
Entre Sombras y Secretos
El cielo de Forks había vuelto a su estado natural: cubierto por un espeso manto de nubes grises que difuminaban la luz del sol. La semana escolar apenas comenzaba, y Edward ya sentía el peso de la monotonía del instituto sobre sus hombros. No porque le costará seguir el ritmo académico—después de todo, ya había leído el contenido educativo innumerables veces—sino porque su mente estaba en otra parte.
Más específicamente, con Hermione.
Sin embargo, algo llamó su atención desde el otro extremo del pasillo. Alice.
Edward la observó desde la distancia, con el ceño levemente fruncido. Estaba parada junto a Bella Swan, quien parecía incómoda, evitando el contacto visual con la vampira. Había algo en la manera en que Bella desviaba la mirada, como si estuviera apenada o recelosa. Un comportamiento que contrastaba fuertemente con su actitud cuando estaba cerca de él.
Bella siempre se mostraba sonrojada, con preguntas personales a flor de labios, buscando cualquier excusa para prolongar sus conversaciones con él. Pero con Alice… era diferente.
Edward no entendía a Bella Swan, y menos aún entendía qué intentaba hacer Alice al acercarse a ella.
Se apartó de la escena con indiferencia, pero su irritación no se disipó.
Sabía que su hermana no tenía el mejor carácter cuando se trataba de Hermione.
Desde que Hermione llegó a sus vidas, Alice había mantenido una actitud distante con ella. Mezquina, incluso. Apenas le dirigía la palabra y, cuando lo hacía, sus comentarios estaban teñidos de un matiz malicioso. No eran ataques directos, pero Edward podía leer entre líneas. Hermione, en cambio, no reaccionaba. Siempre la saludaba con amabilidad y seguía con su día, como si Alice no fuera más que una niña caprichosa.
Y eso… lo molestaba.
No podía obligar a Alice a que aceptara a Hermione, pero tampoco podía ignorar que el comportamiento de su hermana estaba cruzando ciertos límites.
Su irritación aumentó mientras se dirigía a la cafetería.
Como cada día, Edward tenía que cumplir con la farsa de elegir un almuerzo humano para mantener las apariencias. Se deslizó entre la multitud de estudiantes, fingiendo examinar la comida en las bandejas de metal cuando sintió una presencia familiar acercándose.
Bella Swan.
—Edward —llamó su nombre con su tono habitual, una mezcla entre timidez y determinación.
Él giró la cabeza con lentitud, reprimiendo un suspiro.
—Bella.
Ella se mordió el labio, como si estuviera juntando valor, y luego preguntó con un tono casual que no le quedaba del todo natural:
—¿Tienes planes para hoy?
Edward la miró con cautela.
—Sí.
—Oh —Bella pareció sorprendida, pero se recuperó con rapidez—. Iba a ir a La Push con unos amigos… Pensé que tal vez te gustaría acompañarnos.
Edward mantuvo su expresión neutral, pero por dentro reprimió una risa irónica.
La Push.
El territorio de los licántropos.
Bella, por supuesto, no tenía idea de que él no podía poner un pie allí sin desatar un conflicto. Pero incluso si pudiera… simplemente no quería ir.
—No puedo —respondió con cortesía—. Ya tengo planes.
Bella frunció levemente el ceño, pero antes de que pudiera insistir, Edward tomó su bandeja de comida y se alejó.
Mientras caminaba, reflexionó sobre el patrón en el comportamiento de Bella.
A veces, sus intentos de llamar su atención parecían inocentes. Otras veces, no tanto.
Era como si lo hiciera a propósito.
Sin embargo, Edward no le daba demasiada importancia.
Había alguien más en su vida ahora.
Y la única persona cuya atención realmente le importaba era Hermione.
Recordó la noche anterior, cuando le había contado a Hermione sobre Bella y sus intentos de acercarse a él. Ella se había reído, sin rastro de celos en su mirada, y simplemente había dicho:
—Eres adorable, Edward.
Edward pensaba que la adorable era Hermione.
Pero, por alguna razón, no lo dijo en voz alta.