¡Ouhh! ¡Cassandra!

Lorcan leía una revista mientas que Lysander observaba hacia la ventana oscurecida tratando de descifrar que tan inteligentes tenían que ser los muggles para inventar algo como eso. Un tunel que atravesaba el fondo marino; claro, no se podía ver el agua del mar como los estudiantes veían el fondo del lago desde la sala común de Slytherin pero era bastante sofisticado. O tal vez no lo era, él no era un experto en Muggles precisamente, no podría decir qué era sofisticado o no hablando de tecnología. Años atrás se había comprado un teléfono y Cassandra lo explotó por accidente una semana después.

Cassandra.

Suspiró, bueno, él sabía que tenía que enfrentarse a esa situación algún día, pero no pensó que tendría que hacerlo tan pronto. Después de cómo terminaron dos años atrás, estaba sorprendido de que lo hubiesen invitado a la boda de Albus y Scorpius, quienes por fin habían decidido dejar a un lado el estatus de novios eternos.

Lorcan y él tenían varias suposiciones, la primera opción era porque ya habían viajado todo lo que querían viajar (habían viajado por muchos más años de los que habían planeado además de una estadía de 2 años y medio en Egipto para convertirse en rompedores de Maldiciones) y se habían cansado, la segunda porque el señor Malfoy estaba presionandolos un poco, o la más probable, porque Scorpius quería comenzar a forjar su carrera política, y para eso necesitaba un poco de respetabilidad adulta.

Fuera como fuera, él ya estaba en el Eurotunel tratando de prepararse mentalmente para ver a la chica que dejó ir. Lysander estaba casi seguro de que la convivencia sería cordial y antiseptica, porque ella estaba educada así pero él no estaba seguro de como iba a reaccionar él mismo.

Habían pasado 7 años de noviazgo muy bonitos. Cuando recién acabó La Gran Guerra contra los Parásitos ambos continuaron estudiando en Hogwarts para poder estar juntos, aunque realmente nadie quería estar ahí.

No sólo habían pasado por una guerra traumática, con perdidas irremediables, hubo mucha reconstrucción, y reestructuración. Las cosas simplemente no iban a ser iguales jamás, no cuando había un enorme cementerio construído en los terrenos de la escuela y claramente todos los que habían vivido el asedio necesitaban unas largas vacaciones lejos del colegio.

A pesar de eso ellos comenzaron su relación mese antes del final de la guerra, se besaron sobre las cenizas de los Parásitos, las cosas se hicieron más romanticas durante el verano, había cartas, llamadas por Redflu, salidas al Callejón. Regresaron a Hogwarts sólo porque querían estar juntos.

Él inició su septimo año, ella el sexto. Él se graduó, pero al contrario que Lorcan se quedó en Inglaterra para poder visitarla los fines de semana en Hogsmeade.

La gente se sorprendía de que dos personas tan diferentes pudieran tener algo así, hasta ellos mismos. Lysander ni siquiera sabía cómo había pasado, durante sus primeros años en Hogwarts se habían llevado bien, pero no había nada especial, eran muy niños, pero cuando ambos se hicieron mayores, quizá por las hormonas, él comenzó a encontrarla irrazonablemente guapa.

Lorcan le decía que estaba loco, que si ella por obra de Merlín lo volteaba a ver, como una mantis religiosa iba a arrancarle la cabeza, sin embargo le ayudó a acercarse a ella, organizando aquél juego de Magitrivial donde su hermano se ofreció a jugar con Urien para que él pudiera jugar con Cassandra. Él estaba realmente nervioso pero pretendió que no lo estaba y gracias a eso, a esa tarde de Magitrivial ella lo vio. Lo vio de verdad. Sus ojos grises lo miraron y fue como si pudiera verle el alma.

Los años pasaban, su romance adolescente maduró y se volvió en un romance adulto, y con la adultez llegaron los bailes elegantes, la beneficencia, los juegos de poder, los negocios y todo aquello de lo que Cassandra era parte, no sólo por su apellido sino porque eso era ella. Ella llenó todas las expectativas de una Malfoy y aunque técnicamente el heredero principal era Scorpius, la realidad es que su padre se volcaba en ella para todo lo que importaba.

— Mi padre dice que ya que soy la que está administrando todo, aunque Scorpius herede la mansión y el título de heredero principal, el 80% de la fortuna Malfoy y la totalidad de los negocios van a pasar a mi. — Le dijo mientras tomaban una taza de té.

— ¡¿En serio?!

— No me sorprende, si mi hermano sigue haciendo el tonto en el extranjero junto con Albus, no es más que natural. Además él está más interesado en la política, — Rodó los ojos hacia arriba.

— ¿Y no te molesta? Es demasiada responsabilidad, Cassie. — Preguntó Lysander súbitamente enfadado.

— Me molestaría dejarlo todo en sus manos, siento que es poner demasiado en su plato. — Cassandra miró hacia los arboles que ya mostraban sus primeras flores. — Scorpius es muy inteligente, pero sufrió tanto durante la guerra que perdió el interés y la seriedad para muchas cosas. Lo cuál no es malo, pero... los imperios no están construidos sobre libertad, diarios de viaje y buenas intenciones. Eso es para gente desocupada.

Fue en aquella ocasión que Lysander la miró y tuvo la certeza de que ellos no estaban destinados a estar juntos. Él la amaba con locura, pero no creía ser feliz a lado de una mujer que no pudiera ser libre. Y es que ser una Malfoy no era para los debiles.

La tradición, el peso del apellido, las responsabilidades, el estilo de vida... para quedarse con ella tendría que sacrificar mucho más de lo que ya había sacrificado. Por ella había rechazado muchas oportunidades que nunca volverían y un futuro con ella significaba un ciclo eterno de preocuparse por la reputación, negocios, los clientes, los socios, las cadenas de distribución, la prensa, la política y las buenas maneras. Ser un hombre de adorno bien educado estaba bien para un par de noches al mes, pero no quería hacer de eso el resto de su vida.

Por supuesto esperó un par de semanas para terminar con ella, no sólo porque tenía que organizar sus excusas sino porque no quería arruinarle esa sensación de felicidad que le había dado su nueva jerarquía dentro del Grupo Empresarial Malfoy.

Escribió y memorizó un largo discurso pero él siempre había sido parco con las palabras y al final, cuando estas salieron de su boca fueron sólo unas pocas, contundentes, huecas, él casi sintió que salía de su cuerpo, sintió que no eran ellos sino otros los que terminaban, la manera en que ella le miró, como si hubiese arruinado los próximos 100 años de su vida.

Lysander la hizo llorar y él no sabía qué hacer porque eso nunca había pasado. Ella le golpeó el pecho con la mano y le dijo:

— Y yo que pensé que por fin me lo pedirías.

Y lo dejó ahí. Él sintiendo que había cometido un error y emocionalmente no más libre que antes.

Habían pasado 2 años desde entonces, y aún se sentía de a misma manera. Por supuesto trató de vivir según sus palabras, se fue a la India a alcanzar a su hermano, y viviendo la vida que se había jurado a si mismo vivir cuando era pequeño. Una llena de aventura, animales fantásticos, culturas exóticas, campamentos, comida calentada sobre una fogata, cientos de fogatas.

Era divertido aunque a veces un poco solitario, Lorcan siempre estaba a su lado y había hecho algunos amigos en el camino, sin embargo a veces sentía que algo le faltaba.

El Eurostar se estaba deteniendo, la gente se estaba poniendo alerta para salir. Lorcan y él se quedaron en sus asientos esperando a ver que sucedía, nunca se habían subido al tren del Eurotunel, pero era la única manera de llegar un par de días antes de la boda sin recurrir al trafico de influencias dentro del ministerio.

Observaron el proceso de salida de los muggles y salieron tras de ellos. Lorcan hizo algunas anotaciones, todo era una aventura si lo hacías por primera vez. Cada hermano se colgó su mochila y bajaron del tren para después caminar hacia el baño más cercano y aparecerse en Devon, frente a la casa que antes era de su abuelo.