Draco Malfoy y el año donde todo empezó a salir mal

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Draco Malfoy y el año donde todo empezó a salir mal
Summary
-Harry Potter ha muerto-gritó Voldemort.Draco Malfoy viaja al pasado mediante un peculiar giratiempo.¿Qué pasaría si regresar al año de Hogwarts donde todo empezó a salir mal?¿Qué pasaría si Draco Malfoy finge estar a lado de Voldemort para traicionarlo?Todo el mundo de Harry Potter pertenece a J.K Rowling.
All Chapters Forward

Aceptación

17 de noviembre de 1996

Abro mis ojos con pesadez, la luz del sol se filtra tenuemente a través de las cortinas entreabiertas, como si alguien hubiera entrado y salido a escondidas, dejando una estela de claridad que ilumina el polvo suspendido en el aire. El ambiente es silencioso, solo interrumpido por el leve sonido de la respiración de Pansy, que descansa recostada sobre mis piernas. Su cabello, normalmente impecable, está desaliñado, y su rostro, aunque sereno, muestra rastros de cansancio y preocupación. Verla así, tan vulnerable, hace que mi corazón se sienta más ligero, agradecido de tener a alguien tan leal a mi lado.

Con sumo cuidado, extiendo mi mano y acaricio suavemente su cabello, sintiendo cómo se estremece bajo mis dedos. Poco a poco, Pansy se despierta, sus ojos se abren lentamente y, al verme despierto, se sobresalta. Me mira con una mezcla de sorpresa y alivio, como si no pudiera creer que estoy aquí, vivo. Sin mediar palabra, se lanza hacia mí, envolviéndome en un abrazo tan fuerte que el dolor recorre mi cuerpo como una descarga eléctrica. Aunque no puedo ver mi pecho, sé que allí deben estar las cicatrices, dos líneas gruesas que forman una enorme X, un recordatorio de lo que casi me cuesta la vida.

—Draco, por fin despertaste—dice Pansy, su voz quebrada por los sollozos que ya no puede contener. Sus lágrimas caen sobre mi hombro, calientes y urgentes, como si llevaran semanas esperando a ser liberadas.

—Pans—susurro, sorprendido por lo destrozada que se ve. Mi voz es apenas un hilo de aire, pero ella la capta de inmediato. La acerco más a mí, envolviéndola en un abrazo que espera transmitirle todo lo que no puedo decir con palabras.

—Moriste. Estuviste muerto por dos minutos, Draco—solloza, aferrándose a mí con una fuerza que casi me duele—. Pensé que perdería a una de las personas más importantes de mi vida. Te amo, Draco. Siempre te amaré.

Sus palabras resuenan en mi mente, despertando un torrente de recuerdos. La infancia que compartimos, las cenas en la mansión Malfoy, nuestras escapadas al Callejón Diagon, los secretos que solo nosotros conocíamos. Pansy siempre ha estado ahí, como una hermana mayor que nunca tuve, protegiéndome, cuidándome, incluso cuando yo no lo merecía. Y ahora, verla así, tan rota por mi culpa, me llena de un dolor profundo.

—También te amo, Pansy—susurro, apoyando mi cabeza en su hombro—. Eres muy importante para mí.

Ella solloza con más fuerza, aferrándose a mí como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento. El mundo parece detenerse en ese instante, y por un momento, todo lo demás—el dolor, las cicatrices, el peligro que nos rodea—se desvanece. Solo estamos nosotros dos, como siempre ha sido.

De repente, unos pasos apresurados rompen el silencio. Alguien sale corriendo de la enfermería, pero no logro ver quién es. Solo escucho el eco de sus pisadas, que se desvanecen en la distancia, dejando una sensación de inquietud en el aire. Pansy se separa un poco de mí, sus ojos aún llenos de lágrimas, pero ahora también hay una chispa de alerta en ellos.

—¿Escuchaste eso?—pregunta en voz baja, su mirada buscando la mía en busca de respuestas.

Asiento lentamente, sintiendo cómo la tensión regresa a mi cuerpo.

—Sí, alguien salió apresuradamente de la enfermería—explico con calma, aunque en el fondo una inquietud sorda me roe. ¿Podría ser un Slytherin aliado de Voldemort espiándonos? La idea no me abandona, pero trato de mantener la serenidad para no alarmar a Pansy.

—Sé lo que piensas, Dray. Pero ningún Slytherin nos traicionará—asegura Pansy con una confianza inquebrantable, como si sus palabras pudieran alejar cualquier duda.

—¿Por qué estás tan segura?—pregunto, incapaz de ocultar mi curiosidad. Su seguridad me desconcierta, especialmente en estos tiempos en que la lealtad es tan frágil como el cristal.

—Porque te respetan—responde sin dudar, su voz firme y llena de convicción—. Slytherin respeta al único que le ha dado frente al Señor Oscuro. Y muchos de ellos ni siquiera lo apoyan, tú bien lo sabes, Draco—añade con un tono que mezcla el enojo y la resignación, como si estuviera cansada de tener que recordármelo.

—No soy el único que le ha dado frente—respondo, recostándome en la cabecera de la cama. El dolor del hechizo aún me recorre el cuerpo, un recordatorio constante de lo que pasé.

—Eres el único—insiste Pansy, su voz subiendo de tono—. Además, eres el único que se preocupó por nosotros. Cuando destruiste la Mansión Malfoy, Blaise, Theo y yo avisamos a todos los Slytherin, y gracias a eso nadie murió. Cuando te vi rebelarte contra el Señor Oscuro, me sentí tan aliviada, Draco. Tan aliviada de que no quisieras convertirte en un monstruo como él—dice, sujetando mi mano con fuerza, como si temiera que pudiera escaparme.

—Pansy, yo...—intento hablar, pero las palabras se atascan en mi garganta. ¿Cómo explicarle que no todo es tan simple? ¿Cómo hacerle entender que mis decisiones no siempre son solo mías?

—No digas nada, Draco—interrumpe, sus ojos brillando con lágrimas—. Sé que todo lo hiciste por él. Por Harry Potter te enfrentaste a todos en esa mansión—su voz tiembla, y una lágrima cae sobre nuestra manos entrelazadas— Pero por una vez, ¿puedes proteger a los que realmente se preocupan por ti?

—Lo siento, Pansy. Lo siento mucho, pero no puedo hacerlo—susurro, evitando su mirada. Sé que mis palabras la decepcionan, y eso me duele más que cualquier cicatriz.

—Entiendo—dice Pansy, soltando mi mano con lentitud, como si cada segundo fuera una despedida—. Blaise y yo crearemos un refugio para los Slytherin ahora que seamos mayores de edad. Solo pensé que, quizá después de lo que te hizo Potter, querrías unirte con los que de verdad te aman—sus palabras son un susurro lleno de dolor, pero su mirada se endurece, volviéndose fría y distante.

—Pansy, eres como mi hermana, y si necesitas cualquier cosa, yo lo haré—digo rápidamente, intentando aferrarme a lo poco que queda de nuestra amistad.

—Necesito que estés con nosotros sin abandonarnos en cualquier momento solo porque Harry Potter esté en peligro—responde, levantándose de la cama con determinación—. Pero sé que no lo harás.

Pansy camina hacia la puerta, y yo me quedo callado, porque no puedo prometerle lo que no estoy seguro de poder cumplir. No puedo asegurarle que no pondré a Harry primero, incluso si eso significa perderla a ella.

—Harry Potter no te merece, Draco—dice Pansy de espaldas, su voz cargada de amargura—. Te lanzó ese hechizo horroroso, e incluso nunca vino a visitarte a la enfermería cuando Granger y Weasley sí lo hicieron. Ni siquiera en los siete días que estuviste inconsciente—se detiene un momento, como si esperara que mis palabras la detuvieran, pero yo no digo nada—. ¿Incluso así lo amarás y lo protegerás?

—Sí—murmuro, llevando mi mano al pecho, donde el dolor físico no se compara con el que siento en el corazón. Siempre protegeré a Harry Potter. No quiero que vuelva a morir. Esta vez lo salvaré, aunque eso signifique destruir mi vida y lastimar a los que amo.

—Espero que te des cuenta de que te estás equivocando—dice Pansy, su voz temblorosa pero firme— Debes priorizarte primero a ti.

Cierro los ojos cuando Pansy sale de la enfermería, y sé que esta vez realmente se ha ido. Nuestra amistad, aquella que sobrevivió a tantas tormentas, se ha fracturado. Y aunque sé que no puedo dar marcha atrás, el peso de esa pérdida me aplasta más que cualquier cicatriz.

 Y aunque sé que no puedo dar marcha atrás, el peso de esa pérdida me aplasta más que cualquier cicatriz

—Así que sigues vivo—dice Snape, recorriendo las cortinas de la enfermería con un movimiento fluido. Su voz es fría, casi indiferente, pero sus ojos oscuros me estudian con una intensidad que no puedo ignorar. Su expresión es inescrutable, como siempre, pero algo en su mirada me hace pensar que hay más detrás de sus palabras.

Vuelvo a dirigir mi mirada hacia mi playera, que estoy abotonando . Apenas desperté hoy, pero ya siento la necesidad de alejarme de todo, de escapar de las miradas llenas de desconfianza y de las preguntas que no quiero responder. Quizá sea una buena idea irme por un tiempo, seguir cazando mortífagos y prepararme para lo que viene. No puedo quedarme aquí, no cuando hay tanto en juego.

—Supongo que tú tienes mucho que ver con eso—digo con indiferencia, como si no me importara, mientras me coloco el saco sobre los hombros. Sé que Snape intervino para salvarme, aunque nunca lo admitiría abiertamente.

—Potter estuvo a punto de asesinarte—dice Snape, su voz cargada de una mezcla de reproche y curiosidad—. ¿Y aún así no puedes odiarlo?

—¿Tú odiarías a Lily Evans por querer asesinarte?—pregunto de vuelta, mirándolo directamente a los ojos. Hay un desafío en mi voz, pero también una genuina curiosidad. Algo en Snape se revuelve, y por un momento, su máscara de frialdad se resquebraja. Simplemente niega con la cabeza, como si las palabras le pesaran demasiado.

—No podría. Nunca—dice con un tono que delata el dolor que aún lleva consigo, décadas después.

Snape me mira en silencio mientras termino de vestirme, sus ojos siguiendo cada uno de mis movimientos como si intentara descifrar algo en mí. Finalmente, rompe el silencio.

—Dumbledore estaba preocupado por ti cuando despertó y se enteró de que Harry te había lanzado el hechizo—dice Snape, cambiando de tema con su habitual destreza—. Incluso podría decir que se enojó con su tan amado niño de oro.

—¿Cómo está su magia?—pregunto directamente, ignorando su comentario sobre Dumbledore—. ¿Crees que exista algo de esperanza de que recupere todo su poder?

Snape suspira, como si la pregunta lo cansara. 

—La magia de Dumbledore no podrá ser la misma—responde con frialdad—. Si Voldemort invadiera Hogwarts ahora mismo, Dumbledore no podría ser su rival. Estoy muy seguro de que lo torturaría y luego lo asesinaría frente a todos los estudiantes.

Aprieto mi mano con fuerza, sintiendo cómo la frustración y el miedo se apoderan de mí. Necesito más poder. No estoy al nivel de Voldemort; si luchamos ahora, estoy seguro de que me vencerá. Necesito que le dé miedo enfrentarme, como ahora le tiene miedo a Dumbledore. Si no, todos moriremos.

—¿Qué hay de la misión de Theo?—pregunto directamente, provocando que Snape abra los ojos de sorpresa.

—¿Lo sabes?—pregunta Snape, su voz ligeramente más aguda de lo habitual—. Pensé que el Señor Oscuro no llegó a darte esa orden.

—Lo adiviné—murmuro con frialdad—. Debes impedir que Theo lastime a nadie en el colegio mientras no estoy. Cuando llegue el momento de pelear, Hogwarts me avisará—digo, sintiendo cómo la magia del castillo recorre mis venas, como si el propio colegio estuviera vivo y me hablara. Es una sensación extraña, pero reconfortante.

—Estás empezando a hablar como Dumbledore—exclama Snape con frustración—, diciendo esas palabras locas de que Hogwarts te avisará.

Suelto una sonrisa en voz baja. Después de todo, creo que estoy empezando a entender todas esas "palabras locas" que decía Dumbledore.

—¿A dónde irás?—pregunta Snape, intentando sonar despreocupado pero fallando miserablemente—. Apenas hoy despertaste. Quizá sea mejor que descanses unos días más.

—¿Acaso estás preocupado por mí?—le pregunto con una pequeña sonrisa burlona, disfrutando brevemente de su incomodidad.

—No digas tonterías—responde Snape, mirándome con desprecio, aunque no puedo evitar notar un destello de preocupación en sus ojos.

—Dile a Dumbledore que volveré cuando Hogwarts me necesite—digo con firmeza—, y que me envíe una lechuza cuando descubra información sobre los objetos de Voldemort.

Saco de mi baúl una carta que le escribí a Harry hace semanas, una que nunca estuve dispuesto a entregarle. Se la extiendo a Snape, quien la sujeta con una mezcla de curiosidad y reticencia.

—Dásela a Harry, por favor—digo, mi voz más suave de lo que esperaba—. Y si tienes la oportunidad, dile que nada de esto es su culpa.

Snape me mira con una expresión que no logro descifrar del todo. Hay lastima en sus ojos, pero también algo más, algo que se parece al respeto. Guarda la carta en su túnica sin decir una palabra y se da la vuelta en silencio.

—Espero que no caigas en la oscuridad, Draco—dice Snape justo antes de salir, su voz más baja de lo habitual—. Sé que te gusta la magia oscura. Varias veces te vi practicar con Voldemort hechizos tan oscuros que jamás podría hacer en mi vida. Y siempre que lo hacías, te veías tan pleno, tan feliz. Y ahora solo eres una sombra de ese niño mimado que conocí hace seis años.

Snape sale de la enfermería a pasos lentos, su figura alta y delgada desapareciendo en la penumbra del pasillo. Yo, por mi parte, tomo una última mirada a la habitación que ha sido mi refugio durante días. Luego, con un movimiento rápido, desaparezo de la enfermería. Y de Hogwarts.

Lo acepté. Lo acepté por completo, como se acepta una verdad dolorosa pero inevitable. Acepté que jamás seré amado por Harry Potter, que sus ojos nunca brillarán para mí como brillaron para Darcy Dumbledore, que su corazón nunca latirá con ese ritmo acelerado que solo surge cuando se está frente a alguien verdaderamente especial. Y también acepté que no merezco ser feliz. No después de todo lo que he hecho, de todo lo que he sido. La felicidad no es algo que esté destinado a tener, y estoy bien con eso. O al menos, eso me repito cada noche, cuando el silencio se vuelve demasiado abrumador y las sombras de mis errores me rodean.

Mi propósito ahora es claro. Asesinaré a Voldemort. Lo haré aunque me cueste la vida, aunque tenga que arrastrarme por el infierno mismo para lograrlo. Y cuando llegue el momento, cuando su oscuridad finalmente se desvanezca, espero morir con él. No como un héroe, no como alguien que merezca ser recordado, sino como alguien que simplemente cumplió con lo que debía hacer. Como alguien que, al final, encontró una forma de redimirse, aunque solo sea en sus propios ojos.

Porque, al final, eso es todo lo que me queda, la fría certeza de que mi vida no tendrá un final feliz, pero al menos tendrá un final significativo. Y eso, tal vez, sea suficiente.

 Y eso, tal vez, sea suficiente

 

Forward
Sign in to leave a review.