El último suspiro de la noche

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El último suspiro de la noche
Summary
Se sentó en el viejo catre, abrazándose las rodillas. Cerró los ojos y trató de ignorar el eco de la voz de Harry en su mente."Es solo hasta que pueda volver con él."Se repitió una y otra vez.Pero no podía evitar sentir que esa posibilidad se alejaba cada vez más.. . .Antes de que pudiera moverse, otro hechizo golpeó su bolsillo trasero.Hermione sintió un tirón desgarrador en su interior. Un remolino la envolvió. El mundo desapareció.Y Hermione Granger se desvaneció en el aire.. . .Detuvo el auto por un momento, frotándose el puente de la nariz, intentando encontrar las palabras correctas.Entonces, algo cambió.El bosque denso, iluminado únicamente por la luz de la luna, se rasgó con un destello brillante. Un remolino apareció de la nada, retorciendo el aire como una tormenta en miniatura.Un grito. Agudo. Desgarrador. Edward giró la cabeza bruscamente justo a tiempo para ver algo—o alguien—caer desde la nada.
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Entre la Ciencia y la Magia

El día había comenzado como cualquier otro en Forks: con un cielo cubierto de nubes densas que amortiguaban la luz del sol y el aire impregnado con la humedad constante del bosque. Sin embargo, dentro de la casa de los Cullen, el ambiente era diferente.

Edward observaba con atención cómo Carlisle examinaba a Hermione, quien estaba sentada en una de las sillas del estudio. Sus movimientos eran precisos y delicados, reflejo de siglos de práctica como médico. Hermione, por su parte, permanecía tranquila, aunque su mirada reflejaba cierto desinterés en la evaluación.

—Tu recuperación ha sido sorprendentemente rápida —comentó Carlisle con una leve sonrisa—. Más de lo que esperaba para alguien que llegó en el estado en el que estabas.

Hermione se encogió de hombros con naturalidad.

—Los magos y las brujas tenemos un cuerpo más resistente que los humanos comunes —explicó, con un tono pausado—. Nuestra magia nos fortalece, y nuestras heridas sanan más rápido de lo normal. Si hubiera tenido pociones a la mano, probablemente habría estado completamente curada en cuestión de días.

Hubo un deje de nostalgia en su voz al pronunciar esas palabras, como si el recuerdo de su mundo le pesara más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Carlisle captó ese matiz y, con su genuina curiosidad, decidió indagar más.

—Las pociones… —repitió, interesado—. ¿Cómo funcionan exactamente? ¿Qué las hace tan efectivas?

Edward, que permanecía cerca de la puerta con los brazos cruzados, notó cómo el rostro de Hermione se iluminaba levemente ante la pregunta. Le fascinaba ver esa chispa en sus ojos cuando hablaba de algo que le apasionaba.

—Es un tema complejo —admitió ella—. Pero, en términos simples, las pociones son una forma de magia líquida. Pueden sanar, fortalecer o incluso alterar la realidad en cierta medida. Algunas pueden regenerar huesos, otras pueden curar envenenamientos… La medicina mágica está muy desarrollada.

Carlisle asintió lentamente, procesando la información.

—Es increíble. Y sin embargo, los humanos no tienen acceso a ellas…

Hermione suspiró, como si ya esperara esa pregunta.

—No es tan simple, Dr. Cullen. Las pociones son demasiado fuertes para el cuerpo humano común. Podrían hacer más daño que bien si no se administran correctamente. Además, cuando se estableció el Estatuto Internacional del Secreto Mágico, el mundo mágico se separó completamente del mundo común. Fue una medida necesaria para protegernos… y para protegerlos.

Su mirada se perdió por un momento, y Edward captó un destello de melancolía en sus ojos.

—No siempre se puede ayudar a todos, aunque se quiera —murmuró con un tono de resignación que hizo que Edward frunciera levemente el ceño.

Había algo en la forma en que lo dijo, en la tristeza velada de sus palabras, que le hizo preguntarse qué más había detrás de esa afirmación.

Carlisle asintió con comprensión.

—Es una perspectiva interesante —dijo—. Aunque, debo admitir, me gustaría saber más sobre tu mundo.

Hermione lo miró con una leve sonrisa.

—Si alguna vez tienen la oportunidad, los llevaré a un enclave mágico.

La conversación quedó ahí, pero a partir de ese día, Carlisle y Hermione comenzaron a pasar más tiempo juntos.

Se convirtió en una rutina: Carlisle le prestaba libros sobre medicina humana y le explicaba los conceptos más complejos, mientras Hermione absorbía el conocimiento con el mismo entusiasmo de siempre, cuando se trataba de aprender algo nuevo. Incluso comenzó a aplicar lo aprendido con prácticas improvisadas, utilizando a Emmett y a él como sus "maniquíes de prueba".

—No sé si esto es una buena idea —bromeó Emmett una tarde mientras Hermione le presionaba el brazo con un vendaje de compresión—. ¿Y si accidentalmente me amputas algo?

—No puedes perder un brazo si no tienes flujo sanguíneo —respondió Hermione con diversión, mientras terminaba su vendaje con un nudo perfecto.

—Bueno, pero… —Emmett frunció el ceño, intentando buscar un contraargumento—. No sé, igual suena peligroso.

Edward observó la escena con una media sonrisa, pero su atención no tardó en desviarse a otra cosa.

Hermione, por más que intentara distraerse con libros y conversaciones académicas, tenía momentos en los que se quedaba en silencio, mirando al cielo gris con una expresión distante.

No lo decía en voz alta, pero Edward lo sabía.

Extrañaba su mundo.

Y, últimamente, comenzaba a insistir más en que debía irse.

—Ya estoy casi recuperada —le había dicho un par de veces—. No quiero seguir siendo una carga.

Edward siempre encontraba una forma de convencerla de quedarse un poco más.

—Todavía tomas medicamentos, y Carlisle dijo que deberías esperar al menos unas semanas más —respondía con la calma que lo caracterizaba.

Pero la verdad era que no quería admitir que la idea de verla marcharse le resultaba insoportable.

Hermione había aparecido en su vida de forma inesperada, pero ahora que estaba ahí, no quería perderla tan rápido.

No podía perderla.

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