
Prólogo
Viktor jamás imaginó que iría a la universidad. Su única esperanza era ganar la beca del 100% que ofrecía La Academia, la universidad más prestigiosa de Piltóver. Cuando recibió la carta de aceptación junto con la confirmación de que él había sido el ganador de la beca, creyó que era un sueño. Su familia entera celebró con entusiasmo; hubo una fiesta y cientos de buenos deseos. Viktor pensó que nada podría superar aquel momento.
Pero estaba muy equivocado.
Todo comenzó el primer día de clases, durante la orientación.
La primera vez que Viktor vio a Jayce en la universidad, quedó fascinado por su apariencia. Parecía irradiar un brillo propio, como si el sol lo mirara directamente. Y cuando finalmente tuvieron la oportunidad de hablar, de convivir y conocerse realmente, Viktor supo que estaba perdidamente enamorado. Si por él fuera, podría escucharlo hablar durante horas sin cansarse jamás. En su mente, Jayce era simplemente perfecto.
—Creo que te amo.
Las palabras escaparon de los labios de Viktor durante una de sus habituales sesiones de estudio.
Por un momento de pánico, solo pudo ver cómo el rostro de Jayce se teñía de rojo mientras dejaba de hablar abruptamente. Viktor sabía que su relación era imposible, que un omega como Jayce jamás podría querer a un alfa como él. En su mente, esa idea era un hecho innegable.
Por eso, las palabras que salieron de la boca de Jayce fueron sorprendentes.
—Es bueno saber que el sentimiento es mutuo.
Ese fue el día en que su relación comenzó. La primera noche que pasaron juntos en el dormitorio de Jayce. La primera vez que el aroma a madera quemada y pan de muerto se mezcló con la madera húmeda y la leche dulce.
Conocerse fue sencillo; enamorarse, aún más. Tenían tanto en común, pero al mismo tiempo eran tan distintos que parecían complementar perfectamente el uno al otro en todos los sentidos. Eran perfectos juntos.
Lástima que, por un tiempo, Viktor fue el único que pudo verlo así.