Leyendo Harry Potter con Muggles

Harry Potter - J. K. Rowling
G
Leyendo Harry Potter con Muggles
Summary
La idea de muggles involucrándose en el mundo mágico es extraña, incómoda, y curiosa. La idea de alguien leyendo la historia del niño que vivió era de locos. Pero la idea de muggles leyendo la historia del niño que vivió era casi desquiciada. Y es exactamente lo que pasó.
Note
Esta historia ya había sido publicada en Wattpad y Fanfiction.net, pero desde hace tiempo que quería publicarla aquí, espero les guste.
All Chapters Forward

El niño que vivió

Capítulo uno. El niño que vivió —leyó Teddy, haciendo que todas las miradas se posaran en Harry, que miraba el libro con atención. Aún no tenía claras muchas cosas que habían dicho antes en el auditorio y esperaba el libro tuviera una respuesta a sus dudas.  

El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive 

El matrimonio Dursley estaba horrorizado, no les gustaba nada la idea de aparecer en un libro de gente anormal. Dudley, por un lado, trataba de verse humilde, pero sin dejar de intentar ser el centro de atención, como si al decir “el niño que vivió” se refirieran a él. 

estaban orgullosos de decir que eran muy normales. 

—Lo normal es aburrido —sonrió James I —. Y obviamente ustedes también lo son. 

—¡Somos una familia decente, con modales y buenas costumbres, tarado! —bramó Vernon con furia, sorprendido en parte porque haya podido hablar —. ¡No como ustedes, panda de…! 

—¡Y vaya que modales! —se burló Al rodando los ojos dejándose caer dramáticamente sobre el respaldo del sofá donde se había sentado junto a su hermano y Lucy —. ¡Mira que gritar e insultar a alguien en casa ajena! 

—Y a uno de los dueños nada menos —apoyó James II disfrutando el ver como Vernon se ponía completamente rojo por la rabia. 

—De todas formas y muy desgraciadamente, tu familia decente, con modales y buenas costumbres contempla a la mía —James I le dio una sonrisa burlona —. ¡Aún no me creo que Lily Evans finalmente aceptará llevar mi apellido después de miles de insinuaciones! 

—Oh, cállate —rio Lily I, su corazón doliendo al ver la mirada admirada de Harry. Él pequeño aún los miraba como si fueran a desaparecer. 

Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías. 

—Tonterías extrañas y misteriosas —musitó Lily II pensativa —. ¿Sortilegios Weasley entra en esa categoría? Estoy seguro de que al tío George no le molestaría ayudarnos a darte una demostración de esas tonterías. 

—¿Sortilegios Weasley? —preguntó James I con curiosidad, ignorando como Vernon y Petunia estaban muy pálidos y Dudley trataba de hacerse pequeño en el sofá. Harry tuvo que contener la risa al ver que sus esfuerzos eran en vano. 

—La mejor cadena de tiendas de artículos de bromas que podrás encontrar —aseguró James II encantado con las reacciones de los muggles en general. Vaya sorpresa se iban a llevar. 

—¿Algo así como Zonko? —preguntó de nuevo James I, esta vez mucho más entusiasmado. Lily I, por otro lado, miraba al techo con resignación. Merlín se apiade de ella. 

—Mucho mejor que Zonko —sonrió Fred con mucho orgullo —. Mi padre es el dueño y uno de los fundadores, y puedo asegurarte que sus Surtidos Saltaclases han mejorado la calidad de vida de muchos estudiantes. 

—¿Surtidos Saltaclases? —cuestionó la señora Miller un poco contrariada, pero sobre todo curiosa. Su hija pertenecería a ese mundo, después de todo, por mucho que la confundiera. Se preguntó si ella y su marido estarían enterados de la existencia de la magia en el futuro. 

Lucy se puso de pie de un salto y vació una bolsa salida de Merlín sabrá dónde en la mesa de centro. 

—Turrón sangranarices, bombones desmayo, pastillas vomitivas, caramelo de la fiebre, jugo resfriado, chicle garganta adolorida… —Lucy miró con diversión como los niños muggles se inclinaban con interés, o, en el caso de James I, emoción —. Para conocer la gama completa de Surtidos Saltaclases, por favor, visiten la sede principal, el número 93 del Callejón Diagon. También puede hacer pedidos vía lechuza escribiendo a George Weasley, sus empleados o a los sobrinos y/o hijos de turno por las tiendas. 

—Todos hemos trabajado en alguna sucursal de Sortilegios Weasley —explicó Rose, codeando a un sonriente Scorpius, que constantemente proclamaba con orgullo sobre su temporada trabajando con ella, James y Al en la tienda de sus tíos —. Somos expertos promocionadores. 

—Papá nos entrena bien —rio Roxanne asintiendo de acuerdo. 

—Entonces todos ustedes son de una familia —concluyó el director Miller, poniendo en palabras la duda de todos. 

—Solo los que llevamos el apellido Weasley y Potter —explicó Hugo haciendo un gesto a su familia. 

—¿Mi futuro nuera es una Weasley? —preguntó James I sorprendido —. Tenía entendido que los Weasley no han tenido niñas en generaciones. Casi tanto como los Potter. 

—Mamá es la primera mujer en siete generaciones —asintió Al mirando a la versión pasada de su padre con curiosidad, estaba muy callado. 

—Debe ser poderosa —sonrió Lily I, a sabiendas de que mientras más se demore una familia en tener hijas, más poderosa sería. Miro entonces a su nieta (vaya que sonaba raro), la primera mujer nacida Potter en más de diez generaciones, si la información que tenía de la familia Potter era verídica. 

—Tan poderosa que da miedo —rio Fred sacudiendo la cabeza —. Mi tía es terrible cuando se enfada. 

Todos vieron con diversión el escalofrío que recorría a James II, Al y Lily II. 

—Sigamos leyendo —dijo Teddy, que, para sorpresa de varios, se veía un poco pálido. 

El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros.  

Harry se sintió profundamente confundido cuando su padre (¡su padre!) se inclinó a susurrarle a su madre (¡su madre!) para preguntarle qué era un taladro. 

Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. 

—Una morsa según mi diagnóstico —comentó Teddy haciendo como se ajustaba las gafas. Vernon hizo rechinar los dientes, cada vez más furioso, pero sabía que no debía arriesgarse a hablar con tantos anormales cerca. Algo que le decía que lo que los hijos del muchacho le habían dicho solo había sido un “cállate antes de que me enoje en serio” y no un intento exitoso de burlarse de él. 

La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual 

—Una jirafa tal vez —dijo Al mirando a Teddy como pidiendo una confirmación. Él asintió con seriedad e incluso los muggles tuvieron que ocultar su sonrisa. Petunia sí que parecía una jirafa. 

lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos. 

Ahora hicieron muecas, bien sabían ellos de la tendencia entrometida de Petunia. Incluso los padres de los amigos de Dudley (que llegaban a ser tan metiches como ella) se veían con dificultad para ocultar su desagrado. 

Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él. 

—El amor es ciego —asintió James II fingiendo comprensión. James I, luego de oír ese comentario y el anterior de Al, le daba una mirada radiante a Harry. ¡Había criado a esos niños estupendamente! 

Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter. 

—Dios, Petunia —suspiró Lily I con tristeza —. Sé que no tenemos la mejor de las relaciones, pero soy tu hermana. Solíamos ser muy unidas. 

Harry la miró con los ojos como platos. ¿Unidas? ¡Pero si ni siquiera la había mencionado alguna vez en los años que podía recordar más que para quejarse de ella y su “inútil y desempleado” marido! Harry acababa de enterarse un rato atrás de cómo se llamaban y cómo eran sus padres. 

—Hasta que preferiste hacerte amiga del niño mugroso —exclamó Petunia con indignación, perdiendo la compostura finalmente, oír a su hermana cuestionarla siempre había sido su punto de ruptura, incluso cuando habían pasado casi doce años desde la última vez que la vio, sobre todo considerando que Lily llevaba muerta casi diez años —. ¡Una muy mala influencia! ¡llenándote la cabeza de tonterías! 

—Con “niño mugroso”, ¿debo asumir que te refieres a Snape? —preguntó James I con fingida curiosidad. Sabía que Lily conocía a Severus de antes de entrar a Hogwarts, pero no estaba al tanto de que Petunia también lo hacía. O tal vez sí, pero realmente nunca le había tomado el peso al asunto. 

—¿O sea que también lo conoces? —inquirió Petunia con aún más repugnancia. 

—No me jacto de hacerlo —aseguró James I con un suspiro. Lily I rodó los ojos. 

—Que tú te lleves mal con él, no significa que sea malo —rebatió, aunque no había tanta seguridad en su voz, algo que todos notaron y los llevó a tener curiosidad. Los Potter y Lupin miraban el intercambio con atención, recogiendo los detalles y viendo si Harry había acertado al suponer sus reacciones. 

—Lo que lo hace malo son sus acciones, amor —James I admiró como Lily I aún podía defender, aunque sea un poco, a alguien que le había hecho tanto daño al elegir tan reprochable camino. Sin duda ella tenía un don o algo. 

—Como sea —Lily I bajó la mirada, sintiéndose deprimida ante el recuerdo de quien fue su mejor amigo. James I la abrazó, odiaba verla así. Teddy continuó leyendo para darles privacidad. 

La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana, porque su hermana y su marido, un completo inútil 

—Un tanto vago tal vez, pero inútil nunca —dijo Lily I mirando a su hermana con molestia, que insultaran a James I sin conocerlo de verdad siempre la haría enojar, porque le recordaba lo que ella misma había hecho alguna vez. 

—No sé si estar feliz porque me defiendas u ofendido porque me insultes —sonrió James I divertido. 

—Yo diría un poco de ambos —murmuró Harry con una tímida sonrisa. Varios rieron y James I se alegró de ver que Harry se relajaba un poco a su alrededor. 

eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar.  

—Y no tienes idea de cuánto lo agradecemos —aseguró Lily II con fingido pesar. 

Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. 

—Sí, me acaban de dar una gran idea de qué hacer cuando volvamos a nuestro año —dijo James I pensativo. Lily I sonrió, le gustaba cuando ponía esa expresión.  

Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntará con un niño como aquél.  

—La verdad tampoco me agrada la idea de que mi Harry se junte con un niño como su Duly —afirmó James I con seguridad. 

—Dudley —le corrigió este mismo, sin entender lo que su tío decía. 

—Eso —asintió James I mirándolo solo por un segundo antes de guiñarle un ojo a Harry, que le sonrió encantado. Pocas eran las veces que alguien le prestaba más atención a él que a Dudley, y que vinieran de su padre (¡de su padre vivo!) lo hacía todo aún mejor. Además, lo había llamado su Harry. De pronto quería bailar de emoción. 

Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región.  

Muchos se miraron entre sí con confusión. ¿Exactamente a qué se referían? 

El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo 

—¿Sosa? —se burló Dominique chasqueando la lengua —. ¡Eso explica tanto! 

Vernon comenzaba a hartarse de tanta burla, pero no podía hacer nada a menos que quisiera esos palitos apuntándolo y haciéndole daño. Casi podía sentir la sonrisa desafiante que el anormal de su cuñado le dirigía, instándolo a dar un paso en falso y atenerse a las consecuencias. Pero no le daría esa satisfacción, ¡no, señor! 

y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta. Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana. 

¿Una lechuza parda? preguntó el padre de Gordon, amigo de Dudley, sorprendido ante los asentimientos indiferentes de los magos. 

—Los magos usamos lechuzas y búhos para el correo —explicó Lily I, que era la más familiarizada con la cultura muggle, pues, aunque los Weasley (y los Potter-Weasley) habían crecido rodeados de importantes influencias muggles, la magia siempre había predominado en sus vidas y en su crianza, y es que incluso Harry y Hermione habían comenzado a quedarse un poco atrás en los avances que las personas sin magia hacían a diario, ¡incluso Audrey, que era una muggle en pleno derecho! 

A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes.  

Harry bufó para sus adentros. Parecía que Dudley había sido “berrinchudo” desde que era un bebé. Aunque claro, ahora solo se dedicaba a fingir para conseguir lo que quisiera. No notó la mirada preocupada que su madre le daba, o la forma en que James I tomaba la mano de Lily I con un mal presentimiento. 

«Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa.  

Muchos miraron a los Dursley con incredulidad. 

—Ay de nosotros si nos atrevíamos a botar la comida en los berrinches —dijo Louis sorprendido —. Nos tendrían desgnomizando el jardín de la Madriguera por todo el año.  

—Y esa solo sería la abuela —se horrorizó Al, que, junto a sus hermanos, conocía incluso mejor que sus primos el carácter Weasley, al tenerlo su madre propensa a la histeria —. Solo imagina nuestros padres. 

Un estremecimiento general recorrió a los Weasley y a los Potter, divirtiendo a sus invitados y amigos. Tal parecía que los adultos los tenían bien controlados. 

Se metió en su coche y se alejó del número 4. Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad.  

Muchos se vieron confundidos ante tan extraña frase. 

—¿Podría ser quien creo que es? —preguntó James I alzando las cejas —. Solo sé de un gato capaz de mirar un plano. 

Los Weasley y futuros Potter sonrieron. 

—¿Tú qué crees? 

Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica.  

—Le diré que creíste eso, no le gustará saber que la consideraste una ilusión avisó con seriedad Scorpius a Vernon que lo vio confundido mientras quienes conocían a McGonagall reían. 

El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada.  

Varios de los magos se estremecieron, habían estado al otro lado de su mirada severa demasiadas veces. Los muggles estaban cada vez más curiosos. ¿Por qué actuaban como si conocieran al extraño gato? 

Lily I notó la mirada confundida de Harry y se inclinó a explicarle. Harry saltó al oírla decir su nombre, pero se relajó casi de inmediato, escuchándola con tanta atención que sintió como si le estrujaran el corazón. Resultaba tan obvio que Harry intentaba memorizar el sonido de su voz al tiempo que comprendía lo que le decía. 

Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). 

—¡Oh, Merlín! —rio Al —. Yo conozco uno que hasta le dice a tu mamá si te portaste mal y te castiga con limpiar la galería de armaduras por un mes si te pilla en una broma. 

Varios comenzaron a reír mientras James I se veía encantado. ¡Sus nietos (por raro que sonara) eran (¿o serían?) estupendos! 

El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día. Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. 

—No lo soporto más —explotó Scorpius alterado, aunque quienes le conocían sabían que solo estaba dramatizando. Convivir con James II y Al lo había afectado al punto de que había aprendido a copiar su tendencia a exagerar las situaciones —. ¡¿Qué demonios es un talardo y por qué es tan interesante que no se lo saca de la cabeza?!   

—Taladro, Scorpius —corrigió Molly sonriendo divertida —. Es una herramienta muggles para hacer agujeros en las paredes. 

Scorpius se vio aún más confundido, sin notar como los muggles en la estancia (y Harry por su padre) parecían incrédulos. ¿Cómo no iba a saber qué era un taladro? 

—¿Para qué diablos querrían hacer agujeros en las paredes? —preguntó mirando a los profesores Miller, que parecían más abiertos a responder preguntas. 

El señor Miller le dio una sonrisa amable, pensando en la manera de responder en lugar de preguntar. 

—Muchas razones, puede ser para… 

—Abuelo —lo interrumpió Lucy divertida —. No es por molestar ni nada, pero debemos leer y estoy segura de que Scor podrá enterarse de para qué hacen los taladros pronto. 

—Pero debo terminar este capítulo pronto y a este tardaremos mucho —asintió Teddy, mientras pateaba a Scorpius para que quitara su puchero. 

Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa.  

—Extraña no es —aseguró Roxanne —. Solo diferente a la que acostumbras a ver. 

Solo entonces los muggles notaron que varios de ellos llevaban algún tipo de capa o algo así. Su ropa en general era bastante extraña. 

El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda nueva. 

—Nueva, nueva no es —rio Molly divertida. 

—Pero es muy cómoda —dijo Scorpius jugando con el dobladillo de su capa. James I notó que era una capa de viaje, ¿acaso el joven Malfoy planeaba ir a algún lado? Miró a los demás, y notó que Teddy no se había quitado su capa tampoco, y James II, Victorie, Molly, Fred, Rose y Lysander (¿así se llamaba?) la llevaban puesta o la tenían doblada sobre el regazo. Iban a algún, decidió, la pregunta era dónde. 

Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados. El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde esmeralda! ¡Qué valor!  

—¿Qué tiene que ver la edad? —preguntó Victorie con las cejas alzadas —. Cada quien se viste como le viene en gana. 

Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para algo.  

—Colecta para darle una nariz a Voldemort —se le ocurrió de pronto a James II, haciendo que su familia y amigos comenzaran a reír, confundiendo a los muggles y a Harry. 

—Colecta para conseguir shampoo para Snape —dijo Al. James I rio con aún más fuerza e incluso Lily I sonrió más.  

—Colecta para que cierren la boca y me dejen leer —rodó los ojos Teddy, aunque todos vieron la sonrisa que trataba de reprimir. 

Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los taladros. El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. 

—Creo que recuerdo ese día —murmuró la profesora White, de matemáticas, haciendo memoria a duras penas —. Pero las noticias no decían nada y parecía que a Ted Tonks le entraba la risa loca cada vez que alguien las mencionaba. ¿No es amigo tuyo, Joe? 

El profesor Nicol asintió antes de encogerse de hombros. 

—Hace mucho tiempo dejé de intentar desentrañar la mente de mi amigo, Katie —respondió pensativo, percatándose entonces de las miradas que le dirigían, por lo que intentó explicar —. Mi amigo de la infancia, Ted Tonks, es locutor en las noticias vespertinas. Tiene ocurrencias muy extrañas, y hace cosas aún más raras para divertirse. 

—¿Trucos de magia con cartas que se mueven? —preguntó James I con una sonrisa divertida —. Son sus favoritos, según sé. 

—¿Le conoce? —inquirió Nicol sorprendido. 

—Conozco a Andrómeda, su esposa, es la prima de mi mejor amigo. Bruja poderosa, sin duda —explicó riendo ante algún recuerdo —. Ella siempre se queja de la afición de su esposo a los trucos de magia falsa. 

—¿Andrómeda es bruja? —Nicol estaba aún más sorprendido, mientras Teddy se moría de ganas de revelar que se trataba de su familia, pero a la vez deseando prolongar la intriga —. Siempre me pareció reservada, pero… 

James I se echó a reír. 

—Andrómeda no es reservada —aseguró —. Es solo que no se siente cómoda con muggles imagino. Ella y Ted son magos, creo que tuvieron una hija hace poco. Nimora o algo así. 

—Nymphadora —corrigió Teddy de inmediato, incapaz de prolongarlo más —. Nymphadora Tonks… de Lupin. 

—¡NO PUEDE SER! —gritó James I con emoción —. ¡REMUS Y LA PEQUEÑA NYMPHADORA! 

Y a continuación comenzó a reír como loco, mientras Lily I sonreía mirando a Teddy. 

—¿Por eso cambias el color de tu pelo? —solo entonces los muggles notaron que el pelo de Teddy ahora era más cercano al negro que al rubio —. Eres un metamorfomago. Sirius dijo que la niña tenía ese don. 

Teddy asintió, aunque había cierto recelo en su expresión, parecía que no quería hablar de sus padres. O, bien sabía su familia, le causaba demasiado dolor el pensar en la vida que pudieron tener. 

—Yo lo heredé —confirmó —. Eso redujo la posibilidad de tener el P.P.P, al parecer, la metamorfomagia es un gen dominante. 

—O sea que no hay excusa para que Lunático se vuelva un idiota al que haya que hacer entrar en razón —sonrió James I encantado. 

—¿Eres nieto de Ted? —preguntó Nicol, solo para confirmar, se había perdido en alguna parte de la conversación. 

Teddy asintió. 

—Me nombraron Edward en su honor —explicó —, pero siempre me han dicho Teddy o Ted. 

—Osito Teddy también es frecuente —señaló Al mientras James II reía. 

—Ustedes me llaman así para molestar —rodó los ojos Teddy antes de tomar el libro, si les daba el pase, se burlarían por horas. 

Sin embargo, el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar. 

—Creo que te gusta gritar —dijo Louis con fastidio, a nadie le había gustado la forma en que le había gritado a James I, ¡en su propia casa, nada menos! 

Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente. Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso.  

Tan nervioso como las sonrisitas burlonas que esos chiquillos anormales le daban de vez en cuando. 

Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación. 

—Los Potter, eso es, eso es lo que he oído... 

James I frunció el ceño, seguido de Lily I, cuando cayó en cuenta de que también se referían a ella. Lily Potter, sin duda sonaba bien.  

—Sí, su hijo, Harry... 

Harry miró el libro confundido, ¿por qué se hablaba de él en la calle? La explicación de Teddy volvió a resonar en su mente. 

El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo. Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran   

—Y de vuelta a los gritos —rodó los ojos James II. 

cogió el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba comportando como un estúpido. Potter no era un apellido especial. 

—Si le dices eso a un mago, seguro y te hechiza —aseguró Molly sacudiendo la cabeza —. Puede que entre los muggles no sea nada fuera de lo normal, pero en el mundo mágico llamarse Potter tiene bastantes beneficios. 

—Helados y bebidas gratis en el Callejón Diagon… —dijo Lily II con voz soñadora. 

—Lugares preferentes en los estadios de Quidditch en cualquier partido, amistoso o de competencia… —continuó Al viéndose emocionado. 

—Entrada liberada a cualquier lugar mágico no importa la hora o el día… —suspiró con añoranza James II. 

—La libertad de hechizar a tres hermanos sin miedo a las consecuencias… —dijo Teddy haciendo que los tres hermanos Potter lo miraran indignados antes de comenzar a leer de nuevo entre las risas de los demás. 

Estaba seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter 

—En el mundo mágico no —aseguró James I —. Solo quedamos mis padres y yo. Por ahora. 

Le dirigió una sonrisa radiante a Lily I, que le devolvió la sonrisa enternecida. Amaba la forma en que se emocionaba ante la idea de ella siendo parte oficial de su familia. 

—Acá solo somos nosotros tres y papá y mamá —dijo Lily II pensativa —, aunque claro, con todos nuestros primos y tíos ya no se puede decir que seamos una familia pequeña. 

Todos comenzaron a reír, sabiendo que tenía razón. 

y que tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse Harvey. O Harold.  

—¿Harvey? —dijo James I con una mueca de desagrado —. No me gusta. Harry era el nombre de mi abuelo y es genial. 

—Harold Potter suena raro para mí —admitió Lily I encogiéndose de hombros antes de recordar algo —. Espera, tu abuelo se llamaba Henry. 

—Sí, pero toda la familia y sus amigos lo llamaban Harry —dijo James I sonriéndose a su futuro hijo —. Papá me ha hablado muy bien de él. Puedo ver por qué habría rogado ponerle su nombre a un hijo mío. 

—¿Aparte de la tradición de nombrar a sus hijos por la familia? —preguntó James II divertido —. Papá no se llama Harry James por nada, y yo no me llamo James Sirius porque sí. 

—O yo Arthur Ronald —aseguró Al tan divertido como su hermano. 

—Lily Luna suena genial, tienen que admitirlo —rio Lily II. 

—Frederick George se lleva premios —dijo Fred. 

—Molly Jessica es más que asombroso —sonrió Molly II encantada. Jessica Miller sonrió también, ¡su nieta llevaba su nombre! 

—Edward Remus no se queda atrás —Teddy sonrió casi arrogante. 

—O Rose Jean —dijo Rose dándole un codazo a Hugo. 

—Hugo Bilius tiene clase —se burló él. 

—No más que Dominique Gabrielle —dijo Dominique risueña. 

—Louis William es distinguido —aseguró Louis. 

—Y Victorie Apolline es elegante y muy significativo —presumió Vic. Todos los muggles miraban confundidos como todos decían nombres, mientras James I y Lily I sonreían divertidos. Usar nombres de familiares era una tradición interminable. 

—Sí, sí, sí, todos tienen nombres interesantes —bufó Scorpius casi haciendo pucheros —. Sigan leyendo por los que tienen padres demasiado creativos y abuelas influyentes en cada maldita decisión. 

—Como digas, estrellita —Todos los que comprendieron (léase la tercera generación y James I, que sabía que Narcissa Black se casó con Lucius Malfoy) comenzaron a reír mientras Scorpius escondía su cabeza en el hombro de Rose para ocultar su propia sonrisa. Le encantaba burlarse de las tradiciones, en especial porque estaba decidido a romperlas todas. 

No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...!  

—¿Así de perfecta y maravillosa? —dijo James I sonriendo con inocencia, aunque en sus ojos se veía que no estaba nada feliz con lo que Vernon pensaba —. No te culpo, mi Lily es demasiado para este mundo. 

Lily I le sonrió, amaba cuando hablaba así de ella. 

—La envidia es natural —concordó Al sonriéndole a su abuela —. La familia Potter en general es demasiado para este mundo. 

—No tienen problemas de ego creo —rio el señor Miller sin malicia. 

—Es seguridad de lo que son —aseguró Lucy, feliz de ver como sus abuelos comenzaban a relajarse —. Los Potter son una gran familia. 

—La mejor —concordó Teddy —. Junto con los Weasley claro. 

Pero, de todos modos, aquella gente de la capa... 

Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta. 

—Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo.  

—¡Vaya! —se sorprendió Harry en un susurro que solo fue oído por sus padres, que se miraron preocupados.  

Segundos después, el señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban: 

—¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe…! 

 Los muggles se vieron confundidos ante el resoplido de James I y Lily I cuando Teddy leyó “quien-usted-sabe”.  

¿Quién-usted-sabe? —se atrevió a preguntar el señor Nicol. 

—Como les dije antes, Voldemort estaba tomando cada vez más poder y más miedo en la gente. Todo era tan horrible que la mayoría comenzó a temer la sola pronunciación de su nombre y lo llamaban “quien-tú-sabes”, “el-que-no-debe-ser-nombrado” y cosas por el estilo explicó Teddy. 

—Una verdadera ridiculez si lo piensan —dijo James I rodando los ojos —. No decir su nombre lo hará desaparecer o le quitará poder, al contrario de hecho. 

—El temor a un nombre, solo el temor a lo nombrado —citó Lucy sonriendo —. Hubo una época en la que nuestros padres también lo temían. Albus Dumbledore decía mucho esa frase y cuando la guerra acabó y nosotros nacimos nuestra familia nos dejó en claro eso siempre. 

—Papá nunca temió decir “Voldemort” —sonrió James II —. El tío Ron se ponía de los nervios hasta que acabó por acostumbrarse y decirlo él mismo sin darse cuenta. 

—Lo que prueba que no decir su nombre solo es por la poca costumbre —señaló Teddy volviendo a leer. 

finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día! 

La sonrisa de muchos se borró, los muggles comprendieron lo que hablaban y Harry bajó la cabeza, entendiendo que se trataba del día que sus padres habían muerto, aunque parte de él aún creía la historia del accidente de coche, estaba tan enojado con los Dursley que le costaba ver todas las señales. 

Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó. 

El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera.  

—Persona sin magia —explicó Roxanne al ver las miradas confusas de quienes no recordaban si había explicado el término. {Léase la autora olvidadiza xd} 

Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación). 

—¿Cómo se desaprueba la imaginación? —preguntó Fred confundido —. Quiero decir, tener una idea de algo ya es imaginar. 

—Hay que vivir en el mundo real, chico —aseveró Vernon, ya cansado y furioso de que cuestionaran su forma de ser —. Las absurdas fantasías solo hacen que la vida se vea como un estúpido cuento de anormales… 

—Estúpido lo que dices —lo interrumpió Lily I, antes de que alguien más reaccionara, podía ver que James I ya había llevado la mano al bolsillo donde escondía la varita —. Se puede ser realista y rogar por una vida mejor sin perder el enfoque. Que tú te conformes con una vida sosa y sin sentido no es problema de los demás. 

Teddy siguió leyendo apenas vio que Petunia estaba dispuesta a replicar en defensa de su marido. Lo que menos quería en ese momento era una pelea entre las hermanas Evans. 

Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos. 

—¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta. 

—Sí, ella no hará caso de tus órdenes —sacudió la cabeza Rose —. No te lo has ganado. 

El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa.  

—Esas miradas son de temer —aseguró James II siendo apoyado por muchos. Los muggles cada vez comprendían menos y Harry agradecía que le hubieran explicado todo antes. 

El señor Dursley se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. 

—Depende del gato —dijo Hugo recordando al viejo Croockshanks antes de añadir en un susurro que solo oyeron Rose y Scorpius —. O de la persona. 

La pareja tuvo que reprimir una risa.  

Trató de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa. La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija 

Lily I sacudió la cabeza, ¿Qué le importaban a su hermana los problemas de los demás? 

 y le contó que Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»). El señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche. 

—Y, por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca irónica 

—¡Eso es lo que hacía todo el día! —exclamó la señora White sacudiendo la cabeza. 

Varios rieron por su exasperación. 

— Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim Mcuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim? 

—Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces!  

¿Estrellas fugaces? —preguntó Lily II confundida —. ¿En qué curso enseñan a lanzar estrellas fugaces? 

—En ninguno —aseguró Teddy pensando en qué hechizo podría causar lo que los muggles entendían como “estrellas fugaces” —. Eran chispas de varita seguro. Blancas imagino. 

—Seguramente —asintió Victorie, instándolo a leer de inmediato para que nadie preguntara. En serio debían terminar pronto. 

Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una noche lluviosa. 

El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter... 

—Vaya, puede unir los hechos —suspiró James I, se sentía extraño oír a alguien leer el día en que todos se enteraron de su muerte. 

La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo. 

Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana? 

Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana. 

Lily I miró a su hermana con dolor, pero ella la ignoró. Los muggles notaron ese comportamiento, y se preguntaron qué había pasado entre ellas para llegar a tal punto de indiferencia de parte de Petunia. Ni siquiera parecía conmovida con el hecho de su hermanita muerta estuviera frente a ella otra vez. 

—No —respondió en tono cortante—. ¿Por qué? 

—Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto raro... 

—¿Y qué? —interrumpió bruscamente la señora Dursley 

—Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo. 

—¿No se te ocurrió nada más? —preguntó Louis riendo —. Hay miles de formas de llamarnos. 

—Pandilla, secta, magos, brujas, hechiceros, gente con varitas… —nombró Roxanne pensativa —. Y tú vas y nos llamas “grupo”. 

La señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter».  

—Cinco galeones a que no se atreve—se apresuró a decir James II mirando a Scorpius. 

—¡Hecho! —sonrió este entusiasmado. Sus apuestas con James II eran interminables, pero divertidas. 

No, no se atrevería.  

—¡Demonios! —exclamó Malfoy sacando su dinero y dándoselo a James II, que sonreía petulante. 

En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado: 

—El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no? 

—Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez. 

—¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no? 

—Tampoco me gusta Howard —negó Lily I mirando a James I, él asintió de acuerdo —. No es un mal nombre, pero Harry es mil veces mejor. 

Petunia obtuvo una mirada burlona. Mejor, ¡sí, claro! 

—Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión. 

—¿Y te parece que Dudley es bonito? —se burló Fred chasqueando la lengua —. Estupideces. 

Los Dursley se ponían cada vez más furioso y Dudley estaba considerando hablar con sus amigos para hacerse respetar. 

—Oh, sí—dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo. 

No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo. ¿Se estaba imaginando cosas?  

—¿No eras tú quien no aprobaba la imaginación? —se burló Rose rodando los ojos. 

Vernon se puso rojo por la rabia, pero nadie le prestaba verdadera atención aparte de su esposa. Trató de responderle, pero descubrió que de nuevo no podía hablar, miró a Teddy con furia, pero no tardó en notar que él no había sido el responsable, sino que había sido uno de los futuros hijos (¡vaya tontería!) del chico. El mayor, parecía. Sonreía igual de desafiante que James I y el mismo muchacho cuando se sentía valiente y le respondía. 

¿O podría todo aquello tener algo que ver con los Potter?  

—Siempre tenemos algo que ver —se quejó James I, siendo secundado por sus nietos. 

Si fuera así... si se descubría que ellos eran parientes de unos...  

¿Asombrosos e increíbles magos y brujas? pregunto Al inocentemente para gracia de todos, pues por mucho que lo intentara, su sonrisa lo delataba. 

bueno, creía que no podría soportarlo. 

¿No podrías soportar que seamos mejor que tú? Eso es más que entendible —dijo Lily II apoyando la cabeza en el hombro de James II, fingiendo abatimiento. 

Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente, pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a la señora Dursley. Los Potter sabían muy bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... 

James I se echó a reír mientras Lily I sonreía divertida, ambos recordando cuando se habían despedido de Vernon y Petunia en su última visita a la casa de los padres de Lily, cuando coincidieron con el regreso de su luna de miel. 

—Amigo, solo balbuceabas que éramos un montón de raros —se burló James I sacudiendo la cabeza —. Hasta que insultaste a Lily y ya sabemos lo que pasó después. 

Vernon se estremeció violentamente, con Petunia viéndose horrorizada ante el recuerdo. Todos querían saber, pero Teddy siguió leyendo. Debían apresurarse si querían estar a tiempo. Ya luego le preguntaría a James I qué había pasado aquella vez. 

No veía cómo a él y a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la vuelta) ... No, no podría afectarlos a ellos... ¡Qué equivocado estaba! 

Los Dursley presionaron los labios juntos, furiosos. ¡Ya habrían querido ellos no estar equivocados! 

El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. 

Y yo que creía que sus problemas para dormir comenzaron cuando James y Al llegaron a Hogwarts. 

El comentario de Teddy provocó grandes carcajadas de parte de quienes conocían los problemas que James II y Al causaban en Hogwarts, mientras James II sonreía con orgullo y Lily se veía ligeramente asustada. 

Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive. Apenas tembló cuando se cerró la puertezuela de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza.  

Los muggles comenzaban a sentirse nerviosos. Sabían que había algo raro en el gato, pero no saber qué era lo raro los tenía inquietos. 

La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche. Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra.  

—Eso de aparecer y desaparecer de la nada —comenzó el señor Nicol con curiosidad, recordando cierto episodio en el que Harry aseguró haber aparecido de la nada en el techo de la escuela cuando fue encontrado ahí, sumado además a su sorpresa cuando Ted literalmente llegaba de cualquier lugar en mucho menos tiempo del que debería ser posible —, ¿es cosa de todos los magos o solo de algunos? 

—Es magia avanzada —dijo Lily I alzando las cejas, podía ver que la pregunta fue hecha con intención —. Nos enseñan a hacerlo en sexto año. 

—Y a los diecisiete se presenta un examen donde nos dan una licencia para desaparecer —explicó James I con la misma sensación que su novia —. Es un proceso complicado, porque hay que asegurarse que ninguna parte del cuerpo quede atrás, pero la práctica lo hace más fácil que respirar, siempre y cuando te concentres y te guste la sensación claro. 

Los muggles no lo comprendían del todo, pero asintieron. Harry miraba el techo, su línea de pensamiento igual a la que el señor Nicol tenía antes. 

La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron. En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas.  

James I y Lily I miraron de golpe a los del futuro. 

—¿Dumbledore? —preguntó James I, ganándose miradas de los muggles y Harry. ¿Conocía al hombre descrito? 

—El mismo —asintió Teddy. 

Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore. 

Y Albus Dumbledore es… —el señor Jones, maestro de ciencias, dejó la frase en el aire para que alguien respondiera, por lo que Rose se apresuró a hacerlo ella misma. 

—Es uno de los magos más poderosos que han existido —dirigió una mirada breve a James I y Lily I antes de decir —. En la época del libro, es el director de Hogwarts. 

—¿Eso significa que en esta época no lo es? —preguntó Lily I suspicaz. 

—¡Por favor, pelirroja! —dijo James I divertido —. El hombre tiene como mil años, y este es el año quién-sabe-cuánto, ya debe haberse retirado. 

—¿No querrá decir muerto? —preguntó el señor Miller, pensando que estaba suavizando sus palabras por el bien de los niños. 

James I hizo un gesto de impaciencia. 

—Dumbledore muerto suena como un chiste de mal gusto. 

Nadie, salvo la tercera generación, comprendió lo que quería decir. Dumbledore muerto era una prueba de que habían perdido, para James I y Lily I. Para ellos, Dumbledore muerto significaba más peso en los hombros de Harry. 

Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido.  

—Y si se da cuenta, no le importaría —dijo James II sonriendo, su padre siempre les había hablado del particular carácter de quien fue su mentor. 

Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Río entre dientes y murmuró: 

—Debería haberlo sabido. 

—¿Qué tiene de especial ese gato? —preguntó la señora Miller cansada de esperar. 

—En unos párrafos se explica —aseguró Teddy leyendo para sí el resto de la página. 

Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. 

Los Weasley y Potter que sabían del desiluminador se vieron emocionados y solo un poco mosqueados, ¡el tío Ron siempre les gastaba bromas con ese artefacto! 

Scorpius, por otro lado, se quejó por lo bajo ocultando una sonrisa. Al ser el novio de Rose, a él le tocaban las peores “bromitas inocentes marca Ronald Weasley”, pero le encantaban tanto que tenía que fingir que las odiaba para que el señor Weasley no se detuviera.   

Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras. 

Los muggles y Harry volvieron a asombrarse. Vaya que tenían artefactos curiosos. 

Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra. 

—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall. 

—¿Profesora Mcgonagall? —preguntaron varios. 

—¿Por qué alguien llamaría “profesora” a un gato? —preguntó Dudley a sus amigos —. ¿No se le ocurrió ponerle bola de pelo? 

Su mal chiste fue recibido por las falsas carcajadas ahogadas de sus amigos, mientras James I se veía horrorizado ante sus palabras, al igual que sus nietos, mientras los primos y amigos de estos trataban de contener la risa que sus expresiones les causaban. 

—¿Ese niño estará emparentado conmigo? —preguntó James II tragando saliva —. Ahora entiendo por qué papá y él están en términos de tarjeta de navidad. 

—¿Se imaginan escuchar esos chistes en cada reunión familiar? —Al miró a sus hermanos con horror, antes de que la comprensión los hiciera sonreír. 

—¡POR ESO! —exclamaron los tres entendiendo por qué su padre se negaba a invitar a su primo a sus fiestas de bienvenida (organizadas cada vez que él y el tío Ron volvían de una peligrosa misión con los aurores o los inefables). El principal argumento de Harry siempre era “¡nos aburrirá hasta la muerte con sus malos chistes, Ginny!” (aunque sabían que también debía ser una forma de ahorrarle a su primo el tener que convivir con el tío Ron, que parecía incapaz de ser amable cuando había un Dursley cerca), pero sus hijos nunca sabían si creerle o no, considerando lo poco que conocían a su “tío” Dudley. ¡No lo habían visto desde que James tenía ocho años! 

Teddy, que había tenido más trato con los Durlsey que los chicos, sonrió divertido. Recordaba cuando Dudley insistía en que Harry fuera a cenar con ellos los domingos, y Harry inventaba cualquier pretexto para faltar hasta que no podía posponerlo más, y él, Teddy y Ginny se encontraban en la obligación de asistir a una cena interminable e incómoda donde Vernon comería en medio de un proceso de aprendizaje sobre cómo asesinar a alguien con una mirada, Petunia trataría de verse amable por la presencia de Ginny, pero en realidad se vería alterada y no dejaría de murmurar sobre los cambios de color que tenía el pelo de Teddy cada tantos minutos, con Dudley intentando animar el ambiente con una charla inexperta y visiblemente incómoda. 

Mantuvieron esa molesta “rutina” al menos hasta que Dudley se mudó, ya que Harry perdió contacto con sus tíos y solo visitaba a su primo para cumpleaños y navidades por un par de años hasta finalmente perdieron la costumbre y llegaron a lo que James II, Al y Lily II conocían como “términos de tarjeta de navidad y saludos de cumpleaños”. 

Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba.  

Muchos alzaron las cejas con confusión. 

En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato.  

—No entiendo —se atrevió a decir el señor Stevens, maestro de educación física. 

—La profesora Mcgonagall era el gato —explicó Molly II —. Hay unos pocos magos capaces de transformarse a voluntad en animales. 

—Se les conoce como animagos —continuó Roxanne acomodando su pelo en una coleta —. Es magia muy avanzada y difícil de dominar. 

James I miró el techo para ocultar su sonrisa orgullosa mientras Lily I lo miraba de reojo con diversión. Sintieron la mirada de los nietos Potter en ellos, y James I se dio cuenta que ellos (y probablemente todos los niños del futuro) sabían de su “secreto”. 

La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada. 

¡Santos hipogrifos!, hasta en un libro es severa —exclamó Al estremeciéndose, causando la risa de su familia. 

Los muggles (y Harry) se vieron curiosos por la expresión usada. ¿Qué era un hipogrifo? Quisieron preguntar, pero Teddy ya estaba leyendo, la risa aún clara en su voz.  

—¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó. 

—Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso. 

—Eso no le gustará —aseguró James I con una sonrisa traviesa —. Mcgonagall no tolera que juzguen sus acciones sin justificación. 

Harry lo miró con curiosidad. 

—¿La conoce? —preguntó inevitablemente. James I se sobresaltó ligeramente, ¿qué tan nervioso podía estar Harry como para no sentir la confianza de tutearlo? 

—Es nuestra profesora de Transformaciones en Hogwarts —explicó —. Es la subdirectora y es bastante estricta, pero es genial. 

—Será tu profesora favorita —aportó James II sonriendo. 

Harry lo miró un poco sorprendido, aún no entendía mucho eso de que él era su hijo o algo así, pero al menos se veía agradable. 

—Wow —dijo, sin saber cómo reaccionar. 

—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall. 

—Esa es nuestra profesora —rio Lily I, aunque Encantamientos y Pociones eran sus mejores asignaturas, Transformaciones también le gustaba muchísimo.   

—La mejor —celebró James I, adoraba a su jefa de casa, tanto como adoraba la asignatura que impartía. 

—¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí. 

James I y Lily I hicieron una ligera mueca, era extraño oír como todos celebraban en el día que ellos habían dejado al pequeño Harry huérfano. Por las miradas incómodas que muchos tenían, también pensaban lo mismo, en especial Harry que volvía a mirar a sus padres como si fueran a desaparecer. 

La profesora McGonagall resopló enfadada. 

—Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede!  

—¡Por supuesto que lo notamos! —exclamó Vernon Dursley enojado, sin saber si había roto el hechizo, o lo habían quitado cuando no vieron amenaza —. ¡No somos unos ciegos! 

—No, pero acabas de darme una idea fabulosa —sonrió Al poniéndose de pie y subiendo las escaleras a la carrera.  

—Oh-Oh —rio James II —. Las ideas de Al nunca son buenas para sus víctimas. 

Lily I gimió. 

—¡Los genes Potter siguen igual! 

—¡Y es genial! —exclamó su novio con emoción. 

—Y combinados con los Weasley se crearon tres demonios que llamo sobrinos. 

—¡Papá! —sonrió Rose mientras todos alzaban la mirada hacia el alto hombre pelirrojo que había entrado sin que nadie se diera cuenta —. ¿Qué haces aquí? 

—Son las tres —dijo él mirando su reloj. Los muggles, Harry y James I y Lily I lo miraban con atención, sin saber quién demonios era. El hombre alzó la vista y sonrió divertido mientras los analizaba, hasta que vio a James I y abrió la boca sorprendido: —, ¡Caray! He visto cientos de fotos, pero maldita sea, ¡Harry sí que se parece a usted, señor Potter! 

James I lo miró encantado. 

—¿Conoces a Harry? —miró a Harry de diez años —. ¿Lo conoces ya? 

—No me conoce aún —negó el pelirrojo antes de que Harry respondiera —. Nos conocemos a los once años, faltan un poco de tiempo. 

—Al se fue corriendo —dijo James II señalando hacia el segundo piso con una expresión inocente que no tenía nada de inocencia —. ¿Puedo ir a ver por qué tarda tanto? 

El pelirrojo lo miró con cara de “ajá, y yo odio la comida”. 

—¿Para quién es la broma, joven Potter? —preguntó cruzándose de brazos. 

—No te agrada —aseguró James II transformando su sonrisa inocente en una completamente traviesa —. Y a papá tampoco. 

El pelirrojo miró su reloj. 

—Cinco minutos y no le digo a tu madre —dijo sin despegar la mirada de su muñeca. James II se paró de un salto y subió las escaleras tan rápido como su hermano gritando “¡eres el mejor, tío Ron!” 

“Tío Ron” alzó la vista cuando los pasos de James II no se escucharon más y miró a los niños del futuro. 

—Estamos en un horario ajustado, ¿recuerdan? —dijo chasqueando la lengua, aunque por la leve sonrisa, no estaba realmente molesto —. Hermione está de los nervios exigiendo silencio cada dos por tres y no ayuda que Harry y yo nos burlemos cada vez que Ginny le grita a George para que deje de hacer chistes sobre recordar el plan a medias. 

—¿Y aún así dejas que James y Al planeen un desastre en casa de mis padrinos, tío Ron? —preguntó Teddy con una sonrisa socarrona. 

—No sé de qué hablas, Teddy —negó Ron sonriendo aún más —. Montón de desconocidos, mi nombre es Ron Weasley, soy el padre de Rose y Hugo. 

Ambos hermanos alzaron las manos para recordarles quienes eran. 

—Soy el encargado de enviarlos al siguiente destino de nuestra aventura —dijo acercándose a la ventana, dirigiendo una clara mirada de aversión a Vernon Dursley cuando pasó a su lado —. Terminen el capítulo pronto, estamos justos de tiempo. 

Sin dejar que nadie más reaccionara, Teddy comenzó a leer de nuevo, leyendo de nuevo el párrafo de antes para retomar el contexto. 

…Salió en las noticias. —Terció la cabeza en dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común. 

—¡Pero si Dedalus es genial! —exclamó James I sonriendo. Lily I lo miró interrogante —. Iba unos cursos delante de nosotros, es agradable, aunque se emociona fácilmente. 

Los nietos Potter y Teddy tuvieron que contener una carcajada, Dedalus emocionándose era lo más divertido que podían ver en sus paseos al Callejón Diagon con su padre, el tío Ron o la tía Hermione (y cualquier lugar en el que se cruzaran con el divertido mago). 

Ron, en cuestión, sonreía con burla mientras miraba por entre las cortinas con atención. 

—No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años... 

—No creo que eso sea justificación para celebrar el asesinato y separación de una familia —murmuró la señora Miller a su esposo, él asintió, pero no dijo nada, después de todo, ellos no sabían qué había pasado en esos once años. 

—Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores... 

Ron chasqueó la lengua, atrayendo la atención de todos, y cuando lo notó debió explicar. 

—Pasó algo parecido hace varios años, solo que si es posible fue peor —negó con la cabeza, frustrado —. Tardamos meses en librarnos de los rumores y ocultar todos los rastros de lo que había pasado en el mundo mágico. 

—Los muggles deben haberse vuelto locos —sonrió James I. Ron asintió, evitando mirarlo a la cara. Era como mirar el rostro de su mejor amigo, y saber que James Potter I estaba hecho polvito en un cementerio no muy lejos de la casa en la que se encontraban no ayudaba nada a su compostura, a sabiendas de que Harry estuvo cerca de acompañarlo en su tumba, habiéndose librado por los pelos de la muerte (técnicamente) veintitrés años atrás. 

—Fue una locura —dijo simplemente, agradeciendo que Harry hubiera tomado la capa de invisibilidad para acompañarlo. Suponía que había subido las escaleras a ver qué demonios planeaban James y Al, demasiado nervioso como para quedarse en una misma habitación con sus padres (o los que fueron, o serían, sus padres, la terminología de los viajes en el tiempo lo confundían demasiado). 

Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si esperará que éste le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando. 

—Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros.  

—¿Cómo lo evitaron en…? 

Un grito incomprensible de James II interrumpió la pregunta que Scorpius le dirigía a Ron, que miró al techo con una sonrisa burlona. 

—Oh, James tiene que aprender a no hacer estupideces con Harry cerca. Se pone peor que un basilisco cuando se enoja con él. 

—¡TE ESCUCHÉ! —gritó una voz desconocida desde el segundo piso. Ron frunció el ceño y se vio casi sorprendido. 

—¡¿CÓMO DEMONIOS ME ESCUCHASTE?! —preguntó a los gritos, parecía ser casi una costumbre, a juzgar por como nadie del futuro reaccionó. 

—OREJAS EXTENSIBLES —respondió la voz desconocida, que muchos ya sospechaban se trataba de Harry en el futuro (¿o presente?), sonaba más cerca que segundos antes. 

—Maldita sea —maldijo Ron —. Había olvidado que las trajo. 

—¿Qué hace papá aquí? —preguntó Lily II confundida, haciendo que todos se sobresaltaran con la confirmación. ¡Verían a Harry de adulto! El mismo Harry se veía contrariado, como si no supiera qué pensar de la situación. 

—Huye de mamá —dijo Ron con simpleza —. Está empeñada en que debe comer más porque está muy flaco. 

—Y no entiende que estoy más gordo de lo que nunca he estado en la vida —se quejó Harry adulto bajando las escaleras. James II y Al lo seguían, ambos con enormes sonrisas que no prometían nada bueno. 

Los muggles se vieron incrédulos, James I y Lily I sonrieron encantados (realmente se parecía a James, y, por consiguiente, a Flemont), y Harry de diez años seguía sin saber qué decir o qué pensar. Esto ya comenzaba a superar todos los posibles límites de la rareza. 

—Se rendirá algún día —aseguró Teddy, y todos comprendieron que estaba continuando la conversación sobre la madre de Ron, como si no sintieran las miradas incrédulas y alucinadas. 

—Sí, Charlie dijo eso cuando cumplí los diecisiete —aseguró Harry encogiéndose de hombros —. Han pasado más de diez años y aún no se rinde. Y dudo que lo haga. 

—El punto, tío Harry, es que nana Molly te quiere tanto que es incapaz de dejar de tratarte de esa forma —dijo Victorie encantada. 

—Y tanto —suspiró Harry adulto, aunque sonreía con cariño. Y Lily I supo, que a pesar de que claramente Harry no veía a Petunia como figura materna, la señora Molly (presumiblemente su suegra, según había deducido) sí que era su madre, y llevaba conociéndola desde antes de su mayoría de edad. No sintió los celos que esperaba, de hecho, se sintió feliz por él. Muy feliz por él. El pequeño Harry se veía tan solo, dañado y perdido que la idea de él teniendo alguien que lo cuidara la hizo sentirse bien, alegre de ver que alguien lo quería tanto como ella sabía lo había amado (o lo haría, los viajes en el tiempo la confundían otra vez) e inmensamente agradecida porque existieran tan buenas personas como lo eran Molly, y, obviamente, Arthur. 

Lily I no veía a Harry completamente como su hijo aún, lo sabía y lo sentía en cierta forma, pero no había pasado más de unas horas (a lo sumo dos) desde que lo conocía. No iba a negar que ella y James le tomaron cariño nada más verlo, no iba a negar que ambos ya estaban dispuestos a todo por él, no iba a negar que sentía un instinto protector llenarla cada vez que miraba a Harry, pero sabía y presentía que no era lo mismo que sentiría cuando realmente aceptara que Harry era su hijo, sino que una versión minimizada del cariño que una madre (padre, en el caso de James) podía tenerle a su bebé.  

Harry adulto se adelantó hasta ponerse junto a Ron, evitando cuidadosamente no mirar ni a sus padres, ni a su versión pasada y mucho menos a los muggles, incluidos sus tíos y primo. No podían culparlo la verdad, la situación era demasiado extraña. Los muggles no acababan de creer que el pequeño y escuálido Harry Potter se convertiría en ese adulto sano y fuerte que estaba frente a ellos.  

—Teddy —dijo Harry adulto con la voz más seria mientras miraba por la ventana, exactamente como Ron, que se había puesto a su lado, había hecho minutos antes. 

No había nada en su tono que insinuara algún tipo de orden, pero Teddy no le dio ni siquiera una mirada antes de comenzar a leer otra vez, repitiendo (igual que antes) el párrafo completo para retomar el hilo de la lectura. 

…Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore? 

Harry adulto y Ron soltaron una risa amarga, y aunque no dijeron nada, todos supusieron que su reacción era porque en realidad él no se había ido. Eso los aterró más de lo que podían pensar, y ni siquiera acababan de comprender por qué ese Voldemort era tan peligroso. 

—Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón? 

—¿Le gustaban mucho? —preguntó Al mirando a su padre con curiosidad. 

—Estaba obsesionado —sonrió Harry adulto negando con la cabeza, como si recordara algo divertido. 

—¿Estaba? —preguntó Lily I fingiendo no notar el sobresalto que tuvo Harry adulto al oírla. Se preguntó vagamente si era la primera vez que oía su voz, aunque supuso que no, si se sobresaltó era porque conocía su entonación. 

—¿Dumbledore el inmortal murió? —preguntó a su vez James I con sorpresa —. Wow. 

Pero Lily I ya había olvidado todo, porque Harry adulto se había sobresaltado también cuando escuchó a James I, y estaba tenso, mirando por la ventana con más insistencia, como buscando algo con lo que distraerse. Y supo, sin saber en realidad cómo, que estaba forzándose a sí mismo a no mirarlos, a no contestarles o hacer la mínima acción para reconocer su presencia, luchando con todas sus fuerzas contra la tentación que sabía abriría una vieja herida que nunca había sanado del todo. 

Lily I miró a Ron, percatándose entonces de que había puesto una mano sobre el hombro de Harry mientras le contestaba a James en nombre de su amigo. 

—Es difícil de explicar —aseguró, dirigiendo su mirada a Teddy, tensando la mano sobre el hombro de Harry e inclinándose a susurrarle algo que nadie pudo oír, pues el metamorfomago (aunque muchos no sabían ese detalle) comenzó a leer apenas Ron lo miró, con un tono deliberadamente más elevado y firme, dejando en claro que no quería interrupciones innecesarias. 

—¿Un qué? 

—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho. 

—No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos 

—Siempre es un momento adecuado para caramelos —sentenció Scorpius inclinándose en el sofá para darle unos caramelos salidos de Dios sabrá dónde a Ron y Harry. Ron lo miró con el ceño fruncido mientras le arrebataba los dulces casi con desconfianza, ante la mirada burlona (y aún ligeramente triste) de Harry adulto. 

Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido... 

—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted- sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamará por su verdadero nombre, Voldemort.  

—Y la solución es repetirlo sin cesar hasta que comiencen a acostumbrarse —dijo Harry adulto casi con presunción. Ron resopló con fuerza. 

—Mi vida habría sido tan tranquila si lo hubieras llamado quien-tú-sabes —se quejó, aunque todos notaron que no era en serio, incluso Harry adulto, que sonrió con arrogancia antes de decir: 

—Nunca me enorgulleciste tanto como el día que comenzaste a llamarlo Voldemort sin darte cuenta —dijo guiñándole un ojo a sus hijos, Teddy, Rose y Hugo, que sonrieron como si supieran un impactante secreto.  

—Oh, cállate —dijo Ron divertido. 

La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort. 

—¿Cómo se dice, niños? —preguntó Ron mirando a los chicos del futuro con seriedad. 

—El temor a un nombre solo aumenta el temor a lo nombrado recitaron los Weasley, Teddy y los Potter como si fuera una lección de vida. Ron fingió emocionarse. 

—Les enseñamos muy bien —dijo Harry adulto llevándose una mano al pecho, fingiendo estar conmovido, mientras Ron hacía como que se quitaba las lágrimas escondido tras él. 

—La frase de Dumbledore trasciende generaciones —sonrió encantado James I antes de que Teddy leyera, ignorando las miradas confusas de los muggles y las risas de su familia ante la dramatización de Harry y Ron.  

—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo. 

—Voldemort temía de su propia sombra —rodó los ojos Ron —. Solo que era demasiado orgulloso y arrogante como para admitirlo. 

—Eso, y que era profundamente desconfiado —asintió Harry adulto con una mueca, y ante la mirada implorante de sus hijos, que claramente pedían más detalles, dijo: —. Temía a Dumbledore porque él sabía los alcances de sus poderes y podía luchar mejor que nadie. Básicamente temía el peligro que Dumbledore representaba para sus planes. 

—¿Entonces también te temía a ti? —preguntó James II con curiosidad. Todos los visitantes (muggles, James I, Lily I y Harry pequeño) miraron a Harry adulto con sorpresa, ¿se había enfrentado a Voldemort de verdad? 

—No a mí en específico —dijo Harry adulto con seguridad —. Siempre me subestimó, se confió de sus habilidades, su experiencia y sus cacharritos. Lo que pasaba conmigo es que él temía a Dumbledore, y Dumbledore me entrenó a mí, por lo que estaba seguro de que yo me había convertido en su enemigo más acérrimo gracias a eso, pero verdaderamente nunca me temió a mí como mago. 

—O sea, que temía lo que representabas como el protegido de Dumbledore y como su más peligroso enemigo —concluyó Al, recibiendo el asentimiento de su padre con una sonrisa. 

—Harry representaba todo lo que para Voldemort era una amenaza —explicó Ron, al ver las miradas confundidas de los muggles, Harry pequeño, James I y Lily I (a quienes Harry adulto aún no miraba) —. Quiero decir, Harry es el hijo de los dos magos más poderosos de su generación, ambos muy reconocidos opositores a los ideales de Voldemort, era el protegido favorito de nada más ni nada menos que Albus Dumbledore, sin contar que es un mago muy talentoso y con gran poder, lo que demostró en muchísimas ocasiones. Tiene instintos insuperables, una curiosidad casi suicida y, lo que más importa, una asombrosa capacidad de amar. Voldemort pensaba que el camino a la gloria era pisotear a los demás, usar magia oscura y alzarse como el mago más poderoso de todos a como diera lugar. 

—Pero no contaba con que yo también tenía mis trucos —dijo Harry adulto casi con diversión, mirando a los muggles por primera vez, pero aún evitando mirar a sus padres. Los muggles no dejaron de notar como de pronto él y Ron parecían mayores de lo que eran, y como sus ojos daban testimonio de haber visto cosas horribles —. Voldemort no comprendía que había algo más poderoso que la magia y eso fue su ruina. Planeó todo cuidadosamente, y cuando algo se le escapaba, lo solucionaba matando y torturando. Nunca iba a entender mis acciones o las de quienes me rodeaban, y nunca quiso ver cómo todo lo que hicimos lo llevó directo a lo que él más temía. 

—La muerte —suspiró Ron sacudiendo la cabeza, como si intentara alejar malos recuerdos. Teddy siguió leyendo, sabía que la conversación había hecho que su padrino y su tío Ron revivieran todas las malas experiencias del pasado, y necesitarían un momento para recuperar la compostura. 

—Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve. 

—Dumbledore podría tener todo tipo de poderes —aseguró James I —, pero es demasiado honrado para usarlos. 

Con alegría, James I vio cómo su comentario provocaba una sonrisa en Harry adulto, e incluso juraría que vio que lo miraba de reojo. Al igual que Lily I, James también había notado como él no los miraba o les dirigía la palabra.  

—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos. 

—¡Dígaselo, Minnie! —exclamó James I con alegría. Sus nietos lo miraron con extrañeza. 

—¿Minnie? —preguntó Teddy con curiosidad, había notado como la sonrisa de su padrino crecía al oír el apodo. 

—Es un apodo que le dimos hace unos años —dijo James I divertido. 

—¿Y no los hechizó? —preguntó Al con sorpresa —. ¡Nos tendría limpiando el salón de trofeos por un cuarto de siglo si la llamamos así cuando está enojada! 

—¿No te parece que exageras con el tiempo? —preguntó Harry adulto antes de enumerar —. Serían dos años de castigos todos los lunes, miércoles, viernes y fines de semana, ordenarías despachos, limpiarías los pasillos y el salón de trofeos, organizarías las estúpidas fichas de Filch en orden alfabético, perseguirías a Peeves por todo el castillo evitando sus desastres… 

Se detuvo un momento a recordar, mientras todos lo miraban con estupor, no pareció recordar bien, porque miró a Ron y él retomó el discurso medio segundo después, también con tono experto. 

—Y, si seguías vivo después de eso, te haría lavar los platos de todas las comidas que sirvieran en Hogwarts, ayudarías a Hagrid con las criaturas más peligrosas, evitarías que Myrtle espíe a los que usan el baño de prefectos y limpiarías el aula de pociones después de cada clase hasta que tus manos se cayeran de tus muñecas, para que aprendas a nunca hacerlo otra vez—finalizó con una sonrisa que gritaba “TRAUMA”. 

—Déjenme adivinar —pidió Lucy sonriendo, mientras todos los alborotadores de su familia, más James I, se veían aterrados —. ¿Los amenazó con eso alguna vez? 

—Nunca había visto a Hermione tan pálida —rio Ron dándole un codazo a su amigo, que se había quedado mirando el techo con cara de “no estoy recordando nada bonito” —. Y Harry no dejaba de mirar la puerta tratando de averiguar cómo huir. 

—¡Por lo menos no me quedé murmurando que si el castigo no te mataba, lo haría tu madre! —exclamó Harry casi indignado, aunque sonreía levemente —. De todas formas, fue cuando regresamos a Hogwarts en 1998 y luego de que acabó todo, así que su reacción estaba un poco justificada. Después nos abrazó y dijo que éramos unos chicos tan valientes que podría matarnos en ese momento. 

Eso pareció tener más significado del que los invitados veían, porque de inmediato los niños del futuro comenzaron a reír mientras decían cosas como: “¡Esa es mi profesora!”, “puedo ver por qué los amenazó así”, “¿cómo se libraron de eso?” y “Tienes razón, tío Ron, si no los mataba el castigo, lo haría la abuela”. 

Se gobernaron un rato después, incapaces de borrar de su mente la imagen de los tres salvadores del mundo mágico, el Trío de Oro, los tres amigos más conocidos del mundo, encogidos de miedo mientras su jefa de casa les daba la regañina de sus vidas luego de que hubieran derrotado al mago oscuro más terrible de todos los tiempos. 

Teddy les aseguró a todos los confundidos que pronto se enterarían de todo antes de seguir leyendo como si nada. 

—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras. 

—Te dije que había sido ella —sonrió Harry adulto, dándole un codazo a Ron. 

—Debería haber leídos los libros antes —murmuró Ron cruzándose de brazos luego de darle una pequeña bolsita con tres galeones. 

La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura, antes de hablar. 

—Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo? 

Todos miraron a Harry pequeño, que miró al suelo con concentración, recordando, sin ni una pizca de alegría, la luz verde y la fría y despiadada risa que a veces oía en sus sueños. 

Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento. Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad.  

James I y Lily I sonrieron levemente, tendrían que darle un gran regalo a su profesora. 

Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió. 

—Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos.  

Harry pequeño se estremeció, James I y Lily I lo miraron con preocupación, antes de notar que Harry adulto se aferraba con tanta fuerza la cortina que sus nudillos estaban blancos. James II también lo notó, porque se puso de pie discretamente y se acercó a su padre, siendo el que más lejos estaba de los muggles y más cerca de su padre. 

—¿Estás bien, papá? —preguntó en un susurro tan bajo que solo Harry y Ron pudieron oírlo, muchos no habían notado siquiera que se había puesto de pie, pues Teddy había seguido leyendo. 

—Recuerdos —respondió Harry en el mismo tono acariciando el hombro de James con una leve sonrisa que no convencería a nadie si la vieran —. Nada de lo que preocuparse, Jamie.  

Su hijo no le creyó, pero decidió no insistir, así que asintió y volvió a sentarse luego de darle un rápido abrazo a Harry, esperando que lo ayudara así fuera un poco. Cuando eran pequeños, su madre siempre les decía que un abrazo de sus hijos podía subir el ánimo de su padre más rápido que un encantamiento estimulante. Esperaba aún fuera así. 

Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta. 

Los compañeros de Harry lo miraron con arrepentimiento, esperando que no fuera muy tarde para acercarse a Harry y quizás hasta convertirse en sus amigos, después de todo, Dudley y su pandilla no podían hacerles nada con todos esos magos y adultos a su alrededor.  

—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus... 

—Ya sabía yo que en el fondo me tenía cariño —rio James I mirando a Lily I —. Y tú que estabas segura de que haría una fiesta cuando dejé Hogwarts. 

—¿Y qué te asegura que no la hizo y no te invitó? —preguntó su prometida mirándolo con una sonrisa divertida. James I frunció el ceño de pronto. 

—Ella no lo haría —dijo con seguridad, aunque la duda se apoderó de él medio segundo después —. ¿Verdad? 

Teddy siguió leyendo mientras muchos ahogaban sus carcajadas. Dudaban que lo hubiera hecho, pero era divertido ver a James I pasar ese apuro. 

Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda. 

—Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza. 

La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó. 

—Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry. Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido. 

Si acaso los niños muggles necesitaban una confirmación acerca de lo que Teddy les había dicho, ahí estaba. Harry era el niño que vivió, sus padres habían sido brutalmente asesinados y ellos lo había dejado de lado, lo habían intimidado y lo habían tratado mal. Solo podían esperar que eso no saliera en los libros, porque de hacerlo sus padres no estarían nada felices. Bueno, la mayoría de los padres. 

Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado. 

—¿Es... es verdad? —tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató...  

Harry adulto y Ron hicieron una mueca, recordando con dolor todas las personas que morirían años después de que la profesora hiciera esa declaración.  

¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del cielo? 

—Eso nos lo preguntamos todo —aseguró la señora Miller casi esperanzada de obtener una respuesta —. No me quejo en lo más mínimo, pero por las descripciones parece imposible… 

—Lo leerán en ese libro —dijo Harry adulto moviendo un poco más la cortina. ¿Qué demonios estaban buscando? —. Casi al final, creo. Ahí es donde me lo explican. 

Querían preguntar más, pero Teddy no los dejó, comenzando a leer más alto y un poco más rápido. 

—Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos. 

La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. 

—Qué cosa más rara —dijo el señor Miller notando entonces que muchos allí parecían tener ese reloj. 

—Es tradición en el mundo mágico dar un reloj así cuando se cumple la mayoría de edad —dijo Ron alzando su muñeca para mostrar el suyo y tomando el brazo de Harry adulto para que hiciera lo mismo. 

—Ese no es el mío —dijo James sorprendido mientras veía el reloj desde lejos —. No se parece a los que da mi familia. 

—Es de la familia Prewett —dijo Harry adulto mirando el reloj con fijeza, una leve sonrisa apareciendo en su rostro —. Molly Weasley me lo regaló cuando cumplí los diecisiete. Era de su hermano. 

Los ojos de Lily I se llenaron de lágrimas. Oh, tenía la sensación de que iba a estar muy agradecida con Molly. 

—¿Gideon o Fabian? —preguntó James I, forzándose a hablar a través del nudo en su garganta. Tenía exactamente la misma sensación que su futura esposa. 

—Fabian —respondió Ron sonriendo, no había conocido a sus tíos, pero tenía la sensación de que habrían sido como los gemelos habían sido con él. 

—Oh, genial, me agradan los Prewett —asintió James I, sin saber cómo debía reaccionar, ya que tampoco sabía por qué había preguntado de quién era. Ahora sabía que Fabian debía estar muerto si había sido Molly quien le había dado el reloj a Harry. 

Teddy siguió, antes de que se formara un silencio incómodo. 

Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo: 

—Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no? 

—Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.  

—He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora. 

James I volvió a fruncir el ceño, al igual que Lily I. James I era, obviamente, el último de los Potter, pero Lily I tenía unos primos en un pueblo cerca Cokeworth. 

—¿Qué pasó con nuestros primos? —preguntó Lily I a Petunia, esperando la respuesta. Harry adulto y sus hijos la miraron de golpe. 

—¿Tienen primos? —preguntó Al sorprendido, al igual que su padre y hermanos. Hasta donde ellos sabían, junto con los Dursley eran los últimos miembros de la familia Evans. 

—Sí —dijo Lily I preocupada —. Son los hijos de mi tía Lina, hermana de mi madre. No fuimos muy cercanos cuando niños, porque son mucho mayores que nosotras, pero nos mantenemos en contacto. ¿Qué pasó con ellos, Petunia? 

Petunia hizo una mueca, resignada a que tendría que responder al menos eso. 

—Carol se mudó a América y perdimos todo tipo de contacto cuando se casó con un hombre que conoció allí, no sé qué fue de ella —dijo con toda la frialdad que pudo reunir, aunque Lily I podía ver que de igual forma le afectaba un poco el hablarle directamente —. Y Austin murió en un accidente hace muchísimos años. 

—No sabía que tenías más familia —dijo Harry adulto sacudiendo la cabeza —. Aunque claro, sé muy poco sobre la familia Evans. 

—¿Qué es lo que sabes? —preguntó Lily I, pensando en qué podría contarle. 

—Que crecieron en Cokeworth, que tu apellido de soltera es Evans, que tuviste un mejor amigo hasta los quince años —Harry frunció el ceño pensando en algo más, y de pronto recordó el Espejo de Oesed —. Que eres pelirroja por tu padre, que tus ojos son de tu abuela, que… la verdad no sé mucho más. Conozco detalles de ti que me han contado magos que te conocieron, pero la verdad no sé casi nada. Sé más de papá que de ti, en realidad. 

La tristeza en su voz era palpable, y muchos se encontraron conteniendo las ganas de decirles ciertas cosas a Petunia. ¡Ella podría haberle contado muchas cosas a Harry en lugar de comportarse tan fríamente con él! ¡Era su sobrino! 

—¿Qué sabes de mi? —preguntó James I tomando la mano de Lily I tratando de dar el consuelo que a él le hacía falta. 

Harry adulto se encogió de hombros con una sonrisa. 

—La mayoría son cosas que Sirius y Remus me contaron —dijo, sus ojos casi pensativos —. Mi mejor amiga encontró muchos libros sobre las familias mágicas, así que aprendí mucho de la familia Potter por ella. También están los retratos y la gente que te conoció. 

—¿Sabías nuestro aspecto? —preguntó Lily I de pronto —. ¿Nos conocías? 

—¿A esa edad? —señaló a Harry pequeño, que miraba a su versión futura con atención, extasiado ante la idea de que sabría más de su familia —. No tenía de nada de ustedes. Luego comencé a enterarme de cosas. Sus nombres, por ejemplo, lo supe en mi cumpleaños once… 

—¡¿No sabías nuestros nombres?! —preguntó James I indignado, mirando a Petunia con furia —. ¡¿No le dijiste ni siquiera cómo nos llamábamos?! 

Petunia apartó la mirada, incapaz de sostenerla un segundo más y sintiendo el enojo que invadía a Vernon otra vez.  

—Petunia… —dijo la señora Polkiss con horror —, ¿tu sobrino no sabe nada de sus padres? 

Harry adulto soltó una risa irónica. 

—Hasta hace dos horas en su tiempo, lo único que sabía era que mi mamá era hermana de mi tía —dijo rodando los ojos —. No sabía cómo eran físicamente, asumo que no se enteró de quienes eran hasta que se presentaron. 

—Así fue —asintió Teddy, que había estado hojeando el libro mientras se desarrollaba el intercambio y los chicos de la tercera generación miraban todo como si fuera un partido de tenis. Y es que Lily I parecía a punto de llorar y James I a duras penas se contenía de imitarla —. Lo estuve vigilando, ni siquiera reaccionó ante el nombre de Lily. Solo se dio cuenta de quienes eran cuando James se presentó y dijo que Lily era su prometida. 

Ambos jóvenes mencionados miraron a Harry pequeño con tristeza. Él miraba el suelo con atención, odiaba las miradas de lástima. 

—Luego supe varias cosas, claro —dijo Harry adulto para distraerlos a todos —. En navidad de mi primer año supe cómo eran y luego me dieron un álbum con varias fotos. He conseguido muchas más a lo largo de los años, y sumado a todo lo que he aprendido de ustedes y cómo eran, puedo decir que los conozco al menos un poco. 

—Pero solo sabes desde nuestra vida en Hogwarts en adelante —asumió Lily I con pesar —. O al menos cuando se trata de mi. Las únicas personas que podrían haberte hablado de mi no… 

—Snape me transmitió un par de cosas sobre ti cuando niña —soltó Harry adulto, arrepintiéndose casi al instante, pero sabiendo que tendría que decírselo en algún momento antes de finalizar el capítulo. Pudo ver como su padre se tensaba de golpe, claramente alerta ante el hecho de que su hijo, alguien tan parecido a él, conociera a su enemigo de la infancia —. Muy pocas, pero al menos puedo decir que sé cómo te veías a los nueve años. Y que el calamar gigante te parecía muy agradable para ir a pasear. 

Eso fue claramente para James I, que se relajó de inmediato mientras soltaba una carcajada, al igual que Ron, que sabía los detalles de aquel enfrentamiento. 

—¡No puedo creer que sepas eso! —exclamó Lily I avergonzada, haciendo que James I riera con más fuerza. 

—Es probable que aparezca en los libros —dijo Harry adulto encogiéndose de hombros con una sonrisa inocente, agradeciendo, en parte, que su padre no asociara su burla con ese recuerdo que tanto lo había atormentado luego de verlo en el pensadero. 

—¿Calamar gigante? —preguntó Harry pequeño con el ceño fruncido, claramente tan confundido como los muggles se sentían. 

—Un par de veces, cuando teníamos quince o dieciséis años —rio James I, deseoso de contar aquella parte de su historia —, Lily me decía que preferiría salir con el calamar gigante, una criatura que vive en un lago en Hogwarts, antes que conmigo. Fue muy chistoso. 

—Remus decía que solías deprimirte cuando te lo decía —dijo Ron con burla, reírse de James I era como reírse de Harry, y aunque fuera raro, era divertido —. Y Sirius te imitaba diciendo: “¡¿Cómo es que ese pulpo es mejor que yo?!”. Se reían mucho cuando lo contaban. 

James I se sonrojó murmurando algo de estúpidos amigos que cuentan su vida. Para él todo eso era tan normal que ni siquiera notó el hecho de que Remus y Sirius eran conocidos para Harry adulto, mas no para Harry pequeño.   

—Al menos no tardó cuatro años en darse cuenta de que mi madre era una chica —le defendió Harry, sabiendo que se burlaba de James solo porque era como burlarse del mismo Harry. 

Ahora fue Ron quien se sonrojo mientras los Weasley, Potter y Lupin estallaban en carcajadas. 

—¡Nunca pasará de moda! —exclamó James II divertido por la cara de su padrino. 

—Ted, ¿podrías hacerme el favor de leer ese libro antes de que me salgan canas? —pidió Ron cruzándose de brazos. 

—¿Más de las que tienes querrás decir? —se burló Harry adulto rebuscando entre el pelo de su amigo. 

—¡Oh, vamos, amigo!  

Todos reían cuando Teddy retomó la lectura. 

—¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4 —Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. 

—Dígamelo a mi —susurró Harry pequeño con amargura. James I se inclinó y le murmuró: 

—¿Preferirías que se parecieran a nosotros? No sé tú, hijo, pero yo no quiero parecer una ballena, una jirafa o un cerdito. 

Harry pequeño tuvo muchos problemas para reprimir su risa mientras su padre le daba una mirada cómplice. ¡Su padre! ¡Lo había llamado hijo y se había burlado de los Dursley para hacerlo feliz! ¡Era el mejor día de su vida sin duda alguna! 

Y ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos.  

Un escalofrío pareció recorrer a varios niños, del pasado, y del futuro. 

—¿Qué les pasa? —preguntó la señora Miller, captando la mirada de horror que tenían algunos chicos del futuro. 

—Nada malo —dijo Harry adulto sonriendo en grande —. Solo piensan en lo que les pasaría si se atrevieran a patear a su madre por caramelos. 

—Nunca veríamos el final de sus gritos —dijo James II tragando saliva. 

—Lloraríamos sangre cuando su regañina terminara —asintió Hugo aterrado. 

—Y el castigo… —Louis se estremeció. 

—No volveríamos a ver la luz del sol —estuvo de acuerdo Fred sacudiendo la cabeza. 

Harry adulto y Ron los miraban con una sonrisa orgullosa. 

—Y eso solo sería por el lado de las mujeres —dijo Ron cruzándose de brazos. 

Otro escalofrío los recorrió, y esta vez Teddy se puso tan pálido que su pelo se puso blanco, sorprendiendo aún más a los que no estaban acostumbrados a su habilidad. 

—Mi vida no volvería a ser lo mismo si me atreviera a siquiera gritarle a la tía Ginny —se dio cuenta mirando a Harry adulto con terror —. Y tú no me dejarías olvidarlo jamás. 

Harry se encogió de hombros. 

—Nadie es tan idiota como para gritarle a Ginny —dijo con obviedad —. Así que no tienes que preocuparte. 

—Gritarle a Ginny es firmar un acuerdo para que ella te mate lenta y tortuosamente —explicó Ron, ya que los muggles los miraban confundidos.  

—Gritarle a mamá o a papá es algo que no me atrevería a hacer ni en mis pesadillas —dijo Al con un hilo de voz. 

—¿O sea que nunca han gritado a sus padres? —preguntó el señor Nicol con una ceja alzada. 

—¿Gritarles y faltar el respeto deliberadamente? —preguntó Fred incrédulo —. Como se nota que no conoce a la abuela Molly. 

Esta vez al escalofrío se unieron Harry adulto y Ron, para gracia de muchos. 

—Mi mamá entrenó a sus nueras para ser como ella —aportó Ron, casi con cara de trauma —. Y mamá es aterradora cuando se enfada. Y Ginny heredó su genio. 

—Mamá grita cuando está enojada —asintió Lily II, haciendo que muchos de los que aún no hacían la conexión entre “Ginny” y “mamá” la miraran confundidos —. Pero si está calmada y enojada, da mucho más miedo. Lo contrario a papá, que siempre está calmado, pero si está gritando… ay, de nosotros. 

—Como si me enojara tanto —rodó los ojos Harry adulto —. Ron es el mal genio. 

—¿Yo soy el mal genio? —preguntó Ron con incredulidad —. Quinto año, amigo, eso es todo lo que diré. 

Harry adulto lo miró indignado. 

—¡Sabes perfectamente lo que pasaba en quinto año! 

—¡¿Y yo tenía la culpa?! 

—Oh, no les presten atención —dijo Rose sonriendo divertida mientras miraba a los muggles, Harry pequeño, James I y Lily I, que veían el intercambio casi con preocupación, como esperando que empezaran a discutir de verdad —. Pelean como un viejo matrimonio todo el tiempo. 

—¿Nosotros peleamos como un viejo matrimonio? —preguntó Harry incrédulo —. Recuerdas quiénes son tus padres ¿verdad, Rosie? 

—¡No discutíamos tanto! —exclamó Ron cerrando la cortina. 

—Cucharitas de té, Ron, cucharitas de té. Es todo lo que diré. 

Teddy comenzó a reír mientras volvía a abrir el libro y comenzaba a leer de nuevo. Esos dos nunca cambiarían. 

…¡Harry Potter no puede vivir ahí! 

—Gracias, Merlín, por permitirle al mundo gente tan sensata —asintió con seriedad James I. Harry y Ron, mientras tanto, seguían su mini discusión en susurros. 

—Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta. 

Vernon y Petunia intentaron hacer ruidos despectivos. ¡Ja! ¡Como si ellos estuvieran dispuestos a involucrarse por voluntad en semejante estupidez! ¡La dichosa carta había sido quemada una vez la leyeron y comprendieron bien! 

—¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter!  

—El increíble Harry Potter —dijo Ron con voz teatrera, dejando su mini discusión en medio de una frase —. ¡El niño que vivió! ¡El elegido! ¡El Gryffindor ejemplar! 

—O cierras la boca o cantaré la versión original de A Weasley Vamos a Coronar hasta que ya todo el mundo la memorice —amenazó Harry adulto, claramente avergonzado. 

—Andas bastante sensible hoy ¿no lo crees? —se burló Ron. 

—Uno de los dos tiene que serlo ¿no lo crees? —se la devolvió Harry adulto, también con una sonrisa. 

—Punto para tío Harry —concedió Hugo riendo de la cara de indignación de su padre. Su sensibilidad emocional siempre había sido motivo de risa entre el Trío de Oro, ahora solo debían esperar que Ron comenzara a meterse con el genio de Harry. 

Escribirán libros sobre Harry...  

—Ya perdí la cuenta de la cantidad de libros que te mencionan —asintió Victorie. Harry adulto se quejó por lo bajo.  

todos los niños del mundo conocerán su nombre. 

—Fue tan divertido —dijo Harry adulto derrochando sarcasmo. 

—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar!  

—Me consta que al año y tres meses Harry ya caminaba y decía papá y mamá con claridad —dijo Ron con certeza —. Pero sí, ya lo mareaba de mayor, no quiero ni imaginar cómo lo habría hecho cuando era un bebé. 

Teddy, James II, Al, Lily II, Rose y Hugo le dieron miradas de indignación. ¡Ellos habían lidiado con la fama de sus padres/padrino desde que eran unos bebés! 

¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda!  

Harry adulto frunció el ceño. Vaya que lo recordaba… 

¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo? 

—Nunca va a asimilarlo —dijo Molly divertida —. ¿Verdad, tío Harry? 

—Ni lo intentes, Molly —la señaló Harry adulto, sabiendo bien lo que su sobrina pretendía —. No vas a presentar ese proyecto. 

—¡Pero el día de Harry Potter sería genial! —exclamó ella conteniendo la risa, cosa que su familia no hacía. Molly llevaba meses intentando que Harry accediera a nombrar el 31 de julio oficialmente el día en su honor (solo para no tener que trabajar ese), y él cada vez era más creativo para no dejarse convencer —. ¡También tendríamos uno para el tío Ron y la tía Hermione! 

—Yo estoy feliz con mi cromo en las ranas de chocolate, déjame fuera de esto —pidió Ron, aunque le daba una mirada burlona a Harry. 

—Ted… 

La profesora McGonagall abrió la boca, cambió de idea, tragó y luego dijo: 

—Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry. 

—Tan pequeño no era —bufó Harry adulto, haciendo reír a muchos. Los muggles no dejaban de asombrarse ante el cambio de Harry. Se reía con facilidad, bromeaba, sonreía y se veía feliz y conversador, mientras que el pequeño Harry era callado, tranquilo y bastante inexpresivo. ¿Qué había pasado para que fuera tan diferente? 

—Hagrid lo traerá. 

—¿Hagrid? —se animó James I contento —. ¡Genial! 

—¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso? 

—Hagrid puede ser un poco descuidado —dijo Lily I, de acuerdo con la duda de la profesora McGonagall. 

—Pero no hay nadie más confiable que él —aseguró James I encantado con que Hagrid fuera quien se hacía cargo de llevar a Harry, así fuera a ese lugar tan horrible —. Lo daría todo para no fallar. 

—A Hagrid, le confiaría mi vida—dijo Dumbledore. 

Harry adulto sonrió, y Ron lo imitó. Después de todo, Harry técnicamente le había confiado su vida a Hagrid, aun cuando él no se había enterado. 

—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado. 

—Un poco descuidado, tal vez, pero es asombroso —dijo James II con firmeza. Su abuelo lo miró muy contento y Lily I no pudo evitar sonreír. Le encantaba ver las similitudes entre James I y Harry, entre ella y Harry, y entre ellos tres y los Potter del futuro. 

Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso? 

Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.  

—¿Una moto voladora? —preguntó James I pensativo —. Canuto dijo que iba a comprarse una motocicleta esta semana. 

—¿Para qué quiere Sirius una motocicleta? —inquirió Lily I sin percatarse (o más bien fingiendo no hacerlo) de que los muggles se veían curiosos y los niños del futuro (más Harry adulto y Ron) intercambiaban miradas cómplices. 

—¿Cuál es el mayor objetivo que tiene Sirius en la vida, Lily? —cuestionó a su vez James I, haciendo que Lily I comprendiera. 

—Fastidiar a sus padres. 

—Exacto. 

Teddy sonrió divertido, mientras Scorpius se veía pensativo. Alguna vez Harry le habría dicho que le habría encantado conocer a Sirius, que había estado tan empeñado en romper el legado oscuro de los Black como él quería deshacer el de los Malfoy. Solo que mientras Sirius quería fastidiar a sus padres, Scorpius quería fastidiar a su abuelo, que, por mucho que lo intentara, jamás se libraría de esos asquerosos ideales sobre la pureza de sangre.   

La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y al menos cinco veces más ancho. 

—¿Un gigante? —preguntó la señora White sorprendida. 

—Naaah —negaron todos los que conocían a Hagrid. 

—O al menos, no completamente —susurró Ron. 

Se podía decir que era demasiado grande para que lo aceptaran y, además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero, parecían crías de delfín.  

—Y dicen que no es un gigante… —murmuró la señora White sin querer imaginarse la altura de lo que los magos entendían por “gigante”. 

En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto envuelto en mantas. 

Todos miraron a Harry pequeño, logrando que este se sonrojara y mirara el suelo casi con vergüenza.  

—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto? 

—Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba—. Sirius Black me la dejó. 

—Ya decía yo que tardaba en aparecer —sonrió James I. 

—¿Conoce al tal Sirius? —preguntó el señor Miller por educación. 

—Es mi mejor amigo —dijo James I mirando a Harry pequeño —, debe agradarte mucho. 

—No lo conozco a esa edad —interrumpió Harry adulto —. Conocí a Sirius a los trece años. 

—¿Qué? —Lily I estaba realmente sorprendida —. ¿Cómo es eso posible? ¿qué le pasó?  

—Se explicará en los libros. Lo mismo con Remus y Pettigrew —se apresuró a explicar Harry adulto cuando James I volvió a abrir la boca. 

Lo he traído, señor. 

—¿No ha habido problemas por allí? 

—No, señor. La casa estaba casi destruida 

Harry adulto hizo una mueca, la casa estaba más que destruida. 

pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol. 

Lily I sonrió levemente al imaginarlo, y James I miraba a Harry pequeño, tratando de visualizarlo como un bello bebé (porque estaba seguro que sería un bello bebé). 

Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago. 

Harry pequeño se sobresaltó. Le habían dicho que esa cicatriz había sido obtenida en el accidente de coche. Pero si no había habido ningún accidente de coche… 

—¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall. 

—Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre. 

—¿Por qué? —preguntó la señora Polkiss, que siempre había querido saber el origen de tan extraña cicatriz —. ¿Qué tiene de especial aquella cicatriz? 

—Fue donde me golpeó la maldición asesina —respondió Harry adulto llevándose la mano a la frente en un gesto casi inconsciente. La apartó en el momento en que se dio cuenta de lo que hacía —. Una cicatriz hecha con magia oscura, la peor de todas. Por eso es permanente. 

La mayoría no había notado que aún la tenía, pues su pelo la ocultaba en su mayor parte. 

—¿No puede hacer nada, Dumbledore? 

—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. 

Harry adulto hizo una mueca, al igual que Ron. Había sido útil, pero también había sido un calvario. 

Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres.  

—Sin duda útil —dijo el señor Nicol, divertido con lo que él creía era un chiste de parte del viejo mago, pero siendo sincero en el comentario, pues siempre se equivocaba de tren. 

Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto. 

 Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley. 

—¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid. Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. 

—Creo que le daré un gran regalo a Hagrid cuando volvamos —dijo James I, haciendo que muchos notaran que parecía a punto de llorar. Lily I lo tomó de la mano, sabiendo exactamente cómo se sentía, pues ella se sentía igual. 

Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido. 

—¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles! 

—Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... James y Lily muertos... y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles... 

Petunia resopló por lo bajo, fantástico, otro admirador de su hermana y su cuñado.  

—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos — susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. 

Lily I alzó la mirada de golpe. 

—¿Te dejó en el umbral? —preguntó incrédula —. ¿Así nada más? 

Harry adulto frunció el ceño, la verdad es que nunca lo había pensado tan así. 

—Supongo que sí —dijo algo dudoso, tenía la sensación de que, si Lily se parecía en algo a la señora Weasley o a Ginny, no le gustaría nada ese detalle. Y tenía razón, pues su madre se cruzó de brazos, visiblemente enojada e incluso James I se veía molesto. 

Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos abandonado. 

James I miró a Harry adulto con intriga. 

—Espero por el bien de Dumbledore que haya hecho un encantamiento de protección para que no te enfermaras —dijo, casi amenazante. 

—No sabría decirte —dijo Harry adulto sin mirarlo —. Tenía un año ¿recuerdas? 

Muchos sonrieron ante su tono de descarada obviedad, incluso James I, que pudo reconocerse en esa respuesta. Remarcar obviedades y añadirle sarcasmo era su especialidad. Se preguntó por un segundo si Harry habría heredado la capacidad de Lily para dar respuestas astutas en momentos específicos. De haberlo hecho, y sumado a su propio humor sarcástico y obvio, bien podía asumir que tendría por hijo lo que McGonagall denominaría un pequeño dolor de cabeza nivel Potter. 

—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones. 

Los pensamientos sobre lo inapropiado que era celebrar volvieron con más fuerza que antes. 

—Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius. 

Quienes sabían la verdad de lo que pasaba después se vieron un poco incómodos y molestos, sabiendo que la moto no sería devuelta hasta mucho tiempo después por culpa de aquella horrible traición. 

Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore.  

Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche. 

Harry adulto no pudo evitar recordar el día en que dejó Privet Drive de forma definitiva. Había llegado a la casa de sus tíos en esa moto, y se había ido en ella dieciséis años después. Vaya paralelismos. 

—Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta. 

Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata.  

Los ojos de Ron se iluminaron. Realmente amaba al desiluminador. 

Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4. 

—Buena suerte, Harry —murmuró.  

—Y vaya que va a necesitarla —masculló Ron con una repentina amargura. Recordaba el enojo que había sentido por los Dursley cuando era joven, furioso por como trataban a su mejor amigo, su hermano en muchos sentidos, deseoso de hacerlos pagar por cada mala mirada o regaño injustificado. Esa furia no había hecho más que crecer cuando tuvo a sus hijos, de solo imaginar que alguien los tratara como los Dursley habían tratado a Harry lo hacía querer romper cada cosa que encontrara a su paso. No quería ni imaginar cómo iban a reaccionar sus padres cuando lo supieran todo, y James y Lily no se iban a quedar atrás, estaba muy seguro de eso. 

Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció. Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. 

Harry adulto sonrió con ironía, recordando los dementores, el Ford Anglia volador, los Thestrals, escobas y motocicletas voladoras… Sí, todo normal. 

Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo, sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas horas le haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta principal para sacar las botellas de leche.  

Petunia y Vernon hicieron una ligera mueca de disgusto, aunque Petunia en parte lo hacía por costumbre. Bien sabía ella como se había sentido desfallecer cuando abrió la carta y leyó que el niño que había aparecido en la puerta era su sobrino, Harry James Potter, que apenas unas horas antes había quedado huérfano en un horrible acto de maldad por parte de Lord Voldemort, que, aparte de matar a sangre fría a James y Lily en un intento por llegar a Harry, había sumido al mundo mágico en una guerra que duró once desgraciados años. 

Ni que iba a pasar las próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley. 

Dudley sonrió con orgullo cuando vio la mirada de aprobación de su padre ante esa frase, ignorando, deliberadamente, las malas miradas que muchos, en especial sus tíos James y Lily, le dirigían. 

No podía saber tampoco que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en secreto por todos los países estaban levantando sus copas y diciendo, con voces quedas: «¡Por Harry Potter... el niño que vivió!». 

—Bueno, amigo, tienes que admitir que “el niño que vivió” es mucho mejor que “El elegido” —dijo Ron, conteniendo una carcajada. Harry adulto lo miró fijamente por un momento, considerando si valdría la pena devolverle la broma o no. Aparentemente decidió que no, porque se limitó a murmurar algo sobre El Profeta y su manía de poner estúpidos apodos a la gente. 

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