Día 8 - Tengu
Heredera de la familia, la única en la línea de sucesión dentro de los Tengus de aquel templo, su destino había sido decidido a muy corta edad.
Debía encargarse del templo y continuar con la tradición de realizar purificaciones, formar una familia y mantener el linaje; para ello fue comprometida con un tengu de sangre pura proveniente de otro pueblo…claro que eso era el ideal, porque la realidad era un aspecto completamente diferente.
Cuando era pequeña, llegó una misteriosa yokai, una nekomata, del cual no se sabía su origen. Los monjes y sirvientes del templo Tengu decidieron adoptarla, otorgarle un hogar mientras trabajaba de sirvienta.
La curiosidad de la joven tengu con esta yokai era innata, y al parecer no era la única porque la nekomata cada vez que la veía, parecía demostrar curiosidad por conocerla.
Comenzaron a relacionarse la una con la otra como si fuera algo completamente natural, convirtiéndose en amigas en poco tiempo. A medida que crecían, su relación se iba fortaleciendo. Ambas habían aprendido magia, de formas diferentes pero aprendido, al fin y al cabo, por lo que en su edad adulta aquello les servía cuando la joven tengu debía realizar purificaciones, incluso combatían a aquellos yokais malignos para proteger a los demás y preservar la paz.
No sabía en que momento todo había cambiado, ella era la heredera del clan, tenía un compromiso establecido desde pequeña y, aun así, se había enamorado de quien consideraba su mejor amiga, aquella nekomata que había llegado de forma tan sorpresiva a su vida y con la que guardaba hermosos recuerdos.
Cuando descubrió sus sentimientos, decidió reprimirlos. Nadie sospechaba que tenía sentimientos románticos hacia ella, por lo que no estarían en problemas si se mantenía en silencio, compartiendo a su lado como siempre, pero en cierto punto aquello no era suficiente. Ya no deseaba atarse de por vida con aquel Tengu con el cual tenía el compromiso, deseaba elegir a su pareja. Una decisión difícil ya que las probabilidades de que rechazaran aquello eran bastante altas y, además de ello, desconocía si era correspondida por la nekomata.
Aun así, decidió dar el primer paso, hablarlo con quien era dueña de su corazón en esos momentos, confesarse y, dependiendo de la respuesta de ella, tomar las siguientes acciones. Decidida, buscó a la nekomata por el templo, topándosela en uno de los pasillos exteriores. Se quedó observándola por unos momentos, sonriendo al sentir como su corazón aceleraba solo con verla; en eso fue capaz de notar la expresión de la chica, al parecer algo le preocupaba por lo que se acercó a ella para ayudarle.
— ¿Qué es lo que estás haciendo aquí tan sola? — preguntó con una sonrisa suave la joven tengu al ver que su amiga se sorprendía ligeramente al verle.
— Hm, no es nada en realidad, solo pensaba — sonrió la nekomata en respuesta, acercándose a la chica y abrazándole en busca de afecto.
— No parece “no ser nada” – dio una suave risa ocultando un poco su preocupación, habían crecido juntas por lo que sabía que algo preocupaba a la felina. — puedes decirme, no hay problema – comenzó a hacer suaves caricias en su cabello, mimándola.
— Temo que algo cambie entre nosotras si lo digo en voz alta —
— … puedes decirme, no cambiará nada — trató de darle confianza, pero esas palabras resonaban en la mente de la joven tengu, no quería tener la idea equivocada, pero sus pensamientos comenzaban a traicionarle en ese punto. Decidió apartar un poco a la nekomata para observarle, sonriendo con suavidad para darle confianza.
Los labios de la nekomata se movieron, dejando salir aquello que deseaba expresar. La joven tengu se sorprendió al oírlo, era evidente en su rostro. Aquella tarde, algo había cambiado en su relación, con unas simples palabras el destino de ambas había dado un giro, del cual solo el viento y los árboles eran testigos.