
Capítulo 7
Dos semanas han pasado en un parpadeo. Tanto ha pasado y a la vez tan poco ha cambiado entre Steve y Bucky. Cuando Steve llevó a Bucky al lugar que llamarían su hogar juntos, estaba feliz de ver que los ojos de Bucky se abrieron al doble de su tamaño apenas vio la casa, brillando con curiosidad al asimilar todo.
Steve ama esta casa. La puerta de hierro fundido en la entrada chirria cuando la abren, su propia manera de darle la bienvenida a él y a Bucky a casa. Únicos en su edificación de tres pisos, tiene construidos ventanales en el primer piso. Como la casa de campo, el lugar está lleno de ventanas, la mayoría en dirección al parque, las traseras dando una vista fantástica del cielo de la Isla de Manhattan, con luces brillantes y reconfortante niebla.
Cuando entraron –después de que Steve bromeara con Bucky sobre que era tradición familiar cargarlo por la entrada—“Por favor dime que estás bromeando.” “Estoy bromeando, Bucky.”—Bucky se paseó por el primer piso, dejando de forma ausente que sus ojos y dedos pasaran por las paredes color avellana, los dinteles de las ventanas, los objetos, los manteles de las chimeneas y los libreros empotrados. Como si necesitara probar si eran reales, la mano derecha de Bucky apretó todas las manijas de cobre de las puertas. Vio hacia arriba para admirar los acabados de las puertas curvas y los techos con molduras, altos y espaciosos, y dejó que sus dedos rozaran la barandilla de madera pulida, pero no subió las escaleras hasta que Steve lo llevó allá y a la primera habitación a la izquierda.
“Tu recámara.” Le dijo.
Los ojos de Bucky aumentaron su tamaño imposiblemente cuando vio su estancia, había cajas y baúles estibados dentro de ésta.
“¿No vamos a...?” Bucky comenzó a preguntar. “Oh. ¿Quieres esperar para eso también?”
Steve se encogió de hombros. “Pensé que sería más cómodo para ti de este modo por ahora.”
Bucky no respondió directamente. En vez de eso, señaló todas las cosas que ya estaban ahí, rodeando la gran cama y apiladas delante de la chimenea de ladrillo.
“¿Qué es todo esto?”
Steve se volvió a verlo. “Tus pertenencias, por supuesto.”
La forma en que Bucky alzó la vista hacia él, sus ojos llenos de sorpresa e incluso shock total, hizo que Steve estuviese desesperado por saber qué pasaba por su mente.
“¿Mandaste traer mis cosas?”
Steve trató de no suspirar. “Te dije, Bucky, quiero que esto salga tan bien como sea posible. ¿Cómo ayudaría obligarte a tener cosas nuevas? Probablemente te haría odiarme más.” Sintiéndose extraño e incómodo, sabieno que las cosas en las cajas de Bucky no lo quieren ahí, Steve carraspea. “Uh, supongo que querrás revisar todo. Lo siento. Será por tu cuenta. Al menos hoy.”
“Trabajo duro.” Gruñó Bucky. “Entiendo.”
“Sí. Bueno... uh, estaré... en la biblioteca,” Señaló con su pulgar hacia el final del pasillo. “Si me necesitas. O solo vendré por ti cuando sea hora del almuerzo.”
Se giró para escapar rápidamente, tratando de escapar de los reproches de las pertenencias de Bucky, rápidamente empacadas y llevadas a otro sitio sin su consentimiento. Justo antes de que pudiera llegar a la puesta, la mano de Bucky tomó sus dedos. Por unos minutos, se quedaron así, la mano de Bucky envolviendo los dedos de Steve, hasta que Bucky avanzó despacio hacia él, lento y titubeante. Su esposo se inclinó un poco en su costado, y Steve tuvo que contener las ganas de tomarlo entre sus brazos.
“No te odio, Steve.” Murmuró Bucky, antes de alejarse rápidamente y entrar a la recámara.
***
Esa es probablemente la cosa más linda que el esposo de Steve le ha dicho desde entonces. Steve no tiene idea si algo pasó mientras Bucky desempacaba sus cosas o si desempacarlas hizo que toda la situación fuera demasiado real para él, pero Bucky ha sido todo menos agradable desde que llegó.
Steve ha tratado en varias ocasiones de hacerlo abrirse de nuevo, tal vez jugar su juego de preguntas y respuestas, todo en vano. Está callado durante el desayuno—y definitivamente no le gustan las mañanas—silencioso durante la cena, y sin palabras entre comidas. Las respuestas que sí salen de su boca son palabras murmuradas o gruñidos. Se ha rebelado contra Steve algunas veces también, usualmente por cosas simples como que Steve le pregunte cómo estuvo su día. Bucky ha mostrado una actitud desenfrenada como si eso fuese a mejorar su situación de algún modo. Steve no ha hablado al respecto, pero si continúa, sabe que tendrá que hacer algo. No debería dejar que se salga con la suya, no como jefe de la casa, pero están en privado. Nadie está ahí para acusarlo de ser incapaz de liderar su familia.
Las habitaciones de su casa—ahora de ambos—antaño abiertas e invitantes, están tensas, esperando a que Bucky estalle en cualquier momento. Steve sabe que Bucky necesita tiempo para acostumbrarse, y quiere dárselo. El problema es, que Steve debe comenzar a enseñarle a Bucky algunas de las reglas y costumbres de los Rogers. La Época Navideña llegará en algunas semanas y la familia esperará que algunas tradiciones sean utilizadas por el nuevo miembro de la Casa. Bucky no sostiene bien sus cubiertos, sus modales a la mesa son ligeramente distintos de como necesitan ser, Steve debe prepararlo para los afectuosos aludos de los Rogers—Bucky será abrazado y besado por casi todos los parientes que conozca—debe aprender la oración de la familia, y eso es solo lo básico.
Pero lo más importante de todo para Steve es, que no quiere que Bucky sea miserable con él. Quiere que este sea un hogar feliz y, en este momento, no tiene idea de cómo hacer para que eso pase. En el poco tiempo que llevan juntos, está comenzando a ver que el Bucky Barnes público y el Bucky Barnes privado son dos personas totalmente distintas. Cuando no está lleno de ira, Bucky es mucho más inseguro de sí mismo, e incluso esquivo, un poco tímido. Ese es el Bucky que Steve quiere que vuelva, solo que no sabe cómo hacerlo, a menos que use su rango, lo cual, básicamente, es lo último que quiere hacer.
“¿Mermelada, milord?”
Steve alza la vista, lejos de la cubierta de mármol que ha tenido su total atención por algún tiempo. Lástima que no puede responderle. Con todos los intrincados surcos en la dura cubierta color crema, siempre se ha preguntado qué diría. Está desayunando en la sala de día de la cocina, pero no escuchó lo que le dijeron.
“¿Perdón?”
“¿Usted y Lord Barnes desearían mermelada en la mesa esta mañana, milord?”
“Oh. Um, sí, por favor, Truvie. Gracias.”
Truvie le ofrece una pequeña sonrisa y pone el frasco en la mesa y un cuchillo para untar al lado. El sol que entra por las grandes ventanas en la pared del este se queda en el cabello castaño que se asoma bajo la cofia de ella.
Steve le agradece y como es usual ella responde con, “Siempre es un gusto, señor.”
“Puedes guardar la leche, Truvie,” le dice. “Bucky toma su café negro.”
Bucky no ha bajado aún, aunque eso no es inusual. Steve ha estado levantado por casi dos horas ya, fue a su usual carrera con Sam justo después de despertar. Sam le ha apoyado bastante, cada mañana, incluso si Steve no ha hablado mucho de su nuevo matrimonio.
“Todo esto es nuevo para él, Steve. Dale un poco de tiempo. Se aclimatará a ti. Todos lo hacen.”
“¿Y si no lo hace, Sam? Yo... No quiero hacerlo infeliz. Y yo... Me agrada.”
“Me doy cuenta. Esto es diferente para ambos, pero la vida de Bucky ha cambiado. Tal vez le tome un tiempo acostumbrarse.”
Steve trata de tener eso en mente cada vez que él y Bucky están en el mismo lugar, más aún cuando su esposo deambula hacia la sala de día. Un lado de su cabello está pegado a su cabeza, el otro desordenado y en todas direcciones. Tiene los ojos entrecerrados y se relame los labios, apenas y nota que hay gente en la sala con él mientras se deja caer en la silla del otro lado de la mesa.
“Buenos días.” Saluda Steve.
Bucky alza el mentón por respuesta.
“¿Dormiste bien?”
Se encoge de hombros y no dice nada.
“¿Quiere un poco de café, Lord Barnes?” Pregunta Truvie, alzando la tetera de porcelana.
Por toda respuesta Bucky sostiene su taza en el sitio destinado para él. Steve se muerde la lengua mientras Truvie sirve café para él. Quiere decirle a Bucky que le responda a Truvie, quiere dejar muy claro que ella está ahí para ayudar no para servir. Bucky no hace esto todos los días. A veces sí habla con Truvie, siempre bien educado y respetuoso. Otras veces, apenas y la ve cuando hace algo para él, mucho menos le agradece por ello.
Steve está esparciendo mermelada en una tostada cuando Truvie pone el plato de Bucky con huevos horneados y tiras de pan delante suyo. Quizá el gruñido que suelta es el intento de Bucky de dar las gracias, pero no pasa de eso. Mordiendo su tostada, Steve piensa en si debe o no decirle sobre aprender las costumbres de los Rogers en algún momento de la noche mientras Bucky da su primera mordida al desayunado.
Apenas entra en su boca, hace una mueca y lanza el tenedor a la mesa, Steve se detiene a medio masticar y lo ve.
“¿Qué pasa contigo?” Le gruñe Bucky a Truvie. “¿Es tan difícil hacer un huevo decente en este lugar? ¡Esto está demasiado cocinado! ¿Cómo se supone que meta mi pan en esto cuando la yema está prácticamente sólida?”
Steve lo ha escuchado hablar así varias veces ya, siempre para él. Su esposo ha tenido estos desplantes de enojo antes, y Steve ha estado tratando de pensar en cómo lidiar con ellos. Nunca lo ha visto o escuchado actuar de este modo con los empleados, y francamente, está demasiado sorprendido para reaccionar más allá de verlo con la boca abierta. Pero el rostro de Truvie permanece tranquilo, sus labios apretados, mientras baja la cabeza frente a Bucky.
“Mil disculpas, milord,” Dice mientras se lleva los huevos. “Haré...”
“No vas a hacer nada.” Le dice Steve, su cerebro apenas regresando a la realidad. “Deja los huevos donde están. Si no le gustan, él puede hacer otros. Y no te disculpes con él por nada.” Se vuelve a ver a Bucky, quien parece debatirse entre ver su regazo y ver con odio a Steve. “Y tú...” Limpiando su boca, Steve lanza su servilleta un lado y se levanta. “Tú ven comigo.”
La sala se ha vuelto considerablemente más pequeña, la tensión es tan grande que es difícil no sentirla a su alrededor. Con todo, Steve marcha entre ella, se detiene solo cuando está delante del asiento de Bucky. Su esposo alza la vista para verlo, su expresión es una mezcla de nervios y sorpresa.
“Ahora.” Le ordena Steve y solo se mueve de nuevo cuando Bucky se levanta.
Steve sabe que Bucky lo sigue, solo porque el suelo de madera cruje cuando lo pisa, cada rudo sonido un constante recordatorio de la forma en que le habló a Truvie. Lleva a Bucky a través del comedor y hacia el recibidor. Hace sol ahí, la luz entra por los ventanales alargando sus sombras por el suelo. La estancia está en silencio, ansiosa, como si esperara que algo pase.
“Steve...”
Girando para ver a su esposo, Steve ve su ceño fruncido y, cuando Bucky alza la vista, la luz del sol brilla en sus ojos.
“No.” Steve dice antes de que Bucky pueda hablar de nuevo, aunque no parece que tenga mucho qué decir de todos modos. “Me dejarás hablar por ahora. ¿Eso que hiciste allá? Es totalmente inaceptable. ¿Quieres desquitar tu enojo conmigo? Encontraré un modo de lidiar con eso y contigo. ¿Pero Truvie? ¿Quién sea? Nunca. No voy a permitirlo. La gente que trabaja aquí trabaja muy duro para ganarse la vida. Tienen familias y amigos y no importa su status, nunca está bien ser abusivo con ellos, ¿me entendiste?”
Con los labios torcidos en una mueca de enojo, los ojos de Bucky, duros y desafiantes, están desviados a la altura del pecho de Steve. Fuego y hielo. Asiente.
“No te escucho, Bucky.”
“Sí, Steve.” Musita Bucky, con los dientes apretados. “Entiendo.”
Steve inhala con molestia, y exhala mucho más calmado. Su molestia aún se nota en su rostro y sus ojos, trata de hablar un poco más suavemente.
“Estoy tratando, Bucky.” Le dice. “De verdad que sí. Dijiste que esperabas cumplir con tus votos. ¿La obediencia hacia mi? ¿Lo dijiste en serio? ¿Algo de eso? Porque si estoy solo en esto...”
Se detiene cuando Bucky baja la cabeza. Hay un ligero estremecimiento en los hombros de su esposo y cuando levanta la vista, su expresión es totalmente diferente. Sus ojos ya no son fríos o duros, su mandíbula ya no está apretada, no hay enojo en su cara ya. En vez de eso, sus ojos se llena de lágrimas, su labio inferior tiembla y cuando su boca se abre Steve puede escuchar un indicio de un gimoteo. El hielo se ha derretido, el fuego se ha apagado.
“Lo siento...” Bucky dice en un suspiro. “No sé qué estoy haciendo.”
Toda la tensión se aleja por completo de Steve. Bucky se ve tan perdido e indefenso, el susurro de un niño asustado, y no hay manera de que pueda mantener ni un poco de su enojo de hace un momento.
“¿Pasó... pasó algo?”
Bucky asiente una vez. “Sí. Me casé, Steve. Me casé con alguien que no conozco, alguien que es tan bueno y dulce y cuidadoso, y la única razón por la que lo hice es porque debía hacerlo porque mi familia necesitaba una dote...”
Se lleva la mano a la boca, tapándola como si eso fuera a devolver las palabras de regreso a su boca de algún modo y haría que nadie las escuchara. Bucky ve a Steve como si temiera haberlo herido.
“Está bien, Bucky. Entiendo eso, nunca voy a recriminarte por eso, ni a la Casa de Barnes.”
Las lágrimas no derramadas por fin brotan en las orillas de los ojos de Bucky. Baja la cabeza como si fuese muy pesada para sostenerla más tiempo. Luego sorprende a Steve al tomar un lento y cuidadoso paso hacia él, luego otro, y otro, hasta que está justo frente a él. Ahí, posa su frente contra el pecho de Steve. Steve puede sentir su cuerpo temblar y escucha su respiración entrecortada.
“Lo lamento mucho, Steve.” Gimotea. “No quería hacerte enojar.”
Antes de que Bucky pueda terminar su lacrimógena disculpa, Steve lo envuelve en sus brazos, Bucky prácticamente es consumido por su abrazo. Ha querido sostenerlo así desde que vio lo nervioso que estaba en la Capilla. Aunque esta no es la situación ideal para tener a su esposo finalmente en sus brazos, está feliz de que Bucky ha buscado y acepta su afecto. Es como si lo necesitara desesperadamente. Tal vez solo se ha acercado a Steve porque es la única opción, pero de todos modos significa algo para él.
Solo lo sostiene por algunos segundos antes de responder, “Está bien, Bucky. Estoy aquí para ti. Lo prometo.”
“No vas a dejarme, ¿verdad? Entiendo si lo haces. Yo... Sé que he sido un horrible marido, pero puedo... hacerlo mejor. De verdad puedo.”
“Aw, Bucky, no voy a dejarte. No por esto.” Le asegura Steve. “Tal vez sea más grande ahora, pero te juro que sigo siendo ese pequeño mocoso que no se alejaba de una pelea. En serio.”
Por alguna razón, eso solo hace que Bucky llore con más fuerza. Pero permanece acurrucado en los brazos de Steve y cuando su respiración comienza a agitarse, abraza a Steve de vuelta, sus dedos apretando la espalda de su camisa. Su rostro oculto en el pecho de Steve, tiembla y jadea y deja ir una cantidad interminable de lágrimas y sollozos.
“L-lo siento tanto...” Balbucea. “No sé qué pasa conmigo...”
“¿Han pasado muchas cosas?” Sugiere Steve. “Y muy rápido. Digo... Tu padre murió hace ¿cuánto? ¿Cinco meses?”
“Cuatro.” Susurra Bucky.
Steve suspira en el cabello de su esposo. Esto no es justo; nada de esto lo es. Bucky no ha tenido tiempo de lamentar la pérdida de su padre. En lugar de eso, debió casarse; casarse por encima de su estatus además, para ayudar a su familia.
“Solo dime lo que necesitas” Murmura Steve. “Haré lo que pueda por ti. ¿Quieres que le diga a Truvie que llame al hospital? ¿Les digo que llegarás tarde? ¿O que no vas a ir hoy?”
“No...” Bucky se aferra más fuerte a él. “Aún no. Por favor. Sólo... ¿podemos quedarnos así?”
“Por supuesto.”
Acariciando la espalda de su esposo de arriba a abajo, Steve mantiene a Bucky en sus brazos mientras él llora un poco más en su camisa.
Sus sombras se han hecho más pequeñas para cuando las lágrimas de Bucky se secan y su respiración se controla. Cuando Steve siente que trata de alejarse, se lo permite, pero no puede evitar desear que se quede así cerca de él. Bucky toca el lugar en la camisa de Steve donde sus lágrimas la han humedecido.
“Tu camisa.” Comenta Bucky. “Lo siento.”
“No lo sientas. Está bien.” Le asegura Steve, pasando su pulgar bajo el ojo de Steve para enjugar lo que queda de sus lágrimas. “¿Te sientes mejor? No, no respondas eso. Es una pregunta estúpida.”
“No es estúpida.” Responde él. “No sé cómo me siento. Yo...” Lo que sea que quería decir cambia a, “Supongo que debería prepararme para trabajar.”
Steve ya puede sentir aquellas paredes alzándose alrededor de Bucky de nuevo. El sol en la estancia está brillando sobre ellos, pero cuando Bucky da un paso hacia atrás—poniendo la mayor distancia entre ellos desde que empezó a llorar—queda lejos del alcance de la luz. Es casi como si se condenara a si mismo al frío y la oscuridad. Steve quiere traerlo de vuelta a la luz del sol. Darle calor y tenerlo cerca. Temeroso de que aquellas paredes que Bucky mantiene a su alrededor se hagan más grandes, Steve se queda donde está.
“Yo, uh, voy a tener que insistir...”
Bucky asiente rápidamente como si ya supiera lo que Steve le va a pedir.
“Me disculparé con Truvie.” Promete, sorbiendo un poco más como si fuera a empezar a llorar de nuevo. “No hay necesidad de desquitarme con el mundo solo porque no quiero estar aquí.”
Steve no está seguro de qué espera de Bucky tan pronto, pero escuchar eso es como una patada en su estómago. Ya sabe que su esposo está ahí en contra de su voluntad, pero, bueno, escucharlo decirlo en voz alta duele de formas en las que Steve no está preparado.
Cuando Bucky suelta un quejido y oculta su rostro en sus manos, meciendo su cabeza de atrás para adelante, Steve toma ese paso hacia él.
“¿Bucky?”
Bajando las manos, suspira y se ve como si estuviera listo para meterse en la cama y dormir por días.
“Siempre te digo las cosas incorrectas.” Gruñe. “No quería que eso sonara de ese modo.”
“Fue honesto.” Steve espera que el dolor que siente no se escuche en su voz. “No puedo pedir más que eso. Quiero que seas tú mismo.”
“Pero... Esto no es ser yo mismo,” Bucky suspira y masajea el puente de su nariz. “Yo no soy esta persona. Esta persona enojada y grosera.” Se queja un poco y mira hacia Steve, su expresión suplicante y casi desesperada. “Soy una basura de persona, sí, pero no esta persona. No sé cómo lo haces.”
Steve alza una ceja. No va a comentar respecto a lo que su esposo ha dicho de ser una persona basura, pero lo guardará para futura inspección.
“¿Hacer qué cosa?”
“Eres tan... bueno en esto. Ya estás tan seguro, como si... como si supieras ya lo que tienes que hacer o algo así.”
“¿Yo? ¿Bueno? ¿En esto?” Niega con la cabeza, sorprendido por aquello. “Bucky, estoy absolutamente aterrado.” Steve posa sus manos suavemente en los hombros de Bucky. “No tengo idea de lo que estoy haciendo. Estoy preocupado de si voy a arruinar tu vida, arruinar la mía, avergonzar a mi Casa... Yo... Estoy aterrado.”
“¿Lo estás? Tú no... No actúas como si así fuera. Digo... Oh cielos. Lo siento. De nuevo. Yo... Steve lo siento. Mira, se que ya hicimos esto antes, pero, ¿podemos empezar de nuevo? Pretender que estas dos semanas... ¿no pasaron?”
Mirándolo, Steve se pregunta cómo va a ser capaz de negarle algo a este hombre si puede darle esas expresiones tan adorables. La forma en que Bucky lo ve tan inocentemente, sus ojos llenos de misterio e intriga, estrellas y azúcar, debería ser ilegal. Y Steve está seguro de que su esposo tiene muchas más expresiones ilegales guardadas como ases bajo su manga.
“Vamos.” Le instruye Steve, tomando su muñeca derecha gentilmente y alejándolo del recibidor.
Mientras camina con Bucky hacia la puerta principal, Bucky gira su muñeca un poco para soltarse del agarre de Steve, solo para, en vez de eso, entrelazar sus dedos con los de él. Steve sonríe. No sabe si esta es la forma en que compensa por su actitud o si quiere mostrar a Steve que de verdad pretende intentar. Tal vez de verdad desea el contacto. Lo último solo es Steve aferrándose a la esperanza, pero tal vez es una posibilidad.
Cuando llegan afuera, justo del otro lado de la puerto, Steve no puede evitar reír por la cara pasmada de Bucky. Pero puede ver la piel de Bucky temblar, y no le sorprende. Los fríos vientos de otoño soplan con fuerza, cosquilleando en cualquier parte de piel expuesta con sus juguetones dedos. Bucky solo lleva su ropa de dormir.
“¿Qué estamos...?”
Steve pone sus dedos contra los labios de Bucky para evitar que cuestione algo más.
“Soy el jefe,” Sonríe. “Nada de impertinencias.”
Con la boca abierta, Bucky se ve bastante escandalizado pero luego hace un sonido gracioso con la garganta cuando Steve de pronto lo levanta en sus brazos.
“¿Qué estás...?”
“Dije que nada de impertinencias.” Pero tiene piedad de su esposo cuando tuerce los labios y le guiña el ojo, su boca sonriendo maliciosamente. “Si quieres empezar de nuevo, lo haremos. Pero te cargaré por la puerta esta vez. No es tradición de la Casa Rogers, pero tal vez la convertiremos en una.” Da un paso hacia atrás de vuelta a la casa, los brazos de Bucky alrededor de su cuello. “Y tal vez nos traiga algo de suerte.”
Aún en los brazos de Steve, Bucky le sonríe. Es una cálida sonrisa, una que Steve sabe que es real. Densa como almíbar, dulce como miel. La ha visto en fotos informales de Bucky. Saliendo con sus amigos y alguien toma una fotografía desprevenida, una que aparecerá en la sección de ocio de los diarios y hará flaquear a todos. Steve está seguro de ello, pues él mismo está flaqueando en este momento.
“Ya... ¿Ya puedo hablar?”
“Claro.” Ríe Steve. “Nunca dije que no podías hablar. Solo que no dijeras impertinencias.”
“Gracias, Steve.” Bucky trata de no sonreír, pero igual pasa. “¿Ya puedo rezongar?”
“Mm. Preferiría que no lo hicieras. Pero puedes seguir siendo un sabelotodo.”
“Oh bien. Entonces ¿te importaría bajarme?”
Hace esta petición ligeramente, como si estuviera bromeando y hablando en serio a la vez. Por un segundo, Steve se pregunta si que lo bajen o no es lo que realmente quiere Bucky.
Bajando ligeramente la cabeza, sus frentes casi tan cerca como para tocarse, Steve suelta un silencioso suspiro. No quiere bajar a Bucky. Si por él fuera, lo cargaría así por el mayor tiempo permitido. Bucky es suave, y se siente bien tenerlo así de cerca. Está tenso en este momento, salvo por los brazos alrededor del cuello de Steve. Están flojos, como si confiara en que Steve no lo dejará caer. Es un avance.
“¿Steve?”
Steve mueve la cabeza.
“Claro.” Dice, depositando a Bucky de vuelta en el piso. “Lo siento.”
Bucky se rasca la nuca, sus desordenados cabellos castaños se agitan con el movimiento.
“Está bien.” Se muerde el labio, una forma que Steve tiene de saber que su esposo se está sintiendo incómodo. “Debería ir a cambiarme para trabajar... oh, espera. Tú... ¿Debería disculparme primero? ¿Con Truvie? O... ¿Cómo quieres que maneje eso?”
“Discúlpate después. Prepárate para el trabajo ahora. ¿Seguro que no quieres que los llame y les diga que llegarás tarde?”
“No. Está bien. El Dr. Odinson no se molestará si llego un poquito tarde.”
“Bien. Ve a alistarte.”
“Está bien.”
Bucky se dirige a las escaleras e incluso empieza a subir. Pero se detiene, después de llegar a la mitad. Por algunos minutos, se queda parado ahí, con la mano en la barandilla, sin moverse. Un poco preocupado, Steve se acerca al pie de la escalera y está a punto de decir algo cuando Bucky inhala profundamente.
“¿Steve?”
“¿Sí, Bucky?”
Aún le está dando la espalda, pero Steve nota que su cuerpo está tenso y rígido antes de que se gire. Hay conflicto en la mente de Bucky. Steve puede verlo en sus ojos mientras dos, tal vez más, lados discuten. Cuando una de esas partes sale victoriosa, el labio inferior de Bucky es atrapado entre sus dientes.
“¿Crees...?” Sus cejas se juntan. “¿Te gustaría venir conmigo hoy? Digo, no a trabajar o, supongo que puedes si quieres, pero, ¿quieres ir en el auto conmigo hoy?”
Subiendo los primeros peldaños, pero manteniéndose más abajo que Bucky, responde, “¿Quieres que vaya? Ya te dije, puedo trabajar desde el Ayuntamiento tan fácil como desde casa.”
Bucky toma unos segundos para pensar al respecto. “Te gusta trabajar desde casa.”
Eso es cierto. Steve está cómodo en casa, se siente seguro en la privacidad de su oficina mientras revisa casos. Además, le da tiempo para trabajar en otros proyectos suyos; proyectos que solo unos pocos conocen.
“Así es. Pero si quieres que vaya contigo, trabajaré desde allá. ¿Quieres que vaya?”
Bucky se encoge de hombros. “Si tú quieres.”
Steve puede ver lo que está pasando, o al menos, cree que lo hace. Bucky está evitando preguntarle directamente. Hay tanto que Steve quiere darle, de hecho está seguro que le daría a este hombre lo que sea con tal de hacerlo sonreír. Pero, Steve necesita escuchar esas palabras de Bucky.
“Pero ¿tú quieres que vaya, Bucky? Me gustaría, pero solo si tú quieres. Solo dime y lo haré.”
Aunque Bucky está mirando sus pies, Steve puede ver que sus labios se tuercen de un lado a otro.
“Yo no...” Las palabras parecen estar atoradas en la garganta de Bucky, tal vez bloqueadas por otras diferentes. “¿Tal vez solo esta vez? No quiero estar solo.”
La luz del sol que entra al largo pasillo baila de felicidad ante esta confesión, y Steve brilla con ella.
“Bien. Alístate. Te veré en la puerta.”
Hay una sonrisa en la cara de Bucky otra vez, esta vez con cuidado de no hacerse muy amplia, y sube el resto de las escaleras sin otra palabra.
Trabajar en el Ayuntamiento significa que Steve necesita vestirse apropiadamente en vez de estar en su oficina usando ropa casual. No es algo que haga comúnmente. Le gusta más solo tener su camisa abotonada hasta el pecho, no tener que usar un chaleco, dejando sus sacos solos en sus ganchos. Pero es un caballero de Sociedad, así que hoy se abotona hasta el cuello, se pone un chaleco gris y un plastrón rojo, se pone su saco color carbón y termina con su sombrero negro. Con los pantalones bien planchados—cortesía de la necesidad de Truvie de siempre estar preparada—y los zapatos brillantes, Steve se dirige escaleras abajo para encontrarse con Bucky.
Su esposo ya está en la entrada esperándolo. Bucky está vestido similar—chaleco borgoña, corbata negra, chaqueta larga color carbón. Profesional y representando adecuadamente su status. Su sombrero está en sus manos mientras lo hace girar entre las palmas de éstas.
Inclinado contra la pared, Bucky se ve mucho más relajado y cómodo de lo que Steve se siente en un traje. Esta no es la primera vez que Steve lo ha visto listo para el trabajo—ha intentado despedirse de él cada mañana, aunque Bucky no ha estado entusiasmado para nada al respecto. Pero cada vez que ve a Bucky todo arreglado, es como si la sofisticación y encanto que prácticamente mana de él lo impactara una y otra vez.
Rayos de sol se esparcen alrededor de Bucky. Reflectores personales esperando para brillar sobre él cuando decida privilegiar al mundo con su presencia. Como Bucky aún no lo ha notado a mitad de la escalera, se toma unos cuantos momentos más para admirarlo. Tiene tantos deseos de hacer feliz a Bucky, o, al menos, contento. Steve se preocupa de nunca ser capaz de hacerlo. Bucky no quiere tener nada que ver con él o con este matrimonio. Dijo que no lo odiaba, pero hay un largo camino desde no odiar hasta siquiera agradarle. Hasta donde sabe Steve, Bucky simplemente lo tolera, cuando Steve ya quiere envolverlo. Es una locura, esta urgente y poderosa necesidad de conocer a Bucky, las ganas de estar cerca y con él, y Steve supone que no es el primero en sentirse tan enamorado del hombre. Es tan encantador, en todo el sentido de la palabra. Una persona adictiva, dulce con un toque picante.
Tan es así que Steve toma la lisa barandilla de madera para mantener el equilibrio cuando se balancea un poco. Algo de luz se queda en el brazo izquierdo de Bucky y en la cadena del reloj de bolsillo que siempre lleva consigo cuando se gira a verlo. La luz molesta a Steve por ver a Bucky cuando él pensaba que el momento era privado, golpeando con rudeza sus ojos.
“Lo siento.” Dice Bucky, moviendo su mano de modo que la luz no golpee más a Steve.
“Está bien. Me lo merecía.”
Bucky ladea la cabeza. “¿Qué? ¿Por qué?”
“Nada. Olvídalo. ¿Estás listo?”
Con una sonrisa—tal vez forzada, tal vez no, Steve no está seguro—Bucky gira el sombrero sobre su brazo y en su cabeza.
“Te he estado esperando.” Ríe disimulado. “Por supuesto que estoy listo.”
Steve se burla de él y baja el resto de los escalones. “Disculpe, su majestad. Le ruego me perdone.”
“Mm...” Bucky se moja los labios. “Te perdonaré esta vez. Trata de que no pase de nuevo.”
Una risa ansiosa ataca a Steve con tal fuerza que todo su cuerpo se estremece. Ha sido una mañana difícil. Espera que sean solo los nervios.
“Vamos, Bucky.” Hace ademán de ofrecerle su brazo derecho, pero lo piensa mejor y le ofrece el izquierdo.
Bucky toma un momento o dos para ver aquella oferta. Justo cuando Steve está a punto de alejar el brazo, su esposo no solo une su brazo con el de él, sino que se inclina hacia Steve por un momento antes de volver a erguirse. Está viendo al frente, con los ojos fijos en la puerta, esperando a que Steve se mueva.
Paso a paso. Es el único modo en que esto va a funcionar. No importa cuánto Steve quiera besar a Bucky, incluso solo darle un besito en la cabeza, se contiene. Paso a paso.
“¿Puedo tomar un turno?” Steve pregunta cuando están cerca del Recinto Militar donde Bucky trabaja.
Están en la cabina cubierta del automóvil, por supuesto, así que está un poco más cálido ahí a pesar del frío de la mañana. Steve siempre se asegura de que su chofer, Stiles, tenga una manta consigo. Es un camino desigual, el automóvil vibra mientras se mueve y se zarandea un poco más cuando se detiene. Los asientos son lo bastante cómodos, afelpados y tolerantes con el peso combinado de sus cuerpos, y la cabina es muy espaciosa.
Los dos han estado bastante callados todo el camino, un poco incómodo, un poco confortable. Están uno al lado de otro, con poca distancia entre ambos.
“¿Un turno?” Cuestiona Bucky.
“Sí. Aún es mi turno, ¿no es así?”
“Para preguntar.” Sonríe, entendiendo. “Todavía tienes tres.”
“No necesito usar las tres de inmediato, ¿o sí?”
“Supongo que no.” Finge un abadejo malhumorado. Steve lo nota. Sus ojos aún brillan intensamente, hielo reluciente en lugar de duro. “Solo que tengo que esperar hasta que termines. Reglas del juego, ya sabes.”
“¿Talladas en piedra?”
“Seguro.” Ríe ligeramente. “¿Cuál es tu pregunta?”
Steve inhala profundamente y cuando exhala pregunta, “¿Tienes frío?”
“¿Ah?”
“Frío. ¿Tienes?” Steve suspira. “Eso ni siquiera era una frase. Digo que si tienes frío. Ahora mismo.”
“¿De verdad esa es tu pregunta?”
“Casi. Hay más. Es como una pregunta de dos partes. Si está permitido eso.”
Su esposo lo ve sospechosamente, torciendo el gesto como si se debatiera entre permitir o no que Steve haga eso.
“Si. Supongo que se puede.” La expresión de Bucky no cambia. “¿Y quieres saber si tengo frío?” Steve asiente. “Um. Sí. Un poco.” Desvía la mirada como avergonzado por eso. O quizá porque Steve lo ha notado. “¿Y la segunda parte?”
“La segunda parte es, ¿te gusta cuando alguien te da calor?”
Bucky se vuelve a verlo y parpadea un par de veces. Sus ojos ven alrededor de la cabina, buscando algo que Steve no puede ver.
“Siento que esta es una pregunta capciosa.” Admite tras unos segundos.
“No es una pregunta capciosa.” Responde Steve. “Tal vez una pregunta difícil, pero no capciosa.”
Con el labio inferior atrapado entre los dientes, Bucky se ve como si tratara de arreglar algo complicado.
“¿Para qué quieres saber?” Contesta.
Steve mueve la cabeza negativamente. “¿Desde cuándo necesitamos explicar las preguntas?”
Quejándose despacio, Bucky echa la cabeza hacia atrás. “Bueno, bueno. Um, pues...” Tiene problemas para pensar en una respuesta. “No, uh, bueno. Si. Así es. Me gusta mucho.”
Admitir eso hace que Bucky se sonroje. Steve no se imagina por qué. Ya se ha dado cuenta de que no le gusta el frío. No es de sorprenderse que le guste que le den calor.
“Bien.” Steve asiente y vuelve a mirar al frente, solo entonces notando que se había movido para mirar a Bucky. “Guardaré las otras dos para otra ocasión.”
“Espera...” Bucky titubea. “¿Es todo? ¿No vas a...?”
No termina de hablar, pero Steve entiende la idea. De hecho, es posible que haya deseado eso.
“¿Qué? ¿Deseas algo?” Se burla. Bucky tuerce el gesto y antes de que pueda responder, Steve abre los brazos un poco. “Si quieres. Es tu decisión. No me ofenderé si no quieres.”
Bucky luce nervioso, y tal vez debatiéndose entre dejar que Steve lo sostenga o mantenerse firme y no dejar que Steve haga gran cosa por él. Juguetea un poco con sus dedos, sin ver a Steve que sigue con los brazos extendidos solo lo suficiente para demostrar la invitación. Steve se sorprende de que no esté temblando, pues está tan aterrado ahora mismo que tendría un ataque de asma si fuera posible que aún sufriera de ellos.
Pero no quiere alejarse, quitar la oferta de la mesa, por así decirlo. Steve quiere mostrarle a Bucky que la opción siempre estará ahí, aunque la tome o no.
Sin embargo, Steve se sorprende cuando Bucky está de pronto en sus brazos. Su esposo se mueve tan rápido, tan fluido, que apenas tiene tiempo de notarlo hasta que está pegado a él. Ambos están tensos y, en la extraña posición en la que se encuentran, Bucky solo está tendido desordenadamente contra el pecho de Steve. El asiento debajo suyo insta a Steve a ponerlos a ambos más a gusto. Tomando su consejo, Steve los mueve de modo que él está reclinado en la esquina de la cabina, dando oportunidad a que Bucky se acomode mejor sobre él. Lo cual hace.
Bucky se mueve un poco, reposicionándose lo suficiente para que Steve pueda sentir algo de la incómoda tensión alejarse de su cuerpo. Sabiendo ya de antemano algunas de las formas en que a Bucky le agrada que lo toquen, Steve le acaricia el cabello.
La primera vez que su mano se mueve por la cabeza de su esposo, Bucky se tensa. Pero Steve no se detiene. En vez de eso, hace que el roce sea más suave, y luego incrementa la presión gradualmente mientras Bucky se acostumbra a él. Este es Bucky-privado. El que él nunca muestra al público. El que Steve duda que muchos tengan el placer de conocer. A diferencia de Bucky-público, este Bucky empieza a derretirse por el afecto, le encanta la atención física, pero es demasiado tímido para pedirla él mismo.
“Gatos, ¿eh?” Murmura Steve cuando Bucky se relaja en su abraza, incluso lo suficiente para dormirse. “Con razón son tus favoritos. Practicamente eres uno.”
Steve puede sentir a Bucky sonreír contra su pecho, pero no responde. Tímido e incómodo. Sin embargo, lo que hace, es deslizar su brazo izquierdo alrededor de la cintura de Steve.
Se quedan así por el resto del camino. De cuando en cuando, Steve pasa su mano por el cabello de Bucky y a veces Bucky frota su cabeza contra el cuerpo de Steve un poco más cuando lo hace. Cuando el vehículo se estaciona, Steve ve por la ventana. Siente que Bucky hace lo mismo antes de levantarse.
Con la mirada en Bucky mientras éste ve por la ventana, Steve piensa que podría estar deseando no tener que bajar ahora. Hay una pequeña arruga entre sus ojos y sus labios están levemente torcidos. Es posible que simplemente no quiera ir a trabajar, pero Steve tiene esperanza de que sea más que eso. Cuando los ojos de Bucky se mueven hacia Steve, éste le obsequia una sonrisa. Apretando los labios, Bucky se separa por completo, justo cuando Stiles abre la puerta para dejarlo salir.
“Um, gracias, Steve.” Susurra Bucky. “Por venir hoy.”
La forma en que lo dice, como si estuviera sorprendido de que Steve haya cumplido su oferta, hace que Steve quiera abrazarlo de nuevo. Estrecharlo hasta que Bucky entienda que él de verdad pretende cuidar de él, hacerlo feliz si puede, y tal vez, un día, amarlo. Amarlo más de lo que tal vez ya lo hace.
“Vendré cada día si te hace felíz.”
“Hm. Podría acostumbrarme a ser abrazado así cada mañana. Pero... Te gusta trabajar desde casa, y me vuelvo consentido fácilmente. Creeme.”
“Pensaremos en algo. Y nunca dije que no iba a consentirte.”
Aunque está mirando al frente, Steve puede ver las comisuras de los labios de Bucky moverse, incluso si al final evita sonreír.
“Estoy empezando a convencerme más de que te casaste conmigo solo para empezar algún tipo de escándalo. ¿Quién ha escuchado de un cabeza consintiendo a su cónyuge?”
Steve ríe. “Así pasa. Deberías conocer a los Wilson. Verás cuándo consiente Lady Wilson a Lord Wilson. Es lindo. Ahora ve. Estás dejando entrar el aire helado y no te tendré para darme calor después.”
Esta vez, Bucky no contiene su sonrisa, o tal vez no puede. Ve a Steve. Hay una expresión en su cara que Steve no puede descifrar. Nunca ha visto esa mirada antes.
“Te veré más tarde, esposo.” Dice Bucky, y luego rápidamente se inclina, deposita un beso en la mejilla de Steve, y sale rápidamente del auto.
Steve toca el lugar donde Bucky lo ha besado. Le hormiguea y está tibio, y una sonrisa aparece en su rostro.
Tachará lo de querer amar a Bucky algún día.
Steve está bastante seguro de que está enamorado de él justo ahora.