
Capítulo 4
Capítulo 4
—¿Estás pensando compartir?
—No —dijo Lena simplemente, sonriendo mientras se volteaba sobre su estómago para que pudiera volver a enderezarse apoyándose en los codos.
Hizo todo un espectáculo de estirarse por la bolsa de tartaletas rellenas de mantequilla de maní que Kara había salido corriendo a comprarle esta mañana temprano cuando ella se había quejado de que tenía hambre y seleccionado uno de los deliciosos bocados.
—Cosita glotona —dijo Kara, riendo con aprobación mientras dejaba caer la toalla y se metía en la cama de modo que estuviera acostada boca abajo junto a ella.
—Aprendí de la mejor —bromeó, desenvolviendo la tartaleta rellena de mantequilla de maní en su mano y metiéndosela en la boca.
—¿Qué estamos viendo? —preguntó la rubia, apoyando la barbilla sobre sus brazos cruzados.
—Los Goonies (película estadounidense de aventuras que relata el viaje de un grupo de niños amigos en busca de un tesoro perdido, y que se ha convertido en una de las películas de culto de los años 80) —dijo Lena, moviéndose al borde de la cama para que pudiera estirarse y recoger su botella de jugo de naranja.
—Buena película —dijo Kara, moviéndose de modo que pudiera presionar un beso contra su hombro desnudo.
—Mmmhmmm —murmuró la pelinegra, lamiéndose los labios cuando un delicioso temblor se abrió camino hasta la punta de sus pies.
Kara se movió más cerca de ella, presionando más de esos pequeños besos provocativos en su hombro y espalda.
—¿Quieres ir a buscar algo de comer? —preguntó la rubia, besando el lugar donde se encontraban su cuello y su hombro, haciendo que reprimiera un gemido.
Lena le echó un vistazo al decodificador cerca del televisor y suspiró.
Era un poco más de las diez, lo que significaba que casi era hora de volver a la realidad.
Deseaba poder pasar más tiempo con Kara, familiarizándose de nuevo con el cuerpo de ella y disfrutando del hecho de que era toda suya ahora, pero desafortunadamente para ellas, tenían que ir a trabajar mañana.
—¿Quieres detenerte en ese lugar de pizza que vimos de camino acá? —preguntó la pelinegra, disfrutando de un beso más contra su hombro antes de que se bajara de la cama renuentemente y se dirigiera al baño.
—Tal vez el próximo fin de semana —dijo Kara a través de lo que sonaba como un bocado de sus tartaletas rellenas de mantequilla de maní.
—¿Qué va a pasar el próximo fin de semana? —preguntó Lena con el ceño fruncido mientras agarraba su ropa, preguntándose por qué necesitaban volver por ese camino el próximo fin de semana.
—Nos vamos a casa —dijo la rubia, aproximándose por detrás y arrojando la bolsa vacía en el pequeño bote de basura debajo del lavamanos.
—¿De qué estás hablando? —preguntó la pelinegra, agarrando el cepillo de dientes y la crema dental suministrados por el hotel.
Se le acercó por detrás y envolvió sus brazos alrededor de Lena, halándola hacia atrás contra ella.
—Nuestra luna de miel aún no ha terminado, cariño —dijo, girando la cabeza para que pudiera besarla a un costado de su cuello.
—¿Luna de miel? —preguntó la pelinegra, reprimiendo una sonrisa hasta que se dio cuenta de que una luna de miel no era una posibilidad, al menos no todavía.
Conseguir tiempo libre en este momento no era una posibilidad, no cuando acababan de empezar el año escolar.
Puede ser que mañana fuesen capaces de conseguir reportarse enfermas, pero simplemente terminarían pasando la mayor parte del día en la carretera, luchando contra el tráfico de la hora pico para llegar a casa.
Si iban a tomarse el día libre mañana, prefería irse a casa ahora para que pudieran pasar todo el día en la cama.
Por lo menos era algo, pensó con un suspiro mientras giraba la cabeza y se encontraba con los labios de Kara.
—Podríamos planear algo para Navidad —dijo, realmente gustándole la idea de acurrucarse con su rubia delante de una chimenea en una cabaña en algún lugar en lo profundo del bosque.
—No vamos a postergar esto —dijo la rubia, rozando sus labios contra los suyos.
—Tenemos que ir a trabajar mañana —le recordó Lena cuando comenzó a cepillarse los dientes.
—No, no es así —dijo Kara, poniéndose sus bóxeres.
—Si queremos conservar nuestros trabajos tenemos que hacerlo — refunfuñó, deseando que pudiera mandar todo al diablo y quedarse en la cama con Kara durante el próximo mes o dos, pero no podían.
—Tenemos permiso hasta el próximo lunes —anunció Kara con un encogimiento de hombros mientras se ponía los pantalones.
Lena se congeló, a mitad del cepillado.
—Lo siento. ¿Ahora qué es esto? —preguntó, sacándose el cepillo de dientes de la boca, segura de que lo había escuchado mal.
No había manera de que Kara hubiese dicho lo que ella había pensado que había escuchado.
—Llamé ayer y organicé que tuviéramos una semana libre —dijo, quitándole el cepillo de dientes a ella.
—Pero es el comienzo del año —señaló, casi demasiado temerosa de preguntar cómo lo había logrado cuando los directivos tenían mala fama por negarse a conceder tiempo libre a menos que hubiera un certificado de defunción involucrado.
—Les expliqué que lo mejor para ellos era que me dejaran llevar a mi esposa en una verdadera luna de miel —se limitó a decir mientras enjuagaba su cepillo de dientes, le ponía crema dental y se cepillaba los dientes.
—¿Y estuvieron bien con eso? —preguntó mientras se ponía sus bragas y su sujetador, sabiendo que tenía que haber más que eso.
—No les di opción —dijo la rubia, enjuagando el cepillo de dientes y aplicándole más crema dental antes de entregárselo a ella.
—Gracias —murmuró con aire ausente, recibiendo el cepillo de dientes y comenzando a cepillarse los dientes con un profundo suspiro, sabiendo que si hubiese sido ella quien llamara para pedir tiempo libre le habrían dicho que no y, probablemente, le pedirían que fuera una hora más temprano para encargarse de la obligación del bus.
Condenadas e influenciables tendencias residuales, refunfuñó internamente con un puchero.
* * *
—¡Dime! —exclamó Lena, casi saltando en su asiento.
—¡No! —dijo Kara, riendo cuando Lena le lanzó un puchero, probablemente con la esperanza de que funcionara con ella, pero estaba olvidando que era una Danvers y había dominado el puchero a la edad de tres.
—Te odio —murmuró la pelinegra, desplomándose en su asiento con los brazos cruzados sobre el pecho mientras miraba por la ventana, ignorándolo deliberadamente y haciéndolo sacudir la cabeza con diversión.
Era tan condenadamente adorable para ser novata.
—¿Te haría sentir mejor si te diera una pista? —preguntó, decidiendo pasar el tiempo confundiéndola para su propia diversión.
Todavía mirando con furia a la nada, Lena se encogió de hombros y dijo:
—Tal vez.
—Eso es muy malo —dijo Kara, riendo entre dientes cuando la pelinegra se volteó para lanzarle una mirada asesina.
—Bastarda —murmuró la pelinegra, y con un resoplido, enfáticamente miró a otro lado una vez más.
—¿Estás planeando ignorarme todo el tiempo?
—Sí.
—¿En serio?
—¡Sí!
—¿Y eso por qué? —preguntó, estirándose y encendiendo la radio satelital en la estación favorita de Lena, La Carretera.
A pesar de que disfrutaba de casi todos los géneros de música, con algunas excepciones, ella realmente parecía disfrutar de la música country moderna.
Antes de que hubiesen empezado a salir, la rubia se habría horrorizado con sólo oír las palabras, música country, pero eso había cambiado rápidamente después de la primera vez que la pelinegra se había apropiado de su radio.
—Porque te odio —dijo ella con un pequeño resoplido altivo que lo tuvo sonriendo.
Tan.
Jodidamente.
Adorable.
Kara se estiró y puso la mano en su muslo, amando la manera en que Lena se acercó más incluso mientras continuaba desanimada.
Mientras conducía por la concurrida autopista contempló detenerse por comida para prolongar la tortura, pero después de un minuto decidió no hacerlo.
No podía esperar a ver su cara cuando se diera cuenta de a dónde la llevaba para su luna de miel.
Iba a ser perfecto, absoluta y jodidamente perfecto, pensó, sabiendo sin lugar a dudas que estaba a punto de probar que la pendejada de la teoría de su familia sobre las lunas de miel era sólo eso, una pendejada.