
El profesor de pociones
Harriet se miraba al espejo antes de salir de su dormitorio compartido. A pesar de que no planeó terminar en Slytherin, le gustaba cómo se veía con el verde de su uniforme perfectamente arreglado. Su cabello oscuro caía por debajo de los hombros, rozando apenas la curva de su cintura en ondas suaves y naturales. Una trenza fina a cada lado de la cabeza enmarcaban su rostro y se unían en la parte de atrás de la cabeza. El flequillo le caía sobre la frente, ligeramente sobre los ojos.
Se sonrió en el espejo. Si tía Petunia la viera ahora se enojaría llamándola ostentosa, superficial, vanidosa. Pero así es como siempre quiso arreglarse.
Los murmullos la siguieron desde el momento en que salió del dormitorio. Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponían de puntillas para mirarla, o se daban la vuelta en los pasillos, observándola con atención.
—Allí, mira.
—¿Dónde?
—Con los de Slytherin.
—¿La de gafas?
—¿Es una niña?
—¿Has visto su cicatriz?
Harriet les sonrió para que sepan que los escuchaban y mantuvo la frente en alto mientras intentaba encontrar el camino de su clase.
Las clases eran mucho más que hechizos mágicos y agitar la varita. La asignatura que más le gustaba era Historia de la Magia. No solo le daba curiosidad la materia de la que se formaban los fantasmas, aunque tenía muchas ganas de tocarlo para comprobar, se encontró subrayando y armando una línea de tiempo para entender la historia mágica.
En la primera clase Encantamientos, con el profesor Flitwick que era un brujo diminuto que tenía que subirse unos cuantos libros para ver por encima de su escritorio, tenían que comprender la teoría de los hechizos antes de intentar alguno.
La profesora McGonagall era estricta e inteligente. En su primera clase transformó un escritorio en un cerdo y luego le devolvió la forma original. Todos estaban muy impresionados, pero Harriet pensó que si el animal tuviera algo de conciencia no le gustaría que cambiaran su forma. Después de hacer una cantidad de anotaciones, le dio a cada uno una cerilla para que intentaran convertirla en aguja. Al final de la clase, había comprendido la teoría y logrado, después de muchos intentos, convertir su cerilla en una perfecta aguja.
La clase que menos esperaba era Defensa contra las Artes Oscuras. Se sentó al final de la sala, no solo para protegerse del olor a ajo sino para evitar lo más posible al profesor.
Tres veces por semana iban a los invernaderos detrás del castillo estudiar Herbología, con una bruja pequeña y regordeta llamada profesora Sprout, y aprendían a cuidar de todas las plantas extrañas y hongos y a descubrir para que debían utilizarlas.
Pero la asignatura que le parecía más aburrida era Astronomía. Tenían que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios, cada miércoles a medianoche, y aprender los nombres de las diferentes estrellas y los movimientos de los planetas. Aunque era bonito observar el cielo, a quién le importaba a qué dirección giraba Saturno o cómo se llamaban las estrellas.
Todas las mañanas, durante el desayuno, Harriet leía una parte de su libro “el dragón rojo”. No fue hasta la mañana del viernes que se dio cuenta de lo inmersa que había estado en sí misma. Cuando terminó su libro, lo guardó felizmente y se dispuso a charlar con sus compañeros.
—¿Qué tenemos hoy? —preguntó a Draco que se sentaba enfrente suyo, en lugar de revisar su agenda como siempre hacía.
—Al fin nos hablas —respondió Draco a cambio.
—Eh!? —miró confundida a Draco y sus compañeros. Pensando en los días anteriores se enfocó tanto en sus clases y su lectura que casi no había hablado excepto cuando le preguntaban algo—.
—Perdón —dijo avergonzada— estoy acostumbrada a estudiar sola, no me dí cuenta que los estaba ignorando.
—¿Los muggles no van juntos a la escuela? —preguntó una de las chicas “Parkinson”.
—Sí, pero estudié en casa por mi cuenta y solo iba a rendir exámenes con un profesor una vez al año.
—Tenemos pociones dobles hoy con Gryffindor —respondió Draco.
Justo en aquel momento llegó el correo. Cada semana, le llegaban informes de Gringotts sobre el estado de su cuenta. Ya se había acostumbrado a la cantidad de lechuzas que entraban súbitamente en el Gran Comedor durante el desayuno, volando sobre las mesas hasta encontrar a sus dueños, para dejarles caer encima cartas y paquetes.
Le Theodore Nott, estaba sentado a su lado leyendo el periódico.
—¿Cómo puedo suscribirme al diario El Profeta?
—Tienes que enviar una carta a la oficina de “El Profeta” en Londres. La carta tiene que incluir el pago por la suscripción.
Realmente le agradaban sus compañeros, pensó Harriet, a pesar de su personalidad poco sociable y callada en ningún momento estuvo sola en las clases o pasillos. Debía dejar de leer entre las comidas y conocerlos mejor.
—Weasley me está mirando otra vez —dijo Draco
Ésto sorprendió a Harriet quién miró hacia atrás sin disimular para encontrarse con la mirada de Ron que fruncía el seño. Harriet le saludó suavemente con la mano sonriendo y éste evitó su mirada de inmediato.
—¿Conoces a un Weasley, Harry? —Draco lo miró con una mueca burlona—. De verdad que no sabes elegir amigos, ¿eh? ¿Por qué juntarte con gente como estos traidores?
—No seas grosero, no tengo por qué tratar mal a alguien que no ha hecho nada.
—No deja de mirarme molesto en toda la semana y ni siquiera le he dicho nada
—Tal vez le gustas —dijo Harriet sonriendo en tono de burla.
Eso dió inicio a que los demás también bromearan sobre su novio Weasley.
Harriet lo abrazó por los hombros de camino a clase tratando de apaciguarlo por su broma.
—Eres demasiado lindo para estar enojado —le decía.
—Me agradabas más cuando estabas callada —refunfuñaba. Lo que la hacía reír más.
Harriet estaba acostumbrada a los murmullos cuando pasaba, no le importaba mucho lo que pensaran de ella. Pero un comentario le hizo detenerse.
—Mirénla rodeada de Slytherins. Sus padres deben estar decepcionados.
-¿Qué dijiste? - Harriet preguntó en una voz alta y clara. El niño se sorprendió sin esperar que lo confrontaran.
—He escuchado a muchos cobardes susurrar a mis espaldas y poco me importa lo que piensen personas tan insignificantes de mi pero no te atrevas a hablar de mis padres, ten algo de respeto.
El niño se encogió asustado por el aura brusca y enojada que emanaba.
—¿Eres tan valiente para repetirlo?... ¿Te parece correcto hablar así de una niña huérfana?.
El niño empezaba a tartamudear queriendo disculparse, mirando a su alrededor pero nadie estaba dispuesto a defenderlo y solo observaban el espectáculo.
Harriet sostuvo su cara con su mano derecha, haciendo que lo vea a los ojos.
—La próxima vez que quieras hablar de mí hazlo de frente y en voz clara, no susurrando a mis espaldas. Y si vuelves a mencionar a mis padres haré que te arrepientas—. Soltó su cara bruscamente y lo dejó sollozando en el pasillo.
Los que observaron comprendieron que a pesar de su apariencia calmada no era alguien a quien pudieran intimidar.
Harriet continúa con la frente en alto hacia su clase seguida de sus compañeros.
—Ahora entiendo por qué estás en Slytherin—dijo Theodore a su izquierda. Harriet sonrió.
La clase de pociones se daban abajo, en un calabozo. Hacía mucho más frío que en las otras aulas de arriba. Había animales conservados flotando en frascos de vidrio por todas las paredes, lo que le recordaba a un laboratorio de biología de una forma un poco tétrica.
Harriet se sentó junto a Draco.
Snape comenzó la clase pasando lista y se detuvo ante el nombre de Harriet.
—Ah, sí —murmuró—. Harry Potter. Nuestra nueva… celebridad.
Harriet sentía ganas de corregir su nombre pero guardó silencio.
Algunos Gryffindors se rieron, entre ellos Ron Weasley. Pero fueron reprendidos con una mirada del profesor.
Snape terminó de pasar lista y miró a la clase. Sus ojos eran negros y parecían fríos y vacíos.
—Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones. Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de ustedes dudarán en que esto sea magia…—comenzó hablando casi en un susurro, pero se entendía todo. La clase estaba en silencio sin hacer ningún esfuerzo. Y Harriet estaba totalmente concentrada.
—¡Potter! —dijo de pronto Snape, lo que le hizo sobresaltarse—. ¿Qué obtendré si añado polvo de raíces de suelo a una infusión de ajenjo?
Harriet no recordaba las preguntas que haría así que estudió minuciosamente su libro de pociones.
—Emm es… una poción para dormir que se llama… ¿Muertos en Vida?—contestó con calma.
Las cejas de Snape se curvaron ligeramente.
—¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar?
Harriet lo recordaba, la página 24, donde escribió algunas preguntas.
—Es una piedra sacada del estómago de una cabra y sirve para… antídoto de la mayor parte de los venenos… ¿Cómo se le saca el bezoar a la cabra?
—... Se le administra un lubricante intestinal y las expulsa naturalmente—parecía molesto de tener que contestar pero ya no hizo más preguntas.
Harriet frunció el ceño en comprensión y desagrado.
—Siéntate —gritó a Hermione que estaba de pie con el brazo extendido esperando que le preguntara—. Y para tu información, Potter, la poción se llama Filtro de Muertos en Vida.
El profesor los puso en parejas, para mezclar una posición sencilla para curar forúnculos. Se paseó con su larga capa negra, observando como pisaban la ortiga seca y aplastaban colmillos de serpiente, criticando a todo el mundo salvo a Draco, que parecía gustarle. Ni siquiera hacer pareja con Draco de miradas despectivas cómo esperando un error. En el preciso momento en que les estaba diciendo a todos que miraran la perfección con que Malfoy había cocinado a fuego lento los pedazos de cuernos, multitud de nubes de un ácido humo verde y un fuerte silbido llenaron la mazmorra. De alguna forma, Seamus y Ron se las había ingeniado para convertir su caldero en un engrudo hirviente que se derramaba sobre el suelo, quemando y haciendo agujero en los zapatos de los alumnos. En segundos, toda la clase estaba subida sus taburetes, mientras Seamus, que sea bien papado le pusieron el volcarse sobre él el caldero, gemía de dolor, por sus brazos y piernas aparecían justo las rojas.
Mientras Snape los regañaba, Harriet miró hacia Neville. Supuso que hacer pareja con Hermione lo salvó de ese error.
En el transcurso de esa clase Gryffindor había perdido 5 puntos. Lo único que había salvado a Harriet era estar en Slytherin porque si era aterrador ver al profesor Snape regañando a alguien, era más aterrador que ese regaño fuera dirigido a tí.
—Eso fue aterrador —comentó Harriet al salir.
—No te preocupes —dijo Draco—no trata así a los de Slytherin.
Conociendo su suerte Harriet pensó que cualquier día ella podía ser la excepción.
Harriet fue sola a recorrer los terrenos que lo rodeaban, más tarde se reunirían en la biblioteca para hacer la tarea, pero quería tomar su momento para dibujar el castillo desde varias partes del terreno. Después de media hora tenía dibujado una parte del castillo sombreado únicamente con lápiz.
Se disponía a buscar otro lugar para dibujar cuando una voz conocida llamó su atención.
—Atrás, Fang, atrás.
Harriet se acercó más al borde del bosque prohibido donde había una pequeña casa de madera. Hasta ahora no podía recordar cómo se llamaba el guardabosques. Era muy buena recordando fechas, pronombres y rostros se olvidaba o los confundía.
—Hola —dijo acercándose para llamar su atención—. Eres el guardabosques ¿Cierto?
—¡Ah! Harry —dijo el gigante—la última vez que te ví eras solo una criatura ¿Qué estás haciendo tan cerca del bosque?
Harriet se sintió más tranquila con la gentil voz del gigante.
—Estaba dibujando acá cerca cuando te escuché… Emm… ¿Cuál es tu nombre?
—Soy Rubeus Hagrid, Guardián de las Llaves y Terrenos de Hogwarts.
Al escuchar su nombre se sintió tan familiar.
—Mucho gusto. Quería preguntarle sobre ¿Qué animales hay en el bosque? Leí el libro de animales fantásticos pero nunca vi una criatura mágica.
Hagrid amablemente la invitó a pasar. Le sirvió una taza de té mientras le contaba sobre unicornios, thestrals e hipogrifos. Para cualquiera que le gustaran los animales su trabajo era muy interesante.
Harriet habló sobre sus clases mientras Fang, un gran perro negro, tenía su cabeza apoyada sobre la rodilla de Harriet y babeaba sobre su túnica.
Harriet se despidió temprano, prometiendo volver en otro momento para conversar. Se dirigió hacia la biblioteca preparada con su bolso y sus libros.
—Llegas tarde —la recibió Draco—te prestaré mis apuntes si no puedes terminarlo.
—¡Oh, mi héroe! —se burló Harriet—. Solo me queda el ensayo de pociones que me toma unos quince minutos. Lo demás ya lo hice.
—¿Cuándo lo hiciste? —preguntó Parkinson.
—Lo hago antes de dormir —dijo sacando sus libros.
Cualquier ensayo pensado para alguien de 11 años sería sencillo para alguien con mente adulta. Leyó, comparó, tomó notas y en 20 minutos había terminado. Pero aún tenía muchas dudas acerca de las instrucciones de las pociones. Vió al hermano mayor de Ron, Percy, y se le ocurrió a quién preguntar.
—Ya vuelvo —dijo tomando un libro de pociones y un lápiz.
Se acercó a la mesa donde estaba Percy, rodeado de libros de texto. Sus cejas estaban ligeramente fruncidas en un gesto de profunda concentración, y sus labios se movían ligeramente mientras leía en voz baja.
—¡Hola, Percy! —interrumpió en voz baja—. Te he visto por aquí, y… bueno, escuché que eres uno de los estudiantes más inteligentes de tu año. ¿Podrías ayudarme con una pregunta sobre Pociones?
Percy levantó la vista de sus libros, con una expresión seria pero amable.
—Hola, Harry. Depende de la pregunta. Estoy bastante ocupado, pero puedo intentar ayudarte si puedo.
—Se trata de una poción para calmar los nervios . La receta dice: “Agrega una pizca de raíz de valeriana y hierve durante 10 minutos”. Pero... ¿Qué es una 'pizca'? ¿Una pequeña? ¿Una grande? Y no dice si la raíz debe estar fresca, seca o molida. ¡Es demasiado impreciso!
Harriet observó la forma en que sus dedos largos y delgados recorren el borde del pergamino, un gesto casi imperceptible que revela su meticulosidad.
Lo vió fruncir el ceño ligeramente, pensando por un momento.
—Tienes razón, Harry. Esa receta es terriblemente vaga. 'Una pizca' es completamente subjetiva. Necesitas una medida más precisa. Además, el tipo de raíz de valeriana es crucial. La fresca tiene una potencia diferente a la seca o molida. ¿Tienes el libro de Pociones Avanzadas? Debería tener una receta más detallada.
Percy rebuscó en su pila de libros y encontró el libro que menciona.
—Mira, aquí hay una receta similar. En lugar de 'una pizca', especifica “5 gramos de raíz de valeriana seca y finamente molida". Eso te dará una medida mucho más precisa y consistente. También indica que debes usar raíz seca, no fresca. Esto evitará variaciones en la potencia de la poción.
Harriet miró con atención la receta en el libro, tomando notas.
—Gracias Percy, me ayudaste mucho.
—De nada, Harry.
Harriet sonríe agradecido y se retira, mientras Percy vuelve a sus estudios,
Como ya había terminado todas sus tareas, caminaba aburrida alrededor de la mesa mirando por encima del hombro cómo hacían sus tareas. Se detuvo de repente al ver el trabajo de Crabe y Goyle.
—¿¡No lo van a entregar así!? —dijo sin pensar al ver los errores ortográficos. Miró más de cerca y era difícil de leer e imposible de entender. Omitía algunas letras, confundía las palabras, algunas letras estaban al revés y en general parecía no tener coherencia.
—Lo siento —dijo Harriet, al notar la forma en que les había quitado el pergamino para leerlo—. ¿Puedo ayudarles a reescribirlo? No creo que les apruebe si entregan así.
—No te molestes, son unos idiotas—Dijo Draco.
—No hables así —contestó Harriet con expresión molesta.
—Primero leeremos y haremos un mapa mental para organizar lo que queremos escribir—dijo con tono más amable sentándose entre ambos, sacó un nuevo pergamino y empezó a escribir con lápiz.
Harriet, a medida que leía les hacía preguntas, de esas preguntas armaba un mapa mental. De ese mapa escribieron un borrador, el cual ella corrigió y una hora y media después estaban terminando de escribir listos para ir a cenar al Gran Comedor.
—Mañana les ayudo con las otras materias —dijo Harriet saliendo de la biblioteca.