Ten out of Ten - Dramione (Traducción)

Harry Potter - J. K. Rowling
F/M
NC-21
Ten out of Ten - Dramione (Traducción)
Summary
—En una escala del uno al diez, ¿cómo de cómodo dirías que te sientes conmigo físicamente? —preguntó.—Cero.Hermione frunció los labios, molesta, porque debería haberlo visto venir. Qué encantador que el alcance de su imbecilidad aún pudiera sorprenderla.En el que Hermione está decidida a encontrar un resquicio legal que la libere de un matrimonio forzado con Draco Malfoy. Pero con solo dos semanas hasta que estén legalmente obligados a consumar, sería irresponsable no prepararse para cualquier contingencia.
Note
Nota de la autora:¡Hola y bienvenidos! La etiqueta más importante de este fic es "Tensión con trama". Esta historia es 100% una excusa para escribir dos semanas enteras de tensión sexual entre mis idiotas favoritos. Dieciséis capítulos que abarcan dieciséis días de proximidad forzada. Es un slow burn en términos de smut real, pero es sucio una vez que llegan allí.¡Todo mi cariño a NaginisLinguini (TikTok, Twitter) por la edición beta!.Nota de la traductora:Mentiría si dijera que no me han salido recomendaciones de este Dramione por TikTok, pero en este caso lo traduzco a petición recomendada de veritooovdm, que me dio una pequeña lista en de algunos que le habían gustado y que no tenían traducción todavía. Y nada más, estoy deseando saber más de toda esta tensión sexual, ¡vamos allá!En mi cuenta de TikTok publico un poco cómo van las traducciones, pistas de la siguiente y algunas tonterías: naikiaradra.Los personajes y todo lo reconocible es de la autoría de JK Rowling y la historia es de morriganmercy.Traducción oficial autorizada.
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Día 1

Los segundos siguientes pasaron un poco borrosos, ya que ocurrieron varias cosas a la vez: Hermione se hundió en una silla vacía, Kingsley salió de detrás de su escritorio y desapareció el desastre de su alfombra, el oficiante salió corriendo de la habitación y Narcissa Malfoy rompió a llorar. Malfoy no reaccionó en absoluto, pero eso se debió probablemente a la Oclumancia. 

Mientras Hermione se limpiaba la boca con la manga del jersey, los tres Malfoys se volvieron para mirarla. En realidad, se sentía mucho mejor después de la purga y les dedicó una amplia sonrisa. Al menos ahora tenían una buena razón para sentir asco por ella. 

—Bueno, —empezó Kingsley, apoyando las manos en su escritorio—, al siguiente punto, supongo. Se requiere que cohabiten de aquí en adelante... 

—Si crees que voy a poner un pie en la Mansión Malfoy... —interrumpió Hermione. 

—Si crees que una Sangre sucia va a poner un pie en la Mansión Malfoy... —dijo Lucius al mismo tiempo. 

Hermione se interrumpió al darse cuenta de que Lucius y ella habían hablado al unísono y habían dicho casi lo mismo. La cara de Lucius se torció de disgusto al darse cuenta de lo mismo. Al parecer, había estado dispuesto a hacer concesiones solo en el caso de los prisioneros. 

—Está decidido, entonces, —dijo Kingsley, con cara de suficiencia—. Hermione, supongo que tienes sitio para el señor Malfoy en tu casa. 

Se mordió el labio y esta vez pensó en vomitar sobre la mesa de Kingsley. Pero sabía que la magia que había sentido fluir a través de ella estaba impregnada de hechizos de control del Ministerio. Sabrían si Malfoy y ella intentaban vivir separados, igual que sabrían si se negaban a consumar. 

Por mucho que detestara la idea de tener a Malfoy en su espacio, supuso que uno de ellos bien podría estar en casa. De todos modos, solo sería por unos días. 

—Sí, —dijo finalmente—. Está bien.

—Bien, —contestó Kingsley con un movimiento de cabeza, levantando una mano en un gesto hacia la chimenea—. Por favor, sentíos libres de usar mi Flu personal. 

Hermione resopló. Más bien, sentíos libres de iros a la mierda inmediatamente.  

Si no hubiera tenido la sensación de que sus órganos internos se estaban disolviendo, habría estado tentada de quedarse solo para cabrearle. Pero tal y como estaban las cosas, cuanto antes se fuera, antes podría lavarse los dientes y dormir el resto de este día olvidado de la mano de Dios. 

Recogió su bolso del escritorio antes de acercarse a la chimenea. Kingsley no la miró. 

Cuando se giró, vio a los tres Malfoys reunidos en una tranquila conversación. 

Narcissa parecía intentar gritarle a su marido en un susurro, con huellas de lágrimas aún visibles en sus delicadas mejillas. Hermione escuchó "¡Todo por tu culpa!" antes de que Lucius la silenciara con una mirada severa. Malfoy parecía completamente abatido, por lo que Hermione supuso que había dejado de Ocluir. 

—Draco, hay algo que debes entender... —empezó Narcissa. 

—Ahora no, —dijo Malfoy sacudiendo la cabeza. 

—Debes escuchar, —insistió. 

—Más tarde, —dijo enfáticamente—. Yo solo... —Se pasó una mano por la cara—. Solo necesito unos días. 

Hermione se afanó en recoger un puñado del polvo verde, arrastrando los dedos por él varias veces, como si estuviera midiendo la cantidad adecuada. Solo levantó la vista cuando oyó unos pasos que se acercaban. 

La cara de Malfoy se recompuso cuidadosamente en su altivo semblante, y alargó los brazos cuando llegó hasta ella. 

—¿Te llevo a través del umbral? 

Ella le lanzó una mirada fulminante. 

—No si te apetece conservar las pelotas. 

Soltó una exclamación de fingida decepción mientras cogía un puñado de polvos Flu. 

—Será mejor que me lo salte. Esos pequeñajos se juegan mucho ahora. 

Hermione hizo una mueca de disgusto cuando él se acercó a la chimenea, rodeado de llamas verdes. 

Luego, Malfoy levantó un dedo como pensativo. 

—Cuando dije pequeñajos... 

Hermione gritó su dirección, apretando los dientes mientras él se alejaba. 

Le dejó unos segundos para apartarse antes de seguirle. 

*** 

Cuando salió al salón, lo primero que vio, además de a Malfoy, fueron las botellas de whisky vacías que aún estaban esparcidas por la mesa desde la noche anterior. Inmediatamente le entraron arcadas y, aunque se tapó la boca con una mano, Malfoy se dio cuenta. 

Levantó las cejas y miró entre ella y las botellas. 

—Bueno, —dijo con una amplia sonrisa—, eso me hace sentir mucho mejor sobre mí. 

Hermione respiró lentamente y tragó saliva antes de sacar la varita y desvanecer los restos. Malfoy rebuscaba en su bolsillo. Su brazo desapareció en él casi hasta el codo con lo que debía de ser un encantamiento de extensión, y Hermione observó cómo sacaba un pequeño estuche negro. Lo puso sobre la mesa y lo agrandó con la varita. Los cierres de oro se abrieron con un chasquido y pasó un dedo por la multitud de frascos que había dentro. Finalmente se decidió por uno de color malva, lo sacó del estuche y se lo entregó. 

Hermione la reconoció enseguida como una poción para la resaca. Volvió a mirar a Malfoy y este arqueó una ceja como desafiándola. ¿Se arriesgaría a que él la envenenara por el posible alivio de sentir que moría lentamente, célula a célula? El martilleo de su cabeza eligió aquel momento para acelerarse y Hermione descorchó la poción sin pensárselo dos veces. 

El efecto fue instantáneo. Como si le pusieran un paño frío en la frente y una manta suave alrededor del estómago. El temblor de sus manos se calmó de inmediato y la luz de la mañana ya no le hizo querer arrancarse los ojos. 

—Gracias, —suspiró ella, tendiéndole el frasco vacío. Después de todo, quizá había algo de compasión en él. 

Puso los ojos en blanco mientras lo cogía, señalándose los zapatos. 

—Fue por mi bien, Hermione. Estos son de piel de dragón. 

Se quedó boquiabierta. ¿Hermione?  

Volvió a colocar el vial en su sitio y el estuche volvió a encogerse con un toque de su varita. Levantó la vista hacia su silencio y sonrió al ver su expresión. 

—Bueno, no puedo llamarla Granger, ¿verdad, Sra. Malfoy? 

Hermione volvió a tener arcadas, toda la buena voluntad del momento anterior desapareció tan rápido como lo había hecho su resaca. 

—No... —Se atragantó—. Solo... no. 

Se limitó a seguir con cara de satisfacción. 

—Te acompañaré a tu habitación, —dijo Hermione, dándole la espalda. Había pensado brevemente en hacerlo dormir en el sofá, pero entonces estaría en medio de todo, todo el tiempo. Si tenía su propia habitación, con suerte se quedaría encerrado en ella durante gran parte del día. 

La siguió escaleras arriba, pasando por delante de la antigua habitación de sus padres, que ella mantenía igual para cuando venían de visita, y hasta la puerta de la habitación libre frente a la suya. 

—Por ahí, —dijo, señalando el interior. 

Asintió con la cabeza mientras se asomaba por la puerta, con la nariz ligeramente arrugada. 

—Las sábanas están limpias, —dijo a la defensiva. 

Entonces la miró. 

—Es más de lo que esperaba. Pensé que me tendrías durmiendo en el jardín trasero. 

Hermione se molestó en privado por no haber pensado en eso. 

—Siento decepcionarte, pero me gusta pasar tiempo en el jardín trasero. Prefiero que no me estorbes. 

Sus labios se curvaron en una sonrisa tortuosa, y ella se resignó inmediatamente a tropezar con él durante toda su estancia. Hablando de eso... 

—¿Tienes equipaje? —preguntó ella, haciendo un gesto vago en dirección a su bolsillo extendido. 

—Una elfina traerá unos baúles más tarde, —respondió, sonando aburrido. 

—No quiero elfos aquí. —Se irritó de inmediato. 

—Bueno, tendría que llamarla aquí para cancelar la instrucción, así que ¿por qué no dejamos que traiga el equipaje y le ahorramos el viaje? 

Hermione apretó los dientes, consciente de que cada segundo que pasaba en presencia de Malfoy solo le daba más munición para molestarla. 

—Bien, —dijo—. Un viaje. No quiero verla después. 

—Por supuesto. —Le dedicó una sonrisa indulgente. 

—Me voy a la cama, —dijo bruscamente, girándose hacia su propia puerta—, así que agradecería silencio. 

La voz sarcásticamente dulce de Malfoy la siguió al interior. 

—Dulces sueños. 

*** 

Resultó que Malfoy era un experto en pociones para la resaca. Con todos los demás síntomas controlados, pudo recuperar fácilmente el sueño perdido y, cuando despertó, después de un sueño especialmente dulce en el que Harry aparecía para decirle que todo había sido una elaborada broma, era de noche. 

Se lavó los dientes (otra vez) y se puso unos vaqueros y una camiseta limpios antes de ponerse un par de calcetines gordos. Siempre tenía los pies fríos, fuera verano o no. 

La puerta de Malfoy estaba cerrada, gracias a Merlín por las pequeñas misericordias, y ella bajó las escaleras y entró en la cocina. Sin embargo, se detuvo en seco al ver lo que tenía delante. Rápidamente cambió su agradecimiento a Merlín por una maldición, y miró por encima del hombro de Malfoy, que estaba sentado rodeado de cartulinas y trozos de papel pastel. 

—¿Qué es todo esto? —preguntó. 

Habló sin levantar la vista de la hoja de instrucciones que tenía en las manos. 

—Es un juego de bienes inmuebles y propiedades. Hay distintos grados de valor a medida que te mueves por el tablero. Pagas impuestos y tasas con esta moneda falsa. A veces te pueden encarcelar, pero no te preocupes, hay una carta para eso. 

—Sé lo que es el Monopoly, Malfoy, —suspiró—. ¿Por qué está en la mesa de mi cocina? 

Se encogió de hombros. 

—Esta casa es pequeña y aburrida. 

Hermione puso los ojos en blanco y, al hacerlo, se dio cuenta del desorden que la rodeaba. Todos los armarios de la cocina estaban abiertos y su contenido se esparcía por las encimeras. También había varios alimentos de la despensa. 

Se escabulló por la esquina de la sala de estar y se encontró con una situación similar. Todos los armarios abiertos, libros fuera de las estanterías, juegos y rompecabezas esparcidos por el suelo. 

—¿Te has pasado todo el día rebuscando entre mis cosas? —gritó al entrar de nuevo en la cocina. 

—Ahora también son mis cosas, esposa, —dijo plácidamente. 

—¡Esto no funciona así! 

Se giró en la silla para mirarla y apoyó el tobillo en la otra rodilla. Ella se dio cuenta de que, por alguna razón, seguía llevando la túnica de gala. 

—En realidad, sí, —dijo con sorna—, y se me ocurren mil millones de razones por las que deberías estar agradecida. 

Hermione lo miró fijamente, con las cejas fruncidas. No se le ocurría ni una sola razón, mucho menos mil millones... 

Y entonces se dio cuenta como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago. 

Cuando por fin encontró la voz, la tenía entrecortada por la indignación. 

—Si crees que voy a tocar un knut de dinero Malfoy, estás fuera de tus malditos cabales. 

—Me atrevo a decir que entrarás en razón. 

—Oh, ¿te atreves? —Se burló de su estúpido acento—. Bueno, ¿qué tal si no dices nada más al respecto? 

Cualquier réplica que hubiera podido hacer fue cortada por un fuerte crack, y los ojos de Hermione se abrieron de par en par al ver aparecer a una elfina doméstica en su cocina. Llevaba una funda de almohada blanca y trozos de encaje atados como cintas en la base de las orejas. 

—Nilly ha puesto los baúles en el dormitorio del Amo, —anunció con voz chillona. 

—Gracias, Nilly, —dijo Malfoy, poniéndose de pie—. Esta es mi mujer, Hermione. 

—Deja de llamarme... —Se interrumpió, no quería parecer grosera—. Hola, Nilly, —dijo con una sonrisa, doblándose ligeramente por la cintura—. Encantada de conocerte. 

—¡Oh, Ama! —gritó Nilly—. El placer está siendo todo mío. —Se inclinó tanto que sus orejas casi rozaron el suelo. 

—Por favor, dile que no me llame Ama, —le dijo Hermione en voz baja a Malfoy. 

—Díselo tú misma, —respondió—. Ahora también responde ante ti. 

Hermione miró entre Malfoy y la pequeña elfina, horrorizada. Que la criatura cumpliera las órdenes de Malfoy en su casa era una cosa, y que compartiera la propiedad era otra completamente distinta. 

—Por supuesto que no, —declaró Hermione con decisión, agachándose para quitarse uno de los calcetines. Se lo tendió a la elfina, pero Nilly chilló como si estuviera hecho de fuego maldito. 

—¡No! —gritó, lanzándose detrás de Malfoy y agarrándose a su túnica—. ¡Por favor, ropa no! —Estalló en sollozos histéricos. 

Hermione se quedó estupefacta cuando Malfoy se arrodilló de inmediato y acercó a la elfina. 

—¡Por favor, señor! —siguió lamentándose—. ¡Nilly te ha cuidado desde que eras un bebé! ¡Cualquier cosa menos ropa! Nilly haría cualquier cosa. 

—Ya, ya, —dijo Malfoy, acariciando suavemente entre sus pequeños hombros mientras estos se agitaban por los sollozos—. Ella no quiso decir nada con eso, Nilly. No tienes que coger la ropa si no la quieres. 

—Ella no conoce nada mejor... —empezó Hermione indignada, pero se interrumpió ante una mirada de advertencia de Malfoy. 

—La Ama solo ha sido Ama un día, —sollozó Nilly—, y Nilly ya la está disgustando. 

—No, no, —dijo Hermione con seriedad—. No has hecho nada malo, Nilly. La Am... oh, por el amor de Merlín, yo no estoy disgustada contigo para nada. 

Nilly apoyó la mejilla contra el pecho de Malfoy, parpadeando hacia ella con ojos sombríos. 

—¿La Ama está contenta con Nilly? 

Hermione dio un respingo, pero Malfoy carraspeó significativamente. 

—Sí, —se atragantó—. Estoy muy contenta. Tan contenta, de hecho, que quería darte este calcetín como recompensa... 

—Granger, —advirtió Malfoy mientras Nilly inspiraba entrecortadamente. 

—P-Pero quizá podamos hablar de eso más adelante, —terminó con una débil sonrisa. 

Los ojos de Nilly se pusieron aún más redondos, si eso era posible, y le habló a Malfoy apresuradamente. 

—Amo, por favor, llame a Nilly si necesita algo más. —Luego, desapareció, aparentemente antes de que Hermione pudiera decidir que más tarde era ahora. 

—Bien, muy bien hecho, —espetó Malfoy, poniéndose de pie—. Mucho tacto. 

—No me hables de tacto, —replicó—. No soy yo quien elige participar en la esclavitud. Es despreciable. 

Dio un paso adelante para poder sisearle directamente a la cara. 

—¿Alguien te ha dicho alguna vez que suenas como una completa idiota cuando pretendes saberlo todo sobre todo? 

—¡Sé lo suficiente sobre esto! 

—¡No, no lo sabes! —gritó—. ¡Hay partes de este mundo que nunca entenderás de verdad por mucho que lo intentes, y no permitiré que tu torpe ignorancia aterrorice a nadie bajo mi cuidado! 

—¡¿Mi ignorancia?! —repitió incrédula—. ¡Tú inventaste la ignorancia, imbécil arrogante! Hay partes de tu mundo que no quiero entender. La libertad está bien y la esclavitud está mal, ¿lo entiendes? 

Entrecerró los ojos mirándola. 

—Más y más cada segundo. 

Sus uñas se clavaron en el suave algodón del calcetín que aún sostenía, pero antes de que pudiera responder, él giró sobre sus talones y se marchó. Hermione se quedó allí, respirando con rabia y escuchando su retirada. No se movió hasta que oyó la puerta de su habitación cerrarse de golpe.

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