudo acabar la pregunta, pero Harry lo entendió. Y Ron también, enojándose otra vez. 

—Cedric Diggory —dijo Ron deteniéndose en la entrada del castillo y dándose la vuelta con una expresión desdeñosa dedicada a Dudley —. Ese era el nombre del chico que asesinaron frente a Harry sin compasión. Eran buenos amigos. Pero claro, eso no te importó para nada cuando te burlaste de él y de sus pesadillas. 

—Yo no sabía... —Dudley estaba completamente horrorizado, ¡se había burlado de Harry por tener pesadillas sobre el día que asesinaron a uno de sus amigos frente a él! —. No tenía idea... 

—Claro que no —bufó Ron con aún más molestia —. No es como si alguna vez te hubieras preocupado por Harry. 

—Yo... —Dudley no sabía dónde meterse, porque sabía que Ron tenía razón. 

—Como sea —Harry metió una mano en su bolsillo y le tendió el collar que Dumbledore le había entregado. Era una simple cuerda de plástico negro con una pequeña piedra gris haciendo de colgante —. Ponte esto, supongo que es para que veas el castillo. 

—¿Castillo? —preguntó Dudley confundido, siguiendo la mirada de Harry —. ¿Qué castillo? Ahí solo hay ruinas. 

—Ponte el collar —lo instó Harry. Con reticencia, su primo obedeció. Y su boca cayó abierta cuando notó que Harry tenía razón, sí había un castillo frente a él. Un enorme y hermoso castillo que solo podía compararse (y si acaso podía) con los que veía en sus videojuegos. 

—¿Esta es tu escuela? —preguntó débilmente. 

—Sí —respondió Harry con orgullo mientras aflojaba su corbata. Roja y dorada, notó Dudley algo confundido al ver lo raro que era el uniforme. No se veía mal, pero Dudley estaba acostumbrado a otros tipos de vestimenta escolar, una más colorida, por decirlo de alguna forma. Harry solo tenía un pantalón negro, un jersey negro con finas líneas rojas y doradas en los dobladillos, la corbata esa y una camisa blanca —. Aunque solo estamos en la entrada. Apresurémonos antes de que aparezcan Filch o la señora Norris. 

Ron había sacado un viejo trozo de pergamino, aunque Dudley no lo reconoció como tal, y lo examinaba con atención. 

—¿Quiénes son Filch y la señora Norris? —preguntó el rubio a su primo. 

Harry volvió a parecer sorprendido. 

—Son... el conserje y su gata —explicó, inseguro de cómo decirlo de una forma que Dudley comprendiera. 

—Los dos seres más odiados de Hogwarts —añadió Ron levantando la vista del pergamino —. Solo quedan veinte personas en el Gran Comedor. Filch está en el quinto piso persiguiendo a Peeves y la señora Norris está en las mazmorras. 

—Pues entonces deprisa —Harry entró con Ron en el castillo, siendo seguidos por Dudley, cuya boca volvió a caer abierta cuando vio el vestíbulo de entrada y la escalera de mármol. 

—Wow —susurró al ver los enormes relojes de arena con las piedras preciosas en él. 

—Vamos, Dudley —llamó Harry desde la escalera de mármol, los retratos los miraban con curiosidad, pero no decían nada, por una vez. 

—¿Qué es eso? —preguntó, señalando los relojes. Harry siguió su mirada e intercambió una mirada con Ron. 

—Te explico en el camino, vamos. 

Dudley lo siguió y los tres subieron las escaleras con rapidez, hasta que Harry y Ron bruscamente doblaron en un pasillo y arrastraron a Dudley para evitar que un alumno rezagado los viera. 

—En nuestro primer día, los alumnos de Hogwarts somos divididos en cuatro casas de acuerdo a nuestras habilidades, personalidades o deseos—explicó Harry mientras Ron abría uno de los pasadizos ocultos por una armadura —. Puedes ir a Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff o Slytherin. Valientes, inteligentes, leales y astutos respectivamente, por nombrar algunas características influyentes. 

—¿A cuál vas tú? —preguntó Dudley, pensando casi con molestia que Harry cumplía con las cuatro cualidades que mencionó. 

—Gryffindor, como Ron —y señaló a su amigo, que en ese momento entraba al extraño pasillo que había revelado —. Tú primero, debo sellar el pasadizo. 

—¿Pasadizo? —preguntó Dudley entrando con un poco de dificultad, la entrada era un poco pequeña, a pesar de que el interior era amplio —. ¿Por qué tienen pasadizos? 

—Este castillo es enorme ¿sabes? No podríamos llegar a tiempo a las clases si no los tuviéramos —dijo Ron sacando su varita cuando Harry devolvió la armadura a su lugar y el pasadizo quedó totalmente a oscuras —. Lumos. 

Dudley saltó cuando la varita se iluminó, relajándose cuando advirtió que solo era para hacer de linterna. 

Lumos —susurró también Harry mientras volvían a caminar, su varita iluminando el camino junto a la de Ron —. Hay algo llamado la Copa de las Casas, la casa que gana más puntos a lo largo del año gana. Los relojes de la entrada llevan la cuenta. Rojo para Gryffindor, azul para Ravenclaw, amarrillo para Hufflepuff y verde para Slytherin. Es difícil de explicar todo, pero esa es la descripción general. ¿Cuánto falta, Ron? 

—Casi llegamos al segundo piso —dijo el pelirrojo antes de detenerse frente a lo que parecía ser una puerta —. Esperen, Nick va a pasar por este pasillo. 

—¿Nick? —preguntó Dudley en un susurro a Harry. 

—El fantasma de la Torre de Gryffindor —explicó él, de pronto se sentía como cuando el señor Weasley lo llenaba con preguntas sobre los muggles —. Su nombre es Sir Nicholas de Mimsy-Porpington, pero todos le llaman Nick Casi Decapitado. 

—¿Casi? —preguntó Dudley con confusión —. Espera, ¿fantasma? 

—Hogwarts tiene muchos fantasmas —dijo Harry encogiéndose de hombros —. Y no está completamente decapitado, por eso casi. Es difícil de explicar. 

Dudley no podía creer la normalidad con la que Harry decía todo eso, como si no fuera nada, algo tan obvio para él que se llegaba a sentir tonto por no comprenderlo. Y entendió que este Harry era un chico completamente diferente al Harry que él veía cada verano, incluso más diferente al niño reservado y sarcástico con el que creció. Una sensación de abandono lo recorrió de pronto, para su sorpresa. De la nada se dio cuenta de que él realmente no conocía a este Harry y no sabía qué decir para entablar algún tipo de conversación. El Harry valiente, el Harry mágico, solo existía cuando estaba lejos de él y de su familia. Y no sabía por qué eso lo hizo sentir como si hubiera perdido algo, como si hubiera tenido una oportunidad y la hubiera desechado. 

Al mismo tiempo asumió algo que se había negado con firmeza a ver (y que se le había dejado claro no podía ver). La magia en sí no era mala. La magia era buena en la vida de su primo. La magia había salvado a Harry de una vida solitaria y llena de maltratos de parte de las personas que se supone deberían quererlo. La magia había permitido que Harry fuera Harry. Aquel chico que era querido, que era amado y apreciado. Aquel muchacho que Ron defendía incluso de Dudley. La magia no arruinaba la vida de Harry, la hacía mejor y le había rodeado de personas que se preocupaban por él, como aquella comitiva que había amenazado a su padre cuando fueron por Harry a King Cross el verano pasado. Y solo ahora entendía por qué Harry se había visto tan triste aquella vez y las cortas semanas que pasó con ellos. Su padrino había muerto y debía alejarse de lo único que podía unirlo a él. Sus amigos y la magia. 

Siguió a Ron y a Harry a través de pasillos y pasadizos sin levantar la vista del piso, sintiéndose tan culpable que apenas oía a los dos amigos hablar de los atajos que debían tomar para evitar a los alumnos que estaban en los pasillos o en los mismos atajos. 

Había tenido todo el año para darse cuenta de lo que había pasado en su casa los últimos seis años. Darse cuenta de cómo habían perdido a Harry en un mundo que era su única fuente de alegría. Había entrado a la habitación de su primo cada vez que se quedaba solo en casa, había mirado la cama y el lugar donde Harry solía dejar su baúl por horas. Y entonces un día había encontrado un libro en una esquina bajo la cama. Mil hierbas mágicas y hongos. Y luego otro. Una copia desgastada del Libro Reglamentario de Hechizos. Y luego Las fuerzas oscuras: una guía para la autoprotección. Y finalmente Teoría de magia defensiva, el único que no parecía haber sido hojeado al menos un millón de veces hasta hacer caer las páginas. 

Los leyó todos, los leyó con más emoción de lo que nunca habría leído un libro de su escuela, y aunque apenas podía entender una octava parte de las explicaciones, las ilustraciones eran maravillosas y las notas que Harry a veces tomaba podían ayudar (aunque en su mayoría eran garabatos o mensajes para su amigo Ron y una chica llamada Hermione). Se encontró yendo a la habitación de Harry a buscar más libros cuando acababa uno, hasta que descubrió que su primo no había dejado nada más a pesar de su apuro por empacar ese verano. Al parecer solo había olvidado los libros que ya había reemplazado o que ya no necesitaba. Y entonces Dudley sintió que debía confesarlo. 

—Leí unos libros que dejaste en tu cuarto —admitió atropelladamente. Harry y Ron se detuvieron de golpe, con una mano sobre un tapiz extraño que parecía requerir que lo abrieran juntos. 

—¿Hiciste qué? —preguntó Harry claramente debatiéndose entre la sorpresa y la confusión —. Espera, ¿sabes leer? —sacudió la cabeza de pronto —. Lo siento, eso fue cruel. 

—No importa —desestimó Dudley avergonzado, ese insulto era poco comparado con todo lo que él le había hecho (y que esas raras cosas que los habían atacado le habían recordado amablemente) —. Yo... Dejaste un par de libros viejos en casa y yo... los leí. Son de m-ma-magia. 

Dijo la palabra con M, se sorprendió Harry antes de sacudir la cabeza. 

—No lo recordaba —dijo mirando a Ron, que parecía aún más molesto con Dudley por hurgar en las cosas de Harry —. La mayoría de los libros que dejo de usar se quedan en la habitación en casa de Ron, o se los doy a Ginny. ¿Qué libros quedaron en tu casa? 

Dudley se preguntó por un segundo por el hecho de que Harry había dicho "la habitación en casa de Ron" y no "en la habitación de Ron", además de pensar en si alguna vez había escuchado el nombre "Ginny", pero decidió que luego podría pensar en eso. 

—Uno de algo que sonaba Herbología, uno que se llamaba Teoría de Defensa... 

—Oh, sí —Harry hizo una mueca de profundo disgusto —. Creí que lo había tirado a la basura. Nunca pasé más allá del capítulo cinco. 

—¿Llegaste a ese capítulo? —Ron parecía sorprendido. 

—¿No les gusta esa materia? —preguntó Dudley. Después de todo, él no trabaja en las asignaturas que no le gustaban ni aunque lo amenazaran. Para su sorpresa, Ron se echó a reír mientras Harry le daba una mirada incrédula a su primo. 

—Nos gusta la materia, que es Defensa Contra las Artes Oscuras —dijo Harry con lentitud —. Pero ese libro apestaba tanto como la ex profesora. 

—Sin duda alguna —apoyó Ron sacudiendo la cabeza, deteniéndose abruptamente un segundo después —. Harry, dime que esa no es... 

—Ay, Merlín, la señora Norris —se quejó Harry. 

Una gata de brillantes ojos amarillos los miraba con avidez desde el otro lado del corredor, y pudo haber sido imaginación de Dudley, pero estaba seguro de que parecía emocionada por haberlos atrapado. Sintió que alguien lo tiraba del brazo y una fuerza invisible de pronto lo empujó dentro del pasadizo que Harry y Ron habían abierto en algún momento. 

—Corre antes de que vaya por Filch, este es el último pasadizo antes de llegar a escalera que lleva directo al séptimo piso. Que pena que los Creevey estén en el atajo que lleva a la Sala de Menesteres —le avisó Harry antes de mover su varita para cerrar el pasadizo, volver a encender la punta y echar a correr con Ron. Dudley les siguió, sorprendido de la facilidad con la que ambos corrían a través del empinado pasadizo y doblaban por instinto en cada curva. 

Le pareció que habían tardado una eternidad cuando Harry abrió una puerta y se sentó en el borde antes de saltar. Parecía que estaban un par de metros sobre el suelo. Ron le siguió con facilidad y Dudley los imitó con torpeza, casi perdiendo el equilibrio al caer. Apoyó una mano sobre un cuadro, buscando recuperar el aliento, pero dio un salto cuando la persona del retrato comenzó a gritarle. 

—¡Mira donde pones la mano, tú, vil bellaco! —gritaba el hombre en armadura, junto con una retahíla de improperios —. ¡¿Es este amigo tuyo, Harry Potter?! ¡¿O tuyo, Ronald Weasley?! 

Harry y Ron intercambiaron una mirada antes de encogerse de hombros. 

—No te importa, Sir Cadogan —dijeron a la vez antes de tomar cada uno un brazo de Dudley y arrastrarlo a una escalera que había al final del corredor. 

—Hablaba... —dijo Dudley débilmente dejando que lo llevaran —. La pintura hablaba y se movía. 

Harry y Ron lo soltaron cuando llegaron al pie de la escalera. 

—En el mundo mágico, las fotos se mueven, y ciertas pinturas pueden hablar —explicó Harry un poco jadeante. Dudley sí que pesaba —. Sir Cadogan es bastante... 

—Gritón —dijo Ron haciendo una mueca. 

—Iba a decir "belicoso", pero ese también sirve —rio Harry antes de señalar la escalera —. Las escaleras tienen trampas y escalones falsos. Pisa exactamente donde pisamos si no quieres acabar colgando de una pierna. 

—O sin ella —aportó Ron para asustar a Dudley, que palideció y miró a Harry con terror. Sin molestarse en desmentir a su amigo, su primo comenzó a subir la escalera. Y Dudley entonces entendió que insistió en que lo siguiera porque Harry y Ron no miraban cada escalón o se detenían a considerar cuál era una trampa. Ambos lo hacían de forma casi instintiva, sin siquiera bajar la mirada, confiando más en su memoria muscular que en sus propios recuerdos. 

—Y aquí estamos —dijo Harry cuando pasaron la escalera y fueron a la única pared libre de armaduras. Y no por primera vez en los últimos minutos, Dudley se preguntó si esto era un castillo, una escuela o una fortaleza. Parecía ser una mezcla de los tres. 

—Este es el séptimo piso —explicó Ron chasqueando la lengua —. Y esta es la entrada a la Sala de Menesteres, donde leeremos los libros esos. 

Harry dio unos golpes a la pared de una forma que a Dudley le pareció bastante tonta, hasta que de la nada una puerta apareció abierta en medio de la pared y Albus Dumbledore, el hombre que había sacado a Harry de Privet Drive ese verano, hizo aparición. 

—Señor Dursley —dijo el anciano inclinando la cabeza en agradecimiento a Harry y Ron —. Que bueno que llegó a nuestra humilde escuela con salud. 

Ron hizo una mueca, dejando en claro, para Dudley, que su salud no había sido su prioridad en ningún momento. 

—Por favor, pasen —Dumbledore se hizo a un lado —. Curioso lugar, ¿no lo creen, Harry, Ron? 

—Seguro, señor —respondió amablemente Harry entrando junto a Ron. Dudley los siguió muy vacilante, y Dumbledore cerró la puerta. No había visto la sala en su totalidad cuando de pronto una chica castaña se abalanzó sobre Harry y le dio un fuerte abrazo que casi lo tira al suelo. Estaba llorando de emoción y hablaba a una milla por minuto cuando lo soltó y sujetó el brazo de Ron. 

—¡Oh, Harry! ¡Esto va a hacerte tan feliz! ¡Sé que los libros parecían una mala idea, pero si permiten semejante milagro...! ¡Por Merlín, si ni siquiera puedo creerlo yo misma! ¡Te llevarás una gran sorpresa, solo espera...! 

—¡Hermione! —exclamaron a la vez Harry y Ron, deteniendo el discurso de la chica. Así que esa era la amiga con la que Harry se pasaba notas de vez en cuando, comprendió Dudley, reconociendo el nombre que su primo había garabateado debajo de algunas notas ("preguntar a Hermione", "no recordar a Hermione", "Hermione, ¿tienes una pluma de repuesto? La mía se partió" y, la más repetida, "Hermione, Ron dice que siente lo de antes", con un rápido "yo también" escrito por la chica). 

—¡Es solo que es algo fantástico! —aseguró Hermione limpiándose las mejillas y mirando a su amigo con repentino nerviosismo —. Tus padres están aquí, Harry. Vienen de 1978. 

Harry palideció tan de golpe que parecía como si se fuera a desmayar, Ron sujetó el brazo de su amigo, aparentemente preocupado de que fuera a perder el equilibrio. Dudley entre tanto frunció el ceño, ¿los padres de Harry? Ellos estaban muertos. Habían muerto hace muchos años, ¿cómo podían venir desde 1978? 

—Eso fue un poco rudo, ¿no crees? —James I se adelantó casi vacilante. El chico realmente se veía como si estuviera muy enfermo de pronto. Incluso Dumbledore se veía un poco preocupado. 

Harry se giró de golpe ante el sonido de su voz y su labio tembló, con fuerza, cuando vio a su padre, a su padre muerto, de pie a unos metros de él. Un nudo se instaló en su garganta y tuvo problemas para respirar o tragar. Jadeó levemente para recuperar el flujo de aire, pero fue incapaz de moverse hacia él, o lejos de él, de pronto no lo sabía. Y sus labios, de forma involuntaria, pronunciaron la palabra que jamás había dedicado a una persona que pudiera identificarse con ella. Una palabra que se sentía incluso extraña de decir a alguien. 

—Papá...—susurró, su voz tan rota y débil que muchos se estremecieron. De pronto, sentían que estaban viendo un momento demasiado íntimo, e incluso Harry (letra normal para Harry pequeño) se sentí como un intruso, pero era incapaz de alejar la mirada como hacían los demás. Harry sabía la verdad, él sabía quién era el hombre frente a él a pesar de que nadie lo había presentado, él lo sabía. Y Harry solo podía rogar que al menos supiera la mitad de las cosas que su versión adulta parecía saber. 

James I le dio a su hijo de dieciséis una sonrisa vacilante que sobresaltó levemente a Ron y Hermione, era la misma sonrisa nerviosa que ponía su amigo cuando se sentía incómodo. 

—¿Todo bien? —preguntó James I, dándose cuenta de lo estúpida que era la pregunta. Estaba ante un chico de dieciséis años, su hijo de dieciséis años, era la primera vez que el chico lo veía en persona, era la primera vez que lo oía dirigirse a él. El chico parecía al borde de un colapso, una explosión de alegría o un ataque de llanto, había tantas emociones recorriendo su rostro y sus ojos que la realidad era obvia. ¡Por supuesto que no estaba bien! 

Y, para hacerlo peor, Harry fijó la vista en Lily I. En su madre. Su querida y hermosa madre. La mujer cuyo sacrificio había invocado la magia que lo mantuvo con vida. 

—Mamá —volvió a mascullar con el mismo tono de antes, sus manos habían comenzado a temblar. Sus padres, las dos personas que más amaba en el mundo, las dos personas que más admiraba, estaban ante él. Vivos. 

—Tal vez quieras sentarte, Harry —Dumbledore se adelantó hasta poner una mano en el hombro del chico, pero Harry saltó y negó firmemente con la cabeza, pareciendo recuperar toda su compostura de golpe al notar que había más personas en la sala. 

—Estoy bien —aseguró, su voz notablemente ronca, marcando la contradicción entre sus palabras y su tono de voz. Él no estaba bien, pero no iba a admitirlo, ni a reaccionar, con tanta gente mirándolo. 

La señora Weasley tuvo el impulso de insistir en que se sentara, no le gustaba lo pálido que estaba el pobre chico, pero se contuvo. Dudaba que aceptara las atenciones de una extraña. En su lugar miró a Ron, descubriendo con sorpresa que él le daba una mirada suplicante, como si esperara que se acercara a hacer algo. Entonces su hijo del futuro vio a la niña que se aferraba a su cintura y el entendimiento se reflejó en sus ojos, y la señora Weasley casi pudo seguir su línea de pensamiento. Ella no era su mamá, era del pasado, un pasado donde él ni siquiera había recibido aún su carta de Hogwarts. Esa Molly Weasley no tenía ni idea de que Harry era como un hijo para ella, no tenía idea de que Harry mismo inconscientemente acudía a ella cuando sentía que necesitaba el apoyo de una figura materna. 

—Harry... —dijo Ron tentativamente, centrándose en su amigo mientras veía a un chico de pelo azul a lo lejos, quien hacía señas a una puerta rotulada con la palabra "charlas" —, ven, vamos. 

Hermione tomó la mochila de su mejor amigo cuando Dumbledore se la tendió, soltando al chico cuando vio que Ron se estaba haciendo cargo. Harry había dejado caer la mochila de su hombro cuando dio aquel brusco giro para ver a su padre y ni siquiera lo había notado. Hermione la colgó de su propio hombro y tomó la de Ron también, emprendiendo su camino a la puerta que Teddy había señalado, dando una mirada de disculpa a James I y Lily I al pasar a su lado. Harry realmente necesitaba un momento para asimilar lo que estaba pasando. Había sido ruda al decirlo, sí, pero Harry era el tipo de persona que necesitaba que le dijeran las cosas de golpe para evitar que sacara conclusiones apresuradas por culpa de los rodeos. 

Siempre había sido así y con este tema, habría sido mucho peor si solo hubiera visto a sus padres, con vida y más jóvenes de lo que habían sido el día que murieron. Harry tal vez incluso podría haber pensado que se trataba de una mala broma o que eran mortífagos hábilmente transformados para ser una copia de James y Lily Potter. 

Ron notó que Harry no parecía poder caminar sin caer directo al suelo, por lo que lo tomó del brazo con más firmeza, y sin importarle que Dudley seguía de pie tras ellos con expresión incrédula, se las arregló para guiar a Harry a seguir los pasos de su mejor amiga. 

Harry los necesitaba a los dos para superar la sorpresa, y luego necesitaría asegurarse de que realmente se trataba de sus padres. Por el momento, a nadie más le importaba lo que estaba pasando por la cabeza de su amigo. 

*** 

—Así que... —James I miró a Dudley de reojo un segundo antes de volver la vista a donde se habían ido los tres amigos. Nadie había notado la llegada del muggle, todos estaban muy concentrados en la explicación que daba Dumbledore sobre cómo se desarrollarían los próximos días, la cual había sido improvisada apenas Harry fue guiado a la salita esa. Pero James I no le prestaba atención al directo, no le gustaban las reglas y las charlas, y sentía que saber una cosa era más importante —, ¿tú eres...? 

—Dudley —dijo este con nerviosismo. No todos los días conocías a tu tío muerto, y por primera vez entendió las palabras que ese gigante había dicho tantos años atrás. Harry sí que se parecía a su padre. 

—Oh —James I parecía de pronto bastante molesto —. El hijo de Petunia y Vernal. 

—Vernon —corrigió Dudley acobardado. Tal parecía que no sería del agrado de su tío. Buscó a su tía con la mirada, aquella mujer a la que Harry había llamado mamá, y la encontró junto al anciano director, escuchando lo que decía, aunque lanzaba constantes miradas en su dirección. 

—Lo que sea —James I movió su mano despectivamente antes de señalar a un grupo de personas —. Tus padres y tu versión de 1990 están ahí. 

Y sin dedicarle otra mirada se alejó en dirección a Lily I, con Dudley notando (con bastante sorpresa, porque no lo había creído cuando lo leyó en la carta) en ese momento que Harry de 1990 estaba junto a ella, incómodo a simple vista, pero maravillado con la presencia de sus padres. 

Y se sintió culpable. Porque sabía que se veía así porque era la primera vez que los veía, que hablaba con ellos y que sentía que sabía algo. Aunque, y no gracias a ellos, Harry sabía más. Sabía lo que pasó con sus padres (como aquel gigante había contado) y había tenido pesadillas en las que rogaba por su ayuda, en las que rogaba por su presencia. Y los Dursley nunca habían hecho nada para que se sintiera mejor. O para que deseara un poco menos el estar con sus padres. 

Apartó esos pensamientos, eran ridículos, al fin y al cabo. No había sido culpa de Dudley que su primo no conociera a sus padres y viviera con ellos. Su padre siempre lo decía muy claramente las pocas y nulas veces que salía el tema de los Potter. Ellos se buscaron lo que les pasó. Y Dudley creía en su padre. Por lo que caminó hacia donde sus padres de 1990 lo miraban con miedo, aterrados ante la idea de que su bebito fuera un anormal, pero relajándose cuando notaron que no había nada raro en él. Y entonces Petunia se emocionó. 

¡Su cachorrito sería todo un rompecorazones con ese rostro tan guapo! 

*** 

Harry se había sentado en un gran sofá apenas había entrado en la sala, escondiendo su rostro entre sus manos y balanceándose de adelante hacia atrás con parsimonia, una forma de mantenerse en movimiento al tiempo que se sentía sin ganas de nada. Hermione sintió que su corazón se estrujaba al ver a su mejor amigo así, y Ron estaba visiblemente abatido. 

Ambos sabían lo que pasaba con Harry cuando alguien nombraba a sus padres de improviso, o mostraban una fotografía que Harry no conocía. Había llegado a acostumbrarse un poco ese año, con Slughorn hablando maravillas de Lily Potter en cada clase y de vez en cuando señalando el ingenioso y divertido sentido del humor de James cuando escuchaba a Harry bromear con Ron. 

Pero aun así Harry se sentía horrible cuando le recordaban que cientos de personas habían conocido mejor a James y Lily Potter cuando él, su hijo, quien debería y quería conocerlos mejor que nadie, solo sabía lo que los demás le contaban. 

Y ahora de golpe se encontraba con ellos. Con sus dos padres. Vivos y respirando frente él. Viéndolo y conociéndolo. Y Harry se había quedado paralizado, sin saber cómo reaccionar porque, aunque se trataba de sus padres, ellos aún no eran sus padres. Venían de 1978, su último año en Hogwarts y el año de su boda, había dicho Harry alguna vez. Y Hermione recordó lo que le habían dicho mientras esperaban a Harry y a Ron. 

—Se casan en tres semanas —dijo, acercándose a su amigo y sentándose junto a él —. Saben de ti, porque ya les contaron un poco lo que pasó. Antes de venir aquí leyeron cuando el mundo mágico se enteró de lo que había pasado aquel día y el momento en que llegaste con los Dursley. Ellos van a conocerte también Harry. Nadie aquí sabe más de ellos que tú. 

Harry alzó la mirada y miró a su mejor amiga con sorpresa. 

—¿De verdad son ellos? —preguntó vacilante casi en un susurro —. ¿Son mis padres? 

—Sí —dijo Hermione poniendo una mano en su hombro mientras Ron se sentaba al otro lado de Harry —. Son ellos, Harry. 

—Siempre quise conocer a tu padre —admitió Ron, sabiendo que podía animar a Harry si decía cosas como esa —. Suena como alguien muy divertido y según dijiste era el mejor en Quidditch. 

Harry sonrió levemente. Podría conocer a su padre. Ron sabría quién era James Potter porque él estaba ahí fuera y no solo por lo que Harry le contaba. Una nueva emoción apareció en su rostro. No era solo James, también era Lily. Sus padres estaban ahí, con las respuestas a tantas preguntas que tenía. Finalmente podría escuchar su historia desde su punto de vista y no el de alguien resentido, podría saber qué pasaba realmente con Snape, podría saber qué hizo que su madre se enamorara de su padre, podría saber cómo su padre se esforzó para que ella lo viera. Podría realmente conocerlos. 

La nueva perspectiva lo entusiasmó. Y se puso de pie seguido de sus amigos. No iba a quedarse en esa sala lamentándose y ahogándose en su incredulidad mientras los demás conocían a sus padres. Era su oportunidad y definitivamente no la iba a desperdiciar. ¿Y a quién quería engañar? Esto era lo que quería desde que Dumbledore dijo que vendrían personas del pasado. Miró a sus dos mejores amigos con una sonrisa más amplia. 

—Conoceré a mis padres. 

Ron y Hermione copiaron su sonrisa y asintieron. 

—Lo harás. 

*** 

Nadie advirtió cuando salieron de la sala, salvo, tal vez, el chico de pelo azul que los había instado a entrar en primer lugar. Así que en silencio se encaminaron a donde James y Lily Potter estaban hablando con... ¿Harry? 

—No mencionaste eso —dijo Harry sorprendido. Hermione sonrió levemente. 

—Tienes diez años —le contó —. La mayoría vienen de 1990. Dumbledore y nosotros somos los únicos, por ahora, de 1997. Y ese grupo de allá son de 2021. 

Señaló a una docena de chicos que parecían enfrascados en una partida de Snap Explosivo, y justo en ese momento un chico rubio había perdido y sufría arcadas luego de que la carta explosiva lo hubiera atrapado con la boca abierta. 

—Pobre —dijo Ron con frivolidad, antes de mirar a su familia de 1990 con un poco de inquietud. 

—Ve con ellos —instó Harry con una leve sonrisa, su vista fija en sus padres —. Y tú ve con tu familia, Hermione, estaré bien. 

—¿Estás seguro, amigo? —preguntó Ron mirándolo con una leve preocupación. 

Harry asintió. 

—Vayan —insistió antes de dejarlos solos y caminar hacia sus padres. Ron y Hermione intercambiaron una mirada. 

—Haz que se acerquen —dijo Hermione señalando a los Weasley con la barbilla, todos estaban al otro lado de la sala —. Yo lo haré con mis padres. 

—Bien —asintió Ron antes de que ambos se separaran en dirección a sus respectivas familias. Iba a ser una semana más que interesante. 

Aviso con muchísima antelación que esta personita que les escribe es fiel creyente de que Snape no merecer ser santificado, tal vez un gracias y blablabla, pero nunca, JAMÁS, ser honrado como un héroe por sobre todos los demás. Y es por eso que el hijo de Harry se llama Arthur Ronald Albus Potter (niéguenme que es muy de Dumbledore el tener como mil nombres, me pareció que sería divertido para Harry y Ginny nombrar al niño así). 

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