
La araña que lanza chispas
La telaraña se le pegó al rostro, haciéndolo tambalear de un lado a otro mientras trataba de respirar y golpeaba a sus demás compañeros maleantes. Hasta que uno de ellos lo empujó, haciendo que su cabeza chocara contra una vieja radio, la cual comenzó a sonar.
—¡Oh, esa es una buena canción! We aaaaaaare in this togetheeeer! Once we know that we are...
—¡Lo juro por Dios, Jinx! ¡Concéntrate en reducir a estos tipos antes de que se escapen!
—We're all stars and we seeeeee that!
—¡Jinx!
—¡Vamos, amigo, no seas tan aburrido!
El jefe de los maleantes se abrió paso hasta el frente de su grupo y vio cómo los dos chicos atrapaban a otro de sus socios, llenándole la entrepierna de telaraña, haciendo que este chillara.
—Vaya, vaya... así que nuestras pequeñas e inofensivas actividades llamaron la atención de los héroes de la ciudad —comentó el jefe, haciendo que ambos lo miraran—. Gato Negro... —señaló al chico con traje de látex, cuyo antifaz y cabello blanco y rizado contrastaban y sobresalían—. Y... la araña que lanza chispitas...
—¿...La araña que lanza chispitas? ¡¿En serio?! —se indignó la chica de traje en tonos azules y negros, con telas de araña en morado brillante—. ¡Solo por eso te voy a llenar tanto de tela el ano que, cuando acabe contigo, parecerá que mi telaraña eran en realidad renacuajos tratando de impregnar el óvulo que no pudieron encontrar por ir por una ruta equivocada!
—¡Jinx! —la reprendió su compañero.
—¿Qué? ¡No es culpa de mis renacuajos! ¡Mira ese gordo culo sin una puta señal! ¡Cualquiera se perdería ahí!
El líder de los delincuentes hizo un ademán con los dedos antes de darles la espalda.
—Acaben con ellos.
El grupo rodeó a los dos héroes mientras estos discutían, hasta que finalmente se dieron cuenta del peligro.
Gato Negro desenfundó sus armas a tiempo para atrapar el brazo de su agresor con su látigo retráctil y lanzarlo a un lado.
—¡Concéntrate! —le gritó a su compañera, pero sonrió al ver cómo la chica saltaba justo en medio de dos hombres y los derribaba, apresándolos rápidamente con telarañas en las piernas.
—Lo tengo, lo tengo... entonces... ¿música de combate? Entiendo.
—¡No! ¡No dije...!
Pero antes de que pudiera agregar algo más, Jinx lanzó una telaraña al reproductor de música nuevamente.
—Oh... un clásico —comentó Jinx, encogiéndose de la emoción en su lugar antes de encorvarse un poco y poner los dedos sobre sus labios—. Look... If you had... one shot or one opportunity...
Gato Negro agarró del cuello al siguiente hombre que se le lanzó y lo empujó contra la pared.
—To seize everything you ever wanted in one moment, would you capture it... Or just let it slip?
—¡Jinx! ¡Deja de rapear y ayúdame!
—¡Yoh!
Dos hombres se lanzaron sobre Jinx, pero esta sencillamente saltó, haciendo que se golpearan entre ellos. Luego los cubrió de telaraña.
—His palms are sweaty, knees weak, arms are heavy... There's vomit on his sweater already... mom's spaghetti!
—¡Jinx!
—¡Oh, vamos! ¡Acompáñame! ¡Tú eres bueno rapeando! ¡Eres Negr-! ¡Whoa!
El siguiente delincuente se abalanzó contra ella, moviendo de un lado a otro un grueso fierro de metal que casi le quiebra la cabeza.
Gato Negro usó su látigo para quitarle el arma, y Jinx, inmediatamente, le lanzó telaraña a los ojos, haciendo que el tipo caminara sin sentido hasta que ella lo golpeó con el puño.
—¡Dios! ¡Cada vez tienen la cabeza más dura!
—¡Evita que su líder se vaya! ¡Yo me encargo del resto!
—¡¿Qué?! ¡¿Y dejarte toda la diversión?!
—¡Jinx! ¡Si ese tipo escapa con el disco, todo mi trabajo de meses se irá a la basura!
—¡Sí, y si estos tipos te matan, yo... yo tendré que tirar tu cuerpo a la basura! No me parece equitativo...
—¡¿Qué?!
—¡Olvídalo! ¡No te dejaré!
—¡Puedo contra todos ellos! ¡Solo ve!
—...
—¡Por favor, Jinx!
—Agh...
A regañadientes, Jinx lanzó su telaraña al techo y comenzó a perseguir al líder por la calle. No tardó en encontrarlo, pero no esperaba que los hombres que bajaron del vehículo le apuntaran con armas.
Se escondió de los disparos hasta que dejó de escucharlos. Cuando asomó la cabeza de nuevo, vio que tres vehículos se ponían en marcha.
Saltó de edificio en edificio, siguiéndolos, hasta que la ciudad y sus calles comenzaron a entorpecer el escape.
—Los tengo...
Los autos intentaron separarse, conduciendo por la acera y obligando a los peatones a refugiarse horrorizados.
Jinx aterrizó sobre el capó del primer vehículo y con su telaraña cubrió el parabrisas. El conductor hizo lo que pudo, pero terminó chocando contra una pared.
Revisó el interior del auto, pero no había señal del líder.
—Este no es. Revisemos los otros dos —comentó divertida, pero antes de que pudiera saltar, el siguiente auto la embistió por sorpresa.
—¡Están locos! —se quejó, viendo cómo los delincuentes ni siquiera tenían consideración por los suyos.
Jinx aterrizó de mala forma en unos tachos de basura, pero se recuperó justo a tiempo. Los integrantes del vehículo bajaron con sus armas.
Con rápidos movimientos, les lanzó telarañas a las manos, dejándolos inutilizados. Sin embargo, esto no evitó que los hombres arremetieran contra ella y contra los ciudadanos.
—Patético —murmuró al ver cómo uno tomaba a una rehén.
Jinx levantó las manos en señal de rendición, pero tan pronto como el hombre bajó la guardia, le lanzó telaraña a la cara, permitiendo que la mujer escapara sin más.
Se acercó al segundo vehículo, pero tampoco encontró al líder ahí.
—Bueno, segundo auto descartado... —se dispuso a seguir al tercero—. Ahora, ¿dónde...?
Se quedó en su lugar, observando la escena. Los peatones se movían en pánico, algunos tomaban fotos, la patrulla de policía hacía sonar su alarma, pero Jinx no veía el tercer vehículo.
Se encogió de hombros antes de dar un gran salto hasta el techo más próximo. Aun desde ahí, no logró encontrar el auto que buscaba.
—Bueno... Ekko va a matarme...
...
"La preparatoria Arcana era la mejor de la ciudad. Sus amplios campos y bien equipadas aulas albergaban a jóvenes de todas las clases sociales, convirtiéndola en un lugar óptimo para el desarrollo de los adolescentes en su transición a la adultez, brindándoles un ambiente social reconfortante y oportunidades únicas para su futuro."
—O eso fue lo que ella dijo...
Jinx observaba aburrida cómo dos brabucones, con el uniforme del equipo de la preparatoria, metían sin dificultad a un chico más delgado que ellos en un basurero.
La chica los ignoró y siguió caminando, cada paso con menos ganas de ingresar a la institución.
"De verdad... este lugar..."
Siguió pensando mientras miraba los grupos sociales bien divididos y estructurados, tal como se esperaría en un instituto como ese.
Los populares, las porristas, los deportistas, los genios, los no tan genios, los que consumen azúcar por la nariz, los perdedores y los inadaptados de siempre.
"¿Por qué la gente insiste en venir a este mugrero... por voluntad propia?"
Jinx negó con la cabeza mientras avanzaba por el pasillo. Su mal humor crecía rápido y, sin darse cuenta, chocó hombros con alguien, haciendo que un par de libros cayeran al suelo.
—Genial... —murmuró de mal humor mientras se inclinaba para levantar las cosas del suelo.
Mientras recogía los cuadernos, le llamaron la atención las tapas de colores rosa y amarillo brillante, decoradas con garabatos a lápiz, cómicos pero tiernos.
Iba a hacer un comentario sarcástico sobre lo infantil que le parecían, pero entonces sus ojos se encontraron con los brillantes ojos azules y llenos de vida de la otra chica.
—Oh, lo siento, es mi culpa, no vi por dónde—
Jinx no la dejó terminar, poniéndose de pie de inmediato. Su sudadera gris corta se enganchó en un lado de su mochila, revelando parte de su abdomen, dándole un aspecto descuidado y desalineado, pero no podía importarle menos.
La otra chica también se puso de pie y le sonrió mientras acomodaba los libros en su bolso. Su cabello rubio caía como si se tratara de cascadas de oro, y su piel era tan perfecta que Jinx se tomó un momento para analizarla antes de perderse en sus ojos.
—Oh... ¿Te gusta Pentakill? —preguntó la rubia, señalando el pin enganchado en la banda de la mochila de la otra, pero no consiguió respuesta—. ¿La banda? —intentó de nuevo.
—Ah...
—...
—¿...qué?
—Si te gusta Pentakill, la banda... llevas un pin de ellos.
—¿Eh?
—Si te gusta-
—Sí me gustas.
—¿Qué?
—¿Mmm? ¿Qué? ¡Me gusta... chocar contigo...! En el pasillo... ¿Eso preguntaste?
Lux rió ante la ocurrencia y la perplejidad en el rostro de Jinx.
—No, es decir... no es que me moleste chocar gente en el pasillo, solo... no lo hago a propósito, ¿sabes?— trató Lux.
—Yo tampoco... tenemos... tenemos eso en común, ¿no crees?
—Lo que quiero decir es que fue solo un accidente... venía distraída —siguió la rubia.
—¡Claro! Claro... yo también, lo siento, estaba distraída... pensando...
Un chico alto la empujó del hombro con fuerza, haciéndose espacio para ponerse al lado de Lux.
—Perdón —se disculpó con sarcasmo el chico, pasando un brazo por el hombro de la rubia—. Yo también venía distraído, debe ser la moda del día.
—No te metas con ella, vamos, fue solo un accidente.
—Ella lo fue... de seguro —comentó el chico, pero al notar la mirada de desaprobación de su novia, se corrigió—. Es decir, no te importa, ¿verdad?
Jinx ignoraba todo lo que se decía mientras Lux le sonreía con simpatía.
Notó que esperaba alguna respuesta y miró a ambos ahora.
—¿Qué? Ah, no... para nada... yo... quiero decir... sí, me gusta Pentakill...
Lux asintió con una sonrisa aún más amplia.
—¿Y a quién le importa esa banda de muertos? —comentó el chico y empujó con sutileza a Lux para que lo siguiera. Ella lo hizo.
Ekko había visto toda la escena desde su lugar, con los brazos cruzados, esperando a que Jinx se acercara, pero ella seguía parada en el mismo sitio con una sonrisa boba en el rostro.
Él terminó acercándose.
—Es tan linda... huele a fresa... ¿Sabrá a fresa?
—Me pregunto qué pensará la ciudad si se entera de que SpiderJinx se choca con media preparatoria como una idiota en los pasillos sin poder evitarlo.
—Chocaría con ella las veces que hiciera falta.
—...
—¿Qué?
—...
—¡Oh, vamos! ¿Sigues enojado conmigo por lo que pasó con esos tipos?
—Debes aprender a concentrarte... te lo pedí cientos de veces... pero siempre tienes la cabeza en otras cosas.
—Mira, yo no te pedí... bueno, tú no me pediste ayuda. Es decir, yo no pedí ser tu ayuda... soy tu ayuda extra, no una parte importante de... tu equipo o lo que sea. Trabajo sola, no contigo. Si no te gusta, pues piérdete. ¡Es más! ¡Me ofendes! ¡Te estaba ayudando con esos tipos! ¡Aunque no me lo pediste! ¡Y aun así me gritaste! ¡Pídeme perdón!
—Tienes razón...
—¡Es lo que digo!
—No te pedí tu ayuda.
—Oye...
—La próxima vez que me veas y creas que necesito tu ayuda... no vengas por mí.
Ekko se dio la vuelta y comenzó a caminar alejándose, pero Jinx lo siguió de cerca.
—¡Oh, vamos! ¿Qué es toda esa cara desaprobatoria? Me recuerdas a mi hermana.
—Jinx...
—No, en serio, ¿qué es? ¿La extrañas?
—Eres una idiota.
—Yo también la extraño, pero no ando por ahí comparando a la muerta con la viva de su hermana, ¿sabes?
Ekko tensó la mandíbula y se detuvo para encararla, pero Jinx se le adelantó.
—No soy como tú y tu grupito de héroes, el policía y lo que sea con lo que le lavaron el cerebro a Vi para volverse agente.
—No fue nuestra culpa.
—...
Ekko suspiró una vez más.
—¿Sabes qué?... Olvídalo. —dijo, tratando de cambiar el tema—. Y tienes razón. Tú solo eras una mano amiga en ese lugar.
—Sí... como sea...
—Jayce cree que puede rastrear la señal en el momento en el que conecten ese disco, así que no está todo perdido.
—Ese bueno para nada...
—... tienes razón. No trabajas con nosotros.
—Así que no tengo por qué soportarlo.
—Exacto —concedió Ekko—, pero... conmigo no tienes opción, ¿verdad?
—Bueno... tengo algo por los gatos.
Jinx decidió también dejar las diferencias de lado por ese día.
Hablaron de trivialidades mientras caminaban hasta la primera clase, pero antes de llegar, Ekko se detuvo y miró hacia el interior de un aula.
Jinx lo imitó, pero se arrepintió de inmediato. No pudo seguir caminando porque Ekko la detuvo con el brazo.
Antes de que pudiera quejarse, la puerta se abrió y la chica salió a su encuentro.
Los tres se miraron por unos incómodos segundos sin decir nada.
—Presidenta —saludó finalmente Ekko.
—Yo ya no... ya no soy la presidenta de ninguna clase o asamblea —contestó la más alta de los tres con una débil sonrisa—. No desde... bueno... tengo muchas cosas en la cabeza, otras tantas en qué enfocarme...
Jinx miró la interacción con marcado desinterés, pero cuando la chica la miró, no pudo evitar devolverle una dura sonrisa.
—Jinx...— trató de saludar.
—Caitlyn...— devolvió esta, mirándola con una dura sonrisa.
—¿Cómo has estado?
—Genial.
—... Genial.
Ekko sintió la tensión en el ambiente, pero antes de que pudiera decir algo, Jinx lo jaló del brazo.
—Vamos tarde.
Varios pasos más adelante, su amigo decidió indagar en el tema.
—Tampoco fue culpa de la presidenta, ¿sabes? Ella ni siquiera estuvo ahí.
—Me consta.
—¿Y por qué la tratas así?
—¿Así cómo?
—Jinx...
—¿Oh? ¿Cómo si no me importara en lo más mínimo? Déjame adivinar... Lo voy a pensar... Ah, claro, ya sé... porque no me importa en lo más mínimo.
—Se llevaban bien antes de... eso.
—No nos llevábamos bien.
—Hablaban.
—Excelente uso de los tiempos verbales. Si no fuera porque nuestras notas peligran por la inasistencia, creería que puedes aprobar lengua española el próximo semestre.
—Mel me dijo que lo está superando bien y...
—Me. Importa. Una. Mierda —lo cortó, deteniéndose para mirarlo con severidad.
—...
—Mira, qué bueno, sí, de verdad. Qué alegría que mi "excuñi" esté superando la muerte del amor de su vida. Gran cosa. Conseguirá otro y ya.
—No es tan fácil, Jinx... Para nadie lo es.
—No, no, tú también y todos los demás. Tú conseguirás otra compañera que se crea el cuento de héroe, el idiota de Jayce encontrará otra subordinada a la que engatusar para enlistarla en la policía de este mugrero, ¿de acuerdo? Y la niña multimillonaria con el mejor futuro del lugar se conseguirá otra novia... —sentenció y decidió seguir caminando para que el chico no la viera al decir lo último—. Pero yo no conseguiré otra hermana.
...
La clase del profesor Viktor le pareció interminable. Ya ni siquiera lo escuchaba y se perdía mirando al lagarto que tenía en el laboratorio, durmiendo bajo la cálida luz artificial de su pecera.
Jinx se preguntó si el animal se aburría tanto como ella en ese momento.
—La evolución es algo complejo. Muchos autores tienen sus propias perspectivas para definirla, generando mucha ambigüedad en sus definiciones —continuó el profesor—. ¿Alguien podría darme alguna de estas muchas definiciones?
Nadie contestó.
—Señorita Crownguard.
Lux levantó la vista de sus apuntes y asintió, haciendo que Jinx pusiera más atención a la clase de repente.
—Una de las definiciones de evolución es que es el proceso de transformación de las especies a través de cambios producidos en sucesivas generaciones —habló con claridad y confianza—. Algunos autores piensan que para que el proceso sea evolutivo, debe hallarse un cambio que... ¿Se encuentra bien, profesor?
La clase miró entonces al hombre al frente. Se apoyaba en el escritorio mientras se tocaba la frente con notable pesar, pero enseguida lo disimuló.
—Sí, perfectamente. Solo estaba tratando de recordar alguna comparativa con la definición que está dando, señorita Crownguard —explicó con calma—. Excelente como siempre. Por favor, prosiga.
La mente de Jinx volvía a concentrarse en Lux, pero, de repente, los pelos de su brazo se erizaron y un escalofrío le heló la nuca.
Miró con cautela la sala, pero no encontró nada extraño, hasta que puso su atención nuevamente en su profesor.
El hombre volvía a ocultar un poco su rostro, pero luego inclinó la cabeza extrañamente hacia ella. Por un momento, creyó ver que sus ojos se volvían oscuros, con un llamativo tono amarillo en el centro. Sin embargo, el reflejo de sus anteojos ocultó su mirada y, cuando lo revisó de nuevo, todo parecía normal.
Sus sentidos se calmaron, aunque permaneció atenta a la amenaza que aún no comprendía. Pero nada más pasó.
...
Jinx cerró la puerta de su habitación con un golpe y dejó caer su mochila en el suelo sin cuidado. Se tiró sobre la cama boca arriba, dejando escapar un largo suspiro mientras fijaba la vista en el techo.
—Por fin... —murmuró, sintiendo cómo el cansancio del día la atrapaba.
El sonido lejano de la ciudad se filtraba por la ventana abierta. Voces, autos, risas. Todo seguía su curso.
Giró la cabeza hacia su escritorio y vio el viejo radio de policía que había "tomado prestado" hace meses. Estaba cubierto de stickers y rayones con forma, pero aún funcionaba perfectamente. Lo había dejado encendido, como siempre, por costumbre más que por interés. Últimamente, los reportes no eran más que llamadas aburridas sobre disturbios menores o gatos atrapados en árboles.
Cerró los ojos. Solo un par de minutos y se levantaría para cambiarse... o quizá solo dormiría así, con la sudadera puesta.
—Tenemos un 10-31 en progreso. Robo a mano armada en la tienda de conveniencia de la calle 7. Se reportan al menos dos sospechosos...
Los ojos de Jinx se abrieron y volvió a enfocarse en el techo. La calle 7 no estaba lejos.
Rodó sobre su costado, mirando el radio sin moverse. No era su problema. No era su trabajo. No era su responsabilidad.
"Un gran poder conlleva una gran responsabilidad."
Jinx chasqueó la lengua y se pasó una mano por la cara, como si eso pudiera borrar el recuerdo.
—Maldicion, Vi... ni muerta dejas de sermonearme ¿Verdad? —se quejó, pero ya estaba de pie.
Se acercó a su armario y sacó su máscara. La telaraña azul relucía bajo la tenue luz de su lámpara.
No era su problema.
Pero sí era su ciudad.
Sin dudarlo más, se puso la capucha, abrió la ventana y saltó hacia la noche.