
Tan real como tu
El repiqueteo de la lluvia contra los ventanas de la mansión Cullen comenzó a amainar, pero el ambiente dentro de la casa seguía tan tenso como si una tormenta se hubiera quedado atrapada entre sus muros. Edward estaba reunido con su familia en la espaciosa sala, con los muebles elegantes y la luz tenue dándole a la escena un aire solemne. Hermione dormía en la habitación de invitados, pero incluso en su ausencia, su presencia se sentía como un misterio sin resolver.
Carlisle fue el primero en hablar, su voz tranquila pero con una nota de inquietud.
—Es extraño que escriban sobre mí —comentó, cruzando las manos sobre sus rodillas.
—Y si se trata de los Vulturi? —preguntó Rosalie, con el ceño fruncido.
Edward vio a su hermana cruzarse de brazos, su expresión dura pero con una pizca de preocupación. No le gustaba la idea de que algo o alguien pudiera representar una amenaza para su familia.
—No lo creo —respondió Carlisle con seguridad—. Los Vulturi no dejarían a un humano vivo si supiera de nuestra existencia. Y Hermione... ella parece saber demasiado.
Jasper intervino, su mirada analítica fija en el lugar donde Hermione había estado antes.
—Se comporta como un soldado —dijo, pensativo—. Evalúa las salidas, observa con atención cada movimiento. No es el tipo de persona que simplemente tropieza con información prohibida.
Esme, con su naturaleza maternal, suspir con preocupacin.
—Y aún así, hay una delicadeza en ella... Algo frágil.
—Pues lo más raro —intervino Emmett con su tono despreocupado— es que sabe lo que somos y no nos tiene miedo. Y además, se relajó cuando supo quién es Carlisle. Eso no es normal.
Hubo un momento de silencio en la sala mientras todos asimilaban lo que Emmett había señalado. Para los humanos, el conocimiento sobre los vampiros solía ir acompañado de un instinto de supervivencia que los hacía temerlos. Hermione, en cambio, parecía haber encontrado alivio al descubrir que estaban frente a Carlisle Cullen.
—Cuando despierte —dijo finalmente Carlisle—, podremos buscar más respuestas.
Edward no esperaba más. Sabía que Hermione necesitaría comida cuando despertara, así que se dirigió a la cocina, donde Esme pronto lo siguió para ayudarle. Aunque ninguno de ellos necesitaba comer, ambos trabajaron en silencio, preparando algo ligero y fácil de digerir.
Horas después. Las densas nubes de Forks cuando Hermione volvió a despertar. Edward ya estaba en la habitación, con una bandeja de comida lista para ella.
Se acercó con cuidado, notando el leve temblor en sus manos cuando tomó los cubiertos.
—Gracias —murmuró Hermione antes de empezar a comer con movimientos mecánicos, sin realmente prestar atención a lo que llevaba a la boca.
Edward la observó en silencio. No fue hasta que vio cómo se limpiaba disimuladamente una lágrima que entendió la tristeza contenida en su interior.
—Hace mucho que no comía algo más que setas y corteza de pino —susurró, con una sonrisa débil, pero sin alegría.
Eso le rompió el corazón —que no tenía—, aunque su pecho estuviera vacío de vida. Hermione había pasado por mucho, y ni siquiera sabía exactamente qué.
Carlisle entró en la habitación poco después, tomando asiento en un sillón cercano, su mirada comprensiva pero inquisitiva.
Hermione dejó los cubiertos y se dirigió a él con determinación.
—Sé que necesitas respuestas —dijo—, pero apenas las tengo.
—Aún conservamos algunas de tus cosas —intervino Esme con suavidad, acercándole una caja de cartón.
Hermione la tomó con manos temblorosas, revisando su contenido hasta que extrajo una pequeña moneda de oro, algo estropeada. Edward la vio vacilar antes de cerrar los dedos alrededor del objeto y hacer una pregunta que cambió el ambiente por completo.
—¿Los Vulturi les han hablado sobre las brujas y los magos?
Hubo un instante de absoluto silencio antes de que Alice bufara con incredulidad.
—Por favor, ¿magia? —soltó, cruzándose de brazos—. Esto es ridículo.
Pero Carlisle no se mostró tan escéptico.
—He oído algunas historias —dijo, con la mirada fija en Hermione—. Pero siempre las tomé como mitos. Nunca he conocido a ninguno.
Hermione asintió lentamente.
—Eso puede deberse a temas políticos —respondió, evitando entrar en detalles—. Pero yo... yo soy una bruja.
La palabra flotó en el aire, densa y cargada de significado.
—¿Bruja? —repitió Emmett, arqueando una ceja—. Pero no eres verde ni tienes verrugas.
Hermione alzó una ceja con humor, a pesar del cansancio en su rostro.
—Y tú no tienes colmillos, ni ojos rojos, y, sin embargo, sigues siendo un vampiro.
Emmett soltó una carcajada, rompiendo parte de la tensión en la habitación.
Carlisle, sin embargo, se mantuvo enfocado en lo importante.
—Dijiste que la moneda te trajo aquí. ¿Cómo?
Hermione bajó la mirada al objeto en su mano antes de responder.
—Yo la hice. Quería viajar a los bosques de Forks en algún momento, así que creé esto como un prototipo. No pensé que funcionaría hasta ahora. Estaba en Inglaterra, en un bosque… y luego, de repente, estaba aquí.
Hubo un murmullo de asombro entre los Cullen.
— ¿Así que la magia es real? —preguntó Edward, con una mezcla de fascinación e incredulidad.
—Tan real como ustedes —respondió Hermione con seriedad.
Carlisle se acercó, considerando la información antes de hablar.
—Puedes quedarte con nosotros el tiempo que necesitas —dijo, con la misma calidez que siempre demostraba—. Pero aún es muy pronto para que intentes moverte demasiado.
Hermione avanzando con la voz entrecortada, un atisbo de alivio en sus ojos.
Cuando Edward salió de la habitación, dejando que descansara, sintió el peso de lo que acababan de descubrir. Hermione Granger no solo era un misterio, sino que era la llave a un mundo completamente nuevo.