
Capítulo 1
Capítulo 1
Oh, Lena había jugado bien con la rubia, pensó con una sonrisa satisfecha mientras se inclinaba y la besaba en la mejilla, lo que rápidamente le valió un bofetón y un gemido.
—Por favor... sólo déjame morir... —murmuró patéticamente mientras rodaba sobre su costado con un gemido y se acurrucaba en una bola, dejándole saber que su trabajo finalmente había terminado.
—Shhh, solo vete a dormir, cariño —murmuró dulcemente mientras la arropaba.
—¡Lo haría si guardaras esa polla insanamente grande entre tus piernas para ti misma!
—Aw, pero le gustas —dijo Kara, riéndose cuando la observó echar la mano hacia atrás y abofetearla... y fallando.
—¡La odio!
—Jodidamente la adoras —dijo, sonriendo mientras fijaba las mantas sobre la pelinegra ahora que había dejado de intentar golpearla.
—La odio —masculló a la vez que tanteaba, agarraba una almohada y la tiraba sobre su cabeza en un intento de bloquearla.
Por varios minutos simplemente se quedó allí sentada, asegurándose que estuviera dormida.
Cuando escuchó sus suaves ronquidos, salió con cuidado de la cama, agarró su teléfono móvil y retrocedió hasta alcanzar la puerta donde se quedó durante otro minuto, observándola.
Dios, era tan hermosa, tan amable, graciosa y dulce y obviamente temporalmente demente.
Era algo de lo que iba a tener que aprovecharse antes de que recuperara la razón y se diera cuenta que fácilmente podía hacerlo mucho mejor que ella.
* * *
—Buenos días, mi pequeño saltamontes —dijo Kara, sonando realmente alegre para alguien que había permanecido despierta toda la noche mostrándole nuevas e interesantes maneras de gritar su nombre.
—¿Qué pasa? —preguntó, frotándose el rostro con sus manos mientras se movía en su asiento y... ¿Por qué estamos en un auto? —preguntó Lena, dejando caer sus manos sobre su regazo mientras miraba por la ventana, girando su cabeza para observar mientras una enorme mancha verde pasaba a toda velocidad junto a ellas.
—Ten —dijo la rubia, presionando sus gafas en su mano.
Sin apartar la mirada de las manchas coloridas pasando rápidamente por su ventana, rápidamente desplegó sus gafas y se las puso.
—¿A dónde vamos? —preguntó la pelinegra, empujando las gafas hacia arriba por su nariz mientras observaba lo que ahora se daba cuenta que eran señales de carretera pasando rápidamente junto a ellos.
—A hacer un mandado —dijo la rubia, sonriendo a la vez que estiraba y tomaba la mano de ella entre las suyas.
—¿Y tienes que romper las leyes de la física para hacerlo? —preguntó Lena, tragando nerviosamente mientras observaba la pequeña manecilla del velocímetro moverse más allá de los ciento cuarenta y cinco kilómetros por hora.
—Completamente —dijo con esa sexy sonrisa que adoraba tanto.
Tuvo el poder de distraerla momentáneamente y tenerla lamiendo sus labios repentinamente secos.
Eso fue hasta que vio el largo cartel verde anunciando que estaban a solo ochenta kilómetros de la frontera de New Hampshire.
Su estómago dio un vuelco con temor mientras miraba a Kara solo para encontrarlo sonriendo como si acabara de ganarse la lotería.
Consideró preguntarle si la estaba secuestrando otra vez, pero con una leve sacudida de su cabeza, se recostó más cómodamente en su asiento y decidió esperar y ver a dónde iba con esto.
* * *
—Por favor, dime que ese no es el City Hall —dijo Lena, tragando saliva nerviosamente mientras volvía a empujar sus gafas por su linda naricita.
Kara suspiró pesadamente mientras apagaba la camioneta y guardaba las llaves.
—Lo haría, pero no creo que mentir sea realmente la mejor manera de empezar un matrimonio.
—¿M-matrimonio? ¿De qué demonios estás hablando? —exigió, sonando un poco histérica mientras la rubia abría su puerta.
Se detuvo con la puerta a medio abrir mientras la contemplaba.
Lo que vio tuvo a la rubia soltando un largo suspiro de sufrimiento y alargando la mano hacia ella.
Con un jadeo asustado, Lena intentó retroceder contra la otra puerta del auto y moverse fuera de su alcance, pero fue un patético intento.
En cuestión de segundos, la sacó de la camioneta y la lanzó sobre su hombro.
—Kara, tal vez deberíamos hablar sobre esto —dijo, agarrando la parte trasera de su camiseta con fuerza mientras la llevaba hacia el City Hall.
—No hay nada sobre lo que hablar —dijo, abriendo la puerta y manteniéndola abierta para un gran grupo de mujeres mayores.
—¡De verdad lo hay!
—¿Y por qué es eso? —preguntó con un bostezo.
—¡Porque me estás secuestrando otra vez! —espetó, por alguna razón sonando un poco enojada.
—No te estoy secuestrando. —Se sintió obligado a señalar.
—Entonces, ¿cómo lo llamarías? —exigió, contoneándose en sus brazos.
—Nos vamos a casar —dijo, haciendo fila en la ventanilla del Registro Municipal.
Hubo un breve momento de silencio antes que Lena dijera:
—Por favor, dime que estás bromeando.
—Nunca bromearía sobre casarme, mi pequeño saltamontes. Los Danvers se toman estas cosas seriamente.
—¡Oh, Dios mío! ¡No puedo casarme así! —chilló, sonando un poco histérica y llamando la atención del grupo de mujeres paradas a su derecha, observándolas con recelo.
—¿No vas a casarte conmigo? —preguntó falsamente, asegurándose de dejar que su labio inferior temblara justo lo suficiente para el beneficio de su audiencia.
—Solo creo que tal vez deberíamos pensar en...
—¿Solo estabas usándome?
—¿Qué? ¡No! ¡No estaba usándote! Yo...
—Te aprovechaste sucia e indecentemente de mí y ahora, ¿qué? ¿Acabas conmigo? ¿Sólo así? ¿Como si no fuera más que una ramera?
* * *
—¡No! No es así como...
—Después de las cosas sucias y repugnantes que me hiciste hacer, ¿no vas a casarte conmigo? —exigió, sonando ultrajada.
—Eso no es lo que yo... —comenzó a decir, pero ¡la bastarda no la dejaba terminar una sola oración!
También se negaba a soltarla.
Con un resoplido, agarró la parte trasera de sus pantalones vaqueros y se empujó a sí misma hacia arriba para decirle que la soltara cuando vio al grupo de mujeres observándolas, sacudiendo sus cabezas con disgusto.
—¡Prometiste que te casarías conmigo! —dijo la rubia, sonando un poco histérica.
—Yo...
—¿Qué se supone que le diga a mi madre?
—Bueno, yo...
—¿Qué?
—Si pudieras calmarte, estoy segura que podríamos discutir esto como dos racionales...
—¿Cómo pudiste usarme de esa manera? ¿Cómo?
Suspirando, soltó el agarre que tenía en sus pantalones y se dejó caer contra su espalda, porque claramente no iba a haber una conversación con esta mujer.
Cuando la rubia se diera cuenta que no podían casarse hoy, se calmaría y comenzaría a actuar como la persona racional que ella amaba.
Bueno, con suerte solo regresaría a ser la mujer que amaba dado que toda la parte racional parecía perdida.
Era una Danvers después de todo.
En cualquier minuto este pequeño fiasco terminaría y podrían regresar a casa, dormir un poco, comer algo y discutir esto.
—Siguiente —dijo el empleado del Registro, dejándole saber que todo este asunto casi había terminado.