
A través de la trampilla
En los días siguientes miraba todos los días ya la mesa de los profesores para asegurarse de que Dumbledore seguía en el castillo. Los exámenes pasaron rápido y Harriet estaba segura de que tendría buenos resultados.
Hacía mucho calor, en especial en el aula grande donde se examinaban por escrito. Les habían entregado plumas nuevas, especiales, que habían sido hechizadas con un encantamiento antitrampa.
También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick lo llamó uno a uno al aula, para ver si podía hacer que una piña bailarina claqué encima del escritorio. La profesora McGonagall quería que convirtieran un ratón en una caja de rapé. Harriet no quiso intentarlo, a pesar de que no le agradaban las ratas, parecía algo cruel con el animal y le confundía dónde iba su conciencia cuando se transformaba en un objeto. McGonagall no estaba feliz pero le dio otros hechizos para intentar. Snape trataba de ponerlos nerviosos a todos, respirando sobre sus nucas mientras trataban de recordar cómo hacer una poción para olvidar. Harriet creía que lo hizo tan bien como Draco, ya que ambas pociones tenían el mismo color.
Harriet se sentía muy satisfecha por cómo lo había hecho, tratando de hacer caso omiso de las punzadas que sentía en la frente. Millicent parecía molesta porque Harriet no podía dormir por las noches. La verdad era que se despertaba por culpa de las pesadillas, que cada vez se volvía peor, porque una figura encapuchada parecía chorreando sangre.
El último examen era Historia de la Magia. Fue el examen más fácil, pudo recordar sin problemas las fechas y nombres. Pasaría una semana hasta que recibiera los resultados de los exámenes.
—Eso ha sido mucho más fácil de lo que pensé —comentó Harriet, cuando se reunió con Theo cerca del lago y se dejaron caer bajo un árbol.
—No necesitaba haber estudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 —dijo Theo.
—Basta de repasos, quiero descansar de los exámenes —dijo Draco.
—Me encantaría salir a volar ahora —dijo Harriet.
—Ni siquiera yo puedo hacerlo sin que el equipo esté presente —dijo Draco.
—¿Te comprarás una escoba para el próximo año? —le preguntó Theo a Harriet.
—Tal vez no estoy segura.
Cerró los ojos por un momento, logró dormirse pero la brisa de primavera logró disipar un poco su dolor de cabeza.
Volvió al castillo más relajado, hasta que escuchó a Ron y Hermione hablar con la profesora McGonagall.
"El profesor Dumbledore se fue hace diez minutos. Recibió una lechuza urgente del ministerio de Magia y salió volando para Londres de inmediato"
Se detuvo por un momento, sintiendo una oleada de ansiedad instalándose en su pecho.
Fred y George estarían en el examen de Encantamientos a esa hora. Los esperaban fuera del aula y tan pronto cómo salieron se acercó a recordarles su trato y pedir el mapa prestado.
Después de la cena, Harriet se sentó en su cama, con las cortinas cerradas. Observando el mapa. Ron y Hermione estaban en la sala común de Gryffindor. Quirrell daba vueltas en su despacho, poco a poco los sonidos se iban apagando lo que significaba que todos deberían estar durmiendo. Quirrell salió de su despacho hacia el tercer piso, pero Ron y Hermione seguían en la sala común.
Sentía el estómago revuelto por los nervios. Deseaba ver que Ron y Hermione se fueran a dormir para estar tranquilos.
Vió en el mapa como la sala común de Gryffindor quedó vacía, sus pasos se dirigieron hacia la puerta cuando aparecieron los pasos de Neville. Después de un momento, los pasos de Neville se detuvieron y Ron y Hermione salieron hacia el corredor.
Harriet tomó su capa de invisibilidad, la daga debajo de su almohada y la colocada en un soporte sujeto a su muslo con dos correas de cuero con hebillas ocultas debajo de su falda. Trató de alcanzarlos guiado por el mapa. Vió a Filch caminando por un pasillo y se detuvo hasta que ya no lo vio, luego continuó su camino hasta el tercer piso. Al llegar revisó el mapa, Ron y Hermione ya no estaban. En el tiempo que le tomó subir desde las mazmorras ellos ya habían entrado.
—Plan B —se dijo a sí misma—. Rhys, Lila.
Dos elfos aparecieron.
—¡Señorita Potter! —exclamaron ambos— ¿Qué hace aquí a esta hora?
—Shhh —los silencios Harriet—. Necesito que avisen a los jefes de casa que varios alumnos entren al corredor prohibido.
Tan pronto como desaparecieron Harriet pensó que no podía esperar tanto, debía alcanzarlos y traerlos de vuelta.
Harriet empujó la puerta.
Cuando la puerta cruzó, oyó unos gruñidos. Los tres hocicos del perro olfateaban en dirección a ella, aunque no podía verlos.
De inmediato comenzó a cantar una canción de cuna.
“Eres mi sol, mi único sol
Me haces feliz cuando el cielo está gris
Nunca sabrás, cariño, cuánto te amo.
Por favor no me quites el sol”
De inmediato los ojos de la bestia comenzaron a caer. Poco a poco, los gruñidos se fueron apagando, se balanceó, cayó de rodillas y luego se derrumbó en el suelo, profundamente dormido.
Se arrastró hacia la trampilla mientras seguía cantando. Podía sentir la respiración caliente y olorosa del perro, mientras se acercaba a las gigantescas cabezas.
Abró la trampilla, miró hacia abajo y saltó a pesar de que no se veía el fondo. Frío, aire húmedo mientras caía, caía, caía y…
¡PAF! Aterrizó en algo mullido, con un ruido suave y extraño. Estaba sentada sobre una especie de planta.
Sacó su varita de su manga izquierda y pronunció:
—Lumus Solem
Creando un destello cegador de luz qué hizo que las plantas se retiraran a causa de la luz y el calor. Retorciéndose y alejándose, se desprendió de su cuerpo.
Se dirigió hacia un pasadizo de piedra que era su único camino. Lo único que podía oír era el goteo de agua en las paredes. El pasadizo bajaba oblicuamente y continuó hasta que pudo ir un tintineo y un crujido, que parecía proceder de adelante.
Llegó al final del pasadizo y vio ante ellos una habitación brillantemente iluminada, con el techo curvándose sobre ella. Estaba llena de llaves con alas que brillaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada puerta de madera.
Tomó una de las escobas que estaban cerca de la puerta y de una patada estuvo en el aire, remontándose entre la nube de llaves. Hasta que observara una que destacaba entre todas, grande, con las alas azules brillantes y con las plumas aplastadas por un lado.
Se lanzó a toda velocidad sobre ella, la llave la esquivaba, se lanzó contra ella a toda velocidad contra la pared y la aplastó con una mano contra la piedra.
Aterrizó rápidamente y corrió hacia la puerta, con la llave retorciéndose en su mano. Lo metió en la cerradura y le dio la vuelta… Funcionaba. En el momento en que se abrió la cerradura, la llave salió volando otra vez, con aspecto de derrotada, pues ya le habían atrapado tres veces.
La habitación siguiente estaba tan oscura que no pudo ver nada. Alumbró el camino con “lumus” pero cuando estuvo dentro, la luz súbitamente inundó el lugar, para revelar un enorme tablero de ajedrez.
Se acercó más para ver a Ron subido al caballo negro y a Hermione en el lugar del alfil.
— ¿Qué demonios creen que están haciendo? —exclamó Harriet curiosa.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —dijo Hermione sorprendida.
—Seguirlos idiotas. Tenemos que salir de aquí, es peligroso.
—No lo entiendes. Snape está buscando la piedra para dársela a quién-tú-sabes —explicaba Ron.
—Snape no está ahí. Vámonos —insistió Harriet.
Ron miró a Hermione, movió su caballo hacia adelante y la reina blanca saltó. Golpeó a Ron con fuerza en la cabeza con su brazo de piedra y el chico se derrumbó en el suelo. La reina blanca arrastró a Ron a un lado. Harriet se acercó, pero le impidieron entrar al tablero. Hermione se movió tres casilleros a la izquierda. El rey blanco se quitó la corona y la arrojó a sus pies. Habían ganado. Las piezas saludaron y se fueron, dejando libre la puerta. Ambas corrieron hacia Ron, parecían desmayados.
—Rhys —pronunció Harriet, pero el elfo no apareció. La única forma de llegar hasta ahí era pasar las pruebas.
Vió que la puerta se estaba cerrando lentamente. Arrojó su capa de invisibilidad hacia Hermione.
—Cúbranse hasta que aparezcan los profesores…excepto Quirrell —gritó mientras corría hacia la puerta antes de que se cerrara por completo. Subió por otro pasadizo mientras alumbraba con su varita.
Un olor desagradable la invadió. Con los ojos entrecerrados debido al olor, vió, aplastado en el suelo frente a ellos, un enorme trol, inconsciente y con un bulto sangrante en la cabeza. Tuvo que pasar con cuidado sobre unas enormes piernas.
Abró la próxima puerta, no había nada terrorífico allí, solo una mesa con siete botellas de diferente tamaño puestas en fila.
Pasó el umbral y de inmediato un fuego se encendió detrás de ella. No era un fuego común, era púrpura. Al mismo tiempo, llamas negras se encendieron delante.
Tomó el papel que está cerca de las botellas para leerlo:
El peligro yace ante ti, mientras la seguridad está detrás,
Dos queremos ayudarte, cualquiera que encuentres,
Una entre nosotras siete te dejarán adelantarte,
Otra llevará al que lo beba para atrás,
Dos contienen solo vino de ortiga,
Tres son mortales, esperando escondidos en la fila.
Elige, a menos que quieras quedarte para siempre,
Para ayudarte en tu elección, te damos cuatro claves:
Primera, Por más astucia que tenga el veneno para ocultarse siempre encontrará alguno al lado izquierdo del vino de ortiga;
Segunda, son diferentes las que están en los extremos, pero si quieres moverte hacia adelante, ninguna es tu amiga;
Tercera, como claramente ves, todas tenemos tamaños diferentes: Ni el enano ni el gigante guardan la muerte en su interior;
Cuarta, la segunda a la izquierda y la segunda a la derecha son gemelas una vez que las pruebas, aunque a primera vista sean diferentes.
Harriet lo leyó lentamente mientras señalaba los frascos. Al terminar de leer ya tenía al elegido. Tomó la más pequeña de las botellas y se enfrentó a las llamas negras.
Era realmente como si tragara hielo. Dejó la botella y fue hacia delante. Durante un momento no pudo ver más que fuego oscuro. Luego se encontró al otro lado, en la última habitación.
Ya había alguien allí.