El último suspiro de la noche

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El último suspiro de la noche
Summary
Se sentó en el viejo catre, abrazándose las rodillas. Cerró los ojos y trató de ignorar el eco de la voz de Harry en su mente."Es solo hasta que pueda volver con él."Se repitió una y otra vez.Pero no podía evitar sentir que esa posibilidad se alejaba cada vez más.. . .Antes de que pudiera moverse, otro hechizo golpeó su bolsillo trasero.Hermione sintió un tirón desgarrador en su interior. Un remolino la envolvió. El mundo desapareció.Y Hermione Granger se desvaneció en el aire.. . .Detuvo el auto por un momento, frotándose el puente de la nariz, intentando encontrar las palabras correctas.Entonces, algo cambió.El bosque denso, iluminado únicamente por la luz de la luna, se rasgó con un destello brillante. Un remolino apareció de la nada, retorciendo el aire como una tormenta en miniatura.Un grito. Agudo. Desgarrador. Edward giró la cabeza bruscamente justo a tiempo para ver algo—o alguien—caer desde la nada.
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Entre Fríos y Celos

La brisa helada de la noche soplaba entre los árboles cuando Edward cruzó el bosque a toda velocidad, sus pisadas ligeras apenas dejando huella en la tierra húmeda. Había salido a cazar justo después de la escuela, aprovechando la soledad del bosque para calmar la sed abrasadora que se había instalado en su garganta.

No era solo la necesidad de alimentarse, sino también la creciente incomodidad de tener a Bella Swan demasiado cerca.

Desde el accidente, Bella parecía obsesionada con él. Se sentaba a su lado cuando podía, intentaba entablar conversación, lo miraba con esa expresión que muchas adolescentes humanas tenían cuando fantaseaban con un romance imposible. Edward la ignoraba tanto como podía sin ser abiertamente grosero, cumpliendo con la petición de Alice de ser cortés. Pero cada día se volvía más irritante.

Alice tenía la absurda idea de que ella y Bella se convertirían en mejores amigas, pero Edward no lo veía asi. Alice solía idealizar sus visiones, aferrándose a posibilidades que aún no se concretaban.

Y Bella…

Bella era solo una humana testaruda que jugaba a ser misteriosa.

Edward chasqueó la lengua y se concentró en la caza. Un ciervo pastaba entre la maleza y, con un movimiento ágil, Edward se lanzó sobre él, terminando con su vida en cuestión de segundos. La sangre caliente calmó la quemazón en su garganta, aunque no le brindó verdadera satisfacción.

Cuando terminó, limpió el rastro carmesí de sus labios y se encaminó de regreso a la mansión.

No esperaba encontrar la escena que lo recibió.


Subió las escaleras con movimientos silenciosos, empujando suavemente la puerta de la habitación donde Hermione pasaba la mayor parte de su tiempo.

Se detuvo en seco.

Rosalie estaba sentada en la cama con Hermione acurrucada contra su pecho, sus delicados dedos deslizándose con ternura a través del cabello rizado de la joven bruja. Hermione parecía completamente relajada, su rostro oculto en la fría piel de Rosalie, respirando con tranquilidad.

Edward sintió una punzada de algo que no supo identificar de inmediato.

Desconcierto.

Celos.

No recordaba haber visto a Hermione tan cómoda con alguien, ni siquiera con él.

—Está bien —la voz suave de Esme lo sacó de su ensimismamiento. Edward se giró y vio a su madre adoptiva observándolo con una expresión cálida—. Volvió a recaer. Su temperatura subió y Rosalie llegó temprano. Como Carlisle estaba en una operación importante, ella fue quien la revisó.

Edward miró de nuevo a Hermione.

—¿Y ahora…?

—Hermione se relajó con el frío de Rosalie —explicó Esme—. Y bueno… creo que Rosalie se ha encariñado con ella.

Edward presionó los labios. Rosalie nunca había sido la más acogedora con los humanos, pero algo en Hermione había despertado un instinto protector en ella.

Desde ese día, todo cambió.


Edward tenía que compartir su tiempo con Hermione.

Rosalie comenzó a buscar cualquier oportunidad para “robarla”, como solía decir Emmett entre risas.

La llevaba de paseo por la mansión, arreglaba su cabello con un cuidado casi obsesivo, e incluso elegía ropa para ella, tratándola como si fuera una delicada muñeca de porcelana. Hermione no parecía quejarse, aunque en más de una ocasión Edward notó la leve sonrisa divertida que cruzaba sus labios cuando Rosalie la peinaba con demasiada dedicación.

Emmett también lo notó y solía hacer pucheros exagerados.

—¡Ya no me quiere! —protestaba, dramático, cruzando los brazos—. ¡Hermione me robó el amor de mi novia!

Edward no pudo evitar reírse. A pesar de su irritación con Rosalie, ver a Emmett tan exagerado siempre le resultaba gracioso.

Pero la verdad era que Edward extrañaba sus momentos a solas con Hermione.

Sí, era egoísta.

Pero no le importaba.

Cada conversación que compartían, cada vez que Hermione le hablaba con más confianza, cada vez que dejaba salir pequeñas sonrisas… esos eran momentos que Edward atesoraba más de lo que quería admitir.

Pero ahora Rosalie estaba allí. Siempre.

Intentó recuperar su tiempo con Hermione, pero incluso Emmett le advertía que Rosalie no lo dejaría tan fácil.

—Buena suerte, hermano —le dijo Emmett con una palmada en el hombro—. Mi Rosie es más terca que tú.

Edward suspiró, pero no se rindió.


También tuvo que aprender a darle espacio a Hermione de otra manera.

Rosalie y Emmett no tardaron en señalar lo obvio:

—Pareces un acosador, Edward —dijo Rosalie con una ceja en alto—. No es lindo ni romántico, solo perturbador.

—Déjala dormir sin que estés acechándola como un psicópata —agregó Emmett, divertido—. A las chicas no les gusta eso.

Edward frunció el ceño.

—No la acecho.

—Ajá, claro. —Emmett rodó los ojos—. Solo la observas durante horas mientras duerme, sin su conocimiento.

Edward chasqueó la lengua y cruzó los brazos, pero la verdad era que tenían razón.

No quería asustar a Hermione ni que lo viera como alguien extraño o invasivo.

Así que, aunque le costó, comenzó a darle su espacio.

No se quedó velando su sueño. No entraba a su habitación sin razón. No se dejaba llevar por la tentación de asegurarse de que estaba bien cada segundo del día.

Y aunque era difícil, se sintió… bien.

Hermione parecía más relajada con él. Más abierta.

Y eso, al final, era lo único que importaba.

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