Harriet Potter, un nuevo comienzo (Primer año)

Harry Potter - J. K. Rowling
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Harriet Potter, un nuevo comienzo (Primer año)
Summary
En un giro inesperado del destino, una joven que ha perdido la vida se encuentra reencarnando en el mágico mundo de Harry Potter, ahora como Harriet Potter, la versión femenina del famoso mago. A diferencia de su predecesor, Harriet no cuenta con la valentía ni la fuerza necesarias para enfrentarse a los desafíos que se avecinan. Atrapada en una lucha interna con su propia depresión, su mayor obstáculo es su incapacidad para creer en sí misma.A medida que avanza en su nuevo entorno, Harriet descubre que la astucia puede ser su mejor aliada. Con la ayuda de nuevos amigos y la magia que la rodea, se embarca en una búsqueda para encontrar su lugar en el mundo y, sobre todo, para aprender a ser feliz. A lo largo de esta travesía, tendrá que confrontar sus miedos y aprender que, a veces, la mayor magia reside en la fuerza para seguir adelante.
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Norberto, el ridgeback noruego

En las semanas que siguieron, Harriet vio desde la distancia que Quirrell se fue poniendo cada vez más delgado y pálido, probablemente es que se le estaba acabando el tiempo y eso lo hacía peligroso. No podía decir a simple vista si Hermione y Ron se habían olvidado de la piedra pero Harriet esperaba que sí.

Decidió enfocar su mente en otras cosas, hizo horarios para repasar y subrayar con diferentes colores sus apuntes; le faltaba menos de 100 dibujos para terminar de ilustrar todas las hierbas y hongos y estaba seguro de poder reconocer todas; visitaba a Hagrid una vez a la semana los viernes y aunque se enteró que Hermione y Ron también lo hicieron algunas veces esperaba que no llevaran muy lejos su curiosidad.

Por suerte solo para Harriet, los profesores les dieron tantos deberes que las vacaciones de pascua no resultaron tan aburridas como las de Navidad. Mucho tiempo libre puede llevar a pensamientos autocríticos y negativos. Pasaba la mayor parte de su tiempo libre recitando los 12 usos de la sangre de dragón o practicando movimientos con la varita. 

Harriet estaba observando por una de las ventanas de la Torre después de su clase de Transformaciones cuando vio a Hagrid yendo hacia su cabaña, con un aire desmañado pareciendo esconder algo debajo de su abrigo de piel topo.

—Los dejo chicos —dijo Harriet mientras se iba corriendo para alcanzar a Hagrid.

—¿No íbamos a ir a la biblioteca? —preguntó Draco.

—Déjala que se vaya —escuchó decir a Pansy.

—Después los alcanzo —gritó mientras desaparecía por la esquina del corredor.

 

Cuando llamaron a la puerta de la cabaña del guardabosques, le sorprendió ver todas las cortinas cerradas. Hagrid preguntó «¿quién es?» antes de dejarle entrar, y luego cerró rápidamente la puerta detrás de ella. En el interior; el calor era sofocante. Pese a que era un día cálido, en la chimenea ardía un buen fuego. Hagrid le preparó té y le ofreció bocadillos de comadreja, que ella no aceptó. 

—Entonces ¿Querías preguntarme algo? Los viernes son los días que siempre vienen.

—Te veías muy sospechoso, escondiendo algo debajo del abrigo —dijo Harriet, sin querer dar más vueltas—. Quería ver si estabas bien.

—Sí, sí. Todo está bien —dijo Hagrid, tirándose con nerviosismo de la barba. 

Harriet notó que miraba de reojo hacia el fuego. Harriet también miró. 

—Hagrid… ¿Qué es eso?

Pero ya sabía lo que era. En el centro de la chimenea, debajo de la cazuela, había un enorme huevo negro. 

—Ah… Eso… eh…

-¡Genial! ¿Dónde lo conseguiste? —preguntó Harriet, agachándose ante la chimenea para ver de cerca el huevo. 

—Lo gané —explicó Hagrid— La otra noche. Estaba en la aldea, tomando unas copas y me puse a jugar a las cartas con un desconocido. Creo que se alegró mucho de librarse de él, si él de ser sincero.

— ¿Qué vas a hacer cuando salga del cascarón? 

—Bueno, estuve leyendo un poco —dijo Hagrid, sacando un gran libro de debajo de su almohada—. Lo conseguí en la biblioteca: crianza de dragones para placer y provecho. Está un poco anticuado, por supuesto, pero sale todo. Mantener el huevo en el fuego, porque las madres respiran fuego sobre ellos y, cuando salen del cascarón, alimentarlos con brandy mezclado con sangre de pollo, cada media hora. Y mira, dice cómo reconocer los diferentes huevos. El que tengo es un ridgeback noruego. Y son muy raros.

Harriet lo escuchaba con el ceño ligeramente fruncido pero con una sonrisa en los labios. Parecía muy satisfecho de sí mismo, y Harriet no quería tener que romper su burbuja.

—Esto es asombroso y me muero de emoción por ver un dragón de verdad —Harriet hizo una pausa y suspiró—, pero leer un poco no será suficiente cuando hablamos de un dragón. Un dragón que crecerá más grande que tu cabaña de madera, escupirá fuego, es peligroso y muy ilegal. 

Pero Hagrid no escuchaba. Canturreaba alegremente mientras alimentaba el fuego.

Harriet esperaba poder ver al dragón nacer, pero sería mejor hablar con los gemelos para deshacerse del dragón. 

De vuelta al castillo, Harriet vio a Ron, Hermione y Neville cerca de la sala de Encantamientos. Se acercó corriendo hacia ellos. 

—Ron —gritó y los tres se dieron la vuelta—. Estoy buscando a Fred y George ¿Sabes dónde están?

—¿Para qué los buscas? —preguntó con el ceño ligeramente fruncido por curiosidad y confusión.

Harriet suspiró profundamente.

—Quiero confesarles mis sentimientos —respondió con sarcasmo llevándose la mano al pecho. La respuesta que pareció enojar a Ron por su mueca de desagrado y confundir a los otros dos.

—No sé dónde están —respondió bruscamente.

—Si los ves diles que los estoy buscando… Hola, Neville —dijo Harriet antes de ir de camino a la biblioteca.

 

Al llegar a la biblioteca, Pansy estaba sentada al lado derecho de Draco y le sonó al verla como si estuviera presumiendo que había ganado un premio. Harriet rodó los ojos y la ignoró. Crabbe y Goyle estaban sentados a su izquierda y en frente.

— ¿Dónde fuiste? —preguntó Draco cuando Harriet se unió sentándose al otro extremo de la mesa. 

—Fui a ver a Hagrid.

—Espero que no hayas traído esa suciedad aquí —comentó Pansy.

—Cierra la boca que nadie está hablando contigo —contestó bruscamente Harriet.

—¿Por qué vas a verlo? —preguntó Draco.

—¡Porque quiero! —dijo simplemente banda por terminada la conversación. 

—Chicos, los ayudo con la tarea —dijo refiriéndose a Crabbe y Goyle.

 

Terminaron sus tareas a tiempo para la cena.

—Me estoy quedando ciega de tanto leer —comentó Harriet frotándose los ojos cuando tropezó con alguien. Se colocó los anteojos para ver qué eran los gemelos.

—Un pajarito nos dijo que nos buscabas…

—Para confesar tus sentimientos…

—Pero lamentamos decirte…

—Que eres demasiado joven para nosotros —decían entre ambos. 

Harriet se tapó la boca mientras reía.

—No soy tan joven —contestó—. Te alcanzo en un rato le dijo a Draco que le frunció el ceño pero se fue.

Los llevó hasta un rincón alejado donde nadie los escucharía.

—Les voy a contar algo pero no pueden decírselo a nadie y necesito su ayuda.

Un momento después estaba de vuelta en la mesa de Slytherin para cenar.

—¿Ahora también los Weasley? —preguntó molesto Draco— ¿Qué has estado haciendo?

—Nada, tengo muchos amigos —Harriet ignoró su mirada enojada y se dispuso a cenar.

 

Una mañana, durante el desayuno, una lechuza le entregó a Harriet una nota de Hagrid. Sólo decía «Está a punto de salir». Draco se acercó para leerla pero Harriet rápidamente la ocultó. Últimamente Draco frunció más el ceño con molestia.

Transformaciones era una clase que no podía saltarse. Harriet estaba distraída toda la clase pensando en el dragón que quería ver nacer. Cuando al final de las clases sonó la campana del castillo, Harriet rápidamente juntó sus cosas y corrió hacia la cabaña de Hagrid.

—Ya casi está fuera —dijo Hagrid cuando entró.

El huevo estaba sobre la mesa. Tenía grietas en la cáscara. Algo se movía en el interior y un curioso ruido salía de allí.

Harriet se acercó más a la mesa y esperó, respirando con agitación.

De pronto un ruido y el huevo se abrió. La cría de dragón aleteó en la mesa. No era exactamente bonito pero sí asombroso. Sus alas puntiagudas eran enormes, comparadas con su cuerpo flacucho. Tenía un hocico largo con anchas fosas nasales, las puntas de los cuernos ya le salían y tenía los ojos anaranjados y saltones. 

Estornudó. Volaron chispas.

—¿No es precioso? —murmuró Hagrid. Alargó la mano para acariciar la cabeza del dragón. Este le dio un mordisco en los dedos, enseñando unos colmillos puntiagudos. 

—¡Bendito sea! Mira, conoce a su mamá —dijo Hagrid.

—¡Es asombroso! Pero ¿Cuánto tiempo tarda en crecer?

Hagrid iba a contestarle, cuando de golpe su rostro palideció. Se puso de pie de un salto y corrió hacia la ventana. 

—¿Qué pasa?

—Alguien estaba mirando por una rendija de la cortina… Era un chico… Va corriendo hacia el colegio.

¡Rayos ! —exclamó Harriet, sabía quién era—. Ya vuelvo.

Corrió hacia el castillo para alcanzarlo.

—¡DRACO! —gritó Harriet para que se detuviera. Logró alcanzarlo cuando entró al castillo y lo arrastró hacia un aula.

— ¿Cuánto viste? —preguntó con la respiración acelerada, sosteniéndola por los hombros.

—Vi un dragón —dijo Draco vacilante, observando de reojo la puerta como queriendo escapar.

Mierda —exclamó Harriet—. No puedes decir nada ¿de acuerdo?

Draco la miró, su ceño fruncido aún presente, pero con un atisbo de curiosidad en sus ojos.

—¿Por qué no me dijiste nada? Creí que éramos amigos.

Harriet respiró hondo, luchando contra la oleada de emociones que la invadían.

—Quiero que seas mi amigo, pensé en lo mucho que te gustaría ver un dragón y después pensé en que no te agradaba Hagrid, ni su cabaña y no quería que dijeras algo descortés sobre él. Como cuando encontré las cocinas en Navidad y no te dije porque pensé que podrías tratar a los elfos como tus esclavos o sirvientes.

—Son sirvientes…

—No, no son TUS sirvientes. Son personas haciendo su trabajo que merecen respeto y no te cuesta nada decir “por favor" y “gracias".

Draco abrió la boca para protestar, pero Harriet continuó rápidamente, su voz cargada de una tristeza inesperada.

—En serio tenía muchas ganas de contarte esto, lo siento.

Un silencio pesado llenó el aula. Draco parecía procesar sus palabras, su expresión endurecida dando paso lentamente a una comprensión, incluso arrepentimiento.

—No diré nada de lo que vi… y ya no trataré mal a Hagrid.

Su expresión apenada era tan adorable que Harriet lo abrazó fuertemente. Draco se puso rígido.

—Gracias —susurró Harriet, soltándolo—. Eres mi mejor amigo… aunque a veces seas un idiota.

Harriet se sintió más aliviada después de la conversación.

— ¿Quieres ver un dragón? —preguntó sonriendo.

Harriet regresó a la cabaña de Hagrid arrastrando a Draco, que estaba un poco reticente, por el brazo.

—Problema resuelto —dijo Harriet presentándole a Draco.

Draco parecía apenado, sin poder mirarlo a la cara.

—Me disculpo por espiar por la cortina y no se lo diré a nadie —dijo Draco.

Hagrid parecía incómodo con la inesperada disculpa. Se aclaró la garganta, rascándose la barba. 

—Eh... sí, Draco. Gracias por... disculparte. No... no te preocupes por eso. 

Por suerte, el dragón interrumpió la incómoda charla con un gruñido suave.

—Debe tener hambre —dijo Hagrid tomando un recipiente de brandy mezclado con sangre de pollo— ¿Quieres verlo? Acércate.

-¡Genial! Es un ridgeback noruego —dijo Draco acercándose.

El pequeño dragón movía la cola mientras bebía su alimento.

Pronto, un alivio palpable se instaló en la pequeña cabaña. Hagrid, aunque inicialmente incómodo, respondió con su habitual bondad, aunque con una contención inusual. Su gesto, una mezcla de aceptación y un leve toque de humor seco, disipó la tensión. La conversación, iniciada con la disculpa, derivó hacia los tipos de dragones. Hagrid, con sus entrañables anécdotas sobre las travesuras de sus animales —un hipogrifo bañándose en el estanque de los tritones, un perro tragón— y Draco, interesado en cada animal, encontraron un terreno común donde la charla fluyó con naturalidad. Harriet, sentada a un lado, observaba la escena con una sonrisa, su lápiz tratando de dibujar al dragón que se movía hacía Draco y Hagrid. La incomodidad inicial se desvaneció, dejando paso a una atmósfera cálida y amigable. La tarde concluyó con risas compartidas, la promesa de una futura visita y la grata sensación de una inesperada amistad que comenzaba a florecer.

Draco salió de la cabaña de Hagrid con una sonrisa radiante, los ojos brillantes de emoción. Apenas podía contenerse.  

—¡Increíble! —exclamó—. Es increíblemente pequeño y es muy fuerte, a pesar de su tamaño. También me contó que tiene escamas que brillan bajo la luz de la luna, tal vez se ven mejor cuando crecen, y que pueden volar a velocidades increíbles.

Sus palabras fluían con entusiasmo, salpicadas de gestos y expresiones que reflejaban su asombro.

—Por eso hablé con los gemelos. Su hermano Charlie, trabaja con dragones. Le pregunté si podría venir a buscarlo.

—Oh —dijo Draco, un poco caído por tener que deshacerse de él. Pero estaba entendiendo. 

 

La semana siguiente apareció alargarse. Varias veces fueron a visitar al dragón por insistencia de Draco. Harriet tuvo que mostrarle su capa de invisibilidad para que no los descubrieran.

Una mañana, Fred y George se acercaron con una carta:

 

Queridos Fred y George:

  ¿Cómo están? Gracias por su carta. Estaré encantado de quedarme con el Ridgeback Noruego, pero no será fácil traerlo aquí. Creo que lo mejor será hacerlo con unos amigos que vienen a visitarme la semana que viene. El problema es que no deben verlos llevando un dragón ilegal. ¿Podrían llevar al ridgeback noruego a la torre más alta, la medianoche del sábado? Ellos se encontrarán contigo allí y se lo llevarán mientras dure la oscuridad. 

Envíame la respuesta lo antes posible. 

Besos,

Charlie.

Se miraron.

Acordaron ir Harriet y Draco con el dragón, ocultos bajo la capa de invisibilidad y los gemelos los esperarían en la torre.

Solo quedaba avisarle a Hagrid.

Encontraron a Fang, el perro cazador de jabalíes, sentado afuera, con la cola vendada, cuando fueron a visitar a Hagrid. Este les habló a través de la ventana. 

—No los hago entrar —jadeó— porque Norberto es un poco molesto. No es nada importante, ya me ocuparé de él. 

Cuando le contaron lo que decía Charlie, se le llenaron los ojos de lágrimas, aunque tal vez fuera porque Norberto acababa de morderle la pierna. 

—¡Aaay! Está bien, solo me ha cogido la bota… está jugando… después de todo solo es un cachorro. 

El cachorro golpeó la pared con su cola, haciendo temblar las ventanas. Harriet y Draco regresaron al castillo con la sensación de que el sábado no llegaría lo bastante rápido.

 

Tendrían que haber sentido pena por Hagrid, cuando llegó el momento de la despedida, si no hubieran estado tan preocupados por lo que tenían que hacer. Era una noche oscura llena de nubes cuando llegaron a la cabaña de Hagrid.

Tenía a Norberto listo y encerrado en una gran jaula. 

—Tiene muchas ratas y algo de brandy para el viaje —dijo Hagrid con voz amable—. Y le puse su osito de peluche por si se siente solo. 

Del interior de la jaula llegaron unos sonidos, que hicieron pensar que Harriet Don Roberto le estaba arrancando la cabeza al osito. 

—¡Adiós Norberto! —sollozó Hagrid, mientras Harriet y Draco cubrían La jaula con la capa invisible y se metían dentro de ellos también—. ¡Mamá nunca te olvidará!

Llegar hasta la torre del castillo sin que los atrapen fue un camino demasiado largo. Era casi medianoche cuando trasladaron la jaula de Norberto por las escaleras de mármol del castillo y siguieron por pasillos oscuros. Subieron una escalera, luego otra. Los gemelos los alcanzaron a mitad de la escalera, uno los ayuda a subir mientras el otro revisaba el mapa por si venía alguien. 

Entonces, un movimiento de pasos por encima de ellos casi los hizo soltar la jaula. Era la profesora McGonagall, lograron ocultarse hasta que escucharon que los pasos se alejaban.

Cuando salieron al frío aire de la Torre, se quitaron la capa, felices de poder respirar bien, Harriet dió un suspiro de alivio.

Esperaron, con Norberto moviéndose en su jaula. 10 minutos más tarde, cuatro escobas aterrizaron en la oscuridad. 

Los amigos de Charlie eran muy simpáticos. Les enseñaron los arneses que habían preparado para poder suspender a Norberto entre ellos. Todos ayudaron a colocar en el huerto para que estuviera muy seguro, y luego estrecharon las manos de los amigos y les dieron las gracias. 

Por fin. Norberto se había ido. 

Harriet cubrió a Draco con su capa invisible, uno de los gemelos le guiño el ojo diciendo que estarían bien mientras desplegaba su mapa.

Bajaron lentamente la escalera, estando alerta por si alguien se cruzaba. Escucharon pasos y se movieron más rápido. Bajaron hacia las mazmorras, la sala común y aún riendo se fueron a sus dormitorios.

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