
Capítulo 5
El fresco aire otoñal se abre paso entre el desordenado cabello de Steve. Le golpea el rostro, haciendo que sus mejillas se enfríen y se sonrojen, su respiración sale en pequeñas nubles blancas de vapor. Hay un poco de hielo afuera hoy, escarcha sobrante dejando intrincados diseños en delicadas hojas de pasto, y pequeñas y delgadas manchas marcan el camino por donde Steve ha corrido.
Es diferente correr sólo. Normalmente tiene a Sam a su lado, cada mañana al alba, ambos empujando y alentando al otro a dar ese último paso. La carrera de esta mañana es silenciosa, dejando a Steve con sus pensamientos como única compañía. Y sus pensamientos no han sido la mejor compañía hoy.
La única cosa en su mente desde que sus ojos se abrieron ha sido Bucky y este matrimonio. Nada se siente real, como si aún durmiera. Bucky estaba tan ebrio anoche que apenas podía mantenerse en pie. Estuvo coherente un momento, pero cuando estuvieron en la recámara juntos—cuando Bucky pensó que Steve planeaba tener sexo con él—sus ojos estaban entrecerrados y sonaba como si su lengua fuera demasiado grande para su boca.
Steve solo puede pensar en un motivo para que él se intoxicara así. Estaba tratando de ahogar sus penas por este matrimonio. Steve no lo culpa, de verdad no. Trata de ponerse en el lugar de Bucky, imagina como se sentiría si un día, de pronto, necesitara casarse bien—y justo tras la muerte de su padre para rematar. Era difícil de imaginar, considerando que no había tantas Casas para que se casara bien. La Casa Rogers es una de las más antiguas e influyentes Casas en Sociedad y el Buró Judicial, lo cual deja sólo al Buró Ejecutivo y sus Casas por encima de ellos. Dadas las opciones de Casas, la idea le hace un hueco en el estómago. Y eso es solo hipotético. Si lo que Bucky siente es parecido a esto, entonces Steve entiende.
Su carrera dura una hora. Steve se detiene en el porche, tomando un tiempo para enfriarse antes de entrar a la casa. Al menos Bucky se veía impresionado con la casa. Y había reído. Era una descuidada risa de ebrio, pero aun así era una risa. Steve disfrutó mucho su sonido, incluso si Bucky se estaba riendo de él. También estuvo un poco bromista, una vez que aceptó las razones de Steve para no consumar su matrimonio.
El pobre Bucky se veía tan aterrado cuando Steve le dijo que no quería consumar anoche. Si no lo hacían, Steve podía reservarse el derecho de alejarse del matrimonio sin consecuencias. Es difícil probar eso hoy en día. Anteriormente, antes de que Steve y Bucky nacieran, era algo que la Corte revisaba. Ya no está en práctica, pero las preocupaciones de Bucky son válidas. También lo son las razones de Steve. Quiere que este matrimonio funcione y espera hacerlo con la menor cantidad de problemas posibles, y eso incluye no hacer nada de lo que ambos pudieran arrepentirse.
Un escalofrío le recorre todo el cuerpo cuando una brisa helada lo golpea, recordándole que sigue afuera. Entra y de inmediato va al pasillo a revisar a Bucky. Tocando suavemente la puerta, no recibe respuesta y la abre lentamente. Bucky sigue dormido, la cara pegada en la almohada, la boca abierta lo suficiente para que Steve vea humedad mojando la funda de la almohada, el brazo izquierdo colgando fuera de la cama, el derecho escondido tras su espalda, mechones de cabello revueltos frente a su rostro.
Steve sonríe. Bucky se ve adorable. Aunque la realidad aún no los golpea—a ninguno en realidad—al menos Steve tiene este momento. Un momento en el que Bucky no lo odia o lo resiente, donde Steve no ha tomado una responsabilidad masiva sin saber realmente en qué se está metiendo, un momento en el que pueden coexistir en paz.
Cerrando la puerta, Steve piensa que tiene suficiente tiempo para bañarse antes de que su esposo despierte. No hay muchos lugares fuera de la ciudad con electricidad, incluso menos con tuberías interiores y agua corriente. Steve casi puede recordar un tiempo en el que la casa de campo no tenía eso. Es una lejana y distante memoria, posiblemente producto de que le dijeran al respecto, pero sabe que la familia mandó poner todo para él.
Cualquier corriente fría podría haberlo matado. Es lo que decían los médicos. Muchos de sus exámenes médicos fueron hechos aquí, lejos de las miradas indiscretas y el curioso público. Steve recuerda—y estos son sus propios recuerdos—estar cubierto en mantas, fuerte tos que lastimaba sus pulmones, fiebres que le daban frío. Noches en que la Muerte se acercaba, sosteniéndolo y lista para llevárselo. La Escarlatina dio miedo, la fiebre reumática fue peor. Sarah nunca se alejó de su lado, Joseph se paseaba en la habitación. Con todas sus otras debilidades, los doctores de la Casa de Banner aún mantienen que es un milagro que haya sobrevivido la infancia. Otras Casas lo habrían abandonado, Steve lo sabe. Un niño con tantas dolencias es un mal augurio y nunca se le puede confiar en ninguna posición de poder. Incluso ahora. Alguien podría abrir un caso si supieran que Steve necesita medicación continua y vitaminas para mantenerse fuerte, un intento de revocarle su sitio en el Buró Judicial.
Agua caliente corre sobre su cuerpo, librando a su piel del frío que le quedaba del exterior, aunque Steve aún tirita. Se pregunta qué pasará con sus padres si los Ejecutivos descubren que Sarah está enferma.
Steve aleja esos pensamientos. Está en su luna de miel. Tal vez no sea la luna de miel que siempre quiso, pero Steve no va a dejar que la posibilidad de que los Ejecutivos descubran sobre su madre haga que este tiempo sea más incómodo de lo que ya es.
Cierra la llave de agua y la ve mientras termina de irse por el desagüe en el suelo. Ha estado ahí más tiempo del anticipado, sus pensamientos tomando control por un rato. Envolviéndose en una gran y mullida toalla—que es tibia y se siente bien tras estás en el calentador colgado de la pared—Steve se talla el cabello con la otra, más pequeña. Sus vitaminas y medicinas—todas experimentales de los científicos en la Casa de Erskine—mantienen su temperatura base un poco más elevada de lo normal, así que Steve emerge del baño con solo un par de pantalones sin preocuparse mucho por la corriente de aire que sopla por la casa. La tentación de ver a Bucky lo llega al pasillo. La puerta sigue cerrada, así que Steve no lo hace. Escuchó a su esposo vomitar unas cuantas veces en el baño anoche. Tomó toda su fuerza de voluntad para no ir a verlo, temeroso de estar presionando demasiado, demasiado pronto.
Al final de la noche, Bucky fue bastante receptivo al poco cuidado que Steve le ofreció. Antes de ello, estuvo vacilante, incluso reacio. Steve espera que eso cambie con el tiempo. Disfruta de ser cariñoso y ocasionalmente consentidor. De hecho, probablemente habría vuelto loca a Peggy si se hubiesen casado. Tal vez Bucky sea diferente. Tal vez, eventualmente, llegue a gustarle. O continúe pareciéndole paternalista y condescendiente y Steve tendrá que parar.
Mientras Bucky aún duerme, Steve opta por hacer el desayuno. Se mueve con facilidad en la cocina, con mayor habilidad y gracia que en una pista de baile. Es el uso de sus manos en lugar de sus pies. Sus manos cooperan mejor. Están quietas y estables, trabajando fácilmente en cosas que de otro modo son complicadas. Las manos de Steve tienen entre ellas algunos de sus más preciados secretos y, mientras las usa expertamente para preparar un desayuno tradicional de la Casa Rogers, se pregunta si mantendrá esos secretos ocultos de su nuevo esposo. Los ha guardado de sus padres por tanto tiempo, pero Bucky vivirá con él. Steve tendrá que pensar en algo.
Mantiene su mente ocupada en la tarea actual. Considerando el alimento que está preparando, toma mucha concentración y tiempo de todos modos.
El tocino de lomo se cocina en la estufa—una estufa de leña negra, de metal, con dos pequeños hornos en el frente—Steve ha preparado las salchichas con los huevos crudos y pan rallado, y salteado los tomates. Aún necesita hornear los frijoles en salsa de tomate y luego tomar los huevos para freírlos.
Steve va a la nevera a tomar huevos. Hay demasiado ahí dentro para el corto periodo de tiempo en que Bucky y él estarán en la casa. Tendrá que dejar una nota para los empleados que vendrán a limpiarlo de que tomen lo que gusten. Con los huevos en mano, Steve se gira para ir a la mesa-isla donde espera la sartén, y se asusta tanto de ver a Bucky parado del otro lado que deja caer uno.
“¡Bucky!” Exclama.
Los ojos de Bucky se amplían, como si no estuviera seguro de qué es lo que acaba de pasar. Sus labios forman la palabra ‘qué’, pero no se atreve a decirla. Luego ve a Steve un segundo, y Steve se da cuenta de que los ojos de su esposo recorren su cuerpo. Está claro que trató de contenerse, pero no pudo hacerlo. Steve recuerda medio segundo después que sigue sólo en pantalones.
“Um... ¿perdón?”
Antes de responder, Steve toma un trapo de la mesa y limpia el desastre, tirando las cáscaras del huevo en la basura y el trapo en el lavaplatos. Cuando se ha incorporado de nuevo, Bucky sigue en su sitio, abrazándose a sí mismo como si tuviera frío o se sintiera increíblemente inseguro. Steve supone que deben ser ambas, pero más lo último. Su esposo también luce indispuesto. Con la piel ceniza, los labios resecos, la frente cubierta de sudor, Bucky luce como alguien que bebió demasiado anoche.
“No te escuché.” Le dice Steve. “Cuando entraste. Eres como un fantasma.”
Eso puede tomarse de dos formas, y Steve no sabe cómo lo toma Bucky. Sus labios se mueven un poco, no sonríe ni un poco, pero reacciona al comentario. Frota su ojo con la parte inferior de su mano derecha y Steve cree escucharlo quejarse.
“¿Café?” Pregunta Bucky.
Steve mueve la cabeza negativamente. “Lo siento. La Casa Rogers no pone nada no natural en nuestros cuerpos.”
“... Oh.”
Bucky luce como si fuera a llorar y Steve se siente mal de inmediato, así que ríe un poco.
“Solo bromeo.” Clarifica mientras toma un bote café soluble de la gaveta más cercana. “Siéntate. Prepararé un poco.”
El alivio en el rostro de Bucky es inmediato, y se sienta en uno de los taburetes negros—del cual seguramente se habría caído anoche—reposando sus codos en la barra y su cabeza en sus manos.
“De verdad eres la persona más mala del mundo.” Se queja.
Steve ríe. “Bueno... Te estoy haciendo desayuno. ¿Eso cuenta?”
“Mientras no tenga que hacerlo yo.”
Sigue sin mirarlo, pero Steve le dedica una sonrisa de todos modos mientras vierte el café molido en la cafetera de vapor. Esta es nueva pues la última vez que estuvo aquí descompuso la anterior por accidente. Pero esta fue hecha por la Casa de Stark, y aunque su opinión podría estar sesgada, siendo amigo de Tony Stark y todo, piensa que el café sabe mejor en ella.
Permanecen en silencio mientras Steve espera que el café esté listo. Por supuesto, ahora que Bucky está ahí, se siente como si todo tomara diez veces más tiempo del usual. En vez de quedarse quieto, Steve comienza a preparar los frijoles con la salsa de tomate, luego revisa las salchichas y el tocino. Sin decir nada, toma la sartén que iba a tomar antes de que Bucky lo espantara y está a punto de abrir uno de los huevos cuando el café comienza a brotar en el contenedor.
“¿Cómo lo...?”
“Solo negro.” Dice Bucky antes de que Steve termine de preguntar. “Por favor.”
Steve le sirve un poco en una taza blanca de cerámica, y lo pone frente a Bucky en un platito que hace juego. Apenas y toca la barra cuando Bucky ya está alcanzándola con las manos. Da un cuidadoso sorbo, no los bastante cuidadoso pues Steve puede verlo hacer una pequeña mueca. Volviendo a preparar el desayuno, Steve saca dos platos y luego mira sobre su hombro cuando Bucky carraspea.
“Yo, uh...” Se detiene un momento, pasando su dedo alrededor de la orilla de la taza. “Lo siento.”
“¿Por asustarme?”
“¿Qué?” Bucky lo ve como si estuviera loco. “No. Digo, claro, supongo... Por eso también.”
“Entonces ¿por qué?”
Bucky casi rueda los ojos—casi. “Por anoche. Por...” suspira. “Por estar tan ebrio. No... No eras tú. En serio.”
“Bueno, ciertamente tuvo un poco que ver conmigo.” Responde Steve, poniendo un poco de todo en un plato. “Lo entiendo.”
“Pero no lo fue.” Insiste Bucky. “No las bebidas al menos.”
Steve está tentado a preguntar la razón exacta. Si de verdad no era a causa suya, no puede imaginar qué hizo a Bucky beber tanto. En vez de preguntar, pues la idea de hacerlo le hace nudos en el estómago, pone un plato lleno frente a él.
Debe haber asustado a Bucky esta vez pues e aleja un poco. Bucky ve la comida y luego a Steve, con las cejas muy juntas.
“¿Qué es esto?”
“Una comida tradicional de la Casa Rogers.” Explica Steve. “Tocino de lomo, salchicha, huevos fritos, frijol y tomates salteados.”
Bucky ve la comida con desconfianza, su boca torcida un poco aunque trata de no hacerlo. Steve no lo culpa. Casi todos en su familia aman esa comida. Pero él la odia. Solo que no va a decir nada al respecto, no hasta que Bucky la pruebe, solo para ver qué hará. La única razón por la que la hizo fue por tradición. Es lo que comen en ocasiones especiales. Así que cuando Bucky toma un largo respiro, le toma a Steve toda su fuerza de voluntad no reírse de la cara de su marido.
“¿No te gusta?” Pregunta.
“Um, es...” Toma un sorbo de su café. “Es...”
“Es mala.” Ríe Steve. “No te preocupes. A mí tampoco me gusta.”
“¿Entonces por qué...?” Bucky suspira. “¿Tradición?”
Steve asiente. “Tradición. Está bien. La envolveré y se la enviaré a mis padres. La aman. Para nosotros...” Señala un gran bol al lado del lavaplatos. “Tengo un plan B.”
“¿Qué es eso? ¿Guisado de haggis?”
“Ew, no, ¿qué?” Bucky sonríe con sus balbuceos. “No. Son panqueques.”
Bucky se anima un poco. “Ah. Eso suena decentemente normal.”
“¿Eso es un sí?”
“Definitivamente.”
Sonriendo, Steve mueve la comida cocinada a un refractario de vidrio, poniendo la tapa y metiéndolo en la nevera. Toma otra sartén y pone algo de mezcla en ella. De nuevo, parece tomar más tiempo del usual, esperar a que el panqueque esté listo para girarse. Pero finalmente está listo y Steve, en un momento de no-tan-absoluta-inteligencia, toma este momento para tratar de presumir frente a su nuevo esposo tratando de lanzar el panqueque en el aire para voltearlo. Falla miserablemente.
Cae la mitad en la sartén, la mitad en el piso, y la mezcla sin cocinar se derrama por todos lados.
“Suave.” Murmura Bucky.
Las mejillas se Steve se entibian. “Podrías hacer tú, ¿sabes?”
“¿Y perderme el show?
Con la boca entreabierta, Steve se gira para lanzarle una mirada de odio sin ganas. Pero encuentra a Bucky con la cabeza baja, tratando de ocultar su sonrisa. Pero está ahí, y Steve se pregunta si Bucky desearía que no lo estuviera.
“No sabía que eras tan sabelotodo.” Dice.
Bucky se encoge de hombros. “Es porque no me conoces. Y sin embargo aquí estamos. Casados.”
Alza su taza de café en un irritado brindis. Bucky se ve peor que cuando llegó. La idea de estar casado con Steve realmente le afecta. O tal vez solo es estar en un matrimonio arreglado en general.
“Sí, respecto a eso...” Steve ha limpiado el desastre que hizo y trata de hacer otro panqueque. “¿Puedo preguntarte algo?”
“Claro.”
“Por qué, uh... ¿Por qué yo?” Pregunta.
“¿Por qué tú qué?”
Steve de verdad no quiere preguntar directamente. La idea de la respuesta, lo hace sentir mareado. Pero Bucky no le deja otra opción.
“¿Por qué me escogiste a mí?”
“No lo hice.”
La forma en que Bucky responde, tan rápido y despreocupado, es exactamente por lo que Steve estaba preocupado. Mira el panqueque, el lado de arriba con suficientes burbujas para saber que necesita ser volteado, y se siente horrible. Toma la espátula, esperando obtener algún consuelo por tener algo en sus manos y no lo obtiene. Girando el panqueque, Steve se regaña a si mismo por sentirse tan herido. No hay necesidad; no tiene derecho a sentirlo. Esta tal vez es la peor pesadilla de Bucky, y él ha sido arrastrado a ella. Sin quejarse, sin embargo. Bucky ha hecho algo que nunca quiso hacer por el bien de los que ama. Steve no puede culparlo por ser directo y honesto con él al respecto
“Ah, demonios.” Escucha mascullar a Bucky en la mesa. “Soy terrible en esto de ser esposo. Lo siento. Eso sonó grosero.”
“No. Bueno, creo que sí. Pero está bien. Sé que no querías esto.”
“¿Y tú?”
“No de este modo.” Dice Steve. “Pero no estoy tan enojado por ello como tú.” Hace una pausa y se asegura de que Bucky sepa que no está molesto con él. “Lo cual tiene sentido.” Pone el panqueque en un plato. “No sé cuánto recuerdas de anoche, pero te prometí que haría esto lo más simple posible. Nunca esperé casarme bajo...” Steve hace una mueca, no le gusta cómo sonó eso. “Digo, un arreglo siempre fue una posibilidad, pero conociendo a mis padres elegirían a alguien que conociera y fuera mi amigo.”
Cuando se gira, con el plato lleno de panqueques en mano, Steve se encuentra con los ojos de Bucky, que no parpadean. La luz del sol entra por las ventanas tras él, bañando a Bucky en una brillante y ominosa presencia. Hay motas de polvo flotando a su alrededor, como secuaces pequeñitos esperando hacer lo que él diga. Esos ojos azul metálico suyos están abiertos ampliamente, casi con fuego mientras observan a Steve.
“¿Qué?” Se pregunta Steve.
Bucky alza ambas cejas. “Eso no es lo que quise decir, pero gracias por eso.”
“Espera.” Sigue parado ahí con el plato de comida. “¿Qué quisiste decir?”
“Quise decir que si tú elegiste. A mí. ¿Dijiste que aceptabas o lo hicieron tus padres?”
“Oh.” Su frente de arruga y Steve pone la comida frente a Bucky. “Yo lo hice.”
“¿Por qué?”
“¿Miel?” Ofrece Steve.
“Claro.”
Las facciones de Bucky se aligeran un poco con la promesa de miel, aunque trata de ocultarlo. Alguien es goloco. Steve guarda esa información mientras le entrega el frasco cristalino de miel.
“No me recuerdas, ¿verdad?” Pregunta a Bucky mientras él básicamente ahoga su comida en miel.
Steve puede ver la forma en que todo el cuerpo de Bucky se tensa. Claramente, Bucky no puede recordar un momento en que hayan estado en la misma pieza juntos además de recientemente, menos que hayan interactuado. Su esposo alza la vista y Steve casi puede escuchar las frenéticas preguntas pasando por la mente de Bucky mientras trata de descubrir por qué debería recordarlo. ¿Acaso conversaron? ¿Pelearon? ¿Coqueteó con él? Peor... ¿Sería Steve una de las personas con las que tuvo sexo y luego olvidó vergonzosamente? No era ninguna de esas, por supuesto, pero Steve lo dejó pasar aceite por algunos momentos.
“Nunca dormimos juntos.” Finalmente admite. “No te preocupes.”
El alivio es instantáneo, y Bucky exhala un agradecido suspiro.
“Oh gracias a Dios.” Aspira y luego entra en pánico de nuevo. “No, espera... no porque... Quiero decir...”
“Sé lo que quieres decir,” ríe Steve.
Bucky sonríe aunque sus ojos no lo hacen. “Entonces... ¿cómo...?
“La Gala de Año Nuevo, en el Ayuntamiento.”
“Vas a necesitar ser más específico.” Suspira Bucky. “He ido a bastantes de esas.”
“Hace unos diez años.” Continúa. “Yo tenía doce, sentado por mi cuenta mientras mis padres bailaban. Tú bailabas también, con Natalia Romanov.” Bucky sonrió afectuosamente, pero no dijo nada. “Bueno, había un chico ahí, no sé si lo recuerdes, ¿Eugene Thompson? Estaba en una esquina, molestando a otro chico, más pequeño que él. Todos estaban ocupados disfrutando la gala, pero yo lo noté.”
“Bien...” Bucky luce confundido. “¿Qué tiene eso que ver conmigo?”
“Uh,” Steve se rasca la nuca. “Yo... Traté de detener a Eugene.” Steve puede recordarlo perfectamente, como si hubiese pasado ayer.
El salón principal del Ayuntamiento ha sido adornado con lo mejor de la temporada. Hay papel cortado en forma de copos blancos y plateados colgando del techo. Cadenas de guirnaldas de pared a pared y hay esculturas de hielo puestas al azar por todo el salón, aun así manteniéndose estéticamente agradables.
Steve está sentado por su cuenta en la mesa de la familia, arreglado con un traje que le da comezón en las piernitas y se siente demasiado apretado en su cuello. Juega con algunas piezas de confeti plateado regadas por el blanco mantel. Las está moviendo de un lado a otro, acomodándolas en figuras y diseños que sabe que recordará perfectamente después para dibujarlos.
Escucha una risa, del tipo malvado y cruel, el sonido no encaja del todo con los alrededores. Steve revisa sus aparatos auditivos. La risa continúa. Moviendo los ojos, ve a dos niños en una esquina. Nadie parece notarlos. Parecen ser más o menos de su edad, pero más grandes—aunque eso no es sorprendente—pero uno de ellos, un poco más grande, no deja de dar capirotazos al otro. El más pequeño parece que va a llorar.
Nadie hace nada para detenerlo, pero para ser justos, nadie está poniendo atención. Nadie más que Steve. Saca su inhalador de su bolsillo y respira la medicina antes de ir para allá.
“¡Hey!” Grita Steve tan fuerte como sus pulmones se lo permiten sobre la música. “¡Déjalo en paz!”
El más grande lo mira con molestia y luego se echa a reír. Hasta rueda los ojos y se agarra los costados como si el hecho de que Steve le diga qué hacer es lo más gracioso del mundo.
“¿Y quién va a detenerme?” Se mofa. “¿Tú?”
“Vamos, Eugene,” Dice el más pequeño, “Déjalo en paz.”
“Cállate, Peter.” Gruñe Eugene y empuja a Peter tan fuerte que choca con Steve.
Steve tropieza y cae de espalda tan fuerte que puede sentir la presión en sus pulmones hacerse más fuerte. Toma una rápida bocanada de su inhalador de nuevo para evitar que el ataque de asma llegue. Eso hace que Eugene se ría más fuerte. Incluso desde el frío suelo, cubierto de purpurina que se supone que parezca nieve, Steve lo mira con enojo. Peter se agacha a su lado cuando Eugene se gira.
“No se preocupe por esto, Lord Rogers,” Murmura. “Solo quédese abajo. Lo dejará en paz.”
Steve asume que Peter sabe quién es él por reputación, pero eso no importa. En este momento, lo único que le importa a Steve es levantarse, lo cual hace, lentamente, pero con seguridad. Sus piernas tiemblan un poco, pero aun así alza los puños.
“¿Qué está...”
Steve ignora a Peter y le grita a Eugene, “¡Hey! ¡No he terminado!”
Eugene se detiene y mira sobre su hombro. Se gira, quedándose donde está, y se ríe con disimulo.
“¿No has terminado? Terminaste el día que naciste, niño.”
“Puedo hacer esto todo el día.” Le reta Steve.
“¿Ah sí?”
Camina de vuelta y ovilla un puño hacia atrás. Steve no retrocede, pero sí cierra los ojos. Solo que el golpe nunca llega. En lugar de eso siente que alguien lo aleja. Abriendo un ojo, ve a Eugene siendo empujado hacia atrás.
“¡Hey!” Grita el recién llegado. “¡Métete con alguien de tu tamaño!”
Sin rendirse tan fácil, Eugene lanza otro golpe, esta vez al que lo empujó. Pero falla y trastabilla hacia adelante. Cuando lo hace, el chico nuevo lo patea en el trasero, y Eugene sale huyendo, con las manos en su trasero, y ni siquiera mira atrás.
“¿Ambos están bien?” Le pregunta a Steve y Peter.
Steve no sabe quién es, no parece que Peter lo sepa tampoco, pero ambos asienten. Hay una niña con él, alta, bonita, cabello rojo, y parece que pudiera matarlo con la mirada adecuada. A Steve le recuerda un poco a Peggy. A ella sí la conoce—Natalia Romanov. Nunca se han conocido, pero Steve la ha visto en revistas cuando la Casa Romanov la adoptó hace unos años.
“¿Por qué hiciste eso?” Pregunta Steve. “Yo podría haber...”
“Podrías haber ¿qué?” Se ríe él. “¿Caído al suelo de nuevo? Seguro. Mira.” Toma los puños de Steve y saca sus pulgares de debajo de sus dedos. “Te los quebrarás así. Mantén tu pulgar bajo tus dedos, frente a tus nudillos. Si alguna vez logras tirar un golpe, será mejor.”
“Uh... Bueno.”
Se señala a sí mismo con el pulgar. “Me llamo James.” Le dice. “Pero todos me dicen Bucky.”
“Yo soy... Uh, Steve. Este es Peter.” Steve arrastra los pies. “Gracias.”
“Bueno, uh Steve,” Se burla Bucky. “No dejes que nadie te desanime. Tengo la impresión de que eres más grande por dentro que por fuera. Mi papá siempre dice que hasta la luz más pequeña...”
“Brilla con fuerza en la oscuridad...” Bucky luce como si hubiera visto un fantasma. “Mi papá sí decía eso siempre. ¿Ese eras tú?”
Steve se encoge de hombros. “Sí.”
“Pero... ¿cómo? Eras sólo un escuálido...” Mueve la cabeza negativamente. “Digo... ¿Qué demonios te pasó?”
“¿Pubertad?”
Es la única pieza de información que Steve se siente cómodo compartiendo por el momento. Tal vez un día le dirá a Bucky todo sobre los procedimientos, las medicinas experimentales, y las medicinas y vitaminas que aún toma, pero hoy no es ese día.
“Pubertad, ¿eh? Hizo maravillas contigo.”
Bucky acepta la respuesta de Steve con pocas dificultades. También toma su mano izquierda, y Steve piensa que recuerda que ese fue el mismo año en que Bucky la perdió.
“¿Por qué no comes?” Sugiere Steve. “Iré a cambiarme.”
“¿No comerás conmigo?”
“Ahora vuelvo.” Ya está saliendo de la cocina, pero se detiene cuando piensa en algo. “¿Quieres que coma contigo?”
Los ojos de Bucky se mueven por la estancia como si buscara la respuesta correcta a esa pregunta. Steve no está seguro de que haya querido que sonara de ese modo, o si de verdad eso quería decir. Sonríe un poco y luego suspira.
“Sí... Sí quiero, Steve.”
Steve trata de contener la sonrisa. “Bueno. Ahora vuelvo.”
“Ok.”
Mientras Steve avanza al pasillo, puede escuchar el tenedor golpear el plato y luego a Bucky hablar rápidamente.
“Esto tiene chocolate.” Le llama.
“Te gusta el chocolate.” Responde Steve como si no fuera nada.
No se molesta en girarse a ver, pero está casi seguro de que Bucky está sonriendo.
***
La realidad se asienta. Steve está despierto. Bucky está despierto. Y están casados—uno con el otro. Están sentados en la sala, el silencio estirándose sobre ellos por casi una hora. Steve ha tratado de decir algo varias veces, pero simplemente no se ha atrevido. Al menos ayer tenían el ajedrez para matar el tiempo. Hay uno aquí también, pero Steve no está seguro de que tendrá el mismo significado esta vez.
El desayuno pasó sin novedad después de que Steve volviera de cambiarse. Bucky y él se sentaron a la mesa juntos y comieron, comentando un poco sobre el clima—está frío afuera hoy. Bucky se niega a salir a pasear, Steve asume que no le gusta tener frío—y la comida. Bucky le agradece por cocinar y agregar pequeños trozos de chocolate—incluso ayudó con los platos.
Ahora sólo están sentados ahí. Al menos Bucky se siente lo bastante cómodo para sentarse en el sofá con Steve. Hay otras opciones, pero ha elegido sentarse con él.
“¿Necesito empezar a trabajar en el Buró Judicial?” Bucky pregunta de pronto, rompiendo el silencio en cuestión. “¿O puedo conservar mi trabajo?”
“Trabajas en un hospital ahorita, ¿verdad?”
“Si. En el Recinto Militar.”
“¿Te gusta trabajar ahí?”
“Sí.”
“¿Entonces por qué lo dejarías?”
Una vez más, Bucky lo ve como si estuviera confundido. Steve supone que entiende la pregunta. Muchas Casas requieren, o más bien esperan, que cada miembro siga los pasos de la Casa cuando se trata de trabajos. Bucky mismo trabaja en la milicia, como la mayoría de la Casa de Barnes.
“Quiero decir...” Bufa como si Steve lo estuviera molestando. “No quiero dejarlo. Estoy preguntando si tengo que dejarlo.”
“No. No tienes que dejarlo. La Casa de Rogers está más interesada en mantener las tradiciones familiares más que el trabajo o las carreras.”
“Oh.” Sus labios se alzan y Bucky mira hacia adelante. “¿Cómo cuáles?”
“Como, desayunar y cenar juntos—al menos cuando sea posible. Lo mismo con las fiestas.” Notando que el rostro de Bucky se frunce, Steve pregunta, “¿Eso va a ser un problema?”
“No,” Bucky niega con la cabeza. “No lo creo.”
El silencio comienza a descender sobre ellos de nuevo. Steve no quiere que lo haga. Le gusta escuchar a Bucky hablar. Además, deberían tomar este tiempo libre para conocer más uno del otro.
“Pero tú trabajas para el Buró Judicial, ¿no es así?” Pregunta Bucky.
Steve casi ríe, muy feliz de que no es él quien evita que la conversación muera. El hecho de que Bucky pueda estar interesado en lo que hace también es satisfactorio.
“Sí. Trabajo desde casa más que nada en este momento.”
“¿Haciendo?”
“Reviso casos que han sido olvidados o ignorados y trato de que salgan para que tengan la atención que merecen.”
Bucky ríe disimuladamente negando con la cabeza. “Parece que algunas cosas nunca cambian.”
“¿Qué?”
“No debiste tratar de pelear con ese niño.” Anuncia él. “Era el doble de alto que tú.”
Le toma un momento a Steve, pero luego reacciona. Bucky está hablando de la Gala de Año Nuevo que Steve le hizo recordar.
“Todos eran el doble de altos que yo.”
“Con más razón debiste echarte para atrás.” Gruñe Bucky. Steve no está seguro, pero parece que esto le está molestando. “Debiste conseguir ayuda en vez de ir tú solo y arriesgarte a salir lastimado.
“No había suficiente tiempo de conseguir ayuda.”
Bucky se mueve en el sillón lo suficiente para ver a Steve de frente. Este es ahora más alto que él, mucho más alto, y probablemente más fuerte—salvo tal vez por su mano de metal, pero eso aún no ha sido probado—pero aun así se siente pequeño cuando Bucky lo mira así. No le sorprendería que salieran volando dagas de sus ojos.
“¿Y qué ganaste con ello?” Le dice entre apretados dientes. “¿Con ir allá? Nada más que ser golpeado.”
“No, eso no es lo que gané con eso.” Steve le explica con calma. “Claro, Eugene me hizo caer al suelo. Pero me volví a levantar. Eso es lo que me importa.”
Obtiene una risa sin ganas de Bucky como respuesta. Hay un brillo casi cruel en sus ojos, uno que seguramente no pertenece ahí. Esa mirada sin corazón, está toda mal, no es Bucky para nada. Por supuesto, Steve no lo conoce bien, o para nada en realidad además de lo que ha visto y leído sobre él, pero ese no es Bucky.
“Y te habría vuelto a derribar cada vez que te levantaras. Tu sacrificio no habría servido de nada si yo no hubiera llegado.”
Un fuerte viento choca contra las ventanas, golpeando el vidrio como si estuviera desesperado de entrar ahí con ellos. Las hojas se aprietan contra el viento, lanzando intrincadas sombras de un lado del rostro de Bucky. Steve contiene un escalofrío. Conoce esa voz que Bucky ha usado, se ha escuchado a si mismo usarla varias veces en el último año. Es el dolor el que habla, no Bucky. El dolor y la pena, enojo, y algo que Steve reconoce como culpa.
“Pero llegaste, Bucky.” Puntualiza él. “Lo hiciste, y me ayudaste, y me demostraste que algunas personas sí ven a los débiles.”
Un parpadeo de esperanza pasa por el rostro de Bucky, las sombras de las hojas se retiran deslizándose por el vidrio. Abre la boca como si quisiera responder, pero cambia de parecer, cerrándola mientras la idea se hacía más pequeña en sus ojos y se desvanecía por completo.
“No me siento bien.” Susurra. “¿Puedo ir a acostarme?”
“Sí, claro. No necesitas preguntar.”
Bucky asiente y se levanta para volver a la recámara. Inseguro de qué fue lo que alteró a su esposo, y deseando saberlo para arreglarlo, Steve se sienta ahí un rato más. No le gusta saber que Bucky está molesto por algo, que él podría ser la causa esta vez. Tras algunos minutos, Steve va tras él.
Acercándose a la puerta, abierta solo un poco como si Bucky la hubiese lanzado pero simplemente no se cerró, Steve puede escuchar un ruido sordo saliendo de dentro de la estancia. Se detiene justo frente a ella. Con un súbito nudo en el corazón, se da cuenta de qué es el sonido.
Llanto.
Bucky está ahí adentro, llorando.