
Ataque
18 de diciembre de 1995
El mes de noviembre pasó rápidamente, y ya se acercan las vacaciones de Navidad.
Mientras realizo mi guardia nocturna como miembro del Escuadrón Inquisitorial creado por Umbridge para capturar a Harry y su peculiar club, camino por los oscuros pasillos del castillo.
Observo desde las sombras cómo el Ejército de Dumbledore sale de la Sala de los Menesteres en parejas. Al informar a Dumbledore sobre este extraño grupo, él solo sonrió. ¡Es una locura!
Es curioso, normalmente el trío dorado siempre sale junto, pero esta vez solo se han ido Hermione y Ron. Espero unos minutos más, hasta que finalmente Harry aparece con Cho Chang.
Cierro los ojos por un momento, resignado. Esta es mi realidad, proteger a Harry desde las sombras.
Decido darme la vuelta. Quizás sea mejor realizar rondas por el Departamento de Misterios; si tengo suerte, podría encontrarme con algún Mortífago y, tal vez, divertirme un poco.
Camino por los oscuros y fríos pasillos del Ministerio de Magia, en dirección al Departamento de Misterios. A pesar de ser el centro del poder del mundo mágico, es sorprendentemente fácil burlar sus defensas.
Shacklebolt me ha informado que el señor Weasley está haciendo guardia cerca de la entrada a la Sala de Profecías, así que planeo hacerle compañía durante parte de la madrugada. Es preferible a pasar la noche dándole vueltas a lo que Harry y Cho podrían estar haciendo solos en la Sala de los Menesteres.
Dobló en una esquina y me sorprendo por lo escena que descubro.
—¡Avada Kedavra! —lanzó hacia Nagini, la serpiente, que se encuentra sobre el cuerpo del señor Weasley.
El hechizo rebota en un escudo que protege a la serpiente, pero la fuerza del impacto la empuja hacia la puerta, alejándola del señor Weasley, que yace inconsciente en el suelo.
Me acerco rápidamente al herido, con el corazón acelerado. Necesito evitar que Nagini vuelva a atacar.
—¡Protego! —grito, levantando un escudo mágico alrededor del pelirrojo.
El señor Weasley está pálido y sus ojos están cerrados. La herida en su cuello es profunda, y la sangre se derrama en abundancia, formando un charco en el suelo. Coloco una presión firme sobre su herida y lanzo un hechizo para restaurar la sangre perdida.
Nagini avanza contra mi escudo con furia renovada.
—¡Maldición! —exclamo, frustrado, mientras intento detener el sangrado—Resista, señor Weasley, aún debe mantener a su montón de hijos.
No creo que muera, en mi vida pasada no lo hizo. ¿He cambiado el curso de esta línea?
—¡Desmaius Duo! —grita Shacklebolt, disparando un hechizo aturdidor hacia Nagini.
Kingsley llega corriendo por el pasillo y envía a la serpiente volando hacia la puerta. Sin embargo, el impacto no es suficiente para desorientarla. Nagini se desliza de nuevo, lista para atacar.
—¡Avada Kedavra! —lanzo, bajando mi escudo.
Nagini esquiva el hechizo con un ágil movimiento y me mira con furia.
—¡Eres un idiota! —grito enojado—Eso no funcionará con esta maldita serpiente.
Me alejo del señor Weasley y me acerco a Shacklebolt, que está luchando con Nagini. Su escudo parece estar al borde de colapsar.
—¡Avada Kedavra! —vuelvo a lanzar, el hechizo rebota contra la serpiente una vez más, pero se aleja de Kingsley.
Es una fuerza formidable. Voldemort debe tener una gran estima por ese maldito reptil, dada la cantidad de protecciones que posee.
—Gracias —murmura, mientras continúo observando.
—No me agradezcas —respondo —Llévate al señor Weasley de aquí ¡Ahora!
—No puedo dejarte —protesta Kingsley, acercándose al herido.
Nagini está en una esquina, observando con furia a Kingsley, que está levitando al señor Weasley. La serpiente es feroz y no está dispuesta a dejar escapar a su presa.
Me coloco entre Nagini y el señor Weasley. Tendrá que enfrentarse a mí antes de llegar a él. Y lo sabe.
—¡Lárgate de aquí! Solo me estorbas con tus hechizos aturdidores.
Me acerco a Nagini, dándole la espalda a Shacklebolt.
—¡Crucio!
La serpiente esquiva el hechizo con un ágil deslizamiento y se lanza contra Kingsley.
—¡Protego! —grito, conjurando un escudo amplio.
El escudo, de unos diez metros de diámetro, atrapa a Nagini y a mí dentro de su campo protector.
Sonrío con satisfacción.
—He deseado tanto este momento —digo con regocijo.
Con el rabillo del ojo, observo a Kingsley llevando al señor Weasley hacia la salida.
Miró la varita de Dumbledore en mis manos, realmente esa cabra es lista.
Miro la varita de Dumbledore en mis manos, pensando en lo astuto que fue al dármela. Hace unos días, me confió su varita para que la usara durante mis guardias en el Departamento de Misterios. Cada noche antes de venir al Ministerio, tenía que recogerla de su oficina. Me alegro de haberlo hecho.
Si hubiera traído mi propia varita, Voldemort podría reconocerla a través de su conexión con Nagini.
Lanzó un hechizo anti-apariciones. Nagini no saldrá del Ministerio.
—¡Avada kedavra!—vuelvo a lanzar.
La serpiente se desliza rápidamente hacia un lado para esquivar el hechizo. Se lanza hacia mí, pero lanzo otra maldición asesina antes de hacerme a un lado.
La mejor manera de acabar con algo tan escurridizo es con fuego, así no tendrá dónde escapar.
—¡Pestis Incendium!
Una llamarada de fuego demoníaco surge de mi varita, rompiendo todos los escudos de Nagini.
Este hechizo es complicado de controlar, pero es la única forma de matar a una criatura con tantas protecciones. El fuego demoníaco puede atravesar cualquier barrera mágica.
El fuego impacta en Nagini, que comienza a derretirse lentamente, desprendiendo un humo negro.
—Aaaaaahhhh —grita Voldemort, su dolor resonando en la habitación.
Solo queda un charco de sangre negra en el lugar donde estaba Nagini.
—¡Darcy! —grita Lupin, llegando detrás de mí.
Bajo el escudo, mi mente está fija en la necesidad de hablar con Dumbledore urgentemente.
—¿Dónde está Nagini? —pregunta Tonks, mirando a su alrededor con la varita alzada.
Lupin y Tonks parecen agitados, evidentemente llegaron corriendo.
—Ahí —señalo el charco de sangre.
Ambos abren los ojos de par en par, sorprendidos.
—¿La heriste? —pregunta Lupin, su mirada fija en mí.
—¿Por dónde escapó? —pregunta Tonks, mirando alrededor con ansiedad—He tenido unas ganas inmensas de hechizar a esa serpiente.
—La maté —respondo con calma.
—I-Imposible —susurra Tonks, sin poder creerlo.
Lupin se queda en silencio, procesando la información.
—Debo irme. Necesito hablar con mi padre.
Me doy la vuelta y me dirijo a la entrada del Ministerio con paso rápido. Me encuentro con Kingsley en el camino.
—Darcy, ¿estás bien? —pregunta, acercándose con preocupación.
—Sí —respondo con frialdad—¿Cómo está el señor Weasley?
—Está estable. Gracias a ti, Nagini no pudo matarlo —responde Kingsley, exhalando con alivio.
—Eso es bueno. Si me disculpas, necesito irme.
Me dirijo a la chimenea con paso decidido, tomo un puñado de polvos Flu.
—¡Darcy, estás cu...
—Oficina de Dumbledore —interrumpo, lanzando los polvos sin escuchar a Kingsley.
—¡Dumbledore, eres un bastardo inteligente! —grito al salir de la chimenea—¡Tu varita! ¿Acaso sabías que iba a ser atacado por Na...
Detengo mis pasos y el grito se ahoga en mi garganta al ver que el director no está solo en su oficina. El trío dorado y el resto de los Weasley están sentados frente a Dumbledore, con rostros sumamente preocupados. Ginny está llorando en silencio, y la profesora McGonagall se encuentra en una esquina, envuelta en una bata de dormir.
—Darcy, ¿cómo está el señor Weasley? —pregunta Dumbledore con una suavidad inquietante.
—¿Mi padre está bien? —interrumpe uno de los gemelos Weasley, su voz cargada de preocupación.
—¿Por qué estás cubierto de sangre? —inquiere Ron, con voz quebrada.
—¿Acaso papá está muerto? —dice Ginny entre sollozos.
Siento las miradas de todos sobre mí y miro mis manos y mi ropa. Tienen razón. Estoy cubierto de sangre.
—Por favor, dinos algo —suplican Harry, con una mezcla de desesperación y esperanza.
—El señor Weasley está estable. Fue llevado a San Mungo por Kingsley Shacklebolt —informó fríamente, sin mirar a los presentes— No morirá.
Los Weasley sueltan un suspiro de alivio. Los gemelos se acercan a su hermana menor para consolarla. Alzo mi varita y realizo un hechizo de limpieza rápida para deshacerme de la sangre.
De repente, un grito desgarrador rompe el silencio.
—¡Aaaaaahhhhh! —Harry cae al suelo, sujetando su cicatriz con fuerza.
La profesora McGonagall se acerca corriendo, seguida de cerca por Ron y Hermione. Ginny y los gemelos Weasley se mantienen al margen, observando con preocupación.
Dumbledore solo mira la escena con una expresión triste y extraña.
—Harry —gritan Ron y Hermione al unísono, acercándose a él.
—Señor Potter, ¿qué ocurre? —pregunta la profesora McGonagall, su voz temblando de nerviosismo.
Harry se retuerce de dolor, empujando a todos lejos de él.
—¿Qué hacemos? —susurra uno de los gemelos Weasley, con expresión de angustia.
Dumbledore se acerca a Harry, pero se mantiene a una distancia prudente. Su actitud me parece sospechosa.
—Aléjense de él —ordena Dumbledore sin mirarlo a los ojos— Harry, debes cerrar tu mente.
McGonagall, Hermione y Ron retroceden, apartándose de Harry. Yo aprieto mi varita con determinación.
—Está enojado —dice Harry entre jadeos de dolor— Muy enojado.
Me acerco a Harry, ignorando la mirada punzante de Dumbledore. No puedo quedarme de brazos cruzados.
—Darcy, ¿qué crees que estás haciendo? —advierte el director.
Giro para mirarlo a los ojos con desafío.
—¿No querías que le enseñara oclumancia? Pues lo haré ahora.
Me pongo de rodillas frente a Harry. Nuestras miradas se encuentran, y mis ojos se suavizan sin poder evitarlo.
—Por favor, aléjense más —ordeno con firmeza.
—Pero...
—Aléjate, Ron. Él quiere ayudar a Harry —dice Hermione, tirando del brazo de Ron para apartarlo hacia una esquina.
—Darcy, es peligroso. Si él entra en tu mente, tu plan fracasará —dice Dumbledore con calma, alejándose.
Lo miro a los ojos y sonrió con seguridad.
—No entrará. Te lo aseguro. ¡Protego!
Un escudo plateado nos rodea a Harry y a mí. Lanzó un hechizo de silencio para asegurar que nadie pueda oír nuestra conversación.
—Harry, siéntate, por favor.
—Está bien —susurra el chico, sentándose en la silla con dificultad.
—Excelente, eres un buen chico —murmuro, apartando unos mechones de cabello negro de su frente, sudorosa.
—¿Chico? —dice Harry con indignación— Tú también pareces joven. ¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete —respondo, apartando las manos de su rostro.
Miro sus ojos esmeralda, sintiendo una presencia invasiva que intenta entrar en mi mente.
Elevo mis escudos de oclumancia al máximo. La presencia arremete contra mi mente con fuerza. Es difícil mantener a Voldemort a raya, pero no es imposible.
—¿Te conozco? Tus ojos me parecen familiares, pero los tuyos son tan amables.
¿Reconoce mis ojos? Imposible. Deben estar completamente negros en este momento. Debe estar delirando por el dolor.
—No tengo el gusto de conocerte —miento— Pero me gustaría hacerlo.
—A mí también me gustaría conocerte. ¿Puedo llamarte Darcy?
—Por supuesto. Ahora dime, Harry, ¿te duele la cicatriz? —pregunto amablemente.
—Sí. Me duele más de lo normal estos días —explica el moreno— Siento su furia, su enojo y su deseo de matar. Me siento sucio. Yo...
Mira alrededor del escudo, directamente hacia los Weasley.
—No te preocupes, nadie puede oírnos.
Harry suelta un suspiro tembloroso de alivio.
—Yo... ataqué al señor Weasley. Y yo era... era la serpiente —lágrimas recorren sus mejillas.
—No fuiste tú, Harry —digo con suavidad, limpiando sus lágrimas— Voldemort te manipula, y en este momento lo está haciendo. Por eso te enseñaré un poco de oclumancia.
—¿Qué es la oclumancia? —pregunta Harry, confundido.
De repente, Harry se lleva la mano a la cicatriz y sisea de dolor.
—La s-serpiente murió —Harry sujeta el respaldo de la silla con fuerza para soportar el dolor— F-Fue asesinada por alguien. V-Voldemort está enojado con e-esa persona. ¡Aaaaahhh! Desea su sangre.
Coloco mis manos en sus rodillas, apretándolas suavemente.
—Cálmate, Harry. Lo que sienta Voldemort no es importante, ¿de acuerdo?
—S-Sí.
—¿Me preguntaste qué es la oclumancia? Bueno, la oclumancia es una magia poderosa que protege tu mente. Es muy importante que la aprendas para alejar a Voldemort de tus pensamientos. ¿Es eso lo que quieres, alejarlo de ti?
—Sí, ayúdame —súplica Harry, soltando un gemido de dolor.
—Está bien. Ahora imagina un gran armario, ¿sí? —Harry asiente— Excelente. En ese armario hay muchos cajones, y en cada cajón están los recuerdos de las personas que conoces. Nombra cada cajón y almacena todos tus recuerdos ahí.
Harry cierra los ojos para concentrarse. Permanece así por unos minutos.
—Su cajón no está... —susurra Harry, cubierto de sudor— Quiere salir y entrar a mi mente.
—Imagina dos grandes cerraduras en ese cajón, y que el cajón está hecho de un material resistente —digo suavemente, mientras le doy masajes suaves en las rodillas.
Harry se concentra durante unos minutos más, luego suelta un suspiro de alivio y abre los ojos lentamente.
—Ya no está —dice emocionado— El cajón está a punto de romperse, pero resistirá.
Lo miro a los ojos y creo que ha funcionado. Ya no siento la presión contra mis escudos.
—Lo hiciste muy bien, Harry —digo orgulloso, soltando sus rodillas. El pelinegro me mira con una mezcla de sorpresa y gratitud, pero no dice nada más— Es hora de que veas a tus amigos.
—No digas nada sobre que yo era la serpiente —súplica Harry, mirándome con ansiedad.
—¿Dumbledore lo sabe?
—Sí.
—Entonces tus amigos no tienen derecho a cuestionarme —afirmó.
Bajo el escudo, justo a tiempo para que los Weasley se abalancen sobre Harry.
—Harry, ¿estás bien? —pregunta Hermione, acercándose con preocupación.
—Harry, ¿ya no te duele? —inquiere Ron, con ansiedad palpable.
Me giro para irme, pero Harry me sujeta por la túnica.
—G-Gracias, Darcy.
—No me agradezcas, Harry —respondo con una ligera sonrisa.
Harry me suelta, y me alejo, dejando que se reúna con sus amigos.