
Chapter 2
Cuando Viktor ingresó a la Academia Universitaria de Piltóver, no se sorprendió de que la mayoría de sus compañeros de clase fueran niños ricos que solo esperaban heredar la empresa de sus familias. Puede que la Academia fuera una universidad de renombre en ciencias y política, pero seguía siendo el lugar donde las familias adineradas mandaban a sus hijos a estudiar.
La mayoría de los alumnos sin beca solían burlarse de aquellos que dependían de una para continuar en la escuela. Como Viktor tiene una beca del 100%, muchos solían menospreciar su trabajo y prácticamente cualquier cosa que hicese. No es que le importara, simplemente le resultaba irritante. Se volvía aún más molesto cuando se metían con su estatus como alfa, como si, a sus ojos, no fuera digno de portar dicho título.
Por alguna razón que no podía entender, muchas de estas personas carecían del decoro de mantener sus feromonas a un nivel tolerable; en lugar de eso, las esparcían por todo el lugar de forma completamente abrumadora.
Muchas de sus clases terminaban con el salón impregnado por el olor de estos estúpidos alfas, y con varios de sus compañeros omegas al borde de vomitar o sufrir un golpe de calor. Viktor sentía algo de compasión por ellos; si para él podía ser abrumador, no podía imaginar cómo sería para el género opuesto.
En momentos como esos, realmente envidiaba a los beta.
Por todas estas y otras mil razones más, jamás pensó que encontraría el amor en un lugar como este. Aunque en realidad nunca le había dado demasiada importancia a su vida amorosa. No era algo que realmente le interesara. Para él, el romance y el cortejo, en muchas ocasiones, caían en frivolidades de las que prefería prescindir. No necesitaba a alguien para "completar su vida" ni escuchar todas esas tonterías que sus padres o hermanos solían decirle.
Así que imaginen su sorpresa el día que se topó con Jayce Talis.
A simple vista, el hombre parecía un alfa como cualquier otro que asistía a la universidad. Los rumores sobre él no se hicieron esperar; la mayoría solía asumir que Talis era una especie de playboy que se había ganado su lugar en la escuela a base de la riqueza de su familia, que todos los fines de semana salía de fiesta y se llevaba a un omega o beta a la cama con él.
Sin embargo, para Viktor, esos rumores nunca fueron reales.
Fue durante el primer día de clases que lo vio por primera vez: piel bañada por el sol, una sonrisa perfectamente imperfecta y un aroma tan sutil pero tan adictivo que lo hizo desear más de él.
Viktor nunca consideró la posibilidad de salir con otro alfa, pero si fuera con Jayce, entonces creía que no le importaría. Esta idea se consolidó aún más cuando lo vio participar en clase y cómo competían por el derecho a resolver ecuaciones. Esa mente suya, que a veces parecía ir a mil por minuto, terminó de sellar su repentino enamoramiento por el otro “alfa”.
Lo único malo es que el tipo era casi imposible de encontrar fuera de clase, además de que era como un reloj: llegaba justo cuando iniciaba la clase y se iba tan rápido como terminaba. Viktor se preguntaba adónde se dirigía con tanta prisa. Intentó preguntarles a otros alumnos, pero, para alguien tan popular entre el alumnado, parecía un total desconocido en realidad.
Fue poco antes de los primeros parciales cuando Viktor se dirigía a la biblioteca para estudiar un poco. Sabía que podía hacerlo en casa, pero con sus hermanos corriendo por todos lados y siendo simplemente adolescentes, estudiar a veces se volvía imposible. El joven estaba tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que alguien estaba a punto de entrar por la misma puerta.
Con un ruido sordo, los dos hombres se toparon, haciendo que ambos cayeran al suelo. Los papeles salieron volando por todos lados y, como si fuera una película romántica, sus miradas se encontraron por una fracción de segundo entre todo el alboroto. Los dos se quedaron mirándose mutuamente, lo que pareció una eternidad, antes de recuperar la compostura.
—Carajo, lo siento muchísimo —se disculpó el moreno—. No estaba viendo por dónde iba.
—No te disculpes, no eres el único.
Comentó Viktor mientras trataba de recoger sus papeles y su bastón. Al ver esto, Jayce de inmediato tomó el bastón de Viktor y se lo entregó antes de continuar con el desastre que había causado su pequeño encuentro.
—Creo… que vamos a tener un problema —dijo Jayce, frunciendo el ceño ante la pila de papeles en sus manos—. Nuestras notas se mezclaron, no sé qué es tuyo y qué es mío.
Viktor, al ver esto, decidió tomarlo como una oportunidad. Tal vez fuera algo atrevido, pero en su mente, el que no arriesga no gana.
—Tal vez podamos separarlo juntos. Además, asumo que, al igual que yo, estás aquí para estudiar —comentó Viktor—. Tal vez podríamos hacerlo juntos y luego ir por un café. Claro, solo si te apetece.
Por fuera, el joven alfa sonaba despreocupado, pero por dentro estaba hecho un manojo de nervios. La encarnación del sol en la tierra estaba frente a él, y prácticamente lo acababa de invitar a una cita o al menos, eso pensaba, una cita en sus propios términos. Poco sabía que el otro “alfa” estaba en la misma posición que él.
—Claro, eso sería genial.
Conforme pasó el ciclo escolar, la relación entre ambos jóvenes fue creciendo rápidamente. Descubrieron muchas cosas el uno del otro. Viktor sufría de problemas musculoesqueléticos y de un asma moderada, tenía un estilo de humor bastante oscuro, junto con cientos de comentarios sarcásticos para casi todo. Por su parte, Jayce no era originario de Piltóver, dependía de una beca para estudiar, tenía un trabajo de tiempo completo para pagar la escuela y sufría de una lesión en la rodilla que lo obligaba a usar una férula ortopédica.
Tal vez lo más sorprendente fue descubrir que no era un alfa.
El descubrimiento fue hecho por accidente. En el futuro sería una historia graciosa, pero en su momento fue algo mortificante.
—Ey, Viktor, no voy a poder asistir a nuestras sesiones de estudio toda la próxima semana.
—Ok, ¿puedo saber por qué? —preguntó Viktor sin alejar la mirada de su libro.
—Emmm… bueno… es que… va a ser mi calor.
El joven alfa seguía sin ver a Jayce, sin notar el claro nerviosismo en su compañero.
—Bueno, mi más sentido pésame. Aunque con lo popular que eres, no dudo que haya varios omegas dispuestos a pasarlo contigo —esto lo dijo con un toque de amargura en su voz.
—No… Viktor… yo no… no soy un alfa.
—¿Entonces por qué tienes un calor? Los beta no suelen tenerlos. —Como un balde de agua fría, la realización le llegó a la mente— ¡Eres un omega!
Al decir esto, Viktor volteó a ver a Jayce tan rápido que el omega temía que sufrirá un latigazo cervical. La sorpresa era clara en su rostro.
—Realmente no pareces uno… —murmuró el alfa, lo que hizo que Jayce se sintiera sumamente cohibido—. ¡No es que eso sea algo malo! Sólo que los omegas no suelen verse como tú… ¡lo cual está bien, solo es sorprendente! ¿Sabes? Por supuesto que lo sabes… yo solo… creo que debería callarme…
Al ver bien la cara de Jayce, Viktor se dio cuenta de que había cometido un tremendo error. El omega parecía a punto de llorar, su aroma había cambiado a algo claramente amargo y sus mejillas estaban completamente rojas. Tomándose un segundo para reacomodar sus pensamientos, Viktor respiró hondo y se quitó su suéter para ofrecérselo a Jayce.
—Me disculpo por ese arrebato, me tomaste por sorpresa —intentó sonar lo más amable posible—. No hay nada malo en que seas omega o no luzcas como uno, creo que eres perfecto tal y como eres.
Ante esto, Jayce parecía relajarse. Aún parecía que iba a llorar y tenía las mejillas sonrosadas, pero su aroma lechoso con olor a nuez y cacao había vuelto.
—Toma, puedes tener mi suéter. Sé que tu familia no está en la ciudad y tal vez pueda servirte de algo.
Con una pequeña sonrisa, Jayce tomó el suéter y lo olió, disfrutando de la esencia de té negro y libro nuevo. Tal vez para cualquiera esto sería un claro ejemplo de cortejo, pero para estos dos, el acto fue meramente “platónico”. Aunque ambos deseaban que fuera algo más que eso.
—Gracias.
A lo largo del primer semestre, Viktor y Jayce estuvieron cortejando sin estar cortejando. Jamás dejaron en claro que querían salir el uno con el otro, pero ambos hacían pequeñas acciones con la esperanza de que el contrario se diera cuenta de sus sentimientos.
Siempre que Jayce tenía tiempo libre, lo pasaba con Viktor, ya fuera estudiando o simplemente disfrutando de su compañía. Cuando estaban juntos, el tiempo parecía detenerse; sus conversaciones eran estimulantes y, por primera vez, Viktor sentía que alguien lo entendía por completo. Se apoyaban mutuamente en sus días malos, cuando sus cuerpos o mentes parecían rendirse, y el otro siempre encontraba la forma de reconfortarlo y hacer que todo fuera un poco mejor. Era casi como si compartieran una conexión invisible que les permitía saber cuándo se necesitaban.
Durante meses, las amigas de Jayce se sintieron frustradas cada vez que su amigo les hablaba de ese "increíble e inalcanzable alfa". Para cualquiera que los viera desde fuera, era evidente que estaban saliendo: Jayce solía oler a Viktor y Viktor siempre le daba sus bufandas. Pero, en la mente de la joven pareja, su relación seguía siendo algo meramente platinico.
Por fortuna, todo cambió a principios del segundo semestre.
Fue en una de sus típicas sesiones de estudio, en uno de esos raros días en los que Jayce no tenía que trabajar el fin de semana. Ambos llevaban casi toda la mañana en la biblioteca trabajando en sus proyectos para la próxima evaluación. Viktor creía que el universo estaba jugando con él, ya que la luz de la tarde decidió entrar por la ventana. Tal vez era el exceso de cafeína, pero por un momento estaba más que seguro de que Jayce estaba brillando. El omega no paraba de hablar sobre teoremas matemáticos y prototipos para cualquier cosa a la que debería estar prestando atención.
Sin siquiera pensarlo, Viktor dijo:
—Creo que te amo.
Por un momento de pánico, solo pudo ver cómo el rostro de Jayce se teñía de rojo mientras dejaba de hablar abruptamente. Viktor sabía que su relación era imposible, que un omega como Jayce jamás podría querer a un alfa como él. En su mente, esa idea era un hecho innegable.
Por eso, las palabras que salieron de la boca de Jayce fueron sorprendentes.
—Es bueno saber que el sentimiento es mutuo.
Ambos se miraron a los ojos por un momento, completamente enrojecidos pero increíblemente felices. Con una pequeña risa nerviosa, se tomaron de la mano y continuaron con sus estudios, aún sonrojados. Lo único que podían pensar era que, si esto era un sueño, esperaban que nunca terminara.
Ese fue el día en que su relación comenzó oficialmente.
Las cosas empezaron a ponerse curiosas cuando, una semana después, Viktor decidió anunciar al final de la cena familiar que había conseguido un novio.
—Por cierto, se me había olvidado mencionar —comentó mientras se levantaba para retirarse—. Estoy cortejando a un omega, su nombre es Jayce, prácticamente emos estado saliendo unos 4 meses. En todo caso, tengo bastante tarea que hacer, así que me retiro. Gracias por la cena, Vander.
Con esto dicho el joven se levanto de la mesa, lavo los platos que había utilizado y se dirigió su habitación al final del pasillo.
Sin que el joven alfa lo notase, toda la mesa se detuvo por completo, tratando de asimilar la bomba que el miembro más pragmático de su familia acababa de soltar. No fue hasta que escucharon que Viktor cerraba la puerta de su habitación que el caos se desató.
—¿¡QUÉ CARAJOS FUE ESO!?
—¿Desde cuándo Viktor se ha interesado en alguien?
—Probablemente lo conoció en la universidad.
—Eso significa que probablemente sea completo imbécil.
—Vamos, todos conocemos a Viktor. Él jamás saldría con alguien que no considere interesante.
—A ver, niños, paren —fue la fuerte voz de Vander la que hizo que las cosas se calmaran—. No podemos juzgar a alguien que ni siquiera conocemos.
—Vander tiene razón —secundó Silco—. En todo caso, hay que confiar en que Viktor sepa poner límites y sepa respetarse a él mismo y a este chico, Jayce.
Puede que los padres estuvieran actuando tranquilos, pero también estaban preocupados. Sabían que su hijo mayor es capaz de cuidarse por sí mismo, pero Viktor jamás había salido con alguien, sin mencionar que suele ser algo ajeno a ciertas señales sociales. Estaban preocupados de que alguien se aprovechara de esto y le hiciera daño a su cachorro.
Los niños solo querían que su hermano mayor estuviera a salvo. Puede que Viktor ya fuera el mayor en edad, pero fue el último en unirse a su gran familia, así que solían ser algo sobreprotectores. Con una sola mirada, todos acordaron que tendrían que vigilar a este supuesto “novio”. Si alguien quería meterse con su hermano mayor, primero tendrían que pasar sobre ellos.
Y así es como todo comenzó.