
Chapter 1
La primera vez que se vieron, Lauren tenía 16 años y Camila 12.
Lauren acababa de ser expulsada de su tercer colegio estatal consecutivo mientras que Camila se dirigía con su equipo de hockey a competir en una nueva final de un torneo interestatal. A su corta edad, ya había conseguido obtener el trofeo por primera vez. Su uniforme rosa chillón no llamaba la atención, dado que todos en New Providence conocían de la fama del equipo y de lo buenas que eran. Todos alguna vez habían asistido a algún partido o conocían a alguna de sus jugadoras. Camila si bien era nueva, era reconocida no solo por su juego sino por su apellido de alta cuna. La familia Cabello era de las más adineradas del pueblo, y su madre había sido campeona en todas las competencias de hockey que participó. Tenía toda una estantería en la casa dedicada exclusivamente a sus trofeos, y la crianza de Camila estuvo muy influenciada por ella.
Camila tenía el peso de un apellido al cual hacer honor, una carga que desde chica la perseguía a todos lados. A pesar de eso, la chica ya era conocida por todos los habitantes del lugar, ganándose su cariño en base a su personalidad espontánea y cálida. Aunque también ayudaba el tener como gobernador del pueblo a su padre, por lo cual todos querían ganarse su favor.
Lauren, por su lado, tuvo que criarse a la fuerza en una casa que su padre había dejado antes de que ella naciera y con una madre que vivía más tiempo fuera de ella que en la misma. ‘’Alguien en esta casa tiene que hacerse cargo de pagar las cuentas’’, solía decirle a Lauren. Sin embargo, su amor por las drogas fue más fuerte que el de su hija. Una sobredosis se la llevó una tarde fría de Enero cuando Lauren volvía a casa luego de haberse ido durante tres días por una pelea que terminó con varios vidrios rotos. No puede decirse que lloró, porque nunca le tuvo mucho afecto para empezar, pero eso significaba que a partir de ahora tenía que sobrevivir sola. Intentó seguir estudiando por un tiempo, pero sus estudios se mezclaban con sus horarios laborales (trabajar de mesera y con horarios rotativos nunca incentivó a nadie a perseguir una carrera), por lo cual terminó por abandonar sus estudios secundarios y poder así mantener una casa que estaba llena de deudas.
El equipo de hockey del Lincoln School había salido a la calle entre aplausos de la gente que había ido a apoyarlas y fuegos artificiales que había comprado la escuela para la ocasión. Lauren no tenía idea de lo que pasaba, pero al estar las calles cortadas se metió entre la multitud haciéndose paso a los manotazos limpios. Nunca fue una chica de buenos modales, se manejaba como se había criado, a los golpes. Lo único que quería era llegar a casa para empezar a buscar por un segundo trabajo que le permitiera seguir pagando una deuda que se hacía cada día más y más grande.
Cuando se chocó con la marea rosa, empezó a golpear con más fuerza para que la dejaran pasar. En el apuro, empujó a una chica morena que saltaba y gritaba como loca, tirándola al piso. Lauren se paró un segundo a mirarla, y vio que la chica la miraba con odio pero también con asco. Lauren lo entendió. Estaba acostumbrada a obtener esas reacciones de la gente cuando la veían, ya que siempre estaba desaliñada y a veces, quizás muchas, intentaba olvidarse de sus problemas con ayuda del alcohol y cigarrillos. La gente del pueblo también la conocía, aunque no por los mismos motivos que a Camila. A ella la adoraban, era simpática, cariñosa y espontánea, la chica que todos querían tener de hija o de novia, mientras que Lauren era huraña, hija de una drogadicta, malhumorada y se vivía peleando con una banda rival cuando tomaba de más. Las carreras de motos que se llevaban a cabo ilegalmente eran otra forma que tenía de ganarse la vida, pero muchos vecinos que ahora la veían llevaban un buen tiempo denunciándola. No la querían, pero el odio era mutuo. Lauren tampoco los quería a ellos.
Las chicas formaron un círculo alrededor de ellas mientras que las mejores amigas de Camila, Dinah y Normani, la ayudaban a levantarse. Lauren se balanceó, abriendo y cerrando la boca, como intentando pedir disculpas, pero se calló cuando las mujeres empezaron a increparla. Pensó en contestarles, pero iba a hacer una pelea desigual y no tenía ganas de seguir sumando cosas a su currículum.
- Qué mirás?, qué estás haciendo acá? – La desafió Camila, masajeándose la rodilla derecha que había recibido la mayor cantidad del impacto.
- No es obvio? –Le respondió Normani, mostrando una sonrisa socarrona- la lesbiana asquerosa quiso venir a vernos a todas.
Lauren la siguió mirando, considerando seriamente la posibilidad de pegarle una trompada, pero luego de unos segundos decidió que no era lo mejor, así que cerró los puños y se fue, dejando a Camila y su banda riéndose solas.
En vez de dirigirse a su casa, decidió ir al bar que quedaba diez manzanas abajo, por fuera de la zona más adinerada del pueblo, para golpear un par de veces una bolsa que tenían en una de las habitaciones del fondo, con un ring de boxeo incluido. Cuando llegó lo primero que hizo fue calzarse las vendas y empezar a golpear con furia el saco, sin registrar que su novia la miraba desde una esquina con los brazos cruzados. Ally ya se había enterado de la expulsión porque se lo había mensajeado un amigo, así que esperó hasta que su novia terminara de descargar su bronca para ir a besarla.
- No te había visto – Susurró Lauren entre besos.
- Lo sé. Estabas tan concentrada golpeando que tenía miedo de frenarte. Cuando estas en ese estado das miedo.
- Lo sé. Me echaron del colegio.
Ally la besó otra vez en señal de respuesta y consuelo.
- Y a la vuelta me choqué con las estúpidas del Lincoln que iban a competir, casi me voy a las manos con ellas.
- Con cuáles?
- Ese grupito que sigue y le lame las botas a la hija del gobernador.
Ally bufó al escuchar el nombre. Claro, no podía ser otra que Camila Cabello. Había escuchado hablar una y mil veces de la ‘’princesa del pueblo’’ como les gustaba llamarla, pero Ally sabía que su fama era mal ganada. La chica era una malcriada, caprichosa y frívola. Usaba a la gente y hablaba por la espalda de los demás. Sin embargo, la gente la amaba.
- Allá ellas – Contestó Ally, y volvió a besarla, intentando aliviar un poco todo el dolor que Lauren llevaba.