
Capítulo 6
Capítulo 6
Algo tibio toca el rostro de Bucky. No está seguro de qué es, no al principio. Bucky tampoco está seguro de qué está pasando. Su cerebro se siente borroso y desenfocado. Tallándose la cara, su otra mejilla descansando sobre una almohada cómodamente, Bucky se da cuenta de que es el sol. El sol ha bajado significativamente y ahora brilla por la ventana, golpeando su rostro.
Bucky se sienta en la cama, una manta se resbala de sobre él. No recuerda haberse dormido, pero debe haberlo hecho. Hay algo de humedad secándose en la orilla de su boca, y sus ojos están hinchados e inflamados por llorar, su nariz tapada y teñida de un poco atractivo rojo. No sabe por qué estaba llorando. Pero sus ojos se llenaron de lágrimas y simplemente no pararon. Había lágrimas por la pérdida de su padre, de su familia, de sus esperanzas y sueños. Tantas pérdidas en tan poco tiempo.
Bucky sigue en medio de la cama, sobre el edredón, donde se acostó tras dejar solo a Steve en la sala. La manta sobre él, la almohada bajo su cabeza, no estaban ahí cuando se acostó. Él no las trajo.
Su pecho se infló con un sentimiento que realmente no quería sentir, sabiendo que la única explicación era Steve. Su esposo debió venir mientras él dormía y lo arropó. Bucky no sabe cómo sentirse al respecto.
Sí lo sabes. Discute su corazón.
No, no lo sabe. Contesta su cerebro.
Cállense, los dos.
Cuando Bucky despertó esta mañana, el pánico lo envolvió, asentándose hasta la médula. La realidad de estar casado con Steve Rogers le pesaba en la mente, aún lo hace. Pero Steve no solo le hizo el desayuno—incluso añadiendo chocolate porque descubrió que a Bucky le gustan las cosas dulces—también se había molestado en asegurarse de que estuviera cómodo aquí.
Bucky alza las rodillas, la manta envolviendo sus piernas, y se pregunta qué hacer al respecto. No puede recordar la última vez que alguien lo cuidó así, solo porque querían, no por necesidad. Estaban sus estancias en el hospital, primero cuando perdió el brazo izquierdo y luego cuando le pusieron la prótesis metálica ocho años después. Enfermeras, doctores, sus padres, Rebecca, Natalia, Clint y Maria—todos estuvieron ahí para ayudarlo a recuperar la salud, ambas veces.
Hubo tanto llanto derramado. Primero por la pérdida de su brazo y luego por la pesada adición a su cuerpo, el brazo sin vida que se suponía que era suyo. Frío y metálico. Pegado a él. Los doctores y enfermeras le ayudaron a acostumbrarse a su nuevo brazo, ayudando con ejercicios y a como ajustar sus habilidades motoras. Sus padres lo alimentaron, lo bañaron; su madre le contaba sus cuentos favoritos, su padre le leía. Rebecca cantaba canciones. Natalia lo abrazó mientras lloraba y lloraba, besando las lágrimas de su rostro. Clint le aseguró que podía lograrlo, una y otra vez le dijo que era diferente, pero que seguía siendo Bucky—con brazo, sin brazo, con brazo de metal—él siempre sería Bucky. Maria prometió que ella—que todos ellos—siempre estarían ahí para él.
Y lo estuvieron. Todos ellos, familia y amigos, nunca lo abandonaron. Cuidaron de él cuando los necesitaba.
Steve había cuidado de él hoy porque sí. No necesitaba hacerlo, Bucky no lo necesitaba realmente, pero igual lo hizo, aunque Bucky no le dio motivos para hacerlo.
Ahora, Bucky sabe que necesita descubrir que hacer al respecto. Esta tampoco es la situación en la que Steve esperaba estar, incluso si dijo que sí a la petición de la Casa Barnes de matrimonio, y no sería justo que siguiera huyendo de este modo. Además Steve había sido amable y paciente hasta ahora. No había modo de saber si seguiría así con el comportamiento de Bucky. Debía tener algún tipo de límite.
Tomando su decisión, Bucky se envuelve la manta en los hombros y vuelve a la sala. De hecho Steve sigue ahí, sentado en el sofá como si nunca se hubiera movido, sus rodillas están alzadas, y está inclinado en el brazo del sofá. Parece que escribe algo en el libro en su regazo.
“¿Qué haces?” Pregunta Bucky cuando está justo detrás de él.
Steve casi salta del sofá cuando Bucky anuncia su presencia. El libro cae de sus piernas y se queda viendo a Bucky un segundo, parpadeando una vez y luego otra.
“Rayos, Bucky,” Dice conteniendo una risa. “Tienes que dejar de hacer eso.”
“Lo siento.” Bucky ríe. “No sabía que mi esposo era tan nervioso.”
“Si, bueno, es que entras como un bicho en la pared.”
“¿Qué nadie te ha dicho que soy medio fantasma?”
“Nop.” Steve le sonríe. “Supongo que olvidaron poner eso en la propuesta de compromiso.”
Bucky ladea la cabeza. Sabe que su madre mandó propuestas, pero hasta ahora, no había pensado mucho en qué decían.
“¿Qué decía la propuesta?”
Steve se acomoda de forma que está apoyado en sus rodillas, sus rótulas ahora contra el brazo del sofá en vez del respaldo.
“Era una propuesta básica,” Sus ojos vagan hacia abajo un momento y luego se alzan de nuevo al rostro de Bucky. “Y Lady Barnes dijo que eras su inspiración y que tú, y cito, ‘mereces todo el amor del mundo’.”
Bucky siente sus ojos abrirse. “¿Dijo eso? ¿De verdad?”
Steve asiente. “Sí. Lo hizo. No es exactamente la forma más tradicional de enviar una petición de matrimonio, pero me gustó.”
“Y... ¿fuiste tú o tus padres...?
“Fui yo.”
“Tú respondiste.” Bucky dice suavemente, más para él mismo pero sabe que Steve ha escuchado. “¿Puedo preguntar qué respondiste?”
“¿Además de sí?”
Sonríe levemente. “Pues sí.”
“Le dije que estaría feliz de darte todo el amor del mundo.”
La sonrisa que sube al rostro de Bucky es demasiado grande para ocultarla. Lucha por hacerlo, pero sus labios no cooperan.
Basta. Le exigen. Déjanos ser.
¿Tienen que ponerse tan amplios?
Tras un momento o dos, Bucky gana la batalla y su boca se controla. Pasa sus dedos por su cabello y mira sus pies.
“¿Por qué dijiste eso?”
“Porque lo sentía.” Dice Steve sin dudar. “Claro, no sabía que debí conseguirme una cláusula firmada de no-sábelo-todos firmada también.”
Está bromeando, Bucky lo nota, así que se permite a si mismo reír despacio. Pero sigue sin entender del todo.
“¿Pero cómo podrías ser feliz de hacer eso?” Le cuestiona. “Quiero decir... Ni siquiera me conoces.”
Steve se levanta de rodillas y tira de los lados de la manta envuelta alrededor de Bucky, acercándolo.
“Ven aquí.” Susurra Steve, sin darle muchas opciones a Bucky de cualquier modo.
Su esposo alza una mano y toca la mejilla de Bucky. Él cierra los ojos. No es su intención hacerlo, pero ellos no le hacen caso. La mano de Steve es amplia, grande y fuerte, pero él es suave y gentil. Fuerza y dulzura todo en uno. Bucky no quiere que su roce le agrada, temeroso de que querrá más y más, pero así es—ya le gusta.
“Tienes razón,” murmura Steve. “No te conozco. No sé cuál es tu color favorito, o tu bebida favorita, o si prefieres dormir con las mantas envolviéndote como capullo. No conozco el funcionamiento de tu mente,” Steve deja su mano donde está, pero da golpecitos con sus dedos contra la sien de Bucky. “Hay mucho que no sé sobre ti. Pero ¿las cosas que sí se? Esas vale la pena quererlas, y son razón suficiente para que te quiera.”
Bucky abre los ojos, y por un loco segundo, quiere besar a Steve. Están tan cerca. Steve aún sostiene las orillas de la manta, con una mano y casi atrapando a Bucky en su proximidad. Tal vez no es loco. Están casados después de todo. Pero la idea de inclinarse y besarlo no se siente bien. Por otra parte, tampoco se siente mal.
“¿Qué...?” Su voz surge débil y algo ronca, Bucky carraspea. “¿Qué sabes de mí?”
“Sé que defiendes a los débiles.” Comienza. Lo que pasó hace una década realmente debe significar mucho para Steve. “Sé que estás dispuesto a sacrificar tu propia comodidad para que tus seres queridos no tengan que hacerlo. Sé que amas bailar y que eres apasionado—se te nota. Cuando hablas de algo que amas, empiezas a divagar.” Steve tiene razón. Lo hace. “Te gustan las bandas clásicas pero te gustan más las desconocidas. Sé que estás cómodo destacando, incluso te gusta, pero estarías perfectamente cómodo dejando que alguien más tenga la oportunidad de hacerlo. Te gustan las cosas dulces y tienes una debilidad porque te toquen. Así.” Su mano baja de la mejilla de Bucky al costado de su cuello. Cuando los ojos de Bucky se cierran, Steve sonríe. “¿Ves?”
Muchas gracias, chicos. Regaña a sus ojos.
¡Ya lo sabía de todos modos!
Contra los deseos de sus ojos, Bucky los obliga a abrirse. Steve lo mira fijamente, específicamente a sus labios. Sin pensarlo, los separa lo suficiente para que él sienta su respiración correr entre ellos. Parece que Steve quiere besarlo. Los labios de Bucky quieren sentir los de Steve pegados a él, saber si ese roce es tan dulce como el de su cuello. No. No solo sus labios. Todo el cuerpo de Bucky lo quiere—él lo quiere.
“Quiero besarte.” Susurra Steve. “¿Puedo?”
“Si quieres.”
Bucky no sabe por qué dice eso en vez de decir simplemente sí. Siente paredes alzarse a su alrededor, paredes que Steve no puede ver, pero que definitivamente podrá sentir. Roca; gruesa y sólida.
“No.” Responde Steve. “Solo si tú quieres que lo haga. ¿Quieres que lo haga, Bucky?”
Sí. Sí por favor bésame. Ruega todo dentro de él.
No puede encontrar un argumento en contra de cualquier parte de él que ha votado por que Steve lo bese. No un beso como ayer, cuidadoso, resguardado, para asuntos legales nada más, sino uno que tal vez se sienta como un beso. Bucky no recuerda un momento en que quiso, para él mismo y por ninguna otra razón, algo con tantas ganas.
“Entonces tal vez en otra ocasión.”
Steve se aleja, dejando ir la manta y asintiendo. Pasa la mano que ha estado gentilmente sobre su cuello por el mentón de Bucky y entonces ninguna parte de Steve lo toca. El cuerpo de Bucky se queja.
No, no te vayas.
Sí. En otra ocasión. Es mejor así.
Bucky no tiene idea qué lado o qué parte de él está de acuerdo con ese argumento, pero ya extraña las manos de Steve. Como si despertara de un sueño, agita la cabeza. Steve se ha vuelto a sentar en el sofá, tomando el cuaderno que dejó cuando Bucky entró y poniéndolo en la mesa cafetera. Rodeando el sofá, Bucky se recarga en el respaldo de este.
Atrae la atención de Steve de nuevo. Hay una sonrisa en su rostro, pero Bucky no puede evitar preguntarse si el no haberlo besado ha nublado su humor. Sintiendo la necesidad de compensarle por ello, Bucky sonríe—del modo en que lo hace para las cámaras y el público. A la gente le gusta esa sonrisa, grande y tentadora, tal vez con un poco de maldad y lujuria. Se inclina más sobre el sofá. Puede asumir este papel—el del chico confiado, arrogante e indiferente. Es un profesional en ello.
“Estaba pensando...” Dejando la manta caer sobre el sofá, Bucky se lanza en este.
“Wow, tranquilo, campeón.” Steve ríe cuando Bucky cae, terminando a un cojín de distancia. “¿Qué pensabas?”
“Sólo que... Si estamos casados, y lo estamos y todo, tal vez debamos empezar a conocernos. ¿Todo eso que dijiste?” Se detiene para no divagar y que Steve no piense que esto realmente le emociona. ¿No te emociona? Bucky ya ni lo sabe. “Azul. Mi color favorito es el azul. Como tus ojos.”
Con el rostro tibio, Bucky desvía la mirada. ¿Realmente ha dicho eso? ¿en voz alta? Solo quería decir azul y dejarlo así.
Viendo de reojo a Steve, puede ver el toque de rosado que ha tomado las mejillas de su esposo.
“El mío es el verde.” Dice Steve, salvando a Bucky de alguna otra vergüenza—al menos en este tema. “Me gustaría eso.”
“¿Qué cosa?”
“Conocerte.”
“¿Sí? ¿Qué te gustaría saber?”
“¿Qué es lo que más te gusta hacer?”
Bucky pasa su lengua por sus labios, apretando los dientes suavemente contra ésta.
“Si te portas bien, tal vez seas tú.” Steve entrecierra los ojos y Bucky alza las manos en señal de derrota. “Lo siento. Bailar.”
“No. No hay cámaras aquí. ¿Qué es lo que realmente te gusta más hacer?”
“¿Cómo es que tú...?” Bucky niega con un suspiro. No sabe cómo le ocultará cosas a Steve si tiene que hacerlo. El tipo nota demasiadas cosas. “Me gusta leer.”
“¿Sí? ¿Qué lees?”
Se encoge de hombros. “Lo que sea.”
“¿Cuál es tu...?”
“No, mi turno.”
Steve alza las cejas, lanzando una mirada sorprendida hacia Bucky. Tragando el duro nudo en su garganta, Bucky logra sonreír débilmente—espera que se vea un poco más fuerte que como se siente. Tal vez está empezando a sobrepasar sus límites. Steve es su esposo, no solo alguien con quien quiere pasar un buen rato. Y aún es la cabeza de la casa.
Pero tras un momento, la mirada sorprendida se vuelve más curiosa que otra cosa—como si Steve se preguntara qué puede alguien querer saber de él—y acepta alzando levemente el mentón.
“¿Has estado enamorado?”
Steve se sonroja, y Bucky está seguro de que es la segunda o tercera vez que lo hace ponerse rojo así y también está bastante seguro de que le gusta.
“Wow, vaya pregunta para empezar.”
“Oh. Lo siento. Puedes decirme que pregunte otra cosa.”
“Sé que puedo.” Asegura Steve. “Pero eso acabaría con el propósito de este pequeño juego, ¿no es así?” No le da tiempo a Bucky de responder eso. “Dos veces.”
“¿Dos veces? ¿O sea que has estado enamorado dos veces?”
“Así es.”
“¿De quién?”
Steve sonríe maliciosamente. “Mi turno.”
“Tu... Oh demonios. Está bien, pregunta.”
“¿Cuál es tu animal favorito?”
Bucky se echa a reír. “¿Eso es lo que escogerás?”
Se encoge de hombros. “Soy chapado a la antigua.”
“No es así.” Dice Bucky. “Clásico tal vez, pero no chapado a la antigua.” Está a punto de decir perro, pero sabe que Steve se dará cuenta que es mentira. “Uh... Gatos, de hecho. Gatitos. Me encantan los gatitos.”
La forma en que Steve lo ve tras esa respuesta, sus labios en forma de una impresionada sonrisa, hacen que Bucky piense que él ya sabía la respuesta. O al menos lo había pensado. No entiende como Steve es capaz de saber todo esto. La única persona que lo conoce así de bien es Talia, y tal vez Rebecca.
“Tu turno.” Le recuerda Steve.
Bucky no pierde el tiempo. “¿De quién estabas enamorado?”
Steve no lo ve cuando responde, como si temiera ofenderlo con su respuesta.
“Peggy y Sam.”
“¿Peggy Carter?”
La conoció una vez, hace un año, y honestamente no estaba seguro de quién sería capaz de patearle más el trasero, o Peggy o Talia.
Están a mano. Le dice su intuición. No podrías contra ninguna de las dos.
Me doy cuenta. Gracias.
Considerando el sello de la Casa de Carter—Donde los Habitan los Valientes—no es sorprendente que Steve se haya enamorado de ella en algún momento. Pero Bucky está sorprendido ante la mención de Sam.
La Casa Wilson es una Casa bien respetada en el Buró Militar. El padre de Bucky los tenía en alta estima, y hablaba de ellos con frecuencia. No tenía idea de qué tan cercano era Steve con Sam. Por alguna razón, Bucky piensa que podría estar un poco celoso. Pero no hay lógica detrás de tal sentimiento.
Es porque te gusta. Dice su corazón.
Claro que no. Discute él. Yo... Ni siquiera lo conozco.
Pero él parece conocerte a ti bastante bien.
Para eso, Bucky no tiene respuesta. Y de todos modos es el turno de Steve, así que Bucky se reclina y espera a la siguiente pregunta.
“Ya sé que te gustan los dulces,” Medita Steve. “Así que, ¿qué es lo que no te gusta comer?”
“¿O sea, además de lo que sea que cocinaste esta mañana?”
“Sí.” Ríe Steve. “Además de eso.”
“¿Coles de Bruselas?”
“No cuenta. A nadie le gustan las coles de Bruselas. ¿Qué más no te gusta? Algo que a la mayoría le guste.”
“Bueno, eso es bastante específico.” Ríe él. “A ver... algo que no me guste que a todo mundo le gusta. ¡Oh! Manzanas. De cualquier tipo. Odio las manzanas.”
“Nada de manzanas, ¿eh? Sabes que son buenas para ti, ¿verdad?”
“¿Eso cuenta como una pregunta?”
Steve echa la cabeza hacia atrás y ríe un poco. Aunque no puede verlos, Bucky está seguro de que ha rodado los ojos.
“Ugh. No lo sé. ¿Cuenta?”
“Hm.” Bucky finge que piensa mucho al respecto. “Supongo que te daré una gratis. Sí, esposo, sé que son buenas para mí. Aun así no me gustan.”
Steve ríe de nuevo. “Bueno, lo tendré en cuenta.”
“Bien, mi turno.” Bucky tuerce los labios un momento mientras Steve claramente se prepara para lo que sea que tenga preparado para él. “¿Qué te pasó realmente?”
El gesto de Steve, que había estado felizmente claro durante todo el rato se ensombrece. Aleja la vista de Bucky, buscando algo que ver.
“¿Qué quieres decir?”
“Digo... Acepto que tal vez la pubertad ayudó con eso de crecer, pero ese pequeño mocoso flacucho que era demasiado tonto para alejarse de una pelea?” Steve lo ve de lado. “Tenía aparatos auditivos. No creo que la pubertad arregle problemas de oídos, ¿o sí?”
La forma en que Steve lo mira ahora, sus ojos enfocados en Bucky y sus labios apretados en una línea, pone nervioso a Bucky. Lo suficiente para que necesite ver a otro lado.
Tú muy bien. Le regaña su cerebro.
No quise... Cállate.
“No importa,” Susurra Bucky. “Lo siento, yo...”
“Fue una especie de... Procedimiento experimental.” Dice Steve.
Con el estómago hecho nudos, Bucky alza la vista hacia él. La expresión de su esposo, aunque lejos de estar relajada, es menos intensa ahora. Steve parece haber encontrado el valor que estaba buscando.
“¿Qué...?”
“No se suponía que sobreviviera.” Le dijo Steve. “O sea, eso es lo que los doctores dicen. Yo solo... ¿nací enfermo? Supongo. Defensas débiles, problemas de oídos, asma, anemia, soplos cardiacos y taquicardia, presión sanguínea alta... Probablemente hay más que estoy olvidando porque no mucha gente sabe de esto.” Toma un largo respiro, como si necesitara prepararse para continuar. “Mis padres hicieron lo que pudieron para cuidarme adecuadamente. Pasamos mucho tiempo aquí.” Eso podría explicar por qué los Rogers pudieron estar lejos del ojo público tanto tiempo. “Los doctores y científicos en las Casas de Banner y Erskine firmaron una mordaza legal cuando yo era solo un bebé,” Se detiene y ve a Bucky un momento. “Seguro puedes imaginar que la Sociedad no habría sido muy amable con mis padres si descubrieran sobre su hijo enfermo.”
Bucky lo entiende. Los Rogers, por tener un niño tan enfermizo, podrían haber sido removidos del Parlamento por estar emocionalmente comprometidos y ser incapaces de hacer decisiones adecuadas.
“Como sea,” Continúa Steve. “Había un boticario de la Casa Erskine, Abraham, que era increíblemente brillante. Creó varios medicamentos y vitaminas para que pudiera pasar por la infancia. Cuando tenía catorce, generó una fórmula específicamente diseñada para mí y mi cuerpo. Pudo hacerla usando mi ADN. Tomó tres días completar todo el proceso. Tuvo que inyectar la medicina en mi médula ósea. Fue arriesgado, podría haberme matado de inmediato, pero... pues no lo hizo. Fue un proceso lento, pero después de algunos meses, yo... pude respirar bien. La taquicardia se fue. Mi presión se quedó normal. Podía escuchar sin los aparatos, podía ver colores. Dejé de enfermarme todo el tiempo. Tienes razón, por cierto,” Añade. “Mi crecimiento fue la pubertad, pero fui capaz de ponerme fuerte—lograr que mi cuerpo creara músculo y fuerza—gracias a ese proceso que me hicieron.”
Le toma algunos minutos a Bucky procesar aquello. Al principio, es capaz de sostener la mirada de Steve; y su mirada no claudica. Pero Bucky debe ver a otro lado. No sabe qué decir. Así que dice lo primero que se le ocurre.
“¿Te dolió?”
Una pequeña sonrisa alza los labios de Steve. “Un poquito.”
“¿Es permanente?”
“Hasta ahora.” Mueve la cabeza un poco. “Bueno, aún necesito tomar inyecciones cada día. Solo una pequeña dosis de las medicinas y vitaminas que mantienen el suero original en funciones. No se supone que las tenga. El Doctor Erskine murió antes de que pudieran aprobar el suero en el Buró Militar, y cuando murió, la fórmula original se fue con él. Los doctores de la Casa de Banner me siguen entregando los suplementos.” Steve le da una pequeña sonrisa. “¿Ahora puedo hacer tres?”
Bucky lo ve sin comprender. “¿Tres qué?”
“Preguntas. Acabas de hacer tres.”
“¿Lo hice?”
Steve ríe. “Sí que lo hiciste. Preguntaste qué me pasó,” Alza un dedo para marcar cada pregunta hecha. “si dolió, y si fue permanente.”
“Oh.”
Bucky no puede estar seguro, pero cree que ese es el modo de Steve de alejarse de él y de ese tema en particular. El hecho de que haya respondido tan honestamente le ha dado a Bucky tanta información personal de él cuando se han conocido por todo un día... Bucky no entiende aquello. Pero hay una cosa que puede hacer por él.
“Bueno, sí. Te tocan tres.”
“Muy bien.” Steve le guiña un ojo. “Pensé que tendría que usar mi rango en ti.”
Bucky abre la boca. “Tú... ¿estás bromeando de nuevo, eh?”
“Si. No eres el único que puede ser un sabelotodo.”
“Ya veo.” Oculta una tímida sonrisa. “¿Cuáles son tus tres preguntas?”
“Hmm...” Steve mira hacia la ventana primero y luego sonríe suavemente. “Creo que las guardaré. ¿Por qué no cenamos?”
“¿Puedo contar eso como una pregunta?”
“No.” Sonríe. “Pero prometo que haremos algo que te guste.”
“Trato hecho.”
Steve cumple su promesa y le cocina pollo a la parmesana para cenar a Bucky, pero su esposo claramente le dice que preguntar lo que quería cenar definitivamente no cuenta como una pregunta.
“Vas a tener que aprender a andar en la cocina.” Le dice Steve mientras comen. “Necesitas aprender a cocinar y eso.”
“¿Por qué?” Pregunta Bucky antes de poder guardarse la pregunta. “Erm, quiero decir...” Steve lo está mirando de un modo que no puede descifrar del todo. Demonios. “¿No tienes empleados que cocinen para ti?"
“Sí tenemos. Pero aun así debes aprender. Trabajo duro y eso. Parte del credo de los Rogers.” Le explica Steve, sus palabras gentiles como si tratara de no molestar a Bucky. “Truvie te ayudará.”
“¿Truvie?”
“Nuestra casera.”
Nuestra casera. Sí tenemos.
Steve incluye a Bucky en todas las áreas de su vida. Es como si no lo viera como un intruso, incluso si Bucky se siente como un forastero. Moviendo lo que queda de su cena por todo su plato, Bucky suspira. Con el mentón en la mano, se da cuenta de que está por encerrarse de nuevo.
“¿Y dónde vives?” Pregunta Bucky. “Sé que la Casa de Rogers tiene su edificio en Lower East Side, pero... ¿vives ahí también?”
“No. Tenemos una casa de ladrillo en Clinton Hill.”
Tenemos. Lo hizo de nuevo.
“En el Sector Brooklyn?”
Steve asiente. “Sí.”
Genial. Eso los hace gente de puente y túnel. Bueno, a Bucky al menos, pues el Recinto Militar está en la Isla de Manhattan.
Como si Steve pudiera leer su mente, continúa diciendo, “Tenemos un chofer que puede llevarte a trabajar todos los días. O, si lo quieres, puedo ir contigo.” Niega con la cabeza. “Quiero decir, no, tú sabes, a tu trabajo. Digo que puedo trabajar desde el Ayuntamiento. Podemos ir juntos. Si quieres.”
“No, está bien.” Le asegura Bucky.
No es que realmente le moleste que Steve vaya con él, es... lo contrario. No quiere sentirse cercano a él, no quiere sentir nada por él, y ya está peligrosamente cerca de quererlo mucho.
Es porque tienes muchas ganas de estar enojado. Le recuerda su corazón. ¿Por qué no le das una oportunidad?
¿Por qué no dejas de meterte en lo que no te importa?
“Oh, bueno.” Murmura Steve, y suena decepcionado. “¿Qué haces en el hospital?”
Ahora Bucky se siente mal. Consolado a la vez. Como cabeza, Steve técnicamente puede decirle que se vaya al carajo, que irá con él aunque lo quiera o no. No debería. No es realmente la forma en que un cabeza de familia se supone que funcione, a menos, claro, que Steve piense que es lo mejor para la Casa y la familia acompañar a Bucky todos los días. No significa que no pasa en muchas Casas, en especial en aquellas de Alta Sociedad.
“Sabes que puedes venir si eso es lo que quieres. No puedo detenerte.” Responde primero, una pequeña e insignificante parte de él espera que lo haga. “Tú eres el cabeza y eso. Y trabajo en rehabilitación.”
“¿Rehabilitación física?”
“Así es. Trabajo con muchos amputados, pero cualquiera con una discapacidad física que necesite ayuda con movilidad y habilidades funcionales.”
“Empezaste eso antes de...”
Steve se detiene, pero Bucky sabe qué quiere decir. “Sí, Steve, lo hice antes de tener el brazo de metal.”
Su marido baja la vista. Pero no lo ha insultado. Mucha gente tiene curiosidad sobre su brazo, y no muchos saben mucho al respecto. Nadie más que Bucky sabe la historia completa de todos modos—y es una carga en su corazón desde hace una década.
“Lo siento, Bucky.” Se disculpa Steve. “No debí...”
“No, está bien. No hiciste nada malo.”
Los ojos de Steve se llenan de alivio, pero se incomoda un poco tras un momento.
“Puedo... ¿usar una de mis preguntas? Para preguntar...”
Su voz se desvanece del mismo modo que hace un momento. De nuevo, Bucky sabe exactamente qué quiere saber. Pero esta pregunta es diferente, y baja su brazo de la mesa y lo pone en su regazo donde es menos visible.
“No, bueno, digo... Fue congelamiento, si eso es lo que quieres saber, pero preferiría no...”
“No necesitas decirme nada que no quieras.” Interrumpe Steve. “Y nunca haría eso, por cierto.”
“¿Qué cosa?”
“Usar el ser cabeza para hacerte hacer algo que no quieres. A menos que sienta que es absolutamente necesario. No soy un tirano.”
Bucky apenas y recuerda haber dicho eso, pero lo sugirió hace apenas unos minutos.
“No te gustan los bravucones.” Puntualiza, imaginando al niño que apenas y puede pararse sobre sus pies tratando de pelear con un niño el doble de su estatura.
“No, así es. No voy a aprovecharme de ti, Bucky. Solo porque tengo derecho de hacer algo, eso no lo hace estar bien.”
Sin saber qué decir a eso, Bucky come otra pieza de su pollo aunque ya está lleno. La comida se mueve dentro de su boca, sin ayudarle en saber qué decir.
“No tienes que contar esa como una de tus preguntas.” Decide al fin.
Steve parpadea un momento antes de juntar sus cejas.
“¿Qué?”
“¿Tu pregunta sobre mi brazo? Aún puedes tener tres.”
Un lado de los labios de Steve se alza en una media sonrisa. “Gracias. Tal vez pregunte algo en el camino de regreso mañana.”
“¿Mañana?”
“Si. En la mañana."
Con el cuerpo tenso, el estómago de Bucky da saltos. Los nervios invaden sus músculos, haciendo que se sientan ligeros e inquietos.
“Um, eso quiere decir que... esta noche querrás...”
Steve respira largamente por la nariz. Se ve tan nervioso como Bucky se siente.
“¿Sabes qué? No. ¿Por qué no lo guardamos?”
Bucky casi se ríe de su esposo de nuevo. “¿Quieres guardarlo? ¿Para qué? ¿Para el matrimonio?”
Por la forma en que entrecierra los ojos al verlo, Bucky sabe que no está feliz con su chiste esta vez. Con el estómago hecho nudos, se pasa la lengua por los dientes.
“Lo siento.” Susurra Bucky.
Steve hace un sonido con la garganta que hace que el estómago de Bucky se anude aún más. Pero no dice nada sobre el comentario de Bucky.
“Yo de hecho pensaba que podríamos esperar hasta que los dos queramos hacerlo. No parece normal, tener sexo solo porque la Sociedad espera eso de nosotros. Prefiero que sea natural, que pase cuando el momento sea bueno.”
“¿Y si...?” Tras que su último comentario molestara a Steve, Bucky estaba nervioso de preguntar cosas. Steve dijo que no se aprovecharía de él, pero eso no significa que Bucky puede hacer lo que quiera. Pero Steve asiente como incentivo, permitiendo que Bucky diga lo que piensa. “¿Qué tal si ambos... o uno de nosotros nunca está listo?”
“No necesito sexo para intimar...” Steve se sonroja y luego revisa lo que ha dicho, “para sentirme cercano a alguien. Si nunca lo hacemos, nunca lo hacemos.”
“Pero si no consumamos, tú puedes...”
“No voy a dejarte por eso.” Se encoge de hombros. “Nadie va a revisar de todos modos. Ya no funciona así. Con sexo o no, haré lo que esté en mis manos para hacerte feliz, para hacer funcionar este matrimonio. Pero...” Y los ojos de Steve se encuentran con los de Bucky. Sus ojos son tan intensos que Bucky no puede desviar la mirada. “No puedo hacerlo solo. Tal vez soy el cabeza, claro, pero no puedo mover este matrimonio solo. Necesitaré que me ayudes.”
Alejándose por fin del poderoso agarre de los ojos de Steve, Bucky juega un poco con sus dedos. Steve Rogers en privado no es para nada como Steve Rogers en público. Este hombre es mucho más seguro de sí mismo que el de las entrevistas y eventos públicos. Bucky, por otro lado, se empapa en la atención del público—aunque Steve tiene toda la razón al decir que no le preocupaba dejar que alguien más la tuviera. Aunque se empapa en esa atención, Bucky es mucho más torpe en privado. Hasta ahora, siente que se ha portado como un tonto incompetente varias veces.
Hasta donde se da cuenta, Steve le está preguntando si Bucky tratará de ayudarle en este matrimonio. Bucky sabe que ha empezado esto mal, no ha ayudado para nada. Poniéndose ebrio en su boda, siendo incapaz de consumar por ello, huyendo, alejándose—al menos Steve no sabe sobre Brock. Necesita arreglar esto lo mejor que pueda. Si pierde este matrimonio, quien sabe qué pasará con su familia—su anterior familia
“Te di mi palabra, Steve.” Le dice. “Yo... Espero poder cumplirla.”
Steve acepta la respuesta asintiendo, pero también hay algo de decepción entre sus cejas. Tal vez esperaba un compromiso más fuerte, que Bucky quisiera honrarlo. Bucky no lo culpa. Tratando de imaginar esta situación en la que se encuentran de forma diferente, Bucky está seguro de que esperaría que la persona que se ha casado con él quisiera estar en esa relación también. Pero no puede darle eso a Steve. No ahora. Tal vez nunca.
¿Estás seguro? Tanto su corazón como su cerebro preguntan. ¿Seguro que no puedes darle más ahora mismo?
Bucky no puede responderles.
No sabe qué respuesta sería una mentira.