Luna De Miel Infernal

Supergirl (TV 2015)
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Luna De Miel Infernal
Summary
—¡Detente! —le rogó Kara.Lena terminó de aflojar su cinturón de un tirón, desabrochó su pantalón y bajó su cremallera antes de que la rubia pudiera repetirlo.Se echó hacia atrás, dejando sus pantalones abiertos y revelando la gran protuberancia escondida sólo por sus boxers de color gris.—Está bien —dijo con dulzura.Kara respiró hondo y se relajó visiblemente.La pelinegra sabía que la estaba presionando, pero no tenía ninguna opción.Kara estaba siendo tan malditamente terca y no la escuchaba.
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Capítulo 3

Capítulo 3

 

—No puedes seguir enojada.

—Y sin embargo, lo estoy —dijo Lena, quitándose los zapatos a la vez que la camisa y la dejaba caer al suelo sólo para recogerla segundos más tarde y echarla en el respaldo de la silla en la esquina con un pequeño gemido patético que le hizo saber cuán cansada realmente estaba su nueva esposa.

—¿Ayudaría si dijera que lo lamento? —preguntó Kara, sacándose su camisa y arrojándola sobre la silla, también.

—Probablemente no, sé que estarías mintiendo —dijo, suspirando profundamente, incluso cuando claramente trataba de reprimir una sonrisa de satisfacción.

—No puedes seguir enfadada conmigo para siempre, mi pequeña saltamontes —señaló Kara, luchando por reprimir un bostezo mientras salía de sus bóxers y los arrojaba a un lado.

—Sólo sigue diciéndote eso —dijo Lena entre dientes mientras empezaba a quitarse el sujetador y las bragas sólo para ceder después de unos segundos y arrastrarse a la cama, viéndose agotada.

—Extrañaba esto —dijo, subiendo detrás de Lena. Envolvió el brazo a su alrededor y la acercó hasta que estuvieron acurrucadas—. Te extrañé —murmuró, presionando un beso en su hombro, saboreando su olor y la sensación de su cuerpo contra el suyo.

Lena lanzó un pequeño suspiro de placer mientras empujaba hacia atrás, acurrucándose más cerca de la rubia mientras cerraba los ojos, feliz de estar finalmente de nuevo en sus brazos.

En cuestión de segundos, la sintió comenzar a relajarse en sus brazos.

—¿Estás cansada? —preguntó Kara, reprimiendo una sonrisa mientras le besaba el hombro.

—¿Qué? —murmuró medio dormida.

Se rió mientras presionaba otro beso en su hombro.

—Lo tomaré como un sí.

—Somnolienta —se quejó patéticamente.

—Ve a dormir, bebé —susurró la rubia, riendo cuando lanzó un pequeño gruñido de frustración y de repente giró en sus brazos para enterrar la cara en su pecho.

Con un suspiro, se echó hacia atrás lo suficiente como para sacarle las gafas, lo que le valió otro de esos gruñidos que lo hacían sonreír, y las colocó cuidadosamente sobre la mesa lateral de la habitación del hotel.

Tan pronto como su mano estuvo libre, cubrió de nuevo con el brazo a su esposa y le dio un beso en la coronilla de la cabeza.

Su esposa.

Cristo, no podía creer que en realidad estuviera casada.

Hasta que se había enamorado de Lena honestamente nunca pensó que terminaría enfermo de amor como muchos de los bastardos en su familia, pero una vez que la besó...

Estuvo acabada.

Había querido pasar el resto de su vida con ella, la necesidad cada vez más urgente con cada día que pasaba hasta que creyó que moriría si no la hacía suya.

Entonces Lena rompió su corazón, la destruyó por completo, dejándola hueca.

Cuando se fue sintió como si estuviera en el infierno.

No había podido dormir, comer o hacer nada excepto pensar en ella.

Cada día había sido más difícil que el anterior.

La mayoría de las veces no estaba segura de cómo encontraría fuerza de voluntad para seguir, seguir tomando ese próximo aliento, pero de alguna manera lo hizo.

En el momento en que volvió se dio cuenta de algo muy importante, podía vivir sin Lena.

El problema era que no quería, pero si hacerla feliz significaba vivir en el infierno entonces estaba preparada para hacerlo.

Estuvo preparada para vender su casa, encontrar un nuevo trabajo y alejarse de modo que nunca tendría que verla de nuevo para que Lena pudiera seguir también.

Cuando la esposó a la silla la noche anterior y se vio obligada a pensar en ella con alguien más, perdió el control.

En ese momento, estuvo dispuesto a mover cielo e infierno por tenerla.

La desesperación la llevó a hacer todo lo necesario para que eso sucediera.

Y ahora era suya.

Sonriendo, se reclinó lo suficiente para poder rozar suavemente sus labios contra los de la pelinegra, no queriendo despertarla, pero necesitaba darle un beso de buenas noches.

Después de rozar sus labios contra los de ella una última vez, se movió de nuevo sólo para que Lena liberara un pequeño gemido sexy en su sueño que la hizo inclinarse para otro beso.

Esta vez, cuando trató de alejarse, Lena extendió la mano y entrelazó los dedos en su cabello.

La mantuvo donde estaba mientras le devolvía el beso, lentamente al principio.

Fue un dulce beso, un beso perfecto así que no lo apresuró, no quería.

Continuó el beso, devorando poco a poco sus labios, esperando el momento en que sus labios se separaran y cuando lo hicieron, profundizó el beso, tomando las cosas con calma y vertiendo hasta la última gota de amor que sentía por la pelinegra en él.

Lena gimió suavemente mientras se encontraba con ella roce con roce.

Se incorporó, sin romper el beso y se movió sobre ella, sosteniéndose en un brazo mientras bajaba la mano entre ellos y la colocaba entre sus piernas.

Kara la tomó, gimiendo cuando sintió que su ropa interior se mojaba y frotó suavemente su mano sobre ella un par de veces antes de meter los dedos en la cintura de las bragas y bajarlas.

Lena soltó el agarre que tenía en su cabello.

Alargó la mano y le ayudó a bajar sus bragas hasta que pudo sacarlas.

Aún sin romper el beso, la pelinegra se incorporó, lo que le obligó a sentarse para poder ayudarla con su sujetador.

Tan pronto como lo quitó, Lena se recostó, con los brazos alrededor de sus hombros, llevándola con ella.

Se acomodó entre sus piernas.

Ambas gimieron en voz alta cuando su erección presionó su raja húmeda.

La rubia se movió hasta que puso todo su peso sobre su brazo derecho para poder extender la mano izquierda y acunar su pecho, apretando suavemente mientras pasaba el pulgar sobre el pezón.

Continuó jugueteando con su pezón duro mientras rotaba sus caderas, forzando a su polla a estar más profunda entre su hendidura hasta que la parte inferior se apretó contra su clítoris hinchado.

Se quedó sin aliento, sus uñas se le clavaron en la espalda mientras Kara se presionaba con más fuerza contra Lena, aplicando tanta presión como podía sin hacerle daño.

—Se siente tan bien —dijo Lena con un pequeño gemido atractivo.

—¿Te gusta eso? —preguntó, con voz cada vez más ronca mientras se humedecía más, empapando la parte inferior de su pene y haciendo que un estremecimiento de placer recorriera su cuerpo.

—Me gustaría aún más si estuviera encima —susurró la pelinegra contra sus labios con una sonrisa que la rubia fácilmente devolvió mientras cumplía, rodando sobre su espalda y llevando a su esposa con ella.

Mientras se acomodaba encima de Kara, ésta continuó masajeando suavemente su pecho mientras la otra mano se estiraba a su otro pecho descuidado y le daba la misma atención, trabajando con el pulgar sobre el pezón hasta que estuvo tan duro como el otro.

Lena puso la mano sobre el colchón al lado de su cabeza, cambiando su peso en un brazo mientras movía la otra mano entre ellas y la envolvía alrededor de su erección.

Le dio un breve apretón que le hizo succionar suavemente su lengua en apreciación antes de que moviera la mano en un movimiento uniforme hasta que ahuecaba sólo la punta en la mano.

—Mierda —jadeó la rubia en voz alta mientras Lena apretaba su agarre alrededor de la punta, rotando las caderas hacia adelante, haciendo que su pene se envolviera entre su raja húmeda.

La pelinegra sonrió contra sus labios, claramente disfrutando del poder que tenía sobre Kara y la rubia permitió que lo tuviera.

Se quedó quieta, luchando contra la necesidad de poner su espalda contra el colchón y follarla hasta que gritara su nombre y exprimiera hasta la última gota de ella.

Si hubiera sido cualquier otra mujer, habría hecho eso, conseguir lo que quería e irse, pero esta no era una mujer cualquiera.

Esta era su pequeña saltamontes, el amor de su vida, su alma, su vida...

Su esposa.

—Te amo, Lena —dijo, deslizando sus manos desde su pecho para poder ahuecar su cara en sus manos, sus pulgares acariciaron suavemente sus mejillas mientras rozaba los labios contra los suyos—. Te amo demasiado.

Kara sintió su sonrisa en sus labios, sintió sus labios temblar cuando la primera lágrima rodó por su mejilla.

Quitó la lágrima con su pulgar mientras la besaba.

—Te amo, también —susurró la pelinegra, liberando su agarre sobre la rubia y dándole un beso por un minuto antes de mover sus caderas, haciéndolas rodar hacia adelante y luego empujando hacia atrás hasta que la punta de su erección presionó su centro.

Lentamente, se echó hacia atrás, llevándole dentro de ella centímetro a centímetro insoportable hasta que pensó que moriría.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, estuvo completamente asentada sobre la rubia.

Justo cuando pensaba que Lena se movería y le pondría fin a su sufrimiento, se echó hacia atrás lo suficiente para poder mirarla, su pelo cayendo alrededor de ellas.

La pelinegra se mordió el labio inferior mientras le miraba.

—¿Qué pasa, bebé? —preguntó la rubia, pasando la yema de su dedo pulgar sobre su labio inferior.

—Sabes que esto es para siempre, ¿verdad?

Riéndose, utilizó su control sobre Lena para acercarla para darle un beso.

—Es mejor que lo sea.

 

 

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