
Capítulo 10
Capítulo 10
—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó, tratando de darle sentido a lo que estaba viendo.
—Voy a caminar a casa —dijo Lena con un gemido dolorido mientras se daba por vencida en tratar de poner su pie en el suelo y, en cambio, se decidía a abrazar el árbol de roble frente a la casa Jacobson.
—Ya veo —murmuró pensativa la rubia mientras miraba por encima del hombro a su camioneta, que estaba a menos de cuatro metros de distancia, y luego de nuevo a su esposa, que se esforzaba por mantener su manta mientras sostenía desesperadamente el árbol.
Cuando la pelinegra se quedó allí, tratando de...
Bueno, no tenía idea qué demonios estaba tratando Lena de hacer, se dio cuenta mientras se frotaba las manos por el rostro y aceptaba la pérdida de su camioneta.
Si hubiera ocurrido cualquier otro día, en cualquier otro momento, tendría puteadas y gemidos por ello, pero no le quedaba espacio para quejarse, no después de haber sido advertido.
Ellas le habían dicho acerca de la maldición cuando era una niña, pero incluso para una niña sus advertencias habían sonado como una tontería.
Cuando su padre y algunos de sus tíos lo habían apartado para suplicarle posponer su luna de miel durante un año, ella no le había dado importancia, realmente no escuchándolos, y les había dicho que se arriesgaría.
Ahora pagaba por ello... literalmente.
Decidiendo que no era el mejor momento para pensar en el daño del hotel que iba a tener que pagar, las multas por velocidad que iban a limpiar su cuenta de cheques, la ropa que iba a tener que reemplazar y la camioneta nueva que probablemente iba a tener que comprar y no podía permitirse, se acercó a su esposa y la alzó en brazos.
—Umm, ¿qué estás haciendo? —preguntó, incluso mientras envolvía su brazo alrededor de sus hombros.
—Llevarte a casa.
—¿Y necesitas correr para hacerlo? —preguntó la pelinegra, apretando su agarre sobre ella mientras se lamía los labios con nerviosismo.
—Sí —dijo Kara, rezando para que fuera capaz de llevarla a casa y poner fin a esta luna de miel antes de que algo pueda ir pe...
—¡Mis gafas! —gritó Lena cuando sus lentes de repente se deslizaron de su cara y cayeron.
Trató de agarrarlas, pero sólo logró golpearlas, enviándolas lejos.
—¡Mierda! —espetó la rubia, reduciendo la velocidad de modo que pudiera...
Crack.
—Perfecto, mierda —dijo, bajando su cabeza hacia atrás a la vez que cerraba sus ojos con derrota, porque honestamente, no estaba segura de cuánto más podría aguantar.
—No... No creo que puedan ser reparados —susurró Lena en voz baja.
—¿Puedes verlas? —preguntó estúpidamente a pesar de que ya sabía que no podía ver absolutamente nada sin ellas.
—Bueno, no, pero ese crujido no sonó exactamente prometedor — murmuró pensativa mientras la rubia se obligaba a abrir los ojos y mirar hacia abajo.
—Por favor, dime que tienes otro par —murmuró, sintiendo a su estómago revolverse con temor cuando vio los restos de los vidrios desparramados alrededor de su pie.
—Lo tengo —dijo Lena, haciéndolo suspirar de alivio, porque finalmente, algo salía bien. Es decir, hasta que añadió—: Pero la abuela las había empacado.
—Genial —dijo la rubia, decidiendo que ya era hora de mover el culo y llevarla a casa para poder poner fin a esta horrible pesadilla, empezó a correr de nuevo.
—¿Por qué estamos corriendo exactamente? —preguntó, agarrando su camisa y aferrándose con fuerza mientras la rubia corría tan rápido como podía con la pelinegra en sus brazos.
—La maldición —refunfuñó de mala gana justo en el momento que escuchó ese feroz gruñido rompiendo la tranquila mañana.
* * *
—¡Ay!
—Bájame —dijo Lena, tratando de arrastrarse fuera de sus brazos, pero la terca se negó a detenerse.
—No —espetó la rubia con un brillo determinado en sus ojos que era un poco perturbador.
—Estás cojeando —señaló, una vez más.
Aunque, en este punto no estaba segura si se siguiera aplicando llamarlo cojera, no cuando parecía como si arrastrara su pierna derecha detrás de la rubia en este momento.
—Está bien —dijo entre dientes con la mandíbula apretada mientras continuaba con su ritmo lento hacia la casa.
—Puedo caminar —discutió, bastante segura de que al menos podía caminar mejor que Kara en este momento.
—No, te voy a llevar a casa —replicó, lo cual no era exactamente sorprendente.
Suspirando, ella se movió en sus brazos cuando lentamente doblaron en la esquina de su calle.
—¿Por qué no me bajas para que podamos echar un vistazo a tu pierna?
—Estoy bien.
Mordiéndose el labio inferior, se movió para poder echar un vistazo por encima de su hombro.
—No estoy al cien por cien segura, pero bastante cerca a eso que estás dejando un rastro de sangre tras de sí.
—Te voy a llevar a casa —dijo entre dientes, de alguna manera logrando sonar aún más decidido y asustándola un poco.
—Kara, ese cachorro realmente podría haber hecho algún dañ...
—¡No era un cachorro! —espetó.
—Sonaba como un cachorro —dijo con un ligero encogimiento de hombros.
—¡No era un cachorro! ¡Era un perro come personas grande y vicioso y podría haberme matado!
—Umm, creo que el gatito hizo el mayor daño. —Se sintió obligada a medida que lentamente se dirigían a su casa más allá de la esquina.
—¡No era un gatito!
—Pero así es como la señora Briars lo llamó —señaló Lena amablemente.
Hubo una breve pausa antes de que la rubia dijera:
—Ella mintió. Era jodidamente enorme.
—¿Y el trabajador de oficina de correos que se detuvo a tirar al gatito de tu pierna y lo llamó el gatito más lindo que había visto nunca? — preguntó, preguntándose por qué tenía un problema aceptando el hecho de que había sobrevivido al ataque de un animal bebé.
—Maldito delirante —gruñó la rubia prácticamente mientras apretaba su agarre alrededor de ella y seguía cojeando hacia la casa, lo que llevó a una pregunta interesante.
—Umm, ¿Kara?
—¿Sí?
—¿En qué casa vamos a vivir?
Después de otra breve pausa, él preguntó:
—¿Hay comida en tu refrigerador?
—Está lleno —dijo Lena, preguntándose qué tenía que ver eso.
—Entonces tu casa —dijo, haciendo que sus labios se crispen.
—Ya veo —murmuró ella pensativa mientras apoyaba la cabeza contra su pecho—. ¿Puedo preguntarte algo?
—¡No era un gatito! —espetó a la defensiva.
—No es eso —dijo, rodando los ojos en exasperación, porque realmente, esto sólo se volvía lamentable—. Me preguntaba qué quisiste decir acerca de una maldición.
—Oh.
—¿Vas a decirme algo al respecto? —preguntó Lena, entrecerrando los ojos en su hermoso rostro.
—¿Te vas a reír? —preguntó después de una ligera vacilación.
—¡Claro que no! —dijo con un jadeo indignado, ofendida de que Kara pensara tan poco de ella—. Nunca me reí de todo lo que me dijiste.
—Bien —dijo la rubia, suspirando profundamente antes de admitir—: Creo que estamos malditas.