
Dulce introducción al caos
Con la revelación de lo que ahora era un problema para el duo convineron en tanto conseguian resolver el problema que mantendrían su cercanía lo estrictamente necesario, afortunadamente compartian todas las clases en las que debian usar magia como tal, así que convinieron que Hermione intentaria sentarse siempre que pudiese con Theo y Malfoy junto a Zabini, aquello no le agrado demasiado a Hermione por la evidente desventaja que suponia no estar ante la cercanía de sus amigos pero no podrían hacer nada mas, necesitaba su magia y cuanto mas cerca de Malfoy estuviese esta actuaria mejor, por lo menos hasta que tuviesen el fin de semana disponible para su investigación conjunta en la que Ginnny ayudaria tambien bajo promesa de no contarselo a Harry ni a Ron, la pelirroja propuso simplemente pedirle ayuda a los padres de Malfoy despues de todo era una familia con influencia y de seguro no querrian ver a su hijo cerca a una bruja como ella, pero en cuanto los tres Slytherin intercambiaron miradas supieron que no era una opción el por qué quedo como una incognita que Hermione se propuso averiguar eventualmente, cuando Theo propuso acudir a McGonagall o Snape Hermione y Draco se negaron de tajo no sabrian cual podría ser la reacción de sus jefes de casa y no querían posiblemente arruinar el ser premio anual en especial Hermione.
La profesora Aurélie Dumont caminó por el aula con su elegante porte, observando a sus alumnos con una leve sonrisa.
—Hoy trabajaremos en duelos en pareja. Dos contra dos —anunció, su acento francés marcando cada palabra—. Quiero ver estrategia, trabajo en equipo y, por supuesto, creatividad.
Draco alzó los ojos hacia Aurélie y se cruzó de brazos para contemplarla por el tiempo que pudiese hacerlo sin ser notado, confiado en que le tocaría con Theodore o Zabini. Pero su arrogancia se evaporó cuando Aurélie continuó repartiendo nombres.
—Malfoy y Granger.
Un murmullo recorrió el aula. Hermione frunció el ceño. Draco le lanzó una mirada que decía ni en mil años. Pero Aurélie ya se había girado para emparejar a los siguientes.
Hermione se acercó con los labios apretados.
—No arruines esto, Malfoy.
—Por favor, Granger —murmuró Draco, ajustándose las mangas de la túnica con suficiencia—. Lo único que voy a hacer es ganar, Hermione solo alzó la vista con un suspiro y se posicionó junto a Malfoy
El duelo comenzó. Hermione y Draco, aún sin coordinarse del todo, lograban defenderse bien. Pero entonces, en un instante de sincronización perfecta, Hermione conjuró un Protego justo cuando Draco lanzó un Expelliarmus. La fuerza del hechizo no solo desarmó a su oponente… envió a Dean Thomas varios pasos hacia atrás. Más del doble de lo normal.
Aurélie levantó las cejas, visiblemente impresionada.
Draco sintió la chispa de la satisfacción recorriéndole la columna. Tal vez Granger no era tan inútil después de todo.
Hermione, por otro lado, estaba procesando otra cosa. Su magia no era tan fuerte. Y la de Draco tampoco. ¿Por qué juntos habían logrado eso?
Intercambiaron una mirada. Algo no estaba bien. O quizás sí lo estaba?
Hermione inspiró hondo, sin apartar la mirada del Gryffindor que estaba recuperándose al otro lado de la sala. La fuerza del Expelliarmus potenciado había sido inesperada, pero no iba a perder el tiempo preguntándose por qué. No cuando tenía una oportunidad perfecta para experimentar.
—Mi turno —susurró, con la emoción de un nuevo descubrimiento reflejada en su tono.
—Granger, no estamos en la biblioteca —murmuró Draco, pero su sonrisa arrogante no desapareció.
Hermione ignoró la burla. Alzó su varita y apuntó ahora hacia Seamus Finnigan que aún estaba armado. Su mente repasó un hechizo más avanzado, uno que no solo los haría ver superiores, sino que además le podría dar mas claridad sobre lo que estaba ocurriendo con su magia.
—Oppugno.
Las plumas sobre los escritorios cercanos temblaron y se alzaron en el aire. Hermione había usado el hechizo antes: las plumas debían simplemente perseguir al oponente, lo suficiente para distraerlo, pero inofensivas en su esencia.
Esta vez, no fue así.
Las plumas flotaron un segundo en el aire… y luego se endurecieron. Sus bordes se afilaron como cuchillas y salieron disparadas con una fuerza que Hermione jamás había presenciado.
El duo de Gryffindor apenas tuvo tiempo de levantar un Protego. El impacto fue tan fuerte que el escudo vibró, como si estuviera conteniendo una ráfaga de dardos invisibles.
Un murmullo recorrió la clase. Hermione se quedó quieta, sintiendo aún el eco de la magia en su varita. Algo estaba mal.
O… no mal. Diferente.
Draco soltó una risa baja y apreciativa.
—Vaya, Granger. No sabía que tenías tanta agresividad reprimida —murmuró Draco, con una sonrisa ladeada, sus ojos recorriéndola con un nuevo tipo de interés, como si acabara de descubrir algo fascinante en ella—. Y debo admitir que te sienta bastante bien.
Hermione frunció el ceño. Ella no era agresiva. Ese no era su estilo. Sus compañeros de casa parecian estar a salvo y un tanto impresionados pero parecian no estar disgustados o heridos por fortuna.
Pero Draco sí. Lo había hecho antes, más veces de las que le gustaba admitir. Como aquella vez en tercer año, cuando casi le rompe la nariz a un Hufflepuff con un Flipendo solo porque le empujó en los pasillos. O cuando, en quinto, envió a un Ravenclaw a la enfermería tras un Expulso exageradamente fuerte durante un duelo escolar.
Giró la cabeza apenas un poco y lo vio ahí, a su lado, demasiado cerca. Sus energías aún resonaban en el aire entre ellos.
Fue entonces cuando lo entendió.
La magia no solo se fortalecía cuando estaban juntos.
Se influenciaban mutuamente.
"Y si eso era cierto… Hermione sintió un escalofrío recorrerle la espalda, en principio de miedo, que se transformo rapidamente en una sensación extraña, peligrosa, como si algo dentro de ella se hubiera despertado. Algo oscuro. Algo poderoso. Y lo peor es que no le disgustaba. Draco, a su lado, sonrió con la arrogancia de quien acaba de descubrir un arma secreta. La ventaja que podrían sacar de ello era potencial. Giró apenas el rostro hacia Hermione, encontrándola ya mirándolo. Había algo en su expresión—en la curva satisfecha de sus labios, en el brillo febril de sus ojos—que le hizo pensar en peligro, en poder. En deseo.
Su propia sonrisa se ensanchó, casi lasciva, y para su sorpresa, Hermione no apartó la mirada. Había complicidad en ese gesto, en esa pequeña victoria compartida que solo ellos entendían y que nadie mas presenciaba o eso creía Draco.
—Cinco puntos para Gryffindor y cinco mas para Slytherin —anunció Aurélie, con un tono neutro que no engañó a Draco.
Cuando desvió la mirada hacia la profesora, la vio con la mandíbula apenas tensa, los labios apretados en una línea fina. No estaba molesta, pero… Celosa?
Se permitió fantasear con aquella suposición y sintió un retorcido placer al notar aquello. Oh, esto podría ser divertido.
En cuanto terminó su comida, durante la cual Hermione no perdió la oportunidad de disculparse con Dean y Seamus por su "agresiva" actuación, ambos se apresuraron a asegurarle que estaban más impresionados que ofendidos. Aquello le brindó cierto alivio, aunque la inquietud no tardó en regresar. Se dirigió a la biblioteca con determinación.
Había algo en todo ese asunto que, aunque la había hecho sentir poderosa por un instante, no podía permitirse ignorar. No era correcto.
Se adentró en la sección de encantamientos y tomó varios tomos sobre magia avanzada, conexiones mágicas y teorías sobre la sinergia entre magos. Un buen punto de partida. Llevaba unos treinta minutos inmersa en su lectura cuando sintió la presencia de alguien tras ella.
Draco recorrió con la mirada la pila de libros sobre la mesa, deteniéndose brevemente en cada título: Vínculos Arcanos: Teoría y Práctica de la Magia Compartida, La Resonancia Mágica y su Influencia en los Encantamientos, Hechizos Gemelos y Simbióticos: Cuando la Magia se Entreteje, Magia de Sangre y Pactos Ancestrales… Sin embargo, lo único que ignoró deliberadamente fue el libro que Hermione sostenía en sus manos.
Hermione, al notar su escrutinio, cerró el tomo con fuerza, intentando cubrir el título con su brazo.
Magia Oscura y su Atracción.
Draco alzó una ceja antes de dejarse caer en la silla junto a ella con una expresión de malicia evidente.
—No te culpo, Granger. La fama de mi familia me precede —comentó con fingida indiferencia mientras cruzaba una pierna sobre la otra con su característico aire de elegancia. Sin pedir permiso, tomó la pluma con la que Hermione pretendía tomar apuntes y la giró entre sus dedos con pereza.
—Lo que hiciste con esas plumas fue impresionante, de verdad. No puedo imaginar qué más serías capaz de hacer… —Su sonrisa adquirió un matiz de suficiencia—. Mientras estés a mi lado, por supuesto.
Con una naturalidad exasperante, tomó un libro al azar y lo atrajo hacia sí con aire despreocupado.
—Es un pesar que estés buscando la manera de deshacerlo tan rápido.
Hermione apretó los labios.
—No me apetece estar ligada a ti de ninguna forma, Malfoy. Y no deberías subestimarme. Es evidente que tú tampoco quieres ningún tipo de vinculación conmigo.
Draco se llevó una mano al pecho con dramatismo.
—¿Y qué hay de nuestra alianza, Granger? Creí que compartíamos nuestras penas… —Hizo una mueca exageradamente triste—. Me has roto el corazón.
Hermione resopló con fastidio.
—Es improbable romper algo que no existe, Malfoy.
Por un instante, la expresión de Draco se tensó, pero se recuperó de inmediato. Se recargó en el respaldo de la silla con una ceja arqueada.
—Debo admitir que me agradas más así, Granger, cuando te pones en modo defensivo. Lo conviertes en un duelo… —Sonrió con sorna—. Divertido, como siempre.
Hermione se cruzó de brazos, exasperada.
—Si no vas a ayudar, Malfoy, al menos no interrumpas mi esfuerzo por sacarnos de este embrollo.
Draco giró la pluma entre sus dedos con aire pensativo.
—No lo llamaría embrollo, Granger. No me digas que no te da curiosidad saber hasta dónde podríamos llevar esto… —Hizo un leve movimiento con la pluma, señalando el espacio entre ellos.
Hermione sintió un repentino calor en su rostro y lanzó una maldición mental.
Draco chasqueó la lengua con deleite.
—Tus modales, Granger. Una chica buena como tú no debería maldecir.
Hermione frunció el ceño. Estaba segura de no haber pronunciado palabra alguna. O al menos eso pensaba.
—¿Dónde está tu curiosidad académica? —preguntó Draco, adoptando de nuevo su actitud retadora.
Hermione señaló los libros esparcidos frente a ella.
—¿Qué crees que estoy haciendo, Malfoy? ¿Acaso crees que estoy explorando una futura carrera como bibliotecaria y clasificando textos?
Draco entrecerró los ojos con un destello travieso en la mirada. De manera casi inmediata, una imagen se coló en su mente: Hermione en una biblioteca, con un uniforme entallado y una falda demasiado corta, subiendo a una escalera para alcanzar un libro en el estante más alto…
Tuvo que sacudir la cabeza y carraspear, despejando la fantasía antes de que se hiciera demasiado vívida.
—Está bien que investigues, Granger. No esperaría menos de ti. Pero considéralo… No, mejor dicho, tendrás que hacerlo, porque esto también me involucra. Cualquier cosa que se te ocurra hacer al respecto, la consultarás conmigo primero.
Hermione suspiró con indignación.
—Contrario a lo que piensas, Draco, reconozco que esto —señaló el espacio entre los dos con cierta irritación— te involucra. Y tu advertencia, que inútilmente intentaste hacer pasar por una petición, sobra. Obviamente, cualquier resultado de mi investigación te lo haré saber. Aunque me basto por mí misma, sería amable contar con que tú también te empeñaras en buscar respuestas.
Draco resopló.
—Por supuesto, así será. Solo intento aclarar algunas lagunas mentales para enfocarme y no perder el tiempo… —Echó un vistazo con desdén a la multitud de libros—. Aunque, en nombre de esta bonita relación que esta emergencia ha creado, tengo una solicitud.
Hermione enarcó una ceja.
—Debe ser algo que necesitas mucho, Draco. No hay manera de que llames "bonito" a cualquier cosa que nos relacione.
Draco levantó las manos en señal de rendición y sonrió con fingida inocencia.
—Culpable. Para el partido de hoy… podrías estar lo más cerca posible del campo.
Hermione lo miró con incredulidad.
—¿Qué sugieres, Malfoy? ¿Vas a llevarme en tus hombros todo el partido?
Draco puso los ojos en blanco.
—Por Merlín, no. Eso me restaría agilidad, y el reglamento no lo permite. Solo digo que, si te posicionaras en un lugar central, podría moverme con más confianza.
—No.
—¿No qué?
—No lo haré. Se te olvida que mis afectos están muy lejos de Slytherin.
Draco suspiró con exageración.
—Estoy apelando a tu buena voluntad.
Hermione sonrió con frialdad.
—La buena voluntad se da a quienes están dispuestos a tenerla con uno mismo. No recuerdo ninguna muestra de buena voluntad de tu parte hacia mí. De hecho, hacia nadie desde que te conozco, Malfoy.
Draco la miró con interés.
—¿Qué quieres, Granger?
Hermione abrió la boca para responder, pero se detuvo.
—No hay nada que yo pueda querer de ti —respondió con firmeza.
Pero en su mente, una fugaz duda la golpeó.
¿O sí?
Draco sonrió, su expresión tornándose peligrosamente astuta.
—Encuéntrame en la salida del túnel antes de que comience el partido. Estoy seguro de que tu cabecita encontrará algo que yo pueda proveer.
Se puso de pie con su característico aplomo y desapareció por el pasillo con pasos firmes.
Hermione lo siguió con la mirada. Aún molesta, pero con la persistente sensación de que, pese a todo, no podía negar que había algo en Draco Malfoy que…
No. No iba a terminar ese pensamiento.
Sacudiendo la cabeza, regresó la mayoría de los tomos y seleccionó cuatro para el fin de semana. Antes de salir, se dirigió a la sección de Quidditch. No porque necesitara nada de Draco Malfoy… pero nunca estaba de más estar preparada.
Durante la cena, Hermione hojeaba un pergamino que resumía su investigación de esa tarde sobre las tácticas de Quidditch, aunque en realidad no le importaban mucho. Su mirada se desvió disimuladamente hacia la mesa de Slytherin, donde Draco Malfoy hablaba con su equipo.
Se sorprendió al no saber en qué momento, al parecer, había decidido ayudar a Malfoy. Solo había un problema: ¿cómo asegurarse de que ella estuviera lo suficientemente cerca para que funcionara? La ubicación central bastaría. De ser así, ¿cómo podría llegar hasta un lugar que estaba reservado solo para profesores? Pese a ser premio anual, no se atrevería a tanto. Su respuesta se dibujaba frente a ella en la forma de su mejor amiga.
—Ginny —dijo Hermione con tono casual—, necesito sentarme en la barrera entre Ravenclaw y Slytherin durante el partido.
La pelirroja dejó su tostada a medio comer y la miró con el ceño fruncido.
—¿Perdón?
—Para fines académicos —agregó Hermione rápidamente—. Estoy estudiando estrategias de juego para mi ensayo sobre el impacto del Quidditch en la toma de decisiones bajo presión.
Ginny parpadeó, claramente desconcertada.
—¿No puedes simplemente preguntarle a Oliver Wood por eso?
—Oliver Wood no está aquí.
Hermione suspiró, cruzándose de brazos.
—Está bien, ¿qué quieres a cambio?
Ginny sonrió.
—Quiero que convenzas a McGonagall de darme permiso para ensayar con el equipo más horas en el campo.
Hermione vaciló. Si había algo que podía lograr, era eso.
—Hecho.
Hermione se disculpó antes de subir a la posición central en las gradas como le había indicado Ginny. Era el lugar justo frente a donde se sentaban los profesores y al cual tenía acceso el único relevo de los equipos. Una Ravenclaw de tercer año llamada Alice McMillan permanecía sentada allí, pero el espacio sería suficiente para las dos. Ginny le había entregado una pequeña bola parecida a una Bludger que le permitiría el acceso a aquel espacio. Se dirigió a la boca del túnel cuando vio que los dos equipos ya estaban en formación en el campo, a excepción del capitán de Slytherin. Se asomó intentando no ser vista y, cuando supuso que Draco quizá ya estaba en el campo, fuera de su alcance, se retiró, pero un cuerpo tan duro como una pared la detuvo. Draco la miraba con una ceja alzada y una sonrisa de diversión le cubría el rostro.
Ginny tenía razón: el maldito imbécil lucía demasiado bien con el uniforme de Quidditch.
—Sabía que te encontraría aquí, Granger. Debo asumir que tenemos un trato —le extendió la mano.
—Haré lo mejor que pueda, pero debo decir que debí investigar por mi cuenta. No sé por qué pensaste que bastaría con mi ubicación. ¿Acaso no estudian tácticas de Quidditch?
Draco optó por extender su brazo en su totalidad, cerrando el espacio entre Hermione y él mientras la empujaba suavemente contra la pared del túnel.
—Conozco demasiadas técnicas, Granger, y te aseguro que no solo de Quidditch.
Se quedaron en silencio un instante. Demasiado cerca. Demasiada electricidad en el aire.
Entonces, una voz interrumpió la tensión al aclararse la garganta.
—Herm... Señorita Granger, ¿qué hace en los túneles de los jugadores?
Hermione parpadeó y se giró. Charlie estaba ahí, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—Creo que le esperan en el campo, señor Malfoy —añadió, su mirada fija en Draco con una intensidad protectora que hizo sonreír a Hermione. Se tomó un segundo para evaluar la situación. Charlie sonaba molesto. ¿Celoso, tal vez?
Con una expresión traviesa, Hermione acercó levemente su cuerpo hacia Draco y apoyó la mano en su pecho con teatralidad.
—Tranquilo, profesor —dijo con una sonrisa felina—. Solo conversaba con el capitán del equipo contrario. Es simple cordialidad.
Charlie entrecerró los ojos, pero Draco, captando el juego de inmediato, no perdió la oportunidad de añadir con su tono más engreído:
—En efecto. Solo hablábamos… de tácticas.
Hermione disfrutó cada segundo, hasta que Draco tomó su escoba y salió al campo. Lo último que escuchó antes de retirarse hacia el lugar señalado por Ginny fueron los vítores en cuanto Draco debió haber aparecido sobre su escoba y a Charlie apretando la mandíbula mientras cruzaba a su lado.
Desde su lugar en las gradas, Hermione se mordió el labio. El plan tenía grietas. Draco, volando a gran velocidad, se alejaba y su magia parecía no responder de la misma manera. Podía verlo girar la cabeza hacia ella, frustrado.
Malfoy está perdiendo concentración, pensó Hermione.
Y entonces lo vio: una Bludger iba directo hacia él.
Hermione se aferró a la barandilla. No podía lanzar un hechizo en medio de todos, pero podía intentarlo sin varita. Se concentró en la sensación de Draco cerca de ella, en la corriente mágica que los conectaba.
Apenas pudo respirar cuando Draco volvió a girar sobre su escoba, recuperando el control con la facilidad de alguien que había nacido para volar. La Bludger pasó de largo, golpeando uno de los postes del estadio con un estruendo sordo.
Hermione sonrió
Pero él no tenía tiempo para celebraciones.
Cho estaba en movimiento.
La buscadora de Ravenclaw se inclinó sobre su escoba, una sombra de fuego y determinación mientras aceleraba. Hermione no necesitaba ver la Snitch para saber que la había encontrado.
Draco maldijo. Se lanzó en picada.
Los corazones en el estadio se detuvieron cuando ambos buscadores descendieron en un ángulo imposible, el viento rugiendo a su alrededor.
—¡VAMOS, CHANG! —rugió la tribuna de Ravenclaw.
—¡MALFOY, MÁS RÁPIDO! —gritó Theo, de pie sobre el asiento.
Hermione apenas pudo mantenerse quieta. No había planeado esto. Draco estaba demasiado lejos de ella y su magia no respondía con la misma fuerza. Pero aún podía intentarlo.
Cerró los ojos, se concentró en la conexión. En la sensación de Draco, su magia, su furia competitiva.
A través del campo, Draco sintió el tirón sutil en su pecho. No necesitó volverse para saber que era Granger.
El cosquilleo familiar de su magia se encendió.
Y entonces, se movió.
Un repentino impulso de velocidad lo catapultó hacia adelante. La Nimbus rugió bajo su agarre, cada fibra de su cuerpo encendida con energía.
Cho lo sintió. Empujó su escoba al límite, alargando la mano.
Los dedos de Draco rozaron algo dorado.
Un aliento contenido en el estadio.
Y entonces, el puño de Malfoy se cerró en torno a la Snitch.
Por un segundo, hubo un silencio absoluto.
Después, el rugido ensordecedor de Slytherin explotó en el aire.
Draco alzó la Snitch por encima de su cabeza, su pecho subiendo y bajando con la adrenalina. Su sonrisa era pura arrogancia, pura satisfacción.
Desde las gradas, Hermione dejó escapar un suspiro, sintiendo la electricidad recorrerle la piel.
Él la buscó con la mirada.
Ella ya lo estaba mirando.
Y esta vez, fue Draco quien sonrió.
Tras el barullo de la celebración en la sala común de Slytherin y en cuanto Draco pudo zafarse del empalagoso agarre de Pansy, se dirigió al campo de Quidditch por el túnel que se extendía desde las mazmorras. Para su sorpresa—o quizá no, porque parecía que la conexión que compartía con Hermione guiaba sus pasos sin que él lo notara—ella estaba allí, sentada en el mismo lugar donde solo podían estar los relevos de los equipos.
No tenía su Bludgerkey. No debería poder acceder a ese espacio, pero ahí estaba.
Draco se detuvo en el centro del campo y silbó.
Hermione levantó la cabeza y, tras un instante de duda, se puso de pie. No corrió hacia él, pero tampoco lo evitó. Caminó con la misma determinación con la que enfrentaba un duelo, y en cuestión de segundos, estaban frente a frente, bajo la tenue luz de las antorchas que aún iluminaban el estadio vacío.
—Parece que encontraste algo que pude darte a cambio —murmuró Draco, con una media sonrisa.
Hermione frunció los labios. No quería admitir que la escena con Charlie había sido su motivación, aunque, en realidad, ya había decidido ayudar a Malfoy incluso antes de eso.
—Con un “gracias” basta, Malfoy —dijo, alzando la barbilla—. De todas formas, todavía estás en deuda conmigo.
Draco soltó una risa seca. Aún tenía el cabello húmedo después de la ducha, y la adrenalina del partido todavía vibraba en sus venas. No podía negar que Hermione había sido clave en su desempeño, aunque jamás lo admitiría en voz alta.
—¿Te das cuenta de lo que logramos hoy? —dijo Hermione, cruzándose de brazos—. Si perfeccionamos esto, podríamos ser imparables.
—¿Te refieres a la magia o a los celos del profesor Weasley?
Hermione entornó los ojos.
—Juraría que la profesora Dumont también estaba bastante satisfecha con tu desempeño durante su clase, Malfoy.
Se sostuvieron la mirada, ninguno cediendo terreno. Había algo en la tensión entre ellos, una chispa latente que se avivaba cada vez que se desafiaban.
Entonces, Draco dio un paso adelante.
Hermione no se movió.
El aire se volvió denso.
Draco alzó una mano y, con deliberada lentitud, apartó un mechón de cabello de su rostro, sus dedos apenas rozando su piel.
Hermione sintió el cosquilleo eléctrico de su magia recorriéndola, la misma sensación de antes, en el partido.
Draco inclinó la cabeza, su aliento cálido contra su mejilla.
—Dime, Granger —susurró, su voz en un murmullo bajo—, ¿sentiste eso también? Otrora tiempo Draco podría sentirse asqueado ante la mera cercanía pero sin importar que habia cambiado no quería alejarse de Hermione.
Hermione no respondió. O tal vez no podía. Porque, en el instante en que Draco pronunció esas palabras, la misma corriente mágica que había sentido en el partido se intensificó, envolviéndolos en un latido invisible que pulsaba entre ellos.
Draco dejó caer su mano, pero esta vez, fue Hermione quien acortó la distancia. No porque quisiera estar más cerca de él, sino porque necesitaba confirmar lo que su cuerpo ya sabía.
Con la yema de los dedos, rozó su muñeca.
El aire pareció cargarse de electricidad.
Draco contuvo el aliento. La conexión vibró entre ellos trayendo algunos flashbacks de la noche en que bebieron de mas.
Algunos recuerdos parecian nítidos: el desafío en sus miradas, las palabras susurradas en la penumbra, la sensación de estar atrapados en algo que no comprendían del todo, pero que los hacía más poderosos juntos.
Hermione apartó la mano bruscamente, como si se hubiera quemado.
—Esto… no es normal —murmuró.
—Qué lo es en el mundo mágico?, observándola con cautela—. Pero podríamos usarlo a nuestro favor.
Hermione alzó la vista, desconfiada.
—¿Cómo?
Draco esbozó una media sonrisa, con ese aire de suficiencia que siempre la sacaba de quicio.
—Piensa, Granger. Si estamos juntos todo el tiempo podríamos perfeccionar esto sin levantar sospechas.- Solo hay una manera de fingirlo a los ojos de los demás
Hermione entrecerró los ojos.
—¿Estás sugiriendo que…?
—Que finjamos estar juntos —completó él, con naturalidad—. Una relación amorosa justificaría nuestra cercanía. Nos daría libertad para practicar esto sin que nadie se entrometa.
Hermione chasqueó la lengua.
—Oh, claro. Porque nadie encontraría extraño que Hermione Granger y Draco Malfoy, después de seis años de insultos y peleas, de repente sean la pareja del año.
—Creerán lo que queramos que crean —replicó él con ligereza—. Además…
Se inclinó apenas, lo suficiente para que su nariz tocará la de ella en un roce que pareció un accidente… pero que no lo fue.
Hermione se quedó inmóvil.
—También tendría otros beneficios —continuó Draco en un tono casual, como si no estuviera desafiándola con cada palabra—. A Dumont no le disgustaría la idea de que su alumna estrella esté con su alumno favorito. Y Charlie Weasley… bueno, digamos que no se veía muy indiferente cuando nos vio juntos.
Hermione sintió una punzada de frustración. Lo peor era que tenía razón. Charlie la había mirado como nunca antes, como si por primera vez la viera como una posibilidad y no solo como su hermanita menor. Y Dumont, a pesar de su compostura, también había reaccionado.
—Es una locura —susurró, pero ya estaba calculando los beneficios en su cabeza.
Draco sonrió, porque entendió que ya la tenía atrapada en la idea.
— ¿Entonces? —susurró, sin apartarse.
Hermione cerró los ojos un segundo. La inundaba la sensación de estar junto a Draco, la manera en que la magia fluía entre ellos como una corriente viva, poderosa, indomable. Era peligroso, sí, pero también embriagador. Tal vez, después de todo, había algo en ella más allá de la chica lista con respuestas correctas y libros bien ordenados. Tal vez, por primera vez, no quería ser solo la estudiante ejemplar, la mejor amiga confiable, la bruja brillante a la que todos respetaban pero nadie miraba de verdad.
Tal vez quería ser vista. Y, si para eso tenía que hacer un pacto con el diablo de Slytherin, que así fuera.
Sabía que estaba a punto de tomar una decisión imprudente.
—Está bien —dijo al fin—. Pero que quede claro: esto es un acuerdo estratégico.
—Por supuesto —asintió Draco, divertido—. Solo negocios, Granger.
Y aunque esas fueron las palabras que reafimaron su ya existente pero desconocido pacto, ambos sabían que lo que acababa de ocurrir entre ellos—la magia, la tensión, la electricidad latente—tenía muy poco de estratégico.
Y nada de seguro.