
Prólogo
Prólogo
—¡Detente! —le rogó Kara.
Lena terminó de aflojar su cinturón de un tirón, desabrochó su pantalón y bajo su cremallera antes de que la rubia pudiera repetirlo.
Se echó hacia atrás, dejando sus pantalones abiertos y revelando la gran protuberancia escondida sólo por sus boxers de color gris.
—Está bien —dijo con dulzura.
Kara respiró hondo y se relajó visiblemente.
La pelinegra sabía que la estaba presionando, pero no tenía ninguna opción.
Kara estaba siendo tan malditamente terca y no la escuchaba.
Mentalmente le chasqueó la lengua mientras se levantaba.
Si sólo se hubiera quedado alrededor unas dos semanas atrás, sabría exactamente lo mucho que la quería y cuánto lamentaba haberle hecho daño.
No había ninguna duda en su mente que la había lastimado y se odiaba mucho por eso.
Meses atrás, cuando le dio la bienvenida a Kara en su vida había sido tan estúpida por pensar que categorizar a las personas en pequeños grupos seguros la protegería.
Lo único que logró hacer fue herir a ambas y empujar a Kara lejos.
Cuando se dijo que jamás podría haber algo más con Kara había sido tan tonta y había estado tan asustada de permitirse verdaderamente amarlo y esperar un futuro que se dijo a si misma que era imposible.
Había sido tan condenadamente egoísta y lastimó a la persona que amaba.
Ahora Kara estaba sufriendo, y haciendo todo lo posible por cuidarla y protegerla.
Por mucho que calentara su corazón el saber que la rubia haría cualquier cosa por hacerla feliz, incluso sufrir, en realidad estaba muy enojada.
Su obstinación simplemente estaba retrasando lo inevitable.
Utilizaría la furia de sus puños para meter algún sentido en la rubia, pero no quería hacerle daño.
Así que quedaba sólo una opción...
Reprimiendo una sonrisa, se levantó y se apoyó en la mesa de la cocina.
Nunca había hecho algo tan audaz en su vida, pero esto era por Kara.
No dolía que estuviera esposada y no pudiera detenerla.
—¿Estás segura de querer que me detenga? —preguntó tímidamente.
—Sí —susurró la rubia, todavía jadeando.
—Hmmm, entonces quizás ¿deberíamos simplemente hablar? —sugirió la pelinegra mientras salía de sus tacones.
Los ojos de Kara se entrecerraron ante la acción mientras distraídamente asentía.
—Creo que deberíamos olvidarnos de ser amigas, Lena, e ir por caminos separados —dijo levantando la mirada, pero sin encontrarse con sus ojos—. Una vez que mi casa esté vendida voy a irme para siempre.
—Eso realmente no va a funcionar para mí —dijo Lena, levantando el brazo y lentamente desabotonando su blusa de seda.
—¡Eso es jodidamente malo, Lena! He avanzado. Necesitas seguir adelante —espetó la rubia, claramente tratando de no observar cuando la pelinegra reveló un sujetador de encaje negro.
—¿Has seguido adelante? —preguntó casualmente, quitándose suavemente su camisa.
—Sí —dijo sin ninguna vacilación.
—Ya veo —dijo Lena, reprimiendo una sonrisa cuando sus ojos prácticamente la devoraron.
Extendió la mano de nuevo y soltó los cierres de su falda, y vio como Kara siguió la falda cuando esta chocó contra el suelo, vacilando ante las bragas negras a juego.
Lena salió de la falda y la pateó a un lado antes de reclinarse de nuevo sobre la mesa.
—Entonces —dijo, trazando la parte superior de su sujetador con la punta de su dedo—, ¿ya me olvidaste?
—Sí.
—Supongo que esto significa que quieres que me vista y me vaya —dijo, sin tener ninguna intención de irse hasta que fuera suyo.
Kara dudó, haciéndola sonreír.
—Sí.
—Eso es una maldita lástima —dijo Lena, llegando hasta entre sus pechos y deshaciendo el cierre frontal.
Sostuvo las copas juntas mientras la estudiaba.
La rubia parecía no poder dejar de removerse en su silla o quitarle los ojos de encima.
—¿Qué? —preguntó Kara distraídamente.
—Bueno, ¿qué pasa si no quiero que se acabe? —preguntó ella, lentamente despegando cada copa, revelando sus duros y apretados pezones.
Kara maldijo suavemente cuando dejó caer el sujetador al suelo.
—¿No te importa... —empezó a preguntar mientras separaba sus piernas para darle una mejor visión de lo que esperaba por él—, si alguien más me toca?
Mientras observaba un músculo en su mandíbula apretarse y crisparse, distraídamente pasó las puntas de los dedos de una mano sobre su pecho y estómago.
—No, no me importa —increpó la rubia con frialdad.
—¿En serio? —preguntó, girándose para poder inclinarse sobre la mesa y coger el recipiente de Tupperware (una marca famosa de recipientes herméticos de plástico) que había traído consigo.
Miró sobre su hombro y refrenó una sonrisa cuando atrapó a Kara lamiendo sus labios con avidez mientras sus ojos se deslizaban por su trasero.
—Supongo que entonces debo contarte que Mark, el nuevo profesor de Biología, me invitó a salir mañana por la noche. A cenar en su casa —dijo despreocupadamente, haciendo estallar la parte superior del recipiente mientras observaba su reacción.
Sus ojos volaron a los suyos y Lena no pudo evitar notar que todos los músculos de su cuello y pecho se tensaron.
—No es de mi incumbencia —gruñó.
Cogió el cuenco, dio vuelta y se arrodilló delante de la rubia.
—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó, moviéndose nerviosamente.
Lena mordisqueó su labio inferior entre los dientes mientras ponía el recipiente en el piso.
Alargó la mano y haló sus boxers, liberando su erección que lucía algo rabiosa.
Resistió el impulso de pasar sus dedos sobre ella.
—Así, eso parece más cómodo —murmuró ella mientras cogía el recipiente de nuevo.
—Oh Dios... ¿es eso glaseado de crema de mantequilla? —le preguntó Kara en voz estrangulada.
—Mmmhmm —dijo, sumergiendo un dedo en la crema de mantequilla y haciendo un espectáculo al lamerlo—. Mmmhmm. — Bañando su dedo en el delicioso glaseado otra vez—. Creo que te lo debía —dijo, extendiendo la mano y untando glaseado sobre uno de sus pezones.
Kara soltó un suspiro cuando ella se inclinó y lo lamió.
—El trato fue que yo podía lamer un cuenco entero de ti —dijo Kara entre dientes apretados.
—Pero esto es mucho más divertido —dijo Lena, recogiendo más glaseado. Ella le dio una sonrisa un poco astuta cuando se acercó y untó glaseado sobre la parte inferior de su duro pene—. Muchísimo más divertido.
Kara gimió largo y sonoro ante el primer golpe de su lengua.
Cristo, era mucho más divertido de lo que se imaginaba.
Por supuesto, sería mucho más divertido lamerlo de sus pechos y de su pequeño y redondo trasero.
Vio como Lena trazada con su lengua su polla, poco a poco lamiendo el glaseado de crema de mantequilla.
Debía detener esto.
No era justo dejarle creer que se quedaría, pero cuando Lena tomó la gruesa cabeza en su boca y chupó duro, él no pudo hacer otra cosa más que gemir y jadear.
La pelinegra se tomó su tiempo lamiendo hasta limpiarlo, claramente disfrutando.
Finalmente, cuando había chupado todo el glaseado, soltó su polla con un fuerte pop.
Con un apretón suave movió su mano por su longitud.
—¿Te parecería bien que hiciera esto con alguien más? —preguntó.
Su respiración salió rápidamente cuando imaginó a su pequeño saltamontes haciendo esto a alguien más.
No podía lidiar con eso.
Sabía que mataría a cualquiera que siquiera la tocara mucho menos esto.
A la mierda.
Lena era suya.
No le importaba si no la amaba de la manera en que ella lo hacía.
No importaba.
Kara haría más para compensárselo.
La mimaría y la mantendría en éxtasis orgásmico para que no se diera cuenta de que se estaba asentando.
—Nadie más te tocara, Lena. NADIE.
—¿Qué hay de ti? —preguntó tímidamente, poniéndose de pie.
—Sólo yo —prometió mientras la pelinegra se contoneaba fuera de sus bragas.
Agarró algo de la mesa de la cocina y caminó a su alrededor.
Oyó el chasquido de las esposas cuando le librero cada mano y pie.
Cuando terminó arrojó la llave sobre la mesa y abandonó la sala dirigiéndose a su habitación.
Kara no perdió tiempo en sacarse sus pantalones y el resto de su ropa en trayecto del camino.
Entró en su habitación y casi suspiró satisfecha cuando vio a su pequeño saltamontes esperándola en su cama.
Se acercó y trepó a la cama.
Sin una palabra la rubia tomo su pierna izquierda y presionó un suave beso en su pantorrilla antes de colocarla de vuelta a un lado.
Hizo lo mismo con la otra pierna, exponiendo el cielo en la tierra.
Se inclinó y le dio un beso en los húmedos e inflamados labios, ganando un atractivo gemido.
—Sólo para que quede claro —dijo, corriendo la punta de la lengua entre su hendidura—, te vas a casar conmigo.
—Sólo para que quede claro, decidí eso hace dos semanas —dijo Lena, ganándose una sonrisa afligida de la rubia—. Estoy enamorada de ti, Kara —dijo suavemente, pasando sus dedos por su cabello.
La rubia levantó sus ojos para mirarla.
—No estás enamorada de mí —de alguna manera se las arregló para decir.
Sabía que Lena no la amaba de la forma en que ella la amaba, pero se sentía como un puñetazo el tener que decirlo en voz alta.
—¡Ay! —farfulló Kara—. ¿Por qué diablos fue eso? —demandó.
Lena suspiró pesadamente mientras liberaba el mechón de cabello que acababa de jalar y frotó suavemente el punto de dolor que había creado.
—¿Cómo diablos puedes decir que no te quiero?
—¡Fácil! —espetó la rubia, alejándose de ella y sentándose sobre sus piernas.
Lena rápidamente se puso de rodillas y la miró a los ojos.
Bueno, lo mejor que podía, ya que se había quitado sus gafas.
La pinchó en el pecho con fuerza.
—¡Escúchame, amiga! Estoy perdidamente enamorada de ti y si piensas que vas molestarte otra vez y escaparte de casarse conmigo, entonces ¡estás loca!
Se movió más cerca.
—¿Estoy enfadándome otra vez? —rugió la rubia prácticamente—. ¡No soy quien comenzó toda esta mierda! —Agarró la parte posterior de su cuello y la sostuvo mientras se inclinaba más cerca—. Pero puedo prometer que voy a ser la que lo arregle.
—¿Qué demonios significa eso? —preguntó ella, imitando su control sobre ella.
Atrayéndola más cerca.
—Eso significa, mi pequeño saltamontes —dijo, liberando su cuello bruscamente para poder llegar más abajo y agarrar la parte posterior de sus muslos.
Con un rápido movimiento de sus muñecas la envió a caer sobre la cama.
Antes de que Lena pudiera lanzarse lejos, la rubia se estaba arrodillada entre sus piernas con su erección aún dura y dolorosa a mano y pasándola por entre sus sensuales y mojados labios como sabía que le gustaba.
La pelinegra se retorció contra ella casi con desesperación.
—No voy a darte una oportunidad para cambiar de decisión. ¡Nos casaremos este fin de semana y se acabó! —gruñó, lamiendo sus labios cuando Lena frotó su húmedo coño mojado sobre su pene.
Su sonrisa en respuesta le robó el aliento.
Se veía tan hermosa.
Sabía que había jodido su propuesta, pero eso realmente no la desconcertaba ya que tenía una tendencia a arruinar este tipo de cosas.
Además, no iba a pedirle que se casara con él. Habría sido jodidamente estúpido ya que le habría dado una oportunidad de decir no.
Lena se iba a casar con ella pasara lo que pasara.
Era realmente la única manera de mantenerla segura, decidió mientras rodaba sus caderas y llevaba la punta de su polla dentro de ella.
—¿Vas a hacerme el amor, o tengo que usar mis puños de furia? — preguntó ella, gimiendo.
Kara se inclinó y cubrió su cuerpo con el suyo.
—Definitivamente voy a hacerte el amor —dijo contra su cuello mientras rodaba sus caderas, alimentándola con su polla.
Tomó su boca en un beso hambriento, enredando su lengua con la suya mientras empujaba suavemente en la pelinegra, centímetro a centímetro.
Lena seguía siendo tan malditamente apretada, y se sentía tan jodidamente bien envuelta alrededor de ella.
—Yo... yo... ¡oh Dios! —gimió Lena ruidosamente.
—¿Qué quieres, bebé? —preguntó Kara, sacando su pene casi completamente antes de deslizarse dentro lentamente.
Kara gimió cuando la sensación de mil lenguas húmedas calientes lamió su polla.
—¡Te amo! —gritó cuando se enterró en ella.
La rubia apretó un beso en su hombro mientras continuaba moliéndose a sí misma
contra ella.
—También te amo —dijo, girando su cabeza para mirarla—. Más que a nada.
Lena empuñó su cabello y haló su boca hacia abajo hasta la suya.
La rubia estiró su mano entre ellas y deslizó su pulgar entre su coño y sobre su clítoris hinchado.
Lena gritó en su boca cuando la rubia aceleró su ritmo y frotó el nudo más duro y más rápido.
—Oh, joder —farfulló Kara mientras ella se ceñía con fuerza a su alrededor y la apretaba sin piedad, dejándola sin aliento y haciéndola empujar en ella sin razón ni delicadeza.
Apenas era consciente de las uñas en su trasero o los pequeños y romos dientes que mordían su hombro mientras la pelinegra gritaba su liberación.
Su clímax se produjo tan condenadamente duro y rápido que Kara no pudo contener su rugido de éxtasis cuando Lena la exprimió hasta secarla.
Se desplomó contra la pelinegra, teniendo cuidado de mantener la mayor parte de su peso alejado. Le dio un beso en su húmedo hombro.
—Para que sepas —dijo ella, jadeando tan fuerte como Kara—, la próxima vez que intentes dejarme, voy a patear tu trasero.
Kara tuvo que enterrar su cara contra su hombro para evitar reír a carcajadas. Ella era tan jodidamente linda.
—¡Deja de reírte de mí! Soy peligrosa ¡Maldición!
Kara presionó un suave beso en sus labios.
—No, tú eres mi dulce y pequeño saltamontes.