
I'M IRON MAN
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CAPITULO II. I'M IRON MAN
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Dos semanas habían pasado sin rastros de Tony. Dos semanas desde que había desaparecido en medio de las desérticas tierras de Afganistán. Dos semanas sin tener noticias de aquellos que lo habían secuestrado. Dos semanas sin resultados en las interminables misiones de búsquedas.
Sin rastros, sin pistas, sin mensajes, sin rescate.
No había más que el vacío que la presencia del millonario había dejado, el silencio en la torre que día a día se sentía más fría, más oscura, más lúgubre. Habían sido dos las comunicaciones que el Teniente Coronel Rhodes había dado, ambas con el mismo mensaje en diferentes palabras. No hay rastros de Tony, seguimos buscando, nuevas zonas en las que buscar. Llamaremos si encontramos algo. Nunca encontraban nada. Tierras interminables de aquel cruel desierto que dejaban en claro, de una forma cruel, que el castaño había sido tragado por la tierra, tomado entre las garras de criaturas sin rostro, arrastrado hasta las profundidades en donde nadie tenía acceso.
Dos semanas que para Steve parecieron eternas, días silenciosos en los que parecía dar vueltas entre las diferentes habitaciones de la torre. La impotencia mezclándose con la frustración, moviéndose como animal enjaulado, apenas logrando luchar con los deseos de salir él mismo en la búsqueda del castaño.
La culpa y los recuerdos eran lo único que lo mantenía entre aquellas paredes.
Era el calor aun en sus labios lo que mantenía su esperanza.
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—Quiero participar— exigió, en una voz profunda, sofocada, al borde de la alteración.
—Lo siento, pero si lo permito no habrá forma de que se pueda explicar su intervención. Se tendría que decir que es el Capitán América, todo el procese de la búsqueda, el encuentro. ¡El motivo por el que decide inmiscuirse en este proceso!— dudo, sin mirarle —. Lo siento, Steve, pero si hiciera eso Tony nunca me lo perdonaría—
—Miss Potts, no puede pedir que permanezca en este lugar sin moverme— apretó sus puños, la mujer frente a él mostraba el cansancio de los días de trabajo. Y sabía que meterse en todo ese trabajo de búsqueda podría traerle problemas, el ejército estadounidense estaba metido hasta el cuello para encontrar a Tony Stark mucho antes de que la trágica noticia pudiera ser una realidad tangible —. Necesito saber que, al menos, hice algo para encontrarlo— pidió en un tono más bajo, con los hombros cayendo presos de la agónica sensación que durante los dos meses anteriores lo habían estado matando.
La mujer lo miro por segundos, bajo sus ojos las bolsas negras de las noches de insomnio solo lograban acentuar aquella expresión cansada, dolida, devastada que día tras día intentaba ocultar. Y es que las cosas no habían mejorado, desde que la noticia había sido entregada, la Torre Stark había estado sumida en un abrumador silencio que nadie se había atrevido a romper. Piso tras piso de una calma, de un silencio, de un luto no oficial ante la desaparición del sujeto que, en los últimos años, se había encargado de trasformar Stark Industries en centros de debate y construcción. Ahora todo parecía sumido en una oscuridad imperceptible que consumía las ansias de quienes estuvieran rondándola.
—Lo siento, pero ante todo debo respetar las órdenes de Mr. Stark—
Y Steve vio sus opciones caerse en pedazos.
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—Mr. Fury— como un altavoz, en un teléfono que parecía incorporado a todo un circuito de computadoras, el hombre de tez morena observo, con su único ojo, el número que había estado esperando, en el último tiempo, con tantas ansias.
Sonriendo de medio lado, con una altivez que le proporcionaba aquella posición que se atrevía a presumir, finalmente escucho la voz que podría darle pie a lo que había intentado retrasar todo lo que fuera posible. Como si un tablero se extendiera frente a sus ojos, las piezas del ajedrez se empezaban a mover para dar finalmente forma a sus ideas, a las estrategias, a los planes que con antelación habían sido ya estipulados. Su mano se deslizo sobre las pantallas que tenía frente a él, hombres y mujeres trabajando a su alrededor para mantener a flote esa nave en el medio del firmamento, directo a las instalaciones donde finalmente se encontraría con el Rey de su tablero.
—Capitán, un placer escuchar su voz, ¿a qué debo el llamado?— y lo supo, con certeza, con solo captar el significado de esa pausa que se escuchó en la línea.
—Necesito un favor—
—Favor pagado con favor— alego con rapidez, mirando la pantalla que mostraba la comunicación con el hombre del otro lado de la línea.
—Por supuesto— un suspiro, o al menos eso pareció, se escuchó poco antes de que la comunicación fuera cortada.
Ahora solo faltaba encontrar la última pieza de su tablero. La reina.
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Abrumado, sofocado, desorientado, perdido. Eran tantas las sensaciones que le consumían, que invadían su mente con una voracidad que le parecía incontrolable, inmanejable. Dejando de si solo el resquicio de un hombre, un manojo de nervios y ansiedades que se movían por aquel primitivo impulso de la supervivencia. El calor quemando su piel, protegiéndose con aquello que entre sus manos había logrado aferrar sin perderlo en el camino, sus piernas moviéndose por obligación. Se obligó, en varios momentos, constantemente, a ignorar la piedad que su cuerpo exigía en medio de aquella infernal caminata en el desierto. Sus ojos vagaron, incesantes, por todas esas tierras sin rumbo, por esas dunas que se le hacían todas iguales. ¿Cuánto llevaba caminando? Interminable aquel camino que no lo llevaba más lejos que al corazón de aquel desértico lugar. ¿Civilización era lo que esperaba? Una gota del vital líquido era lo único que lograba implorar hacia nada en específico.
¿Era ese su fin? En ese camino tan cerca de su libertad, luego de días, semanas, meses encerrado en una cueva donde solo tuvo la suficiente cabeza para idear un plan de escape. Pero el dolor estaba, los recuerdos atormentando su mente ya torturada, casi haciéndolo caer en medio de la desesperación, de la ansiedad, del terror que se había negado a liberar. Cayo, una vez más, en medio de la arena. Quiso quedarse donde estaba, tirarse sobre esa superficie tan caliente como el sol, solo preocuparse por seguir respirando ese pesado oxigeno que le rodeara. Implorando, rogando a su suerte que no fuera encontrado una vez más. Porque sería buscado, claro que sería buscado. ¿Qué había pensado en primer lugar? ¿Qué iba a obtener en medio del desierto? Escapar de esa cueva, de esos sujetos armados, había sido su primera idea, había sido su objetivo sin pensar en nada más. Todo después llegaría, se dijo tan ingenuamente como siempre. Porque lo era, siempre lo era. Porque era Tony Stark, ¿cierto? Porque él todo podría solucionar. ¿Pero que había solucionado ahora?
En medio del desierto, con solo unas horas más antes de que su cuerpo cayera en un sobre-esfuerzo, ¿horas era lo que le quedaba? ¿Cómo estar seguro que la locura no le consumiría antes? Se levantó, una vez más, ignorando el dolor que recorrió desde la punta de sus pies hasta su cabeza, la cual retumbo, martilleo con fuerza en un dolor que le arranco un quejido. Debía seguir, ¿A dónde?, solo debía seguir, o caer, no rendirse, no ahora. No podía detenerse en ese momento, no podía simplemente caer y esperar que todo terminara de esa forma ¡No había salido de esa cueva solo para morir en el desierto! No, no se permitiría tal bajeza.
—Una nave— rio, el sonido de las hélices haciéndole volver la cabeza para ver ese helicóptero alzarse en el cielo. Una ilusión, pensó en primer lugar. La locura le había llegado, le había consumido finalmente en medio del desierto. Era su tortura en medio de tanto calor. Pero sus piernas se movieron, con mayor rapidez, un último impulso acompañado de sus brazos en alto, queriendo llamar la atención de aquella nave —. Hey— si era una ilusión, al menos, se aseguraría de caer en la locura de la salvación —. ¡Hey!—
Y lo vio, finalmente, vio esa figura bajar de aquella nave para acercarse a su posición. Titubeo, con la voz perdiéndose en el nudo de su garganta, su cuerpo finalmente perdiendo la fuerza que había intentado mantener, sus manos aferrándose al cuerpo que le había sujetado antes de caer completamente. Sus manos se aferraron, tomaron la tela que le supo a realidad, observo aquella expresión que le mostraba la incredulidad y satisfacción de un trabajo bien realizado; muy bien correspondida por aquella mueca de sorpresa y desconcierto que había surgido entre sus facciones, cubierta por aquella tranquilidad que le brindaba saber que no era su locura lo que tenía entre sus brazos.
—Steve…— su voz se quebró, sus labios resecos protestaron en dolor por el esfuerzo. Los brazos a su alrededor lo estrecharon con más fuerza; en mucho tiempo se sintió pequeño, frágil, indefenso. Y no le importo.
—Todo está bien, Tony. Te sacare de aquí— le escucho murmurar, su cuerpo se había empezado a mover sin voluntad, guiado por las manos que le incitaban a permanecer en pie. Su mirada se perdió, borrosa e inestable como para poder enfocarse correctamente, con sus manos usando los últimos resquicios de fuerza para no apartarse de aquel cuerpo que le servía de soporte —. Todo estará bien. Estoy aquí— asintió, en medio de la bruma de sus pensamientos.
En mucho tiempo finalmente se atrevió a confiar en las palabras de que todo estaría bien.
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La compuerta se fue abriendo lentamente, al mismo tiempo que su mano tomaba del codo al castaño, ayudándolo a pararse de la silla de ruedas donde, obligado, había viajado todo el recorrido desde Afganistán hasta la ciudad de New York. Se tragó su protesta cuando noto su intento por caminar por sí mismo, comprendiendo fácilmente el gesto de su mano de que estaba bien, a pesar de no poder mover su brazo derecho. Suspiro, siguiéndole de cerca en tanto bajaba por la compuerta, directo a la mujer que les esperaba junto al auto para trasportarlos finalmente a un hospital, al menos lo que él esperaba fuera un hospital. Porque, sin apartar la mirada de Tony, no había pasado por alto ese cansancio al momento de caminar, esa disimulada mueca de dolor que seguramente aun tenia, a pesar de los analgésicos que había tomado.
—Ojos rojos e hinchados. ¿Llorando por un jefe perdido?— el castaño sonrió de medio lado, mirando a su vieja amiga por primera vez en meses, casi sintiendo el alivio de que era una realidad y no solo un sueño.
—Lágrimas de felicidad. Es difícil encontrar trabajo estos días— asintió, con una sonrisa que disimulaba el alivio de que la noticia no haya sido solo un sueño. El rubio rió, sin poder contenerse, por la broma.
—Te bajare el sueldo— refunfuño el millonario, dando una mirada hacia al rubio con cierta molestia por su risa —. Y a ti te cobrare alquiler— replico mientras caminaba para meterse al auto, ignorando las risas que quedaron a sus espaldas.
Fueron solo pocos minutos después que tanto Pepper como Steve siguieron a Tony al interior del auto, disimulando una sonrisa que posiblemente provocaría un berrinche en el joven castaño, quien parecía haberlos estado esperando para poder irse al fin. Nadie tenía en planes mencionar, más de lo estrictamente necesario, lo sucedido en los últimos meses. Pepper se había hecho, rápidamente, a la idea de que era mejor evitar el tema hasta que Tony decidiera sacarlo por su cuenta, si es que en algún momento decidía hacerlo. Pero, y por cómo iban las cosas, el castaño parecía demasiado ensimismado en sus propias ideas como para siguiera dar a conocer por lo que vivió. Steve, sentado frente a ellos, solo había dado una mirada tranquilizadora a la mujer, volviendo a escanear al genio, como si en cualquier momento este pudiera quebrarse en pedazos hasta mostrar, una vez más, al hombre que encontró en medio del desierto hacia algunos días.
—¿A dónde, Messrs?— la voz de Happy, desde el asiento del conductor, llego hasta la cabina donde ahora todos estaban reunidos.
—Al hospital—
—No— renegó el castaño, cortando las indicaciones de la mujer.
—Tony, necesitas un médico— intervino el soldado, con una mueca entre sus labios, dispuesto a convencer de la forma que sea al castaño para ser tendido debidamente.
—No, ya estoy harto de médicos. Suficiente tuve con los de la base como para ir yo mismo hacia un hospital— se quejó, cual niño, ignorando el gesto reprobatorio que recibió de ambos presentes —. Escuchen, pase meses en una cueva y luego vagando por un jodido desierto, y solo hay dos cosas que quiero en este momento. Una hamburguesa y—
—Tony, no— Pepper le corto.
—No es eso— la miro un momento, pasando a ver al rubio por si este quería replicar, pero solo le devolvió la mirada —. Quiero una hamburguesa y una rueda de prensa, tengo algo para decir— asintió vagamente, sin dar mayores explicaciones aun cuando sintió las miradas curiosidad de las personas en el vehículo sobre él —. Pero primero la hamburguesa— ordeno, como última indicación.
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Lo que nadie se había esperado era que, en la improvisada rueda de prensa, Tony diera por clausurada la sección de desarrollo armamentístico de Stark Industries. Así mismo, toda arma que se había mantenido en el mercado era retirada inmediatamente, cancelando los contratos de importación y exportación que estuvieran en puerta, incluso perdiendo millones en un solo día cuando cada venta hecha con anterioridad era cancelada. Así, en solo un día, Stark Industries había dejado de proveerle armas al ejército estadounidense, así como había patentado cada una de las invenciones de la empresa para evitar su producción en masa fuera de su jurisdicción. Mucho antes de que la noche llegara a la ciudad de New York, la conmoción había recorrido las grandes esferas del gobierno que se veían privados de las armas dadas por una de las mayores productoras de la historia.
Para cuando la mañana llego, las bases y centros de desarrollo armamentístico de la empresa estaban clausurados; las armas ya ensambladas siendo movidas, discretamente, hacia almacenes propiedad de la familia Stark, lejos del ojo público; empleados de las secciones de armamentos re-ubicados en las numerosas áreas que habían logrado mantener a la empresa a flote a pesar de la drástica y sorpresiva decisión. Los periodistas, movilizados por los últimos movimientos del ultimo heredero de la familia Stark, había estado notificando uno a uno los pasos que la empresa dejaba a conocer. Desde contratos cancelados, la perdida de millones, la baja de acciones, la re-ubicación del personal, incluyendo los planes para re-estructuración para ampliar y reutilizar los espacios liberados ante la falta de la mayor sección de producción de la empresa. Cuando el medio día del día siguiente llegó, la noticia ya había recorrido el mundo.
—¿Estás seguro de todo esto?— por vigésima vez Pepper quiso escuchar la misma respuesta de los labios de su amigo y jefe, aun insegura de los pasos que iba tomando —. Tal vez solo estas agotado, Tony. Debiste haberte tomado una licencia, días de descanso— continuo, dando una rápida mirada al hombre a su lado.
—Deberías hacerle caso a tu asistente, Tony—
—No te atrevas, Obie— interrumpió el castaño, apartando la mirada de los últimos papeles que había estado leyendo. Nada tenía que ver con su trabajo, pero si le brindaban la información que le había estado carcomiendo la curiosidad desde que había llegado —. Estoy perfectamente, ¿no me ven? Y no, no miren hacia mi pecho ¡Es genial! Debí hacerme uno desde hace tiempo— bromeo, recargándose en el respaldo de su silla, cruzando sus piernas. Las muecas que recibió no sirvieron para amedrentarlo —. ¡Sonrían!—
—Eres terrible— recibió por parte de Obadiah Stane, su socio, quien solo rió al negar por su actitud. Pasando por alto el gesto molesto de su asistente, que pareció volverse a concentrar en los papeles que tenía entre sus manos —. Pero igual necesitas un descanso, despejarte un poco del trabajo. Has dado un gran paso, deja que otros se ocupen de estabilizar todo esto—
—Esto fue mi idea. No creo que despegarme sea un buen ejemplo, ¿no?— replico, con sus ojos aun pegados a los papeles sobre su escritorio, considerando tal posibilidad.
—Hay mucho trabajo, las acciones siguen bajando, las ventas no están mejorando. Hemos perdido nuestra principal fuente de ingresos— replico la mujer, sin apartar la mirada de su jefe, finalmente asumiendo que de aquella decisión no había vuelta atrás.
—Pero hay que tener en cuenta que los demás accionistas se están poniendo nerviosos, creen que estás pasando por un proceso post-traumático. Darles un respiro sería lo más sensato— volvió a intervenir, captando la atención del castaño antes de que la mujer pudiera decir algo más.
—Un tiempo, ¿eh? No suena mal— murmuro, tomando los papeles de su escritorio, centrándose en algunas imágenes que no le habían pasado desapercibidas.
—Aun no nos hemos recuperado, estamos perdiendo mucho dinero—
—Solo necesitamos encontrar otra principal fuente de ingreso— resolvió con facilidad, levantándose de donde estaba para acercarse a la mujer, sonriendo ampliamente con suma naturalidad —. Stark Industries ya ha pasado por momentos difíciles, ya lo decía el abuelo, solo es una tormenta. Nos recuperaremos— prometió hacia su amiga, con una tenue sonrisa entre sus labios, pasando por alto la amplia sonrisa que el hombre en la habitación había mostrado por sus palabras.
—Pero Tony…—
—Hey, necesito hacer esto, ¿de acuerdo?— murmuro, para que solo la pelirroja pudiera escucharle —. Me has acompañado en muchas malas situaciones, solo te pido una más—
Pepper solo asintió, una vez más.
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—¿Estás seguro de lo que estás haciendo?— desde la puerta de la cocina, con una expresión indescifrable, Steve pretendió comprender las expresiones del castaño.
Tony, con la taza de café entre sus labios, tardo solo unos pocos segundos en comprender a que se refería. La noticia que había estado invadiendo cada maldito canal de televisión, cada insignificante programa, cada periódico, cada medio de publicidad existente; no era difícil saber que se refería a la súbita decisión que, muchos lo atribuían a su trauma por el secuestro, de haber detenido toda producción de armas. Pero, aun sabiendo eso, no pasó desapercibido el interés del rubio sobre el asunto. ¿Por qué? No le afectaba, no era algo de lo que tuviera que preocuparse, al menos a simple vista. Porque en términos generales, en nada afectaba la estabilidad del rubio que él siguiera o no produciendo armas. Sin embargo Tony no era idiota, no era ciego y mucho menos estúpido como para no darse cuenta, con anterioridad, de lo que traía el rubio entre manos.
—¿Tu jefe te ha mandado a convencerme de cambiar de opinión? ¿O que consigas que fabrique armas para ellos?— soltó en respuesta, dejando la ya vacía taza sobre la mesa, sonriendo de medio lado ante la mueca que se le devolvió.
No habían tenido muchas oportunidades de hablar con calma luego de que Tony volvió. Entre el trabajo del castaño, esas extrañas vacaciones que solo habían terminado por hundirlo en su taller, continuando con las continuas misiones del rubio al que debía asistir, sin dar notificaciones claras de estas. El tiempo que antes habían compartido ahora se iba evaporando entre las garras de las responsabilidades, de la distancia, de esa inseguridad y la extrañeza de tenerse una vez más al lado. Y Steve, para sí mismo, admitía que no había podido suprimir ese instinto de esquivar a Tony en la mayor oportunidad. Porque, aunque se sintiera aliviado de verlo una vez más rondando la torre, el calor sobre sus labios no había desaparecido en todo ese tiempo. Por el contrario, parecía mas vivo cada vez que observaba al castaño.
Y aun ahora no sabía si lo que sentía era temor a lo que pudiera significar o a que el castaño que ya no sintiera lo mismo que aquella vez.
—No se trata de eso, Tony— renegó, admitiendo indirectamente lo que asumió el castaño ya sabía —. Todo lo que sucede, ¿no es peor? Necesitas descansar, no estas—
—¿Qué?— Le corto—. ¿No estoy en condiciones de lidiar con todo? ¿Crees que necesito moverme por los rincones llorando por lo que sucedió?— torció el gesto, por tan ridícula idea —. Mira, muy amable tu preocupación o lo que sea, pero creo poder cuidarme solo— agrego, tomando la taza de café que se había servido.
—¿Lo sabes hacer? No has tenido un gran prontuario— murmuro el mayor, con un gesto entre sus labios por las palabras del castaño. ¿Le era tan difícil comprender que necesitaba descansar? Era tan simple como solo tomarse unos días, como solo alejarse de todo lo que lo metió en aquel problema en primer lugar.
—¿Disculpa?— la expresión del millonario fue suficiente para hacerle saber al más alto de que fue escuchado.
—No lo malinterpretes, Tony—
—¿Y cómo debo tomarlo?— renegó, con una mueca entre sus labios, sin poder contener su propio carácter —. Si te ha mandado Fury para hacerme recapacitar, ya le vas diciendo que no obtendrá ningún arma de mi parte. Y que agradezca que no he ido yo, personalmente, a buscar las que aún tiene en su poder—
—No tiene nada que ver en esto—
—Claro que lo tiene, ¿o me crees idiota? Te advertí, te lo dije claro, ese sujeto no es de fiar— Tony, sabiendo por donde iba todo ese cuento, o al menos intuyéndolo, no tardo en enfrentarse al rubio que, con expresión contenido, apretó sus manos en puños —. No es mi culpa si quieres jugar al soldado una vez más, no es mi problema—
—No sabes absolutamente nada— replico, con la voz contenida.
—Sé lo suficiente— hizo un gesto, desviando la mirada —. Pero no tengo porque detenerte. Si quieres volver a ser un show como Capitán América, adelante— pasó a un lado del rubio, deteniéndose solo unos pasos cuando le dio la espalda —. No necesito que me cuides, si eso es lo que crees. No te pedí que me fueras a buscar—
Steve bufo, conteniendo en su garganta la verdad que no se atrevió a decirle al millonario. Golpe la mesa con fuerza, estando seguro que el castaño había desaparecido, una vez más, en su taller.
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—» Pepper, te necesito en el taller, baja tan pronto puedas. Ahora «— la comunicación se cortó mucho antes de que la mujer, sentada en el sofá de la sala, pudiera responder correctamente.
Pepper bufo, dejando a un lado la computadora sobre la que había estado trabajando, apagando la televisión que seguía mostrando las decadentes acciones de Stark Industries. Se recordó a si misma que debía conservar la calma, que solo eran los relámpagos de la tormenta, la marea embravecida que embestía con fuerza contra la flota que seguía aún navegando. Pero tenía confianza en Tony, en su ingenio, en la facilidad y la astucia para salir de problemas que a muchos otros los hubiera hecho doblegar. Aun cuando todos parecieran repetir que el castaño pasaba por un proceso en que permitirle tomar decisiones importantes no era lo mejor, Pepper sabía que era el mejor momento para Tony de darle un orden a su vida general. Que aunque a muchos otras experiencias traumáticas pudieran desbancarlos, para un Stark solo eran la turbulencia necesaria para poder las cosas en su lugar. Dar un nuevo orden a lo que les rodea.
Aunque a veces sentía que los cambios eran demasiado grandes para quienes rodeaban a un Stark.
—¿Qué se supone que haces?— se detuvo en la puerta del taller, su expresión consternada parecía hablar por si misma al observar a castaño.
—¡Llegaste! Necesito que me muestres tus manos— desde una camilla en la zona central del taller, Tony, sin camisa, parecía demasiado metido en los planes que tenía en mente como para escuchar más de lo necesario a la mujer —. Vamos, entra. Tus manos, álzalas— ordeno, sin detenerse más de lo necesario en la expresión de la mujer cuando esta se fue acercando lentamente hasta su posición. Y Pepper supo, aun a distancia, que lamentaría el haber accedido a bajar cuando Tony se lo ordeno.
—¿Qué es todo esto? ¿Qué pretendes ahora?—
—Renovarme— sonrió de medio lado, analizado las manos de la mujer —. Son pequeñas, delgadas. Perfectas. Acércate, quiero que me ayudes con algo— le hizo una seña, acomodándose mejor sobre la camilla en la que estaba. En su pecho, por primera vez a plena vista de la mujer, el reactor ARC brillaba como un foco imposible de ignorar.
—¿Realmente tienes eso en- es decir, esta…— no se atrevió a completar la frase, insegura de que tan delicado pudiera ser el tema —. Bien, ¿Qué debo hacer?—
En los siguientes minutos Pepper se convenció a si misma de que debía tener mayor cuidado cada vez que Tony le pidiera un favor, en especial cuando pedía analizar sus manos mucho antes de contarle nada. Porque luego de mostrarle finalmente aquello que ocultaba bajo su ropa, el reactor que ‒incrustado en su pecho‒ lo mantenía con vida a pesar de todo lo sucedido, también pudo comprobar, para su desgracia, que tan profundo estaba incrustado aquel trozo de metal. Al final, luego del desagradable proceso de reemplazar el viejo reactor ‒construido en una cueva del desierto de Afganistán‒, casi se soltó al reír al pensar que, lentamente, Tony iba haciendo del metal parte de su existencia.
—¿Qué se supone que haga con esto?— pregunto, con el viejo reactor entre sus manos, observando al castaño tan tranquilo luego de casi sufrir un infarto. Que seguramente se lo habría llevado ella.
—Lo que quieras, tíralo, quémalo o guárdalo. Ya estoy cubierto— sonrió, golpeando el nuevo reactor sobre su pecho, que parecía brillar con más fuerza sobre su piel.
—¿No lo vas a conservar?—
—Pepper, seré muchas cosas, pero nunca nostálgico—
—Vale— asintió, mirando al castaño, apretando sus labios un momento —. Deberías hablar con él—
—¿Con quién debería hablar?—
—Steve— fue directa, notando la evasiva del millonario —. No soy idiota. Han estado distanciados, demasiado. ¿Qué fue lo que paso?— noto a Tony titubear, sin mirarla.
—No veo porque habría de pasar algo— sonrió, carraspeando —. Él tiene su trabajo y yo debo ocuparme de mis asuntos. No hay mucho tiempo de por medio— y la expresión desdeñosa, tal vez decepcionada, no pasó desapercibida de la mujer —. Supongo que está demasiado entretenido volviendo a ser el Capitán América—
—Deberían hablar. Debes hablar con él— una orden que sonó a pedido, dejando a la mujer dudar de si proceder —. Hay más de lo que crees, Tony. El Capitán solo fue su última opción—
—¿Ultima—
—¿Algo más, Mr. Stark?— le corto, con el porte recto y profesional, dándole el mensaje claro de que la conversación de amigos había finalizado.
—Nada más, Miss Potts—
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A pesar de sus intentos, Pepper no logre ver un avance en lo que era la convivencia de Tony y Steve, por el contrario, el castaño parecía haberse encerrado completamente en su taller en un proyecto que no quería notificar a nadie. Con apenas roces entre ambos, los encuentros se habían reducido a las miradas rápidas en la cocina, cuando Steve salía de esta luego de haber comido, y cuando Tony subía por una nueva taza de café y tal vez alguna clase de comida que lo mantuviera funcionando. No era difícil saber que entre ambos las cosas seguían tensas, que palabras pasadas habían enfriado esa amistad que antes los había mantenido unidos, ahora volviéndose un peso para ambos.
Tony no quiso cruzar palabras con el soldado, ensimismado en mejorar aquel proyecto que lo había sacado de aquella cueva, mejorar, innovar, darle una forma más concreta a ese prototipo poco útil que le salvo la vida. Para sí mismo, como excusa, se había metido en la cabeza que deseaba trabajar por su legado, por el legado que la familia Stark dejaría en el mundo. Pero sabía que estaba escapando, rehuyendo de la compañía del rubio, de escuchar sus palabras, de ver su rostro, de comprender o ahondar en los asuntos de los que había tratado de alejarlo luego de encontrarlo. Llegado un momento, se recordó que debía asumir que no era su problema, que no era algo en lo que él pudiera intervenir. Si Steve quería volver a ser el Capitán América, ¿Por qué debía él detenerle?
Steve, por otro lado, parecía sentir que cada día le era más difícil mantenerse lejos del millonario. Como si la satisfacción de verlo a salvo no fuera suficiente, como si todo el esfuerzo que había hecho no alcanzara su objetivo, como si algo más hubiera faltado. Un paso que no estaba seguro de querer dar. Uno en el que ni siquiera quería pensar. Y las misiones, el favor que debía devolver, seguía siendo recurrentemente su medio de escape. Trabajos en lo que, para su suerte, no tenía que exponerse al público, pudiendo solo trabajar desde la distancia, sin volver a ser la gran atracción de la población. No le había importado, aun no lo hace, el tener que volver a eso con tal de tener a Tony a salvo. Y sabía que Fury se había aprovechado de esa circunstancia, siendo su única salida cuando sus opciones se fueron agotando, cuando las puertas se fueron cerrando y la desesperación por la ausencia del castaño se hacía más fuerte. Al mismo tiempo, intentando convencerse que solo era el agradecimiento a Stark por haberlo sacado del hielo.
Desde la distancia, Pepper solo pensó que ambos eran grandes idiotas.
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Gruño por lo bajo, con la bolsa de hielo sobre su cabeza en un intento de que el dolor menguara, casi frustrado y satisfecho al mismo tiempo. La prueba del Mark II había salido bien, incluso con el hielo que casi podría haberle costado la vida, si se tenía en cuenta que había pasado a poco menos de un metro del suelo, no era un falla por completo, ni siquiera una perdida completa. Al menos hasta que aterrizo directamente sobre uno de sus autos favoritos, el cual seguramente tendría que reconstruir ‒o comprar nuevo‒ para reponer su ausencia. Soltó un suspiro, al final había decidido tomar un descanso, buscar una bolsa de hielo para el dolor de cabeza que le había llegado, antes de continuar con los arreglos para una nueva versión del traje.
Si, era un fantástico plan, un magnifico plan. Excelente. Si no se hubiera detenido en la puerta abierta que era la recamara del rubio, atento a la forma en que iba juntando mudas de ropa en un bolso mediano, agregando algunos artefactos que, supuso, S.H.I.E.L.D. le había entregado durante sus trabajos. Bajo su brazo, olvidando el dolor de cabeza para mirar al rubio por momentos, solo recordando las palabras que Pepper hacia días le había dicho, y él no quiso escuchar.
—¿Vas de viaje?— comento, queriendo iniciar una conversación, tensa, que pudiera romper el silencio. Ambos sabían que el otro estaba presente, el rubio había sabido desde el primer momento la presencia del castaño en su puerta, sin mencionar nada.
—Una misión—
—Claro, no lo pensé— murmuro, con cierta ironía en su voz, aun en el marco de la puerta —. ¿Puedo hacerte una pregunta?— no recibió respuesta, por lo que prosiguió —. ¿Cómo terminaste trabajando con ellos? Digo, ¿es normal en ti ignorar cuando te dicen que alguien es una mala primera opción? O ultima—
Steve detuvo sus pasos, mirando el bolso sin verlo realmente: —Le pedí un favor, ahora se lo tengo que devolver— la explicación no pareció ser suficiente para Tony, quien pretendía replicar —. Lo siento—
—¿Por qué?— torció el gesto, inseguro de a lo que pudiera referirse.
—El día que te fuiste, en la mañana— lo volvió a mirar, acercándose hasta la puerta, a menos de un paso del menor —. Estaba despierto— completo, para sorpresa del castaño, quien quiso retroceder hasta su taller —. Debí detenerte, esa vez. Pero no me atreví— hizo una pausa, sin apartar sus ojos de los contrarios —. En ese momento pensé que, si volvías la mirada, iría a buscarte. Pero no lo hiciste—
—Tú estabas…— apretó sus labios, con las imágenes volviendo a su mente una vez más. Abriendo esa puerta que había intentado cerrar.
—Despierto. Si— completo —. Fui cobarde, con lo que paso. Luego desapareciste y— hizo un gesto, sin saber cómo continuar —, me desespere. Busque muchas formas, y nada parecía funcionar. Necesitaba encontrarte y aclarar todo— un paso más, acercándose al castaño que cedió a sus impulsos para hacerse hacia atrás —. Fury fue el plan de contingencia. Tony…—
—Calla— le corto, retrocediendo tantos pasos como el pasillo le hiciera posible.
Una última mirada entre ambos fue lo que obtuvo Steve antes de que Tony se perdiera una vez más en su taller. Esta vez sin que pudiera volver a verle por días.
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Luego de ese encuentro con el soldado las cosas no habían ido mejorando. Fue por J.A.R.V.I.S. que, con cámaras por toda la torre, había sabido de la partida del rubio unas horas después. Tal parecía que lo habían ido a buscar antes de tiempo, algún inconveniente que estuvo tentado a investigar, pero se retuvo a sí mismo. Con la última conversación aun en mente, Tony se obligó a concentrarse en las correcciones del traje, con nuevos materiales, resistencia y alteraciones para no volver a sufrir los mismos inconvenientes que horas atrás.
—Notas: Si el transductor se siente lento a más de 12 mil metros de altitud la presurización es un problema. Creo que el hielo— hizo un gesto, quejándose por el sutil dolor en su hombro —, es uno de los factores— hablo hacia las pantallas, a pesar de que sus ojos seguían en las cámaras de seguridad que seguían reproduciéndose en una esquina de las pantallas.
—Que astuta observación, Mr— hablo J.A.R.V.I.S., llamando la atención del castaño —. Tal vez si piensa visitar otros planetas, deberíamos mejorar el sistema exterior—
—Conéctate con Cisco, que re-configuren la cubierta. Que usen la aleación de oro y titanio del satélite táctico Serafín, eso asegurara la integridad del fuselaje sin comprometer la proporción entre el peso y la fuerza. ¿Oíste?—
—Sí, Mr— el castaño cerró las pantallas que seguían mostrando la partida del Capitán, intentando concentrarse plenamente en su trabajo —. ¿Se lo presento usando las nuevas especificaciones?—
—Claro— giro en su silla, directamente hacia la pantalla holográfica en donde la IA hacia una representación de lo que había ordenado. De fondo, las noticias parecieron haber captado su atención para distraer su mente tanto fuera posible —. ¿Tenemos una fiesta? ¿Estamos invitados?—
—No tengo registro de invitación, Mr— respondió de inmediato, a pesar de que el castaño posiblemente no haya prestado la suficiente atención, demasiado entretenido en lo que la periodista parecía decir sobre su persona. Al parecer demasiado convencida de las habladurías que le habían llegado luego de tomarse esas pequeñas vacaciones —. Mr, la presentación está completa—
Tony analizo la imagen por momento, un traje completo de un color dorado brillante, claramente producto del oro del que estaba hecho: —. Es algo ostentoso, ¿no crees?— sonrió de medio lado, volviendo a girar en su silla.
—¿En que estaba pensando? Usted es siempre tan discreto—
—¿Sabes? Ponle algo de rojo metálico— ordeno, con la vista fija en el último auto sobre el que había estado trabajando.
—Sí, eso lo hará pasar desapercibido— acepto la IA, con un tono sarcástico que podría sorprender a muchos. Menos a su creador —. La presentación está completa— aviso mostrando la imagen anterior con las especificaciones actuales.
—Me gusta, ármalo— se paró de donde estaba, dejando la bolsa de hielo que había mantenido sobre su hombro izquierdo.
—Comienza el ensamblado automático. Tiempo estimado de preparación: 5 horas— notifico, antes de que el castaño decidiera alejarse.
—Perfecto. No me esperes despierto— murmuro saliendo del lugar, con planes en mente.
[—]
La fiesta no había sido, con exactitud, la mejor de sus ideas. Y al mismo tiempo fue lo mejor que pudo hacer. Empezando por comprender muchas cosas que se habían estado haciendo a sus espaldas, los engaños de quien pensó era de confianza, la entrega de armamento no autorizado, la venta del armamento confiscado y almacenado. ¿Era esto a lo que se dedicaba su padre y abuelo? ¿Era esto lo que la familia Stark había estado haciendo por años? Entregar armas al ejército nacional para la protección de los civiles, para preservar la paz en el país, para extenderla y lograr lo que muchos consideraban un sueño. ¿Y qué más? Darle, las mismas armas, a los enemigos, entregar las herramientas para plantar el terror y el caos, para aumentar las muertes en tierras que no tenían la culpa de nada. Para destruir familias y vidas solo por deseos egoístas de más personas.
Eran unas simples imágenes, fotos que aún tenía en sus manos, como un testigo mudo de lo que no supo ver con anterioridad. ¿Era esto lo que sucedía? ¿Era esto lo que nunca había visto? Trabajando en una empresa que ya no estaba seguro de conocer, producir armas de las que ya no estaba seguro terminaran en las manos correctas. ¡Producía armas para la paz! Pero solo alentaba la guerra que miraba desde la distancia, que observo desde la distancia, que ignoro en pos de mantenerse a salvo, de seguir ignorando, de no sufrirlo. ¿Y cómo es que termino? Con metralla en su pecho, trozos de sus propias armas queriendo matarlo con cada segundo que pasaba, con cada nueva respiración que daba.
¿Era ese el legado que la familia Stark estaba dejando al mundo?
Porque no lo aceptaba como tal.
[—]
—Capitán, ¿está listo ya para el trabajo?— Fury, desde una distancia prudente, analizo al viejo soldado sin perder detalles.
—¿Especificaciones de mi misión, Mr?—
—Investigación y protección— respondió, con las manos tras la espalda, recibiendo un asentimiento del rubio —. Estará acompañado, una de nuestros agentes ingresara en los territorios de Gulmira para poder identificar a los agresores. Esperamos poder reducir las bajas, y detener a los criminales—
Steve solo asintió, sabiendo que la idea de reducir las bajas solo era una posibilidad remota, que su trabajo solo consistía en detallar la posición de los terroristas principales en aquellas zonas. Mismos sujetos que, estaba seguro por la información entregada, que habían estado involucrados en el secuestro de Tony. Fury era consciente de eso, más que consciente, era algo de lo que se había cerciorado antes de hacer mover al Capitán desde New York hasta el centro de Afganistán. ¿Qué otra forma podría asegurar su plena concentración en la misión? Tenía que asegurarse que este se mantuviera interesado, comprometido con el objetivo mucho más allá de preservar las vidas de las personas, mucho más allá del deber, quería encadenarlo sentimentalmente para que no se hiciera atrás. Solo era el primer paso, las primeras estrategias antes de que el favor fuera pagado.
—¿Cuándo inicia—
—Mr. Fury— una pelirroja, de sutil acento ruso, interrumpió la conversación de los hombros. Su ropa, un traje completo de S.H.I.E.L.D., solo confirmaba que se había estado preparando para un trabajo —. Ocurrió un incidente. El poblado ha sido liberado, los involucrados han desistido y se retiraron. Acabamos de confirmar la destrucción de las armas, así como el arresto de criminales—
—¿Quién lo hizo?— Fury, ocultando el desconcierto, se movió con rapidez hacia donde parecían seguir investigando lo ocurrido.
El rubio le siguió, apenas dando una mirada a la mujer que le siguió, interesado y curioso de lo que había sucedido. En la sala principal, con hombres y mujeres moviéndose por el lugar, se intentó obtener la mayor cantidad de imágenes posibles. Desde la detección de un objeto volador no identificado, pasando por el aterrizaje, las explosiones que mostraba el satélite sobre la zona. Era difícil obtener buenas imágenes de acontecimientos que habían ocurrido sin que nadie hubiera podido estar preparado, incluso el ejército estaba demasiado lejos como para poder dar testimonio. Y los agentes de S.H.I.E.L.D. que habían permanecido en la zona, no pudieron dar crédito a lo que habían presenciado, y lo que no.
Fueron minutos, largos para muchos, antes de obtener una respuesta clara. Las pantallas de computadora fueron mostrando imágenes cada vez más claras, algunas de cámaras instaladas por los agentes para la misión que, al parecer, ya no tenía razón de ser. Steve no supo que pensar, con exactitud, cuando pudo ver todo con claridad. Una armadura, robot, o sujeto de hierro había arrizado sobre la zona de Gulmira, en pleno ataque de los terroristas, deteniendo una ejecución que hubiera cobrado la vida de muchos inocentes. Explosiones, la entrega de los criminales a los pobladores, la destrucción de las armas que habían tenido. Armas que parecían llevar con orgullo el apellido Stark, para desagrado del viejo soldado. Pero ahí estaba, todos esos sujetos heridos, desarmados y a disposición de un arresto rápido sin resistencia. Un trabajo rápido, limpio y sin la menor de las bajas en cuanto a civiles.
Mucho mejor de lo que S.H.I.E.L.D. pudo haberlo hecho.
—¿Quién o qué es eso?— exigió una respuesta el Director de la agencia, sin que nadie se atreviera a dar una respuesta precisa.
—No hay información, Mr. Tampoco tenemos una imagen clara de él— la pelirroja de antes, a quien identifico después como Natasha Romanoff, fue la única que se atrevió a hablar —. Sin embargo el ejército pareció tener problemas con él, intentaron derribarlo. La orden fue retirada por el Teniente Coronel James Rhodes. No ha dado explicación al respecto—
[—]
—¡Hey! Au. Ah. Ah. Ah— el quejido resonó hasta las escaleras, por las que Pepper bajaba.
—Lo siento, Mr. Esta apretado— se excusó J.A.R.V.I.S., aunque las quejas del castaño continuaron a pesar del todo —. Mr., entre más se resista, más le va a doler—
—Trátame bonito, es mi primera vez— se quejó, sonando extraño para la mujer que finalmente tenía una imagen completa del taller. Deteniéndose principalmente en Tony, quien intentaba hacer equilibrio sobre una de sus piernas, en una especia de base céntrica, dejando que dispositivos robóticos, similares a manos, extraían de su cuerpo la armadura que había estado usando hace instantes —. Pero si diseñe esto para que lo sacara ¡Hey!—
—Trate de no moverse, por favor—
—¿Qué sucede aquí?— interrumpió Pepper, congelando los movimientos del castaño por segundos, antes de que volviera a verla sin una expresión clara en su rostro.
—Seamos honestos, no es lo peor que me has visto hacer— se defendió luego de casi un minuto de silencio.
—¿Esas son balas?—
Los siguientes minutos, casi media hora, Pepper sintió que el corazón salía de su pecho con cada nueva palabra del castaño. Era difícil, complicado, asimilar la verdad de la que Tony se había logrado hacer sabedor con solo asistir una fiesta. La mentira, la traición, los negocios bajo la mesa que repercutían directamente en lo que la familia Stark había estado construyendo por generaciones. Era, finalmente, comprender que todo no había sido solo un error, que las armas que Tony había visto eran entregadas por manos de sus propios constructores, que las ordenes de un Stark habían sido pasadas por alto en su propia empresa. Era el juego sucio en que el que Tony se vio ciego, arrancándose por sí mismo la venda, comprendiendo lo que le habían estado intentando ocultar.
—Necesito que me hagas un favor— Tony busco un dispositivo USB entre sus cosas, uno que ya había tenido preparado antes de que la mujer entrara —. Quiero recuperar mis cosas. La mayoría de las armas fueron trasladadas a almacenes privados y reforzados, estuve encargándome de eso ahora— explico, entregándole el dispositivo —. Pero no es suficiente—
—Tony…—
—Quiero que vayas a mi oficina, que te metas en la base principal y traigas todos los recibos de embarques más recientes. Este es un decodificador, te va a hacer entrar— explico, señalándolo —. Debe estar en Executives files. Sino, estará en un disco fantasma. Si ese es el caso— se movió por entre las computadoras, a medida que iba explicándole la situación —, busca en el numerador más bajo—
—¿Qué piensas hacer con eso?—
—Pararlos. Encontrare mis armas y las destruiré— volvió a ver a la mujer, decidido a llevar a cabo sus planes —. No permitiré que sigan negociando bajo la mesa, que dañen vidas inocentes. Que destruyan todo lo que los Stark han construido—
—Tony— se cortó, apretando el aparato entre sus manos.
—Te lo pido, Pepper. No como jefe, sino como amigo— agrego, sin mirarla, fingiendo ver las pantallas frente a él —. Eres la única en quien puedo confiar— murmuro, haciendo sonreír a la mujer.
—Steve volverá pronto— aviso, apretando el dispositivo entre sus labios —. Creí que te gustaría saberlo— agrego al retirarse, dispuesta a cumplir el pedido.
[—]
En solo unos pocos días, ni siquiera dos, Tony pudo darse cuenta de muchas cosas que creyó verdaderas en su vida. Iniciando por las mentiras de Obadiah Stane, por su traición, por sus intenciones, por lo que había revelado en lo que creyó seria su muerte segura. Porque creyó que moriría, cuando el reactor abandono su cuerpo, cuando la sonrisa que le dio, burlona y divertida, como una muestra clara de que aquel era su fin. Porque era la gallina de los huevos de oro, que empezaba a buscar más respuestas que riquezas, porque comenzaba a ser un dolor de cabeza para los planes de enriqueces las billeteras de traidores mentirosos. Pero había logrado sobreponerse, negándose a caer tan fácilmente en una muerte por sus propias armas, negándose a simplemente ceder y dejar que las cosas continuaran tal cual.
¿Quién le iba a decir que Obadiah había estado intentando hacer una versión de su armadura? Gracias a su suerte el sujeto no había hecho las pruebas necesarias, como se había tomado la molestia él, una ventaja que le permitió rotar la balanza a su favor, tener el ingenio para superar el tamaño de una maquina con poca movilidad como lo fue su primera armadura. Lo único que lamenta es que casi pierde a Pepper en el proceso, quien había estado esperando sus indicaciones para darle fin a todo ese problema que no debió permitir avanzara tanto.
Sin embargo, no todo fue tan malo, a pesar de casi haber perdido el centro de producción de energía, en donde el Reactor ARC principal se encontraba, podría decir con una gran sonrisa que las cosas no fueron tan mal. Eso, claro, si se tenía en cuenta que la prensa no había perdido oportunidad de hacer especulaciones de todo lo sucedido, poblando la ciudad de imágenes de su armadura enfrentándose a Obadiah, con todo lo que eso significaba.
Steve fue recibido por tan extraña noticia, alterado por la idea de que Tony haya estado envuelto en todo eso, nervioso porque no había noticias de en qué pudo estar metido el genio y en que no. Solo especulaciones, rumores en torno a las instalaciones en construcción de Stark Industries.
—Iron Man, suena bien, lo admito. Pero no es un término del todo correcto— pareció quejarse el castaño, leyendo el periódico en tanto su asistente intentaba cubrir las heridas que se había hecho durante el enfrentamiento —. El traje es una aleación de oro y titanio pero la imagen es atractiva. No sé, ¿Qué crees?—
—Su coartada— bajo el periódico, mirando al hombre que había sido de especial ayuda en todo ese problema; Phil Coulson —. Estaba en su yate. Tenemos pruebas y declaraciones juradas de 50 invitados—
—Gracias— asintió, mirando las tarjetas que el había entregado —. No hay nada sobre Stane— noto.
—Estamos en eso, Mr. Está de vacaciones, accidente de avión— explico, con gesto natural —. Sucede todo el tiempo—
—Bien, veo que lo tienen cubierto, sin embargo…— hizo un gesto al seguir pasando las tarjetas —. ¿En serio? ¿Guardaespaldas? Es decir, admiro su ingenio per creo que es bastante. Cliché. Poco creíble—
—No es mi primera vez, Mr. Stark— aseguro, con una sonrisa confiada que poco logro convencer a Tony —. Solo siga las tarjetas y todo quedara atrás— agrego, comenzando a retirarse —. Le queda dos minutos—
—Tiempo suficiente— agrego la mujer, cortando lo que el castaño pudiera llegar a decir, viendo al hombre retirarse.
—¿Suficiente para qué?— cuestiono el genio, aun analizando las tarjetas —. La verdad que no es tan malo, ni yo me creería ser Iron Man—
—No eres Iron Man— replico en broma, dejando a un lado el saco que completaba el traje —. Hay alguien que quiere verte, los dejare solos para que puedan hablar—
La mujer ni siquiera espero una respuesta, acomodando las últimas cosas, tomando las suyas para salir por la puerta de la oficina en donde se había estado preparando. Dejando en el interior a un castaño confundido, inseguro del significado en las palabras de la mujer, que cobraron sentido al ver pasar por la puerta al mismo sujeto que había permanecido en su mente, de forma inconsciente, sin poder contenerse. Steve había estado esperando el momento indicado para poder entrar, poder hablar con Tony sin interrupciones, sin malos entendidos de por medio, sin confusiones; y Pepper había facilitado el momento sin que el castaño pudiera huir de la situación. Algo que, seguramente, Tony haría pagar apenas tuviera oportunidad. Si llegaba a tenerla o si aún le quedaban ganas de hacerlo.
La puerta se cerró tras el soldado, quien avanzo hacia el menor a paso firme, seguro, sin apartar la mirada de los orbes chocolates.
—Steve— saludo, parándose de su lugar, maldiciendo la pequeña mesa que ahora le impedía retroceder —. No sabía que habías llegado—
—Tuve un percance. Alguien— dudo, haciendo un gesto —, alguien hizo lo que debía ser mi misión. Un sujeto en un traje de hierro, por lo que me dijeron. Luego de eso tuve que completar papeles y luego el viaje— negó con la idea, ignorando la expresión de Tony a sus palabras —. Quería verte—
—Lo estás haciendo— le recordó, tragando en seco —. Lo siento por lo de tu. Ah. Misión—
—Sé que fuiste tú— Tony se tensó, dando un paso hacia atrás que no logro concluirse —. Miss Potts me lo acaba de decir—
—Debería bajarle el sueldo— murmuro, con cierta molestia —. ¿Planeas delatarme con Tío Nick?— ironizo.
—Planeo algo mejor—
Unos pasos más, el obstáculo de la mesa y el jadeo en sorpresa llegaron antes del choque entre sus labios. Un contacto que arranco de ambos un suspiro de satisfacción, haciéndolos reaccionar mucho antes de que comprendieran lo que sucedía en su entorno. Un solo contacto, el roce entre los labios que prendió lo que había quedado inconcluso hacía ya meses atrás. Ya no era el contacto lento, el simple roce sin reacción que habían compartido, ya no eran apariencias de desconocimiento, ya no eran intenciones de silencio. Ahora era un beso, un verdadero beso que habían esperado compartir sin atreverse a dar el siguiente paso. Pero ahí estaban, con sus manos aferrándose al contrario, con sus cuerpos eliminando cualquier insignificante distancia, con sus labios moviéndose en un deseo reprimido. Fue lento, fue delicado, fueron los primeros pasos en aquello que empezaban a experimentar. Movimientos que parecieron torpes y experimentados a la vez, conociendo el terreno que aun podían considerar inexplorado. Fue fuego y hielo al mismo tiempo. Fue deseo y necesidad, ternura y cariño, sentimientos y ansias. Era la verdad y el entendimiento, eran las peleas y la reconciliación en la que solo ellos podrían comprenderse. Como si solo hiciera falta ese contacto, el movimiento de sus labios, el roce entre sus cuerpos, las manos aferrándose a la cintura y cabellos, afianzando desde la nuca para evitar una distancia que nunca llegaría.
Era, simplemente, la forma en que todo parecía cobrar sentido para ambos.
[—]
—Y ahora, Mr. Stark tiene un anuncio importante— James Rhodes, sobre uno de los escenario en las instalaciones de Stark Industries, se hizo a un lado para permitirle el paso al castaño —. No va a responder preguntas. Gracias— asintió, recibiendo a Tony con un apretón de manos, no pasando desapercibida la sonrisa que el millonario intentaba disimular.
—Ahm— apretó sus labios, dando una mirada a todos a su alrededor —. Hace mucho que no estoy ante ustedes. Hoy si seguiré el guion— bromeo al mostrar las tarjetas, provocando la risa de muchos en el lugar —. Se ha especulado acerca de mi participación en los eventos ocurridos en la calle, el techo y—
—Perdone Mr. Stark— una mano se alzó entre la multitud de periodistas. Desde la oficina donde Tony se había estado preparando, tanto Steve como Pepper habían asumido que ese era muy mal comienzo para toda esa declaración pública —. Pero, ¿en serio quiere que creamos que fue un guardaespaldas especial que, convenientemente, apareció? A pesar de que usted siempre ha—
—Ya sé que es confuso— le corto el millonario, reconociéndola como la última mujer que había llevado a su torre.
—Se está desesperando— murmuro Steve, desde su lugar en uno de los sillones. Su mirada fija en la pantalla donde Tony estaba dando su declaración ante la prensa.
—Pero una cosa es cuestionar la versión oficial y otra cosa es apuntar con el dedo acusador e insinuar que yo soy una especie de súper héroe— explico el castaño, provocando un gesto en quienes lo observaban desde la oficina.
—Jamás le dije súper héroe— aclaro la periodista, con una sonrisa burlona por tal insinuación.
—¿Ah no?— un puchero casi se hacía paso entre los labios del joven millonario, intentando mantener la compostura —. Pues gracias, porque sería algo exagerado y. Ah. Fantástico— murmuro lo último, volviendo a ver las tarjetas —. Yo. Ahm. No tengo la madera de héroe ¿o qué? Con esta— se cortó, dudando —, larga lista de defectos de carácter. Y con los errores que he cometido en público— bufo, sabiendo que comenzaba a divagar entre sus ideas.
—Tony, no lo hagas— murmuro Pepper desde su lugar, casi agradeciendo cuando Rhodey se propuso darle fin a la situación.
—Solo tienes que seguir el guion— susurro cerca de Tony, quien asintió tanto como pudo antes de carraspear.
—Si— tomo las tarjetas, dispuesto a leerlas como debió hacer desde un principio —. Lo cierto es— se detuvo, a pesar de las cámaras apuntándole directamente.
—Continua, continúa, continua. No metas la pata—
—Lo hará— aseguro el rubio, hacia la mujer, conteniendo la risa que quería salir por sus labios. Que de nada sirvió.
—Yo soy Iron Man— y el caos se desato para placer del genio.