El último suspiro de la noche

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El último suspiro de la noche
Summary
Se sentó en el viejo catre, abrazándose las rodillas. Cerró los ojos y trató de ignorar el eco de la voz de Harry en su mente."Es solo hasta que pueda volver con él."Se repitió una y otra vez.Pero no podía evitar sentir que esa posibilidad se alejaba cada vez más.. . .Antes de que pudiera moverse, otro hechizo golpeó su bolsillo trasero.Hermione sintió un tirón desgarrador en su interior. Un remolino la envolvió. El mundo desapareció.Y Hermione Granger se desvaneció en el aire.. . .Detuvo el auto por un momento, frotándose el puente de la nariz, intentando encontrar las palabras correctas.Entonces, algo cambió.El bosque denso, iluminado únicamente por la luz de la luna, se rasgó con un destello brillante. Un remolino apareció de la nada, retorciendo el aire como una tormenta en miniatura.Un grito. Agudo. Desgarrador. Edward giró la cabeza bruscamente justo a tiempo para ver algo—o alguien—caer desde la nada.
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Ecos en la Tormenta

La lluvia de Forks repiqueteaba contra los ventanales de la casa Cullen, una melodía constante que llenaba el ambiente con su murmullo incesante. Afuera, la neblina envolvía el bosque como una presencia etérea, ocultando los árboles en sombras difusas.

En el interior, la familia entera había decidido no asistir a la escuela. La presencia de Hermione, su inesperada llegada y su frágil estado de salud los mantenían en vilo. Edward, en particular, se encontraba inquieto. Desde el momento en que Hermione había abierto los ojos, no había querido separarse de ella.

Alice, sin embargo, no compartía la misma opinión.

—Bueno, ya despertó, ¿no? —dijo Alice con ligereza, apoyándose contra el respaldo del sofá con los brazos cruzados—. Entonces puede irse.

Edward escuchó su comentario incluso mientras se encontraba en el bosque, alejándose momentáneamente para cazar. Pero la voz de Alice lo seguía, sus pensamientos se filtraban en su mente con fastidio y frustración.

¿Por qué nos estamos complicando tanto? Ni siquiera sabemos quién es.

Fue tal la insistencia de su hermana que el resto de la familia comenzó a molestarse. Rosalie rodó los ojos, Jasper apenas levantó la vista de su libro, y Esme, con su paciencia habitual, simplemente suspiró.

Cuando Edward regresó, encontró a Esme dentro de la habitación donde descansaba Hermione. Con sumo cuidado, la matriarca Cullen retiraba los monitores y el suero que aún la mantenían conectada a su recuperación.

—¿Cómo te sientes, querida? —preguntó Esme con dulzura.

Hermione parpadeó con pesadez, su piel aún pálida, pero ya no tan frágil como la noche anterior.

—Mejor… —respondió con voz rasposa, intentando moverse por sí misma.

Edward apareció a su lado en un instante.

—No te esfuerces —le advirtió con suavidad, colocando una mano firme pero cuidadosa en su brazo.

No iba a permitir que caminara sola. Sabía, por lo que había escuchado de Carlisle, que aún tenía costillas rotas que tardarían en sanar. Sin dudarlo, la levantó con facilidad en sus brazos. Hermione no protestó, pero tampoco reaccionó al contacto helado de su piel, lo que Edward encontró inusual. La mayoría de los humanos se estremecían al primer toque de un vampiro.

La llevó hasta la sala de estar, donde el resto de la familia ya la esperaba. La sentó con cuidado en uno de los sofás más cómodos, asegurándose de que estuviera bien apoyada.

Carlisle se acercó y le dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Te estás recuperando bien, Hermione. No habrá secuelas graves siempre y cuando te mantengas bien alimentada y cuides de ti misma.

Hermione asintió lentamente, pero su expresión cambió casi de inmediato. Sus ojos viajaron hacia la ventana, observando la lluvia golpear con fuerza el cristal.

—Necesito irme —susurró.

El aire en la habitación cambió de inmediato.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, Alice dio un pequeño salto en su asiento, sonriendo con obvia satisfacción.

—¡Oh, por fin! Sí, claro, eso es lo mejor —exclamó.

El ambiente, ya tenso, se volvió aún más pesado.

Esme, siempre amable, giró bruscamente la cabeza hacia Alice y, con un tono inusualmente severo, le dijo:

—Alice, guarda silencio.

El impacto fue inmediato. Edward vio cómo Alice abría los ojos con incredulidad, y por un momento pareció que iba a protestar. Pero antes de que pudiera hacerlo, Carlisle la interrumpió con voz firme.

—Alice, contrólate.

La mandíbula de Alice se tensó, pero no dijo nada más. Con una expresión de molestia, se dejó caer en el sofá y cruzó los brazos.

Carlisle volvió su atención a Hermione.

—Entiendo que te sientas incómoda. Pero antes de que decidas irte, quiero preguntarte algo.

Hermione se removió, inquieta.

—¿Recuerdas algo de lo que pasó? ¿Cómo llegaste aquí?

Edward observó con atención cómo su expresión cambiaba. Hermione bajó la mirada, jugueteando con los bordes de la manta que Esme le había colocado sobre las piernas.

—Tengo una idea… —dijo con cautela—, pero… no estoy segura de que tenga sentido.

Edward sintió un nuevo muro levantarse en su mente. Antes, podía escuchar sus pensamientos con claridad, aunque caóticos y llenos de angustia. Ahora, nuevamente, todo lo que percibía era un estático vacío.

Era como si supiera que él la estaba escuchando.

Carlisle no la presionó.

—Está bien. No tienes que contarnos nada si no quieres.

Hubo un silencio momentáneo antes de que Carlisle volviera a hablar.

—Si quieres, podemos llamar a algún familiar por ti.

Edward notó cómo el cuerpo de Hermione se ponía rígido. Sus hombros se tensaron y su respiración se volvió más superficial.

—Si no tienes a dónde ir —intervino Esme con gentileza—, puedes quedarte aquí mientras te recuperas. Nosotros podemos llevarte a donde necesites cuando te sientas lista.

El silencio que siguió fue incómodo.

Hermione tragó saliva y desvió la mirada.

—Agradezco su hospitalidad… —dijo lentamente—. Mi nombre es Hermione Granger.

La forma en que pronunció su nombre era distinta a la que Edward estaba acostumbrado en los humanos. Como si llevara un peso, como si su identidad significara mucho más de lo que ellos podían entender.

—Y les agradezco mucho a ustedes y a su… aquelarre —continuó.

La palabra pareció helar el aire.

Edward sintió la tensión inmediata en la habitación. No solo porque Hermione había usado un término inusual para referirse a ellos, sino porque parecía hacerlo con plena conciencia de su significado.

Carlisle se quedó en silencio por un momento antes de preguntar con calma:

—¿Cómo sabes sobre eso?

Pero Hermione pareció ignorar su pregunta. Sus ojos, llenos de un brillo repentino, se dirigieron directamente a Carlisle con una expresión mezcla de asombro y respeto.

—¿Tú eres Carlisle Cullen? —preguntó con cautela—. ¿El Carlisle Cullen?

La forma en que lo dijo hizo que la familia intercambiara miradas.

—¿Te refieres a mí? —respondió Carlisle con una leve sonrisa, tratando de aligerar la situación.

Pero Hermione no se relajó.

—O… ¿debería llamarte Stregone Benefico?

El impacto fue inmediato.

Edward escuchó la respiración de Hermione volverse errática, pero al mismo tiempo, percibió algo extraño en ella: relajación.

Como si de alguna manera, ese nombre le ofreciera consuelo.

Carlisle frunció el ceño.

—¿Cómo sabes ese apodo?

Hermione se removió en su asiento.

—He leído sobre ti.

No dio más detalles.

Después de un largo momento, suspiró y se disculpó.

—Lo siento. Sé que ustedes prefieren referirse a sí mismos como una familia… y no como un aquelarre.

Esme, quien había permanecido en silencio todo este tiempo, fue quien decidió intervenir.

—Está bien, querida. No tienes que explicarnos nada ahora. Lo importante es que te recuperes.

Edward asintió levemente y se puso de pie.

—Voy a llevarte de vuelta a la habitación —anunció.

Hermione, aún con algo de reticencia, permitió que Edward la ayudara a incorporarse.

Mientras la guiaba escaleras arriba, Edward se dio cuenta de algo.

Hermione no era una humana común y corriente.

Y él estaba decidido a descubrir por qué.

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