Harriet Potter, un nuevo comienzo (Primer año)

Harry Potter - J. K. Rowling
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Harriet Potter, un nuevo comienzo (Primer año)
Summary
En un giro inesperado del destino, una joven que ha perdido la vida se encuentra reencarnando en el mágico mundo de Harry Potter, ahora como Harriet Potter, la versión femenina del famoso mago. A diferencia de su predecesor, Harriet no cuenta con la valentía ni la fuerza necesarias para enfrentarse a los desafíos que se avecinan. Atrapada en una lucha interna con su propia depresión, su mayor obstáculo es su incapacidad para creer en sí misma.A medida que avanza en su nuevo entorno, Harriet descubre que la astucia puede ser su mejor aliada. Con la ayuda de nuevos amigos y la magia que la rodea, se embarca en una búsqueda para encontrar su lugar en el mundo y, sobre todo, para aprender a ser feliz. A lo largo de esta travesía, tendrá que confrontar sus miedos y aprender que, a veces, la mayor magia reside en la fuerza para seguir adelante.
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El duelo a medianoche

Harriet muchas veces había intentado saludar a Ron cuando se lo encontraba en los pasillos pero éste parecía ignorarla o evitarla. La única clase que compartían era pociones, así que no tenía muchas oportunidades de encontrarse con él. Sin embargo, las lecciones de vuelo comenzarían el jueves y Gryffindor y Slytherin aprenderían juntos. 

Harriet estaba emocionada por la clase de vuelo. Draco siempre hablaba de lo bueno volando, sobre el quidditch y contaba largas y jactanciosos historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por muggles. Harriet no creía ninguna de esas historias lo que la hacía reír a carcajadas de solo imaginarlo.

Harriet estaba leyendo su copia del profeta durante el desayuno cuando escuchó en la mesa de Gryffindor:

—¡Es una Recordadora! —explicaba Neville—. La abuela sabe que olvidó cosas y esto te dice si hay algo que te has olvidado de hacer. Miran, uno la sujeta así, con fuerza, y si se vuelve roja… oh… —se puso pálido, porque la recordadora súbitamente se tiñó de un brillo escarlata—... es que has olvidado algo…

Neville estaba tratando de recordar qué era lo que había olvidado, cuando Draco que pasaba al lado de la mesa de Gryffindor; le quitó la Recordadora de las manos.

—Draco, si quieres mirarla de cerca tienes que pedir permiso —reprendió Harriet en tono gentil.

Draco le frunció el ceño y dejó rápidamente la recordadora sobre la mesa.

—No sé por qué te comportas así, sólo la miraba —dijo Draco molesto mientras se sentaba a su lado, seguido por Crabbe y Goyle.

—La profesora McGonagall ya se había levantado para regañarte —señaló Harriet que observaba a la profesora volver a sentarse—. ¿Preferías que te lo dijera ella?

Draco resopló pero guardó silencio. 

 

Aquella tarde, a las tres y media, se encontraban en el parque para asistir a su primera clase de vuelo. Era un día claro y ventoso. Las veinte escobas ya estaban alineadas en el suelo. Eran viejas y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.

La profesora Hooch, era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón. 

Cada estudiante se formó al lado de una escoba. 

—Extiendan la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y digan «arriba».

—¡ARRIBA! —gritaron todos.

La escoba de Harriet saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió. 

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hacia la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla. 

Harriet les frunció el ceño cuando Ron y Seamus se rieron cuando la profesora dijo que Draco lo había estado haciendo mal durante todos esos años.

Antes de elevarse en las escobas, Neville subió en línea recta hacia el cielo, asustado.

Harriet se tapó la cara sin querer ver hasta que escuchó un BUM… un ruido horrible y Neville quedó tirado en la hierba. Harriet hizo una expresión de dolor, sintiéndose triste por el pobre niño.

La profesora lo llevó a la enfermería dejando a Gryffindors y Slytherins solos.

Antes de que pudieran marcharse, Draco ya se estaba riendo carcajadas. 

—¿Vieron la cara de ese gran zoquete?

Los otros Slytherins le hicieron coro.

—¡Cierra la boca, Malfoy! —dijo Parvati Patil.

—Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? —dijo Pansy—. Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati.

—¡Miren! —dijo Draco, agachándose y recogiendo algo de la hierba—. Es esa cosa estúpida que le mandó a la abuela a Longbottom.

La Recordadora brillaba al sol cuando la recogió. 

—Trae eso aquí Malfoy —dijo Ron.

Harriet pensó que podía mantenerse neutral y dejarlos pelear. Pero cuando vio la sonrisa de Draco sabía que esto podría terminar mal. 

—Draco, lánzala aquí —dijo Harriet, haciéndole creer que quería jugar. 

Draco la lanzó con fuerza, pensando que jugarían a atraparla. Al tenerla en su mano, Harriet dejó de sonreír y entregó la Recordadora a Hermione, que no había interferido en la pelea.

Draco la miró traicionado y Harriet supo que estaría enojado.

Ron quiso burlarse pero Harriet enojada lo cortó: 

—Cierra la boca —dijo con tono brusco y autoritario. Se mantuvieron callados hasta que volvió la profesora Hooch.

Volaron treinta minutos a pocos metros del suelo hasta que terminó la clase pero Harriet no pudo disfrutarlo. Draco no la miraba. Quiso hablar con él al terminar la clase pero Draco dijo enojado:

—Defendiste a Gryffindors por encima de nosotros.

—No los defendí, ibas a iniciar una pelea y los detuve.

Pero él la ignoró y se fue.

Ya no tenían clases ese día por lo que fue a visitar a Hagrid. Pensó que una taza de té y otro punto de vista la reconfortaría, pero cuando Hagrid oyó lo que sucedió se encontró defendiendo otra vez a Draco. 

—Son una familia de sangre pura pero con el corazón podrido. Siempre lo he dicho.

—Draco no es malo. Es un idiota a veces, en especial cuando está con Gryffindor pero también es divertido y un buen compañero—. Defendió Harriet, molesta.

Al notar esto, Hagrid sirvió otra taza de té y unos pasteles de roca. 

—Dale tiempo a que se le pase —dijo simplemente.

La conversación pronto se desvió a animales mágicos.

Mientras Harriet volvía al Castillo pensaba en qué podía hacer para que Draco la perdonará. Realmente no pensaba que se había equivocado pero aún así se sentía traicionado.

—Pequeña serpiente —. Escuchó una voz familiar. Eran los gemelos.

—¿Estabas en el bosque prohibido?

—¿Rompiendo las reglas tan pronto?

Harriet sonrió.

—Estaba con Hagrid —aclaró. Después de un momento se le ocurrió una idea.

—Chicos… Ustedes están en el equipo de quidditch ¿Cierto?

—Somos golpeadores —respondieron al unísono—. Los mejores que verás.

—Como son miembros del equipo ¿Pueden conseguir un par de escobas para volar fuera del horario de entrenamiento?

—¿Qué planeas pequeña Harry?

—Las clases de vuelo son muy cortas y me gustaría una competencia de buscador con un compañero. Y si dos deportistas tan talentosos me ayudarán a conseguir las escobas…

Harriet vió por sus expresiones que no se arriesgarían. Agregó rápidamente:

—A cambio te diré… el nombre de dos de las cuatro personas que crearon el mapa que siempre usan.

Sus rostros eran de asombro.

—¿Sabés sobre el mapa?

—¿Cómo sabes?

—Lo llaman “el mapa del merodeador” ¿Cierto?. Sus apodos son “Lunático, Canuto, Colagusano y Cornamenta” ¿O me equivoco?

Al ver sus caras de asombro, Harriet no pudo evitar sonreír ampliamente.

—¿Cómo sabes? —preguntaron.

—Ese será mi secreto. ¿Aceptan?

—¿Por qué no los cuatro?—trataron de negociar.

—Porque me gustaría que me prestarán el mapa en algún momento y si se los digo ya no tendré con qué negociar… ¿Aceptan?

—Aceptamos.

Después de acordar el viernes, antes del desayuno, durante cuarenta minutos. Se despidieron.

—Bueno, tenemos que irnos. Lee Jordan cree que ha descubierto un nuevo pasadizo secreto, fuera del colegio. 

—Seguro que es el que hay detrás de la estatua de Gregory Smarmy, que nosotros encontramos a nuestra primera semana.

Ahora, solo quedaba que Draco acepte.

Al volver a la Sala Común, Draco, al verla, frunció el ceño aún molesto.

—Sigues enojado —mencionó Harriet.

—Draco retó a Weasley a un duelo —interrumpió Pansy.

—¿En serio? —preguntó Harriet mientras Draco regañaba a Pansy por contarlo—. ¿No era más fácil pedirle una cita?

—Es broma, es broma —añadió al ver que Draco se enojaba más—. ¿Ya se lo dijiste a Filch?

—¿Por qué se lo diríamos a Filch? ¿Vas a delatarnos? —gruñó Draco.

Harriet estaba confundida. Estaba segura de que así había pasado en el libro.

—Porque si le dices a Filch que escuchaste que unos niños planeaban escabullirse a medianoche y él los encuentra, Gryffindor perderá puntos y probablemente los castiguen —explicó Harriet— ¿O planeabas de verdad ir?

—¿No te molesta que haya retado a tu Weasley a un duelo?—preguntó Draco.

Harriet hizo una mueca de asco que de inmediato ocultó.

—Si quieres meterte en problemas por escabullirte a medianoche es cosa tuya, pero sería mejor meterlos en problemas a ellos.

—Sigo enojado contigo.

—Lo siento, pero me pareció muy cruel lo que dijiste de Neville.

—¿También vas a defender al bebé llorón?

—No, ¿Sabes qué? Puedes decir lo que quieras—contestó enfadada—. Te tenía una sorpresa para disculparme por engañarte para que me pasaras la Recordadora pero ya no quiero hacerlo. Sí quieres comportarte así, adelante.

Se fue enfadada a su habitación. Al entrar, Millicent leía una revista en su cama. Ni siquiera jugar con su gato le hacía pasar el enfado. Le dolía la cabeza de tanto fruncir el ceño. 

—¿Qué pasa? —preguntó Millicent al verla masajear su cabeza.

—Draco es un idiota —dió cómo explicación.

—Como siempre —respondió—. ¿Vamos a cenar?

—Sí… —. Tomó un nuevo libro de su baúl y la siguió.

Era “Las aventuras de Sherlock Holmes” un libro que había leído muchas veces, ahora que tenía uno que le pertenecía a ella y no a la biblioteca, subrayaba las frases que le gustaba con un lápiz mientras comía su cena.

Podía sentir la mirada de Draco sobre ella pero no sería amiga de alguien que tratará así a los demás.

Al terminar de comer, se volteó a mirar a Draco. Sabía que su orgullo no le permitiría dar el primer paso.

—¿Qué? —preguntó Harriet, instándolo a hablar. 

—Oye —comenzó Draco, rascándose la nuca con torpeza—. Lo siento.  No debí burlarme de él.

Harriet no estaba segura de la sinceridad de Draco, pero este podría ser el primer paso para una mejora.

—En el futuro no me gustará que insultes o inicies una pelea sin provocación. Si alguien más inicia la pelea puedes defenderte, pero en ningún contexto uses la palabra “sangre sucia” ¿Estarías de acuerdo con eso?

Harriet sabe que su orgullo se resiste a una expresión de arrepentimiento genuina.

—Está bien —responde con frialdad, su voz apenas un susurro.  La reticencia se manifiesta en su tono monótono, en la falta de contacto visual, y en la brevedad de su respuesta.  No hay una muestra de remordimiento, sólo una aceptación resignada a las condiciones impuestas por Harriet.  Es como si estuviera cumpliendo con un requisito, no expresando un cambio de corazón.

Un silencio incómodo se instala entre ellos.

—¿Quieres saber cuál era la sorpresa? —pregunta tratando de olvidar lo ocurrido. 

Draco la mira. Su reconciliación aún es frágil. 

—Conseguí que nos prestarán dos escobas para volar mañana antes del desayuno ¿Quieres?

—¿En serio? ¿No sería eso en contra de las reglas?

—Técnicamente, dice que no se puede traer escobas no que no podamos pedir prestado. Si nos atrapan diré eso y me disculparé, tal vez perdamos puntos pero creo que valdrá la pena.

—¡Genial!

—Los que nos prestan las escobas son Fred y George Weasley. Así que seas un idiota ¿Sí?

—... No empezaré peleas, pero si me provocan, me defenderé.

—¡Perfecto! —dijo Harriet feliz de haber resuelto el conflicto— ¿Qué pasó con el duelo?

—Ya le dije a Filch —respondió con una sonrisa que Harriet devolvió.

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La mañana siguiente, los cuatro se encontraban en el campo. Harriet tenía el pelo recogido para evitar que volara con el viento en una trenza larga y suelta, con una parte superior del cabello ligeramente recogida y ondulada antes de unirse a la trenza.

Los gemelos acordaron quedarse en el suelo con sus escobas por si alguien necesitaba ayuda. 

Volaron libremente por un momento familiarizándose con las escobas y probando trucos. Harriet sacó peso bolsillo una pequeña pelota amarilla de goma que había pertenecido a su primo pero la encontró mientras limpiaba y se la guardó para ella. Se la mostró a Draco.

—Pierde el que la deje caer.

La lanzó con todas sus fuerzas hacia la derecha de Draco. Estuvieron jugando a lanzar y atrapar durante el tiempo que habían acordado con los gemelos y mientras salían del campo parecía que la pelea de ayer nunca había pasado. Pero antes de salir del campo fueron descubiertos por la profesora McGonagall.

—¿Se puede saber qué significa esto? ¿Cómo se han atrevido…? Se han podido romper el cuello. Los estudiantes de primer año no tienen permitido usar las escobas. Pudieron haberse lastimado, apenas han tenido una clase de vuelo.

—Profesora, lo siento mucho —dijo Harriet queriendo aparecer afligida—. Es mi culpa, las reglas dicen que no podemos traer escobas por eso creí que estaría bien pedir prestado, yo traje a Draco conmigo y le pedí a Fred y George que nos cuidaran. Lo siento mucho.

Harriet agachó la cabeza avergonzada igual que Draco. Los gemelos quisieron defenderlos pero McGonagall los calló.

—Les restaré 10 puntos a cada uno y no quiero que se vuelva a repetir. Ahora vayan al Gran Comedor para el desayuno.

Una vez fuera de su vista, Harriet y Draco se echaron a reír aliviados.

Harriet se quedó a solas con los gemelos para cumplir su parte del trato. 

—Bueno, para cumplir con mi parte. Cornamenta era mi padre, James Potter, se llamaba así porque era un animago, un ciervo. Lunático, era Remus Lupin, uno de sus amigos. Creo que todavía sigue vivo —dijo con indiferencia como contando una historia —. Si le doy los otros dos nombres ¿Me prestarán el mapa en algún momento?

—Hecho —dijeron de inmediato.

—Sirius Black era Canuto y Peter… algo… era Colagusano. Tal vez Hagrid les cuente algo sobre ellos o pueden escribirle a Remus Lupin. Cómo sea —dijo sacudiendo las manos— Mi parte está hecha.

Hablar de este tema la hacía sentir extraña. Había evitado el tema de sus padres con Hagrid para no tener este sentimiento de tristeza. 

 

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Antes de su primera clase del día, Harriet fue detenida por Marcus Flint.

—¡Potter! —la llamó mientras los demás entraban a clase—. La profesora McGonagall me habló de tí.

Harriet arqueó la ceja curiosa.

—Dijo que eres muy buena volando, que podrías ser una buena buscadora. Ahora nuestro buscador es Terence Higgs, pero se gradúa este año. Podría pedir un permiso para que puedas entrenar como su reemplazo.

—¿Solo te habló de mí? Draco estaba conmigo. Tiene más tiempo volando y es muy bueno. Ayer fue solamente la segunda vez que subí a una escoba.

—La profesora McGonagall te mencionó a tí ¿Quieres o no?

—No quiero, me parece muy peligroso. Pero deberías probar a Draco. Es muy bueno, me explicó todo sobre el quidditch y podría ser tu jugador de reserva.

—¿Sabes que no hay otros jugadores de primer año? Estás desperdiciando una gran oportunidad.

—Si, bueno. ¡Qué lástima! —Se despidió con la mano y entró a clase.

 

Uno de los problemas que tenía Harriet al estudiar pociones fue que no podía reconocer los ingredientes. Conocía las propiedades de las plantas y hongos por sus libros, pero cómo podrías reconocer el eléboro, por ejemplo, si nunca lo has visto. Reconoce sus propiedades pero no los distingues de otras plantas. Por eso, como proyecto personal, se dedicó a ilustrar cada planta y hongo que aparecía en su libro “Mil hierbas y Hongos mágicos”, con algunas descripciones para poder reconocerlas.

Estaba coloreando su quinto dibujo a solas en el invernadero cuando una voz la sobresaltó.

—¡Guau, son increíbles! Has captado perfectamente la forma y color de las flores y las hojas.

—Gracias Neville —dijo Harriet sorprendida por el entusiasmo del chico. 

—¿Por qué las dibujas?

—No reconozco la mayoría de los ingredientes de las pociones. Draco me ayuda a buscarlos para preparar una poción, así que los estoy ilustrando para poder reconocerlos. 

— Oh.

Harriet puedo observar que se apagó un poco ante la mención de Draco. 

—Gracias por recuperar mi Recordadora. Sí necesitas ayuda puedes preguntarme. Mi abuelo me enseñó mucho sobre botánica, ahora cuido un pequeño invernadero que me dejó —dijo con más entusiasmo. 

Harriet más entusiasmada le entregó su cuaderno de dibujos. 

—¿Puedes corregirlo? Escribí su nombre común y el científico pero me cuesta describirlos —entregándole su lápiz continuó—. Solo características físicas o que sirve para reconocerlos mejor.

Después de unos minutos tenía detalles más precisos de todos los dibujos que había hecho y que no se encontraban en los libros.

—¡Guau! Es muy útil —exclamó sorprendida— ¿Puedo pedirte que revises los demás dibujos que haré? Puedes negarte si te parece demasiado. 

—No, me encantaría ver los demás dibujos.

Ese momento fue el comienzo de una amistad iniciada por un proyecto en común.

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