
El sombrero seleccionador
La puerta se abrió y la profesora McGonagall esperaba allí.
Abrio bien la puerta. El festivo de la entrada era tan grande que hubieran podido meter toda la casa de los Dursley en él. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos conocían los pisos superiores.
Se podía oír el ruido de cientos de voces que salían de un portal situado a la derecha. Se reunió más cerca unos de otros pero que Harriet estaba cómoda y se podía notar el nerviosismo con los que todos miraban alrededor.
—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el gran comedor deberán ser seleccionados para sus casas…
Harriet sintió que alguien la observaba. Miró hacia atrás, a su izquierda donde Draco la observaba con el ceño fruncido. Harriet levantó su ceja confundida y le parecía divertida.
En su vida anterior, disfrutaba trabajando con niños; su sinceridad y espontaneidad contrastaba con la ansiedad social que le provocaban las interacciones con adultos.
—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por favor, esperen tranquilos.
Salió de la habitación. Harriet seguía respirando profundamente de forma lenta y constante para tranquilizarse. Sus dedos tamborileaban sobre su pulgar.
— ¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? —preguntó Hermione
—Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era una broma.
Harriet rió al escucharlo. Fue relajante saber que no era la única que estaba nerviosa.
—Solo te llamarán por tu nombre y te pondrán un sombrero en la cabeza. Luego el sombrero dirá a qué casa pertenece —dijo Harriet para tranquilizarlos.
— ¿Cómo lo sabes? —preguntó Hermione.
—Lo leí por ahí.
—No lo decía en “Hogwarts una historia” ¿En dónde lo leíste?
—No recuerdo.
—No creo que sea verdad —dijo molestando a Hermione.
—Mmmh —tarareó Harriet sin prestarle atención.
Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire… Muchos de los que estaban atrás giraron.
Unos 20 fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás. De un color blanco perla y ligeramente transparente, se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Todos los observaban mientras discutían, Harriet quería tocarlos para entender qué estaban hechos.
—Y ¿qué estás haciendo todos vosotros aquí?
El fantasma, con gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de las de primer año.
Nadie respondió.
Un momento después de que la profesora McGonagall había regresado. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.
Siguieron a la profesora y entraron en el Gran Comedor. Era un lugar espléndido iluminado por miles y miles de velas. La profesora McGonagall los hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus espaldas. Cientos de rostros los miraban. Harriet desvío su mirada al techo, sentía su corazón latino en su mecha mientras respiraba lentamente.
Cuando la profesora McGonagall puso un sombrero remendado y sucio encima de un taburete, Harriet miró a Hermione y sonrió para decir “te lo dije”. La niña desvío la mirada molesta
El tiempo parecía eterno mientras escuchaba el sombrero a cantar.
—¡Entonces solo hay que probarse el sombrero! —susurró Ron a Harriet—. Voy a matar a Fred.
Harriet ocultó su risa con su mano.
La profesora McGonagall empezó a llamar a los alumnos por su nombre mientras Harriet sentía que la ansiedad se acumulaba en su pecho.
Harriet había tenido mucho tiempo para pensar esto, pero creía que Hufflepuff sería la mejor casa para ella. No quería ser valiente ni correr riesgos, no quería que leer libros fuera lo más importante de su año, toda la trataría con precaución y desconfianza si entrará a Slytherin. Hufflepuff sería el más tranquilo, tal vez podría ser invisible ahí con el tiempo.
Ya no quedaba mucha gente y finalmente:
—¡Potter; Harriet!
Mientras Harriet se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.
—¿Ha dicho Potter?
—¿Harriet Potter?
—¿Es una niña?
Harriet observó el comedor lleno de gente que trataba de verla. Al momento siguiente, miraba el oscuro interior del sombrero. Esperaba una extensa charla sobre a qué casa debía ir y argumentos para convencerlo de que lo mejor era Hufflepuff. Pero hubo silencio y luego se escuchó ¡Slytherin!
El sombrero fue quitado y todos la miraban asombrados en silencio. Harriet sonrió por los nervios y se dirigió a la mesa de Slytherin, con la frente en alto, evitando las miradas. Un momento después iniciaron los aplausos empezando por la mesa de Slytherin y siguiendo con desgana con las otras mesas. Se sentó en el lugar vacío al lado de Nott, un poco más aliviado cuando llamó al siguiente niño.
Harriet aplaudía junto con todos los demás cuando alguien más era seleccionado. Aunque aún sentía miradas dirigidas hacia ella.
Una vez servida la comida Harriet se calmó un poco. Se sirvió un poco de lo que le gustaba y comenzó a comer.
Harriet miró hacia donde estaba sentado Draco y vio un fantasma horrible sentado allí, con ojos fijos y sin expresión, su rostro demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada. Estaba justo al lado de Draco que, cómo Harriet vió con algo de diversión, no parecía muy feliz con su presencia.
Harriet rió, lo que llamó la atención del rubio dirigiendo la mirada en su dirección. Ella señaló el lugar vacío a su lado lo que lo hizo levantarse para cambiar de lugar y alejarse de esa situación.
Draco asintió con la cabeza lo que Harriet interpretó cómo “gracias” y empezó a comer.
—¿Por qué no dijiste antes que eras Harry Potter? —preguntó después de haberse servido —Pensé que eras una sangre su…
—Ten mucho cuidado con la palabra que usas—interrumpió Harriet con tono firme y expresión seria—. Mi madre era hija de muggles y yo vivo con muggles desde que recuerdo.
—”...”
—Solo quería un viaje tranquilo a Hogwarts sin que me preguntarán ¿Puedo ver tu cicatriz? O ¿Recuerdas a quien tú sabes? ¿Entiendes?—dijo Harriet con un tono más amable que solía utilizar en niños pequeños.
—Bueno, iba a preguntar ¿En serio eres una niña? Porque todos pensaban que Harry Potter era un chico.
—Pero ahora todos estarán hablando de ¿Harry Potter está en Slytherin? —continuó la niña sentada frente a ella.
—Supongo que tengo buenas cualidades —dijo Harriet sonriendo.
Mientras Harriet comía su filete, la conversación se centró en las familias.
No era una sorpresa que todos los que serían sus compañeros de primer año eran sangre pura. Harriet pensó en que eso no disminuye su valor cómo persona pero podía afectar en cómo la trataban en el futuro.
Draco parecía estar en el centro de la conversación, lo que aliviaba a Harriet. Prefería escuchar, casualmente hacía un comentario.
Empezaba a sentirse reconfortada y somnolienta, observaba a su alrededor hasta llegar a la Mesa Alta. El gigante, que debía ser el guardabosques, bebía copiosamente de su copa. La profesora McGonagall hablaba con el profesor Dumbledore. El profesor Quirrel, con su absurdo turbante, conversaba con un profesor de pelo negro y lacio, nariz aguileña y piel pálida. Ese debía ser el profesor Snape. Se veía joven pensó Harriet, sabía que estaba en sus 30’ pero se lo había imaginado mayor.
Todo sucedió muy rápidamente. El profesor Snape la miró por encima del turbante de Quirrell, directamente a los ojos de Harriet… y un dolor agudo la golpeó en la cicatriz de la frente.
—¡Ay! —Harriet se llevó una mano a la cabeza.
—¿Qué pasa? —preguntó Draco.
—N-nada.
El dolor desapareció tan súbitamente como había aparecido. Era difícil no sentir miedo sabiendo lo que significaba eso.
Harriet no comió postre a pesar de que se veían deliciosos. Solo bebió jugo, sintiéndose somnolienta por el largo día.
Después de que desaparecieron las comidas. El profesor Dumbledore se puso de pie para dar unos anuncios, seguido de una larga canción en la que Harry solo bostezaba.
Los de primer año de Slytherin siguieron a Cassius Wychwood y Aurelia Pembroke, los perfectos, a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y bajaron por una escalera de mármol. Pasaron por puertas ocultas detrás de paneles corredizos y tapices que colgaban de las paredes. Bajaron más escaleras y se detuvieron súbitamente frente a una pared de piedra.
—Caput draconis —dijo Aurelia, siempre de piedra se abrió revelando una puerta secreta. Al pasar se encontraron en la sala común de Slytherin; una habitación que parecía sombría y misteriosa.
Aurelia condujo a la niña a través de una puerta, hacia sus dormitorios y Cassius a los niños por otra puerta.
Al fin, la habitación. Había solo dos camas en la habitación. Pensaba que sería más pero sus compañeros de primer año eran pocos y más de la mitad niños.
Su compañera sería Millicent Bulstrodw que, apenas llegar se fue a dormir. Harriet también estaba cansada, pero había estado en muchos lugares ese día y sentía que necesitaba un baño. Tomó su pijama y se dirigió hacia la otra puerta a la izquierda de su habitación.
La ducha la despertó un poco y le hizo sentirse más cómoda. Al ver su pijama se dió cuenta de algo; Siempre usó una camiseta grande de manga corta de Dudley. El problema era que se veía la cicatriz de su brazo izquierdo. Debía haber comprado un pijama de manga larga pensó mientras buscaba otra remera que le cubría los brazos. Encontró una blusa rosa, manga larga qué le quedaba ceñida al cuerpo y arriba de eso se puso la camiseta grande.
Secó su pelo durante quince minutos mientras lo peinaba.
Sacó rodillos de espuma para hacer rizos, separó su cabello en secciones, envolvió cada sección en las puntas de forma que no le molestaran para dormir. Se puso una gorra de dormir. Prepare su alarma y se durmió tan pronto como su cabeza tocó la almohada.
Al día siguiente, Harriet sintió que había tenido un sueño extraño pero no recordaba nada.